La Patria Agrícola (2025)

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El discurso de los agricultores

Puerto Rico, 1924-1928

La Patria Agrícola: El discurso de los agricultores, Puerto Rico, 1924-1928

Silvia Álvarez Curbelo

Serie Libros Perdidos

Rutgers/Puerto Rico Archival Collaboration

Editor: Aldo Lauria Santiago

Diagramación: Sergio Garcia Arroyo

Copyright/Derechos de Autor 1986, 2025

Arte de portada basado en Rafael Tufiño

“La Casa de un amigo”

La "Patria Agrícola" simboliza la tradición, la placidez, el esfuerzo aislado, la acción lenta, el alargamiento de distancias por falta de vehículos y caminos, la hospitalidad, la generosidad, el estancamiento, la sencillez, y la moralidad.

Alfonso Martínez Álvarez, El Tiempo, 27 de agosto de 1924.

PREFACIO:

La Patria Agrícola es mi tesis de Maestría en Historia para la Universidad de Puerto Rico. Por varios años, amigos, como Pedro San Miguel, Alfredo Torres y Carmen Sylvia Arroyo, a la sazón bibliotecaria del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, me animaron a que la convirtiera en libro. Uno de los argumentos que esgrimieron fue la falta de investigaciones sobre la década de los veinte en el siglo pasado. Me convencieron, pero no encaucé el proyecto entonces. Lo que sí recuperé con mucha emoción fue una memoria, de cierta pureza romántica, de una tesis lograda en condiciones muy precarias. No me extiendo con los pormenores, pero dejo consignados un par de agradecimientos profundos: a las secretarias de la Facultad de Humanidades que me donaron el papel para la tesis y a Esther Torres, secretaria del Centro de Investigaciones Históricas, que la pasó a computadora en sus horas de almuerzo.

No fue hasta hace poco—a insistencias de Aldo Lauria Santiago—que decidí revisitar de lleno el trabajo que perfiló mi rumbo historiográfico. En el tiempo que ha pasado, la bibliografía sobre la década de 1920 ha crecido luego de estar opacada por unos años treinta hieráticos y unos cuarenta, épicos o trágicos, según el prisma que se use. Así que agrego estas páginas que anticiparon en 1986 opciones teóricas y abordajes metodológicos que he ido depurando con el tiempo y un estilo de escritura propio que aúna la crónica, las cohabitaciones en tiempo y espacio, y ¿por qué no? el melodrama que, como seguramente conocen, es un ejercicio de secretos y develaciones. Le he hecho algunos cambios cosméticos a la narrativa pero el texto sigue con la misma pretensión original de dar cuenta de unas atmósferas (los diversos paisajes locales y mundiales en clave política, económica, cultural) y de unas retóricas (ideas, utopías, espíritus de época , en fin, representaciones) que constituyen mi apreciación de la década y en particular de un discurso olvidado sobre la tierra, la agricultura, la dependencia colonial y la sociedad, predicado en estadios jerárquicos de ley y orden.

Marzo de 2024

CAPITULO I: LA CRISIS DEL PROYECTO LIBERAL

EN PUERTO RICO

INTRODUCCIÓN

La fundación de una asociación general de agricultores en Puerto Rico para 1924 respondió a una crisis en dos frentes—uno de carácter económico, el otro de carácter político—, vinculada a los trastornos estructurales que se evidenciaron tras el fin de la Primera Guerra Mundial en 1918. Para Puerto Rico, el desplome de los precios mundiales—tras la corta prosperidad de posguerra—dictó, a partir de 1921, una mayor precariedad para los pequeños y medianos propietarios. Una situación similar la vivieron los agricultores del tabaco y los del café, agobiados por la falta de crédito. Un mayor control sobre la producción cañera por parte de las corporaciones azucareras de capital puertorriqueño, hispano-puertorriqueño y sobre todo de capital norteamericano tomó diversas modalidades mientras que, en la economía tabacalera, la compra de la hoja fue monopolizada por un escaso número de empresas también de naturaleza ausentista y la producción de cigarros se concentró en establecimientos de gran tamaño. Por su parte, las cuitas del café persistieron debido a la lenta recuperación de los mercados que venía desde inicios del siglo y por el alto endeudamiento de las fincas.

En los campos puertorriqueños cundió la agitación a favor de incrementos salariales para atenuar la inflación en la canasta básica y las condiciones de trabajo. Mucho del malestar se tradujo en un aumento en la militancia de la Federación Libre de Trabajadores y del Partido Socialista. El desempeño electoral de esa colectividad se evidencia en las cifras de los comicios de 1920. Ante la posibilidad de que los socialistas amenazaran las franquicias de los dos partidos mayoritarios—el Partido Unión y el Partido Republicano—se produjo una concertación política inusitada en 1924 apoyada por Washington que puso en pausa la cuestión del estatus, legitimó un mayor nivel de dependencia económica en el capital ausentista y convirtió a los socialistas en el enemigo público número 1 en una versión criolla del “Red Scare” en Estados Unidos. Bajo ese reordenamiento político que tomó el nombre de Alianza Puertorriqueña, la crisis económica espoleó transformaciones ideológicas en los sectores de propietarios agraviados. A continuación, una crónica de las atmósferas y

las retóricas que matizan el período 1924 y 1928 y en el que la Asociación de Agricultores de Puerto Rico, fundada en 1924, configuró un discurso contra las instituciones y prioridades públicas liberales que en no pocas ocasiones se acercó a las propuestas del fascismo temprano en Europa.

SOBRE LA CRISIS ECONÓMICA

La deflación en los precios agrícolas que experimentó la economía de Puerto Rico a partir de 1921 fue la punta de un iceberg que, al develarse por completo a lo largo de la década, dejó al descubierto una grave crisis que afectó todas las áreas productivas y de distribución en la economía del país. Se inscribió en un marco internacional amplio—el desequilibrio inherente al orden económico social mundial que culminaría con el “crash” de 1929. Eslabones débiles de la estructura económica, como eran los países de exportación primaria, sufrieron, antes que otros y de manera contundente, los rigores de la depresión que se acercaba. Paralelamente a la crisis económica se agudizó una serie de problemas sociales, demográficos y políticos. Y como ocurre con toda gran crisis económica, los cimientos ideológicos del orden económico vulnerado se estremecieron, dando paso a ideologías alternativas y retadoras de lo establecido.

En tanto la crisis en Puerto Rico respondió en buena medida a los ajustes económicos que realizó Estados Unidos al finalizar la Primera Guerra Mundial, esbozaré los nuevos rasgos que adoptó entonces la economía norteamericana y cómo se reflejaron en el ámbito de la economía del Caribe, específicamente en Cuba. Ambos contextos de interpretación permitirán un entendimiento más cabal de la magnitud de la crisis que sufrió Puerto Rico en 1921.

