


Había una vez una granja en un prado rodeado de altas montañas y con un hermoso río donde iban a beber los animales del lugar.
En esta granja vivían una mamá, un niño y sus ovejas.
Un día, la mamá le dijo a su hijo:
—Hijo mío, lleva las ovejas a pastar y a beber agua del río para que estén fuertes y no enfermen.
El hijo hizo lo que su madre le pidió. Cogió su sombrero, tomó su bastón y salió a abrir la verja donde estaban las ovejas. Eran diez. Las condujo al prado, donde comieron plácidamente durante un buen rato.


De repente, en lo alto de la montaña, el niño vio a un lobo que miraba al rebaño muy quieto, muy serio. Corrió a llamar a todas las ovejas y juntos se apresuraron hacia la granja.
El niño entró en la casa muy agitado y dijo:
—Mamá, mamá, he visto un lobo en la montaña. Corrí hasta aquí con todas las ovejas; parecía que se las quería comer.
—¡Vaya susto te habrás llevado, hijo! Qué valiente has sido. Ahora que veo que estás bien, ¿has contado las ovejas?

—No, mamá, salgamos juntos a contarlas.
La mamá y el hijo salieron al corral.
—Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho… ¡y nueve! —dijo la mamá—.
¡Ay, ay! Solo tenemos nueve. Seguro que el lobo se la ha comido.
El niño le dijo a su madre que no se preocupara:
—Mamá, iré a buscarla.
—Ten cuidado, hijo mío —le respondió ella.
El niño cogió su paraguas porque empezó a llover, se puso el sombrero, tomó el bastón y emprendió el camino. Buscó y buscó, pero no encontró nada.
Regresó muy triste a la granja y dijo:
—Lo siento mucho, mamá, no he podido encontrarla.
—No te preocupes, hijo mío, no ha sido culpa tuya. Ven, acércate, encendamos un fuego y prepararé la cena.
Cuando estaban cenando junto al fuego, sonó la puerta.


«Toc, toc, toc».
El niño se levantó y miró por la mirilla, como le había enseñado su madre, antes de abrir.
—¿Quién es? —preguntó.
Nadie contestó.
Antes de que volviera a sentarse a la mesa, sonó otra vez la puerta.
«Toc, toc, toc».
El niño miró de nuevo por la mirilla y preguntó:
—¿Quién es?
Nadie contestó.
Se quedó de pie junto a la puerta y esperó. Al poco rato volvió a oírse la llamada, esta vez acompañada de un sonido extraño, como si arañaran la puerta con una pata. El niño abrió y ¿qué vio?
