La Gualdra 691

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“Medusa Editores es una editorial independiente ubicada en Chihuahua, Chih., México, dedicada a la creación de libros con el potencial de volverse memorables para la mente y alma de sus lectores. Hacemos esto por amor a la poesía”, así se presenta este proyecto dirigido por Édgar Trevizo y Sergio Pérez Torres lo entrevista para saber más sobre esta editorial.

Édgar Trevizo. Chihuahua, Chih.

Editorial

La Gualdra No. Contenido

“Libre de la memoria y de la esperanza, ilimitado, abstracto, casi futuro, el muerto no es un muerto: es la muerte.

Como el Dios de los místicos, de Quien deben negarse todos los predicados, el muerto ubicuamente ajeno no es sino la perdición y ausencia del mundo.

Todo se lo robamos, no le dejamos ni un color ni una sílaba: aquí está el patio que ya no comparten sus ojos, allí la acera donde acechó su esperanza.

Hasta lo que pensamos podría estarlo pensando él también; nos hemos repartido como ladrones el caudal de las noches y de los días”. “Remordimiento por cualquier muerte”, Jorge Luis Borges

Recién termina la celebración del Día de Muertos -que cada vez es más grande en diferentes partes del mundo- y quiero dejar aquí el recuerdo de un altar que particularmente me conmovió. Instalado en la ciudad de Zacatecas, en la Alameda, ubicado en la parte inferior del mural del maestro Manuel Felguérez, se encontraba esta sencilla pero muy emotiva ofrenda en la que se podían ver las fotografías de algunos artistas y promotores culturales que dejaron ya este plano terrenal. Ahí pude reconocer las fotos de Dolores Castro, Eduardo Campech, Alberto Huerta, Ismael Guardado, Víctor Chew, Blanca Alatorre, José Esteban Martínez, Juan Manuel García Jiménez, Florentino Raygoza Meza y José de Jesús Sampedro -quien ayer, 2 de noviembre, hubiera cumplido 75 años-. De todos ellos, siete fallecieron en el último año, este 2025, me parece que ha sido más cruel para el gremio artístico en Zacatecas, que los dos primeros años de la pandemia. Ellos, a quienes el Ayuntamiento dedicó su altar, fueron personajes muy queridos no sólo por quien esto escribe… “el muerto no es un muerto: es la muerte”.

Decía que cada vez es más grande este tipo de conmemoración y tributo a quienes se han marchado; hay quienes afirman que fueron las películas del agente 007 y la de Coco, las que contribuyeron a que haya crecido en vistosidad y número de participantes, posiblemente sea así. Lo cierto es que el Día de Muertos se celebra en diferentes partes del mundo y en esta ocasión me tocó hacerlo en Texas con la comunidad de migrantes que radican en esta parte de los Estados Unidos.

La federación Nuestras Raíces, presidida por Alejandra Valdez, coordinada con el Centro de Estudios México Americanos de la UT Arlington y el Centro Cultural Artes de la Rosa, organizó en este

último la instalación de un altar en homenaje a los familiares fallecidos de nuestros paisanos; algunos murieron en Estados Unidos, pero otros lo hicieron en México y no pudieron despedirse de ellos porque su situación migratoria dificulta que puedan regresar a nuestro país; y eso, el haberse visto impedidos para despedirse físicamente de sus seres queridos, hace más dolorosa la pérdida y más intenso el duelo.

Vimos cómo los integrantes de la federación llegaron con las fotografías de sus familiares y cómo se emocionaron al verlas instaladas en el altar, y, sobre todo, pudimos constatar el orgullo tan grande que profesan de ser parte de una comunidad que por lo menos en el área Dallas-Fort Worth está cada vez más unida.

Como parte de estos festejos, se inauguró también la exposición “Empíreo. El cielo más alto”, del artista zacatecano Juan Carlos Villegas, en la galería del Centro Cultural Artes de la Rosa el pasado 31 de octubre. Ésta fue la primera de dos exposiciones que tendrá en Texas en esta temporada pues la siguiente inauguración se llevará a cabo en el Consulado General de México en Dallas, el miércoles 5 de noviembre a las 5:30 PM. Si usted vive en esa zona de Estados Unidos o tiene familiares allá, sería muy bueno que pudiera asistir; en caso de no ser posible, la siguiente semana compartiremos aquí los pormenores de ambas muestras, así como de las actividades que nuestros hermanos migrantes están realizando allá.

Que disfrute su lectura.

