Gaudete No. 15 - 10 marzo 2024

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La necesidad de la oración

Todos los seres humanos, estamos formados por una parte material que es el cuerpo y por una parte espiritual que es el alma. Tanto nuestro cuerpo como nuestra alma tienen una serie de necesidades. Solemos atender con mayor frecuencia y rapidez las necesidades del cuerpo y dejamos muchas veces a un lado las necesidades del alma. Cuando esto sucede, experimentamos un vacío en nuestras vidas.

Es importante saber atender a nuestra identidad completa dándole al alma la importancia que merece.

La oración es tan necesaria en nuestra vida espiritual como lo es respirar para nuestra vida del cuerpo.

El hombre, por estar formado de alma y cuerpo, tiene en su misma naturaleza una sed de cosas infinitas, siente la necesidad de conocer a Dios, intuye la presencia de un Ser Superior, de Alguien infinito que es la respuesta a sus necesidades. La historia de la existencia humana da prueba de la religiosidad innata del hombre en las distintas épocas y en las diferentes culturas.

En la actualidad, después de una época en que el hombre se olvidó de Dios para adentrarse en un materialismo sorprendente, hace

apenas unos cuantos años, hemos sido testigos de un despertar espiritual en la sociedad. Los hombres se han dado cuenta de que lo material no satisface sus inquietudes eternas y ha regresado a buscar a Dios.

Desgraciadamente, muchos han intentado encontrarlo a través de caminos erróneos como la meditación trascendental, la dianética, la cienciología, las técnicas orientales de meditación y relajación, la quiromancia y la adivinación. En todos estos casos, se habla del espíritu y de un ser superior, un dios cósmico, un dios presente en los elementos que conforman el universo y los ejercicios que realizan los centran en ellos mismos, pues buscan como único fruto "sentirse bien", estar en paz con ellos mismos.

La oración cristiana es muy diferente a estas técnicas que están de moda, porque es una oración personal (de persona a persona) en la que nosotros hablamos con Dios que nos creó, nos conoce y que nos ama. Nuestro Dios es una persona, no algo etéreo como el cosmos o el universo. No es un dios "cósmico", es un Dios con el que podemos dialogar de persona a persona porque nos conoce a cada uno y sabe qué es lo que necesitamos. Dios es un Padre que nos ama, y con la oración nosotros participamos de su amor. Es un Padre que llena de bendiciones a sus hijos. La oración cristiana da frutos, no sólo con uno mismo sino con los demás, nos hace crecer en el amor a Dios y a los hombres.

Cuando un hombre aprende a orar, jamás vuelve a tener sed, no vuelve a experimentar ningún vacío interior pues la oración llena las necesidades de su alma.

Algunos quizá, hayamos alguna vez intentado orar con toda nuestra

buena voluntad, pero los esfuerzos que hicimos no dieron el fruto que esperábamos y terminamos desanimados y abandonando la oración. ¿Por qué nos pasa esto? Porque no sabemos orar, necesitamos aprender a orar.

Las personas que han aprendido a orar, han encontrado el gusto por la oración y han logrado vencer obstáculos que en otro momento de sus vidas les hubieran parecido muy difíciles de superar como la falta de tiempo y el no poderse concentrar. Se puede decir que la oración ha pasado a ser parte de su vida.

Aprender a orar es aprender a estar atentos a la acción de Dios. Existen métodos que nos ayudan a aprender a orar pero son sólo unas guías que nos acompañan a determinado punto y después ya desaparecen porque logramos entrar en comunicación con Dios. Son ayudas, apoyos para profundizar en nuestra oración.

Así como los deportistas se preparan y entrenan para conseguir mejores resultados, el alma tiene capacidades espirituales que pueden estar dormidas por falta de preparación y entrenamiento.

Si nosotros aprendemos a orar, encontraremos en Dios la respuesta a todas nuestras inquietudes, encontraremos la paz espiritual y nuestro corazón se encontrará lleno de energía para dar amor a los demás.

Con la oración ocurre lo que con la levadura que fermenta la masa o con una antorcha que alumbra una habitación. Así es la oración: ilumina y fermenta toda nuestra vida y nos hace crecer en nuestro interior. Dios se convierte en un Alguien en nuestras vidas y no es sólo una "idea" sin vida. El diálogo continuo con Dios se vuelve parte de nuestra vida cotidiana.

10 marzo 2024 • II Época, No. 15 • Editor P. Armando Flores
Domingo

In memoriam

JESÚS ÁVALOS DÍAZ

10 de marzo de 1990 28 de febrero de 2024.

Jesús Ávalos Díaz fue el quinto hijo de Humberto Ávalos y Rosa Díaz, nació el 10 de marzo de 1990. Recibió la catequesis y los sacramentos de la iniciación cristiana en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe. Desde pequeño mostró inquietud por el servicio a Dios participando como monaguillo en la capilla de María Auxiliadora, en el seminario de los Salesianos; convivió con el padre Francisco Sandoval quien lo alentó a encontrar su vocación, y motivó a su familia para atender la cooperativa del colegio por las tardes donde los niños se reunían para vivir la espiritualidad salesiana. A los12 años ingresó en el seminario de los Oblatos en Sahuayo cursando

la secundaría y preparatoría, aprendio el oficio de la labranza y comenzó su estudios básicos de música practicando en un piano de ese seminario.