LA CRISIS ECONÓMICA: LA DANZA DE LOS MILLONES Y SUS EFECTOS

Una vez silenciados los cañones de la Gran Guerra, Estados Unidos, ahora en su rol de primer acreedor mundial, reanudó su economía de paz en función de una política económica decisivamente nacionalista y proteccionista. Debilitado el progresismo más radical con sus objetivos

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reguladores respecto el “big business”, la vuelta a la normalidad 1 significó, también, el despliegue de la capacidad productiva norteamericana en un marco de crédito irrestricto. A partir de 1919, Estados Unidos disfrutó de una bonanza estadística sin precedentes. Las sucesivas administraciones republicanas (Harding, Coolidge y Hoover) asistieron a la consolidación del país como primera potencia. En términos económicos, este apoyo se tradujo en la erección de una tarifa altamente proteccionista (Emergency Tariff Act de 1921, la Fordney-McCumber Act de 1922) y un esquema contributivo favorable a las corporaciones (el Acta Mellon de 1926 es la culminación de esta tendencia). Políticamente, la protección a los grandes intereses incluyó la depuración y despolitización del liderato obrero de Estados Unidos 2 y la pacificación de zonas de operación para el capital norteamericano en América Latina mediante intervenciones militares y financieras.3

La década de los 1920 comenzó con una curva de precios altos sostenida por el impulso de la guerra. A ún favorecidos por las compras colosales hechas por el gobierno durante el conflicto y por la ruina de las economías europeas, los precios agrícolas llegaron a extremos de fábula en el período comprendido entre 1919 y 1921. En el caso del azúcar, la espiral inflacionaria llegó a alturas dramáticas.

Durante la guerra, el Departamento de Comercio de los Estados Unidos, a través del Sugar Equalization Act, había controlado las importaciones de azúcar con excelentes beneficios, comprando por debajo del precio mundial. Se calcula que del manejo de la cosecha cubana, el gobierno norteamericano obtuvo ganancias ascendentes a $30 millones.4 Pero, una vez finalizada la emergencia bélica, el Board del azúcar no compró la gran cosecha cubana a precios regulados y ésta entró al mercado libre donde se cotizó en enero de 1920 a 13.4 centavos la libra y en mayo de ese

1 Ver: David Kennedy, Over Here: The First World War and American Society, New York, Oxford University Press, 1980.

2 Ver: Oswald Garrison Villard, Fighting Years: Memoirs of a Liberal Editor, New York, Harcourt, Brace, 1930.

3 Uno de los ejemplos más emblemáticos lo es la intervención, militar de Estados Undidos en Nicaragua (1925-1933) para sofocar el movimiento nacionalista-agrario lidereado por Augusto Sandino en contra de los intereses fruteros norteamericanos.

4 Robert B. Hoernel, A Comparison of Sugar and Social Change in Puerto Rico and Oriente, Cuba: 1898-1959, (Thesis, Ph. D.) Ann Arbor, Michigan, University Microfilms, 1977, (Johns Hopkins University), p. 127.

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mismo año a 20 centavos por libra.5 En un breve pero intenso período, la economía cubana, estimulada por el alza, se orientó hacia fuertes inversiones a corto plazo en lo que se ha denominado “la danza de los millones”.6

En la coyuntura, Cuba gozó de una rutilante prosperidad que arropó toda la isla especialmente a la provincia de Oriente, nueva meca de los inversionistas norteamericanos.7 Pero los acordes de la danza millonaria pronto se convirtieron en lúgubres redobles a muerto. Una combinación fatal: la recuperación de las cosechas remolacheras en Europa y la aprobación de un arancel proteccionista por parte de Estados Unidos provocó la caída de precios. 8 La contracción de la economía cubana fue trágica—la banca nativa, surgida al calor del alza, se desplomó dejando a miles de depositantes en la ruina; el valor de las exportaciones de azúcar a Estados Unidos se redujo de $669 millones en 1919 a $194 en 1921; los salarios cayeron mientras que los precios de los artículos de consumo aumentaron desaforadamente.9

¿Cuáles fueron las consecuencias inmediatas de esta crisis para la economía azucarera antillana? Aun cuando Cuba fue la región más vapuleada por la crisis, la danza de los millones tuvo un efecto de dominó sobre el resto de las economías dependientes del Caribe entre las cuales se hallaba Puerto Rico. Inauguró un ciclo de precios en picada para el azúcar, arruinó a numerosos propietarios pequeños y medianos que fueron incapaces de mantenerse en competencia, propició un mayor control sobre las tierras por las grandes centrales que fueron las únicas que pudieron capear el binomio precios bajos-costos altos, pauperizó de forma alarmante a los trabajadores agrícolas mediante la reducción absoluta de los salarios y el alza en los precios de las subsistencias y creó una mayor dependencia en una tarifa salvadora. Respecto a Puerto Rico, cuya entrada al mercado de los Estados Unidos era libre, el que la tarifa preferencial cubana no afectara su exigua ventaja se convirtió en una prioridad política y económica. El Informe

5 Ibid. pp.127-128.

6 Julio Le Riverend, Historia económica de Cuba, La Habana, Editorial Nacional de Cuba, 1965, p. 237.

7 Hoernel, op. cit., p. 128.

8 Frank W. Taussig, The Tariff History of the United States, New York, Capricorn Books, 1964, p.452. La caida de precios azucareros es parte de un fenómeno mundial de deflación en los precios agrícolas. La tarifa alta sirvió para proteger artificialmente a la agricultura de los Estados Unidos en la década de los 1920.

9 Hoernel, op. cit., p. 128.

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del Comisionado de Agricultura y Trabajo señalaba: “es una necesidad de que se conserve la actual tarifa pues de otro modo nuestra industria principal sufrirá una crisis: sin precedentes en la historia de Puerto Rico”.10

La crisis de 1921 resaltó, a nivel antillano, la fragilidad de las economías de monocultivo dependientes y los enormes costos sociales inherentes. Provocó el aceleramiento del proceso de control corporativo al eliminar o pauperizar a muchos propietarios nativos que no pudieron enfrentar la crisis, aumentó el peonaje creando reservas de trabajadores cuya función estructural sería la de mantener los salarios bajos y fijó aún más su dependencia respecto a los centros que regían la producción azucarera: New York y Washington. Pero, como inevitable reverso al trasladar a un primer plano las contradicciones del sistema dependiente, provocó en sectores afectados claves un cuestionamiento sobre la orientación de la economía y sobre las bondades progresistas de la economía de exportación.11 En 1927, el cubano Ramiro Guerra publicó su monumental Azúcar y Población en las Antillas, la reflexión crítica más importante sobre la economía antillana en lo que iba del siglo.12 La visión de Guerra sobre el proceso desencadenado a partir de la crisis de 1921, voceaba las aspiraciones frustradas y la creciente conciencia de clase de sectores cubanos marginados por el desarrollo moderno de la industria azucarera. Guerra advertía: “Cuba tiene planteados actualmente problemas muy graves con relación a la propiedad de la tierra, a la rápida desaparición de la clase cubana de propietarios rurales independientes; al descenso constante del nivel de vida de su población rural y al desarrollo avasallador del latifundio azucarero”.13

El proceso así descrito era esencialmente el mismo para todas las Antillas, ¿Cuál era la solución? Para Guerra, el único camino era “volver a la tierra y afirmarnos en ella o perecer”14 y afirmaba:

10 Informe del Comisionado de Agricultura y Trabajo 1925, p. 7.

11 Si las exportaciones son un factor de progreso o si, por lo contrario, refuerzan los vínculos de índole colonial o neo-colonial al acentuar la dependencia en función del mercado internacional de las economías latinoamericanas o las dos cosas, ha sido un tema ampliamente debatido en la bibliografía de América Latina. Ver: Francois Chevalier, América Latina: de la independencia a nuestros días, Barcelona, Editorial Labor, 1979.

