Cuéntanos tu cuento

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Cuéntanos tu cuento

25 años de TRANSMILENIO S.A.

Cuéntanos tu cuento, 25 Años de TRANSMILENIO S.A.

TRANSMILENIO S.A.

Agradecimientos especiales

A la Gerencia General de TRANSMILENIO S.A.

Al equipo directivo

A la Dirección Corporativa

Y al Componente de Bienestar y Formación por la realización de este tipo de actividades de bienestar y por su dedicación y compromiso con este proyecto.

Fotografías

Archivo fotográfico de algunas personas concursantes de Cuéntanos tu Cuento, 25 Años de TRANSMILENIO S.A.

Taller Creativo de Aleida Sánchez B. SAS www.tallercreativoaleida.com.co

Corrección de estilo, diseño, ilustración y diagramación

Jorge Camacho Velásquez

Corrección de estilo e ilustración original

Diseño y diagramación

Zamara Zambrano Sánchez

Dirección creativa y de arte

Aleida Sánchez Buitrago

Primera edición para consulta online Diciembre de 2024

Producto hecho en Bogotá D.C., Colombia

Contenido

1

Pág. 5

Me voy a trabajar a TransMilenio

Un relato de Leidy Viviana Sánchez Guacaneme

2

Entre las vías de una ciudad

Pág. 8

3

Del miedo al éxito

Pág. 11

Un relato de Natalia Pardo Fierro

4

Viajes de confianza

Pág. 14

6

Pág. 20

Una historia de superación en movimiento

Un relato de Edy Santiago Mateus

Pinilla

7

Pág. 23

Un relato de Jaime Augusto Monguí Ávila

Un relato de Johnson Rafael Mendoza

5

Pág. 17

Esperanza tras esperanza y agradecimiento

Un relato de Gina Katherin Cortés Castiblanco

TransMi y yo

Un relato de Azucena Rusinque González

8

Pág. 26

Renacer, un sueño…

Un relato de Alberto Muñoz Caamaño

9

Pág. 29

Súbete, por aquí es el camino

Un relato de Eliana Marcela

Guerrero Rincón

10

Pág. 32

La ruta de mi vida en TransMi…

Un relato de Zully Karina

Ramírez Castillo

11

Travesías en TransMilenio

Pág. 35

Un relato de Juan Camilo

Rueda Smith

12

Mi segunda vez

Un relato de Yenny Andrea

Montenegro Salazar

13

En busca de la felicidad

Un relato de Luisa María Ávila Carvajal

14

Orgullo capital

Pág. 38

Pág. 41

Pág. 44

Un relato de Claudia Liliana Ospina Moreno

Presentación

Los 14 relatos que a continuación se presentan nacen de las experiencias de vida de personas servidoras de TRANSMILENIO S.A. que respondieron a la invitación Cuéntanos tu Cuento, 25 años de TRANSMILENIO S.A., realizada por la Dirección Corporativa y al Componente de Bienestar y Formación, en el marco de la celebración de los 25 años de la inauguración de este sistema de transporte masivo.

Se les invitó a escribir un relato de no más de 1000 palabras en el que contaran cómo su trabajo en la empresa o su experiencia como usuarias o usuarios del sistema les había cambiado la vida. Así surgieron estos relatos que muestran algunas de las muchas facetas en que TRANSMILENIO S.A. ha cambiado la vida de las y los habitantes de Bogotá.

Felicitamos a quienes aprovecharon esta oportunidad de hacer parte de este reconocimiento especial con ocasión de la celebración de los 25 años de TRANSMILENIO S.A.

Gerencia General de TRANSMILENIO S.A.

Me voy a trabajar a TransMilenio

Un relato de Leidy Viviana

Sánchez Guacaneme

He confirmado que la felicidad se encuentra en las pequeñas cosas: en el café de la mañana con mi amiga la pelirroja; en la risa que me causan las gracias de mis compañeros de oficina; en el sol que entra por la ventana y calienta los piecitos, porque el frío de la capital es tremendo; en conocer el TransMiCable como niña en dulcería; en el beso de mamá antes de salir de casa...

Me voy a trabajar a TransMilenio

Un relato de Leidy Viviana Sánchez Guacaneme

Bogotá, Colombia, 6:10 a.m. Voy en la ruta D216 camino a la oficina, en un rato me bajo y hago un trasbordo. Escribo mientras voy en el bus porque, al parecer, hoy también se subió la inspiración. Detrás venía el chico de ojos verdes que toma la misma ruta, llegó corriendo, pero alcanzó a subirse y se sentó justo al lado mío. No pongan cara de asombro, todos hemos tenido el crush del bus, no me digan que no, ¿no es así? Tengan paciencia que ya les tocará, ese que uno ve una vez y –como en el Titanic– solo queda en la memoria; en este caso nos saludamos porque ya somos “vecis” (la expresión más bogotana), nos vemos casi todos los días en el paradero.

La musa de la escritura me atacó en esta mañana de viernes. La emoción del país está a mil porque la Selección Colombia llegó la final de la Copa América. Un compañero del trabajo ya me había preguntado si iba a escribir mi cuento, no estaba segura, pero esto de escribir me gusta y es así como ocurre, de repente y sin anestesia. Entonces saco mi celular y escribo lo que viene a mi cabeza, porque eso después se olvida y hasta ahí llega la historia.

Vivo orgullosa de mi profesión. Estudié Comunicación Social y Periodismo porque me apasionaba la idea de escribir, de las cámaras y los micrófonos, y claro, las chifladas ideas de hacer un libro y cubrir un Mundial de Fútbol y unos Juegos Olímpicos.

Ser periodista me ha dado muchas alegrías, pero también una que otra tristeza, como cuando me quedé sin trabajo tras tener uno que me gustaba mucho en una emisora, donde, entre otras cosas, hacía un programa de música vallenata dos veces a la semana porque “¡Ajá!, ¿qué mejor que el vallenato?”. O eso piensan mi cerebro y mi corazón; la única manera de tenerlos en sintonía es con las notas de un acordeón.

Cuando vinieron los dolorosos, con meses y meses sin empleo, desesperada le dije a Dios: “Sabes qué, me rindo, ya no busco más trabajo en esta vaina”. Empecé a aplicar a cualquier cosa y un día le dije a alguien –no recuerdo a quién y eso que gozo de buena memoria–: "Me voy a trabajar a TransMilenio", pensando en aprovechar mi voz y ponerme a cantar mientras salía alguna cosita. Claramente sabía que no era la mejor idea y que debía encontrar otro espacio para explotar esas dotes artísticas, pero algo tenía que ponerme a hacer.

Después de los dolorosos, vienen los gloriosos y no hay mal que por bien no venga. Si con la mente llamé o no la bendición de estar en TransMi, no lo sé. No soy partidaria de las casualidades, más bien estoy convencida de que todo pasa por algo, que siempre estás en el lugar indicado a la hora correcta y que ha sido una alegría inmensa estar aquí, no hay un día en el que no me levante feliz y lista para llegar a mi trabajo, tanto en #modolunes que da pereza como en #modoviernes y uno ya no quiere nada.

¿Han escuchado eso de que el trabajo no es trabajo si se hace lo que se quiere? Pues está muy bien trabajar en TRANSMILENIO S.A. Sí canto mientras estoy escribiendo en la ofi, pero muy pasito para no molestar a los demás. Me pongo mis audífonos y busco un buen “diomedazo” o un tema de los Zuleta, aunque si hay que concentrarse entonces es mejor la música ambiental de Harry Potter, Il Divo o algo en francés, así mientras trabajo mejoro el vocabulario, ¡Très bien!

La vida no es perfecta, aunque ame los cuentos de hadas y los finales felices, pero hay momentos que se acercan mucho a

esa perfección y se deben disfrutar los días buenos mientras se tienen. He confirmado que la felicidad se encuentra en las pequeñas cosas: en el café de la mañana con mi amiga la pelirroja; en la risa que me causan las gracias de mis compañeros de oficina; en el sol que entra por la ventana y calienta los piecitos, porque el frío de la capital es tremendo (perdón Bogotá, te fallé como rola, no soy tan fan del frío); en conocer el TransMiCable como niña en dulcería; en el beso de mamá antes de salir de casa; en el dulce sonido de “transferencia realizada” cuando hago el trasbordo; en la sonrisa de papá y en las caras locas de mi hermana; en las orejas y los besitos de Nala, mi hermosa labradora blanca; y en las lágrimas cuando algo no me sale bien.

