Conéctate, diciembre de 2025: Navidad

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EL MAYOR DE LOS REGALOS

Celebremos el nacimiento de Jesús

La búsqueda de paz

Una invitación de un valor incalculable

Tradiciones de nuestra familia

La importancia de cultivar fuertes vínculos

Año 26, número 12

A

NUESTROS AMIGOS

un deseo navideño

Cierta vez firmé una tarjeta de Navidad diciendo: «Que tengas una Navidad plena de sentido». Meses más tarde, la destinataria de esa tarjeta se puso en contacto conmigo y me contó que mi deseo la había inspirado tanto que toda su manera de enfocar la temporada navideña había cambiado. Y, cual si fuera un bumerán, su respuesta también me llegó a mí muy hondo.

Todos deseamos disfrutar de una Navidad feliz, libre de estrés y ajetreo. Hablar de una Navidad feliz evoca imágenes de adornos, reuniones familiares, amigos, música, risas y comida deliciosa. Solo de pensarlo, se me iluminan los ojos.

Pero profundicemos un poco más. ¿Qué es una Navidad plena de sentido? ¿Qué significa para mí? Yo no he vivido dos Navidades iguales. Por mucho que celebre la Navidad con las mismas actividades tradicionales, nunca resulta todo exactamente de la misma manera. Pero hay algo que sí es constante. El sentido de la Navidad es conmemorar la maravillosa venida a la Tierra de Cristo, el ansiado Mesías que fue acostado en un tosco pesebre de madera. Su llegada hizo historia, cambió el curso del mundo y promete transformar también la vida de cada uno de nosotros.

Por eso, nuestro deseo para ti es que este año —y de hecho todos los años— disfrutes de una Navidad vibrante de sentido, con tiempo suficiente para meditar en el nacimiento de Cristo, con su espectáculo de ángeles, pastores, reyes magos, viajeros cansados y un pequeño bebé. ¡Qué celebración!

La Navidad también adquiere mayor sentido cuando encontramos formas de ayudar e incluir a los demás. Quizá conoces una organización benéfica, una familia de inmigrantes o un amigo o familiar que vive solo. Las donaciones navideñas también pueden ser parte de la celebración. Hazte un tiempo para expresarle tu agradecimiento a alguien que signifique mucho para ti. Olvida las prisas. Comparte los favores que te ha dado Dios. No te desesperes si el mundo parece oscuro y sombrío; igual puedes alumbrar a quienes te rodean con la luz que viene de Dios.

Esta revista está dedicada a la celebración de la Navidad y viene repleta de sugerencias y reflexiones sobre cómo hacer que esta temporada tenga más sentido para ti y para tus seres queridos.

Que disfrutes de unas pascuas llenas de alegría y sentido, y que la presencia de Cristo se sienta en tu corazón y en tu hogar ahora y siempre.

Gabriel y Sally García

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ENSENANZAS DE UNA PEQUE ÑA

Disfruto mucho comprando juguetes educativos para mi nieta más pequeña. Casi siempre que voy a verla le llevo algo. He llegado a la conclusión de que para ella todo es un regalo. A veces la caja le resulta tan entretenida como el juguete mismo. Mi presencia junto a ella también es un regalo. En cuanto cruzo el umbral, se emociona. Lo que le pueda llevar no es tan importante para ella como el abrazo que le doy al verla.

Me recuerda lo que dice la Biblia en Mateo 18:2–4: «Llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos”». Todos podríamos aprender a ser un poco más como niños; eso incluye agradecer con humildad todos los regalos que nos llegan y verlos con ilusión y curiosidad.

Con demasiada frecuencia me pongo a analizar los acontecimientos, circunstancias y obstáculos que se presentan en mi vida. ¿Esto me hace bien o me hace mal? Yo no lo había pedido; ¿qué debería hacer con ello?

En cambio, me doy cuenta de que puedo dar gracias a Dios en cualquier situación, pues sé que Él puede hacer que todo redunde en bien para mí (v. Romanos 8:28). Debería preguntarle qué puedo aprender de todo lo que me sucede. Y especialmente debo agradecerle el don de la comunión con Él, ya que es lo que me inspira fe para aceptar lo que ocurre en mi vida, explorarlo y descubrir lo que Él quiere que aprenda.

Este año me trajo regalos que quizá yo no habría pedido o que no me hicieron mucha gracia. Algunas veces caí en eso de preguntarle a Dios por qué y quise desechar algunos que no eran de mi agrado. Pero Jesús me ha enseñado a apreciar todos los regalos. Y he llegado a comprender que el tiempo que he pasado con Él ha sido el mayor regalo que he recibido, porque en esos ratos de dulce comunión Él lo pone todo en su debida perspectiva y revive mi alegría infantil.

