Diagrama secuencial sobre la arena
Álvaro Hernando Burbano
La muralla En lo más íntimo de la piedra, toda muralla alberga el porqué de su existencia y el porqué del plan del hombre en su intención de levantarla. Para algunos siempre fue un misterio. Para otros fue tan sólo una razón de ser que se basó en lo preventivo. Pero, inequívocamente, la muralla siempre fue un guardián inerte de argamasa, plantado allí, frente al fantasma del temor a la invasión, a la muerte, a la pérdida del poder o del imperio. Parece haber murallas de todo tipo en otros mundos, particularmente en los mundos del temor a Dios y del terror por lo insondable. Existen en los sueños, en los ensueños y en las pesadillas. Son murallas que no se levantan con la ayuda del hombre. Se levantan solas para impedirnos escapar de nuestros más profundos miedos.
Y es que casi todo mortal se ve
acorralado en algún mal momento de su vida por una muralla personal, y ya no es libre. Sería válido decir que, de pronto usted podría verse asediado por un parapeto que se desplaza hacia su mente, que se proyecta sobre la retina de su ojo inmaterial de muchas formas, bajo la apariencia de un fantasma que puede llegar a llamarse pasión, vicio, ambición, pecado, inercia o cobardía. Claro que pienso que es necesario iniciar sin más demora el relato de la historia que me ha llevado a proponer la reflexión anterior. Tenía siete años nada más cuando periódicamente empecé a percibir allí, frente a mis ojos y en el momento exacto de caer dormido, una muralla que me impedía el ingreso al
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