Bienvenidos a la segunda revista de este año sobre temas variados. Nos encantan estas revistas en que los colaboradores de Conéctate hablan de lo que les preocupa en el momento. El resultado es un popurrí de ideas e inspiración para todos. Como los autores de los artículos tienen edades muy dispares y viven en diferentes países, sus contribuciones son también variadas y sugerentes.
Amy Joy nos habla de sus vivencias en Sudáfrica (página 10); Simon Bishop nos cuenta lo que ha aprendido como padre y voluntario en Filipinas (páginas 8 y 9); Rosane Córdoba, en Brasil, describe lo que hizo para seguir disfrutando de una vida activa y feliz cuando sus hijos se independizaron y dispuso de más tiempo (página 12). También los invitamos a compartir nuestra alegría ahora que Sally y yo vamos a cumplir 50 años de casados (página 13).
El artículo principal de este mes aborda lo que algunos han llamado la pandemia de soledad y aislamiento que afecta al mundo entero. En efecto, hay millones de personas aquejadas por esta plaga moderna que puede tener consecuencias nefastas. ¿Qué se puede hacer? El problema es tanto social como espiritual, pero los cristianos contamos con armas poderosas para combatirlo. En una sociedad en la que impera el individualismo, ¿podemos ayudar a los que se sienten solos ofreciéndoles nuestra compañía? ¿Podemos ser agentes de amistad para quienes más lo necesitan? ¿Qué más podemos hacer para aliviar esta enfermedad? El artículo propone algunas soluciones prácticas, pero sobre todo nos muestra que la clave está en descubrir la presencia de Dios y el consuelo de que no estamos solos en este mundo, y en ayudar a otros a hacer lo mismo.
Esperamos que estas páginas te ayuden a crecer en fe y en amor para hacer frente a los desafíos del siglo xxi
Gabriel y Sally García
Redacción
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Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en Él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo. Romanos 15:13 nvi
Luego de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a Su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables. 1 Pedro 5:10 nvi
AFERRADA A LA ESPERANZA
Mi hijo me regaló un hibisco precioso. Tenía una bonita flor rosa y algunos capullos. ¡Me encantaba mirarlo!
Al cabo de unos días la flor perdió sus pétalos, y poco después los capullos también empezaron a caer. Investigué y me enteré de que los hibiscos son muy delicados. Llegué a la conclusión de que el mío necesitaba más luz, así que lo saqué a mi terracita. Las otras plantas que tenía allí parecían felices. Es un lugar con mucho sol, brisas suaves, y de vez en cuando incluso viento y lluvia abundante. Esperaba que al hibisco también le gustara.
Todos los días iba a ver el hibisco, lo abonaba y lo regaba. Se estaba poniendo más fuerte, pero seguía sin florecer. Al cabo de un par de meses aparecieron unos cuantos capullos, y pronto se abrieron dos magníficas flores rosas. ¡Qué alegría! Di gracias al Señor y saqué unas cuantas fotos para enviárselas a mi hijo. Desde entonces han salido muchos capullos, y todos se han convertido en hermosas flores. ¡Qué milagro!
Se parece a nosotros. Muchas veces nos hacen falta cuidados especiales. Puede que necesitemos más tiempo
para descansar y alimentarnos mejor, y el tierno y cariñoso cuidado de un ser querido, un amigo, o quizá de médicos y enfermeras. Lo digo por experiencia. Me ha pasado varias veces, e invariablemente los cuidados, la atención y las oraciones de mis seres queridos me ayudaron a salir adelante.
Todos tenemos alegrías y dificultades. Creo que estas experiencias me han ayudado a convertirme en una persona más fuerte, comprensiva, cariñosa y atenta.
También tenemos un Padre amoroso que vela por nosotros, que escucha nuestras oraciones y nunca nos dejará ni nos abandonará. Tenemos la esperanza de que vendrán tiempos mejores, la esperanza de que, tras un período de descanso, recuperaremos las fuerzas y la alegría. Al igual que mi hermoso hibisco, volveremos a florecer y llevaremos amor y alegría a nuestra familia, nuestros amigos y nuestra comunidad.