Joyce Suttin es docente jubilada y escritora. Vive en San Antonio, EE. UU. Visita su blog: joy4dailydevotionals.blogspot.com. ■

AMOR, ALEGRÍA Y PROMESAS NAVIDEÑAS

Cada año en Navidad los cristianos del mundo entero conmemoran un suceso maravilloso que tuvo un tremendo impacto y transformó para siempre la historia de la humanidad. Cuando nos damos un tiempo para reflexionar sobre el nacimiento de Jesús y el sacrificio que Él hizo por nosotros, se nos llena el corazón de asombro y admiración, y se aviva en nosotros el deseo de adorar a Dios por el regalo que le hizo al mundo ( Juan 3:16). Es un mensaje de amor, alegría y promesas que ha inspirado a múltiples generaciones.

El nacimiento de Jesús se produjo hace dos mil años en una aldea de un pequeño país, pero a raíz de ese acontecimiento la luz y la verdad del amor de Dios penetraron en el corazón y la mente de todos los que han creído en Él desde entonces. Fue una demostración tangible ante todo el universo del poder omnipresente del amor de Dios.

Ese bebé nacido en un establo de Belén estaba destinado a ser el Cordero expiatorio de Dios, «sin mancha y sin contaminación», el que quitaría los pecados del mundo ( Juan 1:29; 1 Pedro 1:18,19). Se había de

manifestar como el heredero de todo, el hacedor del universo, quien sustenta todas las cosas, el resplandor de la gloria de Dios, la imagen misma de Su sustancia (Hebreos 1:2,3).

La Biblia describe la magnitud de la persona de Jesús. Es Dios encarnado en un ser humano, lleno de gloria, gracia y verdad ( Juan 1:14), el Todopoderoso que es, que era y que ha de venir, el principio y el fin (Apocalipsis 1:8 ntv). El apóstol Pablo lo llama «la imagen del Dios invisible», dice que «todo fue creado por medio de Él y para Él, y todas las cosas en Él subsisten» (Colosenses 1:15–17).

Vino a la Tierra como el «pan de vida» descendido del Cielo ( Juan 6:35, 51), como la «luz verdadera» que había de alumbrar a todos ( Juan 1:9). En la Biblia se había predicho que sería un baluarte para el desvalido, fortaleza para el pobre y el afligido, refugio contra la tormenta (Isaías 25:4). El niño Cristo, el regalo más valioso que Dios podía hacer a la humanidad, se humilló a Sí mismo para adoptar la condición de hombre, y volvió a humillarse al morir en la cruz (Filipenses 2:8).

Jesús vino para traernos paz, ya que Él es el Príncipe de paz (Isaías 9:6). Vino a traer curación y esperanza a la gente de todas partes. Es nuestro amigo, nuestro salvador, nuestro maestro y nuestro Dios. Es nuestro mediador, pues «puede salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos» (1 Timoteo 2:5; Hebreos 7:25).

La venida de Jesús a la Tierra fue el acto más abnegado que se pueda concebir. Y aún más admirable es que Él hiciera el sacrificio supremo de dar Su vida por nosotros, sufriendo una muerte cruel y dolorosa en la cruz y asumiendo así la paga de nuestro pecado (Romanos 6:23). Como consecuencia del sacrificio que hizo por amor y Su resurrección al tercer día, a todos los que creen en Él y lo reciben Dios les ofrece vida eterna con Él. ¡Qué amor tan profundo e insondable, y qué don inefable para toda la humanidad! (2 Corintios 9:15).

Sabemos que Jesús escogió asumir forma humana y vivir con las limitaciones y restricciones temporales del mundo físico, las mismas a las que estamos sujetos todos los seres humanos. Dios escogió, por amor a nosotros y a pesar de

nuestros pecados y faltas, hacer el sacrificio supremo de entregar a Su Hijo para rescatarnos y llevarnos a Su reino. «Dios muestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8). Permitió que Su Hijo muriera por nuestros pecados, en un acto supremo de puro amor.

Al celebrar la Navidad cada año, rendimos culto a Dios juntamente con los cristianos del mundo entero, agradecidos por el regalo que Él nos hizo por amor. Cuando le presentamos a Jesús nuestro corazón en un acto de adoración y oración, Su amor, alegría y paz nos envuelven. Aunque estemos atravesando momentos difíciles, nos sirve para recordar Sus maravillosas promesas.

