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"La Iglesia tiene el deber de anunciar que la verdad es un pegamento social absolutamente necesario"
from Revista EC 119
Juan Narbona. Profesor asociado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz
Zoraida Arribas Manzanal. Departamento de Comunicación de EC
Algunos miembros del Departamento de Comunicación de EC tuvimos la oportunidad de escuchar a Juan Narbona, profesor en la Universidad de la Santa Croce de Roma, en el Congreso “Comunicación y Evangelización”, celebrado en la capital italiana en el mes de enero de este año, y posteriormente en el Seminario “Comunicación eclesial 3.0” ofrecido a través de videoconferencia. En esta ocasión, acudimos a él, como experto en comunicación, para reflexionar, entre otras cuestiones, sobre la necesidad de transmitir esperanza en nuestras comunicaciones, el papel de la Iglesia en los medios digitales o el reto de la desinformación y fake news en los medios.
La comunidad cristiana vive con alegría el Jubileo de la Esperanza propuesto por Francisco con diversos actos en los que están participando católicos de todo el mundo, pero más allá de nuestro entorno da la impresión de que no se conoce qué es el Jubileo y lo que significa para los cristianos. ¿Cómo podemos difundirlo para que cale en una sociedad que no siempre comparte nuestra fe, la entiende, o incluso la rechaza?
El filósofo Nietzsche decía a los cristianos de su tiempo lo siguiente: “Yo creería en vuestro Dios, si tuvierais cara de personas salvadas”. Pienso que esto sigue ocurriendo hoy: sería una pena si la fe no nos ayudase a vivir contentos. Es algo que debemos a la sociedad. A un no creyente, el Jubileo, su origen bíblico y el tiempo de gracia que supone importa poco. En cambio, a todos nos agrada compartir momentos con esas personas que logran estar siempre serenas, que viven con un fondo de alegría aun en las dificultades, que no dan importancia a las pequeñas ofensas que reciben, que perdonan y piden perdón… Esos tenemos que ser los cristianos. Se trata de llevar el Jubileo con nosotros. Por ejemplo, a veces olvidamos el peso que uno se quita con el arrepentimiento y en la confesión: ese alivio es el que otras personas no tienen, porque tienen que llevar todo su pasado consigo. Eso es duro. Por eso, nuestra alegría puede ser la llave que abra muchos corazones a Dios.
Este año santo gira en torno a la esperanza, sentimiento que a menudo echamos en falta cuando somos testigos de conflictos entre países, desigualdades e injusticias, poco cuidado de la casa común, o desconfianza en los líderes políticos… Como cristianos, vivimos una fe basada en la esperanza, la confianza y la alegría, pero a la hora de comunicar en ambientes “desesperanzados”, como comunicadores de Iglesia, ¿cómo podemos transmitir y contagiar esa esperanza?, ¿cómo contribuir con nuestros mensajes a mejorar la sociedad actual?
Me parece que el primer deber del comunicador es contar historias verdaderas e interesantes para enganchar al público. El problema es que actualmente estamos bombardeados por contenidos, muchos de ellos divertidos o curiosos. Ante realidades más duras y lejanas -como la guerra en Ucrania, la invasión de Palestina o los brotes de cólera en el Congo- podemos cerrar los ojos. Si esas tragedias son narradas de una manera desesperanzada, la reacción natural es ignorarlas porque pensamos que podemos hacer poco. Un monje dijo que “el mayor aliado del diablo es el desánimo”. Tiene mucha razón. Un buen comunicador cristiano tiene que contar la verdad, pero proponiendo soluciones, sugiriendo salidas, haciéndose eco de los fogonazos de luz que no logra ahogar el mal. Recientemente, por ejemplo, vi un vídeo de un chico palestino que llegaba corriendo y sudando a su casa con un saco de harina en la espalda. ¡Qué alegría para esa familia! ¡Qué fiesta! A veces, detalles así nos ayudan a recordar que detrás de los grandes titulares hay pequeñas personas. Solo si en nuestras historias hay esperanza, nuestros lectores seguirán exigiendo -cada uno a su modo- una solución a los problemas.
Respecto a los centros escolares, ¿qué estrategias de comunicación considera que se pueden poner en práctica en el entorno escolar para hacer de la esperanza algo visible y cotidiano?
