Gaudete No. 54 - 12 enero 2025

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Domingo 14 Julio 2024 • II Época, No. 32 • Editor P. Armando Flores

TIEMPO ORDINARIO

El tiempo del Año litúrgico que no tiene un carácter propio (Adviento Navidad, Cuaresma y Pascua) recibe el nombre de Tiempo ordinario, que abarca 33 ó 34 semanas.El Tiempo ordinario comienza el lunes siguiente al domingo posterior al 6 de enero (Epifanía) y dura hasta el martes anterior al Miércoles de Ceniza, que da inicio a la Cuaresma. Ahí se interrumpe para reiniciarse desde el lunes siguiente a Pentecostés hasta las vísperas del primer domingo de Adviento, (que es el domingo más próximo al 30 de noviembre) con el cual se inicia el Nuevo Año litúrgico.La vida cristiana es sencilla, no se necesitan cosas extrañas o difíciles; basta poner a Jesús en el centro de nuestras elecciones cotidianas. Así lo expresaba el Papa Francisco hace un año en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta al inicio del Tiempo Ordinario.Después de la Navidad, con el comienzo del nuevo tiempo litúrgico, en el centro de la vida cristiana – observó el Papa –está siempre Jesús, que es la primera y la última Palabra del Padre, “el Señor del universo”, el “Salvador del mundo. No hay otro, es el único”: “Este es el centro de nuestra vida: Jesucristo.

Jesucristo que se manifiesta, se hace ver y nosotros estamos invitados a conocerlo, a reconocerlo, en la vida, en todas las circunstancias de la vida…”

Conocer a Jesús para reconocerlo

El Papa Bergoglio indicó tres tareas “para asegurarnos que Jesús esté en el centro de nuestra vida”: ante todo conocerlo para reconocerlo. Y recordó que en su tiempo, muchos no lo reconocieron: “Los Doctores de la ley, los sumos sacerdotes, los escribas, los saduceos y algunos fariseos”. Es más – prosiguió diciendo Francisco –“lo persiguieron, lo mataron”. De ahí la necesidad de preguntarse: “¿A mí me interesa conocer a Jesús? ¿O quizás tengo más interés por las telenovelas o las charlas; o las ambiciones, o por conocer la vida de los demás?”… “Para conocer a Jesús está la oración, el Espíritu Santo”, pero también está el Evangelio, que hay que llevar siempre consigo para leer un pasaje todos los días: “Es el único modo de conocer a Jesús”. Y “el Espíritu Santo hace después el trabajo. Ésta es la semilla que hace germinar y crecer, es el Espíritu Santo”.

Adorar

La segunda tarea es adorar a Jesús. No sólo pedirle cosas y agradecerle. El Pontífice se refirió a dos modos de adorar a Jesús: “La oración de adoración en silencio” y “después quitar de nuestro corazón las otras cosas que adoramos, que nos interesan más. No, sólo Dios”. “Las otras cosas sirven, sirven si yo soy capaz de adorar sólo a Dios”: “Hay una pequeña oración que nosotros rezamos; el Gloria: ‘Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo’, pero tantas veces la decimos como loros. Pero esta oración ¡es adoración! ‘Gloria’: yo adoro al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Adorar, con pequeñas oraciones, con el silencio ante la grandeza de Dios, adorar a Jesús y decir: ‘Tú eres el único,

tú eres el principio y el fin, y contigo quiero permanecer toda la vida, toda la eternidad. Tú eres el único’. Y expulsar las cosas que me impiden adorar a Jesús”.

Poner a jesús en el centro de nuestra vida: seguirlo

La tercera tarea – subrayó el Pontífice – es la que propone el Evangelio del día en que Jesús llama a los primeros discípulos a seguirlo. Significa poner a Jesús en el centro de nuestra vida:

“La vida cristiana es sencilla, es muy simple, pero tenemos necesidad de la gracia del Espíritu Santo para que despierte en nosotros este deseo de conocer a Jesús, de adorar a Jesús y de seguir a Jesús. Por esto hemos pedido al Señor, al inicio, en la oración Colecta, conocer lo que debemos hacer y tener la fuerza para hacerlo. Que en la sencillez de cada día – porque para cada día para ser cristianos no son necesarias cosas extrañas, cosas difíciles, cosas superfluas, no, es sencillo – el Señor nos dé la gracia de conocer a Jesús, de adorar a Jesús y de seguir a Jesús”.