Lamentablemente, para muchos la Navidad es poco más que una festividad laica y comercializada. Poco tienen para celebrar los millones de personas que son víctimas de la pobreza, las injusticias, las guerras, el miedo y el sufrimiento. El mensaje de la Navidad sobre la salvación que Dios nos ofrece y la promesa de un futuro en el que no habrá más dolor, sufrimiento ni lágrimas cobra más relevancia de día en día, a medida que los acontecimientos

El mundo se llena de sonidos navideños. Si escuchas con tus oídos externos, oirás villancicos, campanillas, risas y de cuando en cuando un llanto de soledad. En cambio, con tus oídos internos oirás el aleteo de los ángeles, la quietud de la expectación interior y el sonido sagrado del más profundo silencio, el susurro vibrante de la Palabra eterna. El mundo se llena de escenas navideñas. Si miras con tus ojos externos, verás árboles adornados con luces llamativas, estrellas de oropel, velas encendidas y un nacimiento. En cambio, con tus ojos internos verás la estrella de Belén en tu propio corazón. Adaptación de un texto de Anna May Nielson

van erosionando la sensación de seguridad de las personas en esta vida (Apocalipsis 21:4).

¡Ojalá que ese mensaje de esperanza halle cabida en nuestro corazón esta Navidad para que lo irradiemos hacia los demás! Hagamos lo que esté a nuestro alcance por proclamar el mensaje de que Jesús es nuestra esperanza eterna y la solución que ansían los que buscan verdad y sentido.

Anunciemos la buena noticia de que Jesús ama tanto a cada persona que tomó forma humana a fin de sentir en carne propia cómo es la vida tal como todos la conocemos, con sus dificultades y altibajos. A pesar de ser el Hijo de Dios, se enfrentó a situaciones terribles desde el momento mismo de Su concepción, en una cultura en que una madre soltera se exponía a quedar marginada de la sociedad. No escogió una senda fácil en esta vida: por amor a nosotros quiso tener una experiencia plena de la existencia humana.

Sus padres terrenales sufrieron desplazamiento y tuvieron que huir y exiliarse como refugiados, cumpliendo así profecías de la Biblia que anunciaban hechos relacionados con Su nacimiento y Su vida (Oseas 11:1; Isaías 7:14). Ante cualquier dificultad que tengamos en la vida, podemos hallar esperanza y consuelo por la certeza de que Jesús de verdad comprende todo lo que nos sucede y es capaz de apoyarnos y sostenernos pase lo que pase.

Hagamos todo lo que esté en nuestras manos por transmitir el amor, la alegría y las promesas de la Navidad: que hay esperanza y todos —sean quiénes sean, sin importar cómo haya sido su vida— están invitados a Su reino de paz, amor, alegría y vida eterna. Estemos siempre dispuestos a difundir Su mensaje de paz, buena voluntad y amor para que otros también descubran el verdadero significado y la alegría de la Navidad. Si quieres conocer personalmente la profundidad del amor que dio lugar al nacimiento de Jesús y todo lo que representa, mi oración es que aceptes la salvación que Él te ofrece si aún no lo has hecho. Para ello no tienes más que hacer la siguiente oración y pedirle a Jesús que perdone tus pecados y sea tu Señor y Salvador.

Jesús, creo de verdad que eres el Hijo de Dios y que moriste por mí y resucitaste de entre los muertos. Te ruego que perdones todos mis pecados. Te invito a entrar en mi corazón y ser parte de mi vida. Lléname de Tu amor y del Espíritu Santo y concédeme el don de la vida eterna. Amén.

María Fontaine dirige juntamente con su esposo, Peter Amsterdam, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■

EL MAYOR DE LOS REGALOS

A veces damos por sentados los regalos de los que hemos estado rodeados toda la vida porque nos hemos acostumbrado a ellos. Al pensar en el equilibrio perfecto del universo, no podemos sino asombrarnos, aunque no entendamos cómo funciona todo. Estaba reflexionando sobre las maravillas de la creación de Dios cuando mis pensamientos se dirigieron hacia las muchas bendiciones que hemos recibido, y me puse a contarlas una por una. Empecé por las más obvias y tangibles. No tendríamos vida sin el calor que viene del sol, sin el aire que respiramos, sin agua para beber, o sin las frutas y plantas que nos sirven de alimento. También se nos han dado los peces del mar, las aves del cielo y muchos animales más.

Todo parece tan perfecto, toda la creación está en sincronía. ¿Qué más podríamos necesitar? Un momento. ¿No falta algo? ¿Cómo se generó este mundo perfecto? ¿Accidentalmente? Hay que remontarse al principio, cuando Dios creó nuestro mundo y todo era perfecto, incluidos el primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva.

Cuando ellos creyeron las mentiras de Satanás y desobedecieron las instrucciones de Dios, que les había dicho que no comieran del árbol del bien y del mal, perdieron aquel paraíso perfecto; y no solo ellos, sino también todos sus descendientes, incluidos nosotros. Romanos 6:23 dice: «La paga del pecado es muerte, mientras que el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor». Jesús vino para recibir Él nuestro castigo y morir en nuestro lugar, a fin de que mediante Su sacrificio pudiéramos tener vida y tenerla en abundancia (Juan 10:10).

