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Portada: Felipe Coca
Maquetación: Paco Díaz Cebador
Impreso y hecho en Bormujos (Sevilla), en los talleres de Gráficas Moreno, S.L. Andalucía. España. MMXXV
Edición de 350 ejemplares del n.º 112 de CUADERNOS DE ROLDÁN
Depósito legal: SE-2.564-2025
www.cuadernosderoldan.com
EJEMPLAR N.º
A Carmen Canción
En celebración de los 150 años de su aparición en la ópera de Bizet como romántica cigarrera gitana en la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla y de la proyección global de su figura mítica de mujer apasionada, fuerte e independiente.
Sirva este homenaje para impulsar las canciones y las reivindicaciones de las mujeres de nuestro tiempo.

EL MUNDO CAMBIA, CARMEN PERMANECE
N i en sus mejores sueños pudo imaginar Mérimée que aquella Carmen que retrató en su novela de 1847 iba a dar tanto que hablar. Desde entonces son incontables, con permiso de Bizet, las lecturas que se han hecho del mito de la mujer española de rompe y rasga, la que hace la raya por donde camina y levanta pasiones a su paso con su sensualidad y su carácter fuerte y racial. Y aquí seguimos, más de un siglo y medio después, dándole vueltas al arquetipo. Es lo que tienen los arquetipos, que proyectan imágenes infinitas como los espejos interiores de los armarios cuando se enfrentan cara a cara.
Rebasado el primer cuarto del siglo XXI, Carmen continúa provocando lecturas, miradas y cuchicheos, pero hoy Mérimée no la retrataría gitana, cigarrera y tabernaria, sino cosmopolita, moderna y pop como la pinta el artista sevillano Salustiano en su cuadro «Je suis Carmen». Solo hay que mirarla a los ojos para comprobar que
permanece intacto su respingo de rebeldía, su ansia de independencia y autonomía, su determinación de aquí estoy yo. También su belleza, su poder de seducción y la promesa de destino fatal que aguarda a quien se deje llevar por la tentación de acercarse a ella. Porque esa tentación también permanece intacta. Pero la Carmen de hoy, la de Salustiano, ya no pertenece a un lugar geográfico ni cultural. Ahora luce un kimono japonés estilizado a la manera occidental y no esconde una faca andaluza en el refajo sino que te apunta con una pistola que vete tú a saber en qué mercado negro consiguió. Ya no es morena y racial, sino rubia, etérea y sensual. Ya no se defiende, ahora ataca si se da el caso. Pero sigue siendo una de las expresiones más genuinas y puras que existen del instinto de libertad. La Humanidad se mezcla, el clima cambia, las normas se adaptan, pero Carmen permanece.
Juan Fernández Pérez


«VA
El roce de su capote lo volvió en si, y cogiéndolo por la esclavina, por medio de dos chicuelinas, lo dejó en suerte ante el peto del caballo. En su envite y ya casi tocando a banderillas, en el último encuentro el picaó, el del Arenal, lo llamó levantando el brazo, toreando a Triunfador.
Sintió en su morrillo el crujir de las cuerdas y el súbito impacto recorrió todo su espinazo.
Ya en el palo de banderillas Antonio «El Largo» levantó aquellas dos torres de brazos, y dejándolos caer con fuerza, clavó en el espacio de una perra gorda los dos arpones de hierro: la sangre brotó. Y Antonio «El Largo» tuvo que desmonterarse. Sin darse cuenta, el torero estaba clavado en los medios, brindando la que sería la muerte de Triunfador.
En la primera entrada comprobó la verdadera cabeza del toro: sus pitones corniveletos.
Lo centró y se encendió una aureola. La plaza en silencio.
El toro lo embiste, lo deja sin muleta en el suelo cabeza abajo y él se acuerda de Esquilo, padre de la tragedia, consciente de que puede caer herido mortalmente en el ruedo.
Sin más, frente a él ensangrentado, llegó la hora de su muerte.
Levantó livianamente su brazo entre el bufido de Triunfador y su estoque, hundiéndolo hasta besarlo con los gavilanes.
En ese instante el Sr. Presidente hizo honor al toro, mostrando aquel pañuelo con reflejos de azul Atlántico. Pablo Naranjo

