Gaudete No 38 - 25 agosto 2024

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Septiembre es el mes de la Biblia

Septiembre es ‘el mes de la Biblia’ porque en dicho mes se cumple el aniversario de la publicación de la primera Biblia impresa (fue en Suiza, en 1569), y también se celebra, el día 30, a san Jerónimo, santo patrono de estudiosos y traductores de la Sagrada Escritura.

¿De qué trata la Biblia?

Si hubiera que definirlo en una frase, cabría decir que la Biblia trata de la historia de la relación entre Dios y el ser humano, desde el principio hasta el final de los tiempos.

¿Cómo conocemos dicha historia? Porque Dios nos la ha revelado.

Dios tomó la iniciativa de revelarnos cosas que jamás hubiéramos podido conocer de otra manera, y esa revelación es la que está contenida en la Biblia.

La Biblia nos revela con verdad y sin error que Dios es el Creador de todo cuanto existe; que creó al ser humano por amor y para el amor, y cuando éste eligió apartarse de esta vocación a la que había sido llamado, Dios no lo abandonó, sino le envió a Su Hijo para salvarlo del pecado y de la muerte.

La Biblia cuenta la historia de la salvación de la humanidad, una historia que nos abarca a todos, y por eso vale la pena conocerla.

La palabra Biblia significa Biblioteca. Cuando abrimos una Biblia por primera vez, nos sorprende descubrir que lo que conocemos como un solo tomo es en realidad un conjunto de setenta y tres libros y éstos se encuentran agrupados en dos grandes partes: Cuarenta y seis libros en el Antiguo Testamento y veintisiete en el Nuevo Testamento. Cabe aclarar que eso de ‘Testamento’ no se refiere al legado que alguien deja a otra persona; la palabra significa ‘alianza’.

El Antiguo Testamento trata de cómo Dios, Creador del mundo y del hombre, estableció con éste una alianza de amor y cuando el hombre rompió esta alianza, Dios no sólo la renovó sino que prometió enviar a alguien a consolidar con el hombre una alianza eterna.

El Nuevo Testamento narra cómo Dios cumple esta promesa en Jesús, Su Hijo amado, Dios hecho Hombre.

Los libros de esta biblioteca fueron escritos en un período aproximado de mil años, por lo que abarcan no sólo autores muy diversos sino también diversos géneros literarios. Así, tenemos crónicas, relatos épicos, censos, enseñanzas y consejos, poemas,

relatos míticos, profecías, cartas y unos textos de un género propio que no se halla en ningún otro lugar: Evangelios.

Como ves, hay de todo y para todos los gustos. Así que si hasta ahora has creído que la Biblia sólo contiene historias aburridas que pertenecen a un pasado que no tiene nada que ver contigo, ¡desecha esa idea porque es falsa!

Adentrarte en la Biblia es iniciar un viaje maravilloso por un mundo fascinante que siempre tendrá algo nuevo e interesante que ofrecerte. En sus páginas hallarás siempre lo que necesitas escuchar. El hecho de estar formada por tantos libros, de distintos géneros literarios, diferentes autores, enfoques, intenciones y maneras de comunicarlas, te asegura que jamás te aburra su lectura y que en ella nunca dejes de encontrar algo que te hable al corazón…”.

Domingo 25 Junio 2024 • II Época, No. 38 • Editor P. Armando Flores

Mensaje de su santidad

Papa francisco

Para la jornada mundial de oración por el cuidado de la creación

1° de septiembre de 2024

Espera y actúa con la creación

(1 de 2 partes)

Queridos hermanos y hermanas:

“Espera y actúa con la creación” es el tema de la Jornada de oración por el cuidado de la creación, que se celebrará el próximo 1 de septiembre. Hace referencia a la Carta de san Pablo a los romanos 8,19-25, donde el apóstol aclara lo que significa vivir según el Espíritu y se concentra en la esperanza cierta de la salvación por medio de la fe, que es la vida nueva en Cristo.