Celebremos el Tiempo Ordinario,

El Tiempo Ordinario tiene su gracia particular que hay que pedir a Dios y buscarla con toda la ilusión de nuestra vida: así como en este Tiempo Ordinario vemos a un Cristo ya maduro, responsable ante la misión que le encomendó su Padre, le vemos crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios su Padre y de los hombres, le vemos ir y venir, desvivirse por cumplir la Voluntad de su Padre, brindarse a los hombres…así también nosotros en el Tiempo Ordinario debemos buscar crecer y madurar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, y sobre todo, cumplir con gozo la Voluntad Santísima de Dios. Esta es la gracia que debemos buscar e implorar de Dios durante estas 33 semanas del Tiempo Ordinario.

(1 parte de 3)

Giovanni Cucci

La Bula con la que el papa Francisco ha convocado el Año Jubilar 2025 está acertadamente dedicada al tema de la esperanza1 En ella, dirigiéndose a todas las categorías de personas y situaciones en las que la vida está amenazada, el Papa resalta el valor perenne de esta virtud indispensable, presente en todos y en todas las circunstancias, pero que, al mismo tiempo, también es fuente de incertidumbre y sufrimiento, ya que está ligada a aquello que el ser humano no puede controlar:

«Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad» (Spes non confundit 1).

La convocatoria del Jubileo es, para el Papa, una invitación a renovar la esperanza, especialmente en los momentos de prueba, haciendo suyo el pasaje de san Pablo que da título al documento: «la esperanza no defrauda» (Rm 5,5). El llamado a esta dimensión fundamental de la vida cristiana constituye también una advertencia frente al clima cultural actual, marcado por una progresiva y preocupante ausencia de esperanza.

Una virtud incómoda

1 Francisco, «Spes non confundit». Bula de convocación del Jubileo Ordinario del año 2025.

El año jubilar

UNA INVITACIÓN A LA ESPERANZA

«La fe que amo más, dice Dios, es la esperanza. / La fe no me sorprende. / No me resulta sorprendente. / Resplandezco tanto en mi creación. / En el sol y en la luna y en las estrellas. / En todas mis criaturas […] / La caridad marcha desgraciadamente sola. Para amar a su prójimo no hay sino que dejarse ir, no hay sino que mirar tanta miseria. […] / Pero la esperanza, dice Dios, sí que me sorprende. / A mí mismo. / Sí que es sorprendente. / Que esos pobres niños vean cómo pasa todo eso y crean que mañana irá mejor. / Sí que es sorprendente y seguro la más grande maravilla de nuestra gracia. / Yo mismo me quedo sorprendido»2. Es lo que escribía Charles Péguy el 22 de octubre de 1911 en el célebre pasaje de El pórtico del misterio de la segunda virtud.

En estas líneas impactantes, el autor francés expresa toda la grandeza y la dificultad de esta virtud, tanto que parece que el mismo Dios se asombra de su existencia. La esperanza nos habla, en efecto, de lo que no está, pero que al mismo tiempo está íntimamente presente en el tejido de cada proyecto y actividad: reclama su cumplimiento, está en la base de la posibilidad de cambiar las cosas y de luchar por aquello que nos importa. No se limita simplemente a señalar lo que falta, sino que también da la fuerza para afrontar las dificultades3

Péguy lo sabía muy bien. El pórtico del misterio de la segunda virtud fue escrito en uno de los momentos más arduos y dolorosos de su vida: el libro fue, editorialmente, un fracaso, al igual que la revista que había fundado (Cahiers de la Quinzaine), y un destino similar tuvo su intento previo de gestionar la librería Bellais. Incluso la obra dedicada a Juana de Arco – El misterio de la caridad de Juana de Arco, una verdadera obra maestra del siglo XX – solo vendió una copia al momento de su publicación.

