En la Parroquia de Mater Dolorosa – erigida canónicamente el 9 de noviembre de 1987 – Entre las calles Grosella e Ixcóatl #5613 del Infonavit Aeropuerto C.P 32690 – Tel/Fax. 619-29-22 – facebook.com/ParroquiaDeMaterDolorosa – Año XXXI Número 373
Palabras de Nuestro Párroco: La Resurrección de Cristo y la nuestra En la vida pública de Nuestro Señor, resucitó, o más bien revivió a tres personajes: a la hija de Jairo, al hijo de la viuda de Naím y a Lázaro. Estas son las narraciones que nos presentan los Evangelios. La palabra “resurrección” tiene varios significados, es decir, se puede usar de diferentes maneras. Se dice que Jesús los revivió porque volvieron a la vida, aunque habían muerto. Volvieron a su vida anterior, como eran antes, pero volvieron a morir. La resurrección de Jesús, como la de su Madre, fue la definitiva. La que nos espera al final de los tiempos. Es cierto que el evangelista Mateo habla, como una de las consecuencias de la resurrección de Jesús, que algunos justos resucitaron y fueron vistos en Jerusalén, pero esta afirmación de Mateo se puede entender como un adelantar los últimos tiempos de lo que sucederá en la consumación de los siglos. La resurrección de Jesús como la de su Madre es la definitiva: un cuerpo transformado, sin necesidades físicas, sin estar sujeto a las condiciones materiales y presente en una dimensión sobrenatural, que será el cielo nuevo y la tierra nueva. Nuestra resurrección será como la de Jesús. Una resurrección del orden espiritual, o neumática como dice San Pablo. Sin dejar la materialidad de nuestro cuerpo, pero ya habiendo sido transformado para siempre en un estado perfecto: todos resucitaremos de la misma edad, por ejemplo: los que no hayan nacido, resucitarán de 35 años, por así decirlo, los que hayan muerto muy viejitos, resucitarán de 35 años, es decir todos tendremos la misma edad, la misma condición física. Ya no creceremos ni envejeceremos. Pero antes de llegar a la resurrección final, el Señor nos ha redimido para que ya desde ahora vivamos como resucitados, es decir, con una vida nueva, alejada de los vicios y de todo pecado. Una vida que siga de cerca al Señor Jesús y ponga en práctica su enseñanza. Una vida que adelante la vida eterna ya desde aquí y ahora. El Señor quiere que vivamos ya como verdaderos hijos de Dios y hermanos de los hombres, tal como seremos al final de los tiempos. Que las cualidades que tendrá la vida eterna al final de los tiempos, ya las pongamos en práctica, aquí y ahora. Que vivamos ya como redimidos por la sangre derramada en la cruz, resucitados a una vida nueva, que nos haga felices y hagamos felices a los demás. La resurrección no es solo personal, aunque empieza por uno mismo; pero Jesús quiere que la resurrección sea, sobre todo de la sociedad, que sea comunitariamente, solo así se podrá hablar de establecer el Reino de Dios, predicación favorita de Jesús. La razón es que Dios es Padre de todos y quiere que todos disfrutemos de una vida nueva. Que Dios nos conceda ir realizando su voluntad a través de los siglos. Amén.
Padre Lozoya