Trato de ser mejor persona cada día. Mi trabajo me ha ayudado a avanzar en ese proceso, rompiendo barreras que yo misma me había puesto, es un paso a paso y lo voy logrando. El plan del mundial y los olímpicos no ha muerto, haré ese cubrimiento algún día y lloraré de alegría cuando lo logre; pero ahora mi vida está aquí mientras seguimos moviendo a Bogotá.

P.D.: No crean que escribí todo esto en el bus, pero sí una gran parte. Ahora iré a buscar un cafecito, porque tengo correos que revisar y más cosas por escribir. Vayan a servirse uno ustedes también.

Entre las vías de una ciudad

Un relato de Jaime Augusto Monguí Ávila “ ”

En una mañana de agosto, cuando el sol apenas se asoma tímidamente sobre los cerros orientales, Felipe se prepara para su jornada laboral. Es conductor de una de las rutas más transitadas del sistema TransMilenio. Con su uniforme impecable y un rostro amable, recibe a los pasajeros con una sonrisa que contrasta con el bullicio y la prisa típicos de la hora pico.

Entre las vías de una ciudad

Un relato de Jaime Augusto Monguí Ávila

En las arterias de concreto y acero de Bogotá, transcurren historias que entrelazan la vida de sus habitantes. En esta gran urbe, millones de personas cada día son transportadas por imponentes buses rojos que son como su torrente sanguíneo, y además el escenario de muchas de esas historias.

En una mañana de agosto, cuando el sol apenas se asoma tímidamente sobre los cerros orientales, Felipe se prepara para su jornada laboral. Es conductor de una de las rutas más transitadas del sistema TransMilenio. Con su uniforme impecable y un rostro amable, recibe a los pasajeros con una sonrisa que contrasta con el bullicio y la prisa típicos de la hora pico.

Entre los pasajeros habituales se encuentra Natalia, una joven contadora que cada día toma esa ruta para llegar a su trabajo en el centro histórico. Siempre lleva consigo un libro y sus auriculares, refugios que la transportaban a otros mundos mientras el bus articulado avanzaba por las vías exclusivas del sistema.

Esa mañana, Felipe nota a un pasajero particularmente apurado. Es Daniel, un estudiante de medicina que debe llegar a tiempo a su rotación en un hospital al norte de la ciudad. Con su maletín en una mano y el celular en la otra, zigzaguea hábilmente entre la multitud para alcanzar el bus que se dispone a arrancar.

La rutina diaria en Transmilenio es un ballet caótico de gente que entra y sale, de miradas fugaces y conversaciones a medio empezar. Pero entre esa confusión urbana, cada persona lleva consigo su propia narrativa, sus sueños y sus anhelos.

Felipe, el conductor, conoce cada parada como la palma de su mano. Desde el amanecer hasta la noche, su ruta es su hogar móvil, su tribuna para observar la diversidad de rostros y destinos que conforman la ciudad. En ciertos momentos del

día el tráfico y las demoras frustran a los pasajeros, pero también hay momentos de calma y complicidad entre extraños que comparten breves momentos de cotidianidad.

Natalia posa su miraba en la ventana mientras el bus se detiene en una estación. El paisaje urbano cambia a medida que avanzan: rascacielos modernos, parques bulliciosos, calles estrechas llenas de historia. Para ella, TransMilenio no solo es un medio de transporte, sino una fuente de inspiración que le recuerda la infinita capacidad de la ciudad para reinventarse.

Daniel, el estudiante de medicina, aprovecha cada viaje para repasar sus apuntes o contestar correos urgentes. A pesar del trajín diario, siempre encuentra un momento para observar a su alrededor y maravillarse con la diversidad de expresiones y situaciones que se desenvuelven al interior del bus.

Un día al atardecer ocurrió algo inusual. Un grupo de músicos callejeros subió al bus en una estación céntrica y empezó a tocar una melodía suave y envolvente. Los pasajeros, por unos instantes, olvidaron sus preocupaciones y se dejaron llevar por el ritmo vibrante de la música mientras el sol se ocultaba tras los edificios y las luces de la ciudad empezaban a brillar. Felipe sonrió al recordar todas las historias que había presenciado a lo largo de los años. En esos relatos cotidianos, en las pequeñas grandes historias que se entrelazan en las líneas de buses articulados, residía la esencia misma de Bogotá: una ciudad vibrante, caótica, pero siempre llena de vida y oportunidades.

Esa misma tarde, cuando el grupo de músicos callejeros terminó su actuación y descendió del bus en la siguiente

estación, Felipe se ajustó el cinturón de seguridad con determinación. La música había dejado un halo de alegría en el ambiente, pero también había recordado a Felipe la importancia de la concentración y la seguridad en el volante.

Mientras maniobraba el bus por las congestionadas calles del centro, Felipe observaba con renovada atención a los pasajeros que se acomodaban en sus asientos. Cada frenada y cada giro se volvieron acciones precisas, conscientes del enorme compromiso que tenía con la seguridad de quienes confiaban en él para llegar a sus destinos.

Desde su puesto, Felipe ve a Natalia leyendo tranquila, a Daniel repasando sus apuntes con seriedad. Sabe que su responsabilidad no solo es llevarlos de un punto a otro, sino hacerlo de la manera más segura posible, protegiendo no solo sus vidas, sino también sus historias, sus sueños.

Así, entre el murmullo de los pasajeros y el traqueteo constante del bus , Felipe continua su trayecto con la certeza de que cada pequeña decisión puede hacer la diferencia. Porque en las calles de Bogotá, cada viaje en Transmilenio es una oportunidad para escribir historias de seguridad y confianza en el vasto lienzo de la ciudad que no deja de moverse.

Del miedo al éxito

Un relato de Natalia Pardo Fierro

TRANSMILENIO S.A. la ha hecho mejor persona, le ha enseñado que los sueños y las metas, trabajando desde el amor y la pasión por hacer bien las cosas, sí se cumplen. Aquella chica que llegó a esta gran ciudad con muchos miedos ya no existe.

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Del miedo al éxito

Un relato de Natalia Pardo Fierro

Erase una vez una chica recién llegada, sin mucha experiencia y con mucho miedo a enfrentarse a la gran ciudad. Un día, gracias a su gran carisma y perseverancia, logró incorporarse a una gran compañía llamada TRANSMILENIO S.A. Fue allí donde sus sueños empezaron a brillar en medio de la oscuridad, porque su jornada empezaba dos horas antes de la hora de entrada: tres de la madrugada.

Su trabajo consistía en habilitar zonales e inmovilizar. Al comienzo estuvo llena de miedos por no saber cómo hacerlo. Con el pasar de los días fue aprendiendo, convirtiéndose en una de las mejores. Sin conocer la importancia que tenía su trabajo en ese momento, lo hacía con mucho amor. Luego fue conociendo personas que la hicieron saber cuán importante era ese trabajo para que todo marchara en orden y la gran ciudad se moviera. Eso la emocionó muchísimo, pues a pesar de que estuviera a la sombra y su función pasara desapercibida para muchos, era consciente de lo valioso que era para esta compañía que hiciera las cosas con amor. Los habitantes de la Gran Ciudad se movilizaban con tranquilidad de tener un servicio a tiempo gracias a personas como ella, apasionada y agradecida de tener trabajo.

Así pasaron alrededor de cinco años donde esta chica entregó siempre el ciento por ciento de su capacidad para que todo funcionara como un relojito. Su vida había mejorado, ella estaba feliz, su familia lo agradecía. Entretanto, había estudiado, se había superado y había cumplido las metas que se propuso inicialmente.

Un día su jefe le contó que había una nueva oportunidad donde tendría una mejor asignación salarial y más oportunidades de mejora. La chica sin dudarlo decidió participar, pues era consiente de sus habilidades y su amor por esta gran compañía.

Entonces consiguió quedarse con la vacante y es allí donde ahora se desempeña. Realiza diferentes funciones apoyando la operación, pero de una manera más administrativa. Sigue haciéndolo con mucho compromiso y amor. Gracias a su nuevo cargo tiene más tiempo para compartir con su esposo e hijo, su calidad de vida ha mejorado y ha logrado aquello que siempre había soñado: viajar, comprar carro, darle bienestar económico a su familia.

