elCaribe, SÁBADO 1 DE NOVIEMBRE DE 2025 elcaribe.com.do
Un veneciano recorre la ruta de la seda
Pedro Conde Sturla reconstruye, sobre la base de la memoria de viajes de Marco Polo, el recorrido de aquel intrépido viajero durante el Siglo XIII. P.4
Las vainas de Mercader
Torturadores enjuiciados por crímenes en La 40
OGM recobra para la memoria del presente un juicio a varios agentes del SIM, el tristemente célebre grupo de esbirros de Trujillo. P.7
Robertico arrancó la palmita de raíz… Cultura
La filatelia es un pasatiempo sin fronteras
Alejandro Vignieri, presidente de la Sociedad Dominicana de Filatelia, se explaya sobre el entretenimiento de coleccionar estampillas . P.14
Le van a celebrar una misa de ramo como en cuaresma
JOSÉ MERCADER
666mercader@gmail.com
Y NO VOLVERÁ A CRECER (Cuento de borrachos)
El empleado del vivero “Las Palmas” soñó que era un gran artista. En el sueño aparecían muchos guineos pegados con tape en la pared y él no lograba alcanzarlos. Se revolcaba en la cama, sudaba, hasta que despertó, agarró una maceta del patio y la llevó a la Bienal y allí mismo dijo: - Yo soy fulano y esta es mi obra escultórica.
El sueño le fue perfecto, porque para asombro de él mismo, el jurado, el juradazo, lo recibió y, regocijados en un guión fabricado unos bastantes años antes, en el que expusieron una taza para mear, o como ellos le llamaron esnóbicamente, “el urinario de Duchamp”, los troncos de Joseph Beuys, pedazos de goma de carro, ramas de árboles, chicles pegados en un cartón, chancletas y botellas de plástico, medias de viejas rellenas y colgando desde el techo… pensaron que se ponían de moda, dijo un borracho, pero una vez fue premiada “la palmita” del empleado del vivero, cuyo nombre no interesa para que no se siga inflando, junto a su ego, el jurado se felicitó, se dieron abrazos cómplices y omitieron todo lo que dijo la Lésper cuando vino a dar su conferencia en el mismo sitio. l
Robertico por Mercader.
historia de la medicina
La Odontología Dominicana en el siglo XIX
Etología dominicana, un siglo que encapsula el paso de una práctica artesanal y desregulada a una disciplina incipiente, con aspiraciones de profesionalización. El hito que marcó la transición del oficio a la profesión fue la publicación de la Ley del Juro Médico en 1883, la cual estableció por primera vez requisitos formales para la práctica dental. Este marco legal, a su vez, sentó las bases para el logro más significativo de la época: la fundación de la primera escuela de odontología en 1899 en el Instituto Profesional de Santo Domingo, que posteriormente se convertiría en la hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
podía ser analfabeto, lo que muestra el bajo nivel de consideración y la falta de exigencia académica de la época. La ausencia de profesionales calificados y de un sistema de salud organizado se manifestaba en la grave realidad de la salud bucal de la población. Los problemas dentales más comunes de la época eran el desgaste de las superficies dentales, el dolor de diversos orígenes y los traumas, para los cuales no existían diagnósticos ni tratamientos efectivos. Las soluciones ofrecidas, como las extracciones masivas, reflejaban una odontología reactiva, no preventiva, enfocada únicamente en el alivio inmediato del dolor más que en la conservación de la salud oral.
salón de la fauna
La trayectoria de la profesión estuvo definida por una notable dependencia de la influencia externa. La llegada de dentistas extranjeros y el regreso de dominicanos formados en universidades foráneas fueron los principales catalizadores que introdujeron conocimientos, técnicas y herramientas avanzadas. Estos pioneros no solo elevaron el estándar de atención, sino que también impulsaron la necesidad de una estructura gremial y académica formal, que culminó en la institucionalización de la carrera. De esta manera, el siglo XIX se erige como el cimiento indispensable sobre el cual se construyó la odontología moderna en la República Dominicana.
En los albores del siglo XIX y durante la Ocupación Haitiana, los cuidados dentales en la República Dominicana estaban casi exclusivamente en manos de individuos con escasa o nula formación académica, a los que se consideraba como practicantes del oficio. Esta denominación, utilizada también en otros países de la región, ilustra el estatus de la odontología como un oficio, no como una profesión médica. En 1813, mientras un médico debía ser graduado de bachiller, un cirujano-dentista
El proceso de institucionalización del siglo XIX culminó con la fundación de la primera “Cátedra de Cirugía Dental” en el Instituto Profesional de Santo Domingo en 1899. Este evento representa el logro más importante de la época, porque transforma la práctica dental de un oficio en una carrera académica con un currículo formal. La escuela, ubicada en la calle Isabel la Católica, esquina Pellerano Alfau, en la Zona Colonial, otorgaba a sus graduados el título de “Cirujano Dentista”. El primer cuerpo docente, considerado la primera élite académica de la odontología dominicana, estaba compuesto por distinguidos profesionales, entre ellos el Dr. Alcibiades Ramírez, el Dr. Diogenes Mieses Lara, el Dr. Julio Ernesto Lyon y el Dr. Manuel de Jesús Pellerano. Este evento no fue un salto repentino, sino el resultado lógico de una progresión. La odontología dominicana no evolucionó de la noche a la mañana de la barbería a la academia. Hubo un período intermedio de casi 50 años en el que la práctica profesional existía de forma aislada y no regulada. Ya desde los inicios del siglo XX la odontologia dio importantes pasos de avance, hacia la modernizacion de los gabinetes dentales al incorporar las mas novedosas tecnicas del momento. l DR. HERBERT STERN
Sanae Takaichi
(DÉCIMA CIBAEÑA)
Primera mujei en Japón
Que se sube a la lomita
Aunque priva en inglesita
Se ve que no, en ei pajón
De hierro quiere ei batón
Pa conducí sus oveja
Le va coitai las oreja
Ai que le diga que no
Haya origami o tirapó
Con carita sin clineja.
Ganó en Japón ei Peledé
Aunque allí no etuvo Nano
Tampoco se vio un aliado
Solo Sanae de pie
Ella e quien cuela ei café
Allá en ei Oriente lejano
Se quedarán ailado
Si siguen con ei grupito
Ei G7 ta chiquito
Retoicío y congelado.
l JOSÉ MERCADER
La palmita terminó arrancadita
- Es que ella habla en mexicanorespondieron como el coro de Hilario.
Los demás artistas, locos por ser premiados y rellenos de una envidia que no se disimulaba ni en las miradas, que por suerte no matan, se quedaron con los brazos cruzados sin decir ni jota. Si hubiera sabido que iban a aceptarla hubiera traído una matica de plátano, y una de orégano. O mejor una de limón agrio…
- Yo pensé que todos iban a retirar sus trabajos al mismo tiempo.
- Tu ta loco, le da un yeyo a Federico.
- Qué va, ellos son iguales que el del vivero y, el CODAP se quedó en las pendejadas del reglamento como si eso justificara confundir jardín con exposición de arte.
- El jurado se comió lo moco compadre.
- ¡Qué sabe tu! Ueeey !!! no te beba to el romo tu solo.
- Ya aquí lo que queda es baba. Compremo otra botella.
- Si siguen así traerán una esvástica de Hitler.
- No relaje Pedro, ¿y tú crees que los escultores saben quien es Rodín y Miguel Angel?
- Ni yo, y mira que yo he bebido romo en eta vida.
- Po sigue ahí.
- Lo que tu no sabía es que Robertico arrancó la parmita de cuajo, con to y raiz… a ver si e verdad que va a repollar.
- ¿Y lo cuarto?, ¿y el millón? Porque si se lo dieron, el del vivero no lo va devolver ni matao.
- Le quitaron el premio porque no aparecía una palmita en los viveros ni pa’ remedio. Y si aparecía, dizque a millón y pico… en oferta especial.
- Él va a devolver los cuarto, pero en menudo de a chele y en varios saco.
- ¿Y el jurado?
- Le van a celebrar una misa de ramo, como en cuaresma… lo van a corretiar por Ciudad Nueva y por la Plaza de España con hojas de palmas.
- Cuidado, hay que repetar, no hay que etiquetar.
- Pendejá, ellos empezaron a etiquetarno y nos quisieron coger de pendejos con esa ridiculez.
- Aquí no se puede uno andar con paño tibio. Una cosa es escultura y otra una mata.
- Si es por eso, ya Chucho, que es jardinero, fuera el escultor mas grande del país. ¡Ese sí que ha sembrao mata!
- Veremo en la próxima Bienal. l
El pensador de Rodin. F. E.
David de Michelangelo. F. E.
Chele de Trujillo. F. E.
Esvástica de Hitler. F. E.
Palmita de la Bienal. F. E.
<VIENE DE LA PORTADA
4 Cultura
Milagros muy milagrosos en la ruta de la seda
PEDRO CONDE STURLA pinchepedro65@yahoo.es
El primer encuentro de los hermanos Polo con kublai Kan se había producido a petición del mismo Kublai. Los dos hermanos se encontraban desde hacía tres años en la bella y próspera ciudad de Bucara o Bujará, perteneciente al imperio Persa, en lo que es hoy Uzbesquistán. La presencia de dos latinos de ojos redondos no podía pasar desapercibida y un buen día recibieron la visita de un mensajero de Kublai, que se mostró muy gratamente sorprendido al ver lo bien que hablaban la lengua de los mongoles y otras más y los invitó a conocer al Kan y les aseguró que serían cubiertos de honores:
«Después de un año de viaje, por causa de las nevadas y las crecidas de los ríos, llegaron ante el gran rey de todos los tártaros. El rey, que era muy amable, los recibió con alegría, y les preguntó muchas cosas sobre las regiones de Occidente, sobre todos los reyes y los príncipes cristianos, sobre las costumbres de los latinos, y, por encima de todo, por el Papa de los cristianos y el culto de la fe cristiana. Los dos hermanos, que eran hombres muy prudentes, respondieron a cada pregunta, de tal forma que el rey Kublai Khan ordenó que los llevaran todo el tiempo a su presencia».
Lo que puede deducirse es que el Kan era un tipo curioso y ávido de conocimientos, por eso apreciaba tanto la presencia de los hermanos Venecianos y aún más, en un próximo futuro, la de Marco Polo: «Un día el Gran Khan les rogó a los dos hermanos que regresaran donde el Sumo Pontífice de los cristianos para que le enviaran a cien buenos cristianos que le enseñaran si era verdad que la fe de los cristianos era la mejor de todas, y que los dioses de los tártaros eran demonios, y que ellos y los demás orientales estaban engañados. Los hermanos contestaron que cumplirían su voluntad, y el rey ordenó escribir una carta al Papa. También mandó que les entregaran una chapa de oro para poder recorrer todo su reino sin peligro. También les encargó el rey que, a su vuelta, le trajesen aceite de la lámpara del Sepulcro de Nuestro Señor Jesús en Jerusalén. Emprendieron entonces el regreso, pero tardaron otros tres años hasta llegar a la costa y embarcarse hacia Venecia, en el mes de abril del año de 1269».
