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Por Enrique Cordero*

Del fundador al sucesor: el arte de soltar sin desaparecer

Una transición exitosa en la empresa familiar exige que el fundador “suelte sin desaparecer”, pasando de líder operativo a mentor estratégico, para asegurar continuidad, legitimidad y un legado sostenible.

En la empresa familiar, pocos momentos resultan tan decisivos como el tránsito del fundador hacia una nueva generación de liderazgo. El acto de “soltar” —ese proceso mediante el cual quien ha liderado durante décadas abre paso a su sucesor— resulta complejo y profundamente emocional. Requiere sabiduría, método y una visión de trascendencia que supere el ego y abrace el legado. La literatura sobre empresas familiares identifica la resistencia del fundador a soltar el control como una de las principales causas de estancamiento o fracaso en los procesos de sucesión. Sin embargo, soltar implica algo distinto a desaparecer. Más bien, se trata de redefinir el rol del fundador, trasladándolo desde la operatividad hacia la mentoría, y desde el control hacia la influencia estratégica.

La figura del fundador representa con frecuencia el cimiento emocional, estratégico y operativo del negocio. Durante años, incluso décadas, ha tomado decisiones críticas, ha levantado la empresa frente a crisis, y ha construido con esfuerzo un nombre familiar que transmite valores, visión y reputación. Resulta comprensible que experimente temor ante el momento de entregar las riendas. El desapego activo se basa en estar presente sin interferir. Acompañar desde la experiencia, compartir sabiduría desde el respeto. Para lograrlo, se requiere un plan claro y compartido entre generaciones, en el que se definan con precisión los nuevos espacios de liderazgo y los canales de comunicación entre el fundador y el sucesor.

Un traspaso exitoso se apoya en la preparación anticipada del sucesor en tres dimensiones clave: comprensión del negocio, liderazgo relacional y visión estratégica. Más allá de la formación académica o la experiencia funcional, el sucesor necesita construir credibilidad ante empleados, socios y clientes, lo cual se alcanza con tiempo, resultados visibles y respaldo del fundador. Ese respaldo representa un acto simbólico de gran peso. Cuando el fundador expresa públicamente su confianza en el sucesor, entrega algo más que un cargo: transfiere seguridad, legitimidad y visión de continuidad. Este paso requiere madurez, preparación y un momento cuidadosamente elegido. El sucesor necesita espacio real para decidir, liderar y asumir consecuencias. A partir de esa autonomía florece un liderazgo auténtico.

Una transición ordenada exige estructura, planificación y seguimiento. El protocolo familiar, como documento rector, establece principios y condiciones para la sucesión. Contempla requisitos para ocupar posiciones de dirección, junto con mecanismos de evaluación, acompañamiento y rendición de cuentas. El consejo de familia desempeña un papel esencial como puente entre la familia y la empresa. Su existencia facilita el diálogo, encauza expectativas y acompaña emocionalmente al fundador y al sucesor. En numerosos casos, este consejo ayuda al fundador a construir un nuevo rol posterior a la sucesión, que puede ir desde la presidencia del directorio hasta funciones como embajador de la marca o asesor estratégico.

En algunas culturas, el retiro se asocia con pérdida de relevancia, lo cual genera aprehensión. Por esta razón, parte del arte de soltar incluye diseñar un nuevo espacio de valor. Algunos fundadores se enfocan en la filantropía, otros en proyectos personales o en acompañar a nuevas generaciones, adentro y afuera del negocio. Lo fundamental es que este nuevo rol esté definido, reconocido por la familia y alineado con las necesidades estratégicas de la empresa.

Retrasar el proceso sucesorio produce efectos contraproducentes. La moral del equipo directivo se debilita, las decisiones estratégicas se detienen y el mercado percibe señales ambiguas. Además, el sucesor puede experimentar una sensación de dependencia o frustración, lo cual afecta su motivación y liderazgo. En algunas situaciones, una transición sin planificación puede derivar en crisis: enfermedad, fallecimiento o retiro forzoso del fundador, dejando un vacío difícil de gestionar. Estos escenarios generan impactos reputacionales y patrimoniales que alteran la estabilidad empresarial.

El legado del fundador alcanza su mayor expresión cuando se crean condiciones que permiten a la empresa continuar su camino más allá del liderazgo original. Soltar el control constituye un acto de liderazgo elevado: confiar, permitir aprendizajes, dar espacio a nuevas ideas y estilos. Una sucesión bien diseñada honra el pasado mientras impulsa el futuro. De esta manera, el nombre familiar sigue siendo símbolo de excelencia, integridad e innovación, tanto por su historia como por su proyección.

Soltar sin desaparecer representa una destreza que exige intención, humildad y visión. Consiste en evolucionar hacia un liderazgo que guía desde la experiencia, permite la autonomía de los herederos y cultiva una continuidad sostenible. En la empresa familiar, soltar es sinónimo de trascender. Y desde ese nuevo lugar, el fundador sigue presente, generoso y relevante.

* Consultor principal y fundador de EMCOR Consulting Group.

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