Édgar Trevizo habla sobre Medusa [Libros que asombran y enamoran] Por Sergio Pérez Torres
La mitohistoria como narrativa, posibilidades heurísticas y retos explicativos Por Judith Alejandra Rivas Hernández y René Amaro Peñaflores
El Monterrey de Alfonso Reyes: una apelación a la memoria en tiempos de la inmediatez Por Mariana Martínez Fortuno
The Mastermind, de Kelly Reichardt Por Adolfo Nuñez J.
La composición de la sal Por Mario Alberto Medrano

La composición de la sal, de la boliviana Magela Baudoin. Quizá sea tarde (¿alguna vez lo será para la relectura?) para hablar de este libro de relatos, publicado en 2014, y ganador del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez 2015.

Teoría del río subterráneo 14 cuentos integran todo el universo de La composición de la sal. Desde el umbral de entrada, Amor a primera vista, cruzando por una acequia con cuentos como La cinta roja (entramado con el periodismo, con un crimen), Algo para cenar (un relato de confrontación, descubrimiento y autoconocimiento de un adolescente), Moebia (entre el laberinto borgiano y la autoficción), La composición de la sal (del sincero acto de llorar a la sátira del machismo social), hasta el portal de salida, Un reloj. Una pelota. Un café, cada cuento de Magela lleva una historia debajo.

Si no mal recuerdo, fue Ricardo Pi-

La composición de la sal

glia quien pergeñó la idea de que en cada cuento, siempre hay otro latiendo debajo. Y es justo esto lo que ocurre en cada espacio que bosqueja Magela, pues detrás de las historias hay enigma que no se demuestra, que no es evidente, pero se reafirma entre murmullo, guiños, silencios incómodos. Es, para seguir con esta metáfora subterránea, un túnel de lodo y miel. Si bien es cierto que cada narración lleva como telón de fondo la vida de una ciudad, cierta cotidianidad, la rutina de los días (quizá la excepción sea Moebia, puramente ficcional) se entrelaza con la más pura ficción, alguna esquirla del imaginario deja ver su rostro, como en las mejores obras de Luis Buñuel. Pienso en el cuento que da nombre al libro. En este se narra la vida de un hombre, quien llegada a la tercera edad, le da por llorar, por todo, en cada momento. Este rasgo, nacido de una literatura del absurdo, se confabula con la más ordinaria de las vidas y donde, con clara ironía, también se hace una burla al

machismo latinoamericano. Ahí, en ese juego de poderes entre el absurdo y la realidad, el mar es la solución, la sal del mar. La composición de la sal o la nostalgia de la memoria.

Habitar el silencio

Cuentos y poesía son los géneros más próximos entre sí. Aspirar al silencio es uno de los anhelos de la poesía, entonces del cuento. Entre las palabras, siempre hay huecos que se nutren de los ruidos de fondo o de miradas o de sigilo que se comparte. Aquí, en la música que acompaña a estos cuentos, ese rumor puede ser la mejor composición de la sal. El ritmo de los cuentos de Magela es un vaivén de intenciones silenciosas, hay la ambición de poetizar el espacio. Es el lector, un participante obligado, quien se responsabiliza de ser un agente interventor, capaz de llenar esas oquedades a las que arroja la autora a sus personajes y sus historias.

Podría decir que hay pocos arcos dramáticos en estas narraciones,

será porque a Magela no le interesa la vieja estructura de crear un problema y resolverlo, sino lanzar ese problema y que sus personajes convivan con él. Autora de la novela El sonido de la H, con la que obtuvo el premio nacional de novela Alfaguara, Magela, también periodista, es, ante todo, cuentista. Este año compitió por el Premio Ribera del Duero, concurso en el que quedó como finalista con su libro de cuentos Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, del cual la autora ha dicho en una entrevista que “es un libro de cuentos que le roba el título a Pavese: ‘Vendrá la muerte y tendrá tus ojos’. Y dialoga con la idea del absurdo existencial, del suicidio y de la esperanza a la manera en que Camus los concebía […] También es un libro lleno de fantasmas literarios. Digamos un homenaje a la lectura, al modo en que las presencias fantasmáticas que produce la ficción intervienen en la vida. Pero eso es la teoría, otra cosa será lo que encuentren los lectores”.

Editoriales

Édgar Trevizo habla sobre Medusa

[Libros que asombran y enamoran]

“Medusa Editores es una editorial independiente ubicada en Chihuahua, Chih., México, dedicada a la creación de libros con el potencial de volverse memorables para la mente y alma de sus lectores. Hacemos esto por amor a la poesía”,i así se presenta esta editorial dirigida por Édgar Trevizo y aquí lo entrevistamos para saber más sobre este proyecto.

Sergio Pérez Torres: Cuéntame los inicios y fundamentos de Medusa: Cómo inició, por qué; su misión, visión, objetivos; así como cuántos títulos y autores lleva publicados.