12 Ramiro Guerra y Sánchez, Azúcar y población en las Antillas, La Habana, Cultural S.A., edición de 1944.

13 Ibid. p. 7.

14 Ibid. p. 190.

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El pueblo cubano debe hundir firmemente sus raíces en la tierra cubana. De ella, ha de tomar la savia, la energía y la vida. Sólo ella puede proporcionarnos la fuerza invencible que necesitamos para resistir los tremendos agentes de disolución que están en la sombra, mirando implacable y tenazmente la nacionalidad. Si perdemos totalmente nuestra tierra, lo habremos perdido todo, inclusive la libertad y el honor.15

Un sucedáneo significativo de la Danza de los Millones cubana fue la toma de conciencia de clase por parte de un amplio sector de pequeños y medianos propietarios sobre todo colonos cañeros.16 Entre los contenidos ideológicos que aglutinaron a este sector se encontraban: una fuerte posición nacionalista; la convicción de que el latifundismo rampante de las centrales llevaría a la temida proletarización y africanización de Cuba (el racismo explica parte de su anti-imperialismo); en varios círculos, un decidido toque martiano (cubanía e iberoamericanismo) y, eventualmente, una confrontación con las estructuras políticas dependientes de Estados Unidos (esto culminará con la oposición al régimen de Gerardo Machado).

La experiencia cubana sobre la cual hay abundante y rica bibliografía ha de servir de marco de referencia en la interpretación de la crisis económica que abate a Puerto Rico a partir de 1921 y de la actuación de unos sectores que cuestionaron el discurso dominante y las bases del sistema dependiente. Cuba jugó así su rol en el contrapunto.

15 Ibid. p. 197.

16 Juan y Verena Martínez Alier, Cuba: Economía y Sociedad, París, Ruedo Ibérico, 1972, p. 108. La Patria Agrícola

LA ECONOMÍA DEPENDIENTE EN EL SIGLO 20: EL AVANCE DEL CONTROL DE LAS CORPORACIONES EN PUERTO RICO

“Sugar is everything and everything is sugar, it is the goddess that reigns over practically one-third of the private wealth.”17

El período de la Gran Guerra (sobre todo los años de 1916 a 1918), repercutió decisivamente en la economía de Puerto Rico a través de varios procesos y mecanismos que llevaron a un mayor grado de subordinación del sistema local a la economía metropolitana y a los intereses de las corporaciones norteamericanas establecidas en la isla. Los precios altos en el mercado internacional debido al colapso de la industria remolachera en Europa y las políticas de regulación durante la guerra alentaron un crecimiento en las inversiones azucareras. Un cálculo conservador contabiliza las inversiones externas en la industria en $10 millones hasta 1910 y $30 millones en el período comprendido entre 1911 y 1928.18

Una mirada a los dividendos pagados a partir del fin de la guerra por las tres grandes corporaciones azucareras establecidas en Puerto Rico confirma que la industria operaba dentro de un margen de ganancias excelente aun cuando se midiera dentro de los estándares altos de rentabilidad de la agricultura tropical especializada. 19

La Aguirre mostraba los beneficios más espectaculares con dividendos sobre acciones comunes de 30% o más como promedio durante la década.20 El período de la guerra fue excelente también para la Guánica (South Porto Rico Sugar) que arrojó un dividendo récord de 120% en 1920.21 Respecto a la Fajardo, el gigante azucarero del este, sus ganancias promedio de 1924 a 1928 fueron de casi un millón de dólares anuales.22

17 Esteban Bird, Report on the Sugar Industry in Relation to the Social & Economic System of Puerto Rico, San Juan, Bureau of Supp1ies Printing and Transportation, 1937, p. 127.

18 Rafael de Jesús Toro, Historia Económica de Puerto Rico, Cincinnati, South-Western Publishing Co., 1982, p.95.

19 Victor S. Clark et al, Porto Rico and its Problems, Washington D.C., The Brookings Institution, 1930, p.641.

20 Bird, op.cit. p.41.

21 Ibid. p.42.

22 Ibid. p.41.

En su informe de 1937, el economista Esteban Bird describe así la fórmula del éxito financiero de las centrales norteamericanas: “One hundred per cent dividend average returns on investment of around 25 per cent during many years; constantly increasing surpluses. . . no wonder sugar is a symbol of economic security in the minds of many people, and that so many bend their knees before the golden altar of the sugar industry.”23

En otro lugar del estudio, Bird consigna: “The excess profits of these three sugar mills during the last 15 years are practically as large as the total public debt of the island.”24 Luego del fenomenal año de 1920, el cuadro de ganancias para la industria fue un poco más errático debido a las fluctuaciones en el precio mundial y a las bajas esporádicas en los rendimientos de las cañas y las enfermedades. Pero, aun así, los tres grandes productores, responsables de un tercio de la producción total, “obtuvieron ganancias de un 19% del capital invertido entre el 1922 y el 1935”.25

La participación de las corporaciones en la explotación agrícola—azúcar, tabaco y frutas para enlatad—creció en términos absolutos y relativos a partir de 1914. El informe de la Brookings Institution de 1930 señala que Puerto Rico se diferenciaba de la mayoría de las regiones agrícolas de los Estados Unidos “...in that the large corporate enterprise occupies so prominent a place. These large capitalistic producers build up specialized staffs to handle their own problems both commercial and technological. They study production costs, analyze market conditions, arrange for their own financing, and determine the most profitable lines along which to guide their industry.”26

Las corporaciones (especialmente las de capital norteamericano, pero también las de capital puertorriqueño y de capital híbrido hispano-puertorriqueñas) gozaron de privilegios extraterritoriales dentro del sistema económico de Puerto Rico. Para 1920, la organización del trabajo en Puerto Rico estaba ya tan determinada por el tipo de explotación de la corporación azucarera, que la Isla tenía todos los rasgos de una comunidad de trabajadores agrícolas al servicio de una red de plantaciones comerciales en lugar

23 Ibid. p.42.

24 Ibid. p.39.

25 De Jesús, op.cit., p.93.

26 Clark, op.cit., p.511.

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de constituir una comunidad más autónoma de propietarios agrícolas.27

