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La Relación Maestro-Discípulo
María Isabel Crespo de Lebed
Parte I
La relación maestro-discípulo es una de las interrogantes de la vida espiritual. Podemos preguntarnos: ¿Quién es nuestro maestro? ¿Cuál es el papel del maestro? ¿Qué significa ser un discípulo? ¿Cuáles son los deberes espirituales del chela? ¿Qué bendiciones nos llegan con un guía espiritual o gurú?... A continuación, algunas reflexiones y vivencias.

EL ANHELO DE DIOS
- Somos hijos de Dios
Nos impulsa un deseo de buscar ¿qué cosa?, ese “algo” más en la vida... Ansiamos algo Superior y tenemos esa aspiración interna de realizar nuestro ser espiritual. Este es el punto de partida. Lo primero que nos anima es ese anhelo vivo de Dios…
¿Y por qué este ideal resulta tan natural en personas de todas las culturas y tradiciones, de todos los tiempos, y está profundamente oculto en el corazón humano? … Porque somos hijos de Dios. Si empezamos por reconocer nuestra naturaleza filial, comenzaremos por aceptar que nos pertenecemos a Dios y que Dios también está en nosotros. Y con esa confianza de hijos suyos, estaremos listos para emprender nuestra búsqueda.
- Tenemos que abrirnos a la vida espiritual
Desventuradamente, la gran mayoría de la humanidad transita por esta vida terrenal sin despertar a esas preguntas que son fundamentales para darle sentido a su existencia: ¿Cuál es nuestro origen y destino? ¿Somos en verdad seres salidos de las manos de Dios? ¿Somos chispas divinas?... De modo que debemos estar dispuestos a no contentarnos con la vida material, con la vida que solo tiene que ver con el plano físico, con el tiempo, con el espacio, con las ocu- paciones meramente mundanas que tanto nos absorben. Porque ciertamente hay algo mucho más elevado que trasciende la existencia humana misma. Entonces, ¿estamos dispuestos a abrirnos a la vida espiritual?
- El ingrediente de la fe
Si abrazamos la esperanza, esa creencia de que vamos de regreso a Dios nuestro Padre, si tenemos esa certeza, la firme convicción de que existe ese reino del que hablaba Jesús para nosotros, ese reino de felicidad, de paz, de gozo y de luz, entonces estaremos caminando con fe hacia todos esos bienes que pertenecen al orden espiritual y de los cuales también podemos ser partícipes.
“La fe -como decía San Pablo- es la prueba de las cosas que no se ven.” Esa fe nos es necesaria para permitir la acción de Dios. ¿Cuántas veces Jesús, al obrar los milagros, dijo: “Tu fe te ha salvado”?... De modo que el principio de la fe tiene que operar. Y la fe significa entregarnos confiadamente a nuestro Padre. No solamente saber que Él “es”, o saber que “está”; no basta con saber que “somos de Dios”. Necesitamos confiar en Él y entregarnos enteramente a su voluntad para que obre en nosotros esa apertura de conciencia espiritual. Pero ¿podemos solos?... ¿Cómo opera el auxilio divino?

¿QUÉ ES UN GURÚ?
- Disipador de tinieblas
Cuando el devoto –especialmente en Oriente- entra en el sendero espiritual ansía tener lo que se llama un gurú. Y muchos buscadores de Dios piden fervorosamente tener la bendición de contar con un maestro espiritual. Pero, ¿qué es un gurú?
El gurú tiene mucha sabiduría. El gurú es “disipador de tinieblas”. Gu significa oscuridad. Pensemos que estamos en una oscuridad espiritual, que no conocemos las verdades de Dios, que no comprendemos cuál es el camino de la realización espiritual, que estamos perdidos en un lugar donde falta justamente la luz de la verdad, de la sabiduría, todo lo que significa estar iluminados. Un gurú es un ser realizado que está en capacidad de guiar a otros porque ya él o ella misma se ha realizado en Dios, y se puede constituir entonces en un guía o disipador de tinieblas para otros. El gurú es el que despeja y destruye (Ru) esa oscuridad.