Eva Marianne es docente jubilada. Realizó labores misioneras en Tailandia, Filipinas y Japón. Vive con su marido en Escandinavia. ■
Eva Marianne
DIOS está presente en nuestra soledad
Dios decidió de antemano adoptarnos como miembros de Su familia al acercarnos a Sí mismo por medio de Jesucristo. Eso es precisamente lo que Él quería hacer, y le dio gran gusto hacerlo. Efesios 1:5 ntv
La Biblia dice que Dios nos creó a Su imagen (Génesis 1:27); eso quiere decir que somos seres relacionales, ya que Él mismo existe eternamente en una relación: la del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Como seres creados a Su imagen, es natural que busquemos relacionarnos, tener amistades y formar parte de una comunidad. Dios nunca quiso que las personas encararan la vida en solitario ni que vivieran aisladas. Su intención era que conviviéramos unos con otros y nos amáramos (Hebreos 10:24,25). Sin embargo, la enorme fragmentación de la familia y de la comunidad que se ha producido en la cultura contemporánea ha dado lugar lamentablemente a lo que se conoce como una epidemia de soledad
En el mundo actual, la autosuficiencia y la independencia se ensalzan y se consideran virtudes. En los medios de comunicación, las redes sociales y la publicidad se promueve el mensaje de que cada persona debe pensar ante todo en sí misma y buscar su propia satisfacción.
No obstante, vemos que la soledad y el aislamiento son algunos de los grandes males de nuestro tiempo. El aislamiento social y la incomunicación constituyen un mayor riesgo para la prosperidad humana que en otros períodos históricos en los que existía una mayor interdependencia y la comunidad era la estructura básica de la sociedad. Aun así, el cristianismo ofrece un remedio.
Cuando aceptamos a Jesús como Señor y Salvador, Dios nos adopta como hijos para siempre (Efesios 2:19–22). Él es nuestro Padre. Jesús también nos llamó amigos ( Juan 15:15). Somos parte de Su iglesia, el cuerpo de creyentes (Romanos 12:5). Esas son verdades inalterables; es así para cualquier cristiano, aunque en algún momento estemos abrumados por una sensación de soledad y aislamiento. Nuestra esperanza no está puesta en este mundo, sino en el Cielo, donde formaremos parte de la comunidad más asombrosa que te puedas imaginar (Hebreos 12:22–24).
Es posible que nos sintamos tristes y alicaídos si nos parece que estamos solos en el mundo, que no significamos nada para nadie o que nadie nos prestaría ayuda en un momento de necesidad. La Biblia muestra que David se sintió profundamente solo por momentos y en su desesperación clamó a Dios: «Vuélvete a mí y tenme piedad, porque estoy solitario y afligido» (Salmo 25:16 nbla). En un salmo posterior proclama: «Padre de los huérfanos y defensor de las viudas es Dios en Su santa morada. Dios prepara un hogar para los solitarios» (Salmo 68:5,6 nbla).
Dios desea que nos relacionemos con otras personas, pues para eso nos creó. Jesús enseñó lo importante que es que amemos al prójimo, aunque el primer lugar en nuestro corazón y en nuestra vida debe estar reservado para Él (Marcos 12:28–31). Solo Él puede satisfacer nuestra alma. Él nunca nos dejará ni nos abandonará, y nada nos podrá separar de Su amor (Romanos 8:38,39). En las temporadas en que el Señor permite que nos invada la soledad, Él empatiza con nosotros (Hebreos 4:15). A veces deja que nos sintamos solos para llevarnos a profundizar nuestra relación con Él y ayudarnos a poner la mira en nuestro porvenir eterno junto a Él. Nos
sirve para recordar lo que expresa una antigua canción cristiana: que «este mundo no es mi hogar, no, yo no soy de aquí».
Cuentan que George Matheson (1842–1906), que escribió varios himnos cristianos, estaba profundamente enamorado y cerca de contraer matrimonio cuando el médico le dio la noticia de que estaba perdiendo la vista y en seis meses quedaría ciego. Eso le produjo gran pesar, pero no le pareció justo ocultárselo a su prometida, así que decidió darle a escoger si todavía quería casarse con él.
Cuando le comunicó que en la fecha de la boda ya estaría ciego, notó que la mano de ella temblaba y se desasía de la suya. Su novia prorrumpió en lágrimas y le dijo: «Lo siento mucho, George, ¡no soy capaz de casarme contigo!» Él quedó destrozado, muy dolido; el mundo se le vino abajo. Regresó desanimado a su casa y comprendió que lo único que le quedaba en este mundo era Jesús. Fue a raíz de eso que, tomando una hoja de papel y su antigua pluma de ave, escribió la letra de un himno que ha consolado a millones de personas:
Amor, Tú no me desasiste. Descanso mi fatiga en Ti.