1. Partamos entonces de una pregunta sencilla, pero que podría no tener una respuesta obvia: cuando somos verdaderamente creyentes, ¿ cómo es que tenemos fe? No es tanto porque “nosotros creemos” en algo trascendente que nuestra razón no logra entender, el misterio inalcanzable de un Dios distante y lejano, invisible e innombrable. Más bien, diría san Pablo, es porque habita en nosotros el Espíritu Santo. Sí, somos

creyentes porque el mismo «amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» ( Rm 5,5). Por eso el Espíritu es ahora, realmente, «el anticipo de nuestra herencia» ( Ef 1,14), como provocación a vivir siempre orientados hacia los bienes eternos, según la plenitud de la humanidad hermosa y buena de Jesús. El Espíritu hace a los creyentes creativos, pro-activos en la caridad. Los introduce en un gran camino de libertad espiritual, no exento, sin embargo, de la lucha entre la lógica del mundo y la lógica del Espíritu, que tienen frutos contrapuestos entre ellos (cf. Ga 5,16-17). Lo sabemos, el primer fruto del Espíritu, compendio de todos los otros, es el amor. Conducidos, entonces, por el Espíritu Santo, los creyentes son hijos de Dios y pueden dirigirse a Él llamándolo «¡Abba!, es decir, ¡Padre!» ( Rm 8,15), precisamente como Jesús, con la libertad del que ya no cae más en el miedo a la muerte, porque Jesús resucitó de entre los muertos. He aquí la gran esperanza: el amor de Dios ha vencido, vence y seguirá venciendo siempre. A pesar de la perspectiva de la muerte física, para el hombre nuevo que vive en el Espíritu el destino de gloria es ya seguro. Esta esperanza no defrauda, como nos recuerda también la Bula de convocación del próximo Jubileo. [1]

2. La existencia del cristiano es vida de fe, diligente en la caridad y desbordante de esperanza, en la espera de la llegada del Señor en su gloria. La “demora” de la parusía, de su segunda venida, no es un problema; la cuestión es otra: «cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lc 18,8). Sí, la fe es un don, un fruto de la presencia del Espíritu en nosotros, pero es también una tarea, que debe realizarse en la libertad, en la obediencia al mandamiento del amor de Jesús. Esa es la feliz esperanza que hemos de testimoniar; ¿dónde?, ¿cuándo?,

¿cómo? En los dramas de la carne humana que sufre. Si bien se sueña, ahora es necesario soñar con los ojos abiertos, animados por visiones de amor, de fraternidad, de amistad y de justicia para todos. La salvación cristiana entra en la profundidad del dolor del mundo, que no sólo afecta a los seres humanos, sino a todo el universo; a la naturaleza misma, oikos del hombre, su ambiente vital; comprende la creación como “paraíso terrenal”, la madre tierra, que debería ser lugar de alegría y promesa de felicidad para todos. El optimismo cristiano se fundamenta en una esperanza viva; sabe que todo tiende a la gloria de Dios, a la consumación final en su paz, a la resurrección corporal en la justicia, “de gloria en gloria”. En el transcurrir del tiempo, sin embargo, compartimos dolor y sufrimiento: la creación entera gime (cf. Rm 8,1922), los cristianos gimen (cf. vv. 23-25) y gime el propio Espíritu (cf. vv. 2627). El gemir manifiesta inquietud y sufrimiento, con anhelo y deseo. El gemido expresa confianza en Dios y abandono a su compañía afectuosa y exigente, con vistas a la realización de su designio, que es alegría, amor y paz en el Espíritu Santo.

3. Toda la creación está implicada en este proceso de un nuevo nacimiento y, gimiendo, espera la liberación. Se trata de un crecimiento escondido que madura, como “un grano de mostaza que se convierte en un gran árbol” o “levadura en la masa” (cf. Mt 13,31-33). Los comienzos son insignificantes, pero los resultados esperados pueden ser de una belleza infinita. En cuanto espera de un nacimiento —la revelación de los hijos de Dios— la esperanza es la posibilidad de mantenerse firmes en medio de las adversidades, de no desanimarse en el tiempo de las tribulaciones o frente a la barbarie humana. La esperanza cristiana no defrauda, pero tampoco da falsas ilusiones; si el gemido de la creación, de los