Cuéntanos tu cuento

TRANSMILENIO S.A. la ha hecho mejor persona, le ha enseñado que los sueños y las metas, trabajando desde el amor y la pasión por hacer bien las cosas, sí se cumplen. Aquella chica que llegó a esta gran ciudad con muchos miedos ya no existe. Gracias a esta compañía se ha convertido en una mujer fuerte y valiente, que se ha demostrado a sí misma y a los demás lo que podemos hacer sin importar los miedos o el desconocimiento. Todo está en la mente, el corazón y las ganas de salir adelante por nosotras mismas, por nuestra familia. Esta mujer estará siempre agradecida con la hermosa compañía para la que trabaja.

Viajes de confianza

Un relato de Johnson Rafael Mendoza

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En TransMilenio, donde los destinos se entrelazan y los sueños toman forma en cada viaje realizado, el viejo Rafa ha encontrado más que un trabajo: ha encontrado un propósito.

Viajes de confianza

Un relato de Johnson Rafael Mendoza

En lo profundo de esta gran ciudad bulliciosa, donde el trajín diario marca el ritmo de las horas, se alza la empresa

TRANSMILENIO S.A. Para el viejo Rafa un nuevo mundo comenzó entre el vaivén de articulados y la sonrisa de pasajeros cuando decidió unirse al equipo como un soñador con una pasión por conectar personas y destinos.

Sus primeros días fueron como auxiliar operativo de inspección a la operación (inspector), con unos sueños tan grandes como la misma ciudad, absorbiendo conocimientos como el motor de un articulado absorbe el combustible, como si fuera un paseo a la Antártida, un continente desconocido, emocionante y lleno de sorpresas. Desde las plataformas de los portales brindando atención al cliente, aprendió el arte de escuchar sus necesidades y brindar soluciones con una sonrisa. Cada abordaje de los usuarios a un bus era un pequeño triunfo, cada pasajero satisfecho una victoria personal.

Con el tiempo, ascendió a técnico de control en la dirección de operaciones, una responsabilidad que asumió con pasión y dedicación. Su talento en función de la organización y su atención meticulosa a los detalles brillaron intensamente. Coordinaba horarios, aseguraba la puntualidad de los servicios y garantizaba que cada viaje fuera seguro y confortable. Hacía seguimiento a las rutas, optimizaba los tiempos y aseguraba que cada pasajero llegara a su destino. Por encima de la eficiencia operativa, logró el respeto y la admiración de sus colegas por su trato humano y su capacidad para resolver problemas con calma y determinación. Más allá de las responsabilidades diarias, el viejo Rafa descubrió que su verdadera pasión residía en el bienestar de quienes confiaban en TransMilenio.

El desafío llegó con la expansión hacia nuevas áreas y tecnologías. La empresa apostó por el SITP, por modernizar sus flotas y ofrecer experiencias de viaje más enriquecedoras. El viejo Rafa se encontró en la Dirección Técnica de Seguridad con equipos multidisciplinarios encargados de que los pasajeros y los diferentes actores de la vía tuvieran seguridad de vanguardia. Aprendió a navegar por las aguas turbulentas del cambio, acompañando a su equipo con determinación y visión.

Pero su verdadero viaje comenzó cuando asumió el rol de supervisor de contratos. Ahí no solo se trataba de gestionar recursos humanos, sino de cultivar el talento y el crecimiento personal de cada contratista, la conexión humana se convirtió en el motor que impulsaba su trabajo diario.

Los años pasaron como estaciones en una ruta interminable. Hoy, al contemplar desde su oficina el ir y venir de buses troncales y zonales que simbolizan más que simples trayectos, el viejo Rafa sabe que su historia es parte inseparable de TransMilenio. Ha construido una carrera basada en valores de integridad, pasión y compromiso. Y aunque el camino hacia el éxito nunca estuvo exento de curvas y pendientes, cada desafío lo ha fortalecido y enriquecido.

En TransMilenio, donde los destinos se entrelazan y los sueños toman forma en cada viaje realizado, el viejo Rafa ha encontrado más que un trabajo: ha encontrado un propósito.

En TransMilenio, donde cada viaje es una oportunidad para conectar corazones y almas, su legado es un testimonio vivo de que el verdadero crecimiento se encuentra en el servicio a los demás y en el poder de los sueños convertidos en realidad.

Después de haber recorrido tantas y tantas estaciones, nos espera la próxima parada…

Cuéntanos tu cuento

Esperanza tras esperanza y

agradecimiento

Un relato de Gina Katherin Cortés Castiblanco

“ ”

Al contestar, escuchó la voz de su buen amigo Jaco, a quien no veía desde hace mucho tiempo. Jaco le preguntó cómo estaba y, al enterarse de su situación, le comentó de manera inesperada que había visto un cartel que llamó su atención en el novedoso sistema TransMiCable que conecta las periferias de la ciudad. "Se busca personal para trabajar en el Sistema Transmilenio", decía.

Esperanza tras esperanza y agradecimiento

Un relato de Gina Katherin Cortés Castiblanco

Una fría mañana de septiembre una joven llamada Sofía se encontraba desesperanzada por no poder conseguir trabajo. Cada día enviaba su currículum a diferentes empresas, pero las respuestas siempre eran negativas. Desanimada, se sentó en una banca del parque Villa Luz y dejó caer una lágrima de frustración.

Una tarde, mientras se encontraba en casa revisando una vez más las negativas en su correo electrónico, un ruido estruendoso la sacó de su ensimismamiento. Era su celular, una llamada inesperada. Al contestar, escuchó la voz de su buen amigo Jaco, a quien no veía desde hace mucho tiempo. Jaco le preguntó cómo estaba y, al enterarse de su situación, le comentó de manera inesperada que había visto un cartel que llamó su atención en el novedoso sistema TransMiCable que conecta las periferias de la ciudad. "Se busca personal para trabajar en el Sistema Transmilenio", decía.

Intrigada, la joven decidió buscar información, acercarse a la estación más cercana y preguntar por la oferta laboral. Para su sorpresa, le ofrecieron una entrevista de inmediato. Sofía no podía creer la suerte que estaba teniendo en ese momento. Pensaba en que si fuera contratada podría pagar sus deudas, que ya eran varias, además de lograr metas personales y profesionales. Durante la entrevista le explicaron que estaban buscando a alguien con sus habilidades y que creían que ella sería la candidata adecuada. La joven aceptó el trabajo con entusiasmo, sin sospechar que detrás de esa oportunidad se escondía un misterioso laberinto.

Muy pronto se encontró perdida en ese laberinto de dudas y miedos. Sus inseguridades la envolvían como una densa niebla. Un día, mientras desarrollaba sus quehaceres laborales, descubrió a uno de sus compañeros, George, que irradiaba una luz cálida y reconfortante, y la apoyaba con sabias palabras y gestos.

Aunque a Sofía se le daban oportunidades para mostrar sus habilidades, una sombra de incertidumbre se cernía sobre ella. En una ocasión, ante otra oportunidad, sintió una chispa de emoción, pero rápidamente la apagó con pensamientos negativos. George continuaba animándola a participar y su corazón se llenó de envidia y deseo, pero sus pies permanecieron inmóviles.

A pesar de las voces que la rodeaban, decidió dar un paso, pero a medida que se acercaba la fecha, las dudas comenzaron a acecharla nuevamente. Finalmente, el día llegó. Sofía sintió de nuevo que el miedo la envolvía, pero observó a los demás, sus sonrisas, su confianza. Entonces recordó las palabras de su madre: "Soñemos con cosas imposibles, que al final pueden pasar". Con un profundo suspiro decidió cruzar el umbral.

Cuando llegó su turno, temblaba, pero comenzó a exponer su discurso. Con cada palabra, las dudas empezaron a desvanecerse. El público escuchaba en silencio, y Sofía se sintió, por primera vez, vista. Aquella experiencia le hizo darse cuenta de que las oportunidades estaban ahí para ser aprovechadas, y que su mayor enemigo era el miedo que llevaba dentro, pero logró que su confianza creciera, sus miedos se desvanecieron y su luz interior brilló con intensidad.