Te doy la vida que me diste para que en Tu mar su fluir más rico sea así.
Oh Dicha envuelta en el pesar, ya no te cierro el corazón.
Tras la tormenta se verá el arco iris, y al final no habrá ya más dolor.
Lo maravilloso de ser cristiano es que jamás te quedarás completamente solo —pase lo que pase en este mundo—, porque siempre tendrás a Jesús. Aun cuando todo lo demás deje de ser, todavía tendrás a Jesús. Cuando otros te abandonen o tus seres queridos pasen a mejor vida, Jesús seguirá contigo. Él prometió: «Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20). Cuando te parezca que no te queda nada en este mundo, todavía tendrás a Jesús, y con Él basta.
Hay otro motivo por el que el Señor permite que los cristianos nos sintamos solos a veces: para que transmitamos a otros Su amor y consuelo. Son tantas las personas que necesitan el amor de Dios, que están como estábamos nosotros antes de que Dios nos adoptara como miembros de Su familia. Hoy mismo puedes dar un paso de fe y hablar de Jesús con alguien para que disfrute de alegría eterna; no solo de amistad y compañía, sino del amor de Dios, que satisfará para siempre su anhelo más profundo (1 Juan 4:8). Si manifiestas activamente amor e interés y amas a tu prójimo como a ti mismo (Gálatas 5:14), tú también hallarás paz, gozo y satisfacción. Si estás pasando por un período de soledad, busca formas de ayudar a quien lo necesite. Haz voluntariado en un centro de acogida, hospital o escuela de tu localidad, en cualquier lugar donde se necesite ayuda. Acércate a un vecino que no pueda salir de casa o que esté atravesando un momento difícil, da clases a un joven o ayuda a un inmigrante recién llegado a aprender el idioma. Dios ha prometido colmarte de bendiciones si practicas la generosidad con el prójimo. «Den, y recibirán. Lo que den a otros les será devuelto por completo: apretado,
sacudido para que haya lugar para más, desbordante y derramado sobre el regazo» (Lucas 6:38 ntv).
A lo largo de la vida, todos los cristianos tenemos muchas oportunidades de bendecir a los demás. Lo asombroso es que, cuando lo hacemos, el Señor nos devuelve sin falta lo que hemos dado. ¡Es imposible ser más generoso que Él!
«Amplía el alcance de tu amor. Hay niños en tu barrio que necesitan comprensión y amistad. Hay ancianos que se mueren de ganas de que les hagan compañía, ciegos que ni siquiera pueden disfrutar de la televisión que a ti te resulta tan aburrida. ¿Por qué no sales y descubres la alegría de ayudar a los demás?» Reverendo Billy Graham
En los momentos en que nos sentimos solos, los cristianos sabemos que solo Jesús puede satisfacer nuestra profunda ansia de amor, amistad y sentido de pertenencia. Él es el único que puede de verdad llenar ese vacío y paliar la soledad que a todos nos embarga a veces. Al recordar las bellas promesas que Él nos ha hecho en Su Palabra acerca de todo lo que nos espera en la otra vida, en el Cielo, nos damos cuenta de que las dificultades y tribulaciones de esta vida no tienen comparación con la gloria que se nos ha prometido en Cristo Jesús (Romanos 8:18).
Adaptación de un artículo de Tesoros, publicado por La Familia Internacional. ■
LA VIDA INTERIOR
Siempre me he considerado una persona razonablemente prolija, a la que le gusta tener las cosas ordenadas, limpias y organizadas. Dicen que «por la limpieza la devoción empieza», y en general estoy de acuerdo. La limpieza es un buen hábito que conviene adquirir. Los ambientes desordenados y descuidados son deprimentes, y no glorifican a Dios.
Aunque la Biblia habla de la importancia de una buena conducta y comportamiento, hace mucho más hincapié en nuestra vida interior, nuestro espíritu y las actitudes de nuestro corazón, que están al origen de nuestro comportamiento (Lucas 16:15, Hebreos 4:12). En cierta ocasión, unos fariseos y escribas le preguntaron a Jesús por qué Sus discípulos no se lavaban las manos antes de comer (Mateo 15:1,2). No era una pregunta inocente, puramente de higiene personal; estaban insinuando que los discípulos de Jesús no eran muy espirituales porque su aseo físico dejaba que desear. Jesús les respondió que lo que verdaderamente contamina a una persona no viene de fuera, sino de dentro, del corazón (Mateo 15:18–20).