¿Qué factores adelantaron este dominio corporativo? El proceso de control corporativo sobre la economía de Puerto Rico se afianzó en la coyuntura de la Primera Guerra Mundial al quedar Estados Unidos como el único país con verdadera capacidad para exportar grandes cantidades de capital. La tarifa vigente ofreció al gancho de seducción inmediato. A lo largo de las sucesivas administraciones republicanas (1920-1932), la protección tarifaria al azúcar y al tabaco proveyó a los inversionistas un margen de seguridad amplio. Respecto al azúcar extranjero, la tarifa ofrecía una protección promedio de $2.20/quintal al azúcar proveniente de Puerto Rico. Respecto al azúcar cubano, el diferencial reducía la protección a $1.76, todavía una protección nada desdeñable. Cálculos moderados estiman el beneficio tarifario sobre el valor de las exportaciones en un 50%. Esteban Bird, tomando en cuenta la tarifa preferencial a Cuba, estimó en su informe ya citado que, de 1924 a 1935, los productores azucareros obtuvieron $287 millones adjudicables a la ventaja tarifaria que ofrecía Puerto Rico.28 Paralelamente, la Isla poseía el atractivo de una política pública y comercial favorable a los inversionistas cuyos riesgos eran sorprendentemente mínimos: “Great risk there was never the star and stripes have always furnished ample protection to American property and have assured the Porto Rican investor that no revolution would menace his holdings, no laws would be made unduly oppressive and no excessive taxes collected.”29

Por otra parte, los elementos de política pública que permitieron el creciente dominio corporativo fueron varios. Uno de los más importantes fue el incumplimiento de la legislación que limitaba la tenencia de tierras por parte de corporaciones y sociedades a 500 acres. El que la ley fuese letra muerta desde su aprobación se explicó contemporáneamente de varios modos. Los políticos del mayoritario Partido Unión proclamaban que la ley no se cumplía porque la administración local no tenía los poderes necesarios para implementarla. Era necesario—añadían—que se reformara la Carta Orgánica para proveer los. Le competía al Congreso de los Estados Unidos crear los mecanis-

27 Ibid. p.13.

28 Bird, op.cit. p.87.

29 Bailey W. and Justine Diffie, Porto Rico: A Broken Pledge, New York, Vanguard Press, 1931, p. 82.

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mos adecuados. Los intereses corporativos esgrimían un argumento que consideraban “objetivo”: la explotación azucarera, para ser rentable, tenía que darse en grandes extensiones de terreno. Esta idea no tan sólo era defendida por los concernidos—las centrales—sino también por instituciones como la Brookings cuya defensa del latifundio azucarero surgía de criterios de mayor eficiencia administrativa y económica para Puerto Rico.

Para la Brookings, era preferible que las centrales “...own directly as much cane land and tributary grazing and watershed land as they need for the specific purpose of making sugar and then to regulate them, if that proves necessary for the specific purpose of making sugar for the protection of the public than to encourage a development that entirely removes an important part of their property and their activities from the jurisdiction of corporation law.”30

El sistema tributario vigente, flexible para las corporaciones y proclive a la evasión, fue otro de los factores que permitió el avance corporativo. Por ejemplo, a pesar de que el azúcar constituía una tercera parte de la riqueza privada y pública de la Isla, como industria sólo contribuía con el 23% del total de los recaudos obtenidos por el fisco.30 Más aún, aproximadamente la mitad de los impuestos pagados por la industria del azúcar eran sobre la propiedad, los cuales resultaban menos onerosos. Sólo el 19% de las contribuciones pagadas por las corporaciones azucareras eran sobre ingresos.31

La mayor eficiencia tecno-empresarial de los consorcios norteamericanos constituyó otro elemento de ventaja. Sería simplista, sin embargo, entender esta superioridad operacional por parte de las empresas norteamericanas únicamente en términos de un mayor “know-how”. Pienso que deben figurar en el análisis dos elementos adicionales: el mayor acceso al crédito que tenían esas empresas y la flexibilidad en la determinación de los costos asumidos por las corporaciones, especialmente las centrales. Respecto al crédito, podemos adelantar que las corporaciones agroindustriales, especialmente aquéllas cuya capitalización primaria residía en los Estados Unidos, no sufrieron durante la década de los 1920 de mayores problemas crediticios a pesar de la deflación en los precios azucareros y de las tasas de interés prevalecientes para la época.

30 Clark, op. cit., p. 630.

31 Bird, op. cit., p. 26. La Patria Agrícola

El acceso al crédito se mantuvo abierto para las grandes corporaciones en función a la alta rentabilidad de las operaciones en la isla, y a sus arreglos financieros a través de sus filiales o casas matriz en los Estados Unidos. A nivel de pequeños y medianos propietarios, sin embargo, el crédito era agudamente limitado. Los cafetaleros sufrieron particularmente debido al monto de la deuda hipotecaria que recaía sobre la gran mayoría de las fincas. Esta situación impedía la concesión de nuevas líneas de crédito.32

Una ley como la del Federal Land Bank que se extendió a Puerto Rico en 1921 y mediante la cual se prestaba dinero en hipoteca a plazos que iban de cinco a veinte años con amortizaciones anuales de capital e interés, no representó alivio significativo para los agricultores pequeños y medianos especialmente los dedicados a la siembra de café.33 La mayoría de las fincas necesitadas de crédito estaban fuertemente hipotecadas por lo que el dinero dispuesto por el FLB pasó a manos de los acreedores hipotecarios. Eventualmente, un gran número de las hipotecas pasó a manos del propio banco.

La segunda ley de crédito federal fue la Intermediate Credits Bank Act. Su aplicación en la Isla fue mucho más provechosa que la del FLB ya que concedía préstamos a los agricultores con la garantía de sus cosechas a un interés de 6% como promedio. No obstante, la concesión de préstamos requería de una organización de tipo cooperativo pero la tradición cooperativista en Puerto Rico era prácticamente nula para la década.34

La otra fuente de crédito, la banca comercial, era para todos los efectos inaccesible para los agricultores pequeños agobiados con deudas. Con intereses que fluctuaban entre 9 y 12%, la refacción agrícola vía la banca comercial era prohibitiva. Para los colonos azucareros la principal fuente de crédito continuaba siendo el contrato de colonato con la central donde efectuaba la molienda. En el caso de los tabacaleros y cafetaleros, la refac-

32 Diffie, op. cit., p.83. Para 1930 las hipotecas agrícolas sumaban aproximadamente $120 millones, sólo un tanto por debajo de la tasación rural. Los Diffie analizan esta situación utilizando estudios hechos por el presidente de la Asociación de Agricultores, José Luis Pesquera.

33 El sistema de préstamos agrícolas federales (Federal Land Bank) comenzó a funcionar en Puerto Rico en 1922. El número de agricultores beneficiados fue exiguo: 878 en 1924; 939 en 1925 y, a partir de ese año comenzó a declinar aún más. Ver Clark et al., op. cit., pp. 396-397.

34 El sistema de crédito intermedio fue extendido a Puerto Rico en 1923.

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ción provista por el comprador del grano o de la hoja continuaba siendo, como en el siglo XIX, el mecanismo por el cual se mantenía a flote año tras año.Como surge de este apretado recuento, la dependencia en fuentes de crédito onerosas representaba para el pequeño y mediano agricultor una desventaja considerable a la hora de competir en términos de productividad con las corporaciones cuyas líneas de crédito eran amplias y accesibles.