Con el tiempo, Sofía se dio cuenta de que no solo se sentía agradecida con la letra "T", sino también con todas las personas increíbles con las que trabajaba. Cada uno de sus compañeros contribuía de manera única a su crecimiento. Se sentía bendecida por formar parte de un equipo excepcional. Y así siguió adelante con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de gratitud por la oportunidad de trabajar en la letra “T”.

Una historia de superación en movimiento

Un relato de Edy Santiago Mateus Pinilla

“ ”

La alegría en el hogar de Juan fue indescriptible. Su familia lo abrazó y celebraron juntos este gran logro. Para Juan no solo era un nuevo trabajo, sino el reconocimiento de años de esfuerzo y dedicación. Ahora era parte oficial de la familia TransMilenio.

Cuéntanos tu cuento

Una historia de superación en movimiento

Un relato de Edy Santiago Mateus Pinilla

Había una vez en la bulliciosa ciudad de Bogotá un joven llamado Juan. Era un soñador, siempre imaginando un futuro mejor para él y su pequeña familia. En febrero de 2017, cuando su hija tenía apenas seis meses, Juan consiguió un trabajo en TransMilenio, en el área de correspondencia. Aunque era un puesto a través de una empresa tercerizada, para Juan significó el primer paso hacia la realización de sus sueños.

A sus 21 años se sentía afortunado de tener un empleo estable en una empresa tan importante para la ciudad. Cada mañana se despertaba con el primer rayo de sol, listo para enfrentar el día. Aunque su trabajo consistía en tareas rutinarias y a menudo pasaba desapercibido, Juan siempre ponía su mejor esfuerzo, consciente de que cada pequeño detalle contribuía al buen funcionamiento de TransMilenio.

Los años pasaron y Juan continuó trabajando con dedicación. Durante cinco largos años se mantuvo firme en su puesto, adquiriendo experiencia y conocimiento. Fue en ese tiempo cuando se dio cuenta de que quería algo más. Aspiraba a ser un contratista y también anhelaba iniciar una carrera universitaria. Sabía que combinar trabajo y estudio sería un reto, pero su determinación era más fuerte que cualquier obstáculo.

En 2022 una oportunidad se presentó. Se le ofreció a Juan la posibilidad de trabajar como contratista, lo que significaba mayor responsabilidad y un mejor ingreso. Además, esto le permitió inscribirse en la universidad. Las noches de estudio fueron largas y agotadoras, pero Juan nunca se rindió. Sabía que cada esfuerzo lo acercaba más a sus metas.

Pasó un año y medio y Juan ya había avanzado en su carrera universitaria. Fue entonces cuando llegó la noticia que cambiaría su vida para siempre. TransMilenio había abierto una convocatoria mixta en el año 2024, una oportunidad para convertirse en un trabajador oficial de la empresa. Juan sabía que este era su momento. Preparó su currículum, escribió una

carta de motivación y se presentó a la convocatoria con toda la esperanza y el entusiasmo que había acumulado a lo largo de los años.

La competencia era feroz. Había muchos candidatos, todos con grandes capacidades y experiencia. Pero Juan no dejó que eso lo intimidara. Se presentó con seguridad, mostrando su dedicación y pasión por su trabajo. Después de semanas de espera, finalmente llegó el día de la decisión. Juan recibió un correo que nunca olvidaría. ¡Había sido seleccionado!

La alegría en el hogar de Juan fue indescriptible. Su familia lo abrazó y celebraron juntos este gran logro. Para Juan no solo era un nuevo trabajo, sino el reconocimiento de años de esfuerzo y dedicación. Ahora era parte oficial de la familia

TransMilenio, una empresa que no solo le había dado su

primera oportunidad, sino que también le había permitido crecer y superarse.

En su nuevo rol, Juan se comprometió a trabajar con aún más pasión y dedicación. Recordaba cada día lo importante que era su trabajo para la ciudad y para las personas que dependían del sistema de transporte. Además, se convirtió en un ejemplo para sus compañeros, demostrando que, con esfuerzo y perseverancia, cualquier sueño es alcanzable.

TransMilenio no solo es una empresa de transporte; para Juan ha sido una plataforma de oportunidades, un lugar donde los sueños se pudieron convertir en realidad. Su historia es un testimonio de autosuperación, de cómo una persona puede transformar su vida a través de la dedicación y el esfuerzo. Juan sabe que su viaje no ha terminado, pero está seguro de que el futuro solo puede ser brillante.

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TransMi y yo

TransMi y yo empezábamos a la madrugada cuando aún el sol no acostumbra estar. Y en las noches era igual. No solíamos separarnos ni domingo ni festivo, diariamente en las plataformas viendo los pasajeros llegar, con alegría TransMi empezaba a viajar y yo le esperaba cuando de su recorrido volvía a llegar.

Un relato de Azucena Rusinque González “ ” 7

TransMi y yo

Un relato de Azucena Rusinque González

TransMi es rápido, fuerte e inspirador. Se mueve con orgullo por toda la ciudad, tan rojo por fuera que se diría que es un lindo y tierno corazón. Con sus grandes luces frontales cual ojos destellantes, en el 2005 mi oscuridad iluminó, como enviado del cielo en mi vida aterrizó.

Era yo adulta cuando a mi vida llegó, pero como niña lo admiraba de lejos desde el 2000, año en que su recorrido inició, sin imaginar siquiera que un día tendría el honor de ser parte de su tripulación.

Lo veía pasar cual veloz viento, pero con suavidad llegaba a la estación. Lo abordaba, no podía dejar de observar su deslumbrante interior amplio, con un largo corredor, una fila de sillas de vistosos colores, rojo y azul, el alegre amarillo de su fuerte estructura de la cual me aferraba yo… ¡Cual tren de película de New York! No, mucho mejor, su colorido interior amarillo, azul y rojo definitivamente evoca mi bandera tricolor. Con un descanso cómodo en la mitad de su interior, un acordeón musical que de orgullo mi corazón llenó, pues en mi ciudad bella TransMi nació y dejó atrás el mal recuerdo del “viejo cebollero” que con lentitud se movía entre trancón y trancón, y a los pasajeros en su estrecho interior incómodos estrujaba.

Rodando ligero por una vía donde solo estábamos él y yo, paseábamos por toda la ciudad y todos se quedaban mirándolo, diciendo:

—¡Es el corazón de la ciudad! ¡Tan icónico como el cerro de Monserrate! En Bogotá está y a otras ciudades uno igual quieren llevar.

En ese entonces entre un trabajo y otro andaba yo, pasaba por un momento oscuro y algo triste. Dios tuvo conmiseración y amor, y a ese rojo TransMi en mis manos entregó. Me dijo alguien:

—¡Transmilenio una convocatoria pública abrió!

Escéptica y a empujones a sus puertas mis pies me llevaron. Vi desfilar chaquetas grises con orgullosos personajes que se pavoneaban seguros de estar en casa, pero oh sorpresa la que me llevo cuando en Transmilenio empiezo a trabajar, qué alegría y asustada más no podía estar, pero si Dios así lo quiso, no me podía amilanar.

A portales y estaciones empezamos a llegar mi TransMi y yo y otros hermanitos más. En bicicletas, en colectivo, a pie y cuando se podía en ellos la noche pasar, pero un día nos llevamos un susto, pues a un hermanito unos malos lo quisieron atracar y una herida le lograron atinar, pero mi TransMi dijo:

— ¡Eso no va más y cuando yo no esté otro los traerá! —pues lo importante era nuestra seguridad y que latiera ese corazón de la ciudad.

TransMi y yo empezábamos a la madrugada cuando aún el sol no acostumbra estar. Y en las noches era igual. No solíamos separarnos ni domingo ni festivo, diariamente en las plataformas viendo los pasajeros llegar, con alegría TransMi empezaba a viajar y yo le esperaba cuando de su recorrido volvía a llegar.

El primer traje que tuve para trabajar era con chaqueta delgada y zapatos tipo apache de verdad, pero cuando corría de los pies se solían zafar. Entonces TrasMi dijo:

—¡Eso no sirve pa` naa! ¡Denle chaqueta abrigada y botas que no se vuelvan a zafar! —desde ese entonces mejor vestida no pude estar, ya ni el frío, ni la lluvia me podían amilanar.