cristianos y del Espíritu es anticipación y espera de la salvación que ya se está realizando, ahora estamos inmersos en muchos sufrimientos que san Pablo describe como “tribulaciones, angustias, persecución, hambre, desnudez, peligros, espada” (cf. Rm 8,35). Entonces la esperanza es una lectura alternativa de la historia y de las vicisitudes humanas; no ilusoria, sino realista, del realismo de la fe que ve lo invisible. Esta esperanza es la espera paciente, como el no-ver de Abraham. Me agrada recordar a ese gran creyente visionario que fue Joaquín de Fiore —el abad calabrés “de espíritu profético dotado”, según Dante Alighieri [2]— que, en un tiempo de luchas sanguinarias, de conflictos entre el papado y el imperio, de cruzadas, de herejías y de mundanidad de la Iglesia, supo indicar el ideal de un nuevo espíritu de convivencia entre los hombres, basado en la fraternidad universal y la paz cristiana, fruto de Evangelio vivido. Ese espíritu de amistad social y de fraternidad universal lo propuse en Fratelli tutti. Y esa armonía entre los seres humanos debe extenderse también a la creación, en un “antropocentrismo situado” (cf. Laudate Deum, 67), en la responsabilidad por una ecología humana e integral, camino de salvación de nuestra casa común y de nosotros que habitamos en ella.

4. ¿Por qué tanta maldad en el mundo? ¿Por qué tanta injusticia, tantas guerras fratricidas que causan la muerte de niños, destruyen ciudades, contaminan el entorno vital del hombre, la madre tierra, violentada y devastada? Refiriéndose implícitamente al pecado de Adán, san Pablo afirma: «Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). La lucha moral de los cristianos está relacionada con el “gemido” de la creación, porque esta última «quedó sujeta a la vanidad» (v. 20). Todo el cosmos y toda criatura gimen y anhelan “ansiosamente” que se supere la condición actual y se restablezca la originaria: en efecto, la liberación del hombre comporta también la de todas las demás criaturas que, solidarias con la condición humana, han sido sometidas al yugo de la esclavitud. Al igual que la humanidad, la creación -sin culpa alguna´está esclavizada y se encuentra incapacitada para realizar aquello para lo que fue concebida, es decir, para tener un sentido y una finalidad duraderos; está sujeta a la disolución y a la muerte, agravadas por el abuso humano de la naturaleza. Pero, por el contrario, la salvación del hombre en Cristo es esperanza segura también para la creación; de hecho, «también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8,21). Entonces, en la redención de Cristo es posible contemplar con esperanza el vínculo de solidaridad entre el ser humano y todas las demás criaturas. Año

El discernimiento ignaciano

Vivir implica decidir, optar, elegir opciones entre las diversas posibilidades que tienes en cada momento determinado de tu vida. Este optar es fundamental debido a que en cada decisión, por pequeña que sea, te configuras y “tomas forma”.

Un auténtico cristiano es el que, consecuente con su experiencia de fe, va adquiriendo una convicción sentida de hacer que toda su vida y su acción transcurran según las normas del Evangelio y la guía del Espíritu Santo. Orienta toda su existencia según las mociones del buen espíritu, es decir, lleva una vida en y según el discernimiento espiritual. Este será también el camino de un auténtico ejercitante.

No podemos negar la dificultad sentida de conocer y seguir al Espíritu Santo. Jesús nos dijo: El Espíritu es como el viento, no sabes de dónde viene ni a dónde va pero oyes su voz (cf. Jn 3, 8;). Si no podemos conocerlo directamente, sí lo podemos conocer indirectamente por sus efectos: por sus dones, por sus carismas, por sus frutos en nosotros y especialmente por sus mociones interiores. Escuchar la voz del Espíritu es saber leer, en discernimiento espiritual, las mociones del Espíritu Santo.

La originalidad de las reglas de discernimiento de espíritus de los Ejercicios consiste en que ellas nos suministran una clave de interpretación de las mociones. espirituales a través de las virtudes teologales y de los sentimientos intelectivo afectivos que los acompañan o de sus opuestos, según que el espíritu sea bueno o malo.

De la vida parroquial

PRESENTACIÓN

El 20 de agosto de 2024 se presentarón a la Iglesia, con la pretensión de contraer matrimonio los novios.

