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Korn Ferry

- Country Club de Bogotá -

No era nada ligero. Se trataba de jugar con uno de los profesionales que, al otro dia, arrancaba en la grilla de salida del primer dia del torneo oficial.

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Como tenía una hora aproximada entre el final de la conferencia de prensa y el inicio del Pro Am, me serví un tinto en la cafetería del Club para organizar mi salida y estabilizar mis nervios. Estaba citado en el tee de salida del hoyo 18 del campo Pacos con salida en carrusel y calculaba unos 10 minutos para llegar al lugar. No tenía caddie sino carrito de empujar lo que me pareció muy cómodo. De pronto, al mirar el reloj, me dí cuenta del error. Estaba a 5 minutos del cornetazo de inicio y yo situado en la cafetería de la piscina de la sede a casi un kilómetro de mi salida. Me tuve que devolver hasta el parqueadero de carros a recoger mi talega y mi carrito de empujar y cuando comenzaba el trayecto hacia el hoyo, ratatatán.. sonó la corneta.

He aquí un señor de más de 70 corriendo con el carrito por delante en busca de aquel tee que, desde allí, se observaba a kilómetros de distancia. En la mitad del trayecto divisé los grupos, ya todos en la mitad del hoyo y yo aun sin ubicar mi foursome. Una moto de la organización me auxilió y me indicó la dirección del green de ese 18 donde ya se encontraban mis partners. Otro trote pesado hasta que llegué a ellos.

En medio de saludos y conversación explicatoria, en inglés, por supuesto, me invitaron al foursome y me ofrecieron su amable comprensión para integrarme al tee de salida del hoyo uno donde di comienzo a mi experiencia.

Chris Baker era el profesional que nos tocó de compañero junto a Sean Powers y Patrick Powers, jugadores, sin lugar a dudas, de menos de un dígito de hándicap. Con el acelere de la preparación preparé mis elementos, me alisté a dar el primer tiro al que, amablemente, me convidaron mis partners.

Con todo y salió bien. Un buen impacto con el Drive me puso mi bolita a unas 190 yardas cargadas a la derecha que me dejaron muy contento dados los pasos anteriores.

El 1 es un par 4 recto sin dilemas mayores. Chris golpeó en seguida y le bastó un hierro plano. Creo que era un 2. Sin mucho protocolo y con dos swing de práctica disparó luego de un movimiento suave, super relajado y relativamente lento. Tardó años en subir a su máxima altura y se desenroscó a gran velocidad.

El sonido fue hermoso, puro metal, la línea recta y perfecta pasó de aire mi bola y aterrizó contra la pared de entrada al green. Fácil, sin esfuerzo, sin tensión, tranquilo y con un ritmo acompasado y certero.

Los otros dos jugadores también me superaron, por supuesto y todos recogimos para situarnos donde Chris por aquello de la modalidad Scramble.

Qué experiencia. Lo juro. Solo pudimos jugar 10 hoyos antes de una amenaza de lluvia que fue considerarda por los comisarios amenazante para la estabilidad del campo y el inicio del torneo al dia siguiente. Con mucho orgullo cuento que 2 de las 10 bolas de salida fueron marcadas por la mía, gracia a unos tiros cortos pero rectos que coincidieron con 3 tiros de mis partners por fuera del fairway.

Tengo que mencionar, con mucho orgullo también, una aproximación de unos 90 yardas que dejé, con mi sand, prácticamente dada con las respectivas palmadas de mis partners en mi espalda. Birdie en ese hoyo!

Que arena la de los bunker del Country. Majestuosas. Alcancé a grabar esta salida de Chris que dejé en mi retina como algo extraordinario. Obsérvenla, por favor.

Score interrumpido en el hoyo 9 por el asunto del cornetazo final. Pero repito, que experiencia. Un campo nivel Korn Ferry es algo diferente. Sus fairways, sus roughs y repito, sus bunkers. Por Dios que arena!!

Es buena, tal vez muy buena. La producción es magnífica y la definición visual es de máxima tecnología.

Se trata más de lo humano que de lo competitivo. Ahí está su virtud. Esta serie sigue los pasos de algunos jugadores profesionales que han llegado a ganar torneos de primera línea pero que sus emociones y momentos personales juegan en contra de sus intereses y les producen muchos bajones deportivos.

Nunca más fácil entender qué les sucede, como a todos nosotros. Malos y buenos días, tiros imposibles de comprender en momentos definitivos y satisfacciones irrepetibles.

El mejor, para mí es el último, el de Rory Mcllroy. Su gran lección es la de perseverar. La de manejar los resultados adversos como una enseñanza profunda para los juegos futuros, para que no le ocurra lo de muchos conocidos que caen en los abismos de la incertidumbre sin razones visibles, sino que, luego de muchos triunfos, algunas veces sensacionales, se sumergen en el poder mental negativo, que no los deja avanzar ni repetir sus triunfos.

El caso de Koepka Brooks es patético. Número 1 del mundo de manera efímera, intempestivamente deteriora su juego y desaparece de los primeros 50 lugares del ranking mundial. Claro, caen de la forma americana de caer, se devuelven en sus aviones privados a sus mansiones perfectas a llorar al lado de sus familias que no logran con sus palabras y mimos, ajustarlos de nuevo al sendero del triunfo.

No creo sin embargo que haya nuevas temporadas. El automovilismo y su fórmula

1, que iniciaron estas series deportivas, tienen la espectacularidad de las carreras de su calendario con todo lo sensacional de sus acontecimientos. Colisiones, pasadas agresivas, batallas personales cada vez menos fáciles de controlar por parte de los equipos, pero la simple carrera de dos horas de duración ofrece situaciones increíbles de adrenalina pura que capta la atención inmediata. No así el golf.

Nuestro deporte es pasivo, lento, mas bien bello y divino y comprometido con la concentración, situación que se refleja en el respeto del público y su silencio en el momento de la ejecución de un golpe.

Son los millones que se juegan lo más dramático. Con la disculpa de la familia, porque quieren lo mejor para ellos, los golfistas de esta categoría caen en la tentación gris de migrar a otros torneos a cambio de ingresos descomunales.

Que Greg Norman haya decidido liderar este golpe LIV a la PGA, pues termina de entenderse, dado que siempre fue un hombre de negocios en grande, cuyas cifras le permitieron vislumbrar el objetivo a largo plazo de esta liga. Pero que Phil Mickelson lo haya secundado terminó de golpear la moral y credibilidad de la competencia.

Detrás de él llegaron nombres de muchos años e incluso jugadores de las nuevas generaciones dispuestos a darse la pela por el cheque.

Juan Sebastián uno de ellos.

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