Alegrías del silencio
Dejaste caer tu velo: se me alegró la mañana. Dejaste caer tu velo y la sonrisa surgió. No hace falta que te diga tó lo que a mí me gustó esa brisa tan liviana.
¡Ay, qué contento! Con esa brisa, con ese vuelo.
Ando ya más recompuesto de la alegría que vi. Ando ya más recompuesto, he dejado de buscarte porque ya te siento en mí y veo que sin mudarte sigues muy quedito ahí.
¡Ay, qué alegría! Con ese vuelo que yo quería.
Alejandro Sancho

Marian Pantoja
Bizet puso la música genial y maravillosa a la ópera de Sevilla tan trágica, tan hermosa.
Carmen, gitana elegante
Don José, celoso amante Escamillo, el toreador tragedia, celos y amor.
Va Carmen la cigarrera presumiendo por la calle con peineta y con mantilla luce en la plaza su talle.
Don José está al acecho marcando su negra cara con el odio, con la rabia prepara la puñalada.
Un hilo de sangre roja tiñe su cuello de nácar
Carmen murió por su amor
Don José por su venganza.
Ezequiel Martínez

Con un atuendo escasísimo y doblada sobre una pila baja llena de agua en la que restriega la ropa con ahínco, está Bárbara. Desde el ángulo que miro le veo la coronilla y la bata abierta por delante dejando casi totalmente a la vista unos pechos azulados de tan blancos, más bien grandes, aovados, llenos, meciéndose al compás del movimiento de los brazos, como si fueran de mercurio. Al oírnos se yergue. Sin prisas, se abrocha la bata y se suelta la melena, brillante, formando una silueta triangular, casi idéntica a una de estas chozas, eso parece, una choza, negra, muy negra, con rizos breves y apretados como virutas de acero. Todo en su rostro se refrena en un peldaño anterior a la frialdad de lo perfecto, a lo adusto del canon: los ojos rasgados, con marcado epicanto y un punto saltones, grises, claros, profundos; alto y fino el arco de las cejas, la mirada fija y fría, arrogante quizás, en serena alerta: ojos de gato…Esta muchacha es una especie de portento, concebida por un dios travieso y libidinoso. Juan Villa El año de Malandar

Cantan las indianas Habaneras atrapadas con los corsés de encajes, y una ligereza de «jechura» en las luces más tempranas.
Vidas de torbellinos, músicas descaradas, canciones del corazón, Semana Santa en las bengalas.
Los eternos rizos tropiezan con la ternura, y una pasión se envuelve en aromas de jazmines por las fiestas más gitanas.
Los moños coquetean en las caras morenas, y las melenas se derraman hasta los talles de las macetas en los bailes de jaranas.
Carmen la Cigarrera, ilusión indomable, sentimientos a raudales, la gitanería en los brazos, y en los labios: un te quiero agradable cada mañana.
Jesús Solano

En esta orilla tu cuerpo es mi horizonte y mi deriva.
En la otra orilla el sueño que nos une y nos multiplica.
En esta orilla el flujo de la sangre que nos aviva.
En la otra orilla respiro el mismo aire que tú respiras.
En esta orilla el calvario y el gozo de cada día.
En la otra orilla todo lo hace posible la fantasía.
En esta orilla te espero con la lumbre siempre encendida.
En la otra orilla tu sonrisa es la puerta de la acogida.
Ramón Sarmiento
María es la Pura Concepción que antes que Roma mi Sevilla proclamó inmensa luz, que alumbra el existir en primavera a tu vera hay cielo al fin.
Con devoción y con el mío compás a mi manera yo te llevo en el costal.
Tu eres la reina en cualquier galaxia pues solo con tu gracia la vida se puede soportar.
Pive Amador
Un horizonte prendido. Dos cielos que no se hablan. El sol haciendo su nido por el lenguaje del agua.
Y allí correr y correr…
Por jardines inventados. Donde la magia sea norma, tu cuerpo me sepa a fuente y el agua sirva de alfombra. Luis Ybarra


Mestiza de sangre y agua, yo soy sirena bastarda.
Y sin ser sirena pura, que soy sirena bastarda, con voces de caracola el Mar, mi padre, me llama.
Por que me quede con él un vestido me regala, tejido de fina sal con espejuelos de escamas.
Y peinecillos de olas para mi pelo de alga, y una canción de marea para que duerma en el agua.
Mestiza de sangre y agua, mestiza de sangre y agua... Con voces de caracola el Mar, mi padre, me llama.

