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Comprometidos con la esperanza
from Revista EC 119
Zoraida Sánchez. Asesora de Pastoral de EC
Hemos comenzado un nuevo curso escolar y como cada comienzo nos situamos ante una gran oportunidad. Este año, esta oportunidad puede ser doble para los que hemos recibido la vocación educativa. La Iglesia sigue celebrando el año Jubilar de la Esperanza y en noviembre en Roma se convoca a las realidades del mundo educativo para celebrarlo, aunque para festejar el Jubileo no es necesario ir a Roma y desde nuestras realidades locales también estamos invitados a celebrarlo.
Así, este inicio de curso puede ser una oportunidad para innovar nuestra apuesta educativa, metodológica, profundizar en nuestras dinámicas relacionales con alumnos, familias, claustro… Y también de renovar el sentido más esencial de nuestro ser educadores. El Jubileo de la Esperanza nos invita a ello, a preguntarnos cómo somos y cómo podemos ser testimonio y generadores de esperanza desde nuestro ser educadores.
En la Biblia, el año jubilar era un año donde todo volvía a su estado inicial. Las deudas se perdonaban, las tierras volvían a sus dueños, los prisioneros eran liberados… Hasta la Madre Tierra tenía un año de descanso. Era un año para la reconciliación entre las personas y con Dios, desde un descanso de todo y todos que permitía reflexionar sobre lo verdaderamente importante. Era un año santo en el que todo, lo material y lo espiritual, quería recordar que era sostenido por la misericordia de Dios, que nada pertenecía al hombre y que era Dios quien lo cuidaba y acompañaba. Una invitación a vivir desde la humildad y la confianza en Dios. Lo perdido o quebrado se reparaba y se reconocía una manera distinta, un sistema más justo, una organización más compasiva, como Yahveh. Era un año de esperanza, en el que un nuevo comienzo era oportunidad para todos.
Al pararnos ante la vocación recibida, tenemos una oportunidad de recordar, renovar las motivaciones que nos trajeron hasta aquí. De constatar cómo estas y las certezas iniciales han hecho su proceso, consolidándose, transformándose, e incluso puede que dejando lugar a otras nuevas. Pero sin duda, en la esencia educativa se mantendrá el amor a la vida, a la persona concreta, al proceso de acompañamiento en el crecimiento pleno de lo que estamos llamados a ser, y en la certeza de que educar personas es contribuir en la construcción de un mundo mejor. ¿Ello no es ya motivo y fuente de esperanza, empezando por nosotros?

La esperanza es urgente
En el reencuentro después del verano, grandes y pequeños habremos tenido el momento de contarnos lo vivido. Posiblemente haya sido una ventana más al misterio de la vida, dejándonos encontrar en cada persona momentos muy distintos.
Para algunos, el verano habrá posibilitado encuentros familiares vividos con gran gozo y, para otros, este encuentro habrá sido el precio a pagar de las vacaciones. Personas que han desconectado, y por ello descansado de la vorágine laboral y otras que, ante “la desconexión” se han vivido perdidas, sin saber qué hacer o incluso reencontrándose con su realidad personal y/o laboral de la que la vorágine les permite escapar. Habremos vivido encuentros, despedidas, celebraciones, crisis, viajes emocionantes… Pueblos cercanos a incendios, separaciones de parejas, “no vacaciones” para seguir pagando el alquiler o la hipoteca, angustias al acompañar la realidad de un hijo o un familiar que está enfermo, y también la ilusión de un hijo descubriendo los primeros amores o el regalo de un amigo con quién llorar…
Porque la vida tiene su misterio complejo y en este verano las campanas de guerra, el escándalo de las muertes por hambre y el silencio cómplice, las huidas a otros países o la violencia del fuego que come todo lo construido en una vida han sido también compañeros continuos.