Al regresar se enteraron de que el papa había muerto y decidieron esperar en
Venecia el nombramiento de un nuevo pontífice. Fue entonces cuando conocieron a Marco.
Tan larga fue la espera que, temiendo desairar a Kublai Kan, decidieron regresar sin ver al papa y se llevaron con ellos a Marco, no sin pasar por Jerusalén para adquirir aceite de la lámpara del Sepulcro, pero cuando estaban a punto de continuar el viaje recibieron noticias del nombramiento de un nuevo Papa y se reunieron con él en la ciudad de Acre: «Y cuando llegaron a Acre fueron a su santidad el papa y se prosternaron humildemente ante él. Les recibió con gran deferencia, dándoles su bendición y haciéndoles gran fiesta. Y el papa acordó darles para que les acompañaran a dos de los predicadores, los más sabios de toda la provincia, y éstos se llamaban Nicolás de Vicenza y Guillermo de Trípoli. El papa expidió sus breves y cédulas que contenían el mensaje que enviaba al Gran Khan, y dando a todos su santa bendición, se fueron los cuatro con Marco, hijo de micer Nicolás. Se encaminaron seguidamente a Laias; mas no bien hubieron llegado, cuando Bondocdero, sultán de Babilonia, vino a Armenia con un numeroso ejército, que causó estragos en toda la comarca, y nuestros embajadores se vieron en peligro de muerte. Considerando esto, los dos hermanos predicadores dudaron si debían proseguir. Entregaron por fin a micer Nicolás y Mafeo sus breves y cartas y se separaron de ellos, regresando con el maestre de campo». Los misioneros católicos, franciscanos y jesuitas, no empezarían a llegar a China y Japón hasta el siglo XVI, a bordo de naves portuguesas.
bien labrado. Estos sepulcros se hallan el uno junto al otro. Los cuerpos de los Reyes están intactos, con sus barbas y sus cabellos».
Uno de los milagros más milagrosos que se describen ocurrió en Armenia: «En aquellas regiones, sucedió algo maravilloso en el año 1275. Había allí un califa que sometía a todos los cristianos y un día leyó en el evangelio que si un cristiano tenía fe, así fuera como un grano de mostaza, podía con la fuerza de sus oraciones mover un monte de un lado a otro. Entonces, el califa les dijo a los cristianos que habitaban bajo su dominio que trasladasen en el nombre de Cristo el monte o se convirtiesen todos a Mahoma; de lo contrario, morirían todos por la espada. Entonces un zapatero muy devoto, profirió con fe una oración al señor Jesucristo y trasladó al lugar señalado aquel monte. Ante este milagro, muchos sarracenos se convirtieron y se hicieron bautizar».
En un monasterio de Georgia ocurren cosas no menos milagrosas:
«Debajo del monasterio hay un lago, que viene de una montaña, que no tiene en todo el año ni un pez, ni grande ni chico. En cuanto viene la cuaresma, por el contrario, llegan en grandes cantidades los peces hasta el sábado Santo, o sea la víspera de Pascua de Resurrección. De modo que en esta época hay miles de peces y en el resto del año, como os digo, no queda ni uno solo».
Marco Polo describe en su libro las mil y una maravillas que conoció durante el viaje, pero algunas o quizás muchas de ellas resultaron ser tan maravillosas que muchos lectores y opinadores manifestaron su incredulidad. Lo cierto es que se trata de un libro de viajes, quizás el primero de un europeo sobre la ruta de la seda, un libro que combina realidad y fantasía y cuyo enorme valor testimonial no tiene siempre que ver con lo que es falso o verdadero. Marco Polo describe lo que ve o lo que le cuentan de manera completamente desprejuiciada, quizás ingenua, sin emitir juicios de valor y con una fuerza narrativa que embriaga al lector. De manera desapasionada habla de una región donde los hombres no se casaban con vírgenes, sino con mujeres experimentadas y que hubiesen tenido un buen número de amantes. Es muy probable que Marco Polo creyera al pie de la letra que las cosas que contaba eran ciertas o que podían serlo, sobre todo en lo que concierne a la religión. En varios de sus relatos se sustentan las más arraigadas creencias religiosas, aquellas que ni Marco Polo ni los creyentes se atrevían ni se atreven a poner en duda. Marco Polo conoció en Armenia el lugar donde se posó el arca de Noé, el famoso monte Ararat, oyó hablar de unas altas montañas donde se dice que «se encuentra el sepulcro de nuestro primer padre Adán». En Persia visitó «la ciudad de Sava, de donde partieron los tres Reyes Magos cuando vinieron a adorar a Jesucristo. En esta ciudad están enterrados en tres grandes y magníficos sepulcros. Encima de los cenotafios hay un templete cuadrado, muy
Otro de los grandes milagros ocurrió en Samarcanda: «En aquella región habitan juntamente los cristianos y los que adoran a Mahoma, que se llaman sarracenos, todos súbditos de un sobrino del Gran Khan. En esta ciudad sucedió algo extraordinario que ahora contaré. No hace mucho tiempo, un hermano del Gran Khan, llamado Cogatay, que gobernaba en ella, se convirtió al cristianismo y recibió el bautismo. Entonces los cristianos, contando con el favor del príncipe, edificaron una gran iglesia en memoria de San Juan Bautista. Para construirla tomaron una hermosa columna de mármol, que había pertenecido a los sarracenos. Estos se enojaron por el robo de la piedra, pero por temor al príncipe Cogatay permanecieron en silencio. Sucedió entonces que murió el príncipe, a quien sucedió su hijo muy joven y que aún no aceptaba el cristianismo. Los sarracenos así consiguieron que los cristianos se viesen obligados a devolverles su piedra. Los cristianos les ofrecieron oro y tesoros a los sarracenos, pero éstos no aceptaron, pues estaban decididos a llevarse la piedra. Como los cristianos no encontraban la manera de retirar la piedra sin destruir la iglesia, comenzaron a invocar a San Juan Bautista con súplicas llorosas. Así sucedió el milagro que ahora contaré, pues al llegar el día en que había que retirar la piedra de debajo de la columna, por voluntad divina la columna se separó de su base y se mantuvo con toda la carga en el aire. Hasta el día de hoy se mantiene así sin ningún apoyo, y este es uno de los más grandes milagros ocurridos en todo el mundo».
«Todas estas maravillas —afirma Marco Polo— parecerán difíciles de creer, pero todo ha sucedido así como he contado aquí». l
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Apuntes de infraestructura
Juan Luis Guerra: el Caribe revelado
PEDRO DELGADO MALAGÓN pedrodelgado8@gmail.com
Hubo un tiempo en que el mar Caribe, vasto y adornado de islas como un collar de perlas rotas, fue escenario de sinfonías naturales —el oleaje, los vientos alisios, las voces del cacao y del ron fermentando en tinajas— que aguardaban, desde siglos atrás, un oído capaz de convertirlas en música humana. De ese silencio preñado de ritmos surgió, con la exactitud tardía de los astros, la música de Juan Luis Guerra: un milagro de equilibrio entre lo culto y lo popular, entre el salmo y el tambor, entre el ingenio de la letra y la transparencia de la emoción.
No se entiende su obra, con todo, si acaso la excluimos de la gran tradición americana del asombro; esa que, desde los taínos que soplaban caracolas, hasta los negros que templaban cueros bajo la luna, fue acumulando los materiales de un porvenir musical. En Santo Domingo —donde la historia parece sonar en compases alternos de esplendor y naufragio— nació el joven que habría de unir el merengue y el bolero con la arquitectura tonal aprendida en las aulas de Berklee, para luego devolverlos al mundo con el sello de un Caribe espiritualizado.
Nada más ajeno al arte de Juan Luis Guerra que el simple entretenimiento. Su música no distrae: más bien, enaltece. En ella vibra la gramática del asombro americano, la tierra que canta a través de sus pueblos; adonde lo maravilloso no es invención ni artificio, sino sustancia de lo cotidiano. Así lo atestiguan los azules y amarillos de *Ojalá que llueva café*, donde una lluvia mítica de fresas y miel redime las sequías de un país y de un tiempo. Aquello no era metáfora, sino profecía del pan compartido. Sus inicios fueron modestos y casi litúrgicos. Hijo de un educador y de una pianista, creció entre los himnos de la iglesia y los pregones de la calle. Estudió filosofía antes de entregarse a la música, y cuando viajó a Boston (a esa catedral sonora llamada Berklee) descubrió que el Caribe podía medirse con el pentagrama del jazz y que las síncopas del merengue contenían una sabiduría ancestral no menos compleja que las fugas de Bach. Y volvió a su isla con una convicción de profeta: también con el tambor podía hacerse teología.
Con 440 (nombre que alude a la frecuencia sonora del “La”, símbolo exacto de afinación universal) comenzó a cincelar su propio recinto expresivo.
Cada disco era un retablo en el que convivían la bachata, el son, el bolero y la poesía. En sus letras había el aliento de un predicador ilustrado y la ironía de un juglar urbano. En *Bachata rosa*, el erotismo y la elegancia se fundieron en un lenguaje sin precedentes; en *Areíto*, el artista volvió la mirada hacia las raíces indígenas y africanas, convocando los espíritus del tambor mayor y los ancestros del canto colectivo.
Aunque es en la estructura de su música donde emerge el verdadero artificio del Caribe profundo: esa capacidad de elevar lo popular a categoría de rito. Sus arreglos, complejos y transparentes, son arquitecturas sonoras en las que cada trompeta y cada coro obedecen a un principio de orden cósmico. Como en los templos coloniales del trópico, donde el dorado barroco no era lujo sino fervor, en sus canciones el exceso es armonía, la abundancia es medida y la devoción es euritmia.
Juan Luis Guerra pertenece a esa estirpe de creadores que devuelven al arte su sentido original: el de testimoniar una visión del mundo. En su caso, una mirada del Caribe como espacio metafísico, donde el gozo y la tristeza
conviven con naturalidad; y en la que el baile es, al mismo tiempo, oración y conjuro. Sus canciones han cruzado los océanos sin renegar del origen; como esos árboles de manglar que, hundiendo raíces en la sal, levantan su verde intacto hacia el sol.
