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Luces y sombras en la vida de Álvaro Colom

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Rendijas

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HACER POLÍTICA SE HA VUELTO MUY COMPLICADO, PORQUE LAS MAFIAS Y ESTRUCTURAS DE CORRUPCIÓN ESTÁN ARRAIGADAS EN EL ESTADO Y LA ACTIVIDAD HA PERDIDO LA VISIÓN DE SERVICIO…

No recuerdo con precisión el momento, pero seguramente era por los años sesenta cuando conocí a Álvaro Colom, siendo los dos patojos y alumnos del Liceo Guatemala. Aunque él era tres años mayor, viajábamos en el mismo bus del colegio desde la colonia Mariscal, zona 11 y siendo nuestras familias conocidas, había cierta empatía, por no decir amistad.

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Recuerdo que en cierta ocasión vimos juntos la entrada de la vuelta Ciclística a Guatemala cuando pasaba por la calzada Aguilar Batres, disfrutando de la lucha que por ese entonces libraban los pedalistas chapines con la cuarteta de España. En fin, algunos recuerdos vagos de Álvaro y su hermano Tono.

Como suele suceder, nuestros caminos tomaron diferente rumbo, sin saber que, más adelante, volveríamos a encontrarnos. Cuando él inició su carrera como funcionario público y, en particular, cuando fue nombrado por Jorge Serrano –también liceísta–, para el cargo de Director del Fondo Nacional para la Paz (Fonapaz), yo trabajaba como periodista y tuve algunas reuniones con él sobre diferentes temas noticiosos. Recuerdo una intervención suya en particular, pues Álvaro impulsaba el retorno de guatemaltecos que habían sido desplazados a México por la guerra y logró acuerdos interesantes entre empresarios y organizaciones populares para conseguir tierras y atender aquel problema que por entonces era sensible. No debe extrañar su afán e interés por la política. Era sobrino de uno de los líderes más carismáticos y destacados de aquella época, el socialdemócrata Manuel Colom Argueta, quien fue alcalde de la ciudad capital y luego candidato presidencial. Fue brutalmente asesinado por un comando paramilitar el 22 de marzo de 1979, cuando ya era un hecho que competiría contra los militares en la siguiente contienda electoral.

Álvaro heredó ese gusanito por la política, aunque su carácter siempre me pareció demasiado afable para incursionar en ese mundo, en donde no resulta nada fácil ni agradable caminar en medio de una cloaca –la política criolla–, sin terminar embadurnado de tanta porquería, corrupción y acciones mal intencionadas que rodean el quehacer del poder institucional.

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