De todos los regalos que hemos recibido a lo largo de nuestra vida, el más valioso descendió del Cielo encarnado en un niño al que envolvieron en pañales y acostaron en un pesebre. ¡Ese sí que fue un día glorioso! ¿Cómo no alabar a Dios y darle las gracias por ese tesoro inestimable? El mayor regalo de Dios fue Su Hijo Jesús. Y el mejor regalo que puedes hacerle esta Navidad es entregarle tu corazón.

Ruth Davidson (1939–2023) fue misionera en Oriente Medio, la India y Sudamérica durante 25 años, escritora y colaboradora del sitio web thebibleforyou.com ■

Ruth Davidson

EL ORIGEN DE LA NAVIDAD

Lo que se conmemora en Navidad es fundamental para la fe cristiana. Y no solo para los cristianos: afecta a todas las personas del planeta. De hecho, entender su significado puede transformar radicalmente nuestra forma de vivir.

La historia se inicia cuando Dios lo crea todo. La Biblia dice que Él hizo la Tierra, las plantas, los árboles, el Sol, la Luna, los animales y los seres humanos (v. Génesis 1). También creó ángeles, seres celestiales que llevan a cabo Sus encargos en el mundo invisible del espíritu (Colosenses 1:15,16). Todo era perfecto. Nadie pecaba ni hacía el mal.

Desafortunadamente, uno de los ángeles que Dios creó se rebeló contra Él porque él también quería ser Dios (Isaías 14:12–14). Se convirtió así en el Diablo (también conocido como Satanás) y se dedicó a tratar de echar por tierra el plan de Dios. Engañó a Adán y Eva, los primeros seres humanos creados por Dios, para que dejaran entrar el pecado en el mundo, en lo que se conoce como la caída del hombre. Se produjo una separación entre Dios y la humanidad, ya que Dios es perfecto, y los seres humanos habían dejado de serlo. Dios, sin embargo, ya sabía que eso iba a suceder. Si bien castigó a Adán y Eva por su desobediencia, anunció que un día vendría un redentor o

salvador para deshacer las consecuencias de sus acciones (v. Génesis 3).

Miles de años después, Dios se dirigió a un hombre llamado Abraham para pedirle que él y sus descendientes solo le rindieran culto a Él. Se trataba de un concepto radical en una época en que las personas adoraban todo tipo de objetos animados e inanimados. Pero Abraham permaneció fiel al único Dios verdadero. Sus descendientes, los israelitas, terminaron estableciéndose en la tierra que hoy en día llamamos Israel (v. Génesis 11:27–25:11).

Los israelitas fueron conservando los mensajes que Dios daba a los profetas, personas llenas del Espíritu de Dios que escribían lo que Él les decía. En esos mensajes había pistas sobre el venidero Salvador. Un profeta predijo que este nacería en Belén, un pueblo de Israel (Miqueas 5:2). Otro, que Su madre sería una virgen (Isaías 7:14), y que predicaría buenas noticias a los pobres, liberaría a los cautivos y sanaría a los enfermos (Isaías 61:1).

Alrededor del año 4 a. C., Dios puso en marcha Su plan. Envió a un ángel a una joven llamada María. Ella era virgen, pero estaba comprometida con un hombre llamado José. El ángel le dijo a María que quedaría embarazada y tendría un hijo. Y no solo eso, sino que su hijo, Jesús, sería el Hijo de Dios y salvaría a la gente de sus pecados. José, el prometido de María, se molestó al enterarse de que María estaba embarazada, pero Dios le envió un ángel para decirle que el bebé había sido concebido por obra del propio Dios. Fue así como José se casó con María, tal como el ángel le había mandado (v. Lucas 1:26–35, Mateo 1:18–25).

José y María vivían en una ciudad llamada Nazaret, en el norte de Israel, aunque la familia de él era originaria de Belén. Cuando el emperador ordenó que todos regresaran a su ciudad de origen para realizar un censo, José se desplazó hasta allá con María. Eso fue poco antes de que naciera Jesús. Por desgracia, no encontraron dónde alojarse. La cultura popular suele representar a la pareja siendo rechazada en varias posadas antes de refugiarse en un establo perdido, pero Belén era muy pequeña para tener posadas. Es más probable que el establo en que nació Jesús fuera un pequeño cobertizo adosado a la casa de algún pariente.

1. https://www.gotquestions.org/Espanol/Jesus-es-real.html

La Biblia narra que, justo después del nacimiento de Jesús, un ángel se apareció a un grupo de pastores que estaban en una colina cercana cuidando sus ovejas. El ángel les dijo que no se asustaran y les explicó dónde y cómo encontrarían a Jesús. Cuando llegaron donde Él estaba, lo adoraron. Luego contaron a todos los habitantes del pueblo lo que habían oído y visto esa noche (v. Lucas 2:1–20).