Pero mi madre, la Tierra, a la orilla me reclama, que no soy sirena pura, yo soy sirena bastarda.
Para halagarme me ofrece un manto de flores blancas, y agua dulce de las sierras para lavarme la cara.
Y joyas de verde selva. Y en medio de la lavanda, una casita sin techo para escuchar las cigarras.
Mestiza de sangre y agua, mestiza de sangre y agua... Con voces de caracola el Mar, mi padre, me llama.
Pero mi madre, la Tierra, a la orilla me reclama, que no soy sirena pura, yo soy sirena bastarda.
Ana Llorca
Me dejaré llevar por aguas profundas y mecer por olas de espuma.
Voy a formar parte de la estrella de tu alma y nadar a contracorriente con el sabor de la sal.
La arena será mi escuela de tu vida acuática cuando me refugie en la madreperla del amor tuyo.
No me esconderé en las rocas, sino que viajaré a lomos de delfines bajo el sol de tu mirada.
Con ellos conoceré tu vida, con ellos veré otros soles y cogeré con mis manos, sumergiéndome de nuevo, el espíritu del agua, el sabor de tu recuerdo.
Carmen Martínez Gordillo

A Alfonsina Storni, la eterna poeta vestida de sal.
Hundirse en el mar no es morir: es dejarse arrastrar por la mano creadora, ser tragada por el falso azul.
Dormir en las rocas y despertar siendo el ojo líquido del gran espejo sediento.
Es ser una novia vestida de sal entonando la sonata de la luna cuando se clavan en la arena los pies descalzos, en cuyo puente toman aliento los rumores marinos.
Dejarse arropar por el manto espumoso, beber una lágrima de la tierra.
Emma Fernández Artiles
Cuánto amor a la sombra de un solo hilo de agua.
Elsa Cross
Quieta en el diván, desnuda sobre el costado, observaba en duermevela, Oyendo a los orantes sus letanías mi ruido cesó.
Había pasado por todas las estancias desprendiéndome de las joyas.
Consciente de lo que ocurría, entré en el agua y sentí la disolución del cuerpo en el líquido. Abandoné la forma y permanecí no sé el tiempo hasta despertar.
Esther G. Aláez
Antes que el tiempo acabe quiero decirte algo:
Las palabras con las que te lo digo no son mías, no son tuyas, no son nuestras, son de nadie.
El aire que respiras ya no es tuyo, ahora es mío, acabo de respirarlo.
El tiempo que vivimos no era tuyo, no era mío, era nuestro el milagro.
Los besos que me diste no fueron tuyos, fueron nuestros, no hay beso sin dos bocas buscando.
Antes que el tiempo acabe quiero decirte algo.
Entonces, si ni las palabras, ni el aire, ni el tiempo, ni los besos, fueron tuyos, ahora tampoco es mío el desengaño.
Antonio Molina Flores

A mi hija Carmen
No he visto luz más limpia en la mirada que el eco azul del cielo en la alegría de tu risa. Amanece en tus labios.
El calor de tu cuerpo es un fuego inocente que danza con dulzura al son del canto impregnado en tu nombre, en todas las vocales abiertas de tu nombre.
No en los verdes olivos de esta tierra ni en la piel bronceada de sus campos, sino en la hierbabuena de tus ojos asomados al verde de Galicia.
Allí, donde los álamos se enredan con el rumor del viento entre las ramas. Allí, donde los ríos sueñan sombras y la corriente peina una larga melena
y sonámbulos cantos se adormecen cuando cae la lluvia al este del Edén y jugar es un prado de eucaliptos en el aire azulado de libélulas.
Allí, donde la vida es un jardín maravilloso, que broten tus sueños, que tus lágrimas niñas sean todas una gota, no más, del infinito mar por el que naveguen tus deseos, que el vaivén de tus pasos, mi dulcísima hija, te haga arribar a tierras firmes, que la felicidad vaya contigo oculta en tus bolsillos como sombra a un cuerpo, siempre, dentro, tuya, Carmen.
Valentín Navarro Viguera
Tus estrías abrazan mis estrías tu saliva me baña tus pechos me atropellan el corazón enloquece me galopa tu vientre tus ojos bailan en mis ojos las manos como garfios encarcelan mis manos, se hacen alas y el vuelo prenupcial asombra a las aves reflejadas en el mar aplaude el sol de día bajo la luna brinda tu mirada la felicidad universal y niña; todo tu ser en mi refugio es.
Pablo del Barco Versígrafo, 2025

Tú suena a llanto a sexta cuerda raída a manos que ya no cosen.
Tú recita naranjas amargas cuando el albero cubre los trajes.
Tú tiene heridas de esparto y las disfruta en sus tobillos.
Tú es la gota cubierta de incienso.
Tú sabe a potaje de vigilia, a majao con pimentón sírvase en vajilla de La Cartuja solo ahí sabe a ti.
Molina