Es posible llevar una vida bastante decente exteriormente y descuidar la vida interior. En Su reprimenda a los fariseos, Jesús les dijo que priorizaban las normas de la Ley sobre deberes tangibles, como entregarle el diezmo a Dios, a la vez que descuidaban las partes más importantes
relativas a la vida interior, como la justicia, la misericordia y la fidelidad (Mateo 23:23 nvi). Dijo que limpiaban el exterior de la copa, pero por dentro estaban llenos de toda clase de maldad. Los exhortó a limpiar primero su vida interior para que la exterior también quedara limpia (Mateo 23:25,26).
En la parábola del hijo pródigo aparece un clásico ejemplo de alguien que llevaba una vida exterior ejemplar y sin embargo estaba consumido por la envidia y el fariseísmo. El hermano mayor, que dijo no haber desobedecido nunca los mandatos de su padre, se puso celoso y molesto al ver que este se alegraba por el regreso de su hermano. Aun sabiendo que un día heredaría todos los bienes de su padre, tuvo envidia cuando este organizó un banquete para celebrar la vuelta a casa de su hermano menor (v. Lucas 15:11–32).
Las Escrituras nos mandan ejercitarnos para la piedad, pues conlleva una promesa tanto para la vida presente como para la venidera (1 Timoteo 4:7,8). Tal piedad emana de un fundamento de auténtica devoción a Dios, que nos permite seguir avanzando en nuestra espiritualidad al tiempo que educamos nuestro corazón con la Palabra de Dios y vivimos de una forma que le agrade.
Uday Paul es escritor independiente, profesor y voluntario. Vive en Uganda. ■
Uday Paul
VESTIDO DE CRISTO
Simon Bishop
Últimamente he reflexionado mucho sobre mi desarrollo como persona y escuchado charlas inspiradoras sobre la importancia del crecimiento espiritual y la formación de la personalidad. Estoy muy agradecido por la misericordia y la gracia inagotable del Señor, ya que con frecuencia no logro ser como se nos manda en la Biblia. Mientras pensaba en los aspectos en los que necesito mejorar, me acordé de una difícil experiencia de crecimiento personal que me tocó vivir como adulto. Sucedió algo así:
Tenía 35 años y llevaba toda la vida haciendo voluntariado misionero, primero con mis padres y luego con
mi esposa e hijos. Me había esforzado y había aprendido a hacer lo que se esperaba de mí, a tener un comportamiento ejemplar y realizar bien mi trabajo y ministerio. Durante años había trabajado con adolescentes como orientador y dirigente juvenil. Mucha gente comentaba lo bien que se me daba. Todo cambió cuando mis propios hijos comenzaron a llegar a la adolescencia.
Por aquel entonces, varios compañeros míos se marcharon, y para mí fue un período de grandes dificultades y reajustes. Procuré seguir haciendo toda la labor que antes se repartía entre varios. Tres de mis hijos ya eran adolescentes y estaban atravesando las dificultades propias de la edad. Yo me enfadaba a menudo con ellos. A diferencia de mi imagen de persona amable y paciente como misionero, en casa me irritaba y me ponia de mal genio. Después de pasarme el día organizando actividades para los pobres, visitando a personas que apoyaban nuestra misión y dando clases de la Biblia, cuando llegaba a casa lo más mínimo me ponía de mal humor, no solo con mis hijos adolescentes, sino también con los más pequeños y con mi mujer.
Un día que me sentía abrumado, recé y le pedí a Dios que me ayudara. Percibí que Él me hablaba al corazón con respecto a mi comportamiento. Me avergoncé de mí mismo, porque tenía una fachada como siervo de Cristo y actuaba de cierta manera con las personas a las que atendía, y en cambio era completamente diferente en casa. Dios me advirtió que mis hijos empezarían a verme como un hipócrita si continuaba así, y que mi mayor responsabilidad era manifestar el amor de Jesús a mi familia. Esa toma de conciencia fue devastadora para mí.
No puedo decir que lograra cambiar inmediatamente, pero sí dejé de ver mi trabajo como algo aparte de mi vida personal. Me di cuenta de que mis palabras y acciones debían ser coherentes en todo momento. Si bien me costó mucho esfuerzo, oración y atención, poco a poco empecé a hacer pequeños progresos. Fue una lección de humildad
para mí, pues me di cuenta de lo mucho que necesitaba cambiar y de que había fallado en muchos aspectos pese a pensar que me desempeñaba bien.