Édgar Trevizo: Medusa nació intelectualmente durante la pandemia de 2020 y se formalizó el 20 de febrero de 2021, al obtener nuestra constancia de ingreso al padrón nacional de editores. Ese año publicamos dos de nuestros títulos más exitosos, los primeros dos: Hay quienes transitan el sendero del amor, una antología de Ono no Komachi e Izumi Shikibu, y Construyendo la barricada y otros poemas, de la polaca Anna Swircszynska. Ya desde ahí declaramos tácitamente la visión de Medusa Editores: la de ser una editorial con visión internacional y muy apasionada de la poesía, especialmente.

El primero de los objetivos, muy práctico e inmediato, es sobrevivir lo más posible. Los otros, que son casi ilusiones, son los de consolidar definitivamente a la editorial como un sello rentable y con presencia muy marcada en México y, esperemos, en España y Sudamérica, al menos. El de que esa presencia ayude a visibilizar ampliamente a nuestras autoras y autores; el de poder editar a cada vez más nombres importantes de la poesía internacional, tanto antigua como moderna. Hasta ahora hemos superado ya los 50 títulos en nuestro catálogo (¡en apenas 4 años y medio!) y tenemos alrededor de 40 autores de diez países distintos.

SPT: Siguiendo a Hölderlin, ¿por qué editar poesía en tiempos de indigencia?

ET: Creo que porque, siguiendo a David Toscana, “Así como el agua hace más falta en el desierto, donde nunca llueve, así los libros hacen más falta donde nadie lee”. Chihuahua es uno de los lugares con más bajos índices de lectura en el mundo, y aun así, aquí está Medusa; desde aquí se hacen estos libros cuidadísimos, finos, mayoritariamente de uno de los géneros literarios que menos se lee y menos vende. Es un

acto de amor, desde luego. No lo puedo explicar de otra manera. Mario Gensollen lo llamó hace poco, en su columna El peso de las razones, “un gesto quijotesco”. Tiene razón. Porque, en términos reales y concretos, una editorial sobrevive tanto como los ahorros de su editor. O como la vida de este. Espero que tras mi partida alguien pueda seguir manteniéndola con el mismo amor con que lo he hecho yo.

SPT: Es inusual que una sola persona corrija, edite, diseñe, diagrame y se ocupe de toda labor antes y después de todas las publicaciones. ¿Cómo ha sido este proceso?

ET: Extremadamente inusual, es cierto. No debo hablar elogiosamente de mí mismo, desde luego, pero debo confesar que a veces me sorprende que haya podido hacer todo esto solo. Es decir, no sólo es la actividad del editor: leer, revisar, tratar con los autores, conceptualizar, corregir, diseñar, diagramar, enviar a imprenta… Es también facturar, declarar impuestos, elaborar cotizaciones, distribuir, tratar con librerías y otras instancias, enviar libros vendidos en la página, asistir a ferias y otros eventos, diseñar publicidad para redes, manejar el contenido de la página web (hasta armarla y diseñarla yo mismo), ofrecer y realizar servicios editoriales, negociar derechos y coediciones, administrar Amazon, Buscalibre, realizar alianzas, contratos… en fin, una cantidad enloquecedora de cosas por hacer. Pero afortunadamente me ha sido posible hasta ahora hacerlo todo sin errores graves. Sé que muy pronto no

me será posible. Afortunadamente, la editorial ha seguido creciendo mucho y espero que siga ese camino.

SPT: ¿Cuáles han sido las principales satisfacciones que te ha dado Medusa?

A modo de anécdotas o situaciones específicas.

ET: Muchas. De verdad, muchas. Una de las cosas que más me ha gustado de este proyecto es la forma en que se ha posicionado en los corazones de las personas, de mis autoras, autores, lectores. Uno de los objetivos, digamos sentimentales, de Medusa, desde su nacimiento, fue formar comunidad. Por ello organizamos aquel precioso homenaje a William Carlos Williams, con grandes poetas y otros apenas emergentes, por ejemplo. Pero regreso a las satisfacciones: una de ellas, muy grande, ha sido que autores de muy vasta trayectoria se han mudado a esta editorial y han regresado con más propuestas; otra de ellas son los numerosos comentarios, mucho muy generosos, sobre el cuidado de los libros y la calidad de sus contenidos; el haber podido hermanar directamente con autores como Joseph Stroud o Raúl Zurita, pero la que más cercana está a mi corazón es el cariño con que muchas personas se refieren a Medusa. Tenemos una mascota, Bōshi, y de cariño yo le llamo Madame Medusa o Mini Kraken, y me conmueve profundamente cada vez que alguien que no sea yo le llama así, con tanto cariño. Ha sido un camino arduo, pero lleno de cosas hermosas, sin duda. La invitación de la admiradísima editorial

de la Universidad Veracruzana a su foro nacional de editores fue también una satisfacción enorme, así como las crecientes invitaciones de ese tipo fuera de Chihuahua.