Todo amor es fantasía; él inventa el año, el día, la hora y su melodía;
Antonio Machado
Cuando oscurece la tarde se ilumina la canción redonda de las acacias.
Un laberinto de trinos va de las ramas al cielo para silenciar palabras.
Todo parece desnudo y todo queda en el aire mientras se estremece el alma. Florencio Luque

Madre de la vida e hija de Venus, de ojos infinitos y cabellos finos.
Llévame en tu barca por tus fríos ríos, déjame ir contigo a otra realidad.
Sabes que eres algo que todos añoran, aquel que te mire no te podrá olvidar.
Por tu boca salen alientos que dan vida, en tu vientre nacen las olas del mar.
Candela Magdaleno

Mariló Sánchez Leal / La bien pagá
Me adormecí en tu arrullo de versos pálidos.
Te vi desvestida de aire. Adornada de translúcidos soles.
Y quedó en los labios el sabor dulce de tu apariencia.
Bebí con ansia cada gota del lagar armonioso de la tarde. Manuel Rámila

¡QUE
crepúsculo)
Lenta se demora la penumbra.
En la tarde más larga del verano, ¡qué cielo ennegrecido en tu pelo!
Entre dos mundos, en oscura luz vas y vienes, Vida.
¡Qué dolor anocheciendo tu tristeza!
Con tu morir sereno, dentro, canción nostálgica del atardecer, ¡caen los ojos en los ojos, en silencio: sonoro son de sol en la Tierra en desconocido confín lejano!
En la vasta soledad, desvanecida, ¡0h eclipsada luna y vida, qué paz de belleza dulce en esta desmesura del mirarte amor, sin fin, crepuscular!
Ramón Rodríguez Aguilera

Aquella luna llena
Era un pan blanco que se cayó del cielo
Rodando en los tejados y entre antenas.
Un gorrión voló a picar las migajas
Que en el aire quedaron y guardaba una nube.
Yo tenía el corazón puesto en los ojos.
Yo era un niño y de pronto,
De pronto unas migajas cayeron en mi frente.
Desde entonces ya nada ha sido igual.
Aquella luz blanquísima se me quedó en los ojos
Y el mundo es un hechizo.
Mi casa no hace más que amanecer. José Julio Cabanillas
Esos niños arrojados al barranco describen piruetas en su vertical descenso. Ni aún al encuentro con la muerte dejamos de jugar. Sara Madrigal Castro

Del canto y el encanto… los compases añiles.
Abrirse de voz como de carne y alma desde el fondo remoto de los siglos es decir, de ti y de mi.
Impulso, ascensión y eco… la intuitiva transparencia.
Del festín del amor el instante sin bordes; un luminoso chispear de estampas con los mismos pulsos del Jardín Secreto. (La redención acaso sea esta locura de vórtices de fuego, este conjugar el corazón y la alegría).
Llamear es el único verbo y el fervor, la clave, la tarea… ¡la gracia de las gracias esta demora líquida!
De otra naturaleza, los acentos de un carmen ajeno, envés de paraíso o trampantojo.
Sí, carmen del mundanal ruido… de la angostura de la grieta, de una aridez sin pámpanos ni espigas… llaves que nos cierran por dentro.
Lloran la flor, la tierra, el aire… como la sangre en el vientre del laberinto. Ironía la caída del tiempo, la opacidad del pentagrama; fragilidad la nostalgia que desnuda los huesos.
Rosario F. Cartes

Él se vistió de añil
Ella de rojo pasión
Y a la verbena lucieron
Rosas en el corazón.
Él se quitó el sombrero
Ella le arrojó su flor
Allí la dejó plantada
Y de su rosa rosada
La espinita le clavó.
¿Que no hay rosas sin espinas
Ni pasiones sin dolor?
Hay suspiros que florecen
Cuando los riega el amor.
Raquel del Pozo Cañas

Giros sobre el aire enhebra sus brazos quebrando los límites y danza su voz hiriendo las almas de un reclamo, un hallazgo, un Amor… profundo en su encuentro, ligero en el tiempo. Mujer, ella es centro y huellas de amor sus destellos, siendo fiel a él, mas nunca hacia otros. Eterna rebelde al crujir de las cadenas. Pasión que en danza siniestra oculta la muerte y habita su entraña y en giros sombríos de gritos y llanto el abrazo oculto se rasga en las noches de sangre y olvido.
Siempre, Carmen
Joaquín Verdú de Gregorio

