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Por qué el gobierno de Da
Global y Variable Gustavo Volmar
Asediados por un año
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Mientras no se cuente con una vacuna, el COVID-19 continuará asediando a la humanidad
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que no se debe esperar un retorno a la normalidad cuando el punto máximo de la pandemia haya pasado. Aunque las personas alrededor del mundo aguardan con ansiedad la señal de que pueden volver a sus actividades habituales, la OMS indica que eso no será posible hasta que se cuente con una vacuna efectiva contra el virus. Mientras tanto, el COVID-19 continuará asediando a la humanidad.
Aun los que padecieron la enfermedad y se hayan curado, no estarán necesariamente a salvo. Esto así porque todavía se desconoce por cuánto tiempo durará la inmunidad adquirida. Sería deseable que fuese por muchos años, pero habrá que esperar para saberlo.
Como consecuencia de esa incómoda perspectiva, se anticipan cambios significativos en los estilos de vida y en las relaciones sociales. Dado que el virus seguirá presente, que es muy contagioso y que la mayoría de la población carecerá de defensas contra él, existirá un peligro permanente de contraer la enfermedad, lo que hará necesario que las personas mantengan vigentes las prácticas de higiene recomendadas, y que limiten los contactos con otros individuos al mínimo posible. Eso puede representar una seria dificultad para la reactivación de algunos segmentos económicos como los restaurantes y gimnasios, pues no es particularmente atractivo almorzar o ejercitarse con una mascarilla puesta.
Por supuesto, será la vida de los envejecientes la que sufrirá más cambios, a riesgo de perderla si comienzan a hacer lo que antes hacían. Y hay un factor económico que tener en cuenta. Resulta ser que en el turismo de alto nivel y en el llamado turismo inmobiliario, las personas de edad tienen una elevada participación. Evaluaciones llevadas a cabo en el segmento de los cruceros, por ejemplo, muestran que en numerosos circuitos el porcentaje de envejecientes entre los viajeros es muy superior al porcentaje que ellos constituyen dentro de la población.
gvolmar@diariolibre.com
Alertan pandemia tiene en riesgo cerca de 100 millones empleos
DUBAI. El sector mundial de turismo y viajes podría perder 2.7 billones de dólares por el impacto de la pandemia, que también pone en riesgo cerca de 100 millones de puestos de trabajo, según estimaciones del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC, en inglés).
En declaraciones a Efe, la presidenta del WTTC, Gloria Guevara, apuntó a la suspensión de las visitas internacionales por parte de China, los que más gastan por viaje del mundo, como uno de los principales causantes de la crisis, con “enorme impacto” en el resto de las economías.
La agrupación del sector privado calcula que el turismo conforma el 10.3 % del producto interior bruto (PIB) mundial.
“Los gobiernos deben pagar a los trabajadores que perdieron sus empleos, ayudar a los negocios con préstamos sin intereses, debido a que necesitamos liquidez”, dijo. EFE
FINANCIAL TIMES
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Migrantes venezolanos enfrentan difíciles decisiones conforme se propaga el coronavirus
Los empleos escasean bajo el confinamiento, pero regresar a Venezuela pudiera ser más peligroso para los migrantes que permanecer donde están
Gideon Long
En una estación de autobuses en las afueras de Bogotá, Leidy Aparicio estaba desesperadamente intentando llegar a Cúcuta, una ciudad ubicada a 550 kilómetros de distancia, en la frontera de Colombia con Venezuela. Desde allí, ella planeaba viajar a su ciudad natal de Valencia, al oeste de Caracas, donde su familia la estaba esperando.
“¿Por qué quedarse aquí en Colombia?” ella preguntó. “No queda nada para nosotros. No tenemos trabajo debido al coronavirus, ni dinero, ni comida, y muchos de nosotros hemos sido expulsados de nuestras casas. Al menos en Venezuela estaremos con nuestra propia gente”.
A medida que la pandemia se extiende por Latinoamérica, miles de migrantes venezolanos como la Srta. Aparicio enfrentan una difícil decisión: quedarse en sus países adoptivos donde no tienen trabajo debido al confinamiento y donde tienen que pagar el alquiler; o dirigirse a Venezuela, donde las condiciones son peores, pero al menos tendrán un techo sobre sus cabezas.
Durante los últimos años, el flujo de migrantes desde Venezuela ha sido el más grande del planeta, eclipsando incluso el flujo de sirios a través del Mediterráneo, el cual se ha reducido después de una década de guerra. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y las agencias nacionales de migración han indicado que 5 millones de personas han abandonado Venezuela desde 2015, empequeñeciendo el éxodo de musulmanes rohinyás de Myanmar o la migración de Sudán del Sur, un país devastado por la guerra.