SPT: ¿Cuál es tu visión del quehacer editorial en este país? Genealogía y evolución. Defectos y virtudes. ET: Lo primero que noto es una riqueza asombrosa. Hay una gran cantidad de sellos independientes en el país, muchos de ellos verdaderamente admirables. Sigo a varios con interés y me alegro de su posicionamiento en la escena nacional. En algunos casos, no obstante, noto una falta de preparación en los principios del diseño editorial. Libros que parecieran hechos con pereza también existen entre las editoriales nacionales. En esos casos me entristece el trato que reciben sus autores y lectores a causa de esa falta de convicción de que la edición y diseño de un libro deben acompañar a su contenido, de que ambas cosas le hablan al lector. Está además la calidad de los materiales, la hechura del libro, que muchas veces es muy deficiente. No me parece justo tratar así ni a los autores ni a los lectores que compran los ejemplares. Quizás eso esté bien para alguien que apenas empieza, pero no para quien lleva trabajando ya tres, cuatro años. En ese tiempo, el editor y sus colaboradores deberían haber conformado una personalidad propia de su sello mediante el estudio del diseño y formación editorial, cosa que en muchos casos nunca llega a suceder. Pero

también es comprensible. Tanto mis colegas como yo trabajamos con escasos recursos de toda clase. Estamos haciendo lo mejor que podemos.

SPT: ¿Crees que Medusa tendría una mejor recepción si se ubicara en Ciudad de México?

ET: Sin duda. Una cosa que he dicho siempre en los foros editoriales a los que he asistido es que Medusa es una editorial que edita desde las orillas de todo. El centralismo mexicano es enfurecedor y asfixiante. Las librerías, las ferias del libro, la mayoría de públicos, la mayoría del presupuesto y los contactos personales e institucionales están concentrados en Ciudad de México. Eso es terriblemente injusto. Medusa alguna vez intentó entrar a las librerías de El Péndulo y El Sótano. No pudimos, porque exigen tener una bodega física en Ciudad de México. Evidentemente, no nos es posible, así que conformé por cuenta propia mi distribución en varias librerías independientes del país y fuimos invitados a estar en la maravillosa Librería Carlos Fuentes, de la Universidad de Guadalajara. A pesar de la distancia geográfica, hemos logrado sacar a pasear a la Madame por todo el país y más allá.

SPT: Recientemente, Medusa ha sido llamada “La editorial de poesía en México”. ¿Consideras tú que se ha ganado este lugar?

ET: Por supuesto que es cierto que elogio en boca propia es vituperio, pero no hablo de mí, sino de los libros que ha producido Medusa y de los esfuerzos, muy sustanciales, para hacer que salieran de Chihuahua y se convirtieran en un referente nacional de edición independiente, así que, desde esa perspectiva, creo que Medusa se lo ha ganado justamente. Hemos hecho libros exhaustivamente cuidados, corregidos, diseñados; hemos logrado una distribución notable para un sello tan pequeño; hemos formado comunidad de autores, editores y lectores; hemos experimentado, estudiado, buscado la mejor forma de diseñar cubiertas e interiores para cada libro en particu-

lar, siempre en busca de que el nuevo sea en cierto modo más fino que los anteriores; hemos logrado presencia en alrededor de 17 ferias del país este año… La Madame se ha hecho notar y, afortunadamente, no tengo que elogiar la calidad de los libros, tanto en forma como en fondo; ellos hablan por sí mismos, me parece.

SPT: ¿Qué editoriales de poesía son las que más te interesan? Tanto nacionales como internacionales. ¿Por qué?

ET: ¡Esta pregunta me fascina! Qué deleite poder hablar un poco de ellas, de esas editoriales que me han inspirado y enseñado tanto del oficio de hacer un libro bello, fino y altamente legible (marca de nuestra casa, creo yo). Las primeras que debo mencionar son las que me inspiraron y me enseñaron tanto desde muchos años antes de que siquiera se me ocurriese fundar mi propio sello. La más influyente, quizás, fue Copper Canyon Press, de EEUU, quienes tienen un alto estándar en sus diseños de interiores, con libros preciosos, llenos de aire, magníficamente legibles y elegantes. Muy cerca de ella está Knopf, a la que admiro profundamente. Creo que son incluso más elegantes que Copper. Sólo menciono a la primera por haberla conocido antes y haber comprado varios de sus títulos. Cuando conocí a Knopf, no podía creer lo que veía. Todos sus libros son hermosos. Están también ECCO, FSG, Mariner, Faber & Faber, Yale, los de la Universidad de California, Harvard… todas ellas norteamericanas, salvo por Faber & Faber, que es inglesa. Entre las españolas, desde luego Pre-Textos es la más admirable para mí.

Entre las nacionales independientes, que son las únicas que se atreven a publicar poesía, están Mantis, Vaso Roto, Aldus, Typotaller… Todas ellas me parecen impecables y admirables.