Y hay en su figura, además, un misterio de equilibrio: un hombre profundamente religioso, pero de una fe abierta a la belleza; un músico de multitudes que compone en silencio; un dominicano universal cuya humildad parece desafiar la lógica del éxito. Ha hecho de la música un ministerio del alma y del cuerpo, reconciliando las pulsiones del tambor africano con la verticalidad de la plegaria cristiana. En esa síntesis reside su genio y su legado: haber descubierto que el destino del Caribe no sería imitar, sino revelar al mundo su originalidad. Cuando en sus conciertos la multitud canta al unísono, no se asiste a un espectáculo, sino a una ceremonia de identidad. Allí el Caribe se reencuentra consigo mismo y se reconoce en su palabra, en su cadencia, en su milagrosa alegría. Es el mismo pueblo que un día inventó la güira y la tambora para domesticar el tiempo; y que hoy, guiado
por la música de uno de los suyos, se contempla en un espejo sonoro de esplendor y dignidad.
Juan Luis Guerra no ha hecho otra cosa que escuchar: al viento del trópico, a las campanas del alma, a las voces antiguas que todavía susurran bajo las ceibas. Y de esa percepción ha brotado un arte que, más que música, es una manera de entender el mundo: el Caribe como partitura, la historia como ritmo y la fe como acorde mayor. Porque, en definitiva, hay en su música una conciencia del tiempo americano: ese devenir cíclico y voluptuoso en que la historia, el mito y la melodía se abrazan en un mismo compás.
Escuchar a Juan Luis Guerra es oír al continente que despierta; es asistir, deslumbrados, a la reaparición de lo real maravilloso del Caribe. l
Palabras pronunciadas por Pedro Delgado Malagón en el homenaje denominado
“Juan Luis Guerra: Patrimonio musical y poético de República Dominicana”, auspiciado por la Cancillería de República Dominicana el 28 de octubre de 2025.
Juan Luis Guerra. F.E.
Cátedra de Cultura Caribeña
Carlos Dobal 2025
DR. WILSON ENRIQUE GENAO
PROFESOR INVESTIGADOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS CARIBEÑOS WilsonGenao@pucmm.edu.do
La Cátedra de Cultura Caribeña que coordina el Centro de Estudios Caribeños de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y bajo el apoyo financiero del Banco Popular Dominicano está dedicada al Dr. Carlos Máximo Dobal Marques (19262011) como un merecido homenaje por su trayectoria profesional, labor pedagógica y sus aportes al rescate de la memoria histórica y la valorización de los monumentos del país.
Esta Cátedra nació el 15 de noviembre del año 1999 con el nombre de Cátedra de Historia de la Cultura Dr. Carlos Dobal y fue el acto central de la celebración del XXXVII aniversario de las labores docentes en la Universidad. Transcurrieron 17 años desde esa actividad hasta que en el año 2016 el Centro de Estudios Caribeños solicitó que dicha Cátedra le fuera asignada para su relanzamiento y ejecución.
Tomando en cuenta los trabajos rea-
lizados, el 27 de mayo el señor rector Pbro. Dr. Alfredo de la Cruz Baldera (hoy obispo de la diócesis de San Francisco de Macorís) aprobó ubicar la Cátedra Carlos Dobal bajo la dependencia del Centro de Estudios Caribeños. Para su relanzamiento se realizó una conferencia magistral el 24 de mayo de 2018 en el campus de Santiago de los Caballeros con una disertación del Dr. Pedro L. San Miguel profesor jubilado del departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico con una conferencia titulada “Consideraciones intempestivas sobre los estudios caribeños”.
Desde su reinstauración hasta el presente la Cátedra ha dado valiosos frutos académicos con la participación de grandes intelectuales internacionales. En el año 2019, estuvo como invitada la investigadora del Instituto Mora de México, Dra. Laura Muñoz con una disertación titulada “Discurso Imperial. Representaciones y escenarios tropicales. El Caribe en la revista National Geographic”. En el año 2020 estuvo como invitada la Dra. Matilde Eljach de la Universidad Simón Bolívar, Barranquilla, con la conferencia “Ruta, evocación y canto: reclamación y grito en la poética de Jorge Ar-
universitario en la Universidad Ana G. Méndez, Universidad Interamericana y actualmente es profesor en el Departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico en el recinto de Río Piedras. Ha participado en diversos proyectos de investigación, en numerosos eventos académicos, congresos, seminarios y simposios en varios países de América y Europa. Fue director ejecutivo de la Biblioteca y Centro de Investigación Social Jesús T. Piñero, director de la Revista Ámbito de Encuentros de la Universidad Ana G. Méndez (UAGM). Actualmente es el director Ejecutivo de la Fundación Luis Muñoz Marín (FLMM) una institución privada sin fines de lucro dedicada a la promoción del estudio de la historia contemporánea de Puerto Rico.
Es presidente de la Asociación de Historia Económica del Caribe (AHEC) y vicepresidente de la Association of Caribbean Historians (ACH). Es Académico de Número de la Academia Puertorriqueña de la Historia. Sus líneas de investigación están relacionadas con la Historia Económica de Latinoamérica, Caribe y Puerto Rico (siglos XVIII-XX); modelos socio económicos del Caribe y Puerto Rico y ha estudiado temas relacionados a la mano de obra en la agricultura (jornaleros, libertos, colonos y la esclavitud en varias de sus etapas).
tel”. En el 2021 se organizó la conferencia “Memoria y escritura. Desafíos para la literatura caribeña actual” con la participación de la Dra. Margaret Shrimpton Masson de la Universidad Autónoma de Yucatán, México.
En el año 2022 y como parte del proyecto Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World la Cátedra de Cultura Caribeña formó parte de dos eventos. El primero fue la inauguración en el Museo Fortaleza de Santo Domingo el 18 de octubre de la exposición “Esclavitud y legado cultural de África en el Caribe”, comisariado por el Dr. Miguel Ángel Puig-Samper y coordinada por Consuelo Naranjo Orovio. El segundo fue el “Congreso internacional: Esclavitud y Afrodescendientes en las Antillas Hispanas” que organizó la Dra. Consuelo Naranjo Orovio y Miguel Ángel Puig-Samper del 26-28 de octubre.
En el 2023 y como parte de las actividades del proyecto Connected Worlds se realizó en febrero la conferencia “Valoración de la forma en la expresión poética afrolatinoamericana contemporánea” dictada por la Dra. Sara Carini investigadora y docente de la Università Cattolica del Sacro Cuore, Milán, Italia.
En mayo de 2024 y en apoyo al Doctorado en Historia del Caribe que dirige la Dra. Mukien Sang Ben se desarrolló el encuentro académico “Las fuentes primarias y la Historia” con el Dr. Joaquín Viloria de la Hoz profesor catedrático e investigador de la Universidad del Magdalena, Santa Marta, Colombia.
Para este año 2025 la Cátedra invitó a Javier Alemán Iglesias, quien es doctor en Historia de América de la Universidad Interamericana de Puerto Rico (UIPR) y ha trabajado como profesor
Se ha destacado como autor de artículos científicos en revistas indexadas, capítulos en libros y columnas de periódicos. Entre sus trabajos más recientes están: La migración de productores de caña en el auge del ingenio Azucarero en Puerto Rico durante el siglo XIX: el caso de Juncos, 2024; Los colonos: agricultores de caña de azúcar y sus contratos de siembra y molienda en la región centro oriental de Puerto Rico, 2022; Azúcar y esclavitud: una relación tardía en la región centro-oriental de Puerto Rico, 2021; Puerto Rico: El colapso de un país. Una reflexión inicial sobre la debacle de la industria azucarera, las petroquímicas y la sección 936, 2020, entre otros.
El martes 28 de octubre en la sede de Postgrado del campus de Santo Domingo compartió para la Cátedra la conferencia “La americanización de Puerto Rico a través de la economía azucarera” en la que se enfocó en presentar el contexto de la americanización por medio de la economía agraria a partir de 1898. Destacó parte de los sectores que “maximizaron y se beneficiaron de dicho proceso por medio de los negocios de la caña de azúcar”.
A través de un análisis detallado y riguroso desarrolló su presentación que evidencian años de investigación en archivos, bibliotecas y una amplia lectura sobre el tema de la industria azucarera en Puerto Rico y en el resto del Caribe. Concluyó destacando que la “economía azucarera trasformó todos los elementos de la vida de los puertorriqueños. El cultivo, corte, recogido y procesamiento de la caña de azúcar bajo el fenómeno del central azucarero determinaron las condiciones materiales de miles de trabajadores, campesinos, agregados y otros más, en la cual tuvieron muy pocas opciones para resistir la imposición de la americanización de Puerto Rico”. l
Centro estudios caribeños. PUCMM.
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OGM
Central de Datos
Juicio a exagentes del SIM revela torturas y asesinatos
Durante un juicio en el que se revelaron los detalles sobre la muerte de un grupo de panfletistas de Santiago en la cárcel de “La 40”, se dio inicio al proceso judicial contra varios miembros del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).
LENIN RAMOS lramos@elcaribe.com.do
Meses después del ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas
Trujillo Molina, comenzó el desmantelamiento de su aparato represivo, entre cuyos pilares se encontraba el temido Servicio de Inteligencia Militar (SIM), instrumento clave para ejercer el control y el miedo en la sociedad. En esta ocasión, la Zona Retro recuerda el juicio que marcó el inicio de la caída de dicha institución.
Antecedentes
De acuerdo con reportes del periódico El Caribe, el hecho que marcó el punto de inflexión en la persecución contra los miembros del SIM fue la muerte de 24 jóvenes antitrujillistas en Santiago de los Caballeros y las brutales torturas infligidas a los presos políticos en la cárcel de La 40.
Los testimonios sobre las torturas y electrocuciones a los prisioneros fueron presentados durante el juicio iniciado la mañana del 2 de noviembre de 1962 en la Cámara Penal con jurisdicción nacional, en el que se procesó a diez caliés acusados del delito de asociación de malhechores.
El juicio comenzó a las 10:30 de la mañana, durante el cual se escucharon a cuatro testigos, y concluyó a las 3 de la tarde, con el propósito de reanudarse dos días después a las 9 de la mañana.
Los testimonios de varios testigos señalaron que dos de los acusados habían colaborado con el movimiento clandestino durante la dictadura, contribución que incluso permitió salvar varias vidas. Juicio
El tribunal fue presidido por el juez licenciado Osvaldo B. Soto; la acusación estuvo a cargo del representante del Ministerio Público, doctor Rafael Valera Benítez, mientras que la defensa de los acusados fue ejercida por los doctores Héctor Barón Goico, Domingo Porfirio Rojas Nina, Nazario Vargas Espinal y Rafael Flores Mota. El secretario fue Feliz Manuel Puello, con la asistencia de la señorita Leda Concepción Cohen.
Se sentaron en el banquillo de los acusados los implicados: Julio A. Lara, conocido como Yulimín Lara; Jacinto Salinas Mota; Manuel de Regla Ruiz Báez; José Caonabo Almonte; Ramón Eligio Ferrer; José o Luis Antonio Ramírez, apodado Luis el Loco; Félix Antonio Polanco González; Hermenegildo Beato Gua-
de malhechores comparecen en el plenario, para rendir declaración ante el juez, con el secretario y la taquígrafa presentes. OGM
ba; Manuel Andrés Mentor Soriano y Luis Rafael Mendoza.
