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Dispepsia funcional. Entrevista Dr. Ignacio Hanna
En la dispepsia funcional solo el 30 % de los pacientes mejora con inhibidores de bomba de protones, por lo que, los procinéticos son una alternativa eficaz. Dr. Ignacio Hanna
La dispepsia funcional es uno de los trastornos digestivos más frecuentes a nivel mundial. Se estima que hasta un 16 % de la población general sana presenta dispepsia funcional.1 Aunque es una condición benigna, su diagnóstico requiere criterios clínicos específicos, los cuales sugieren que podría afectar a más del 20 % de las personas.2 Esto genera un gasto adicional en salud, se registran más días de ausentismo laboral y experimentan una reducción del 12 % en su productividad por hora.3 En Ecuador, aunque no existen estadísticas oficiales, especialistas coinciden en que se trata de una causa frecuente de consulta que requiere mayor investigación. En este contexto, revista Guía Farmacéutica conversó con el Dr. Ignacio Hanna, gastroenterólogo, miembro del staff del Hospital Alcívar en Guayaquil, presidente de la Sociedad Latinoamericana de Neurogastroenterología y parte del programa Rom Partners de la Fundación Roma, para profundizar en los avances en diagnóstico y tratamiento de la dispepsia funcional.
¿Qué es la dispepsia funcional?
Lo que la mayoría de personas llama gastritis, en realidad, corresponde a la dispepsia funcional. Este trastorno se caracteriza por molestias en la parte superior del abdomen (boca del estómago) que incluyen dolor, ardor, sensación de llenura o saciedad precoz. Algunos pacientes refieren que apenas empiezan a comer ya se sienten llenos, que no logran terminar una comida o que, incluso, al iniciar la ingesta sienten de inmediato que no pueden comer más y quedan con una sensación de embotamiento. A esto se le denomina funcional, y se diferencia de la gastritis crónica, porque rara vez produce este tipo de síntomas. Además, la dispepsia funcional suele tener una evolución prolongada; en la práctica clínica se considera un mínimo de ocho semanas de síntomas, mientras que, los criterios internacionales de Roma establecen al menos seis meses desde su inicio para confirmar el diagnóstico.
¿Existen variantes dentro de la dispepsia funcional?
La dispepsia funcional se presenta en dos variantes principales. La primera es el dolor epigástrico, caracterizado por dolor o ardor localizado en la parte superior del abdomen. Este malestar puede aparecer antes, durante o después de las comidas, sin relación con el horario de alimentación. La segunda variante es el distrés posprandial, que parece ser incluso más frecuente que el anterior. Posprandial significa después de la comida, y en este caso las molestias sí están directamente relacionadas con la ingesta. Se manifiesta con sensación de plenitud exagerada después de comer o con saciedad precoz; es decir, las personas con apenas dos o tres cucharadas sienten que ya no pueden continuar comiendo más. Esta condición, que se confunde con la gastritis es dispepsia funcional.
¿A qué edad es más frecuente la dispepsia funcional?
Este trastorno suele aparecer en adultos en edad productiva y tiende a disminuir en los ancianos. Sin embargo, en la actualidad también se observa con mayor frecuencia en la población pediátrica, probablemente por factores emocionales o alimentarios.
¿Cómo se diagnostica este trastorno?
Si solo se consideran los síntomas, se habla de una dispepsia no investigada. Para confirmar que se trata de dispepsia funcional es necesario realizar una endoscopía y comprobar que el estómago está normal; es decir, que no existan erosiones, úlceras ni lesiones visibles. Solo en ese contexto, y si los síntomas persisten, se puede establecer el diagnóstico formal de dispepsia funcional.
¿Cuáles son los factores de riesgo asociados?
Los factores directamente vinculados son en primer lugar, los emocionales, está demostrado que las alteraciones en el entorno y el estrés pueden predisponer a la aparición de los síntomas. En segundo lugar, la alimentación juega un papel importante, existen alimentos que actúan como detonantes, entre ellos los lácteos, los granos, la menta, el chocolate e incluso las comidas con alto contenido de grasa. Otro aspecto que ha cobrado cada vez mayor relevancia es la microbiota intestinal, conocida como flora intestinal. En particular, se ha identificado que la microbiota del duodeno (primera porción del intestino delgado) puede desempeñar un rol importante en el desarrollo de estos síntomas. En cuanto a Helicobacter pylori, su relación con la dispepsia funcional sigue siendo discutida, la evidencia muestra que erradicar esta bacteria solo mejora los síntomas en alrededor del 10 % de los pacientes. Lo que gana cada vez más fuerza es la hipótesis de que otros microorganismos, además del Helicobacter, podrían estar implicados en la aparición de este trastorno.
En cuanto al tratamiento, ¿qué opciones existen y cómo ha evolucionado?
Durante años, los inhibidores de la bomba de protones (IBP) fueron considerados el tratamiento de elección para la dispepsia funcional. Sin embargo, los estudios muestran que solo alrededor del 30 % de los pacientes obtiene mejoría con ellos. Esto se explica porque la dispepsia funcional tiene dos variantes distintas. En el dolor epigástrico puede existir mayor sensibilidad al ácido gástrico o un aumento en su producción, en estos casos los IBP sí resultan útiles. En cambio, en la mayoría de los pacientes predomina el distrés posprandial, en el cual, el problema no es el ácido, sino la motilidad; es decir, el estómago y el duodeno no se mueven de manera adecuada, lo que impide un vaciamiento eficiente, provoca plenitud y saciedad precoz. Para estos pacientes, los fármacos más idóneos son los procinéticos, diseñados específicamente para mejorar el movimiento gástrico y facilitar el tránsito del alimento.
¿Qué ventajas ofrece la acotiamida en términos de seguridad frente a otros procinéticos?
La dispepsia funcional es un trastorno benigno, que no se complica con cáncer ni con úlceras, por lo cual, el tratamiento debe ser no solo eficaz, sino también seguro. Muchos procinéticos tradicionales generan efectos adversos que resultan molestos o incluso graves, como alteraciones cardíacas, aumento de prolactina o síntomas extrapiramidales. La acotiamida ha demostrado en la mayoría de los estudios, que los efectos adversos reportados no difieren de los observados en pacientes que tomaron placebo. Esta diferencia se debe a que no actúa con un mecanismo antidopaminérgico, que es el asociado a complicaciones, sino que, lo hace potenciando la acción de la acetilcolina. Por tanto, el paciente puede tomar acotiamida sin un mayor riesgo de efectos adversos, lo que la convierte en una alternativa confiable frente a otros procinéticos.
Bibliografía:
1. Ford, A. C., Mahadeva, S., Carbone, M. F., Lacy, B. E., & Talley, N. J. (2020). Functional dyspepsia. The Lancet, 396(10263), 1689–1702. Recuperado de https://n9.cl/mlgqr
2. Francis, P., & Zavala, S. R. (2024). Functional Dyspepsia. In StatPearls [Internet]. Treasure Island (FL): StatPearls Publishing. Recuperado de https://n9.cl/ey7yz
3. Brook, R. A., Kleinman, N. L., Choung, R. S., Melkonian, A. K., Smeeding, J. E., & Talley, N. J. (2010). Functional Dyspepsia Impacts Absenteeism and Direct and Indirect Costs. Clinical Gastroenterology and Hepatology, 8(6), 498–503.DOI: 10.1016/j.cgh.2010.03.003