Otras personas de fuera de Israel también fueron a ver a Jesús después de Su nacimiento. La Biblia refiere que, cuando Él nació, vieron una estrella inusual en el cielo. Como muchas personas de esa época, creyeron que esa extraordinaria señal en los cielos debía de tener algún significado; en este caso, que anunciaba el nacimiento de un nuevo rey de Israel. Así que emprendieron viaje para ir a verlo. En algún momento del viaje, o quizás incluso antes, se dieron cuenta de que no solo iban a ver a un personaje de la realeza. La Biblia dice que cuando vieron a Jesús no solo le entregaron regalos, sino que también lo adoraron (Mateo 2:1–12).

Hay muchos aspectos del nacimiento de Jesús que pueden parecer fantasiosos. Ángeles, una estrella fuera de lo normal y una virgen que da a luz no son, desde luego, fenómenos comunes y corrientes. Pero fuera de la Biblia hay pruebas históricas de que Jesús fue un personaje real que vivió en el siglo i1. Más aún, Su misión tiene mucho sentido cuando se entiende el contexto.

Dios es justo, santo y perfecto, pero también misericordioso. La Biblia dice que es la personificación del amor (1 Juan 4:8). Si bien no puede aceptar el pecado en Su presencia, quería cerrar la brecha que se había abierto entre Él y nosotros. Él no quiere que suframos por nuestros pecados, por mucho que nos lo merezcamos. Por eso vino Jesús a la Tierra. Jesús tuvo una vida perfecta, y con Su muerte expió nuestros pecados. Por eso el 25 de diciembre miles de millones de personas del mundo entero celebran que «un niño nos ha nacido […]; y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz» (Isaías 9:6 lbla).

Lori Lynch es educadora y ha impartido clases a niños en tres continentes. También es escritora. Actualmente vive en Estados Unidos, donde enseña a sus hijos en casa. ■

TRADICIONES DE NUESTRA FAMILIA

Para nuestra familia la Navidad siempre es un gran popurrí de actividades, comidas y celebraciones. Cada año es diferente, y eso es lo que me encanta. Sin embargo. hay tres tradiciones que nos hacen particular ilusión.

Una de ellas la empezaron mis hijos por su cuenta, ¡y es mi preferida! Durante el año van ahorrando dinero de su mesada o salario, y al final del año entre todos han reunido una buena cantidad. Se ponen de acuerdo y un día van juntos a una organización benéfica local que hace regalos a familias necesitadas. Cada niño inscrito en el programa prepara una lista de lo que quiere y necesita. Mis hijos recogen todas las listas posibles y se pasan el día haciendo compras para los niños.

Me llega al alma ver su ilusión por hacer felices a los demás. Y saber que lo hacen juntos es la guinda del pastel. ¡Espero que algún día disfruten de esa actividad con sus propios hijos!

Desde hace más de un decenio, cada semana nos reunimos con otros matrimonios. La mayoría no tenemos parientes en la zona, así que hemos formado algo así como una familia. Nuestros hijos tratan de primos a los hijos de las otras parejas, y todos los padres son sus tíos y tías. Pues bien, todos los años celebramos juntos una fiesta de Navidad. Cada uno trae una parte de la comida para que nadie tenga demasiado trabajo. Nos centramos en celebrar nuestra gran y hermosa amistad con juegos, regalitos, música y oraciones unos por otros. Nuestros

hijos también disfrutan de este acontecimiento, con lo que adquiere aún más significación.

Por último, organizamos una fiesta en nuestra casa para un pequeño grupo de amigos. Nos conocemos desde hace años. Todos esperamos con ilusión que llegue esa noche para ponernos al día, animarnos mutuamente, reír y, de vez en cuando, derramar unas lágrimas. Es una fiesta que todos valoramos. No requiere muchos preparativos; lo principal es el compromiso de celebrarla.

Yo diría que la principal tradición que tenemos es la de compartir sin falta la temporada navideña con los que nos rodean. ¡Los vínculos con otras personas son enriquecedores e importantes! No estamos hechos para andar por la vida desconectados de los amigos. Nuestro amor a Dios y nuestra fidelidad a Él se manifiestan mayormente en nuestras relaciones. Espero que tus tradiciones navideñas incluyan momentos especiales con los tuyos, y que tu amor y tu amistad con ellos engrandezcan el amor de Cristo por ti.

Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU. ■

DAR REGALOS

Yo diría que un dilema que presenta la Navidad es decidir si dar o no regalos. Hacerlo puede restarnos tiempo y energías, representar una carga económica y opacar el espíritu de la Navidad. Por otra parte, puede ser una bendición y una forma de expresarles a nuestros seres queridos que los amamos..