Dicen los orientales que nosotros tenemos que ir descorriendo los velos de Maya, es decir, todos los velos de la ilusión, de los parámetros en los que creemos que estamos viviendo una realidad, descuidando las cosas del espíritu. Y cuando llega el gurú, es decir, cuando viene un guía espiritual a nuestra vida, él tiene una misión: ayudarnos a disipar esas tinieblas, acabando con esa oscuridad espiritual en la que estamos, para mostrarnos el camino.
Veamos el ejemplo de Paramahansa Yogananda. Él trajo desde la India la ciencia sagrada del Yoga y estableció muchos centros espirituales siguiendo los mandatos de su gurú Sri Yukteswar. Emprendió esa misión, a la que en un inicio se resistía, y arribó a América sin saber a qué iba realmente. Pero movido por la fe en Dios y la obediencia a su maestro, pronto se convirtió en un luminoso baluarte de espiritualidad y muchos empezaron a reconocerlo, a su vez, como un nuevo gurú continuador de su maestro.
Grandes santos, al relatar sus vidas también revelan etapas previas de aridez, de mucha duda y oscuridad espiritual, y cuentan cómo a base de mucho esfuerzo y perseverancia lograron disipar esas tinieblas. Muchos de ellos han tenido la bendición de contar con un guía espiritual.
- El gurú es el maestro del espíritu
El gurú no es el maestro de los temas que van a abonar a nuestro intelecto. El gurú no es el típico profesor que nos va a enseñar un montón de cosas para leer, para memorizar o repetir. El gurú es un maestro para el espíritu.
El gurú tiene muchas formas de enseñar, y a cada uno con particularidad. Muchas veces enseñan con el silencio, en otros casos con la sola fuerza del ejemplo, o dejando que el discípulo viva su propia experiencia para que vaya creando un aprendizaje guiado de lo propio. El gurú se preocupa de acompañar al chela, que en el lenguaje oriental equivale al discípulo, para enseñarle las cosas del espíritu.
Hace muchos años, conocimos al padre Mauricio Arias Restrepo, un gran sacerdote colombiano que se convirtió en discípulo del Padre César Dávila cuando aprendió a orar. Y nos confió estas palabras, que recuerdo con nitidez: “…Yo he encontrado al fin, a mi guía espiritual. En el servicio pastoral me había volcado a la parte social. Ahí me quedé vacío, pues la gente me consumió en busca de ayuda únicamente material; y yo me quedé sin nada, sumido en una etapa de oscuridad. Tuve que volver a mis raíces para sentir de nuevo a Cristo, mi maestro. Lo encontré en la meditación y ahora me siento plenamente feliz…” Es el testimonio de alguien consagrado a la vida sacerdotal y que atravesaba esa gran crisis.
Algo similar sucedió con mi gurú, el Padre César Dávila. Es conocida su historia: él, un sacerdote formado, muy versado, conocedor de la teología, de la filosofía, de la mística, con larga trayectoria de servicio pastoral y que, sin embargo, en un momento de su vida siente un profundo vacío. Y viene a Quito un emisario de la India (Pandit Beck Pathi Sinha), un instrumento para despertar su conciencia, quien lo introduce en el mundo de la oración contemplativa o meditación y la ciencia del yoga, iniciando su iluminación. Es entonces cuando se produce lo que él llama su “nuevo nacimiento”. Es volver a nacer.
Entonces, a veces nos esforzamos tanto, pero por el camino infructuoso, por el camino equivocado en el que nos podemos rellenar de conocimientos espirituales, aprendernos de memoria el dogma, el evangelio, los libros sagrados, saber sobre otros personajes y, sin embargo, nunca llegar a una mínima experiencia personal de Dios. Necesitamos pues la ayuda inspirada de esos seres realizados que están en capacidad de comunicarnos a Dios.

