Domingo 16 Junio 2024 • II Época, No. 28 • Editor P. Armando Flores
Charla y exposiCión de Milagros euCarístiCos
Casa del padre
Barragán
17.00 hrs.
Misa iglesia parroquial.
19.30 hrs
peregrinaCión de la Casa de Joselito a la iglesia parroquial
19.00 hrs
Vigilia de oraCión iglesia parroquial.
de 20.00 a 21.00 hrs
Día Del Padre
Este próximo domingo 16 de junio se celebra el día del padre. Felicitamos a todos papás, por el don de la vida que transmiten, cultivan acompañan, forman, defienden y custodian. La celebración del dñia del padre evoca la del día de la madre. No deberían separarse. Los hijos son fruto del amor de papá y de mamá.
Ser hijos es una experiencia que todos compartimos, pues nadie ha nacido de la nada.. Felicidades también a los hijos que han tenido la dicha de contar en su vida con la cercanía de un padre y también a quienes a pesar de la ausencia física de papá, han encontrado en el camino quien ha hecho sus veces desinteresadamente.
La experiencia de la ausencia del padre en la familia y el hogar acarrea graves consecuencias en la mujer y los hijos. Fenómenos sociales como la migración, las adicciones, los divorcios o el machismo, influyen negativamente en la vivencia del don de la paternidad al alejar física o emocionalmente a los padres de sus hijos.
El día del padre es propicio para hacer un llamado a los papás ausentes: ¡recapaciten!, acérquense a su esposa y sus hijos. Ámenlos y que ellos lo sientan. Retomen una presencia
significativa. Es muy noble pedir perdón y recomenzar con esperanza una nueva vida en la familia. Nunca es tarde. No pierdan la esperanza.
A los padres que se preocupan por estar presentes en la vida de sus hijos les decimos: incrementen su presencia, su calidez, su ternura, su misericordia. Ustedes son un factor decisivo para crecer en el amor al interno de la familia, en la doble dirección de recibirlo y darlo. Con apertura y generosidad. La experiencia de la saberse amado por papá y por mamá, de saber que están siempre presentes, atentos a consolar, a curar, a orientar, es muy imporante en la vida religiosa de los mas pequeños y de los jóvenea, pues les dispone a sentir a Dios con el corazón y no sólo como una idea; Dios es padre, porque es presencia incondicional, fuente de vida, misericordia infinita, consuelo oportuno, por eso es tan importante el amor de papá y de mamá, porque garantiza un desarrollo humano sano y una experiencia religiosa integral. Formemos una cultura favorable a la paternidad, sin olvidar que la paternidad no es un derecho sino un don que hay que acoger con gratitud y hacer servir con responsabilidad.
Tres virtudes de un corazón que lo espera todo
Jesús nos ha dado ejemplo de una oración continua, practicada con perseverancia. El diálogo constante con el Padre, en el silencio y en el recogimiento, es el fundamento de toda su misión.
Los Evangelios nos cuentan también de sus exhortaciones a los discípulos, para que recen con insistencia, sin cansarse. El Catecismo recuerda las tres parábolas contenidas en el Evangelio de Lucas que subrayan esta característica de la oración de Jesús (cfr. CCE, 2613).
La oración debe ser sobre todo tenaz, como el personaje de la parábola que, teniendo que acoger un huésped que llega de improviso, en mitad de la noche va a llamar a un amigo y le pide pan. El amigo responde: “¡no!”, porque ya está en la cama, pero él insiste e insiste hasta que no le obliga a alzarse y a darle el pan (cfr. Lc 11,5−8). Una petición tenaz. Pero Dios es más paciente que nosotros, y quien llama con fe y perseverancia a la puerta de su corazón no queda decepcionado. Dios siempre responde. Siempre. Nuestro Padre sabe bien qué necesitamos; la insistencia no sirve para informarle o convencerle, sino para alimentar en nosotros el deseo y la espera.
La segunda parábola es la de la viuda que se dirige al juez para que la ayude a obtener justicia. Este juez es corrupto, es un hombre sin escrúpulos, pero al final, exasperado por la insistencia de la viuda, decide complacerla (cfr. Lc 18,1−8). Y piensa: “Es mejor que le resuelva el problema y me la
quito de encima, y así no viene continuamente a quejarse delante de mí”. Esta parábola nos hace entender que la fe no es el impulso de un momento, sino una disposición valiente a invocar a Dios, también a “discutir” con Él, sin resignarse frente al mal y la injusticia.
La tercera parábola presenta un fariseo y un publicano que van al Templo a rezar. El primero se dirige a Dios presumiendo de sus méritos; el otro se siente indigno incluso solo por entrar en el santuario. Pero Dios no escucha la oración del primero, es decir, de los soberbios, mientras escucha la de los humildes (cfr. Lc 18,9−14). No hay verdadera oración sin espíritu de humildad. Es precisamente la humildad la que nos lleva a pedir en la oración.
La enseñanza del Evangelio
es clara: se debe rezar siempre, también cuando todo parece vano, cuando Dios parece sordo y mudo y nos parece que perdemos el tiempo. Incluso si el cielo se ofusca, el cristiano no deja de rezar. Su oración va a la par que la fe. Y la fe, en muchos días de nuestra vida, puede parecer una ilusión, un cansancio estéril. Hay momentos oscuros, en nuestra vida y en esos momentos la fe parece una ilusión. Pero practicar la oración significa también aceptar este cansancio. “Padre, yo voy a rezar y no siento nada... me siento así, con el corazón seco, con el corazón árido”.