Ante una realidad con tantos desafíos, podemos caer fácilmente en la tentación de Pierre Anthon, el protagonista de Nada, y subirnos con él al ciruelo. Dejar pasar el tiempo, desde la certeza de que nada tiene sentido, o nada tiene arreglo. Tal vez no nos subamos a un árbol, pero sí podemos mantenernos en la superficialidad entreteniéndonos en redes, videojuegos, relaciones de galería, maratones de series, compras en un clic, lo que me apetece y lo que sea rápido e inmediato. Situarnos en un lugar en el que el grito de la realidad no nos llegue…
Pero la realidad cercana y lejana va subiendo la intensidad de su grito. Como seguidores de Jesús, este grito mueve nuestras entrañas a compasión, se convierte en urgencia que nos impulsa a la acción, nos reta a ser profetas.
En tiempos de crisis, los profetas saben denunciar la raíz de la injusticia y del dolor que vive la gente. Comparten el sentido que reciben en una mirada contemplativa de la realidad, unida a la propuesta recibida de Dios, y son capaces de reconocerla viva y actuando en la realidad. Son testimonio de la presencia amorosa y salvadora de Dios en nuestras vidas. Son signos de esperanza.
Un educador enamorado de la vida y apasionado por el crecimiento de la persona, no puede evadirse o mirar la realidad sin responder a ella. Y es que, quién está conectado a la vida que nos rodea, se deja tocar y transformar, se deja urgir y se dispone a ofrecer cabeza, corazón y manos a favor de la vida vulnerada, amenazada o naciente. La esperanza es urgente en nuestro mundo, en nuestros coles, en nuestros alumnos, en nosotros. En educación, la esperanza es parte de nuestra esencia.

Educar en, con y para la esperanza
En nuestras escuelas nos encontramos con la pluralidad y complejidad de la realidad. De un cole a otro hay diferencias, pero cada centro recoge lo que el entorno en el que se encuentra vive.
Así comenzamos siendo, como dice J. M. Esquirol, “ese lugar que nos presenta una realidad distinta a la conocida en la propia familia”. Aquí comienza a tejerse la persona con la infinidad de colores que la pluralidad nos ofrece. Aquí también comenzará un camino de aprendizaje en el que la relación con lo distinto ayudará a conocer y reconocer lo esencial de uno mismo, lo más original. Será la oportunidad de aprender a relacionarse desde la verdad personal, construyendo un “nosotros” que no anule a nadie y que permita experimentar la riqueza de lo plural.
La escuela es el lugar seguro donde acompañamos a descubrir el mundo. Cada niño, cada joven trae al aula lo que vive y desde esa cotidianeidad los educadores nos hacemos acompañantes de la vida. El descubrimiento de lo diferente genera preguntas que ayudan a profundizar. Preguntas que guían la búsqueda de sentido en los pliegues de la realidad que vivimos. Y así, sin prisa y a su ritmo, podemos ser testigos y acompañantes del crecimiento de la persona que va construyéndose.
El aula se ve invadida, si la dejamos, por la vida que trae cada persona que la habita, alumnos o profesores. Se convierte en un lugar de encuentro donde distintas historias escriben un relato común a todos, que recoge el misterio que transitamos en la vida, grandes y pequeños, más pronto o más tarde.
Aquí, los educadores estamos llamados a dar unas claves de lectura e interpretación de la realidad. Una “cartilla” que permita leer lo que vivimos, para entenderlo, acogerlo y aprender de ello. En esa lectura encontramos el sentido que los acontecimientos tienen y están esperando a entregarnos.
Como escuela católica, nuestra “guía de lectura” de la realidad son las Bienaventuranzas.
Es esa manera que tiene Jesús de mirar la realidad, reconociendo una profundidad nueva que rompe nuestras interpretaciones y nos llena de esperanza. Una realidad leída que no es en abstracto, que es lo cercano, lo cotidiano, y en lo ordinario surge lo extraordinario.
En el capítulo de The Chosen donde Jesús dicta a Mateo las Bienaventuranzas, cada una de ellas parte de la experiencia de uno de sus discípulos en los capítulos anteriores. Ojalá podamos ofrecer esa mirada a la realidad que los alumnos o los propios compañeros viven.
Dando este salto de profundidad en la interpretación de lo que vivimos, la escuela se convierte en una ventana enorme desde la que poder soñar. ¿No es en la escuela donde la creatividad y la invención están llamadas a desplegar su potencial?
