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Madre de la Esperanza
Jubileo de la Esperanza
Al final de la bula de convocatoria del jubileo ordinario del año 2025, Francisco nos propone a la Madre de Dios como el testimonio más alto de la esperanza. Es voluntad del Hijo que recibamos los bienes de la salvación teniendo a María santísima como madre (cf. Jn 19,25-27). «No es casual —afirma el papa— que la piedad popular siga invocando a la Santísima Virgen como Stella maris, un título expresivo de la esperanza cierta de que, en los borrascosos acontecimientos de la vida, la madre de Dios viene en nuestro auxilio, nos sostiene y nos invita a confiar y a seguir esperando»4. Una huella antiquísima de esa piedad popular es la representación iconográfica más antigua de la Virgen María, de la segunda mitad del siglo ii. Se trata de un fresco ubicado en el lóculo de una de las galerías de las catacumbas de Priscila, en Roma. Muestra a la Virgen sentada con el niño Jesús en brazos y junto a ellos el profeta Balaam que señala con el dedo una estrella colocada junto a la cabeza de la Virgen, evocando el pasaje de la Escritura: «Oráculo de Balaán, hijo de Beor [...]. Lo veo, pero no es ahora; lo contemplo, pero no será pronto: avanza una estrella de Jacob y surge un cetro de Israel» (Num 24,15.17). Esa palabra profética se cumplió con el nacimiento del Mesías, tal como atestigua el evangelista san Mateo: «La estrella que los magos habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2,9-10).
Es muy significativo que la expresión artística mariana más antigua represente a María santísima junto a una estrella. El arte paleocristiano surgió como una confesión espontánea de fe: lo que se cree con el corazón, se declara con los labios, se anuncia con las obras de caridad y se plasma con representaciones que mueven a devoción. Quienes peregrinan a Roma y visitan las catacumbas de Priscila se detienen junto a esta imagen y rezan a la madre de Jesús recordando que desde época antiquísima los cristianos hemos encontrado en la estrella de María la luz del Salvador.
Con san Bernardo, en la Edad Media, se populariza el nombre de «estrella» para invocar a María: «María es la estrella radiante que nace de Jacob, cuya luz se difunde en el mundo entero, cuyo resplandor brilla en los cielos y penetra en los abismos, se propaga por toda la tierra, abriga no tanto los cuerpos como los espíritus, vigoriza las virtudes y extingue los vicios. María es la estrella más brillante y más hermosa»5 En el dilatado y profundo mar de la vida, para no verse arrastrado por la corriente de este mundo hasta la profundidad oscura del pecado y de las preocupaciones, es necesario no perder la luz: mirar la estrella e invocar a María. No debe sorprender entonces que los últimos papas hayan propuesto a María santísima como estrella de la evangelización. San Pablo VI concluía su exhortación apostólica Evangelii nuntiandi (1975) afirmando que, así como «en la mañana de Pentecostés, María presidió con su oración el comienzo de la evangelización bajo el influjo del Espíritu Santo, así también ella debe ser la estrella de la evangelización siempre renovada que la Iglesia, dócil al mandato del Señor, debe promover y realizar, sobre todo en estos tiempos difíciles y llenos de esperanza»6. San Juan Pablo II, en su cuarto viaje apostólico a España (junio de 1993), recuperó ese mismo título mariano para responder a las exigencias evangelizadoras del momento: «María se dirige hoy a una sociedad como la nuestra, que, pese a sus hondas raíces cristianas, ha visto difundirse en ella los fenómenos del secularismo y la descristianización, y reclama, sin dilación alguna, una nueva evangelización»7.
Para vivir con provecho el encuentro renovado con Cristo en el año jubilar, los peregrinos de esperanza somos invitados especialmente por el papa Francisco a detenernos «a rezar en los santuarios marianos de la ciudad (Roma) para venerar a la Virgen María e invocar su protección [...]. Ella es para el santo Pueblo de Dios “signo de esperanza cierta y de consuelo” (LG 68)»8.
Notas:
4 Francisco, bula Spes non confundit de convocatoria del jubileo ordinario del año 2025, 24
5 San Bernardo, Serm. II, 17
6 San Pablo VI, exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, 82
7 San Juan Pablo II, Homilía en la celebración eucarística en el santuario de Nuestra Señora de la Cinta (14-61993) 4
8 Francisco, bula Spes non confundit de convocatoria del jubileo ordinario del año 2025 (9-5-2024) 24