SPT: ¿Cómo percibes la predominancia de los poemarios con unidad temática en la actualidad mexicana?

ET: Me parece que ha causado un empobrecimiento de la oferta poética,

preciosas. El editor elige lo que quiere mostrar al público y eso es otra forma de la crítica. Por eso los sellos con un editor tradicional, digamos, llegan a tener una gran coherencia en sus catálogos. El determinante, desde luego, es el gusto personal del editor. En mi caso prefiero los libros accesibles, transparentes, que tengan potencial de ser disfrutados tanto por expertos como por principiantes; los libros que dialogan con la tradición, los que vuelven al origen, a los grandes maestros. En este sentido, en lo que he dicho del papel del editor, he meditado ampliamente y he decidido también —y puesto en práctica— que el editor no debe seleccionar sólo lo que le gusta particularmente, sino lo que considera valioso mostrar a otros, a públicos que quizás tengan gustos distintos al suyo. Una propuesta ajena a mis preferencias específicas, pero de evidente valor literario y humano, estará también en nuestro catálogo.

desde mi perspectiva. Pongo siempre el ejemplo de los poemarios publicados en Estados Unidos, una poesía que me interesa muchísimo y que precisamente me interesa tanto por su extraordinaria riqueza y variedad. El libro de poemas sueltos es perfectamente aceptado en EEUU; mis poemarios más amados de entre los norteamericanos son esencialmente de poemas sueltos, lo cual da total libertad al autor para interesarse en explorar lo que realmente le interesa y conmueve —que puede ser de una variedad infinita— y enriquecer así el espectro de la experiencia humana a través de su arte sin tener que ajustarse a los criterios de un premio para escribir e intentar ganarlo. Creo, aunque quizás me equivoque, que toda moda literaria demasiado extendida es deletérea para una literatura nacional. El ideal, para mí, es la libertad creativa, la libertad de jugar, explorar, escribir sobre la flor o el grillo tanto como sobre la violencia o la injusticia, por ejemplo. Siento que algunos libros temáticos suelen agotarse muy pronto, apenas leídas unas decenas de páginas, mientras que encuentro en los libros de poemas sueltos una curiosidad inagotable que se transfiere al lector, junto con la emoción de descubrir una gran cantidad de experiencias en sus páginas, además de darte oportunidad de volver a algunos de sus poemas y revivir la experiencia de ese poema particular que en una sola página logró mostrarte algo invaluable. Yo prefiero por mucho eso: la diversidad; quizás por eso me fascinan las antologías de poesía internacional, que compro y devoro sin parar y que también he terminado por hacer y traducir yo mismo.

SPT: ¿Qué propuestas son las que buscas (o te alegras al encontrar) para la editorial?

ET: Me encanta encontrar lo que yo llamo “hallazgos”. Cada año tengo varios, por fortuna, y cuando me llega uno así para publicar, me siento muy feliz. El editor, en su papel original, es el formador de una especie de canon, lo quiera o no. Es un lapidario en busca de piedras

SPT: ¿Cuáles son los elementos que consideras que debe tener un gran poema y un gran poemario? ET: Me gusta la aseveración de Adam Zagajewski al respecto: Un poema debe contener al mundo entero. Es decir, debe exponernos a la experiencia humana universal de un modo en que nos haga ver de nuevo esa experiencia. En palabras de Cézanne, si recuerdo bien la fuente, “pinto no lo que veo, sino lo que hará que otros vean lo que yo vi”. Ése es el gran poema, el que no habla de la rosa, sino que la hace florecer en el poema para nosotros (Huidobro). Así que un buen poema y un buen poemario, para mí, es el que es universal en términos de la experiencia humana en esta tierra. Por ello la Iliada y la Odisea siguen siendo los grandes poemas de los que todos bebemos. Por eso regresamos incesantemente a Bashō, Issa, Li Po, Po Chu-ï, Rumi, Jayyám, Shelley, Cavafis, Rilke, Auden, Whitman…

SPT: ¿Hay planes concretos para Medusa que los lectores podamos esperar próximamente?

ET: Planes sobran. Queremos ampliar nuestros géneros y colecciones. Recientemente lanzamos Medusa Esenciales para rescatar clásicos no demasiado editados por las grandes editoriales. Me gustaría mucho una colección de non-fiction, ensayo divulgativo y ligero; he estado ansiando lanzar una colección infantil desde hace tiempo y quiero seguir publicando la serie de “pizcas”, antologías de poesía internacional antigua, de las que ya tenemos una de poemas japoneses, otra de poemas chinos y otra de epigramas sepulcrales griegos. Actualmente estoy trabajando en una Antología universal de la poesía lírica antigua que será la primera hecha en español que verdaderamente será universal, considerando las tradiciones del mundo árabe, de la India, África y las naciones originarias de toda América. Adicionalmente, y a partir de esta, trabajo en una antología sobre el vino y la embriaguez, que me emociona mucho.