¿Recuerdas haber comprado regalos para tus padres y hermanos cuando eras pequeño? Yo sí. Tenía cierta cantidad de dinero para gastar y me pasaba el mes de diciembre observando atentamente a cada miembro de la familia para ver si descubría algún indicio de cuál sería el regalo idóneo para cada uno. Mi padre era un lector voraz, especialmente de libros de historia. Mi madre y yo leíamos las reseñas de los libros recién publicados hasta que encontrábamos uno perfecto para él. No recuerdo bien qué regalos me hicieron de niña, ni cuáles hice yo concretamente. Pero sí recuerdo el cuidado con que seleccionaba cada uno y la agradable certeza de haber escogido bien. Cuán cierto es el precepto bíblico que dice que «más bienaventurado es dar que recibir» (Hechos 20:35).

Esos son recuerdos felices, pero no puedo decir que todas mis Navidades ya de adulta hayan sido igual de idílicas. Muchos años la lista de personas a las que había que comprar regalos era larguísima, los recursos pocos y el tiempo escaso. En consecuencia, hacer regalos era difícilmente fuente de alegría, sino solo de ansiedad.

Prefiero tener la satisfacción que debieron de sentir los Reyes Magos cuando llevaron regalos a Jesús, presentes seleccionados con cuidado y cariño (v. Mateo 2:10,11). Y me gusta celebrar, sin estrés, el verdadero sentido de la Navidad, pues lo esencial no es gastar y comprar, sino conmemorar el nacimiento de Jesús, nuestro Salvador, un regalo de Dios para todos nosotros (v. Juan 3:16).

Enseguida algunos consejos que me han ayudado: Compra con tiempo. A lo largo del año, cuando encuentro un regalo que creo que le gustará o le resultará útil a alguien, lo compro y lo guardo hasta Navidad. Compra en tu barrio. Yo frecuento tiendecitas y ferias en busca de regalos originales. Esas compras son más personales y benefician a los comercios locales.

Cíñete a tu presupuesto. El amor que hay en tu corazón no tiene por qué guardar relación con el tamaño del regalo. Me gusta confeccionar yo misma regalos para mi círculo más amplio de amigos: adornos para el árbol de Navidad, marcapáginas personalizados, dulces, etc.

Que disfrutes de una celebración navideña significativa, con el mayor amigo de regalar que hay: Cristo.

Sally García es docente, mentora, escritora y traductora. Realiza asimismo labores misioneras. Vive en Chile con su esposo Gabriel. ■

Una Navidad de mínimos

La Navidad de diciembre de 2020 fue la primera que pasé sin mi marido. Había fallecido cinco meses antes, en un proceso que fue bastante rápido. Él aún tenía muchos proyectos pendientes. Uno de ellos habría sido sin duda un nuevo espectáculo navideño. Esa era su pasión.

Yo sabía cuándo le venía la inspiración para la Navidad, a menudo con bastante anticipación. Ese destello de inspiración pronto se convertía en fiebre, y se quedaba trabajando hasta altas horas de la noche escribiendo el guion, cosiendo trajes, juntando la utilería, grabando la música de fondo y ocupándose de los muchos detalles de montar un espectáculo.

Noviembre era siempre el mes de los ensayos, y en diciembre empezaban las funciones, ¡hasta unas 50 por temporada! Después de ese maratón, terminábamos todos agotados, pero también sumamente contentos y satisfechos. Transmitíamos el espíritu de la Navidad a muchos niños, ancianos y discapacitados. Eso era lo mejor de la Navidad.

La Navidad de 2020 no solo fue la primera sin mi marido y sus programas, sino que, debido a la pandemia, también fue la primera que pasamos confinados. En noviembre me senté con dos colegas para hablar de aquella Navidad anormal y vacía.

¿Qué podíamos hacer? ¿Qué habría hecho mi marido? ¡Seguro que habría hecho algo!

Finalmente nos dimos cuenta de que teníamos nuestros teléfonos y la Internet. Todavía podíamos

transmitir el espíritu de la Navidad de alguna manera. Al fin y al cabo, la mayoría de nuestros amigos estaban en la misma situación; de hecho, ¡la mayor parte del mundo estaba en las mismas!

Así que montamos un escenario en la sala y grabamos un espectáculo navideño improvisado y rudimentario. Solo unas cuantas canciones y una sincera felicitación navideña. Nos sentimos raros creando un espectáculo tan sencillo, pero no podíamos hacer otra cosa. Cuando revisamos nuestra producción en video (nada menos que en tres idiomas), ¡vimos que no estaba tan mal!

Lo enviamos por todo el mundo, a cientos de amigos y familiares. Lo enviamos a instituciones cercanas donde habíamos hecho funciones en años anteriores. Así pudieron tener al menos algo de nosotros y, sobre todo, del espíritu de la Navidad. Con nuestro pequeño video traspasamos muchas fronteras físicas, y las reacciones fueron impresionantes.