Hoy, 15 años después, todavía no puedo decir que lo haya superado del todo. Mis hijos más pequeños son ahora adolescentes, y eso sigue poniendo a prueba mis reacciones. Pero estoy decidido a seguir progresando por la gracia de Dios y procuro permanecer cerca de Cristo y conducirme con humildad.
Sean bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándose unos a otros como Dios también los perdonó a ustedes en Cristo. Efesios 4:32 nvi
Como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia; soportándose los unos a los otros y perdonándose los unos a los otros, cuando alguien tenga queja del otro. De la manera que el Señor los perdonó, así también háganlo ustedes. Pero sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto. Colosenses 3:12–14 nvi
Somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás. Efesios 2:10 ntv
No quiero decir que ya haya logrado estas cosas [el objetivo de comportarme como Cristo] ni que ya haya alcanzado la perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo Suyo. […] Me concentro únicamente en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante. Filipenses 3:12,13 ntv
Simon Bishop realiza obras misioneras y humanitarias a plena dedicación en Filipinas. ■
MISIÓN EXITOSA
Amy Joy Mizrany
Siempre he sido un poco rara. No sé por qué, pero nunca he logrado integrarme del todo con la gente de mi entorno. De niña era demasiado idealista y dinámica como para dejarme llevar por los demás. A medida que me hacía mayor, las diferencias se hicieron más evidentes. Cuando terminé el bachillerato, hice cursos en línea, siendo que en aquel momento los demás estaban decidiendo a qué universidad ir. Mientras mis compañeros hablaban de qué carrera estudiar para ganar más dinero, yo me preparaba para un puesto de voluntaria a plena dedicación. Siempre me he caracterizado por ir a contracorriente. No es que me importe mucho. Yo simplemente trato de seguir la senda particular que Dios me ha trazado. Según los criterios del mundo, la mayoría de mis amigos cristianos también son atípicos. Sin embargo, eso no me parece malo, porque he llegado a la conclusión de que Jesús también fue un rebelde en Su época. No se atuvo a las rígidas normas religiosas y sociales de Su tiempo. Hacía lo que Su Padre le mandaba, y no se acomodó en absoluto a la corriente imperante.
Muchos siervos de Dios de todas las épocas fueron muy distintos de sus contemporáneos, de modo que esto no es nada nuevo. Los discípulos de Jesús siempre sobresalen, porque la Palabra de Dios difiere mucho de las tendencias sociales de moda.
Si priorizas el amor en lugar de la fama, eres un bicho raro.
Si perdonas en lugar de procurar o desear la desgracia de tus enemigos, eres extraño.
Si confías en el Señor en lugar de apoyarte en tu propia prudencia y enorgullecerte de ello, eres diferente.
Nuestro concepto de realización y éxito como cristianos difiere del de la sociedad en general. Jesús dijo que, si seguimos Sus pisadas, Él nos recibirá en el Cielo con un «bien hecho, siervo bueno y fiel». No «bien hecho, magnate exitoso», ni «bien hecho, celebridad famosa e influyente», sino «bien hecho, siervo bueno y fiel».
Creo que eso nos aclara lo que Dios piensa del éxito y cuál es el modo de vida que Él considera digno de elogio.
Amy Joy Mizrany vive en Sudáfrica. Lleva a cabo una labor misionera a plena dedicación con la organización Helping Hand. En su tiempo libre da clases de violín. ■
UNA CONDUCTORA FUERA DE SERIE
Li Lian
Marilyn era una adulta joven que se enfrentaba a un enorme reto: el de obtener su licencia de conducir. Desde que era niña, las escenas de camiones monstruosos tocando la bocina en la autopista, de motociclistas zigzagueando entre carriles a toda velocidad, de peatones cruzando precipitadamente la carretera y de conductores furiosos gritándose siempre la habían asustado. Su primer intento se saldó con un vergonzoso fracaso.
Una mañana, sentada sola en el asiento del copiloto de un auto estacionado, recordó su reciente examen de conducir: lo que había hecho mal y lo que debería haber hecho mejor. Mirando el volante, se preguntó si algún día adquiriría suficiente confianza en sí misma para conducir. Un movimiento le llamó la atención. Por la acera venía una mujer de mediana edad. Era difícil no fijarse en ella. Medía como un metro cuarenta y tenía una pierna mucho más corta que la otra. Iba cojeando torpemente con la ayuda de un bastón.