Conociendo el Seminario Diocesano de Zamora, Jesús ingresó en el Curso Introducto de esta casa de formación que se encuentra en Cotija, al cumplir la mayoria de edad. Pasó después al estudio de la filosofía en el Seminario Mayor de Zamora, donde permanecio por dos años. En esta etapa de formación, Jesús acrecentó su devoción al Sagrado Corazón de Jesús; siguió aprendiendo sobre música y comenzó sus estudios en el piano; fue miembro de la Schola Cantorum del Seminario y se le envió a estudiar un curso a la Escuela de Música Sacra de Guadalajara; ejerció la dirección del coro y rescató algunos cantos devocionales al Sagrado Corazón de Jesús. Realizó su apostolado impartiendo catecismo en Jacona y en la parroquia de San Simón en Ixtlán.

En el 2011, Jesús descubriendo su vocación a la música litúrgica, abandonando la formación a la vida sacerdotal y ubicándose nuevamente en Sahuayo, comenzó su apostolado amenizando algunas celebraciones en la Parroquia de Guadalupe y en el Santiario del Patrón Satiago. Fue invitado por el padre Filiberto Díaz a colaborar como organista y cantor de la Parroquia de Santiago Apóstol donde, con esmero, fue formando el coro parroquial; recuperó cantos de la tradición popular de sahuayo. Tuvo la oportunidad de seguir creciendo en la música estudiando nuevamente en la Escuela de Música Sacra de

Guadalajara. Con el pasó del tiempo, también colaboró en la evangelización digital, fue miembro del Consejo Parroquial y desempeñó labores en la notaría parroquial. Con su labor en la Parroquia manifesto su amor a la música mostrando así su espiritualidad, la alegría y amabilidad le caracterizaban. Comenzó a impartir clases de música en los seminarios y monasterios, así como en diversas instituciones de gobierno y sociales, y el apoyo en la formación del coro en la Parroquia del Señor del Perdón en Cojumatlán.

Durante la pandemia permaneció amenizando las celebraciones litúrgicas en la Parroquia de Santiago. Fue sometido a una cirugía en las cuerdas vocales que le imposibilitó compartir su canto durante varias semanas, sin embargo, formó un equipo de cantores que le asistían durante su convalecencia. En el marco de la fiesta en honor a san José Sánchez del Río entonó con gran esperanza aquel canto que inspiró el testimonio de Joselito y de muchas generaciones “al cielo, al cielo, al cielo quiero ir”; sintiendose enfermo y débil, el Miércoles de Ceniza de este año, se ausentó de su ministerio, tras días de padecimiento y afectado por una inflamación cerebral fue llamado a la casa del Padre la tarde del 28 de febrero de 2024. Sus funerales se celebraron en la Iglesia Parroquial de Santiago donde estuvo acompañado por su comunidad, sus amigos sacerdotes y su familia. En aquel viernes primero brotó el anhelo del cielo y se recordó que una vez hubo un sembrador que plantó una viña, le puso una cerca y la cuidó.

GUIA PARA EL EXAMEN DE CONCIENCIA

INTRODUCCIÓN

Dediquemos ahora unos minutos a reflexionar sobre nuestra vida, para descubrir hasta qué punto hemos acogido el amor que Dios nos tiene. Dicho de otro modo: ver hasta qué punto nuestra vida refleja la de Jesús.

Hagámoslo con seriedad todos juntos.

RESPETO A DIOS Y LA VIDA DE FE

+ En mi vida, ¿tengo presente a Dios?

+ ¿Tengo momentos de oración y de diálogo confiado con Dios?

+ Mi manera de vivir, ¿provoca que las demás personas se sientan atraídas hacia la fe?

+ ¿Participo en la vida de la Iglesia y colaboro en sus necesidades económicas?

EN LA RELACIÓN CON LOS DEMÁS

+ ¿Soy una persona que siempre busca y dice la verdad?

+ ¿Tengo odio o he dañado la fama de alguna persona?

+ Después de una discusión, ¿he procurado la paz y el perdón, tal como Cristo me ha perdonado a mí?

+ ¿Soy consciente de que el sexo no es un simple instrumento de placer, sino que está al servicio del amor?

EN LA VIDA DE FAMILIA

+ ¿Me esfuerzo para que crezca el amor en el matrimonio?

+ ¿Soy dialogante con los hijos y con los padres?

+ ¿Colaboro en la creación de un buen clima familiar para que todos se encuentren bien en su casa?

+ ¿Soy un buen vecino?

EN EL USO DEL DINERO Y DEL TRABAJO

+ ¿Comparto mis bienes con los que están sin trabajo o son más pobres que yo?

+ ¿Me aprovecho de los demás en mi profesión?

+ ¿Cumplo mi tarea con honestidad, eficacia y dedicación?

+ ¿Soy solidario con los demás trabajadores o me desentiendo de los problemas colectivos?