El día de Navidad invitamos a una madre soltera a venir con su hijo a comer con nosotros. No estaba permitido tener más de cierto número de personas bajo el mismo techo, ¡así que valoramos mucho aquella mesa para cinco!

¡Desde luego fue una Navidad de mínimos!

Josephine Kind ha participado activamente durante las últimas tres décadas en labores humanitarias en países del sur de Europa.  ■

Josephine Kind

NUESTRO SALVADOR NOS ENTIENDE

Hay cuatro libros de la Biblia dedicados a la vida de Jesús. Contienen Sus enseñanzas, milagros, acciones, etc. Los evangelios de Marcos y Juan comienzan cuando Jesús tenía ya 30 años, al inicio de Su ministerio público. En cambio, tanto Mateo como Lucas narran el nacimiento de Jesús, aunque cada uno menciona diferentes hechos. Por eso, si quieres enterarte de todos los detalles te recomiendo que leas ambos libros.

Lo que me parece interesante es que, aparte de Su nacimiento y primera infancia, no se sabe nada de Sus primeros años de vida, con la excepción de un pequeño incidente cuando tenía 12 años. Es asombroso pensar que Jesús fue la encarnación de Dios y, sin embargo, pasó los primeros 30 años —casi el 90% de Su vida en la Tierra— como un desconocido, ¡sin que nadie lo reconociera!

¿Qué hizo Jesús en esos años? ¿Por qué no bajó a la Tierra como un relámpago, plenamente desarrollado, en el momento en que debía comenzar Su misión? ¿Por qué tuvo que nacer y llevar lo que probablemente fue una vida muy normal?

Antes de iniciar Su ministerio, Su vida era tan normal que ni Su propia familia, ni Sus vecinos, ni Su comunidad tenían el menor indicio de quién era Él en realidad. Refiriéndose a Jesús, Mateo 13:54–56 dice: «Al llegar a Su pueblo, comenzó a enseñar a la gente en la sinagoga. “¿De dónde sacó este tal sabiduría y tales poderes milagrosos? —decían maravillados—. ¿No es acaso el hijo del carpintero? ¿No se llama Su madre María y no son Sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No están con nosotros todas Sus hermanas? Así que, ¿de dónde sacó todas estas cosas?”»

Creo que la respuesta a la pregunta de por qué vino a la Tierra como una pequeña criatura se encuentra en Hebreos 4:15. Allí habla de que Jesús intercede por nosotros y dice: «Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros» (ntv). Pasó 30 años viviendo igual que nosotros, para conocer todo lo que significa ser humano, toda la angustia, el dolor, la alegría, el amor, la felicidad, la desilusión y la confusión. Ese versículo continúa diciendo: «Sin embargo, ¡Él nunca pecó!» Esa es la diferencia. Jesús es perfecto, nosotros no; de todos modos, Él nos entiende. Se identifica con nosotros y nos ama a pesar de todo. Por eso Su nacimiento es tan estimable e importante, y por eso la Navidad es motivo de celebración y alegría.

Simon Bishop realiza obras misioneras y humanitarias a plena dedicación en Filipinas. ■

¡LA NOCHE EN QUE CRISTO SE HIZO PRESENTE!

Era invierno en Rumania. Algunos habíamos preparado regalos y bolsas con pollo, alimentos básicos, aperitivos y frutas.

Estacionamos el auto en una calle oscura rodeada de grandes bloques de apartamentos de una zona pobre de la ciudad. Yo fui con Marius, siguiendo las indicaciones que nos daba el Espíritu Santo en nuestro corazón. Entramos en un edificio cualquiera, subimos las escaleras, giramos a la izquierda, luego a la derecha, hasta toparnos con una puerta. Llamamos. Esperamos. Volvimos a llamar.

Se abrió la puerta, y en el umbral apareció un hombre. Detrás de él se veía una habitación vacía y una niña pequeña. Nos miró fijamente y, al notar las bolsas que llevábamos en las manos, dijo: «¿Los envió mi suegra?» Luego, con voz entrecortada, añadió: «¡No quiero tener nada que ver con ella!» Y se dispuso a cerrar la puerta. Conseguimos explicarle que no era así, sino que era Nochebuena y habíamos sentido un fuerte impulso de

llamar a su puerta. Se quedó callado, dio un paso atrás y nos dejó entrar.

En el apartamento no había casi nada. El mobiliario era escaso; las luces, tenues. Se respiraba un ambiente sombrío y triste. No había árbol de Navidad, ni alegría, ni comida en la mesa.

Iniciamos una conversación con Bogdan. Nos contó que su mujer acababa de dejarlo. Estaba en la indigencia y se sentía muy solo por ser Nochebuena.

Le hablamos palabras de fe, con la esperanza de infundirle ánimo y sacarlo de su abatimiento. Luego descargamos en su mesa todas las provisiones que llevábamos y le dimos regalos y dulces a su hijita. El rostro de la niña empezó a iluminarse y se le dibujó una sonrisa radiante.