Marilyn la observó discretamente. La vio detenerse, girar, descender con cuidado a la calzada y mirar repetidamente a un lado y a otro antes de cruzar cojeando.
Sintiendo una mezcla de preocupación y empatía, Marilyn se preguntó adónde se dirigía. Al otro lado de la calle había una fila de tiendas, pero en lugar de entrar en una, la mujer se detuvo al borde de la calzada y se puso a rebuscar en su bolso.
A continuación, se acercó a un auto gris, abrió la puerta y, con cierta dificultad, se sentó en el asiento del conductor. Apoyó el bastón en el lado del
acompañante, colocó su pierna más larga de manera que alcanzara los pedales, cerró la puerta y puso el motor en marcha. Desde su ventanilla, Marilyn veía que la barbilla de la mujer apenas llegaba a la parte superior del volante.
Marilyn contempló admirada a la mujer mientras maniobraba con habilidad para sacar el auto de la plaza de estacionamiento, tras lo cual aceleró y se alejó tranquilamente por la carretera. En ese instante, Marilyn se armó de valor y se comprometió a intentarlo de nuevo. La segunda vez pasó el examen y obtuvo su licencia de conducir.
«Como creíste te sea hecho» (Mateo 8:13).
Li Lian es licenciada en tecnología de la información. Trabaja como administradora de sistemas para una organización humanitaria de África. ■
Un nuevo propósito en la vida
Rosane Cordoba
Hace unos 20 años compramos un terreno y construimos una casa confortable. Luego añadimos una cancha de voleibol y, más tarde, una piscinita. Nos proporcionó muchos ratos de diversión y sirvió para unirnos como familia.
Como la casa era grande nos permitía celebrar reuniones familiares. Renové la relación con mis tres hermanas, que venían a visitarnos. Y por primera vez en la vida tuve tiempo de plantar un jardín y un huertecito, lo que me dio mucho placer.
A medida que mis hijos se fueron independizando y marchando, empecé a sentirme vacía y sola. No podía salir a evangelizar como había hecho antes porque la casa está lejos de la ciudad, y ahora que soy mayor no puedo caminar tanto.
Entonces Dios me mostró que aún podía valerse de mí si estaba dispuesta a escribir y publicar mis experiencias de vida. Conseguí mi primera computadora y empecé a escribir, tímidamente al principio. Con el tiempo, aprendí a disfrutarlo mucho. Unos amigos me contaron lo mucho que los habían animado mis artículos, y eso me llenó el alma de alegría. Hasta me armé de valor para escribir un librito titulado Recuerda quién eres, en el que cuento mi
vida, mis viajes por el mundo como hippie y cómo Jesús me buscó y me rescató.
También comencé a asistir a la iglesia de la localidad y durante cuatro años di clases de inglés como voluntaria a adultos y niños. Los últimos años he hecho voluntariado con un grupo de terapia para padres y familiares de personas con adicciones y problemas de conducta. Estas nuevas actividades me han aportado felicidad, amigos, nuevas experiencias y oportunidades de aprender.
Sigo viviendo con dos de mis hijos y me ocupo de las tareas domésticas, cocino y hago costura. Al anochecer doy un paseo entre las palmeras, hablo con nuestro Creador y disfruto de los hermosos colores de la puesta de sol.
He pasado por muchas etapas, pero mi alegría de vivir se ha renovado de día en día. Creo que es porque he tenido siempre conmigo a Jesús, que no cambia. ¡Él es verdaderamente quien da sentido a la existencia!
Rosane Córdoba vive en Brasil. Es escritora, traductora y productora de textos didácticos para niños basados en la fe y orientados a la formación del carácter. ■
EL CRISOL DEL MATRIMONIO
Sally García
Mi marido y yo estamos a punto de celebrar nuestras bodas de oro: 50 años juntos. Me gustaría saber si fuimos hechos el uno para el otro o si con el tiempo nos hemos ido amoldando el uno al otro. Sospecho que es un poco de ambas cosas. Los primeros años nuestra relación fue algo incómoda. Éramos diferentes, tanto por nuestro país de procedencia como por nuestra personalidad. Él era un latino exuberante y quijotesco, y yo una estadounidense más bien tranquila, práctica y sensata. Sin embargo, creo que estábamos hechos el uno para el otro en el sentido de que nos complementamos. A él se le ocurren actividades de lo más sensacionales, y yo le sigo los pasos organizando los eventos y poniendo en práctica las ideas. Así que, a fin de cuentas, creo que hemos formado un buen equipo. Somos muy amigos.