Más de un tercio de los migrantes — 1.8 millones — han ido a Colombia, y 1 millón de ellos no tienen permiso para quedarse. Muchos a duras penas se ganan la vida en el mercado laboral informal, vendiendo bocadillos en las calles o aceptando trabajos ocasionales.
El confinamiento significa que el trabajo se ha evaporado. La Srta. Aparicio dijo que, después de 10 meses de empleo esporádico en Bogotá, ella había sido desalojada de su alojamiento compartido porque ya no podía pagar su renta mensual de US$75.
“ COVID-19 ha destruido las extre
Venezolanos salen de Colombia.
madamente frágiles vidas que los venezolanos estaban intentando establecer para sí en Colombia”, señaló Marianne Menjivar, la directora para Colombia y Venezuela del Comité Internacional de Rescate, una organización no gubernamental (ONG).
Regresar a Venezuela no es fácil. Los vuelos y los autobuses están detenidos. Algunos venezolanos están caminando, creando un potencial peligro sanitario en las ciudades y pueblos por los que pasan. Algunos intentan encontrar a alguien que los lleve, pero hay poco tráfico en las carreteras de Colombia, y los conductores son reacios a detenerse debido al temor al contagio.
Sin transporte público, algunos venezolanos están organizando sus propios autobuses, y los alcaldes colombianos — ansiosos de verlos partir — los están ayudando. En Caracas, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, acusó a las autoridades colombianas de xenofobia y prometió tratar a los retornados “con amor y afecto”.
En un reciente fin de semana, 20 autobuses se aparecieron en Cúcuta provenientes de todo el territorio colombiano. Los migrantes desembarcaron, arrastrando maletas y llevando sus pertenencias en bolsas de plástico. Algunos estaban acompañados por niños pequeños. Otros llevaban mascarillas para protegerse de la infección.
Ciertas ONG han reportado venezolanos caminando desde Ecuador, a una distancia de 1700 km, a través de las montañas de los Andes. Más al sur, los migrantes en Perú, en Chile y en Argentina están atrapa
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dos. Sin transporte, y con las fronteras cerradas, no les queda más remedio que permanecer en donde están.
Para aquellos que logran llegar a Venezuela, las condiciones parecen sombrías. La gran mayoría está llegando al estado Táchira, donde el gobierno les ordena que permanezcan en cuarentena durante quince días. A pocas personas se les permite ingresar a los centros de recepción, y es difícil saber cómo son.
Las autoridades han tuiteado fotografías de sonrientes inmigrantes comiendo en ordenados comedores al aire libre, pero la gobernadora del estado Táchira, Laidy Gómez — una gobernadora entre los pocos de la oposición en Venezuela — dijo que las condiciones “no eran las mejores”.
La Sra. Menjivar dijo: “Los retornados parecen estar albergados en terminales de autobuses, en edificios escolares vacíos sin control de multitudes, sin distanciamiento social y con inexistentes instalaciones sanitarias. Es la receta perfecta para una explosión de esta enfermedad”.
Fuera de los centros, las condiciones en Venezuela son generalmente terribles. Un reciente estudio concluyó que era la nación peor preparada de las Américas para enfrentar una pandemia, detrás de Haití y de Honduras. La mayoría de las clínicas carecen de equipos básicos como guantes, jabón, mascarillas quirúrgicas, batas o incluso agua limpia.
La oposición venezolana señaló que sólo el 3.3 por ciento de la población del país cuenta con un suministro ininterrumpido de electricidad, y sólo el 17.6 por ciento con un suministro ininterrumpido de agua. Más del 90 por ciento no tiene acceso a gasolina, y el 89 por ciento no tiene ingresos ni ahorros para ayudarlos a sobrevivir la crisis.
Ante esa realidad, muchos venezolanos en Colombia han optado por quedarse en el país.
Con los migrantes enfrentando dificultades para encontrar trabajo, es probable que el flujo de remesas a Venezuela se reduzca, privando de ingresos a quienes están dentro del país. Ecoanalítica, una firma consultora en Caracas, dijo que las remesas alcanzaron US$3.5 mil millones el año pasado, alrededor del 5 por ciento del producto interno bruto (PIB).
El cierre de las fronteras de Venezuela también conlleva implicaciones para los esfuerzos del gobierno del Sr. Maduro por controlar una situación potencialmente explosiva. Como lo señaló el Grupo Eurasia, la migración hacia el exterior “ha sido una importante válvula de escape de la tensión social durante los últimos años”.