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INTRODUCCIÓN

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ANEXOS

ANEXOS

INTRODUCCIÓN

Desde una concepción normativa, se puede definir el espacio público como el “conjunto de inmuebles públicos y los elementos arquitectónicos y naturales de los inmuebles privados, destinados por su naturaleza, por su uso o afectación a la satisfacción de necesidades urbanas colectivas que trascienden, por tanto, los límites de los intereses individuales de los

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habitantes.” (Ley No. 9 de 1989). Dentro de esta definición se acoge todo elemento que se encuentre de la fachada del edificio hacia afuera: andenes, sardineles, calzadas, separadores, parques, plazas, entre muchas otras representaciones de este tipo. Además de vaga e imprecisa, esta es solo una de las incontables definiciones que se pueden encontrar de espacio público en la literatura, haciendo prácticamente imposible dar con una definición universal (Hajer & Reijndrop, 2001). A pesar de las divergencias, las distintas definiciones convergen en considerarlo un espacio social, en el que la gente puede elegir estar o no, sin importar su raza, edad, ideologías o género (Rupa, 2015). Esto conlleva a que cada vez más, este tema adquiera mayor relevancia dentro de las preocupaciones de diseñadores y planeadores urbanos, al considerarse como ingrediente esencial en la composición y funcionamiento de las ciudades (Daly, Mahmoudi, Hollingsbee, & Ocampo, 2016).

Varias ciudades en el mundo han llevado a cabo acciones de recuperación del espacio público. Un ejemplo que destaca con regularidad es la transformación de Times Square, en Nueva York. “Entre 2007 y 2009 varios de los espacios públicos icónicos de Nueva York sufrieron una transformación radical. Se recuperaron espacios para la vida peatonal y se introdujeron carriles de bicicletas” (Gehl, 2007). Aquí se pasó de un modelo dominado por la infraestructura vial a un esquema donde se cedió una cantidad importante del espacio al flujo peatonal, además de proveer una infraestructura que permitiese a los transeúntes sentarse, descansar y observar sus alrededores (Figura 1). En otras ciudades del mundo también se evidencian distintas estrategias para recuperar el espacio peatonal: la modalidad del “espacio compartido” se ha extendido por distintas ciudades en países como Inglaterra, Bélgica y Suiza, integrando la infraestructura de tranvías, bicicletas y peatones dentro de un mismo espacio (Project for Public Spaces, 2017); el concepto de las súper-manzanas en Barcelona propone un englobe de varias manzanas del trazado urbano, disminuyendo la

cantidad de segmentos viales para proveer mayor espacio para flujo peatonal, de bicicletas, espacio público y vegetación (Dejtiar, 2019). Las acciones mencionadas llevan a entender el espacio público, más que como un medio de desplazamiento, como un espacio que se habita. En palabras de Díaz, (2001), “el espacio público [es] ese ejercicio de habitar que las gentes desarrollan en la ciudad, afuera, por oposición a un hogar o un adentro donde se recuperan energías, donde se descansa y donde se es uno mismo”. En otras palabras, el espacio público debe entenderse como un espacio habitable.

Figura 1. Transformación de Times Square entre 2007 y 2009. Fuente: New York City Department of Transportation.

Sin embargo, en la literatura se encuentran distintas concepciones para definir la habitabilidad, variando según la disciplina desde que se aborde. Desde su raíz en la disciplina de la ecología, hasta su posterior utilización como indicador de la calidad de los espacios interiores, el término se ha ido transformando y cargando de dimensiones hasta el punto de volverse un descriptor del espacio público. Sin embargo, es un concepto latente, intangible y subjetivo (Enciso, 2005), razón por la que no se puede hablar de una definición universal del término. Esto se reproduce en una dificultad práctica al no ser un indicador replicable de un contexto a otro. Como lo expresa Moreno (2008), las necesidades humanas fundamentales son las mismas en todas las culturas y en todos los periodos históricos, pero la forma en que estas son satisfechas varía para cada ser humano. Es decir, un espacio será habitable de una manera distinta para una persona que para otra, pero es posible concordar con que la

habitabilidad del espacio público, para fines de esta investigación, es entendida a partir de la acción quedarse en el espacio realizando alguna actividad en oposición a los transeúntes que solamente se desplazan por el espacio público

Por lo anterior, este estudio utilizará una aproximación etnográfica para realizar entrevistas a usuarios del espacio público. De esta manera se pretende conocer la percepción de las personas sobre el espacio público y evidenciar aquellas variables que aportan a que este sea un espacio habitable o que por el contrario, afectan de manera negativa la habitabilidad del espacio público.

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