¿Qué factor ha determinado que nuestro matrimonio funcione? Creo que el aspecto primordial ha sido nuestra fe. La dedicación de mi marido al Señor fue lo que más me atrajo de él desde un principio. Tenemos un objetivo común: amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, y ayudar al prójimo (Mateo 22:37–40).
Cuanto más hemos crecido en la fe, más nos hemos acercado el uno al otro. De la Biblia hemos aprendido principios fundamentales como la humildad, el perdón y el respeto mutuo. Por ejemplo, una de las primeras enseñanzas, por cierto muy valiosa, fue no dejar que se pusiera el sol sobre nuestro enojo (Efesios 4:26). También
entendimos enseguida que no podíamos permitir que pequeñas contrariedades se convirtieran en problemas graves. Cuando surge un conflicto, quizá no podamos hablar de ello en el ardor del momento, pero confiamos lo suficiente el uno en el otro como para tener la seguridad de que seremos capaces de resolverlo.
También hemos visto que el buen humor es como una medicina (Proverbios 17:22) para mitigar las heridas y evitar reacciones desproporcionadas. Como dijo Harold Nicolson: «El gran secreto de un matrimonio exitoso radica en tratar todas las catástrofes como incidentes, y ningún incidente como una catástrofe». El proverbio que dice «la suave respuesta quita la ira» (Proverbios 15:1) también nos ha ayudado a evitar posibles enfrentamientos. Y por encima de todo tenemos presente que el amor cubre multitud de faltas y defectos (1 Pedro 4:8).
Si quieres encontrar tu media naranja te recomiendo que busques a alguien que comparta tu fe y tenga los mismos objetivos importantes en la vida. Conversen sobre temas como el manejo del dinero y la formación de una familia. Incluyan a Dios en su matrimonio y encomiéndenle su unión, y Él se encargará del proceso de amoldamiento.
Sally García es docente, mentora, escritora y traductora. Realiza asimismo labores misioneras. Vive en Chile con su esposo Gabriel. ■
Jesús todo lo renueva
David Bolick
Hace 2 años la revista Time informó: «Más votantes que nunca en la Historia acudirán a las urnas [en 2024], ya que al menos 64 países (más la Unión Europea), que juntos representan aproximadamente el 49 % de la población mundial, tienen previsto celebrar elecciones nacionales». A juzgar por lo que vi en mi entorno, las elecciones captaron la atención de mucha gente y dieron pábulo a debates, especulaciones y enfáticas expresiones de opiniones. Creo que conviene estar informado de los problemas que afectan la vida cotidiana en el país en que vivimos,
1. V. Isaías 45:4, 65:9, 65:22 pdt 2. Exposición de la fe, de Juan Damasceno.
que nos preocupemos de quién sale elegido, que oremos por el gobierno y que votemos si podemos. Pero por encima de todo debemos recordar que «nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo» (Filipenses 3:20). Aunque el profeta Isaías llamó al pueblo de Dios «Mis elegidos»1, no se refería a los resultados de un proceso de votación. Quien elige es Dios, no nosotros ( Juan 15:16).
Una de las principales promesas electorales que les encanta hacer a los candidatos es que realizarán cambios, pero vale la pena recordar la siguiente reflexión del rey Salomón: «¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará, pues nada hay nuevo debajo del sol» (Eclesiastés 1:9). Lo dijo hace aproximadamente 3.000 años, y la Historia ha confirmado la veracidad de su valoración, con una excepción muy notable.
En el Señor Jesucristo, «Dios, que es perfecto, se vuelve hombre perfecto. Es realizado lo más novedoso de todo lo nuevo, lo único nuevo bajo el sol, a través de lo cual se hace ver la infinita potencia de Dios. En efecto, ¿qué hay más grande que el volverse Dios un hombre?»2
¡Qué bendición más indescriptible es formar parte del reino de los Cielos, el único que permanecerá para siempre! Solo Jesús puede decir: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Apocalipsis 21:5) y realmente hacerlas.
Sigamos dejando brillar nuestra luz (Mateo 5:16) y seamos imitadores de Dios, como hijos amados (Efesios 5:1). «Hermanos míos amados, estén firmes y constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que su arduo trabajo en el Señor no es en vano» (1 Corintios 15:58).