El segundo factor para explicar la mayor eficiencia administrativa y empresarial lo fue la unilateralidad con poco espacio de maniobra para la otra parte en la determinación de costos por parte de la corporación. Tomemos por ejemplo el caso de la corporación azucarera por ser el más representativo y dramático, pero igualmente se puede hablar de la enlatadora de frutas o de los compradores de hoja del tabaco ya que todas estas corporaciones practicaron el arte de transferir al agricultor la mayor parte de los riesgos y costos de producción.

La corporación azucarera ausentista se estableció en Puerto Rico mediante el control, directo o indirecto, de todos los aspectos y funciones de la operación agroindustrial más que con base en la posesión directa de la tierra.35 El impacto definitivo de la corporación sobre la estructura agraria fue el crear una red de relaciones de dependencia que ahogó las posibilidades de crecimiento autónomo de los pequeños y medianos agricultores para quienes la posesión de la tierra representaba el criterio último de identidad social, política y económica.

La estructura de relaciones de dependencia permitió a las corporaciones transferir más o menos impunemente el grueso de los costos de producción al elemento agrícola. Esteban Bird calcula que para las décadas de los 1920 y los 1930 el colono asumía el 72% de todos los costos de producir azúcar en Puerto Rico.36 Los Diffie son aún más contundentes en sus cálculos y ponen la cifra en 89%: “He assumes all the risks of the season, cost of production, pays 12 per-cent interest on money borrowed to produce his

35 La tesis de Robert B. Hoernel, en su documentado estudio comparativo sobre la economía azucarera de Puerto Rico y el Oriente cubano, es que ni las corporaciones norteamericanas ni inversionistas particulares mostraron mucho interés en adquirir tierras en Puerto Rico hasta el período de la Primera Guerra Mundial.

36 Bird, op. cit., p. 78.

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crop and finally receives less for the cane than it cost him to produce it.”37 Ciertamente, los costos de producir azúcar en Puerto Rico eran más altos que en otras áreas azucareras debido al uso más intensivo del riego, de fertilizantes, costos de embarque y alto costo del dinero, pero las corporaciones, mediante la transferencia de costos al colono y al obrero agrícola, lograron cancelar tal desventaja.38 En palabras de los Diffie: “The colono pays with his losses the gains of the sugar central. Evasion of taxation, payment of starvation wages, exorbitant rates of interest on money to finance the colono these make sugar ‘good business’ in Porto Rico.”39

Un mecanismo fundamental en la transferencia de costos lo constituyó la evasión contributiva. La misma se articuló de tres modos principales: mediante operaciones financieras entre la central y sus compañías satélites en Puerto Rico (compañías propietarias de tierras, de líneas de ferrocarril, etc.); por medio de la sub-tasación de las propiedades y activos corporativos y, en el caso de las corporaciones azucareras, incluyendo en los contratos de colono el impuesto al azúcar que debían pagar los establecimientos manufactureros.40

A manera de ejemplo, mencionemos algo sobre la sub-tasación. El economista Rafael de J. Cordero examinó cuidadosamente las tasaciones adjudicadas entre 1919 y 1928 a los tres gigantes azucareros. Su análisis revela que la Aguirre, la Guánica y la Fajardo obtuvieron ganancias fuera de toda proporción en buena medida debido a una sub-tasación continua. Si la tasación de la Aguirre se hubiese atenido en 1928 a criterios racionales y verificables como lo son el valor en el mercado de sus acciones, sus propiedades o activos físicos, o el valor de su capital, la gran corporación del sur hubiese estado valuada en $11.7 millones en vez de $7 millones como lo fue.41 El caso de la Fajardo fue más extremoso. En 1928, su valor de tasación fue aún menor que en 1927 por cerca de $5 millones. Si la

37 Diffie, op. cit., p. 82.

38 Arthur Gayer et al., The Sugar Economy of Puerto Rico, New York, Columbia University Press, 1938, pp. 152-155.

39 Diffie, op. cit., p. 87.

40 La sesión extraordinaria de la Legislatura de Puerto Rico de 1923 aprobó un impuesto de 4 centavos por quintal de azúcar. La letra y el espíritu de la ley era que la carga tributaria recayera sobre los elaboradores del producto, es decir, las centrales. La práctica reveló que en la mayoría de las veces eran los colonos quienes pagaban el impuesto a través de los contratos de refacción. Ver Clark et al., op, cit., pp. 233-236.

41 Diffie, op. cit., p.55.

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tasación hubiese seguido criterios sanos de hacienda pública, el valor de la Fajardo para 1928 hubiese ascendido a $9.3 millones.42 La medida de la magnitud de la sub-tasación en las corporaciones azucareras nos la ofrece el dato de que, durante la mayor parte de estos años, el valor de las exportaciones azucareras fue mayor que el valor tasado de las tierras cañeras.43

Sin embargo, la política de privilegio fiscal hacia las corporaciones azucareras no se extendió con la misma generosidad a las fincas productoras de café o tabaco. Es significativo el hecho de que el porcentaje de los ingresos de una finca tabacalera destinados al pago de contribuciones fuese el doble del pagado por las operaciones azucareras. En el caso de las fincas de café, el cuadro era más angustioso—el porcentaje era diez veces mayor.44

De manera breve, he delineado el perfil que asumió el avance corporativo en Puerto Rico durante la década de los 1920 utilizando el ejemplo paradigmático de la central azucarera. El espectro de mecanismos utilizados por las corporaciones en su avance fue amplio. Incluyó la adquisición y dominio irrestricto de las tierras, la evasión fiscal, el beneficio unidireccional de la tarifa, una política pública favorable, la accesibilidad al crédito y otros muchos aspectos marcados crudamente por el privilegio. En su ruta, las corporaciones fueron asistidas por la impotencia de la administración y la jurisprudencia locales en promulgar y ejecutar leyes de limitación o reglamentación respecto a la conducta corporativa y por la disponibilidad de la Corte Federal y del Tribunal Supremo de Puerto Rico a desestimar cualquier impedimento legal que surgiera localmente.45

42 Ibid. p. 59.

43 Si tomamos de ejemplo el año fiscal 1924-1925 vemos cómo las exportaciones de azúcar tuvieron un valor de $53,261,695 mientras que las tierras cañeras fueron tasadas en $41,734,269. Report of the Governor of Porto Rico 1925, Washington, Government Printing Office, 1926, pp. 18-21; pp. 174-175.