Dar esperanza es ayudar a creer que el futuro vale la pena, pese a las dificultades. El propio futuro, el de las familias, el de los alumnos… Pienso que uno de los grandes obstáculos actuales es el miedo. Miedo a no estar preparados, miedo a lo que no controlamos… Pienso que el departamento de comunicación puede individuar esos miedos y hacer propuestas para que sea posible seguir navegando en la incerteza, porque de lo contrario el miedo paraliza. Por ejemplo, se habla tanto a los jóvenes de lo difícil que es encontrar trabajo que es posible que algunos bajen los brazos antes de intentarlo y dejen de estudiar. ¡Simplemente, tienen miedo y lo disfrazan de desgana! Los testimonios de antiguos alumnos pueden servir para que se proyecten en el futuro, para que sueñen, y vean que lo normal es encontrar un buen empleo. Otro ejemplo: si un colegio atraviesa dificultades, será necesario informar a profesores y empleados de la situación y de las medidas que se van a tomar, para cohesionar a la comunidad, evitando así habladurías y desconfianzas que debilitan el empeño personal en el proyecto educativo.
¿Qué podemos hacer para llegar a los jóvenes con mensajes que no solo les emocionen, sino que también les inviten a comprometerse con el entorno que les rodea?
Considerar algo bueno porque nos hace sentir bien es el emotivismo, un rasgo de la sociedad actual. Y eso no es malo, puede suponer el inicio de algo grande. Sin embargo, sabemos que hay cosas -y cosas importantes- que se cocinan a fuego lento, con muchos altibajos emocionales: un noviazgo, una carrera profesional, el dominio del propio carácter, una vida cristiana... Son proyectos que no pueden depender solo de los sentimientos. Acostumbrados a la comunicación inmediata (WhatsApp), la diversión inmediata (videojuegos), la curiosidad inmediata (Instagram o TikTok), hacer algo que no gratifica inmediatamente ha pasado a ser muy difícil. Por eso, es necesario que los jóvenes experimenten el sentido del deber. Hacer cosas porque hay que hacerlas, y ya está. Por ejemplo, hacerse la cama desde que son capaces, es un ejercicio muy bueno. “¿Por qué debo hacerlo?”, pueden preguntar. “Lo sabrás esta noche”, podríamos responder. Y así, del compromiso con uno mismo es más fácil pasar al compromiso con los demás.
Las redes sociales continúan siendo un poderoso instrumento para llegar a las personas, pero la realidad confirma que los contenidos religiosos no abundan tanto como los de otras temáticas. Como comunicadores de Iglesia, ¿cómo podemos evitar que la comunicación religiosa se diluya o se vuelva superficial en el entorno digital?
Tres ideas. Primera: proponer temas que interesen a la gente. Por ejemplo, el conflicto o la tirantez con los propios padres es una experiencia frecuente en los adolescentes. De ahí es sencillo pasar a las “tiranteces” que cada uno experimentamos con Dios. Es decir, se trata de interceptar los problemas y desafíos reales de la gente, y solo luego conectarlos con la fe. Segundo: mostrar que la experiencia religiosa solo es completa si va más allá del entorno virtual. En un mundo de experiencias virtuales, la Iglesia está llamada a ser una referencia de la materialidad. ¡Qué paradoja!, ¿verdad? Los sacramentos, la vida comunitaria, las obras de misericordia corporales... nos ponen en contacto con Dios y con los demás. Y tercero: no diluir el mensaje. La fe es exigente. No depende de los likes o del número de visualizaciones. Tenemos que estar convencidos de su hermosura y orgullosos de poder ofrecerla.
Ante los retos de la desinformación y las fake news, ¿cómo debe actuar la Iglesia para hacer frente a los mismos?