David Bolick es consultor lingüístico y traductor. Vive en Guadalajara, México. ■
¿De dónde eres?
Josephine Kind
Vi un documental titulado So, Where’s Home?, dedicado a los niños de tercera cultura, es decir, niños criados en una cultura diferente de la de sus padres debido al trabajo o servicio misionero de estos. Me pareció interesante porque mis hijos nacieron y pasaron su infancia en el extranjero, en diversos países. Los jóvenes entrevistados en el documental describieron las dificultades que habían encontrado, pero también las habilidades y valores que habían adquirido. Pasaron de calificativos como «desarraigado» y «confuso» a «multilingüe», «multicultural» y «abierto de mente». Parecían jóvenes maduros y bien adaptados, ya que eran capaces de identificarse con más de una cultura y valoraban positivamente los cambios que habían vivido y los retos a los que se habían enfrentado.
Al final del documental todos señalaron que su sentido de pertenencia no estaba ligado a un lugar físico o a una ciudad o país en particular. Que su hogar era donde estuviera su corazón. Que su hogar eran su familia, sus amigos y su comunidad.
Me acordé de cuando me mudé a los Balcanes hace unos 27 años. No conocía el idioma y, como tenía tres hijos pequeños, pasaba la mayor parte del tiempo cuidándolos. Después del colegio los llevaba a pasear por el barrio, y siempre conocíamos gente y hacíamos amigos. Con el tiempo, ellos aprendieron a hablar bien el idioma y se integraron en la cultura. Eso sí, se quedaban un poco perplejos cuando les hacían la clásica pregunta:
«¿De dónde eres?», pero aprendieron a sacar partido de la situación y les gustaba sentirse un poco especiales.
Durante bastantes años ese fue su hogar. Ahora todos se han independizado y han montado su vida en otros países en los que están construyendo su hogar. En última instancia, dondequiera que estemos todos tenemos la responsabilidad de esforzarnos por construir un hogar en el que reine el amor.
Eso me hizo pensar en nuestro futuro hogar en el Cielo, ¡donde al fin nos sentiremos verdaderamente en casa! Como dijo Jesús: «Hay muchos lugares en la casa de Mi Padre. Voy a prepararles un lugar» ( Juan 14:2 pdt).
Josephine Kind ha participado activamente durante las últimas tres décadas en labores humanitarias en países del sur de Europa. ■
Si aún no has aceptado a Jesús como Salvador para tener un hogar reservado en el Cielo donde estarás con Él y con el Padre, te invitamos a hacerlo con la siguiente oración:
Jesús, creo sinceramente que eres el Hijo de Dios y que moriste por mí para que, a través de Tu sacrificio, pudiera vivir para siempre en el Cielo. Te ruego que perdones mis pecados. Te abro ahora la puerta de mi corazón. Lléname de Tu Espíritu Santo, guía mi vida y ayúdame a seguirte. En Tu nombre lo pido. Amén.
De Jesús, con cariño
ENTRE AMIGOS
Ten siempre presente que soy tu amigo y camino contigo en cada fase de la vida. Si estás pasando por una etapa de soledad o aislamiento, recuerda que Yo te entiendo y empatizo contigo. Comprendo cada una de tus inquietudes y temores, y la soledad, dolor, pesar, sufrimiento y angustia que experimentas (Hebreos 4:15).
Puede que a veces te sientas insignificante y te preguntes cómo es posible que el Dios del universo te comprenda, que entienda las cosas que te pasan. Pero así es: Yo te comprendo plenamente y estoy al tanto de todo lo que tiene que ver contigo, hasta la célula más pequeña de tu cerebro. Te he amado con amor eterno y atraído hacia Mí con afecto inagotable ( Jeremías 31:3 nvi).
Llegará un día en que volverás la vista atrás y te darás cuenta de los tesoros ocultos en la oscuridad que descubriste en este período, y cómo me serví de ellos para acercarte a Mí (Isaías 45:3). Ten en cuenta que estos avatares no durarán para siempre y que si depositas en Mí toda la carga que llevas a cuestas, hallarás las fuerzas que necesitas para encarar cada obstáculo que se te presente (Salmo 55:22). Tengo un plan y un propósito para cada etapa de tu vida: darte esperanza y acercarte cada vez más a tu futuro eterno conmigo ( Jeremías 29:11 nvi).