Un lugar donde soñar y soñarnos, donde crear caminos nuevos, sin despegar los pies de la realidad que somos y vivimos, porque ya la hemos leído y asumido. A la vez llevamos corazón, espíritu y cabeza más allá, al algo más del Reino de Jesús, impulsados y sostenidos por el sentido encontrado. ¿Esto no es ya motivo y fuente de esperanza?

Compromiso con la esperanza
Este viaje precioso es jubiloso, lleno de alegría, y también viene con una exigencia grande para todo aquel que quiera vivir su vocación educadora desde la raíz, con radicalidad.
Y es que en esto de la educación, el principal instrumento es la persona educadora puesta en juego. Sí, esta tarea educativa puede ser fuente de esperanza para alumnos, compañeros, familias y nosotros mismos con la condición de que todos nos pongamos en juego.
Parece una broma… cuando estamos escuchando y viviendo que la figura del profesor en algunos contextos pierde autoridad. Donde la exigencia nos supera, rellenando informes de los diversos protocolos, o asumiendo realidades que son más de salud mental y no nos corresponden, o teniendo que justificar decisiones pedagógicas ante reclamos afectivos de algunas familias.
Parece una broma… ponernos en juego cuando vivimos en contextos donde nuestra identidad católica parece que molesta más que la riqueza que ofrece, o la pelea con los números de alumnos o el encaje de presupuestos nos ocupa y preocupa.
Y sí, es aquí donde no solo comienza un nuevo curso, sino que lo hacemos en el marco del Año Jubilar de la Esperanza. Y los primeros retados a renovar su sentido y su esperanza somos nosotros, los educadores. Sin este paso previo será difícil contagiarla a otros.
Volvamos al inicio, a la oportunidad del nuevo curso. Oportunidad de renovar y mejorar, de profundizar y acoger la responsabilidad de la vocación recibida. Atrevámonos a preguntar y seguir reflexionando desde la ventana que nos invita a soñar y mirar más allá, también a nosotros.
Preguntémonos, como entidades titulares, cuáles son nuestras prioridades, traducidas en apuestas económicas, de tiempo y dirección que fortalecen, o al menos cuidan, la esencia de nuestra identidad.
Abramos espacios en los equipos directivos para plantearnos cómo queremos cuidar a nuestra gente, cómo vamos a posibilitar que la tarea educativa sea también de crecimiento para nuestros compañeros. Cuidar al que luego está enviado a cuidar y ofrecer esperanza a los alumnos.
Generemos en los claustros dinámicas en las que juntos afrontemos la responsabilidad de ser acompañantes de nuestros alumnos, de ser buscadores y constructores de sentido entre nosotros y con la comunidad educativa. Construyamos un sentido compartido que podamos ofrecer.
Concedámonos un espacio-tiempo personal para colocarnos ante nuestras certezas y motivaciones que sostienen nuestra vocación educativa, para reformular el sentido gozoso y esperanzado que nos lleva cada día al aula. Me viene a la cabeza la escena de The Chosen donde Santiago el menor, en la serie sufre una cojera, busca a Jesús para preguntarle por qué ha curado a tantos y no a él. Es el momento del envío de los discípulos y Santiago no entiende la confianza de Jesús enviándole a anunciar su palabra junto a su no curar la cojera que lo limita en lo cotidiano.
Es ahí donde Jesús nos dice, a través de Santiago, el maravilloso testimonio que da la escuela católica llevando vida y esperanza con sus torpezas. La vida que hace crecer en niños y jóvenes para que sean constructores de un mundo más justo, en medio de las limitaciones que encuentra. Porque la vida y la esperanza que quiere regalar Jesús a todos va más allá de nuestros límites.
Es más, ni Santiago ni nadie es enviado por Jesús en solitario. Siempre somos enviados en comunidad, aunque sea reducida a dos…
¿No nos suena algo a eso de hacer Pacto Educativo con otros? ¿No nos abre puertas nuevas de comunión en las que expresar “mira cómo se quieren”? O al menos lanzar la pregunta de “con lo distintos que son, ¿cómo sueñan y construyen en la misma dirección?”.
¿No es esto ya motivo y fuente de esperanza?