EN LA VIDA SOCIAL

+ ¿Participo en las actividades ciudadanas que ayudan a una mejor convivencia?

+ ¿Qué hago por los más pobres, ignorantes, enfermos, ancianos?

+ ¿Me intereso por cuidar el medio ambiente y la casa común?

+ ¿Me intereso por los problemas de los demás?

EN CUANTO A LAS ACTITUDES PERSONALES

+ ¿Me esfuerzo por corregir la envidia o la ira?

+ ¿Procuro ir a fondo en el estudio? ¿Soy competente en mi vida profesional?

+ ¿Acepto con paciencia las contrariedades de la vida? ¿Me dejo corregir por los demás?

+ ¿Actúo con hipocresía en algunos momentos?

CONCLUSIÓN DEL EXAMEN

Dejemos un buen espacio de silencio para pensar en todo eso y, así, conscientes de nuestro pecado, podremos pedir perdón al Señor.

Examen de conciencia en YouTube

De la vida parroquial

BAUTISMOS

El día 9 de Marzo 2024 por el Sacramento del Bautismo administrado por el Sr.Pbro.

Miguel Torres MCCJ se incorporaron al Pueblo de Dios.

Aitana, hija Jesús Israel Castillo y de Nancy Estefanía Oliveros, vecinos de Sahuayo, Mich.

Gohan Yahir, hijo de Sergio Arnulfo Martínez y Fátima Guadalupe Castañeda, vecinos de Sahuayo, Mich.

Zaith Misael, hijo de José

Alejandro Granados y María

Guadalupe Rodríguez, vecinos de Sahuayo, Mich.

MATRIMONIO

El día 09 de marzo de 2024 unieron sus vidas por el sacramento de matrimonio los novios Emmanuel

González Sánchez y Dulce María Silva Chávez, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol. Asistió al matrimonio el Pbro. Enrique Alcala Velarde.

El día 09 de marzo de 2024 unieron sus vidas por el sacramento de matrimonio los novios José Gálvez Amezcua y Mayra Paulina Víctor García, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, Asistió al matrimonio el Pbro. José Gálvez Amezcua.

El Evangelio del Domingo

2

salmo 136, 1-6

14-16. 19-23

EfEsios 2, 4-10

Juan 3, 14-21

TanTo amó Dios al munDo, que enTregó a su Hijo

El Evangelio de hoy nos vuelve a proponer las palabras que Jesús dirigió a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito» (Jn 3, 16). Al escuchar estas palabras, dirijamos la mirada de nuestro corazón a Jesús Crucificado y sintamos dentro de nosotros que Dio nos ama, nos ama de verdad, y nos ama en gran medida. Esta es la expresión más sencilla que resume todo el Evangelio, toda la fe, toda la teología: Dios nos ama con amor gratuito y sin medida.

Así nos ama Dios y este amor Dios lo demuestra ante todo en la creación, como proclama la liturgia, en la Plegaria eucarística IV: «A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador, dominara todo lo creado». En el origen del mundo está

sólo el amor libre y gratuito del Padre. San Ireneo un santo de los primeros siglos escribe: «Dios no creó a Adán porque tenía necesidad del hombre, sino para tener a alguien a quien donar sus beneficios» (Adversus haereses, IV, 14, 1). Es así, el amor de Dios es así.

Continúa así la Plegaria eucarística IV: «Y cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos». Vino con su misericordia. Como en la creación, también en las etapas sucesivas de la historia de la salvación destaca la gratuidad del amor de Dios: el Señor elige a su pueblo no porque se lo merezca,

sino porque es el más pequeño entre todos los pueblos, como dice Él. Y cuando llega «la plenitud de los tiempos», a pesar de que los hombres en más de una ocasión quebrantaron la alianza, Dios, en lugar de abandonarlos, estrechó con ellos un vínculo nuevo, en la sangre de Jesús —el vínculo de la nueva y eterna alianza—, un vínculo que jamás nada lo podrá romper.

San Pablo nos recuerda: «Dios, rico en misericordia, —nunca olvidarlo, es rico en misericordia— por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo» (Ef 2, 4-5). La Cruz de Cristo es la prueba suprema de la misericordia y del amor de Dios por nosotros: Jesús nos amó «hasta el extremo» (Jn 13, 1), es decir, no sólo hasta el último instante de su vida terrena, sino hasta el límite extremo del amor. Si en la creación el Padre nos dio la prueba de su inmenso amor dándonos la vida, en la pasión y en la muerte de su Hijo nos dio la prueba de las pruebas: vino a sufrir y morir por nosotros. Así de grande es la misericordia de Dios: Él nos ama, nos perdona; Dios perdona todo y Dios perdona siempre.

Que María, que es Madre de misericordia, nos ponga en el corazón la certeza de que somos amados por Dios; nos sea cercana en los momentos de dificultad y nos done los sentimientos de su Hijo, para que nuestro itinerario cuaresmal sea experiencia de perdón, acogida y caridad. (Papa Francisco, Ángelus, 15 de marzo 2015)

CróniCas 36,

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