Cuéntanos tu cuento

Solíamos pasar todos los días Transmi y yo con otros hermanitos en portales y estaciones. Pasamos festivos, cumpleaños y una que otra festiva ocasión, algunas veces peleamos y después hubo reconciliación, pues siempre tengo presente de donde Dios me sacó y cuando se es familia no hay diferenciación. Si alguno está inconforme es porque otro lo ofendió y lo menos que demanda es que le pidan perdón. Las necedades y el orgullo a nadie a buen fin llevaron, pues siendo familia todo se arregla en su interior, sabiendo que nos une un mismo corazón.

La familia con los años se creció: zonales, cables y otro más nació, pero el mismo corazón los alimentó. Seguimos juntos TransMi y yo, agradeciendo cada día por ese regalo que Dios me dio. Y aunque ya no estemos juntos algún día, cuando diga mi tiempo aquí terminó, pues de pasado nunca he vivido yo, a pesar de los momento dulces y amargos, en mi corazón siempre a mi TransMi llevo yo.

Y así termino este relato de mi TransMi y yo. Eso que perdonen si a alguien ofendió, solo espero que TransMi esté en su corazón y mientras puedan hagan su mejor labor, a pesar de algún sinsabor, esta es la mejor bendición. Una familia, un legado dejemos hoy. A una ciudad algunas veces fría y algo confundida, un poco de calidez le podemos dar TransMi y yo.

Recuerda, nunca lastimes ese corazón, aunque tengas muchas ventajas y estés de conductor, pues tenemos en las manos a TransMi que vive y late con fuerza hoy, da vida a muchos sin distinción y de él dependemos no solo tú y yo, sino una ciudad que quiere tener larga vida y duración.

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Renacer, un sueño…

Un relato de Alberto Mun oz Caaman o

TransMilenio, tus buses coloridos trajeron nuevamente la felicidad a mi vida y la esperanza a mi familia. Llegaste con la solución a los problemas, los apuros mágicamente fueron desapareciendo, seres bellos aparecieron para compartir el camino, pero, sobre todo, aprendí a mirar diferente la marca de la huella.

Cuéntanos tu cuento

Renacer, un sueño…

Un relato de Alberto Mun oz Caaman o

U , la fila era eterna. El tiempo transcurría sin afán, todos nos mirábamos y al desconocido, sin pensar, le hablábamos, le narrábamos nuestro sueño. No lo veíamos como rival, simplemente otro ser en la inmensa fila con el mismo sueño: detener las angustias, aclarar la mirada, entrar y trabajar en TransMilenio, la empresa, la súper empresa que recorre mi ciudad, la empresa que giraría mi vida hacia la paz.

Así pasó la primera, la segunda, la tercera ola de minutos hasta llegar al mostrador donde afanosamente recibieron mi carpeta, llena de tesoros, de experiencia, de años de vivencias, de esperanza…

Qué agobiador pensar “y si no se logra”, qué tenaz la lucha contra el “¿será que sí?”, contra las preguntas sin respuesta, pero pronto suena el teléfono, me llaman a una prueba, dos pruebas, en la tercera es fácil hablar de mis 30 años de experiencia. Llega entonces el correo, el tan anhelado mensaje, estoy dentro…

Oh, un traspiés, pero Dios me guía, guía al juez y endulza el alma de la bella dama, por fin vuelve la tranquilidad. Estoy definitivamente dentro.

Hoy los recuerdos afloran impetuosos, son más de dos lustros de renacer en la existencia. TransMilenio, tus buses coloridos trajeron nuevamente la felicidad a mi vida y la esperanza a mi familia. Llegaste con la solución a los problemas, los apuros mágicamente fueron desapareciendo, seres bellos aparecieron para compartir el camino, pero, sobre todo, aprendí a mirar diferente la marca de la huella.

Dos lustros de grandes seres, todos ingresan y marcan el camino, todos inspiran ideas. Naturalmente, llegan las parejas, los solteros, las hermosas vacaciones, el paisaje de las caminatas, el sudor de los ciclopaseos, los recuerdos compartidos en

los campamentos, los reconocimientos, las grandes madrugadas, eneagramas1 llenos de lecciones. Un abrazo, dos abrazos, mil abrazos, abrazos eternos, duraderos, duran más en el alma que en el tiempo, los ojos brillan, el corazón sonríe, la inseguridad no existe, el niño nos habita, la felicidad vuelve a ser el camino de la vida.

Aprender, aprender y aprender de cada uno y de todos los casi cuatrocientos compañeros, escuchar sus historias cambia y renueva, nos permite ser como quisiéramos, los nudos se

aflojan y crezco, crecemos y crecemos. No hay límite, ya lo aprendimos, por ello sorteamos los obstáculos, y sí, muchas veces nos oscurecemos, pero la confianza nos impulsa hasta nuevamente apreciar la claridad y la belleza del paisaje, a abrazar desde el fondo de la entraña, a abrazar intensamente hasta los ocho segundos que disparan el verdadero sentir.

Ya en el ocaso, aflora la tranquilidad, el agradecimiento, el paso pausado hacia otro estado del camino. Gracias eternas TransMilenio.

1 El eneagrama es una herramienta de autoconocimiento y crecimiento personal que se representa como una estrella de nueve puntas, cada una de las cuales representa un tipo de personalidad. El término proviene del griego ennea, que significa "nueve", y gramma, que significa "trazo"

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Súbete, por aquí es el camino

Un relato de Eliana Marcela Guerrero Rincón

Porque a diferencia de lo que muchos creen, en TransMi no movemos buses o cabinas, en TransMi movilizamos personas, amores, talentos y sobre todo sueños de millones de ciudadanos que, a diario, así como yo, así como muchos, salimos a trabajar por nuestros anhelos y los de nuestras familias.

Súbete, por aquí es el camino

Un relato de Eliana Marcela Guerrero Rincón

Dice el adagio popular que los hijos llegan con el pan debajo del brazo y sí que tiene razón, pues ese fue mi caso. Corría el año 2012 en la capital y llegaban transformaciones importantes en materia de transporte y movilidad, lo que en el mundo TransMi se conoció como la Fase 3. A mi mundo también llegó una gran transformación, el cambio más importante que vendría a darle mayor sentido a mi vida, ser mamá.

Se acercaba navidad, mi primogénito estaba aún de brazos, mi esposo terminando su carrera universitaria, algunas circunstancias y nuevas responsabilidades en mi vida me hacían sentir que el mundo se me venía encima, pero siempre creyendo en papito Dios.

Un día, uno más de mi acostumbrada jornada laboral, apareció un ángel… literal, apareció Miguel Ángel. Estaba yo en una reunión con líderes de Suba explicándoles, desde mi rol como Gestora de Movilidad, acerca de la implementación del SITP en Bogotá. Esa reunión cambiaría el rumbo de mi vida laboral, pues estas pecas, que fue el apodo que cariñosamente recibí desde ese día, acompañadas de un discurso convincente, lograron ganar la gracia de este personaje que ese mismo día me dijo: “Te quiero para TransMi”. Sus palabras fueron proféticas, pues pasados algunos meses y un riguroso proceso de selección empezó mi historia en TransMilenio.

Oh TransMi, mi TrasnMi, mi segundo hogar, algo más de una década a tu lado me ha permitido conocerte, valorarte y quererte. Al lado tuyo me he hecho una mejor profesional, y así como he recibido lo mejor de ti, no puedes tener duda que también te he dado lo mejor de mí. Hacer parte del equipo de Gestión Social no solo es un gran privilegio, sino que es un orgullo; poner el conocimiento y el corazón al servicio de Bogotá es la mejor forma de ser psicóloga. Hacer parte del sueño de volar hecho realidad con “TransMiCable Ciudad Bolívar” ha sido uno de mis grandes aprendizajes y mis mayores satisfacciones, aportar un granito de arena para mejorar la calidad de vida de tantas personas beneficiadas con este

proyecto, ver las intervenciones de arte y las festividades navideñas con luces, comparsas, niños, madres y abuelos felices, llena mi corazón de alegría.

Porque a diferencia de lo que muchos creen, en TransMi no movemos buses o cabinas, en TransMi movilizamos personas, amores, talentos y sobre todo sueños de millones de ciudadanos que, a diario, así como yo, así como muchos, salimos a trabajar por nuestros anhelos y los de nuestras familias.