Editoriales mexicanas

La mitohistoria como narrativa,i posibilidades heurísticas y retos explicativos

El mito es una narración simbólico-sagrada que se refiere a una explicación de origen del mundo sustentado en la existencia de dioses, fantasías y creencias populares. La mitohistoria es un tipo de historia-narración con una trama de sujetos y un desenlace. Según Lawrence Stone (1986) la historia narrativa se caracteriza por ser una descripción cronológica anclada en los sujetos, que no en las estructuras; su enfoque es lo particular, específico y singular. En este contexto, se inscribe el libro Elogio de la Mitohistoria de Arturo Burciaga Campos, constituido por dos partes. La primera, es un ensayo en donde se entrecruzan las aficiones del autor: la historia colonial, la microhistoria y su gusto por la literatura y la poesía. Con base en diez digresiones (cambios temporales de temas) el autor analiza acontecimientos humanos desde la historia social y la historia cultural (Bloch y Ginzburg). Así, aparecen Mesopotamia, Egipto y Grecia con su sentido del tiempo circular, en donde el mito eclosiona como lenguaje figurativo. La creación de los mitos históricos

vinculados a la Historia de Bronce de los pueblos, plantea los orígenes sagrados y divinos de las naciones. En estos temas aparece el líder-agente que se convierte en villano o viceversa y es analizado en la dimensión de las pequeñeces y los delirios de grandeza, de las hazañas. Por supuesto que Heródoto es aludido, por su enfoque narrativo-anecdótico, en contraposición a Tucídides, más analítico y explicativo mediante causas y efectos. Desde aquí se hila la relación entre mito, prosa y poesía que se conjugan en la Mitohistoria. Por supuesto, hay una articulación del método histórico con relación a la verdad y la ficción, al paradigma indiciario y la “lectura microscópica” de la realidad.

Encontramos en las digresiones reflexiones sobre la verdad y la poesía; la lectura en voz alta y en silencio; el mítico Don Quijote y Cervantes; el Siglo de Oro de la literatura y el recuento de poetas ilustres como Garcilaso de la Vega; así como del romanticismo, modernismo, positivismo y Octavio Paz. Finalmente, la parte crítica está en la última digresión: la literatura poseí-

da por el libre mercado neoliberal en donde las nuevas narrativas son vagas, ambiguas y líquidas; son una forma de “pervertir a la historia y trocarla en mito”.

En la segunda parte del libro, se encuentra una poética a la mitohistoria, allí Burciaga deja volar su capacidad literaria en los versos de temática historiográfica, como si fuera un encadenamiento evocativo temporal de la épica histórica: lugares, acontecimientos, protagonistas, lo ficticio, lo necesario, el amor, la religión. Evocaciones diversas sobre la naturaleza, la geografía, la mujer –“de largos cabellos”-, los caminos, el frío, las piedras. Allí, en la poética, se deja advertir e interpretar una cronología de la mitohistoria que desde la explicación de los orígenes es cantada, añorada e imaginada. Desfilan sujetos históricos, poesía, personas, paisajes, acontecimientos. La Mitohistoria, con su atributo narrativopoético, alude Madrid, Londres y París; el Támesis por la mañana fría. La añoranza por el Mediterráneo de Serrat, “donde las olas arrasan una costa de placeres”.

Se observa en los últimos poemas las andanzas del autor, de sus viajes y de su fervor por lo histórico y la poseía. Preexiste la figura femenina con quien se dialoga y convive, compañera invisible, pero presente en la imaginación de los lugares anhelados. Más “lugares sociales”, los Ángeles, en donde finalmente destaca un nombre femenino: “María solo es una sonrisa y un vestido en vuelo”; Liverpool, entendemos la vaguedad del momento y lo fácilmente que los individuos pueden ser olvidados. En Moscú, se alude a la plaza, que “no es roja” y al prócer épico, que entendemos es Lenin; ahí donde “se lavan las aguas y solo las palomas son su compañía”. En la misma tesitura, el encuentro con Berlín, Nueva York y hasta el temido Wuhan. Por último, el poema “No somos espacio”, el poema que se refiere a Nueva Delhi, el cual está plagado de significados, como una urdimbre instituida por Buda, la meditación, los yoguis, la luz, los colores y el número 7. Interesante e importante, pues, la mitohistoria como relato.

* Judith Alejandra Rivas Hernández (UPN-321) y René Amaro Peñaflores (DEC-UAZ).
Acerca del libro Elogio de la Mitohistoria de Arturo Burciaga Campos [México, Taberna Libraria Editores, 2025 (Colección Elogios)].