Sin embargo, los problemas no fueron solo económicos: Péguy fue rechazado por los socialistas debido a su conversión al cato-

2 C. Péguy, El pórtico del misterio de la segunda virtud, Madrid, Encuentro, 1991, 13 s

3 Para profundizar en el tema, cf. G. Cucci, La speranza. «La forza per affrontare le cose difficili», Milán, Àncora, 2024.

licismo, y por los propios católicos, a causa de su decisión de no bautizar a sus hijos, en un intento de respetar la voluntad de su esposa. Fue precisamente por todo ello que Péguy fue capaz de hablar de la esperanza de un modo tan auténtico y conmovedor: al haber experimentado la desesperación, sabía lo que significaba carecer de ella.

La esperanza es una virtud difícil, porque «tiene que ver con el bien arduo» (Summa Theologiae, I-II, q. 23, a. 2), un bien que no está inmediatamente a nuestro alcance y, sin embargo, es indispensable para una vida digna de ser vivida. La esperanza encierra en sí varias «provisiones» esenciales para emprender la aventura de vivir: coraje, deseo, espera, paciencia y, sobre todo, la confianza en que puede conseguirse incluso cuando todo parece ir en su contra, aquello que san Pablo llama «esperanza contra toda esperanza» (Rm 4,18).

Por estas razones, como notaba siempre Péguy, la esperanza es como una niña pequeña (porque lleva en sí el futuro) y debe ser acompañada por sus dos hermanas mayores: la fe en Aquel que es el único capaz de ofrecer el bien que necesitamos, y la caridad, el amor, que de alguna manera ya lo anticipa y nos impulsa a seguir adelante. Sin estas dos hermanas, la pequeña esperanza parece realmente incapaz de avanzar.

Sin embargo, cuando se le presta atención, se descubre que esta pequeña niña lleva consigo a numerosas parientes que, a su vez, sostienen el camino de las dos hermanas mayores. La esperanza abre, en efecto, múltiples perspectivas, exploradas por saberes diversos que no siempre son armonizables entre sí, como la sociología, la política, la filosofía, la literatura, la espiritualidad y la psicología. Cada una de estas disciplinas parece sentirse más cómoda al abordar ciertos aspectos en lugar de otros: por ejemplo, la agresividad, un tema siempre complejo en el ámbito espiritual; o la confianza, que desafía un enfoque meramente científico y programático de la existencia. A pesar de ello, todas son esenciales para comprender las características únicas de la esperanza.

Al final de la bula de convocatoria del jubileo ordinario del año 2025, Francisco nos propone a la Madre de Dios como el testimonio más alto de la esperanza. Es voluntad del Hijo que recibamos los bienes de la salvación teniendo a María santísima como madre (cf. Jn 19,25-27). «No es casual —afirma el papa— que la piedad popular siga invocando a la Santísima Virgen como Stella maris, un título expresivo de la esperanza cierta de que, en los borrascosos acontecimientos de la vida, la madre de Dios viene en nuestro auxilio, nos sostiene y nos invita a confiar y a seguir esperando»4. Una huella antiquísima de esa piedad popular es la representación iconográfica más antigua de la Virgen María, de la segunda mitad del siglo ii. Se trata de un fresco ubicado en el lóculo de una de las galerías de las catacumbas de Priscila, en Roma. Muestra a la Virgen sentada con el niño Jesús en brazos y junto a ellos el profeta Balaam que señala con el dedo una estrella colocada junto a la cabeza de la Virgen, evocando el pasaje de la Escritura: «Oráculo de Balaán, hijo de Beor [...]. Lo veo, pero no es ahora; lo contemplo, pero no será pronto: avanza una estrella de Jacob y surge un cetro de Israel» (Num 24,15.17). Esa palabra profética se cumplió con el nacimiento del Mesías, tal como atestigua el evangelista san Mateo: «La estrella que los magos habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse enci-

4 Francisco, bula Spes non confundit de convocatoria del jubileo ordinario del año 2025, 24

Madre de la esperanza

Jubileo de la esperanza + José rico pavés

ma de donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2,9-10).