EL PAPEL DEL MAESTRO
El gurú tiene claro su papel, y también asume la gran responsabilidad que le ha sido confiada desde lo Alto, como lo manifestó el Padre César Dávila:
“Admiro la labor grande, abnegada, paciente, difícil y de tremenda responsabilidad de un gurú, de un maestro. No creáis señores que esta es una misión muy fácil de realizar. No, señores. Es una misión muy pero muy difícil, porque cada una de las personas es un enigma. Cada una de las personas es como esa esfinge que he visto cerca de las pirámides de Egipto, que contiene tantos misterios indescifrables... Y no creáis que es fácil ayudar, dar la mano a quienes todavía no tienen la capacidad de hacer un esfuerzo para encontrar la luz y para conocer la verdad. Admiro. Y admiro a estos hombres que llevan el mensaje y que vienen de Oriente con este mensaje de afuera. Un maestro –como aquí se ha oído- es una persona muy respetable señores, muy respetable.” (Congreso Internacional Yoga y Salud -Bogotá, 1980)
-¿Qué cualidades debe tener un gurú?
No cualquiera puede ser un gurú. Hay que reunir muchas cualidades. En primer lugar, el gurú o guía espiritual es un ser que está en sintonía con Dios, que ha logrado realizar la presencia divina, que está en capacidad de reconocer la luz de la oscuridad, la verdad de la mentira; que está apto para despertar las conciencias de otros para invitarlos a seguir su camino ofreciéndoles su sabiduría, elevada energía y total dedicación.
Imaginemos al gurú como un padre amoroso, como una madre que tiene que tomar y cuidar a ese pequeñito hijo para guiarlo y encaminarlo en todo momento.
- Son seres de gran magnetismo espiritual
Cuando por la gracia de Dios tenemos la posibilidad de reconocer a un gurú a través de su sola presencia física o mediante un toque de su sabiduría, vamos a sentir una gran fuerza que nos llama, una fuerza irresistible… Empezamos a conocer y poner en práctica sus enseñanzas, a acompañar sus actividades y relacionarnos con lo que nos quiere transmitir. Comenzamos a sentir una atracción muy, muy grande, que no es una adhesión humana a la persona sino a lo que ese maestro o ese ser realizado representa. No se trata de venerar al gurú, pues a quien adoramos es a Dios. Los maestros espirituales son seres venerables en el sentido de que podemos reconocerlos con todo respeto y amor como espíritus que ya han realizado la unión con lo Divino y no quieren dejar esta tierra sin haber ayudado a sus hermanos, encontrando que esa es su misión, la tarea que Dios les ha encomendado.
Los gurús o maestros espirituales son seres con un gran magnetismo espiritual. Uno se siente fuertemente atraído por su palabra, por su presencia, por sus acciones, por su mirada, por cualquier cosa que encienda en nosotros esa conexión.
Se dice que “el gurú llega cuando el discípulo está preparado, cuando el discípulo está listo”. Y por eso es que, a veces, ese gran imán o ese gran magnetismo que proyectan los seres realizados, no siempre logra capturar la atención o la conciencia de los demás. Si es que no hay la otra parte abierta, dispuesta para hacer esa conexión con el guía o maestro espiritual, no se va a dar esa fuerza de atracción.
- Son gemas, joyas relucientes en la esfera espiritual
De los gurús, podemos decir también que son unas joyas relucientes. Un maestro espiritual nunca va a pasar totalmente desapercibido. Aún en las conciencias más nubladas se percibirá un atisbo de luz, se pensará “esta persona tiene algo más, tiene algo especial que le distingue, tiene un brillo, un magnetismo y una luz diferente -que viene de algo”.
Y son verdaderas joyas porque se han pulido en el tiempo, porque se han transformado a base de su trabajo espiritual y de la inspiración que les ha dado también la gracia de Dios para ser maestros, guías, sabios, esos seres realizados que pueden ayudarnos en el sendero. Los gurús son gemas verdaderas de la esfera espiritual.
- Son luceros, faros que guían acompañan
Si nosotros cerramos los ojos e imaginamos la vastedad del universo, entonces percibiremos que hay miríadas de estrellas que titilan, que están ahí, refulgentes, brindándonos su luz. Esos son los maestros espirituales. Gracias a ellos tenemos entonces estos destellos de la luz de Dios que traspasa a través de ellos para llegar a los demás e iluminarlos. Los maestros son poderosos luceros, faros que con su luz nos muestran el camino, nos guían y nos acompañan.