Nos sentamos con ellos. Después de conversar, reír y orar con ambos, el ambiente de la sala se transformó: se llenó de paz y luz. Esa noche se sintió la presencia de Cristo en aquella humilde morada.

Al terminar, Marius y yo volvimos caminando en silencio al auto. Cuando ya nos dirigíamos a casa para disfrutar de la cena de Navidad con nuestra familia, no pudimos evitar sentir la cercanía de Jesús, y una alegría interior inundó nuestro corazón.

Que esta Navidad te traiga mucha alegría y que compartas su verdadero significado con los que necesitan la esperanza de la Navidad: ¡las personas de este mundo que están perdidas, que están solas, que sufren!

Christian Sergei es docente. Vive en Rumania. ■

La búsqueda de paz

«¡Gloria a Dios en las alturas —proclamaron los ángeles a los pastores la noche en que nació Jesús— y en la Tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (Lucas 2:14).

Si bien la paz ha sido una aspiración de la humanidad desde que las dos guerras mundiales produjeron una devastación sin precedentes, nuestra capacidad para alcanzar o establecer la paz sigue siendo limitada. Actualmente sigue habiendo guerras y hostilidades en diversas partes del planeta. Una paz auténtica y duradera a todo nivel —tanto en la esfera internacional como en nuestra vida personal— es hoy más difícil de lograr que nunca.

En la Biblia, la palabra paz significa mucho más que la ausencia de conflictos. Tiene también el sentido de salud y bienestar. En el Antiguo Testamento se emplean dos términos hebreos para expresar ese concepto: shalom (paz) y shalem (salud o plenitud). Tener paz era disfrutar también de paz interior (espiritual y emocional), salud, abundancia y armonía con la vida en todo aspecto, incluso en plena tormenta, cuando los problemas parecen robárnosla.

En el texto original del Nuevo Testamento se emplea más de cien veces la palabra griega eirene para referirse a la paz, tanto en sentido figurado como literal. La expresión «vayan en paz» significa «caliéntense y sáciense» (Santiago 2:16). La noche antes de Su crucifixión Jesús dijo a Sus discípulos: «La paz les dejo, Mi paz les doy. […] No se turbe su corazón ni tenga miedo» ( Juan 14:27).

Al igual que en el Antiguo Testamento, la paz es mucho más que una simple ausencia de conflictos en la sociedad. Es una sensación de bienestar interior que procede de Dios y que, como un bien preciado, se le concede a toda persona que acepte a Jesús, el Príncipe de Paz, sin el cual no hay paz duradera. La paz de Dios, que sobrepasa el entendimiento humano (Filipenses 4:7), es real y se manifiesta sea cual sea la situación en que te encuentres.

Por más que en el mundo impere la confusión, puedes tener paz en tu corazón por medio de Jesucristo. Aunque a tu alrededor haya guerra y caos, puedes disfrutar de la paz de Dios, que no depende de las circunstancias.

Jesús es tu paz. Nuestro socorro viene del Señor, que hizo los Cielos y la Tierra (Salmo 121:2). Esta Navidad, Él ofrece a cada persona de este mundo auténtica paz y consuelo, así como vida y amor eternos. Todo ello viene incluido en la salvación que Él nos ofrece, un regalo de un valor incalculable. ■

De Jesús, con cariño

Paz en la Tierra

Para celebrar Mi nacimiento, puedes unirte a la multitud de ángeles que proclamaron «gloria a Dios en las alturas» y hacerte eco de su oración por que haya paz en la Tierra y buena voluntad para con los hombres (Lucas 2:13,14). Tal como enseñé a Mis primeros discípulos, puedes rezar para que venga Mi reino a la Tierra como está en el Cielo (Mateo 6:10). En Mi reino no habrá más guerras ni opresión, injusticia, pobreza o desesperanza, pues soy el Príncipe de Paz (Isaías 9:6).

He dicho que los que trabajan por la paz son bienaventurados, pues serán llamados hijos de Dios y heredarán la Tierra (Mateo 5:3–9). Tú también puedes ser un pacificador y esforzarte por que haya paz en el mundo, cualesquiera que sean tus circunstancias. Puedes promover la paz verdadera propagando Mi amor y compasión con palabras cordiales y gestos de bondad. Esta Navidad te invito a hacerles a otros el regalo de Mi paz y llevarles Mi esperanza, alegría y amor eterno. No pienses nunca que tus esfuerzos serán inútiles. Una sola persona, ungida con el poder de Mi amor, puede convertirse en un instrumento de Mi paz. Cambia tu mundo —tu esfera de influencia, tu casa, tu comunidad, tu lugar de trabajo— indicándoles a los demás cómo acceder a Mi paz duradera y Mi salvación eterna.

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