Es muy significativo que la expresión artística mariana más antigua represente a María santísima junto a una estrella. El arte paleocristiano surgió como una confesión espontánea de fe: lo que se cree con el corazón, se declara con los labios, se anuncia con las obras de caridad y se plasma con representaciones que mueven a devoción. Quienes peregrinan a Roma y visitan las catacumbas de Priscila se detienen junto a esta imagen y rezan a la madre de Jesús recordando que desde época antiquísima los cristianos hemos encontrado en la estrella de María la luz del Salvador.

Con san Bernardo, en la Edad Media, se populariza el nombre de «estrella» para invocar a María: «María es la estrella radiante que nace de Jacob, cuya luz se difunde en el mundo entero, cuyo resplandor brilla en los cielos y penetra en los abismos, se propaga por toda la tierra, abriga no tanto los cuerpos como los espíritus, vigoriza las virtudes y extingue los vicios. María es la estrella más brillante y más hermosa»5 En el dilatado y profundo mar de la vida, para no verse arrastrado por la corriente de este mundo hasta la profundidad oscura del pecado y de las preocupaciones, es necesario no perder la luz: mirar la estrella e invocar a María. No debe sorprender entonces que los últimos papas hayan propuesto a María santísima como estrella de la 5 San Bernardo, Serm. II, 17

evangelización. San Pablo VI concluía su exhortación apostólica Evangelii nuntiandi (1975) afirmando que, así como «en la mañana de Pentecostés, María presidió con su oración el comienzo de la evangelización bajo el influjo del Espíritu Santo, así también ella debe ser la estrella de la evangelización siempre renovada que la Iglesia, dócil al mandato del Señor, debe promover y realizar, sobre todo en estos tiempos difíciles y llenos de esperanza»6. San Juan Pablo II, en su cuarto viaje apostólico a España (junio de 1993), recuperó ese mismo título mariano para responder a las exigencias evangelizadoras del momento: «María se dirige hoy a una sociedad como la nuestra, que, pese a sus hondas raíces cristianas, ha visto difundirse en ella los fenómenos del secularismo y la descristianización, y reclama, sin dilación alguna, una nueva evangelización»7.

Para vivir con provecho el encuentro renovado con Cristo en el año jubilar, los peregrinos de esperanza somos invitados especialmente por el papa Francisco a detenernos «a rezar en los santuarios marianos de la ciudad (Roma) para venerar a la Virgen María e invocar su protección [...]. Ella es para el santo Pueblo de Dios “signo de esperanza cierta y de consuelo” (LG 68)»8.

6 San Pablo VI, exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, 82

7 San Juan Pablo II, Homilía en la celebración eucarística en el santuario de Nuestra Señora de la Cinta (14-61993) 4

8 Francisco, bula Spes non confundit de convocatoria del jubileo ordinario del año 2025 (9-5-2024) 24

De la vida parroquial

BAUTISMOS

El día 11 de enero por el sacramento del Bautismo administrado por el Pbro Alberto Sánchez MCCJ. , se incorporaron al pueblo de Dios:

Fátima, hija de Saúl Montes Farías y Angélica Sánchez Magallón, vecinos de Sahuayo.

PRESENTACIÓN

El día 6 de enero se presentaron a la Iglesia, con la pretensión de contraer matrimonio los novios:

Oscar Jesús Suárez Gómez, originario y vecino de Sahuayo, hijo de Oscar Jesús y Ma. Guadalupe; pretende contraer matrimonio con Martha Alicia Sánchez Mata, originaria y vecina de Sahuayo, hija de Raúl y Martha Alicia.

El día 7 de enero se presentaron a la Iglesia, con la pretensión de Juan Pablo Ochoa Fajardo, originario y vecino de Sahuayo, hijo de Adolfo y Olga. Pretende contraer matrimonio con Scarlet Rubi Ochoa Díaz, originaria de Oregón y vecina de Sahuayo, hija de Agustín y Ma. de los Ángeles.

MATRIMONIO

El día 04 de mayo de 2024, unieron sus vidas por el sacramento del matrimonio los novios

Jesús Miguel Gálvez Tejeda y Valeria Barajas Gálvez, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol. Asistió al matrimonio el P.Rogelio Pérez Onofre.

El día 04 de abril de 2024, José Juan Gavia García y Mónica Martínez Ayala, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol. Asistió al matrimonio el Sr. Cura. Armando Flores Navarro.