44 Bird, op. cit., p.107.

45 Hubo instancias en que el Tribunal Supremo de Puerto Rico desestimó recursos elevados pro los Registros de la Propiedad para, hacer cumplir la disposición de los 500 acres. Dos de estos casos corresponden al Registro de la Propiedad de Caguas y al Registro de la Propiedad de San Juan en 1911 y 1913, respectivamente. “Por otro lado llevada la violación al Tribunal Supremo de Puerto Rico en dos casos, el 18 de diciembre de 1911 en un recurso de la Solitaria Land Company vs. el Registro de Caguas y en otro recurso el 27 de febrero de 1913 de la Compañía Azucarera de la Carolina vs. el Registro de la Propiedad de San Juan, Sección 2, el Tribunal Supremo sostuvo el recurso y ordenó la inscripción. . .” José de Jesús Tizol, El malestar económico de Puerto Rico, San

La Patria Agrícola

A lo largo de la década, la economía de enclave de las corporaciones mantuvo sus altos rendimientos a costa del debilitamiento de las estructuras principales del sistema económico puertorriqueño. El precio del proceso fue altísimo. Con el embate de las crisis cíclicas de la década se puso al descubierto cuán frágiles se hallaban los sectores agrícolas nacionales como los obreros agrícolas, los pequeños y medianos propietarios y aún los centralistas nativos. Aunque la crisis de 1921 no provocó el derrumbe económico que ocurrió en Cuba, su impacto en Puerto Rico constituyó una de las instancias más expresivas de tal fragilidad.

UNA DÉCADA CRÍTICA

A fines de 1920, Arthur Yager, gobernador de la Isla durante el período de la guerra y los años de prosperidad posteriores, se aprestaba a abandonar su cargo. Su último Informe Anual exudaba aún el optimismo oficialista de que la prosperidad y el progreso de la posguerra continuarían. No obstante, el mismo informe ya apuntaba hacia pequeñas nubes en el horizonte tales como el problema del aumento descontrolado de la población y el limitado mercado de empleos el cual preveía “will soon become a social question of the greatest urgency and difficulty.”46 Otro síntoma inquietante era el creciente costo de la vida que afectaba no únicamente a los artículos suntuarios sino principalmente a las necesidades básicas de consumo de la población.47

Las importaciones de alimentos, por ejemplo, habían alcanzado la cifra sin precedentes de $37,852,134. Del monto, $14,194,688 correspondían a compras de arroz y $5,114,998 a importaciones de harina de trigo.48

Más a pesar de estos índices un tanto alarmantes, los precios agrícolas se mantuvieron en ascenso durante el año fiscal 1919-1920. Las exportaciones duplicaron su valor de $ 79,496,040 para 1918-1919 a $ 150,811,449 para 1919-1920.49 No se circunscribió el aumento al azúcar, sino que se extendió a los ramos del tabaco y el café. Por primera vez desde

Juan, 1922, p. 43.

46 Report of the Governor of Porto Rico, 1920, Washington D.C., Government Printing Office, 1921, p.3.

47 En el frenesí de siembras de productos de exportación se produjo en aquellos años de la danza de los millones un binomio terrible: altos costos para los alimentos básicos y carestías de otros, incluso, viandas, leche y carne.

48 Report of the Governor of Porto Rico, 1920, p. 4.

49 Ibid., p. 7.

la ocupación norteamericana, las exportaciones de café rebasaron los $9 millones a pesar de que la cosecha había sido relativamente pobre (32,776,754 lbs.).50 El café fue casi en su totalidad a Cuba y cotizó a un precio de .276/ libra, un aumento extraordinario respecto al precio de .146 de 1918.51

Al son de la abundancia de dinero disponible para inversiones y los altos precios generados por los rubros de exportación, se incorporaron en el año 1919-1921, 70 nuevas compañías domésticas y 14 extranjeras casi todas dedicadas a la agroexportación, el total más alto desde que se implantó la Ley de Corporaciones de 1902.52 Asimismo, la deuda pública insular y municipal aumentó, en una versión reducida de la danza de los millones cubana, por la fiebre en construcciones y utilidades públicas. Pocos fueron los que, como Ramón Gandía Córdova, lograron ver la debilidad estructural en el fondo de la prosperidad.53

Pero los acontecimientos se precipitaron con celeridad. Ya para agosto de 1920, el mercado dio unas primeras señales de inestabilidad en los precios primarios, situación que fue agravándose a lo largo de 1921. Para el primer informe anual del gobernador E. Mont Reilly (1921-1923), la crisis era ineludible. En poco tiempo, los precios del azúcar se desplomaron a 5 y 4 centavos por libra.54 En 1920, el precio por tonelada fue de $235.88 y con una producción de 419,388 toneladas se obtuvieron ingresos de $98,923,750.55 En cambio, en 1921 con una producción exportada similar (409,407 toneladas) los ingresos totalizaron $71,440,924 al bajar el precio por tonelada a $176.94.56 El descalabro de los precios agrícolas se extendió también al café que sufrió una baja de aproximadamente 20%. Momentáneamente, el tabaco pudo sustraerse de los efectos de la crisis y su cotización en el mercado mundial se mantuvo en alza en los primeros meses de 1921

50 Ibid., p. 4.

51 Ibid., p. 16.

52 Ibid., p. 4.

53 “Report of the Commissioner of Agriculture and Labor” en Report of the Governor of Porto Rico 1920. El mismo fue firmado por Ramón Gandía Córdova quien ocupaba interinamente el cargo de Comisionado de Agricultura y Trabajo.

54 Report of the Governor of Porto Rico 1921, Washington, Government Printing Office, 1922, p. 7.

55 Report of the Governor of Porto Rico 1920, Washington, Government Printing Office, 1921, p. 13.

56 Ibid. p. 14. La Patria Agrícola

pero luego se sumó a la caída general de precios. En total, las exportaciones para 1921 se redujeron en $38,532.874.57 Las importaciones (cotizadas a precios pre-crisis) registraron un aumento de 10% y sus precios no registraron alzas pronunciadas. Como suele ocurrir, los precios agrícolas y de materias primas fueron los primeros en descender.

La deflación, además de reducir los valores de exportación, echó abajo las inversiones a corto plazo que el alza de precios había alentado. Las expectativas de que el azúcar se vendiera a 25 centavos por libra; el café a 30 y el tabaco a 60 había provocado un frenesí especulativo. Áreas enteras dedicadas a frutos menores e incluso café se desmontaron para sembrar atolondradamente caña y tabaco, cosechas de resultados más rápidos.58 Los bancos comerciales, jugando al alza, extendieron créditos de alto riesgo para la explotación agrícola. Dentro de esta tendencia inflacionaria, la estructura salarial se transformó registrándose incrementos en los salarios devengados por los obreros agrícolas, especialmente cañeros. El éxodo de trabajadores hacia la costa no se hizo esperar. Cientos de pequeños propietarios de café y frutos menores abandonaron sus fundos por falta de mano de obra al no poder competir salarialmente con la costa. Muchos de ellos se agregaron al éxodo y se convirtieron en asalariados también. Otros hipotecaron sus propiedades para sembrar en áreas cerca de la costa o convertir fincas cafetaleras …en cañeras: “coffee plantations were destroyed to plant cane and tobacco.”59 Las inversiones a corto plazo encarecieron aún más los costos de producción al destinarse a lugares de bajo rendimiento y bajo pobres criterios técnicos. Al advenir la deflación agrícola, estas inversiones de alto riesgo cedieron, cundiendo las quiebras y las ejecuciones forzadas.