No me niegues tu boca luz de la aurora, ven a gozar conmigo sin un reproche, no olvides que tus celos, en esta noche, son cuchillos que hieren siempre a deshora.
Deja un rumor de niebla benefactora que invada mis sentidos a medianoche y deja que mis manos pongan el broche de arrebatada dicha demoledora.
Y canta esas canciones que has aprendido desafiando al destino y al firmamento, no me niegues tus besos estremecidos que encenderán mis labios como un tormento. El final se aproxima, cual alarido, en esta amarga noche de sufrimiento. Concha Ortega

Con una daga abismal me trinchas en moléculas, que ni con lágrimas canalizan las heridas que plantas. Donde regaron astros, sobre ella tiras.
Como un muro fronterizo, me va apresando una musa ilícita que bordaba vidas. Danzan rugosos tus labios en rojo cianuro vil hasta mis encías.
Evade mi alma este esperpéntico desastre.
Escurridizo aviador, cuya devoción decías demostrar en mi refugio, idílico lastre, tan tuso, que ni de vergüenza te morías.
Y mientras retratas tu talante verdadero, tan corinto y puntiagudo, contra mi rocío, quebrando simas de nieve, impío, en ellas se disipan todas tus pantomimas.
Hielo Ellio

Ya se formó el pelotón.
Ya el oficial, brazo en alto… Yo tuve frío por diciembre.
Yo tuve amores por mayo, de que germinaron hijos para el luto germinados.
¿Qué heredarán? Mi memoria de huesos mal enterrados a orillas de la laguna. Esperando y esperando a que me embarque el barquero. Sin moneda entre los labios.
Julián Granado Martínez

Carmen, Carmen…
¿Qué Carmen?
—Ni siquiera el nombre fue casual—.
Carmen, Carmen…
¿Carmen, cuál?
—Esta espada fría que me recorre el cuerpo…—
Carmen, Carmen… ¡Carmen qué!
—Me robaste lo que tuve y lo que dejé de tener…—
¡Carmen!
—El derecho a tener memoria—.
Carmen, Carmen…
¡¿Carmen, de quien?!
—Como si no pudiéramos ser simplemente nuestras—;
Merimée ¿quién le da nombre a quién?
Bizet, Madrazo, Picasso, Saura, Vicente Aranda...
Carmen, Carmen… —Tres—.
Rima disonante.
¡Que ‘ase’, Pepe!
Fundido a negro.
Inmaculada Chacón

Hay días que relucen como el oro viejo pero es la noche quien dicta su último consejo...!
hay sombras que brillan como el fuego antiguo pero es mi sangre quien persigue su último latido!
hay fuentes que se secan con el sol de otoño pero es la luna quien sufre bajo un mar de escombros!
si tu vientre llora lágrimas amargas no permitas que el viento ensucie tu MIRADA ¡acaricia el mundo mientras haya tiempo y con voz muy firme calma el aguacero!...
colibrí enjaulado que sueñas los astros con tus alas rotas vuela en mi holocausto! colibrí enredado con tus alas muertas y tu voz marchita canta en la tormenta!
...y si tu destino sangra como el tiempo en el día mas triste hallarás CONSUELO!
Carlos Recuerda

Elevar torres de palabras. Levantar puentes de papel.
Escribir poemas con nuestra sangre mientras el mundo se derrumba.
Para salvar lo auténtico, lo bueno, la frágil hermosura, antes de que la herrumbre y la carcoma acaben con lo humano verdadero.
Para no bajar cuando todo baja y rescatar de abismos de abyección la paz y la palabra sanadora.
Construir recintos para el ser.
Casas de tiempo y de silencio que den al río de la vida.
Poemas para la espera y la esperanza.
Aunque jamás se cumplan los deseos más nobles.
Aunque los sueños más hermosos nunca se realicen.
Plantemos hoy manzanos en el huerto, aunque el mundo se termine mañana.
Manuel Ángel Vázquez Medel

I Entre los páramos sinuosos vagan los hijos dorados, huyen de la tierra que les han arrebatado.
II Tú que eres madre, no ceses en tu andar, que la hija en ti deposita la esperanza de ver el mar.
III Caminante, son tus huellas borradas, el silencio no se oye, solo el silbido de las balas.
M.ª del Rocío Angulo Dorado