El juicio comenzó con el testimonio de Juan Bautista Carrión, quien declaró conocer a los acusados Luis Rafael Mendoza y Jacinto Salinas.
En este contexto, Carrión explicó que, durante su reclusión en la cárcel de La 40 por participar en un plan antigubernamental, fue maltratado por Salinas Mota, quien además de someterlo a estrictos interrogatorios, le propinaba golpes.
En relación con Mendoza, Carrión indicó que él y varios de sus compañeros del complot contra Trujillo lo empleaban para recopilar información so-
bre las actividades del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).
Además, señaló que, aunque Mendoza era miembro activo del SIM, era considerado un valioso confidente del movimiento antigubernamental y que, en varias ocasiones, arriesgó su vida para mantenerlos informados sobre las persecuciones que el SIM realizaba en su contra. Carrión detalló las torturas a las que fue sometido en la cárcel de La 40, así como los crímenes que presenció durante su estancia. Afirmó que, del grupo de 17 jóvenes detenidos junto a él, siete fueron ejecutados en ese penal.
Asimismo, relató que una noche, jun-
to a sus compañeros de prisión, presenció la electrocución de un joven de escasos recursos apodado Chivirico, a quien Clodoveo Ortíz ejecutó personalmente.
Contradicción
Salinas Mota rechazó las declaraciones de Carrión, afirmando que siempre trató con benevolencia a los presos políticos, especialmente a los jóvenes del movimiento 14 de Junio, y aseguró que los testigos de cargo se habían confabulado para perjudicarlo.
Más adelante, declaró el testigo Antonio Soler Recio, quien respaldó las afirmaciones de Carrión sobre la conducta de los acusados Mendoza y Salinas Mota. Por su parte, Ramón Enrique Polanco Ruiz, otro de los testigos, indicó que fue arrestado el 13 de junio de 1960 y sufrió severas torturas a manos de Candito Torres, Dante Minervino y otros miembros del SIM.
Además, relató cómo fueron asesinados unos 24 jóvenes detenidos en Santiago, acusados de distribuir panfletos y propaganda contra el gobierno de Trujillo. Señaló que durante la noche del 27 de junio y hasta la madrugada del día 28, los miembros del SIM no dejaron de cometer atrocidades, actuando como si estuvieran poseídos y sedientos de sangre. En este contexto, añadió que primero hicieron que los jóvenes panfletistas firmaran una carta en la que afirmaban que habían sido liberados por la “generosidad” de Trujillo. Polanco señaló que, de los 26 jóvenes detenidos en Santiago bajo la acusación de propaganda antigubernamental, 24 fueron asesinados, salvándose milagrosamente solo Hemenegildo Pérez Simó y Pedro Sánchez Bourdier.
Declinación de todo un sistema represivo
Como consecuencia del primer juicio, más de 80 personas fueron acusadas de pertenecer al SIM y procesadas por el delito de asociación de malhechores en la Primera, Segunda y Tercera Cámaras Penales del Juzgado de Primera Instancia del Distrito Nacional a lo largo de noviembre de 1962.
La Suprema Corte de Justicia emitió la sentencia de declinatoria a petición del secretario de Justicia, licenciado Ángel Liz, y del procurador general de la República, doctor Antonio García Vásquez. El juez de Instrucción de jurisdicción nacional, doctor Vinicio Cuello, calificó los procesos, que se desarrollarían por grupos en las tres salas del tribunal. Los acusados permanecieron recluidos en la penitenciaría de La Victoria. l
Acusados por el delito de asociación
Ramón Enrique Polanco. OGM Antonio Soler Recio. OGM Juan Bautista Carrión . OGM
crítica arte
LILIAN CARRASCO
lilycarrascor@hotmail.com
Rehacer la Bienal: una urgencia impostergable
La Bienal Nacional de Artes Visuales, inaugurada en 1942, es el evento más antiguo y emblemático del arte dominicano. Sin embargo, a más de ochenta años, sigue siendo objeto de controversias.
Es indispensable mejorar la presentación de portafolios, establecer un formato unificado para las fichas técnicas y crear un sistema de catalogación visual que acompañe el inventario de obras. Se propone registrar las piezas con imágenes y garantizar el acompañamiento de un personal especializado que revise las bases antes de admitir cualquier propuesta. Además, urge diseñar un programa educativo integral que fomente la formación crítica y curatorial de los participantes.
Es claro que hay una fragilidad institucional. El evento en sí no puede soste-
nerse sobre la improvisación ni sobre redes informales de comunicación. Es urgente repensar su estructura desde la raíz, transformándola en un proceso formativo y colectivo. En lugar de premiaciones en metálico —que históricamente han sido fuente de disputas—, podría pensarse en residencias artísticas, proyectos curatoriales o fondos de investigación. De esa forma, el reconocimiento se convierte en oportunidad de crecimiento y no en motivo de división. Invalidar un premio después de haber sido otorgado por un jurado acreditado debilita la confianza en los especialistas y en las instituciones. Pero más grave todavía es no aprender de cada crisis. La Bienal debe rehacerse con comités plurales y permanentes, debe contar con bases revisadas colectivamente, además de mecanismos de documentación y rendición de cuentas que trasciendan los cambios de gestión. El arte debe medirse por su capacidad de generar preguntas, reflexiones, diálogo. En lugar de descalificar, debemos revisar. Más que culpar hay que buscar soluciones y documentar los procesos. Lo que hoy parece una crisis puede ser, si se asume con madurez institucional, el punto de partida para refundar un evento con carácter, criterio y memoria. l
crítica cine
ETZEL BÁEZ etzelbaez@gmail.com
Infiltrado en el KKKlan
¡Volvió Spike Lee! Sí, es el talento que vimos expresado en Malcolm X, con esa característica densidad en lo conceptual al abordar personajes históricos y cuestiones políticas que enlaza bastante bien con la realidad más cáustica de la actualidad. Pues bien, en tono de thriller y con bastante buen humor a la vez, adapta a la gramática cinematográfica una historia real ya tratada en libros sobre el caso de un policía afroamericano en Colorado Springs, en el estado de Colorado, que logra infiltrar junto a otro colega en el grupo local del Ku Klux Klan, pudiendo descubrir actos terroristas. Ku Klux Klan (KKK) es el nombre de organizaciones estadounidenses, creadas en el siglo XIX, inmediatamente después de la Guerra de Secesión, y que promueven principalmente la supremacía de la raza blanca, y por tanto el racismo, la xenofobia y el antisemitismo, así como la homofobia y el anticatolicismo. Valiéndose de las convenciones del cine de corte histórico y con buen manejo del humor, se decanta por acercarnos mediante barniz emocional. Inicia el filme apoyándose en una toma (prestada) del filme “Lo que el viento se llevó”, aquel plano-secuencia que va descubriendo un campo repleto de soldados caídos muertos o heridos y la
el libro vive
FRANK NÚÑEZ
desde mi ventana
bandera norteamericana en primer plano, raída. Continúa con la trama y en su narrativa nos guarda para el final escenas de noticias actuales que muestran que los malos de su película son precedentes de Donald Trump y los neonazis de la Norteamérica contemporánea. Lee no deja que volemos mucho con la imaginación y se asegura de que vamos a tomar su discurso sin interpretaciones antojadizas, sino las que él como artista procura manifestar. De esa manera, cada simbolismo está dirigido en su expresión ideológica de negro norteamericano contestatario del establishment que vive; un ejemplo es aquella bandera de estrellas y franjas rojas que, en un efecto visual, la vuelve negra entera, sacando cualquier color original. Lo más interesante es que su propuesta narrativa es de una flexibilidad tonal sorprendente. Y lo es principalmente porque durante todo el desarrollo y conclusión de la historia procura acoplar y embelesar con un cierto aire circense a las tramas en las que nos muestra el cóctel de odio del KKK, y a sus representantes como payasos. Deja las escenas reales para el final con el objetivo de provocar rechazo hacia ese odio y generar indignación. Creo que está más que bien merecido ese reconocimiento en el Festival de Cannes que le dio el premio del jurado al mejor filme. Es un especial filme histórico. En Netflix. l
En momentos en que cobra interés el “Deporte Rey” entre los dominicanos, con la presencia criolla en la Serie Mundial de las Grandes Ligas de los Estados Unidos, sumada al inicio de la temporada otoño-invernal en el país, es más que oportuna la lectura del ensayo “Ponchao: Cumbo, una promesa del Béisbol”, cuyo autor es el empresario y escritor Lorenzo Gómez Marín, quien por experiencia vivida defiende la tesis de los prospectos del pasatiempo pueden combinar a la perfección la práctica deportiva con los estudios, como garantía de una vida triunfante.
El ensayo de Gómez Marín, puertoplateño creador de Logomarca, está prologado por el exlanzador Pedro Martínez, miembro del Salón de la Fama de Cooperstown y su esposa, la periodista Carolina Cruz, quienes sostienen que la obra “representa el diario vivir que toma lugar en cualquier “pley” de la capital, de un pueblo remoto, de un barrio singular, donde conversaciones y expectativas colindan, donde proyectos y planes de la vida de un “peloterito” son hilvanados sin saber a ciencia cierta si el final será el esperado”.
El personaje Cumbo es toda “una promesa del béisbol”, que pese a tener mejores condiciones que sus compañeritos, entre la infancia y la pubertad, se queda rezagado en el camino “por falta de hambre”, debido a que pertenece a una familia de clase media que le brinda todas las comodidades, hasta el colmo de que acude a prácticas y juegos en un carro de su propiedad.
Entre la ficción y el realismo, Gómez Marín puede convencer a los padres de los niños y jóvenes dedicados al béisbol con el sueño de alcanzar el profesionalismo, de que, si llegaren, eviten caer en situaciones como la del cubano José Canseco, que por la ludopatía y otros vicios “acabó durmiendo en un garaje con 20 dólares en los bolsillos, según su propio testimonio”.