Pero tenemos que ir adelante, con este cansancio de los momentos malos, de los momentos que no sentimos nada. Muchos santos y santas han experimentado la noche de la fe y el silencio de Dios —cuando nosotros llamamos y Dios no responde— y estos santos han sido perseverantes.
Sin Jesús, nuestras oraciones correrían el riesgo de reducirse a los esfuerzos humanos, destinados la mayor parte de las veces al fracaso. Pero Él ha tomado sobre sí cada grito, cada lamento, cada júbilo, cada súplica... cada oración humana. Y no olvidemos el Espíritu Santo que reza en nosotros; es Aquel que nos lleva a rezar, nos lleva a Jesús. Es el don que el Padre y el Hijo nos han dado para proceder al encuentro de Dios. Y el Espíritu Santo, cuando nosotros rezamos, es el Espíritu Santo que reza en nuestros corazones.
De la vida parroquial
BAUTISMOS
El día 15 de junio 2024 por el Sacramento del Bautismo administrado por el Sr. Cura Armando Flores Navarro, se incorporó al Pueblo de Dios.
Sebastián, hijo de Bryan Cristóbal Núñez y Karen Gómez, vecinos de Sahuayo.
Chelsey, hija de Diego Eduardo Vargas y María Paulina Castillo, vecinos de Sahuayo.
OBITUARIO
El día 9 de junio 2024, en el Santuario de Santiago Apóstol, se celebró la misa exequial de Ramón Granados Ochoa, fué sepultado en el Panteón municipal.
El REino sE paREcE a una sEmilla...
En la página del Evangelio de hoy (cf. Marcos 4, 26-34), Jesús habla a la multitud del Reino de Dios y del los dinamismos de su crecimiento, y lo hace contando dos breves parábolas.
En la primera parábola (cf. vv. 26-29), el Reino de Dios se compara con el crecimiento misterioso de la semilla, que se lanza al terreno y después germina, crece y produce trigo, independientemente del cuidado cotidiano, que al finalizar la maduración se recoge. El mensaje de esta parábola lo que nos enseña es esto: mediante la predicación y la acción de Jesús, el Reino de Dios es anunciado, irrumpe en el campo del mundo y, como la semilla, crece y se desarrolla por sí mismo, por fuerza propia y según criterios humanamente no descifrables. Esta, en su crecer y brotar dentro de la historia, no depende tanto de la obra del hombre, sino que es sobre todo expresión del poder y de la bondad de Dios, de la fuerza del Espíritu Santo que lleva adelante la vida cristiana en el Pueblo de Dios. A veces la historia, con sus sucesos y sus protagonistas, parece ir en sentido contrario al designio del Padre celestial, que quiere para todos sus hijos la justicia, la fraternidad, la paz. Pero nosotros estamos llamados a vivir estos periodos como temporadas de prueba, de esperanza y de espera vigilante de la cosecha. De hecho, ayer como hoy, el Reino de Dios crece en el mundo de forma misteriosa, de forma sorprendente, desvelando el poder escondido de la pequeña semilla, su vitalidad victoriosa. Dentro de los pliegues de eventos personales y sociales que a veces parecen marcar el naufragio de la esperanza, es necesario permanecer confiados en el actuar tenue pero poderoso de Dios. Por eso, en los momentos de oscuridad y de dificultad nosotros no debemos desmoronarnos,
sino permanecer anclados en la fidelidad de Dios, en su presencia que siempre salva. Recordad esto: Dios siempre salva. Es el salvador. En la segunda parábola (cf. vv. 30-32), Jesús compara el Reino de Dios con un grano de mostaza. Es un semilla muy pequeña, y sin embargo se desarrolla tanto que se convierte en la más grande de todas las plantas del huerto: un crecimiento imprevisible, sorprendente. No es fácil para nosotros entrar en esta lógica de la imprevisibilidad de Dios y aceptarla en nuestra vida. Pero hoy el Señor nos exhorta a una actitud de fe que supera nuestros proyectos, nuestros cálculos, nuestras previsiones. Dios es siempre el Dios de las sorpresas. El Señor siempre nos sorprende. Es una invitación a abrirnos con más generosidad a los planes de Dios, tanto en el plano personal como en el comunitario. En nuestras comunidades es necesario poner atención en las pequeñas y grandes ocasiones de bien que el Señor nos ofrece, dejándonos implicar en sus dinámicas de amor, de acogida y de misericordia hacia todos. La autenticidad de la misión de la Iglesia no está dada por el éxito o por la gratificación de los resultados, sino por el ir adelante con la valentía de la confianza y la humildad del abandono en Dios. Ir adelante en la confesión de Jesús y con la fuerza del Espíritu Santo. Es la consciencia de ser pequeños y débiles instrumentos, que en las manos de Dios y con su gracia pueden cumplir grandes obras, haciendo progresar su Reino que es «justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Romanos 14, 17). Que la Virgen María nos ayude a ser sencillos, a estar atentos, para colaborar con nuestra fe y con nuestro trabajo en el desarrollo del Reino de Dios en los corazones y en la historia.
El
EvangElio dEl domingo