Gracias infinitas mi TransMi, hoy te agradezco por los buenos momentos, por las risas, los aprendizajes, pero sobre todo por

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los amigos, los que me han acompañado en este andar, personas muy valiosas. Algunas que ya no están, otras han seguido por caminos diferentes y muchas que siguen a mi lado, a tu lado, poniendo el alma en una labor que aunque muchas veces parece difícil y hasta desagradecida, al final nos enseña que el trabajo bien hecho siempre tiene una gran recompensa que se ve reflejada en una sonrisa al final del día.

Esta historia es solo una parte, y a esta historia le falta la mejor parte, esa que seguiremos construyendo y que viene después de los mejores años. Felices 25 TransMi de mi corazón.

La ruta de mi vida en TransMi…
Un relato de Zully Karina Ramírez Castillo “ ” 10

En la ruta de mi vida he estado en distintos escenarios; he viajado, he estudiado, he bailado, he aprendido y he trabajado en muchas cosas. Esa gran ruta de mi vida ha llegado a una gran parada temporal, se llama TransMilenio.

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La ruta de mi vida en TransMi…

Un relato de Zully Karina Ramírez Castillo

La vida es el regalo más preciado del Universo. Nos permite soñar, aprender, caer y levantarnos, enamorarnos, sonreír y disfrutar de cada etapa. Todo siempre depende de la perspectiva, el cariño y la dirección que le demos a nuestros pasos día a día. En la ruta de mi vida he estado en distintos escenarios; he viajado, he estudiado, he bailado, he aprendido y he trabajado en muchas cosas. Esa gran ruta de mi vida ha llegado a una gran parada temporal, se llama TransMilenio.

Al llegar a esta parada, mi vida ha cambiado porque he conocido personas maravillosas y lo más gratificante es que mi trabajo me ha permitido entregarle a cada persona un pedacito de mí. Considero que en cada actividad realizada, a nuestros niños, niñas, jóvenes y adultos les queda una semilla de agradecimiento y cariño por nuestro sistema.

En mi trabajo he logrado salir de mi mundo y entrar a otros por medio de personajes y títeres divertidos y fantásticos, e interpretaciones que enseñan y buscan llevar mensajes de valores, empatía, amor por lo nuestro y cultura ciudadana.

He estado inmersa en las vidas de la “Profesora T” y de una extraterrestre llamada “Suprema Civix”. Las dos buscan enseñar y transformar algunas malas conductas en conductas positivas, y dejar un mensaje que se reproduzca de manera asertiva en cada persona.

También me ha acompañado la “Capitana Empatía”, cuyo lema es “Combate la grosería y la falta de amabilidad, el buen trato y el respeto son su prioridad”, y también una “ títere villana” que es algo rebelde y realiza malas conductas, pero finalmente logra cambiar para mejorar. Hay otros personajes que son como mimos burlones y un poco locos.

Todos estos personajes están inmersos en un mundo de fantasía que busca recrear la realidad de manera divertida y pedagógica para fomentar aprendizajes diferentes y persistentes.

Colaboro con un gran equipo de compañeras y compañeros que desde sus conocimientos aportan y enriquecen día a día nuestro trabajo colectivo en cada espacio al que nos permiten llegar. Todo esto me ha hecho muy feliz y me llena de gratitud haber caído en esta parada llamada TransMilenioTransMichiquis.

Me inspira a seguir creciendo y aprendiendo, entregando desde el amor y la disciplina, pero también desde la imaginación y la creación, entendiendo que tal vez la ruta pueda cambiar, desviarse o cancelarse en cualquier momento,

que, ¡obvio!, puede haber días difíciles, de cansancio y agotamiento, de mucho estrés y congestión, pero que simplemente son situaciones que se deben afrontar.

Hoy espero y aspiro que mientras esté montada en esta parada de mi vida, pueda seguir reforzando cada paso y agradeciendo por cada persona, cada momento, cada sonrisa y también por cada caída que siempre me permite regresar más fuerte, todo esto sin importar si la ruta se retrasa o si de repente cambia, solamente seguir en ella hasta mi lugar de destino que hasta ahora es incierto.

Travesías en TransMilenio

Un relato de Juan Camilo Rueda Smith

Dos desconocidos que intercambian una sonrisa cómplice cuando el bus se detiene abruptamente; un pasajero que ayuda a una madre con un cochecito a subir al bus con cuidado; historias efímeras que se desvanecen en el anonimato urbano pero que dejan una impresión duradera en la experiencia compartida del viaje.

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Travesías en TransMilenio

Un relato de Juan Camilo Rueda Smith

En las arterias de Bogotá los buses de TransMilenio no solo son medios de transporte, son testigos y protagonistas de historias cotidianas que revelan la diversidad y complejidad de esta vibrante ciudad colombiana. Cada viaje es una oportunidad para explorar sus calles congestionadas y las vidas y experiencias que se entrelazan en un microcosmos en movimiento, los momentos efímeros y significativos que definen la vida urbana en la capital.

La mañana comienza en las estaciones de TransMilenio, donde las y los bogotanos se congregan con un propósito común: llegar a sus destinos. Trabajadores con sus uniformes impecables esperan en silencio, mientras estudiantes universitarios revisan sus apuntes con ansiedad. Entre esta multitud, los vendedores ambulantes ofrecen café caliente y empanadas, creando un bullicio matutino que anticipa el día por venir.

La diversidad de personas refleja la riqueza cultural y socioeconómica de Bogotá. Conversaciones en voz baja revelan preocupaciones sobre el trabajo, la familia y los problemas diarios, mientras los rostros tensos muestran la carga del día que apenas comienza.

Una vez dentro del bus, el escenario se transforma en una mezcla de colores y sonidos. Los asientos de colores brillantes están ocupados por una diversidad de pasajeros: desde ancianos que observan con nostalgia el paisaje cambiante hasta jóvenes con auriculares que se sumergen en su propio mundo. El murmullo de las voces se entremezcla con el sonido de la puerta que se cierra y el del motor que arranca marcando el inicio de un viaje colectivo hacia múltiples destinos.

La vista desde la ventana revela un paisaje en constante cambio. Calles estrechas bordeadas por edificios antiguos se transforman en avenidas anchas flanqueadas por rascacielos modernos. Este contraste es el telón de fondo de las vidas urbanas que se desarrollan dentro y fuera del bus, cada una con su propia historia y destino.

En medio del tumulto urbano, se producen encuentros fugaces que dan color y profundidad al viaje. Dos desconocidos que intercambian una sonrisa cómplice cuando el bus se detiene abruptamente; un pasajero que ayuda a una madre con un cochecito a subir al bus con cuidado; historias efímeras que se desvanecen en el anonimato urbano pero que dejan una impresión duradera en la experiencia compartida del viaje. Estos momentos revelan la humanidad detrás de las caras desconocidas, mostrando que incluso en un entorno tan impersonal como un bus lleno de extraños, hay espacio para la empatía y la conexión humana.

El viaje en bus también actúa como un espejo de las complejidades sociales y culturales de Bogotá. En las rutas más transitadas se pueden observar marcadas diferencias socioeconómicas: desde barrios humildes donde los pasajeros comparten apretadamente los asientos hasta áreas prósperas donde los ejecutivos se preparan para enfrentar el día enfundados en sus trajes elegantes.

Esta diversidad no solo es económica, sino también cultural y étnica. La ciudad acoge a personas de todas las regiones de Colombia y de fuera del país, reflejando una riqueza cultural que se manifiesta en cada interacción dentro del bus. La música que se escucha en los auriculares, los idiomas que se hablan en las conversaciones y los menús que se llevan en morrales, mochilas y maletines revelan un mosaico de identidades que coexisten en la vasta metrópolis.

Cada viaje en un bus de Bogotá es más que un simple desplazamiento; es una inmersión en las múltiples capas de la vida urbana. Desde la espera en la estación, pasando por los encuentros efímeros a bordo, hasta la salida hacia cada

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destino, cada momento ofrece una visión única de una ciudad dinámica y en constante evolución y sus habitantes.

