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Informe Técnico: Mancha foliar en el maíz

MANCHA FOLIAR EN EL MAÍZ

Esta enfermedad es causada por el hongo Cercospora zeae-maydis, conocida también como mancha gris de la hoja. Fue reportada por primera vez en 1925 por Tehon y Daniels en Estados Unidos, concretamente en el estado de Illinois. Actualmente, presenta una gran dispersión a nivel mundial, ya que ha colonizado prácticamente todo el continente americano, África y

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China. De este modo, es reconocida hoy día como una amenaza para las zonas productoras de maíz en el mundo.

En Estados Unidos ha afectado a más de 20 millones de hectáreas, siendo considerada una enfermedad endémica en la “faja maicera” de este país. En el centro y sur de América continúa su propagación, extendiéndose hasta países como Brasil, Colombia,

Perú, Costa Rica, Venezuela y las Islas del Caribe, principalmente Trinidad-Tobago (Chupp, 1953; Boothroyd, 1964; Latterell y Rossi, 1983). En África, donde el maíz constituye la base de la dieta alimenticia, está causando enormes bajas en el rendimiento de los cultivos y en la calidad del grano, lo que está provocando serios problemas. Ha sido identificada en diversos países del continente como Zimbabue, Zambia, Etiopía, Malawi, Mozambique, Nigeria, Suazilandia, y Tanzania (Ward et al., 1977, 1996; Nowell,1997). Asimismo, Coates y White (1995) han reportado la presencia de esta enfermedad en China. Cercospora zeae-maydis se desarrolla solamente sobre hojas de maíz y no se transmite por la semilla, en este caso el grano (Stromberg y Donahue, 1986). La forma de dispersión es similar a la que presenta el hongo patógeno anterior (Helminthosporium turcicum), es decir, sobrevive en los restos vegetales infectados presentes en el suelo y durante la primavera produce esporas o conidias, especialmente durante periodos de elevada humedad, las cuales son diseminadas por el viento (McGee, 1988; Richardson, 1990). Es preciso reseñar que este hongo puede permanecer en dormancia cuando las condiciones climáticas son secas y cálidas, activándose rápidamente cuando las condiciones ambientales vuelven a ser favorables

(Thorson y Martinson, 1993; Jenco, 1995). Las plantaciones nuevas en pleno desarrollo vegetativo son las más sensibles a los ataques, donde las hojas inferiores son las primeras en ser afectadas, pasando casi inadvertidas en el periodo inicial de la infección. Posteriormente, se extiende a otras hojas de la planta o a otras plantas por medio de la lluvia y el viento. Además, esta enfermedad tiene la característica de esporular profusamente, incrementando el número de lesiones de forma rápida, sobre todo en el follaje, si se dan las condiciones climáticas favorables para su desarrollo.

En cuanto a los síntomas visibles en las plantas, las lesiones inmaduras se presentan inicialmente como pequeñas manchas necróticas rectangulares de 1 a 3 mm. Sin embargo, las lesiones maduras pueden ser fácilmente diferenciadas de otras enfermedades foliares, mostrando un color variable entre gris y café claro, de forma rectangular con una longitud comprendida entre 5 y 77 mm y una anchura de 2 a 4 mm, cuya característica más representativa es su disposición paralela con respecto a las nervaduras de la hoja. En ataques severos, se unen cubriendo prácticamente toda la hoja. En definitiva, cuando la mancha foliar se extiende por todo el cultivo, favorecida por condiciones húmedas y templadas y, especialmente cuando las plantas de maíz se encuentran en pleno desarrollo vegetativo, las lesiones producidas en el follaje se unen causando una extensa necrosis sobre todo la planta que debilita el desarrollo del cultivo (Ward, 1996), incluso se origina un deterioro de los tallos y las plantas más afectadas se acaman. De este modo, las temidas pérdidas de producción se presentan cuando el tejido fotosintético no puede funcionar correctamente debido a las lesiones sufridas en la superficie vegetal, ya que dichas lesiones (manchas) y la muerte prematura de las plantas limitan la interceptación de la luz solar y afecta a la translocación de materiales fotosintetizados, los cuales son necesarios para el llenado y desarrollo de los granos. Es importante destacar que el 75-90 % del material fotosintético se produce en las hojas superiores del maíz (Allison y Watson,1996). A todo esto, hay que añadir que las plantas de maíz susceptibles a esta enfermedad, cuando son infectadas, mueren o quedan inactivas fisiológicamente 30 días antes de llegar a su madurez fisiológica (Jenco, 1995; Ward, 1996). Por tanto, cuando el cultivo está fuertemente infestado, las mazorcas son más pequeñas, con menos granos y de menor tamaño, reduciendo drásticamente la cosecha. En lo referente a las medidas de control, las formas de combatir los efectos de esta enfermedad son básicamente los mismos que con otros hongos patógenos responsables de enfermedades en los cultivos de maíz, resultando ciertamente fundamentales:

- Rotación de cultivos, evitando así el monocultivo o la siembra continua de maíz.

- Labores de labranza, que eliminan de la superficie los restos vegetales infectados, los cuales resultan un foco de dispersión terrible de la enfermedad. Según Singini y Rooyen (1995), los modelos intensivos de los últimos años en los que se ha establecido una agricultura de mínima labranza han permitido la expansión del patógeno.

- Híbridos genéticamente resistentes, ya que la gravedad de las lesiones varía en función del genotipo de maíz afectado. De esta manera, las variedades más sensibles presentan unos daños más numerosos y severos con lesiones necróticas, mientras que las variedades moderadamente resistentes muestran lesiones menos graves con manchas cloróticas.

- Aplicación de productos fungicidas, que pueden ralentizar la incidencia, así como la velocidad de desarrollo de Cercospora zeae-maydis en el cultivo. Todas estas medidas pueden reducir, en mayor o menor medida, la presencia y, por tanto, el daño en las plantaciones de maíz. Tomar medidas, especialmente preventivas, nunca está de más.

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