OBITUARIO

El día 8 de enero de 2025, en el Santuario del Patrón Santiago, se celebró la misa exequial de Víctor Hugo Garibay Zapién, fue sepultado en el Panteón municipal.

El día 8 de enero de 2025 en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, se celebró la misa exequial de Rodolfo Alvarez Valdovinos, fue sepultado en el Panteón municipal.

El día 8. de Enero, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, se celebró la misa exequial de Virginia Magallón Moreno, fue sepultada en el Panteón municipal.

El día 11 de Enero, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, se celebró la Misa exequial de Reynaldo Gómez Sánchez, sus cenizas fueron depósitadas en la Cripta Parroquial.

Hoy, al final del tiempo litúrgico de Navidad, celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. La liturgia nos llama a conocer con más plenitud a Jesús, de quien recientemente hemos celebrado el nacimiento; y para ello, el Evangelio ilustra dos elementos importantes: la relación de Jesús con la gente y la relación de Jesús con el Padre.

En el relato del bautismo, conferido por Juan el Bautista a Jesús en las aguas del Jordán, vemos ante todo el papel del pueblo. Jesús está en medio del pueblo. No es solo un fondo de la escena, sino un componente esencial del evento. Antes de sumergirse en el agua, Jesús “se sumerge” en la multitud, se une a ella asumiendo plenamente la condición humana, compartiendo todo, excepto el pecado. En su santidad divina, llena de gracia y misericordia, el Hijo de Dios se hizo carne para tomar sobre sí y quitar el pecado del mundo: tomar nuestras miserias, nuestra condición humana. Por eso, hoy también es una epifanía, porque yendo a bautizarse por Juan, en medio de la gente penitente de su pueblo, Jesús manifiesta la lógica y el significado de su misión.

Uniéndose al pueblo que pide a Juan el bautismo de conversión, Jesús también comparte el profundo deseo de renovación interior. Y el Espíritu Santo que desciende sobre Él «en forma corporal, como una paloma» (v.22) es la señal de que con Jesús comienza un nuevo mundo, una “nueva creación” que incluye a todos los que acogen a Cristo en su la vida. También a cada uno de nosotros, que hemos renacido con Cristo en el bautismo, están dirigidas las palabras del Padre: «Tú eres mi Hijo, el amado: en ti he puesto mi complacencia» (v. 22). Este amor del Padre, que hemos recibido todos nosotros el día de nuestro bautismo, es una llama que ha

El Bautismo dEl sEñor

El Evangelio del Domingo

Lucas 3, 15-16.21-22

sido encendida en nuestros corazones y necesita que la alimentemos con la oración y la caridad.

El segundo elemento enfatizado por el evangelista Lucas es que después de la inmersión en el pueblo y en las aguas del Jordán, Jesús se “sumergió” en la oración, es decir, en la comunión con el Padre. El bautismo es el comienzo de la vida pública de Jesús, de su misión en el mundo como enviado del Padre para manifestar su bondad y su amor por los hombres. Esta misión se realiza en una unión constante y perfecta con el Padre y el Espíritu Santo.

También la misión de la Iglesia y la de cada uno de nosotros, para ser fiel y fructífera, está llamada a “injertarse” en la de Jesús. Se trata de regenerar continuamente en la oración la evangelización y el apostolado, para dar un claro testimonio cristiano, no según los proyectos humanos, sino según el plan y el estilo de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, la fiesta del Bautismo del Señor es una ocasión propicia para renovar con gratitud y convicción las promesas de nuestro Bautismo, comprometiéndonos a vivir diariamente en coherencia con él. También es muy importante, como os he dicho varias veces, saber la fecha de nuestro Bautismo. Podría preguntar: “¿Quién de vosotros sabe la fecha de su bautismo?”. No todos, seguro. Si alguno de vosotros no la conoce, al volver a casa, que se lo pregunte a sus padres, a los abuelos, a los tíos, a los padrinos, a los amigos de la familia... Preguntad: “¿En qué día me han bautizado?”. Y luego no os olvidéis de ella: es una fecha que se guarda en el corazón para celebrarla cada año.

(Francisco, Ángelus, 13 enero 2019)

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