En última instancia, el bus se convierte en un símbolo de la conexión humana en un entorno urbano a menudo caótico y diverso, un espacio compartido donde se tejen las historias que definen la experiencia colectiva de vivir y moverse en Bogotá. Así, cada viaje en un bus es una pequeña odisea que captura la esencia misma de la vida en una de las ciudades más fascinantes de América Latina.

Mi segunda vez
Un relato de Yenny Andrea Montenegro Salazar “ ”

Haber trabajado y de nuevo pertenecer a una entidad como TransMilenio, más que una bendición, es un honor y un placer.

Mi segunda vez

Un relato de Yenny Andrea Montenegro Salazar

Bien se podría pensar que la primera impresión es siempre la que cuenta, la que define el futuro de una persona, la que abre o cierra oportunidades, ya sea de una relación sentimental, una amistad o hasta de un trabajo, pero eso no siempre aplica…

En mi caso, y luego de haber laborado en la entidad 3 años (en pleno auge de la implementación del componente zonal y del inicio de lo que fue el SITP provisional), y de haber encontrado otro horizonte durante otros 6 años, Dios me dio la oportunidad de volver a ese lugar del que no dejé de pensar “ese tiempo pasado fue mejor”.

La primera vez llegó en un momento de mi vida donde esperaba una oportunidad que me permitiera desarrollarme como profesional y aportar un granito de arena a mejorar la movilidad de mi ciudad, y resultó siendo una gran experiencia llena de retos y de una gran absorción de conocimientos todos los días, que me ayudaron no solo a adquirir un gusto por la planeación de rutas, la forma de las vías y hasta por hacer mapas, sino a conocer a grandes personas con corazones muy especiales, con algunas de las cuales no perdí el contacto a pesar del tiempo y la distancia.

Durante ese “paréntesis” laboral fuera de TransMi, siempre procuré estar actualizada con los cambios en las rutas, al menos las que formaban parte de mi diario vivir, y era muy común que en un paradero, una estación o por cualquier medio, me preguntaran cómo llegar a cualquier lugar de la ciudad usando transporte público. Casi siempre es un tema de conversación o discusión con mi familia y amigos.

Pero el tiempo sigue su curso para unos y otros. Cambiamos, crecemos, estudiamos un poco más y hasta procuramos superar nuestros miedos día a día, y luego de las vueltas que da la vida no sabía que lo mejor estaba por venir.

Porque antes y después he sido feliz enseñándole a cualquiera que una cenefa es como la “cédula” de un paradero, que planear una visita a diferentes puntos es como planear una ruta que optimiza tiempo y recursos, que el código de un bus también sirve para identificar la tipología, la zona de concesión y hasta la posible ruta que pasa por un corredor, y que en general el SITP nos facilita la vida y nos permite alzar la voz y ser escuchados para que el sistema cada día sea mejor para todos.

No me había dado cuenta, pero el tiempo en esta segunda vez se ha ido muy rápido, y habiendo pasado ya un año desde mi regreso, puedo decir que más que una obsesión con las rutas del sistema y una buena memoria que me ha salvado la patria en muchas ocasiones, y por la que incluso mis amigos me dicen que debería ser una “youtuber del SITP”.

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En busca de la felicidad

Un relato de Luisa María Ávila Carvajal

Esta parte de mi vida, esta pequeña parte de mi vida, se llama felicidad. Siempre la recuerdo y lo seguiré haciendo, esa imagen quedó grabada en mí. El motivo por el que la cuento es porque viví lo mismo el día que pude ingresar a trabajar al Equipo T.

En busca de la felicidad

Un relato de Luisa María Ávila Carvajal

Una vez miré una escena muy emotiva de la película En busca de la felicidad y se me quedó grabada en la cabeza. La protagoniza Will Smith quien interpreta a Chris Gardner. A propósito, sale el verdadero al final de la película porque es una historia de la vida real. Me gustó mucho porque tiene una enseñanza clara: cuando un obstáculo se presenta en la vida, se buscan de inmediato las soluciones y se enfrenta con humildad, siguiendo adelante porque es decisión solo de uno cambiar la situación. Hay que superar todas y cada una de las dificultades con gran perseverancia, ganándole a los desafíos que la vida nos interponga. Por eso es tan lindo ver y entender esta escena, porque así es mi historia en esta linda entidad que tanto me ha brindado, a la que tanto le debo y por la que hoy en día tengo lo que me rodea.

En esa escena que tanto recuerdo se puede ver a Chris caminando en medio de muchas personas y aplaudiendo cerca de su frente en señal de agradecimiento. Es donde él dice: “Esta parte de mi vida, esta pequeña parte de mi vida, se llama felicidad”. Siempre la recuerdo y lo seguiré haciendo, esa imagen quedó grabada en mí. El motivo por el que la cuento es porque viví lo mismo el día que pude ingresar a trabajar al Equipo T.

Mi camino empezó cuando logré vincularme como aprendiz. Desde un principio comprendí la importancia de aportar un pequeño grano de arena, con mucho compromiso y diligencia, a la labor que realizaban todos, porque después de estar dentro de las instalaciones entiendes que TRANSMILENIO S.A. mueve una ciudad entera, que transporta los sueños de una cantidad de gente. En ese tiempo como aprendiz aprendí demasiado y crecí profesionalmente, pero lastimosamente no pude seguir laborando en la entidad al terminar las prácticas y un poco aburrida emprendí el camino de seguir buscando trabajo, sin saber que más adelante contaría con la suerte de volver a ser parte de este gran equipo.

Con mucha alegría me complace contar que pude vincularme de nuevo y ser parte de la Subgerencia Técnica y Servicios. Desde esta dependencia pude ver un panorama muy completo de lo que implica movilizar una ciudad, de la importancia

que tiene cada una de las acciones de las personas que trabajan en esta entidad. Es increíble ver cómo se transforma la información que cada colaborador recolecta para luego tomar decisiones muy importantes y relevantes sobre la operación del sistema.

Así seguí aportando día a día hasta lograr vincularme al componente al que siempre quise pertenecer: la Dirección Corporativa. Desde este cargo que tanto quería me he podido relacionar con todos los trabajadores, generando empatía. Me complace decir que hoy en día me encuentro feliz aportando a una cultura institucional íntegra. Para finalizar con gran emotividad, les cuento que a esta hermosa entidad le debo lo más lindo e importante que me ha pasado en la vida, aparte del crecimiento profesional: mi nueva familia.

Cuéntanos tu cuento

Un relato de Claudia Liliana Ospina Moreno

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Mi Transmi, nos recibió con una calidez y un sentido humano con el que conecté de inmediato una vez la cinta roja de ese primer carné pasó sobre mi cabeza para quedar colgando junto al pecho donde echó raíces. Orgullo capital

Orgullo capital

Un relato de Claudia Liliana Ospina Moreno

Y un día, antes de iniciar la jornada con sus rutinas y afanes, caigo en cuenta de que ha pasado un cuarto de siglo desde el inicio del proyecto que transformó la ciudad, mi vida y la de mis seres queridos. Hace 19 años tuve la oportunidad de participar, crecer, conocer y avanzar de la mano de “Mi Transmi” y mi segunda familia de compañeros con los que tantos momentos, recompensas y pérdidas hemos compartido (en homenaje a quienes han partido a otro plano a lo largo de estos años).

El 25 de julio del 2005, un grupo de un poco más de cien personas nos dábamos cita con nuestro primer día de trabajo en la antigua sede de la empresa ubicada en el edificio de la Energía Eléctrica. Esta ya no era la sede inicial de la compañía, que fue un edificio en la calle 72 en el que el grupo de pioneros trabajó en la planeación y puesta en marcha del sistema, pero esa parte la dejo a quienes estuvieron allí y se han mantenido hasta nuestros días, porque guardan los secretos y las primeras anécdotas vividas para hacer realidad un sueño y mover los primeros buses articulados entre el Portal 80 y la estación Tercer Milenio, en diciembre del año 2000.