El autor dedica el ensayo a Quique Cruz, Elvira Rodríguez y a todos los entrenadores de béisbol, con agradecimiento para colaboradores, amigos y familiares que alentaron el proyecto literario. l
SANTIAGO ALMADA salmada@elcaribe.com.do
franknunez463@gmail.com o
Berreta y carabelita
Una de las ventajas del argot o lunfardo, jerga considerada de bajo nivel y que no figura en los diccionarios oficiales, es que suele resumir un concepto en una sola palabra, que adquiere un significado multívoco por ese uso. Así, en Colombia es “chimbo” todo objeto defectuoso, y en Venezuela se usa “caimán” para referirse a cualquier material o artefacto de mala calidad o de procedencia dudosa. En Argentina las dos palabras más recurridas son “pistola” o “berreta”, se supone que en un principio estas armas pequeñas, casi siempre copiadas en talleres clandestinos y vendidas como auténticas, incluso con la denominación de marca Beretta, presentaban muchos fallos, de ahí que, según algunos, “berreta” sería una modificación del nombre de las pistolas, “trucho” o “trucha” se llama también en argot rioplatense a una copia de mala calidad. El argot o lunfardo tiene varias fuentes de alimentación, una parte proviene del bajo mundo y del lenguaje carcelario, que deforma las palabras o les da otro significado para que el resto no entienda de qué se habla. Los dominicanos tienen varios términos para referirse a imitaciones burdas de objetos que pueden abarcar desde relojes y electrodomésticos, teléfonos celulares, prendas de vestir o artículos deportivos, el más usado es “carabelita” para mencionar todo lo que es barato y, por lo tanto, no se espera que funcione adecuadamente ni tenga demasiada duración.
“Chuipi” suele ser la onomatopeya del chasquido de la lengua cuando se expresa fastidio, de la que deriva el verbo “chuipear” que equivale a rezongar, pero “chuipi” es todo lo barato y malo.
“Baratela” es otra palabra, seguramente derivada de bagatela referida a cualquier cosa de bajo precio y de mala calidad, a veces ropa que destiñe al primer lavado, según algunos dominicanos. “Chopo” o “chopa” por referencia despectiva a quienes hacen trabajos poco calificados como limpiar y barrer, significa también de baja calidad, y “cuquicá”: de poco valor, barato y que se rompe fácilmente, igual que “chimi”, derivado de “chimichurri”, una especie de emparedado callejero dominicano. Si algo caracteriza al lunfardo, es la creatividad popular que origina sus términos, de ahí que conocerlos es una forma, casi siempre divertida, de adentrarse en las culturas. l
elCaribe, SÁBADO 1 DE NOVIEMBRE DE 2025 elcaribe.com.do
El arte urbano y Norkelly Acosta
MARINO BERIGÜETE
Poeta m.beriguete@gmail.com
“Vengo de un lugar donde el sol se detiene un instante sobre los tejados, donde el viento sabe los nombres de los árboles, y la infancia era un camino de tierra y asombro.
De allí salí, con los bolsillos llenos de colores invisibles, sin saber que algún día volvería a encontrarlos en los muros del mundo.”
MB — Poema del sur
Siempre me ha gustado el arte público. Desde niño me detenía ante los muros pintados como quien se detiene ante un atardecer. Había algo en ellos que no cabía en los museos: una voz más viva, más cercana al corazón de la gente. El muro, con su piel áspera, parecía más humano que el lienzo. Y en esos colores derramados sobre el cemento, yo sentía la respiración de la calle, su pulso, su tristeza, su fiesta.
Los muros tienen memoria. En ellos se asienta el polvo de los días, las risas que pasaron, las promesas que no se cumplieron. Pero cuando un artista los toca, el muro despierta, y lo que era simple pared se convierte en testimonio. Tal vez por eso siempre he sentido que el arte urbano no es solo una expresión estética, sino también una forma de justicia poética: una manera de devolverle voz a los espacios que nadie mira.
Por eso me sorprendí una tarde cualquiera, al descubrir que aquella artista cuyo trabajo me había cautivado —esos murales donde el color parece tener alma— era de mi propio pueblo: Norkelly Acosta. Me quedé mirando su nombre como quien descubre un parentesco inesperado. ¿Cómo es posible que uno ande por el mundo admirando algo que, sin saberlo, nació bajo el mismo cielo que uno?
Hay artistas que pintan lo que ven, y otros que pintan lo que son. Norkelly pertenece a los segundos. En sus murales no hay solo forma y color, hay raíz. Se nota en la manera en que traza las miradas, en cómo combina la ternura con la fuerza, en cómo los colores parecen tener voz propia. En su obra hay viento, hay sur, hay infancia. Hay una memoria que respira entre líneas.
Norkelly tiene en los ojos la magia de los colores del sur. Esa luz que no se aprende en las academias, sino en los amaneceres de la montaña, en los azules húme-
Acosta frente a uno de sus murales. F.E.
dos del río, en los rojos del barro recién llovido. Su pintura no solo cubre muros: los despierta. Donde antes había una pared cansada, ella deja una ventana. Donde había silencio, pone música. Donde había olvido, deja memoria.
El arte urbano tiene algo de rebeldía, pero también de ternura. Es un acto de fe en lo común, en la belleza que todos merecemos mirar. Norkelly entiende eso. No pinta para que la aplaudan, pinta para que la gente recuerde quién es. Sus mujeres de mirada firme, sus colores que parecen venir del corazón de la tierra, sus trazos que huelen a infancia y a viento son la prueba de que el arte puede ser un puente entre el alma y la calle.
A veces pienso que el arte urbano es una forma de conversación colectiva. Un idioma sin fronteras que todos entendemos, aunque nadie lo haya enseñado. Cuando uno pasa frente a un mural de Norkelly, algo se detiene por dentro. Es como si el color tuviera voz y nos dijera: “Mira, todavía hay belleza en el mundo.”
En tiempos donde la prisa lo devora todo, esa invitación a mirar despacio es casi un acto de resistencia.
Me enorgullece saber que esa mano que pinta el mundo con tanto amor salió de mi misma tierra. Que entre las montañas que me vieron crecer también crecía ella, aprendiendo a mirar el color en las piedras, en los rostros, en el aire. Que la misma lluvia que me enseñó el olor de la tierra mojada fue también la que la inspiró a mezclar azules y verdes hasta que
el sur se volviera una paleta. Porque el arte, cuando es verdadero, no se hace solo con técnica: se hace con raíz. Con esa mezcla de tierra, memoria y espíritu que solo se adquiere viviendo con los ojos abiertos. El arte de Norkelly no busca imponerse: dialoga. Habla con las paredes, con la gente, con el tiempo. Tiene esa humildad luminosa de lo que nace del amor por lo propio.
He visto cómo sus murales cambian el ánimo de un barrio. Cómo los niños se detienen a mirar, cómo los mayores sonríen al reconocerse en los rostros que ella pinta. Ese es el poder silencioso del arte urbano: no necesita discursos para transformar, solo necesita color y una mano que crea.
Cada mural suyo tiene algo de promesa y algo de oración. En ellos se siente la fe en lo pequeño, en lo cotidiano, en la belleza que nace del polvo. Norkelly no pinta desde la distancia, pinta desde el alma de la gente. Y eso se nota: sus obras respiran humanidad.
Hoy, cada vez que paso junto a uno de sus murales, siento que algo se ilumina en mí. Como si esa niña del sur, convertida ahora en artista, me recordara que la belleza también se construye con la misma materia de los sueños y del polvo del camino.
Y pienso que el arte urbano es, en el fondo, una forma de memoria: una conversación con el tiempo. Los muros hablan cuando los pintores los tocan, y aunque la lluvia borre los colores, algo que-
da, como un eco en la piedra. Norkelly pinta para que no olvidemos lo que somos, para que las calles tengan alma, para que la historia no se oxide.
En tiempos donde la prisa borra lo esencial y las ciudades se llenan de ruido, pero no de sentido, su arte nos enseña a mirar despacio. A reconciliarnos con el color, con la emoción, con lo que todavía puede ser bello. Tal vez por eso, cada mural suyo no es solo una pintura: es una oración al aire libre, una forma de gratitud hacia la vida.
A veces me pregunto si el arte urbano será la nueva manera en que los pueblos escriban su historia. Ya no con tinta sobre papel, sino con pigmentos sobre muros, con sueños que resisten la intemperie. Y pienso en Norkelly, en su pincel levantando voces donde antes solo había cemento, y entiendo que la belleza —cuando nace del alma— no necesita permiso. El arte urbano no se firma: se comparte. Nace del gesto de dar, de dejar algo en la calle para que todos lo habiten. Y quizás ese sea el mayor legado de Norkelly: recordarnos que el color también es una forma de esperanza, y que el arte, cuando brota del pueblo, nunca muere.
Porque a veces, basta un color sobre un muro para recordarnos que seguimos vivos.
Y en ese instante, cuando el ojo se detiene y el corazón responde, comprendemos que el arte —como la memoria, como la esperanza— no pertenece a nadie, pero nos salva a todos. l
Norkelly
La dignidad indómita: el canto de libertad en “La Araucana”
ELISA MARTÍNEZ POZO
Especial para elCaribe
“Son tan pocos los que con tanta gallardía y firmeza han defendido su tierra frente a enemigos tan salvajes”.
La Araucana, la gran obra épica de Alonso de Ercilla, convierte la historia de la conquista de Chile en un canto a la dignidad y la libertad del ser humano. Es una lucha cuerpo a cuerpo entre conquistadores y mapuches, que revela el enfrentamiento de un pueblo decidido a proteger su tierra y su cultura frente a la ambición colonial.
Cuando observamos la forma en que Ercilla escribió esta obra, podríamos pensar que cada estrofa posee un tono romántico; sin embargo, el propio autor aclara desde el inicio que La Araucana es un libro de guerras, donde hace poesía con las batallas mientras narra la caída de los cuerpos en combate: “No las damas, amor, no gentilezas de caballeros canto enamorados, ni las muestras, regalos y ternezas de amorosos efectos y cuidados; más el valor, los hechos, las proezas de aquellos españoles esforzados, que a la cerviz de Arauco no domada pusieron duro yugo por la espada”. (Canto 1, estrofa 1)
Desde los primeros cantos, Ercilla reconoce la gallardía y grandeza del pueblo araucano y su decisión firme de no someterse al dominio español. La descripción resalta un pueblo fuerte, valiente y orgulloso que lucha por sus derechos: “Chile, fértil provincia y señalada en la región antártica famosa, de remotas naciones respetada por fuerte, principal y poderosa; la gente que produce es tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás regida ni a extranjero dominio sometida”. (Canto 1, estrofa 6).
Esa expresión poética no solo reconoce la fuerza de los indígenas, sino que exalta también la valentía y la resistencia ante la opresión. Para el pueblo mapuche, la guerra no es simple violencia: Ercilla la presenta como parte de su identidad, un medio de defensa. Es una comunidad que forma a sus hijos desde la infancia en el arte de la guerra y les transmite, de generación en generación, un espíritu de resistencia y fortaleza. “Y desde la niñez al ejercicio los apremian por fuerza y los incitan, y en el bélico estudio y duro oficio, entrando en más edad, los ejercitan. Si alguno de flaqueza da un indicio, del uso militar lo inhabilitan, y el que sale en las armas señalado conforme a su valor le dan el grado”. (Canto 1, estrofa 16)
Una estrofa que muestra un celo ardiente por su cultura, pero al mirar esa imagen desde la realidad, deberíamos hacernos la pregunta: ¿Cómo estamos criando a nuestros hijos? En un mundo
que está lleno de comodidades, de individualismo. Ante tantas situaciones, ¿Estamos forjando personas capaces de defender su identidad, sus valores, sus costumbres y tradiciones o solo están surgiendo generaciones frágiles? ¿Para que estamos preparando a nuestros hijos? Al hacerme estas cuestionantes, solo puedo decir: “Una sociedad que no tenga capacidad de defender con orgullo su identidad, es una sociedad muerta y que con el tiempo está condenada a desaparecer”.