Rafael Enterría / Cromatismo 2024
La tristeza que tiene mi alma por el blanco camino la dejo
Federico García Lorca
El ruiseñor que canta al sol caído no canta de Madrid en mi soñado hogar, ni en Santa María, la iglesia de Guernica, ni en el Bilbao de mi temprana edad. Suena en Moscú su dulce melodía, mas yo la estoy oyendo allí, no aquí, allí.
Josefina Iturrarán «Niña de la Guerra», condecorada por S.M. el Rey de España con el Lazo de Isabel La Católica

Amancio Prada junto a Josefina en Moscú

Juego y canción del siglo XX
Alfonso Salazarmendías
Díselo, Carmen Romero, dile que estamos aquí, que él parece estar allí y es aquí donde lo espero; dile que ningún obrero entiende que un presidente mande guardias a su gente en vez de mandar trabajo, dile que va cuesta abajo frente a la Cuesta de Enero, díselo, Carmen Romero. Dile que están encendidos los faros de un pueblo obscuro, dile que mire al futuro, no a los Estados Unidos; dile que estamos perdidos en medio del capital, que una rosa sin rosal
naufraga en las oficinas, dile que por las esquinas anda el sueño prisionero, díselo, Carmen Romero. Dile, tú, Primera Dama, cuando hagas su equipaje, que a veces también viaje por los campos de Ketama y, dile, cuando la cama anula la presidencia y el amor dicta sentencia contra todos los misiles, que aún florecen a miles banderas del sueño obrero, díselo, Carmen Romero.
Javier Egea
Cuánto dolor hace falta para que ni el silencio nos sirva como palabra.
Cuánto más hay que perder para encontrar nuestro sitio donde no podemos volver.
Cuántas alondras sin cielo se nos van de nuestras manos como un futuro sin tiempo.
Cuánto más hay que esperar a que en nuestra orilla el río siga su curso hacia el mar. Carolina Abadía

Una doble vía filosófica recorre Andalucía hasta la estación malagueña donde siempre recibe María Zambrano.
Otra opción sería tomar el tren de la luz y la pincelada marina aunque llegue con retraso a la Joaquín Sorolla en Valencia. También partir a Madrid con una novela en la mano donde aguarda impaciente Almudena en el invernadero de Atocha.
Pero qué elegancia poética viajera y cosmopolita sería ver llegar el ferrocarril a la estación sevillana de Luis Cernuda y no al andén de un nombre que no existió presunta alfarera mártir separada de su pareja.
R icardo de Castro
Juan Fernández Pérez ................................................ 7-8
Alejandro
Ezequiel
Jesús
Ramón
Pive
Ana
Raquel
Joaquín
Javier Egea ...................................................................... 75-76
Carolina Abadía 77
Ricardo de Castro 79-80
Dolores Roldán Ordóñez ......................................... 6
Salustiano ....................................................................... 9
Javier Ojeda ................................................................... 10
Felipe Coca 13
Marian Pantoja 15
Mila Corujo 17
Juan Villa 19
Francisco Javier Rodríguez 21
Isabel Álvarez Sala ....................................................... 25
Charo López ................................................................. 26-27
Juan Carmona ............................................................... 29
Marcela Passerini .........................................................
Núñez
Mariló Sánchez Leal 43 Paco Cosano 45
Naise 47
Mariángeles Parrilla .................................................... 50
María Cañas .................................................................. 53
Raquel del Pozo ........................................................... 55
Marian Angulo ............................................................. 57
Ángeles De la Torre 59
Ismael González 61
Eduardo del Campo Zapata 63
Manolo Castaño 65
Macarena La Garza 67
Juana García Contreras ............................................. 69
Rafael Enterría ............................................................. 71
Alfonso Salazarmendías ............................................ 74

Esta ópera de canciones y colores
dedicada a Carmen y salpicada de armonías y disonancias, fue compuesta «piano, piano» por Raquel del Pozo Cañas como coordinadora, bajo la batuta de Manuel Ángel Vázquez-Medel y Antonio Molina Flores, quienes ayudaron con sabios consejos y con la selección de textos. Artistas, poetas y pintores de Sevilla la interpretaron.
El maestro Francisco José Díaz Cebador, contrabajo, maquetó «sotto voce» el Cuaderno de Roldán «Carmen, canción» n.º. 112, que se terminó de imprimir en octubre de 2025.
Se estrenó en la antigua Real Fábrica de Tabacos (US), donde suponemos que Carmen aún ama, canta y baila entre sus fuentes velando por la justicia femenina.

Número 112