Algo maravilloso es que el gurú no solamente nos dice “Ah mira, yo por ahí caminé un día y te digo que es algo bueno que tú también deberías experimentar”, sino que él también te va a acompañar. El gurú nunca no te va a dejar solo, siempre va a estar allí mostrándote la luz en el camino. Si meditas, va a despertar la intuición que te permitirá reconocer su presencia y su guía. De tal manera que los maestros nunca nos abandonan. Y eso es algo que tenemos que tenerlo muy claro, porque no es solamente pensar: “se presentaron, entramos en contacto, nos sentimos atraídos, nos identificamos”, sino que se producirá un vínculo indestructible, un vínculo muy fuerte que nunca se disolverá.
En esos seres realizados reconoceremos su presencia, su guía y acompañamiento. Podremos invocarlos en cualquier momento, en cualquier circunstancia, y sentir que están con nosotros.
El Padre César Dávila, precisó bien el papel y valor del maestro durante su aplaudida conferencia en el Congreso Internacional de Yoga y Salud (Bogotá, 1990) a la que hicimos referencia:
“Mis queridos señores: el maestro es un guía, un guía. Eso sí, un guía al cual debemos respetarlo, sobre todo amarlo. Pero -oídme bien- y quiero que sepáis qué pienso acerca del maestro: es un guía y nada más. El maestro no es la meta, oídme bien, un maestro es un guía, y muchos están en el error, tengo que decir esa palabra, al pensar que el maestro va a hacer lo que no ha podido hacer por pereza, por descuido, por negligencia, el chela o el discípulo. No. El maestro no suple las perezas, la falta de esfuerzo del discípulo. El maestro le dice al discípulo “Ven, te tomo de la mano, camina”. Pero el maestro no puede arrastrarlo, el maestro no puede empujarlo. El maestro, señores, no puede hacer milagros. Yo pudiera traer en este momento muchísimos ejemplos en la historia de todas las relaciones del maestro y del discípulo en el Oriente. El papel del maestro entonces, es el de suministrar una ayuda. Una ayuda nada más. El maestro no es la meta, es el camino para que el hombre llegue a su realización”.
Podemos tomar estas palabras como una advertencia para cuidarnos de no caer en fanatismos al entender el rol del gurú, porque no se trata de él, se trata de Dios a través de él. El maestro es un acompañamiento maravilloso, puede ser nuestra inspiración y nuestra guía, pero nunca será la meta.

El Padre Dávila, en ese sentido, guardó tanta humildad insistiendo siempre en presentarse como un instrumento, un instrumento, y -respecto de Dios- llamándose a sí mismo “el último de Sus hijos.” Nunca se ufanó de sus logros, simplemente siguió la inspiración que Dios le daba a cada paso para ayudar a los hermanos compartiendo el camino transformador que había descubierto: la meditación.
LA ORACIÓN DE LOS MAESTROS SOSTIENE AL MUNDO
Es justamente, la oración de maestros y devotos la gran fuerza energética que sostiene al mundo ante tanta negatividad: En Benares, la ciudad sagrada de la India, tuvimos la oportunidad de visitar algunos ashrams junto al Padre Dávila en su primera peregrinación a la India (1982). En uno de ellos, al pie del río Ganges, encontramos a un verdadero santo. Era un yogui longevo retirado en una pequeña y humilde habitación monástica de paredes azules y donde solo había un catre y la visita de unas alegres aves. Sonrió con su mirada luminosa al verse sorprendido con la llegada de un sacerdote católico y casi cuarenta de sus discípulos meditadores llegados del lejano Ecuador. El Padrecito se sentó incluso en el borde de esa camita, donde el asceta estaba en postura de loto. El intérprete dejó escuchar esta expresión del santo hindú: “La oración es lo único que está sosteniendo al mundo de su autodestrucción.”