El Monterrey de Alfonso Reyes: una apelación a la memoria en tiempos de la inmediatez

En esta nueva entrega de la fecunda e inquieta pluma de Alberto Enríquez Perea, nos presenta un material tan concienzudo como necesario. Ya desde la fotografía en blanco y negro que engalana la portada de este libro (una vista panorámica de la Catedral Metropolitana custodiada por el imponente Cerro de la Silla), se advierte que la nostalgia será casi inevitable con la lectura de sus páginas. Dividida en nueve secciones, tal selección de fragmentos de la obra, recuerdos y algunas fotografías demuestra, una vez más, que los estudios sobre Alfonso Reyes son, sin duda, abarcables y, al mismo tiempo, inagotables.

La evocación, pienso, es permanente no sólo porque Reyes nunca desaprovechó la oportunidad para hablar de su natal Monterrey hasta sus últimos días, sino porque, además, esa fórmula se volvió indisoluble: era conocido por muchas personas como el “regiomontano universal”. Su ciudad hoy alberga la mitad de aquello a lo que consagró su vida, es decir, su vasta colección de libros, en la “Capilla Alfonsina” Biblioteca Universitaria, de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

A lo largo de las páginas de Evocación permanente de Alfonso Reyes (19031960): Monterrey (UANL, 2025), Enríquez Perea, cual Virgilio, funge como guía en el tiempo-espacio de Alfonso Reyes, develándonos las estampas de su infancia, la briosa juventud, pasando por la adultez joven y culminando con la edad adulta, cuando el regiomontano ocupaba sus ratos tranquilos, desde su Capilla en la Ciudad de México, para poner en orden sus papeles y para preparar las compilaciones de su obra.

Reyes dice, en su conocido poema “Sol de Monterrey”, que de niño a él lo seguía el sol, día tras día. Ese sol neoleonense que se impregnó, ya no sólo en su joven piel, sino en su alma y, por consiguiente, en su pluma. Casi paradójicamente, ese clima semi-árido parió a uno de sus hijos más prolíficos; sin embargo, Reyes vivió poco tiempo en Monterrey, pues debido a las circunstancias políticas y al asesinato de su padre, se vio orillado al autoexilio en Europa desde 1913, con visitas al país natal de manera intermitente, hasta su regreso definitivo a la Ciudad de México, en 1939.

Esa nostalgia por la tierra conocida, potencializada por la partida no

deseada, fungió como simiente para la creación de obras donde, si bien no siempre se hablaba de Monterrey, el autor procuraba establecer, cada que podía, su origen, y escribir sobre y para su patria. Asimismo, no es de extrañar el descubrimiento de que varios de sus textos provenían de inquietudes gestadas desde su juventud, nacidas de las lecturas en la biblioteca de la casa familiar y que, además, ya en su adultez, tuviera el ímpetu por recopilar sus memorias más íntimas y atesoradas.

Y es que, algunas personas que hemos migrado de nuestro origen conocemos y experimentamos esa nostalgia perpetua, esa saudade por lo allí vivido. Crecemos con las memorias

que resguardamos con celo y a las que la distancia (física y, a veces, emocional) inyecta una mayor necesidad por legitimar la pertenencia. Por ello, quizá, Reyes conservaba tan vívidos los recuerdos de su infancia, no sólo por su privilegiada memoria, o más bien, como menciona Enríquez Perea, debido a la avidez de anotarlo, de asirlo todo y así conservarlo.

Más allá de la imagen solemne que se pueda tener de éste, Enríquez Perea retrata y presenta a Reyes en su más pura cotidianeidad, antes de ese trágico suceso en su vida, desde su infancia y juventud, cuando realizó sus primeras creaciones literarias, o cuando en el colegio ponía apodos (hoy censurables) a los compañeros,

cuando intentó ser mago y, además, cuando conversaba con los pavorreales, en cuya idiosincrasia ya se había instalado ese lenguaje que el humano imitaba y que ellos traducían a su propio sistema de comunicación. No se omiten los recuerdos ingratos, como el de la nana que lo asustaba y maltrataba, o la vez que, en una salida a cazar venados, además de padecer la cabalgata, fue olvidado por sus acompañantes en ese campo.

El Cerro de la Silla, eterno vigilante, fue su inspiración para la creación de un sello o ex libris, símbolo inequívoco de su origen, que viajaba a muchas partes del orbe, impreso en ese particular periódico que editó en Sudamérica titulado Monterrey. Correo Literario (bautizado así, según él, “por motivos puramente cordiales”), y que lo acompañó incluso en su retorno a México, donde se apreciaba en algunos de sus libros bajo el sello de “Tezontle”. Este Correo Literario fue significativo, no sólo por lo evidente de sus paratextos que lo ligaban a Monterrey, sino porque ésta, decía Reyes, perseguía la encomienda de buscar “el tiempo y […] el espacio perdidos”.