José de Jesús Buenrostro Villaseñor, originario y vecino de ésta, hijo de J. Jesús y Catalina. Pretende Contraer matrimonio con Natalia Guadalupe Nieto Castellanos, originaria y vecina de ésta, hija de Heri de Jesús y Alejandra.

OBITUARIO

El día 19 de Agosto de 2024, en la Iglesia Parroquial, se celebró la misa exequial de Manuel Melgoza Cruz, fue sepultado en el Panteón municipal.

Señor ¿a quién iremoS?

Hoy concluye la lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan, con el discurso sobre el «Pan de vida» que Jesús pronunció el día después del milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Al final de su discurso, el gran entusiasmo del día anterior se desvaneció, porque Jesús había dicho que era el Pan bajado del cielo y que daría su carne como alimento y su sangre como bebida, aludiendo así claramente al sacrificio de su misma vida. Estas palabras suscitaron desilusión en la gente, que las juzgó indignas del Mesías, no «victoriosas». Algunos veían a Jesús como a un Mesías que debía hablar y actuar de modo que su misión tuviera un éxito inmediato. Pero, precisamente sobre esto se equivocaban: sobre el modo de entender la misión del Mesías. Ni siquiera los discípulos logran aceptar ese lenguaje inquietante del Maestro. Y el pasaje de hoy relata su malestar: «¡Este modo de hablar es duro! — decían— ¿Quién puede hacerle caso?»

En realidad, ellos entendieron bien el discurso de Jesús. Tan bien que no quieren escucharlo, porque es un lenguaje que pone en crisis su mentalidad. Siempre las palabras de Jesús nos hacen entrar en crisis; en crisis, por ejemplo, ante el espíritu del mundo, ante la mundanidad. Pero Jesús ofrece la clave para superar la dificultad; una clave compuesta de tres elementos. Primero, su origen divino. Él ha bajado del cielo y subirá «adonde estaba antes» (v. 62). Segundo: sus palabras se pueden comprender sólo a través de la acción del Espíritu Santo, «quien da vida» (v. 63). Y es precisamente el Espíritu Santo el que nos hace comprender bien a Jesús. Tercero: la verdadera causa de la incomprensión de sus palabras es la falta de fe: «hay algunos de entre vosotros que no creen» (v. 64), dice Jesús. En efecto, desde ese momento, dice el Evangelio «muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él» (v. 66). Frente a estas deserciones, Jesús

no regatea ni atenúa sus palabras, es más obliga a hacer una elección clara: o estar con Él o separarse de Él, y les dice a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» (v. 67).

Entonces, Pedro hace su confesión de fe en nombre de los otros Apóstoles: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de Vida eterna» (v. 68). No dice: «¿dónde iremos?», sino «¿a quién iremos?». El problema de fondo no es ir y abandonar la obra emprendida, sino a quién ir. De esa pregunta de Pedro, nosotros comprendemos que la fidelidad a Dios es una cuestión de fidelidad a una persona, a la cual nos adherimos para recorrer juntos un mismo camino. Y esta persona es Jesús. Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna! Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida. Cristo no es un elemento accesorio: es el «pan vivo», el alimento indispensable. Adherirse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no significa estar encadenados, sino ser profundamente libres, siempre en camino. Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿quién es Jesús para mí? ¿Es un nombre, una idea, es solamente un personaje histórico? O ¿es verdaderamente esa persona que me ama, que ha dado su vida por mí y camina conmigo? Para ti, ¿quién es Jesús? ¿Estás con Jesús? ¿Intentas conocerlo en su palabra? ¿Lees el Evangelio, todos los días un pasaje, para conocer a Jesús? ¿Llevas el Evangelio en el bolsillo, en la bolsa, para leerlo en cualquier lugar? Porque cuanto más estamos con Él, más crece el deseo de permanecer con Él. Ahora os pediré amablemente hacer un momento de silencio y que cada uno de nosotros en silencio, en su corazón, se pregunte: ¿Quién es Jesús para mí? En silencio, que cada uno responda en su corazón.

El EvangElio dEl domingo Juan 6, 55. 60-69

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Gaudete No 38 - 25 agosto 2024 by Parroquia de Santiago Apóstol Sahuayo - Issuu