LUNES 29 DE NOVIEMBRE DE 2021
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Elecciones presidenciales: Entre el pinochetismo y la izquierda “millennial”
| Foto @gabrielboric / Rafael Croda Cuando parecía que la Convención Constitucional que sesiona en Chile desde julio pasado sepultaría para siempre el modelo económico, político y social que le heredó al país Augusto Pinochet, un defensor de su régimen, el abogado ultraderechista José Antonio Kast, resultó el candidato presidencial más votado en la primera vuelta electoral del domingo 21. Pero Kast deberá disputar una segunda vuelta, el próximo 19 de diciembre, con el candidato izquierdista Gabriel Boric, un político de 35 años que propone construir en Chile un estado de bienestar social como el europeo y que condena sin tapujos la “falta de democracia” y las “graves” violaciones a los derechos humanos en Nicaragua y Venezuela. Las encuestas anticipan una contienda muy cerrada, en la que estarán en juego dos visiones opuestas de país, que van más allá de la dicotomía izquierda-derecha y que tienen más que ver con la manera en que la sociedad chilena va a resolver su aspiración de lograr un desarrollo económico inclusivo y solidario en un entorno de estabilidad. Para amplios sectores es preocupante que un personaje como Kast –que ha tenido expresiones xenófobas, homofóbicas y racistas y es escéptico del cambio climático– haya alcanzado un apoyo tan amplio en la primera vuelta: 27.9% de los votos, apenas dos puntos más que Boric. Kast, quien no considera a Pinochet un dictador a pesar de los 3 mil 65 muertos y desaparecidos que dejó el golpista durante su gobierno de facto de 17 años, tiene como referentes políticos al presidente brasileño Jair Bolsonaro y al exmandatario estadunidense Donald Trump, dos exponentes del neopopulismo de extrema derecha. Como Trump, el candidato del Partido Republicano de Chile propone medidas radicales contra los inmigrantes: para impedir su ingreso al país quiere construir no un muro, pero sí una zanja en la frontera norte. Apenas en mayo era impensable que un político como Kast pudiera ser una opción competitiva en las elecciones chilenas. Ese mes se habían realizado comicios para elegir a los 155 integrantes de la Convención Constitucional que hoy redacta una nueva Carta Magna y la derecha sólo obtuvo la quinta parte de los escaños,
mientras que la izquierda y ciudadanos independientes se quedaron con una holgada mayoría. Dos meses después Boric triunfó en las primarias presidenciales de la coalición izquierdista Apruebo Dignidad, lo que lo ubicó como el candidato con mayores opciones de capitalizar la enorme movilización ciudadana que se había expresado en el estallido social de 2019 y que exigía el fin de la privatización de la educación, la salud y las pensiones. Pero, de manera imprevista, Kast comenzó a crecer en las encuestas con un discurso en el que ubica a Boric como la personificación del comunismo y en el que promete mano dura contra el crimen, el narcotráfico y el “terrorismo”, como llama a los hechos de violencia que se han registrado en fechas recientes en la lucha por la tierra de la etnia mapuche en la sureña región de la Araucanía. El voto pendular La politóloga chilena Isabel Castillo dice a Proceso que el cambio de comportamiento del electorado entre los comicios constituyentes de mayo pasado y la primera vuelta de las presidenciales del domingo 21 se debe a que los temas prioritarios para los ciudadanos se modificaron. Los votos para formar la Convención Constitucional, explica, fueron determinados por una visión de futuro en la que los electores se preguntaron qué país quieren, bajo qué reglas debe darse la convivencia social y qué derechos ciudadanos debe contener la nueva Carta Magna. En cambio, señala la doctora en ciencia política por la universidad estadunidense de Northwestern, la elección presidencial “tiene que ver mucho más con cuestiones inmediatas”, como la crisis económica derivada de la pandemia de covid-19, la inseguridad pública y la inmigración de venezolanos; estos fueron los temas que explotó Kast. Para Pamela Figueroa, profesora del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, lo que ha hecho Kast es presentarse “como una opción de orden” en un país que aspira a cambios sociales profundos y a una mayor inversión pública en salud, educación y pensiones, pero que al mismo tiempo teme a la inestabilidad y a la inseguridad pública. Chile se percibe en América Latina como una nación estable y segura, pero el esta-