Al día de hoy, Monterrey, la simiente alfonsina, sigue albergando celebraciones hacia la vida y obra de uno de sus hijos más ilustres, y la memoria de Reyes sigue vigente en las aulas, en las calles que llevan su nombre y en el corazón de quienes sentimos empatía y simpatía por este gran escritor.

Citando a Enríquez Perea podría decir que: “La herencia de Reyes […] se quedó para todo aquél que quisiera estar interesado en su vida y en su obra, que van juntas y a disposición de todos. Reyes no descansa, vive entre nosotros, con su obra colosal y diversa. Como sus intereses, como sus preocupaciones. Ahí siempre lo encontraremos”.

Este nuevo libro de Alberto Enríquez me parece imperativo y de suma relevancia, pues en estos tiempos donde la memoria se mecaniza cada vez más y donde la inmediatez permea todos los ámbitos de nuestra vida, se ponen en riesgo nuestros recuerdos, nuestra capacidad de remembranza, de evocación y, por esto el trabajo de Enríquez Perea resulta inspirador para continuar la conversación de un pasado del que podemos desprender múltiples lecciones y, ¿por qué no?, al que podremos volver siempre que el presente se sienta pesado y la estocada del recuerdo nos apunte al corazón.

Historia

* Evocación permanente de Alfonso Reyes (1903-1960): Monterrey, de Alberto Enríquez Perea, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2025.

The Mastermind, de Kelly Reichardt

JB Mooney (Josh O’Connor) es un hombre desempleado y sin muchas ambiciones laborales que vive en una pequeña ciudad de Massachussets, en compañía de su esposa Terri (Alana Haim) y sus dos hijos, Tommy (Jasper Thompson) y Carl (Sterling Thompson). Un día, de visita en el museo de Framingham, mientras los niños corren entre los pasillos y su esposa aprecia las pinturas desde una banca, JB abre una vitrina y roba algunas figuras pequeñas que se encuentran en exhibición. Los guardias del lugar ni siquiera parecen reparar en su presencia, uno de ellos incluso se la pasa dormido la mayoría del tiempo. Todo esto en realidad se trata de una prueba que le permita verificar las vulnerabilidades del museo, pues JB planea realizar un gran atraco en compañía de una banda de colaboradores bastante mediocre. El objetivo es hacerse con cuatro pinturas abstractas de Arthur Dove.

Lo que en un inicio parece ser un plan bastante sencillo, poco o a poco se encaminará hacia una serie de desventuras para el protagonista, quien deberá lidiar con traiciones, interrogatorios, investigaciones de la policía, viajes por carretera y el desinterés de práctica-

dicha propuesta de corte anticlimático, la cineasta medita en torno a las frustraciones de un individuo atrapado dentro de una normatividad que le exige fungir cierto rol y obrar bajo un determinado estándar, pero que ha fracasado en el proceso.

Y es en medio de esta derrota donde se asoma el desencanto y la indiferencia, pero también la melancolía y el anhelo por lograr algo significativo, sin importar cuáles sean los medios para conseguirlo. Para tal efecto, se vuelve notable la interpretación de O’Connor, encarnando las múltiples capas de un

hombre distante y perdido dentro de sí mismo, todo el tiempo luchando entre lo que es y lo que le desearía ser, con un registro muy similar a lo que hizo en La Chimera (Alice Rohrwacher, 2024). Entre el absurdo y la ironía, Reichardt construye, en última instancia, un relato sobre un miedo que se percibe tan antiguo como actual, tan clásico como moderno y tan real como ficticio: el temor de cualquier persona por descubrir que su vida se le ha escurrido de las manos y que ha llegado demasiado tarde para ser el protagonista de su propia historia.

mente todos los que lo rodean, incluyendo su propia familia.

En The Mastermind (2025), la prolífica realizadora Kelly Reichardt (Certain Women, 2016; First Cow, 2020) contextualiza su relato en 1970, año que fue marcado por diversos conflictos sociales y políticos relacionados con la administración de Richard Nixon, la guerra de Vietnam, las marchas en contra de dicha intervención militar, el movimiento hippie, entre otros. Todas estas problemáticas ocurren en las calles o en la televisión, ante los ojos del protagonista, quien se muestra poco o nada interesado en las mismas.

La cineasta orienta su relato en una dirección completamente opuesta al género de las heist movies, es decir, películas de atracos o de robos imposibles con esquemas hiperelaborados y que salen a la perfección. Por el contrario, se muestra más interesada en retratar los fracasos diarios de un personaje distante y ensimismado mientras el mundo a su alrededor se cae a pedazos.

Fiel a su estilo particular, Reichardt centra su atención en situaciones ordinarias y eventos mundanos, sin demasiadas parafernalias ni exageraciones, siempre capturando el movimiento de lo cotidiano con enorme detalle. Bajo

El actor Josh O'Connor y la directora Kelly Reichardt

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