En el tabaco, los cultivadores, muchos de ellos novatos, contrajeron grandes deudas en la búsqueda vana de rendimientos mayores de 500 libras por cuerda. Sin embargo, los problemas de estos agricultores no se debieron únicamente a su falta de experiencia. Al aparecer las primeras señales deflacionarias en el precio del tabaco, las firmas compradoras manipularon la demanda. El gran monopolio—la Porto Rican-American Tobacco—dejó de comprar asestando un duro golpe

57 Ibid., p. 49.

58 Ibid., p. 448.

59 Ibid

a los sembradores.60 A pesar de los esfuerzos de cooperativas locales como las de Cayey y la Liga Agrícola de San Lorenzo por organizar el mercadeo del producto, para fines de 1921 los depósitos de tabaco estaban repletos de producción sin vender. Las ligas agrícolas, de reciente creación, estaban inermes ante la crisis. Por lo demás, los agricultores desmoralizados por las deudas se resistían a los esfuerzos cooperativos.

La reducción en los valores comerciales continuó en 1922: “The financial crisis... reached its climax during the year just ended.”61 Al mermar el poder adquisitivo, las importaciones declinaron sustancialmente ($64,175,149). Las exportaciones en azúcar sufrieron una sensible merma ($31,620,591).62 En el tabaco, la reducción fue de cerca de $5 millones aun cuando la cifra exportada No table of contents entries found..141/lb.63

Uno de los efectos palpables de la caída de los precios agrícolas fue la reducción en los ingresos fiscales. En el Informe del Tesorero del año 1922, se anticipa un déficit en la hacienda pública y se advierte que el reajuste financiero sería lento porque dependería de la recuperación en el giro comercial.64 El informe señala que la pobre recaudación no se debía únicamente a la incapacidad de pagar sino a los “injunctions” elevados en las cortes particularmente por las corporaciones. El “injunction” fungía como el recurso jurídico conveniente a los grandes intereses ya que impedía la acción punitiva del gobierno, retrasaba indefinidamente el pago de impuestos mientras se decidía si eran anticonstitucionales o excesivos y mantenía el margen de ganancias al nivel de los años de bonanza.

El informe de gobierno de 1923 fue firmado por el nuevo gobernador, Horace M. Towner, aunque cubría los seis meses finales de la incumbencia de E. Mont. Reilly. Persiste en este informe la inquietud sobre los ingresos fiscales con el agravante de que tanto la Ley de Arbitrios como la del Income Tax estaban bajo fuego en las cortes insulares y federales. El total de impuestos no pagados ascendió en

60 Ibid., p. 450.

61 Ibid., p. 1.

62 Ibid., p. 9.

63 Ibid., p. 13.

64 “Report of the Treasurer” en Report of the Governor of Porto Rico 1922, Washington, Government Printing Office, 1923, p. 149.

el año fiscal 1922-1923 a $426,432.62, cifra impresionante considerando que el presupuesto insular era de alrededor de $11 millones.65

Ante el déficit, Towner no recurrió a ninguna medida de austeridad. Propuso, al contrario, que el gobierno asumiera un rol más activo como generador de riqueza: “if there is to be development, if there is to be progress it must follow inevitably, that there must be an increase in the expense of government.”66 La recaudación, anunció, se haría más estricta mediante legislación que frenara la evasión y mediante revisiones en el sistema de tasación. Esta estrategia de Towner respondía, entre otras cosas, a su convencimiento de que la crisis en los precios agrícolas era transitoria y no un síntoma de un mal estructural más grave. Cuando en los últimos meses de 1923 hubo alguna recuperación en los precios agrícolas Towner concluyó prematuramente que la crisis había sido superada.

El otro gran problema que tuvo que enfrentar Towner fue el de la proliferación de huelgas. La crisis había afectado el poder adquisitivo de las masas populares. La inflación galopante en las subsistencias y la escasez de productos básicos se agravaron cuando, para capear la caída de los precios agrícolas, los empresarios decretaron ajustes salariales. Dos grandes huelgas sacudieron a Puerto Rico en ese entonces. En julio de 1922, más de mil trabajadores de la Porto Rican-American Tobacco Co. se fueron a la huelga cuando la empresa abruptamente rebajó los salarios. El patrono recurrió entonces al “lock-out” y los trabajadores convinieron en aceptar los términos de la compañía.67 En la huelga cañera de enero de 1923, más de 1,500 trabajadores del área sur se fueron al paro. Hubo violencia en Guayama y Salinas. En algunas centrales se lograron aumentos mínimos; en la mayoría, los trabajadores regresaron a sus labores sin recibir aumentos. Los dueños de las centrales adujeron pérdidas por más de $300,000.68 El informe del gobernador correspondiente al año 1923-1924 pone de relieve que las secuelas de la crisis de 1921 no habían desaparecido a pesar de los tibios aumentos en los precios agrícolas. Aún ateniéndonos a un examen superficial de los ingresos operacionales del gobierno insular para

65 Report of the Governor of Porto Rico 1923, Washington, Government Printing Office, 1924, p. 3.

66 Ibid., p. 4.

67 Ibid., p. 31.

68 Ibid., p. 27.

el citado año fiscal, podemos advertir la gravedad de la situación. Renglones fundamentales como rentas internas y contribuciones sobre ingresos cayeron muy por debajo de los estimados. Como se desprende del Informe del Tesorero, la renuencia a pagar contribuciones se intensificó. Al finalizar el año fiscal, el total de contribuciones sin pagar ascendía a $3,035,661.69

El gobierno de Towner recurrió entonces a un empréstito por $2 millones al amparo de la sección 3 del Acta Jones para cubrir las obligaciones más apremiantes del gobierno.70 A lo largo de su administración, Towner insistió en ver la situación fiscal como el eje de los problemas públicos. Una y otra vez introdujo legislación para reformar el sistema contributivo, en la creencia de que existía una conspiración de contribuyentes empeñados en crearle una situación embarazosa a su administración. Es interesante constatar cómo el Luis Muñoz Marín en su texto Memorias de medio siglo después adopta la misma teoría conspiratorial. Al discutir el conflicto entre la Alianza y las llamadas Fuerzas Vivas (1926-1927), lo caracterizó como la lucha entre el gobierno y unos ricos que no querían pagar contribuciones.71

Las estrategias de reto al gobierno por parte de los sectores productores y contribuyentes abundaron a lo largo de la década. Hubo resistencia ininterrumpida por parte de los sectores agrícolas a asumir contribuciones que se destinarían a mejoras urbanas; los pequeños comerciantes apelaron las nuevas leyes de venta y arbitrios y todos los sectores atacaron la ley de Income Tax de 1925. Es indudable, a partir de la evidencia disponible, que la actitud de los contribuyentes respondía, además de particulares intereses de clase, al propósito de que la maquinaria gubernamental no se ampliara y complicara con presupuestos altos y una burocracia excesiva.