A lo largo de los cantos, la resistencia indígena se presenta como un llamado a la unidad. Colocolo, uno de los líderes
araucanos, exhorta a su pueblo a dejar atrás las ambiciones personales y luchar juntos por la libertad: “¿Por qué cargos honrosos pretendemos y ser en opinión grandes tenidos, pues que negar al mundo no podemos haber sido sujetos y vencidos? Y en esto averiguarnos no queremos, estando de españoles oprimidos: mejor fuera esa furia ejecutalla contra el fiero enemigo en la batalla.” (Canto 2, estrofa 30)
La libertad solo puede alcanzarse cuando un pueblo se une y supera el egoísmo y la sed de poder. Es inevitable pensar en nuestra realidad y preguntarnos: ¿cuántas veces las divisiones internas
han debilitado nuestras causas justas?, ¿cuántas veces olvidamos que la verdadera fuerza nace de la unidad y del amor propio?
La Araucana lleva consigo el olor de los bosques, la amenaza de las noches, la mirada de los enemigos y la sangre que pesa en sus páginas. Cada línea, desde la visión poética de Ercilla, se convierte en una lucha humana por la libertad. Leer esta historia en nuestro tiempo, lleno de conflictos y resistencias, debería impulsarnos a reflexionar: ¿dónde reside el verdadero valor, en conquistar o en resistir? En un mundo donde aún hay pueblos que luchan por conservar su identidad. l
Lo bueno, lo malo y lo feo del “Berghain” de Rosalía
ANDRÉS TOVAR
Especial para elCaribe
Cuando Rosalía lanzó Berghain, su colaboración orquestal dentro del universo de Lux, su nuevo disco, la red se incendió. No por una nueva fórmula musical, sino por un gesto que muchos consideraron, al menos, “revolucionario”: una artista pop, vestida de soprano, frente a una orquesta.
De repente, millones de oyentes descubrieron, o creyeron descubrir, el universo sinfónico. Algunos hablaron de “una nueva era musical” y redes como Instagram y TikTok se plenaron rápidamente de contenidos “educativos-intelectualizantes”, que ya son una narrativa clásica, más propia de alimentar los egos y meterse en las tendencias.
Lo asombroso no es el entusiasmo, sino la candidez con que se celebró algo tan elemental: una voz con orquesta. Esa reacción colectiva funciona como un diagnóstico: una cultura fascinada por lo básico, una sociedad que ha perdido el músculo del asombro cultivado. Byung-Chul Han, en La sociedad de la transparencia, advierte que vivimos un tiempo donde la experiencia se mide en intensidad, no en profundidad. Berghain, con su envoltorio visual y sonoro, encarna esa paradoja: lo sinfónico reducido a estética instantánea
De Björk a Bowie: el mestizaje sinfónico
El diálogo entre la música popular y la sinfónica no es nuevo. En 1997, Björk estrenó Homogenic, un álbum donde los arreglos de cuerda de Eumir Deodato transformaron la electrónica en una experiencia casi coral. David Bowie, en cambio, cedió su legado a Philip Glass, quien lo reinterpretó en tres sinfonías que pasaron del rock a la abstracción sinfónica. Madonna hizo lo propio en Ray of Light, abrazando una estética casi sacra bajo la producción de William Orbit.
La diferencia es que aquellos artistas operaban en un ecosistema cultural que aún valoraba la evolución. La experimentación tenía un propósito: ampliar el lenguaje. En cambio, el Berghain de Rosalía surge en un contexto saturado por la estética del shock y el consumo rápido. La fusión orquestal no busca trascender, sino impactar. No es interlocutora, sino utilería.
Lo bueno: el eco que despierta Y sin embargo, hay que reconocerlo: Berghain cumple una función pedagógica involuntaria. Muchos jóvenes oyentes estan descubriendo la sonoridad orquestal gracias a Rosalía. YouTube se llenó de búsquedas con términos como “qué es música sinfónica” o “cómo funciona una orquesta”. Incluso, sorprendió que la propia Rosalía publicara la paritura de
la canción, una estrategia que volvió locos a sus fans haciendo que muchos “analicen” la pieza musical y otros la toquen en distintos instrumentos. En una sociedad donde la educación artística se diluye en lo inmediato, cualquier estímulo que despierte curiosidad es valioso.
Además, el éxito de la pieza ha reactivado un interés por el cruce entre pop y academia. Productores como James Blake o Ryuichi Sakamoto ya exploraron ese camino, pero ninguno había generado una conversación tan transversal. Rosalía ha logrado, quizá sin proponérselo, que el sinfonismo vuelva a las playlists de millones. Eso, en sí mismo, tiene mérito
Lo malo: la “dieta” cultural
Pero lo bueno no cancela lo preocupante. La euforia con que se recibió Berghain revela una sociedad culturalmente desentrenada. Que un adulto se maraville al escuchar una orquesta no habla de la genialidad del artista, sino de la pobreza de la “dieta” cultural.
Byung-Chul Han lo explica en La sociedad del cansancio: cuando la vida se reduce al rendimiento y la dopamina, la contemplación se vuelve insoportable. Escuchar una sinfonía de Bruckner requiere paciencia; escuchar Berghain requiere apenas atención flotante. El público celebra lo sinfónico no por su complejidad, sino por su aura de profundidad. Es un consumo simbólico de prestigio. Eso no es culpa de Rosalía, sino del sistema cultural. Las plataformas premian la intensidad inmediata. La educación musical se arrincona en las escuelas. Los conservatorios sobreviven, pero la escucha crítica se evapora.
Lo feo: la trivialidad de lo sublime
En el fondo, lo que Berghain pone sobre la mesa es que, en estos tiempos donde todo placer se monetiza, la orquesta se muestra como un props visual de lujo.
Su videoclip lo deja claro: cada plano está diseñado para viralizar el aura del “arte elevado”. Pero lo elevado, cuando se calcula, pierde su altura. No hay en la
ConCierto Sentido
¡Gelosia!
pieza una búsqueda de verdad estética, sino de visibilidad. La orquesta no acompaña, adorna. Es la banda sonora de una performance de poder.
Y sin embargo, la paradoja persiste: incluso dentro de ese artificio, algo verdadero se filtra. La belleza del sonido orquestal, por más instrumentalizado que esté, sigue tocando fibras que la música digital no alcanza. El problema no es la belleza, sino el contexto que la trivializa.
Una soprano “en el party” Desde el Caribe, donde las orquestas y la formación sinfónica sobreviven gracias a la pasión más que al presupuesto, observamos el fenómeno entre la curiosidad, la esperanza y la cautela. Algunos seguro dirán que es una oportunidad si logra que más jóvenes se interesen por el repertorio clásico. Otros temerán que esa fascinación superficial perpetúe la idea de que lo clásico solo es válido cuando involucra a una celebridad. En todo caso, el impacto es real. Las búsquedas sobre “música sinfónica” y “Rosalía Lux” han crecido también en la región, y eso puede traducirse en mayor atención o, al menos, mayor curiosidad hacia nuestro arte. Pero la lección más profunda quizá sea otra: sin educación artística, el oído social seguirá dependiendo del brillo de las modas para reconocer lo sublime.
Al final, Berghain es un experimento imperfecto, pero necesario. Nos recuerda que la música clásica sigue viva, incluso cuando se disfraza de party. Que el pop, pese a su fugacidad, puede todavía mirar hacia lo eterno. Y que la orquesta, aún usada como símbolo, conserva una dignidad que trasciende modas. Quizá lo verdaderamente revolucionario no sea que una estrella pop se atreva a cantar con orquesta, sino que una orquesta consiga llenar un teatro sin necesidad de un nombre famoso en el cartel. Cuando eso ocurra, tal vez hayamos recuperado algo que el siglo XXI parece haber olvidado: la capacidad de escuchar sin prisa, sin algoritmos, sin espejismos. l
ANDRÉS TOVAR
EDITOR DIGITAL
Ningún compositor barroco resistió la tentación de ponerle música a los celos: eran, al fin y al cabo, la ópera antes de la ópera.
En Gelosia! (“celos” en italiano), Philippe Jaroussky lo demuestra con su habitual mezcla de elegancia, inteligencia y riesgo.
Acompañado por su fiel conjunto Artaserse, el contratenor celebra veinticinco años de carrera con un viaje a las pasiones privadas del Barroco italiano: Händel, Vivaldi, Scarlatti, Porpora y Galuppi -sí, los “clásicos” también pecaban-, todos retratan sus desvaríos del corazón con una precisión que parece escrita para el timbre de cristal de este celebrado contratenor-mezzosoprano francés.
La voz de Jaroussky conserva esa pureza angelical por la que es célebre, pero ha ganado densidad en los graves y una teatralidad más orgánica. Cada recitativo está fraseado con intención actoral. Cessate, omai cessate, de Vivaldi, núcleo emocional del disco, suena aquí más confesional que virtuosa. La crítica ha respondido con entusiasmo: Presto Music lo nombró Recording of the Week y Biberfan subraya la “naturalidad y musicalidad extrema” del conjunto.
Gelosia! no es solo un álbum de aniversario: es un manifiesto curatorial sobre la vigencia de la cantata como teatro íntimo, y una prueba de que los celos pueden sonar menos a pecado y más a perfección barroca. l
Poemas de Eyra Harbar
VALENTÍN AMARO
Especial para elCaribe
Esta semana en “Espejo de tinta”, recibimos a la escritora panameñaEyraHarbar.Nuestra invitada es poeta y narradora. Ha merecido diversos reconocimientos, entre los que destaca el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró (Poesía, 2024) por el poemario En el lugar más lejano. Cuenta también con los poemarios: Calidonia claroscuro (2024), Desertores de alborada (2015), Paraíso quemado (2013) y No está de más en minificción (2018). Su obra incluye la literatura infantil-juvenil con Autobús esperanza (2022), La canción de la lluvia (2022) y Cuentos para el planeta (2020). Ha sido incluida en publicaciones como Desde el centro de América. Miradas alternativas (Gloria Hernández, Alfaguara, 2023), Nuestramérica es un verso, antología poética 1968-1989 (Zyanya Mariana Mejía, FCE-Perú, 2021), Trilogía poética de las mujeres en Hispanoamérica: Pícaras, místicas y rebeldes (UNAM, México, 2004).