En los primeros días de operación hubo acceso gratuito para los usuarios con el fin de que se familiarizaran con el sistema. Así abordé por primera vez un bus troncal entre la estación Minuto de Dios y mi casa, prácticamente vacío, que era tímidamente observado por curiosos y algo escépticos usuarios que preferían tomar desde la acera el tradicional “bus corriente”, que alcanzó a moverse en pequeños tramos al lado de los nuevos gigantes rojos. Conservo un vago recuerdo de haber usado un primer prototipo de tiquetes que se entregaban en pequeñas tiras de papel similares a las boletas de cine antiguas; ya después compraríamos tarjetas de colores de acuerdo con la cantidad de “viajes”, aún conservo una tarjeta amarilla de 1 viaje. Usaba el sistema en ese entonces sin sospechar que en algún momento haría parte del equipo que tras bambalinas movía la ciudad bajo un logo que estaba vigente y que espero prontamente logremos recuperar: “Orgullo Capital”.

Quienes ingresábamos expectantes en 2005, luego de un estricto proceso de convocatoria que había iniciado meses atrás en una jornada con cientos de personas haciendo fila en el Palacio de los Deportes (porque desde ese tiempo y a la fecha hacer parte del equipo de planta es una ambición y un honor para quienes desde afuera anhelan el privilegio de pertenecer a la “nómina de esta selección”), lo hicimos para ampliar el equipo inicial de 111 trabajadores y convertirlo en una nueva planta de 280, que se hacía necesaria debido a la construcción y entrada en operación de las troncales Américas, NQS y Av. Suba.

Como ha sido costumbre, “Mi Transmi” nos recibió con una calidez y un sentido humano con el que conecté de inmediato una vez la cinta roja de ese primer carné pasó sobre mi cabeza para quedar colgando junto al pecho donde echó raíces. Y es ahí donde empieza mi verdadera historia. No estuve, en principio, directamente vinculada en los procesos misionales, pues no me correspondía supervisar o controlar la operación. Mi labor era trabajar con el Talento Humano que la hacía posible, para que desde el bienestar y la presencia de la empresa para sus trabajadores, yo también “tocara” al usuario a través del equipo de operaciones presente en portales y estaciones. Este equipo era la cara visible del sistema, quienes tenían que hacer sentir al pasajero no como un tercero lejano y desconocido, sino como uno más de nosotros porque también viajan nuestras familias, conocidos y amigos, así que al final todos convergemos en el sistema de múltiples formas, y eso nos incluye a quienes hacemos parte del equipo administrativo tras un escritorio.

Entonces ahí cobró sentido lo que había llegado a hacer. Durante mis primeros ocho (8) años en la empresa tuve la

fortuna de conectar con todos los trabajadores de la época, a través de la cercanía con sus seres queridos, organizando y compartiendo con sus hijos las salidas de los primeros días de la familia, donde no podía iniciar la diversión sin permitirnos un momento para la reflexión y el agradecimiento colectivo por todo lo que hacía posible que estuviéramos ahí. Parece simple, pero ese viaje representaba para muchos casi que la única oportunidad de llevar a toda su familia a un espacio en tierra caliente con piscina y las comodidades que contemplaba la empresa. Eso a hoy es sólo un recuerdo que suena poco creíble, porque para fortuna de todos las condiciones cambiaron y, con la reestructuración del 2011 ,mejoraron mediante ascensos masivos para la mayoría del personal operativo.

Fueron muchas las actividades, eventos, planes padrino, obras de teatro, celebraciones y carteles hechos a mano y en casa, que compartimos como “Familia TransMilenio”, (era muy común en ese entonces reconocernos con este nombre, luego vendría el “Equipo T” como parte de ese proceso de crecimiento y evolución de la empresa). No me detendré en los detalles, pero al final me quedo con la satisfacción de saber que cumplieron el objetivo de fortalecer las relaciones y generar esa cercanía que se mantiene aún entre muchos de los que estuvimos ahí “en los viejos tiempos”. Tan familiar y cercano era el trato y la relación, que no puedo dejar de mencionar un gesto sencillo pero valioso que se repetía en fechas especiales como navidades y año nuevo, en las que era costumbre pasar por todos los puestos, sí, TODOS (tampoco eran muchos en ese entonces), para dar un abrazo y desear felices fiestas a cada compañero de trabajo, como quien está en casa de la abuela y se despide para salir a la propia.

Quienes ingresábamos expectantes en 2005, luego de un estricto proceso de convocatoria que había iniciado meses atrás en una jornada con cientos de personas haciendo fila en el Palacio de los Deportes (porque desde ese tiempo y a la fecha hacer parte del equipo de planta es una ambición y un honor para quienes desde afuera anhelan el privilegio de pertenecer a la “nómina de esta selección”), lo hicimos para ampliar el equipo inicial de 111 trabajadores y convertirlo en una nueva planta de 280, que se hacía necesaria debido a la construcción y entrada en operación de las troncales

Américas, NQS y Av. Suba.

Como ha sido costumbre, “Mi Transmi” nos recibió con una calidez y un sentido humano con el que conecté de inmediato una vez la cinta roja de ese primer carné pasó sobre mi cabeza para quedar colgando junto al pecho donde echó raíces. Y es ahí donde empieza mi verdadera historia. No estuve, en principio, directamente vinculada en los procesos misionales, pues no me correspondía supervisar o controlar la operación. Mi labor era trabajar con el Talento Humano que la hacía posible, para que desde el bienestar y la presencia de la empresa para sus trabajadores, yo también “tocara” al usuario a través del equipo de operaciones presente en portales y estaciones. Este equipo era la cara visible del sistema, quienes tenían que hacer sentir al pasajero no como un tercero lejano y desconocido, sino como uno más de nosotros porque también viajan nuestras familias, conocidos y amigos, así que al final todos convergemos en el sistema de múltiples formas, y eso nos incluye a quienes hacemos parte del equipo administrativo tras un escritorio.

Entonces ahí cobró sentido lo que había llegado a hacer. Durante mis primeros ocho (8) años en la empresa tuve la fortuna de conectar con todos los trabajadores de la época, a través de la cercanía con sus seres queridos, organizando y compartiendo con sus hijos las salidas de los primeros días de la familia, donde no podía iniciar la diversión sin permitirnos un momento para la reflexión y el agradecimiento colectivo por todo lo que hacía posible que estuviéramos ahí. Parece simple, pero ese viaje representaba para muchos casi que la única oportunidad de llevar a toda su familia a un espacio en tierra caliente con piscina y las comodidades que contemplaba la empresa. Eso a hoy es sólo un recuerdo que suena poco creíble, porque para fortuna de todos las condiciones cambiaron y, con la reestructuración del 2011 ,mejoraron mediante ascensos masivos para la mayoría del personal operativo.

Fueron muchas las actividades, eventos, planes padrino, obras de teatro, celebraciones y carteles hechos a mano y en casa, que compartimos como “Familia TransMilenio”, (era muy común en ese entonces reconocernos con este nombre, luego vendría el “Equipo T” como parte de ese proceso de crecimiento y evolución de la empresa). No me detendré en los detalles, pero al final me quedo con la satisfacción de saber que cumplieron el objetivo de fortalecer las relaciones y generar esa cercanía que se mantiene aún entre muchos de los que estuvimos ahí “en los viejos tiempos”. Tan familiar y cercano era el trato y la relación, que no puedo dejar de mencionar un gesto sencillo pero valioso que se repetía en fechas especiales como navidades y año nuevo, en las que era costumbre pasar por todos los puestos, sí, TODOS (tampoco

eran muchos en ese entonces), para dar un abrazo y desear felices fiestas a cada compañero de trabajo, como quien está en casa de la abuela y se despide para salir a la propia.

Posteriormente vimos crecer nuestras familias y nos abrimos campo para crecer y prepararnos académicamente (la mayoría del personal hoy tiene un título profesional), al tiempo que el sistema y la ciudad se abrían a una nueva era con la llegada del componente zonal, el reto que nos delegaron del ya extinto

SITP Provisional, las líneas de cable y ahora las nuevas troncales y la llegada del Metro. Y seguiremos creciendo y

acumulando años de experiencias y logros que no habrían sido posibles sin las nostalgias de lo que alguna vez fue un Transmi pequeño y un poco más familiar, que ha tenido que crecer y madurar para adaptarse a los retos y exigencias de una ciudad en crecimiento, cambiante e inclusiva, que pese a las dificultades sigue de brazos abiertos para recibir, sin distingo de origen, a todo aquel que requiera educación, trabajo y vivienda. Y ahí TransMilenio, ustedes y yo debemos estar

ORGULLOSOS de seguir construyendo nuestra ciudad

CAPITAL.

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