| Foto @joseantoniokast llido social de 2019 dejó decenas de muertos y heridos de bala por parte de la fuerza pública, así como incendios y saqueos de negocios. Y el aumento de los robos y delitos violentos el último año ha devuelto a un primer plano el tema de la inseguridad. Según un estudio de la Fundación Paz Ciudadana, este año 31.6% de los hogares reportan que al menos un miembro de la familia ha sido víctima de un robo o intento de robo, la tercera parte en forma violenta, lo que implica un aumento de cuatro puntos respecto a la medición de 2020. Además, 90.8% de los ciudadanos tiene un temor medio o alto de ser víctima de la delincuencia, lo que aumenta a 98% en la región metropolitana de la capital, donde el delito de narcotráfico tiene una creciente incidencia. En la comuna metropolitana de La Pintana, por ejemplo, la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes llegó a 20.6 el año pasado, un índice que quintuplicó la media nacional. La alcalde, Claudia Pizarro, dice que la incidencia criminal en su municipio está vinculada a las bandas del narcotráfico, que la han amenazado de muerte y han baleado su oficina. Figueroa dice a este semanario que en ese contexto Kast “se ha presentado como una opción de orden y ha explotado el discurso del miedo hacia la inseguridad, hacia el comunismo (según el candidato, esa corriente política determinará la nueva Constitución) y hacia el narcotráfico”. Y esto lo ha hecho, señala la académica, con una campaña en redes sociales que encubre una agenda ultraconservadora con propuestas de orden público efectistas, como la iniciativa para militarizar la Araucanía a fin de enfrentar el conflicto con los mapuches. Kast y Boric, dos “outsiders” Como Trump y Bolsonaro, Kast está contra los matrimonios entre personas del mismo sexo y el aborto, quiere eliminar el Ministerio de la Mujer y exacerba el tema de los inmigrantes, que es una preocupación en Chile por la masiva llegada de venezolanos que huyen del desastre económico y social en su país. Según datos oficiales, en Chile, un país de 19 millones de habitantes, residen 1.4 millones de extranjeros y la tercera parte son venezolanos. Hace dos meses, en una marcha antiinmigrantes en la norteña ciudad de Iquique, los ma-
nifestantes atacaron un campamento de indocumentados venezolanos y quemaron sus pertenencias. En medio de la pandemia, Chile registró una contracción económica de 6% y el desempleo llegó a 13%, lo que ha provocado expresiones de rechazo a los inmigrantes por parte de sectores que los observan como una amenaza para las fuentes de trabajo de los chilenos. De acuerdo con Figueroa, la pandemia expuso en Chile y en América Latina la alta precarización de la población, la volatilidad del empleo y la escasa capacidad de los Estados para apoyar a los sectores más golpeados por la crisis, lo que ha generado “un alto rechazo a la élite política y el surgimiento de un electorado desideologizado y pragmático”. Kast, de 55 años, es un disidente de la derecha institucional chilena, de la cual se apartó hace varios años para fundar su propio movimiento ultraconservador, el Republicano; Boric es un dirigente surgido de las marchas universitarias en defensa de la educación pública de hace una década y es ajeno a los tradicionales partidos de centroizquierda: Socialista, Por la Democracia y Demócrata Cristiano. Ambos candidatos han sido diputados, pero son considerados outsiders de la institucionalidad política –dos bloques, unos de centroizquierda y otro de centroderecha– que ha gobernado Chile desde 1990, cuando acabó la dictadura pinochetista. Boric es un exponente de la nueva izquierda latinoamericana, una izquierda millennial que tomó distancia del modelo cubano, del chavismo y de todas las expresiones autoritarias; que reivindica la democracia y la justicia social y abandera causas como el feminismo, el ambientalismo, la defensa de los animales y los derechos de las minorías sexuales, de los indígenas, de los niños y de los grupos vulnerables. El candidato de Apruebo Dignidad usa tatuajes, vive en pareja con la politóloga feminista Irina Karamanos y reconoce que cuando era más joven consumía mariguana “de vez en cuando”. En un reciente debate, Kast, quien tiene nueve hijos y rechaza el uso de anticonceptivos, emplazó a todos los candidatos a hacerse una prueba antidoping. Boric dijo que hace años no consume drogas y le sacó en cara al candidato ultraderechista el pasado nazi de su padre, el inmigrante alemán Michael Kast Schindele.