Eyra Harbar es una creadora que destila verdad en su poiesis. Los poemas que presentamos en esta oportunidad ahondan en la juventud enfrentada al enigma sideral, la memoria familiar signada por huracanes y pérdidas, el desasosiego metafísico ante la finitud, y el anhelo casi sagrado de detener el tiempo antes de su fuga. Con franqueza luminosa, nos incita a concebir el amor como resistencia contra lo efímero en esta era vertiginosa; asimismo, revela la ciudad atravesada por ruinas, espectros, fragilidad y desposesión, y la locura convertida en espejo moral. En su condición de diosa-escriba convoca itinerarios de dolor histórico —esclavitud, diáspora, desarraigo— y la búsqueda de arraigo en territorios hostiles, donde naturaleza, noche y casa se tornan presagios, amparo y herida. Gocemos, pues, esta poesía intensa, inquietante y luminosa, colmada de memoria, fulgor y esperanza.
y quién sabe hasta cuándo aprenderemos a vivir como los astros, libres en medio de
EN EL LUGAR
MÁS LEJANO
¿A dónde lleva este viaje?, digo al recordar la casa, la que vuelve por las noches y trae muertos que toman mi mano y se cuelgan a la puerta y se muestran cuando no lo espero.
El porteador quiebra el alma con los extraviados, sin que rehúyan, como ciervos saltando a un abismo de seda.
Si pudiera interpretar la niebla y el susurro remiso de los desconocidos, pero soy barro. Pocas cosas tengo, casi nada, solo manos rasguñando las paredes, solo polvo que perdura sobre la tierra.
casa
más allá de donde habita nadie. La casa es suya y yo su fantasma, solo soy su pensamiento de carne dejado en el lugar más lejano.
parecía como si estuviera lloviendo de otro modo, porque algo distinto y amargo ocurría en mi corazón Gabriel García Márquez
LA FALDA GRIS
DEL CIELO cubría el horizonte, una falda larga, eternamente oscura.
Hacíamos cola en la ventana hasta que llegara el huracán.
Perdíamos el tiempo. Nada mirábamos.
Solo llovía y se hacía tarde.
retumbaba con nuestros fantasmas.
Cuántas flores hallábamos dobladas, partidas por el desastre.
Su paso desgajaba el cascabel de las tormentas.
No importaba el nombre, Jeanne, Frances, Allen, los árboles sacudían su columna ocultando pájaros mojados, retorcidos en la bóveda de su cuerpo, y la abuela nos avisaba del presagio, que la lluvia sería insaciable, que la lluvia no pararía sobre la tierra.
CON MIS DEDOS COSÍA
una jaula imaginaria para atrapar el tiempo.
dos, un tercer fuego quemará las cenizas. Grigori Rasputin
Tu cuerpo pasa con temblor. Me han conmovido tus huesos contraídos en el pasajero asiento de la existencia y te he preferido sin fecha fija para hacer de tu llegada la espera perpetua.
la Avenida Central y de la Casa Müller que se va como se olvidan los seres sin sombra.
Mira los restos de una ciudad que se esparce innumerable, heredada a unos que serán reemplazados por otros vástagos derribados por el tiempo. La gente camina indiferente a sus fantasmas. Oyen el silbato de un policía y todos corren, todos trabajan, tratan de llegar por su cuenta a la rutina, a renovar el día por la fuerza sobre la huella que ha sido huella antes que existiera el camino.
Oyen el silbato y entra a la boca la primera hogaza con café allí donde la vieja pérgola los mira y sigue como siempre.
LOS VIEJOS
DIOSES
ocupan el planisferio celeste, invaden el centro con luz propia. Hemos visto las constelaciones derramadas, arrancando nuestra cabeza a un estanque sin remero.
Donde hay un parque para quedarnos dormidos, tiramos las bicicletas. Nos hacemos magos contando estrellas, trescientos sesenta grados de cielo implacable. Mis ojos negros en su negrura se pierden. Somos tan jóvenes que aún no hay cobardía. La noche entiende que somos criaturas tempranas y nos falta edad para hacer la guerra, la noche entiende el extravío sin respuestas ante su espejo helado.
La abuela nos hallaba atontados en la ensoñación que precede el agua. Agua, solo agua, Jeanne, Frances, Allen, no importaba el nombre, los huracanes eran insaciables, igual de incontenibles. Agua, solo agua, que amontonaba cacharros y trastos en las alcantarillas. Sentíamos la desdicha de las cosas en la corriente, sus escarchados ojos de los muertos. El aire torturado era el mismo que lo que es sin fin Alfonso Cortés
La muerte repasa la geografía inexacta de los días. Da vueltas por los siglos desde el nacimiento de las piedras. Se encuentra en la melaza de las sombras, en la siniestra noche de uno mismo, noche que es uno y su fantasía, noche de lo que uno fue, noche de lo que uno no fue, Una noche como ésta, mi noche y la noche de ellos y entre nosotros la
En mi celda inútil los días luchaban entre sí.
Saltaban de la malla a la tiniebla batallando.
Un pez incansable peleaba cada segundo lanzándose al vacío por su libertad y quedaba en mis manos lo efímero y el miedo, un instante arrebatado a lo sombrío, un fragmento de verdad resistiendo antes de la caída.
LOS DOS FUEGOS
Y cuando los dos fuegos sean apaga-
Hablo con soltura de lo invisible, de la condenada vida contra el muro, del búho que mueve el péndulo de la noche sin poder cortarlo y te quiero antes en mi cama para aferrarnos a la vida y después soltarla. Te quiero por eso que no somos y que perturba.
Mire la calle. ¿Cómo puede usted ser indiferente a ese gran río de huesos, a ese gran río de sueños, a ese gran río de sangre, a esa gran río?
Nicolás Guillén
I. Mira el mar y el muelle que visita. Mira la historia contagiada por la fiebre del oro. Mira los rieles del tranvía clavados a
IV. Los edificios en ruinas quedan cubiertos por la vegetación.
El tiempo los traspasa por hábito. Demarcan a la gente con su sombra y la tiñen como un ala de pájaro que posee su alma. Los gatos salen y entran de ella cuando quieren. No tienen apuro. Los gatos resisten por puro goce de escapar a otra muerte.
Se cae un pedazo del día apenas nace, un poco de su loza húmeda se desploma sobre la acera anónima, baldía.
Cae sin motivo, como una lágrima del decorado, como un nido se deshilvana ínfimo desde arriba.
V. La locura ha endurecido el pensamiento de una mujer que habla consigo en el basural. Entronizada en una silla rota, no pide disculpas por amanecer.
—Dios es amor, dice. Su mensaje mortifica el barullo de otros mendicantes. Uno golpea el capó de un automóvil y reclama:
—¿Y por qué se pierde todo tan temprano?
Las palomas sobrevuelan los caserones y responden en círculos: —La rueda de la vida es un carrusel interminable. Aquí se bebe. Aquí se fuma. Aquí se pierden los zapatos al borde de un país que a veces existe.
ALTA MAR Esclavo y amo son parte de la historia, de la propiedad, del fisco, de la ideología, de las plantaciones, de la captura y la trata, de las castas, del rey, de los civiles y su libertad, de la útil venta, del cimarronaje y del imperio, del pelo cuscú, pelo malo, pelo duro, pelo apretado, pelo negro, pelo vudú, pelo afro en el barco negrero, guineamen, doscientos esclavos inmóviles por viaje, horizontalmente cautivos, sin alma, pobre alma, vencida alma, sólo cadáveres en alta mar. l
Esta página es una colaboración especial para este suplemento.
Las campanas de la iglesia suenan como en cualquier lugar, pero esto no es Roma, repican por el castigo de las enredaderas y del escalofrío que carcome el calicanto, repican con dolor por las ruinosas piedras que restan.
elCaribe, SÁBADO 1 DE NOVIEMBRE DE 2025 elcaribe.com.do
NOVELA POR ENTREGAS
13 Cultura
Encuentro en Valladolid
BASILIO RODRÍGUEZ CAÑADA
ESPECIAL PARA elCaribe
Finalizada la novela anterior de Basilio Rodríguez Cañada, publicamos a partir de hoy una continuación que narra un hipotético encuentro entre Cervantes y Shakespeare en Madrid.
I. La ciudad en fiesta
Valladolid amaneció aquel 26 de mayo de 1605 como un hervidero. El aire olía a pan recién hecho y a estiércol de caballo, a incienso de iglesias y a pescado salado traído del mercado. Las campanas de San Pablo repicaban más temprano de lo habitual, no por liturgia, sino por expectación. En cada esquina había rumores: “Hoy llegan los ingleses”, decía el pregonero, y los niños corrían por las calles como si esperaran ver gigantes con sombreros emplumados y armaduras doradas.
La ciudad era entonces capital de la Corte. Felipe III había trasladado allí su séquito unos años atrás, y Valladolid se había vestido con la pompa de ser, aunque por breve tiempo, el corazón del imperio español. Sus calles, estrechas y a menudo embarradas, se habían visto de pronto colmadas de palacios improvisados, carruajes, soldados y damas con verdugados que apenas cabían por las puertas.
Aquella mañana, sin embargo, nada superaba la novedad: la llegada de la delegación inglesa. Más de quinientas personas componían el séquito que acompañaba al embajador Lord Charles Howard: caballeros, soldados, criados, músicos, traductores, pajes y hasta bufones. Venían a firmar la paz con España tras décadas de guerras en los mares, y el pueblo, curioso, quería verlos pasar.
Los balcones se llenaron de mujeres con mantillas y abanicos, los vendedores ambulantes gritaban sus mercancías entre la muchedumbre, y hasta los ladronzuelos encontraron motivo para frotarse las manos: tanta bolsa colgando, tanto extranjero distraído, prometían una jornada de botín.
La entrada del cortejo fue solemne. Cien caballos relinchaban bajo el sol, las telas bordadas ondeaban con los blasones de Inglaterra y los criados ingleses caminaban con una dignidad un tanto torpe, intentando no perder el paso. Los tambores resonaban con un ritmo nuevo para los oídos castellanos, y algunos se santiguaban, temerosos de que aquella música traída de islas enemigas pudiera ser poco menos que diabólica.
En medio de los vítores y las exclamaciones, se mezclaban voces de recelo:
—Ingleses son, por muy de paz que vengan —murmuraba una anciana, con gesto desconfiado.
—Si el rey lo manda, habrá paz —respondía su vecina—, pero yo no me fío.
Los niños, en cambio, imitaban con risas los pasos de los soldados, levantando palos como si fueran lanzas. Para ellos, todo era espectáculo.
El séquito avanzó hasta el corazón de la ciudad, donde se encontraba el palacio real. Allí, tras la ceremonia oficial, vendrían días de festejos, banquetes y bailes que darían a Valladolid un aire cosmopolita, más propio de Sevilla o de Madrid que de aquella villa castellana de inviernos duros y veranos polvorientos.