La Iglesia tiene muchas cosas. Una de ellas es la experiencia: lleva 2.000 años repitiendo que la mentira es un enorme corrosivo. Cuando una persona miente, se daña a sí misma; cuando una pareja se miente, corrompe la relación; cuando se acepta la mentira en la sociedad, se empiezan a minar sus cimientos. La Iglesia, por tanto, tiene el deber de anunciar que la verdad es un pegamento social absolutamente necesario. No solo la necesitamos para llegar a Dios, sino para sobrevivir como sociedad. En segundo lugar, la Iglesia puede recordar a sus fieles el deber de cada uno de informarse bien. Un buen indicativo es el siguiente: si mis ideas me llevan a romper la relación con otros, mala señal. Benedicto XVI ya advirtió del peligro de sacrificar la caridad en el altar de la verdad. Por ejemplo, si no saludo a mi vecina porque tiene una opinión muy diversa sobre la inmigración, ¿de qué me sirve “mi verdad”? Tenemos que evitar las “arcas de Noé morales” actuales: polarizarnos hasta tal punto que creamos que quien no piensa como nosotros está absolutamente equivocado y se ahogará en el error. Consumir algunos medios sin ningún espíritu crítico puede llevar a ello.
Vivir en Roma y trabajar en la Facultad de la Santa Cruz, habrá hecho muy especial disfrutar de la elección del nuevo papa. ¿Qué ambiente se respiraba durante esas semanas en la facultad?, ¿cómo se vivió, desde el punto de vista de la comunicación, este acontecimiento?
Más de 4.000 periodistas de todo el mundo vinieron a Roma para informar del nuevo papa. En un período histórico en el que la fe cristiana pierde presencia pública, en aquel momento era como si al mundo le faltase un padre. Muchos fuimos entrevistados esos días. Había verdadero interés por la vida de la Iglesia y por su futuro. Francisco había sabido entusiasmar con la fe a tanta gente y tras él quedaba un enorme vacío. Tuve la suerte de estar en la plaza de San Pedro cuando hubo fumata blanca. El ambiente de alegría era indescribible. Era curioso: en los medios se hablaba de los diferentes papables, de los grupos entre cardenales, de las divisiones... Y, sin embargo, en aquella plaza todo ese discurso daba igual: quien se asomara al balcón, fuera quien fuera, sería el sucesor de Pedro e íbamos a aplaudirle con todas nuestras fuerzas. Y así fue: León nos conquistó a todos con su serenidad y sus palabras sobre Jesús.
Desde que en 2012 Benedicto XVI abrió su perfil en la red entonces llamada Twitter, hemos sido testigos del esfuerzo por adaptarse y aprovechar el alcance de los canales de comunicación digital. Francisco continuó amplificando su labor evangélica con perfil en Instagram y a través de YouTube con el “Vídeo del papa”. León XIV ha mantenido la tendencia tomando el testigo en X y desde YouTube se continúan ofreciendo vídeos, ¿hacia dónde cree que encaminará León XIV la comunicación en medios digitales en su papado?
León XIV es el primer papa que tenía cuentas en redes antes de ser elegido. Gracias a Dios, había sido muy prudente en sus publicaciones. Por lo que hemos visto en estos primeros meses, va a someter su persona al cargo que le ha sido confiado, por lo que no hará publicaciones personales. En un reciente encuentro con 1.400 influencers digitales católicos ha confirmado la necesidad de estar presentes en las redes, para que también allí llegue el anuncio y el calor de la fe. Como usuario de la red conoce bien los retos: dar la prioridad al encuentro físico, no dejarse llevar por el odio, no darse excesivo protagonismo... Y ya ha anunciado que la iglesia tiene que prepararse para el tsunami de la IA. Nos esperan tiempos apasionantes.
BIO JUAN NARBONA
Juan Narbona es profesor asociado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma, donde imparte las asignaturas de “Comunicación digital”, “Industria y mercados de la comunicación” y “Storytelling de valores”. Además, es miembro del Executive Committee Journal “Church, Communication & Culture” y del Interdisciplinary Forum on Anthropology (IFA) y del Trust & Society- The Global Network on Trust. Ha impartido múltiples cursos y conferencias sobre confianza y comunicación; confianza interna en las instituciones; planes de comunicación; gestión de canales digitales; educación digital en instituciones religiosas; comunicación institucional de la Iglesia; retos de la comunicación line; Internet, evangelización y jóvenes o storytelling y comunicación. También ha escrito diversos artículos y los libros Inspiring trust. Church communications & organizational vulnerability, Comunicare la fede oggi. strategie digitali per istituzioni ecclesiali e realtà religiose y El libro joven de la buena educación, además de capítulos en otras publicaciones, como Understanding Pope Francis: Message, Media, and Audience o Spiritual News. Reporting religion around the world