Entonces pensemos que estos seres realizados, estos hombres y mujeres de Dios, estos santos, como los podemos llamar, tienen esa misión de haber venido al mundo para evitar la autodestrucción de la humanidad. Y claro, conflicto tras conflicto, el mundo se enreda en guerras fratricidas. Y cuando creemos que se está solucionando una, empieza otra... Esa es la falta de paz que tiene el espíritu humano, el ego absorbido por el deseo del poder material, de lo efímero. Pero, como contrapeso, están estos maestros espirituales, estos guías, o estos espíritus realizados que, en silencio, con su oración, literalmente “sostienen al mundo”. Ese es el poder de la oración, de la oración pura, de la oración a través de la cual Dios traspasa sus bendiciones al plano.
De modo que es necesario que demos gracias de tener estos espíritus elevados que cumplen con esta misión y nos ayudan a despertar la conciencia.

¿CÓMO RECONOCER A UN VERDADERO GURÚ?
Aquí una advertencia, porque hay riesgos y peligros también. Debemos ser muy rigurosos para percibir con los ojos y oídos del espíritu cuando estamos delante, o no, de un maestro espiritual. Porque también hay mucho engaño, hay mucha farsa. Se ha creado un mercado de cosas espirituales. Observemos que mientras más costoso el curso o la convivencia, mientras más rápida la clase, el taller, menos verdadero será aquello, porque -como ya hemos señalado- el trabajo espiritual es una constante.
El trabajo espiritual debe estar encaminado por un verdadero guía que no tiene ninguna otra finalidad que hacer el bien a sus hermanos. Sin embargo, hay muchos falsos gurús ataviados de forma extraña, creando aldeas, comunidades que incluso aíslan a sus adeptos del mundo, constituyendo peligrosísimos fanatismos que han llevado incluso a la muerte de sus incautos discípulos. Hay falsos gurús (hombres y mujeres) que les arrebatan sus posesiones materiales a los adeptos; otros que llevan una vida promiscua y que tienen cuántas esposas y una prole gigantesca. Los maestros del engaño solo alimentan su ego, subyugando bajo sus propias leyes la mente, la voluntad y la conciencia de sus discípulos.
El Padre Dávila nos comentó alguna vez: “Es un karma muy, muy grande el que se llevan estos falsos maestros”. Y no se puede juzgar el anhelo de un discípulo, la búsqueda sincera de quienes quieren tener un maestro, un gurú, pertenecer a una comunidad, seguir un camino espiritual. Pero si han caído en el engaño, en la propaganda, en la manipulación, entonces no estamos hablando de nada bueno, ni justo.
¿Cómo se reconoce un verdadero gurú? Con el ejemplo de su vida, en primer lugar. Si es una persona que no anhela posesiones materiales; si es un ser afable y bondadoso y de pensamientos puros; si se dedica por entero al servicio de los demás; si las cosas que habla son coherentes con aquello que hace; si tiene apertura de conciencia para no juzgar, para no intimidar, para no castigar; si ejerce el amor puro y desinteresado de Dios. En fin, hay tantas señales que a nosotros nos pueden decir si estamos delante de un hombre o mujer que es de Dios, porque trasluce un espíritu puro y por su elevado estado de realización espiritual está en capacidad de guiar a otros.
Recordemos que el Padre Dávila recomienda aplicar mucho “discernimiento espiritual”. Discernimiento, no solo para reconocer a un guía o aceptar lo que dice un maestro, también para tamizar todo aquello que podemos acepar como creencia.
Procuremos pues, alcanzar la vivencia de Dios en el revelador silencio de la meditación profunda, para comprender las verdades espirituales por la iluminación que nos concede el Espíritu Santo, y en profunda adhesión a nuestro gurú. *
Nota:
En una segunda parte de este tema, abordaremos otros aspectos, como la sintonía que opera entre el maestro y el discípulo, en qué consisten los linajes espirituales, cuáles son los deberes del discípulo y algunas claves que los seres realizados nos recomiendan para mantenernos despiertos a las cosas del espíritu. También consignaré testimonio acerca de mi amado gurú en Cristo, el Padrecito Dávila.