Esa noche, las tabernas rebosaban. El vino corría mientras españoles e ingleses, entre gestos, risas y algún malentendido, trataban de beber juntos. Unos entonaban coplas castellanas, otros baladas isabelinas, y en medio de aquel estrépito el pueblo sentía que el aire de la guerra se había disipado por un instante.
Nadie en la multitud sabía que, entre los visitantes, viajaba un poeta que ya entonces había escrito Hamlet y Otelo. Ni tampoco que, entre los vecinos de Valladolid, vivía un hombre manco de Lepanto que acababa de publicar una novela destinada a cambiar la historia de la literatura.
En los márgenes de la fiesta, Cervantes y Shakespeare todavía eran dos desconocidos. Pero la ciudad, iluminada con antorchas y ecos de campanas, se preparaba sin saberlo para ser el escenario de un encuentro imposible.
II. Cervantes en Valladolid
En una casa modesta, no lejos de la iglesia de San Benito, vivía Miguel de Cervantes Saavedra con su familia: su esposa, doña Catalina; su hija Isabel; y otras mujeres de la parentela que compartían gastos y estrecheces. No era un hogar pobre hasta la miseria, pero tampoco un lugar de holgura. Las cuentas nunca cuadraban, y Miguel, a sus cincuenta y
ocho años, ya sabía que la fortuna no se inclinaba fácilmente hacia los hombres de letras.
Había publicado, apenas unos meses antes, la primera parte de su Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. El libro corría de mano en mano en Madrid y en Valladolid, causando comentarios encontrados: unos lo celebraban como ingenioso, otros lo tachaban de simple burla. Pero lo cierto era que el nombre de Cervantes empezaba a sonar con fuerza en corrales de comedias y tertulias de escribanos.
Miguel lo sabía, y a ratos se enorgullecía. En otros momentos, sin embargo, lo invadía la duda. Había gastado años de su vida en papeles que nadie quiso imprimir, y solo ahora, al borde de la vejez, veía su nombre en boca de extraños. ¿Sería duradero ese eco? ¿O acabaría como tantas otras modas de pliegos de cordel, olvidado en una década?
Esa mañana del 27 de mayo, Cervantes salió a pasear por la Plaza Mayor, que aún guardaba el olor del desfile inglés. Las banderas extranjeras colgaban en los balcones, y la gente no hablaba de otra cosa: los caballos, los trajes de terciopelo, los acentos extraños. Valladolid, que solía ser una villa sobria, parecía de pronto una ciudad cosmopolita.
Cervantes escuchaba y pensaba. No era ajeno al peso de la historia: había combatido en Lepanto, había estado preso en Argel, había conocido el filo de la espada y la sed en galeras. Nada le impresionaba con facilidad. Y, sin embargo, el boato inglés despertaba en él cierta curiosidad.
Esa tarde, en la tertulia de un librero
amigo, alguien comentó:
—Dicen que entre el séquito del embajador viene un poeta. Un tal William… ¿cómo era?
—Shakespeare, creo. Así lo llamaban. Es famoso en Londres, autor de tragedias que hacen llorar hasta a los soldados.
—¿Y qué pinta un poeta en una misión diplomática? —preguntó Cervantes, con una media sonrisa irónica.
—Tal vez viene de acompañante de algún noble, o como cronista del viaje. Ya sabéis que los ingleses gustan de llevar artistas a sus expediciones.
Cervantes no dijo nada más, pero aquella noche, al regresar a casa, pensó en ese nombre extraño. ¿Qué clase de hombre sería ese Shakespeare? ¿Un comediante de feria, un dramaturgo de corrales, o un verdadero ingenio?
Abrió su ejemplar del Quijote y lo hojeó. Imaginó a aquel inglés leyéndolo, esforzándose en un castellano torpe, riendo ante las locuras de Alonso Quijano. La idea lo hizo sonreír: que un poeta extranjero pudiera entender la esencia de su caballero manchego le parecía, al mismo tiempo, absurdo y halagador.
La voz de la ciudad le llegaba desde la calle: canciones, carcajadas, un acento extranjero entremezclado con el castellano. Cervantes se asomó a la ventana. Valladolid se había vuelto un cruce de mundos. Y él, que siempre había soñado con horizontes más amplios que las fronteras de Castilla, se preguntó si la fortuna le pondría frente a frente con aquel poeta inglés.
La noche cayó lentamente sobre la ciudad, pero en la mente de Cervantes ya germinaba la intriga. l
Alejandro Vignieri
COLECCIONISTA Y PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD FILATÉLICA DOMINICANA (SFD)
La filatelia, una actividad universal, es el arte de coleccionar sellos postales, el mejor de los pasatiempos. De ella se aprende y se dice que es el entretenimiento de los reyes, expresó el coleccionista Alejandro Vignieri. Este popular pasatiempo comenzó cuan-
do se emitió el primer sello postal del mundo en Inglaterra el 6 de mayo del 1840, y a pocos meses de su emisión ya había personas detrás de esos sellos. Con el paso de los años se fueron creando las sociedades filatélicas en los diferentes lugares del mun-
do, y hoy en día, a nivel mundial se ha convertido en una familia de más 60 millones de coleccionistas. Entre sus seguidores se encuentran personas de todos los niveles: reyes, presidentes, científicos y gente de la más humilde extracción económica o social.
“La filatelia no conoce fronteras, es el mejor de los pasatiempos”
MARÍA E. PÉREZ ROQUE
FOTO: FÉLIX DE LA CRUZ
l ¿Cuándo se fundó la Sociedad Filatélica Dominica (SFD)?
l La SFD fue fundada el 18 de abril de 1955, gracias a las gestiones de dos grandes filatelistas que ha producido el país: el doctor Luis F. Thomén, gestor de la idea, y el ingeniero Enrique J. Alfau, quien se encargó de hacerla realidad al motorizar las acciones y aglutinar a la familia filatélica dominicana, hasta entonces dispersa. Durante esos primeros tiempos, la institución tuvo una existencia precaria bajo la sombra de una dictadura que coartaba cualquier actividad grupal. Después la apatía y la indecisión cobraron cuota; pero la organización logró sobrevivir, sostenida por el tesón de Alfau y, sobre todo del inolvidable Manuel Bello. En 1977, alentados por Alfau, un grupo de filatelistas se lanzó a la tarea de rescatar la SFD del letargo en que estaba sumida, y, como el ave Fénix, que renace de sus cenizas surgió una asociación más fuerte y poderosa.
l ¿Quiénes conforman la SFD y cuáles son sus servicios?
l La Sociedad está conformada en un núcleo fuerte y unido, con un sólido prestigio y una trayectoria de realizaciones que nos han permitido rescatar la filatelia dominicana del oscurantismo en que estaba sumida y llevarla al sitial que le corresponde en la comunidad internacional. Forma parte de la Federación Interamericana de Filatelia (FIAF), organismo que agrupa a las más prestigiosas organizaciones filatélicas en el ámbito americano. Dentro del país, la SFD ha participado activamente en la promoción de la filatelia y, a través de su colaboración con el Instituto Postal Dominicano (Inposdom) ha contribuido a elevar la calidad de nuestras emisiones. Sus servicios, ya sea un coleccionista principiante o un avanzado filatelista, la SFD le ofrece una amplia gama de atenciones que le permitirán mejorar sensiblemente su colección y ampliar sus conocimientos. El contacto regular con los más destacados coleccionistas del país contribuirá a ampliar sus horizontes y a hacer más intenso el disfrute de los sellos. l ¿Cuáles son los principales beneficios que ofrece la SFD?
Opinión
El contacto regular con los más destacados coleccionistas del país contribuirá a ampliar los horizontes de los filatelista y a hacer más intenso el disfrute de los sellos”.
Dato
Con el nombre El Filotélico honramos a la primera revista filatélica de República Dominicana, publicada en 1885 por la Sociedad Filatélica de Santo Domingo”.
l Uno de los principales beneficios que disfrutan los socios de la SFD es recibir regularmente El Filotélico, la revista institucional. Ahora mismo la tenemos en digital, porque nosotros a pesar de ser una ONG cultural, no tenemos ningún tipo de subvención estatal. De hecho, duré del 2003 al 2009 tratando de hacer una exposición itinerante en las cabeceras de provincias, y cubrir toda la geografía nacional con cronogramas y todo, terminando en una gran exposición en la verja del Parque Independencia, hacer la historia del sello dominicano, desde el primero hasta los más importantes. Pero nadie me respondió, ni por educación y me dije Dios mío, en qué país me tocó nacer y vivir, me siento orgulloso de ser dominicano, pero a veces uno se desalienta y tira la toalla como decimos en dominicano. l ¿Qué originó la creación de la revista El Filatélico?
l Con el nombre El Filotélico honramos a la primera revista filatélica de República Dominicana, publicada en 1885 por la Sociedad Filatélica de Santo Domingo. El Filotélico es una revista cuidadosamente impresa, considerada como la mejor de América Latina. Ha sido galardonada en numerosos certámenes internacionales. l ¿Cómo coleccionista, qué cantidad de sellos componen su colección y cuáles son sus temáticas?
l Mi colección es de miles de sellos, las temáticas son flora, fauna y arquitectura en sentido general, pero se convirtieron en demasiados sellos, entonces tuve que especificar. De flora hago cactus, de fauna creo tortugas, ballenas y delfines, mariposas, caballos, y elefantes. Entonces en los de arquitectura me decidí por arquitectura religiosa y militar, porque son muchos sellos. El que se lleva de coleccionar sellos del mundo se vuelve loco, porque nunca los va a obtener todos. Hay sellos que son caros, por ejemplo el del Vaticano. Además de República Dominicana, hago sellos de Haití, Jamaica y Cuba que son las Antillas Mayores, y de Puerto Rico, la parte colonial mientras perteneció a España. Cuando pasó a los Estados Unidos, hay unos sellos que le pusieron lo que se llama una sobrecarga, que es cuando el sello está hecho y les ponen unas letras encima. También hago sellos de España, por mi descendencia española por parte de mi mamá, también de Italia que es mi segundo país por parte de mi abuelo paterno que llegó al país en 1920 y se estableció en Salcedo. Igualmente, hago sellos de Lichistan, un sector en Suiza; de la República de San Marino, y dentro de Italia también está el Vaticano, que son los sellos que emite la Iglesia católica, pero los tengo hasta la muerte de Juan Pablo II.
l ¿Qué herramientas se utiliza para hacer los sellos postales?
l Se utilizan unas tintas especiales, un papel engomado tropicalizado. El mejor es el hecho en Inglaterra, pero como les resulta más caro , uno en Estados Unidos es un poquito más fino, pero hay especificaciones técnicas. Los sellos son en litografía, a todo color, no digitales, se imprimen aquí. Hay tres imprentas que son las que generalmente imprimen los sellos. Ferrúa imprime los sellos de República Dominicana desde 1926, hace casi 100 años. l
Alejandro Vignieri, coleccionista y presidente de la SDF.