Respecto a la situación agrícola, aunque hubo mejoría en los precios (el café se cotizó a .21 y el azúcar subió a .06 por libra), el Informe del Comisionado de Agricultura de 1923-1924 no se hacía de ilusiones con relación a una recuperación total. La posibilidad de una modificación tarifaria por parte del Congreso norteamericano se había despertado

69 Report of the Governor of Porto Rico 1924, Washington, Government Printing Office, 1925, p. 3.

70 Lic. Alfonso L. García Martinez, (editor) Puerto Rico, Leyes Fundamentales, San Juan, Editorial Edil, 1978, p 56.

71 Luis Muñoz Marín, Memorias, San Juan, Universidad Interamericana, 1982, p. 62.

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nuevamente a raíz de la visita de la Comisión de Tarifas a Puerto Rico en 1923. Aunque la temida revisión no se materializó, la visita confirmó cuán dependiente se hallaba la industria azucarera de la protección tarifaria. Los números eran elocuentes. Producir una libra de azúcar costaba aproximadamente .0485 en Luisiana; .04014 en Hawái; en Cuba, .0214 y en Puerto Rico .0404.72 La ventaja era decisiva para Cuba que balanceaba su carga tarifaria con sus bajos costos de producción. Debe entenderse la incertidumbre por los precios del azúcar y el temor a una reducción tarifaria dentro de la visión que privaba sobre el rol del azúcar en la economía isleña. Carlos Chardón, Comisionado de Agricultura en 1924, coincidía con el resto del país cuando afirmaba que el azúcar “es y será en el futuro el primer producto y la industria principal de la isla”.73

Respecto al tabaco, la situación en el mercado era igualmente incierta, aunque no debido a la razón tarifaria. El punto más vulnerable de la producción tabacalera era la siembra sobre la cual recaían los mayores riesgos. Los sembradores, en su mayoría vegueros con escaso poder económico, estaban a expensas de los precios establecidos por los cuatro o cinco compradores operando en la isla. De los productos principales de Puerto Rico, el tabaco era el más abusado por la especulación y la inestabilidad en los precios: “Es realmente lamentable que lo que se obtiene a tal costo, raras veces beneficia al cosechero; por lo general las ganancias son para el especulador, o van a aumentar las de las corporaciones poderosas.”74

Aunque en menor grado que el tabaco, el café sufrió por la especulación.

A pesar del aumento registrado en la producción (cerca de 22 millones de libras), las ganancias no lucraron a los agricultores sino “a los compradores locales o especuladores”.75 Apartándose de la trillada teoría de que el problema del café era uno de falta de mercados, Chardón lo ve como uno de crédito, de baja producción y de altos impuestos sobre el agricultor.

En resumen, los informes oficiales de esta época—con la excepción matizada de los firmados por Carlos Chardón como Comisionado de Agricul-

72 Report of the Governor of Porto Rico 1924, p. 67

73 Informe del Comisionado de Agricultura y Trabajo 1923-1924, San Juan, Negociado, de Materiales Imprenta y Transporte, 1925, p. 6.

74 Report of the Governor 1924, pp. 9-10.

75 Ibid., p. 10.

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tura—tienen como rasgo común el ver la crisis deflacionaria de 1921 y sus secuelas como una crisis coyuntural superable. A esta versión, típica de la mentalidad pre-Gran Depresión y su fe en el funcionamiento de las leyes de mercado, correspondieron soluciones como la revisión contributiva, la extensión a Puerto Rico de instituciones y leyes de crédito federal, el énfasis en mayores rendimientos agrícolas y denuncias tibias a la especulación. El cuestionamiento sobre las bondades y perspectivas de un sistema económico dependiente y frágil provino de otras fuentes como veremos más adelante.

La crisis deflacionaria de 1921 agudizó las contradicciones de la economía de Puerto Rico y afianzó su carácter dependiente. En aras de maximizar ganancias dentro de un mercado internacional sumamente inestable, las corporaciones azucareras y tabacaleras vulneraron los esfuerzos de la clase trabajadora por recibir una mayor participación en los ingresos de exportación y apretaron su dominio sobre los sectores agrícolas medios (colonos, sembradores de tabaco). El gobierno de la isla, dependiente en alto grado para sus operaciones fiscales de las recaudaciones corporativas, no logró impedir el desplazamiento creciente de los sectores nativos. Establecidas las prioridades de política económica, las estructuras político-partidistas entraron en un proceso de rearticulación que creó un nuevo cuadro de alianzas y coaliciones políticas, agregando nuevos elementos de disensión social.

LA CRISIS POLÍTICA: UNA ALIANZA INESPERADA

En un agridulce cuento de Miguel Meléndez Muñoz (Ver apéndice 1), el personaje central, un jíbaro del este llamado Portalatín Rendueles, se ve atacado por un feroz insomnio tan pronto sabe que el partido por el cual había votado toda la vida—la Unión Puertorriqueña—, concertaría una “jalianza” con el enemigo histórico, los republicanos. El sueño le vuelve a Portalatín luego de hablar con su compadre, el cacique pueblerino, quien paternalmente le ayuda a transferir el rol de adversario a los “sucialistas del jacho”, culpables por el desgobierno y las huelgas en la costa. Portalatín, producto de la ficción, reflejaba la sorpresa real del país pues en prácticamente todos los círculos se esperaba un arreglo definitivo entre socialistas y republicanos para las elecciones de 1924.

Tres días antes del lanzamiento del Manifiesto Tous-Barceló, que anunció la

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concertación entre los dos grandes partidos insulares, El Imparcial aseguraba:

Aun cuando nada oficial se ha dicho todavía que indique que los expresados organismos en minoría hayan firmado el pacto común, los hechos hablan claramente y más que los hechos, el indescriptible entusiasmo con que tanto la prensa republicana como la socialista anota en sus columnas las mutuas esperanzas de una cercana victoria...76

La posibilidad de un pacto republicano-socialista había estado en el tapete político por algún tiempo. Previo a las elecciones de 1920 estuvo a punto de lograrse un acuerdo y en los cuatro años transcurridos desde entonces la idea había cobrado mayor fuerza.77 Pero esa esperada conjunción no fue la noticia que hizo las primeras plana s el 7 de marzo de 1924 cuando Antonio R. Barceló, el jefe unionista y José Tous Soto, el líder republicano, regresaron de su viaje a Washington como parte de la Comisión Legislativa.78 A pocos minutos de atracado el vapor Puerto Rico, los periodistas recibieron la primicia de un manifiesto dirigido al país por los líderes históricos.79

La importancia de este documento va mucho más allá de legitimar la propuesta de una alianza sorpresiva entre el Partido Unión y el Partido Republicano. Al redefinir las prioridades políticas, constituyó una modificación esencial del discurso político dominante. El Manifiesto afirmaba que la cuestión del estatus de Puerto Rico no preocupaba a los Estados Unidos. Gracias a las dos cartas orgánicas (Foraker y Jones)—proclamaba el documento—la isla era un “territorio ya organizado” y asociado de forma permanente a los Estados Unidos mediante el vínculo de la ciudadanía. Más aún, los “leaders” en el continente consideraban el asunto del estatus más como una cuestión académica que un problema práctico.80 Una even-

76 El Imparcial, 4 de marzo de 1924.

77 Bolívar Pagán, Historia de los partidos políticos puertorriqueños (1898-1956), San Juan, Librería Campos, 1959, 2 vols., I pp. 197-198.

78 La comisión legislativa que viajó a Washington a comienzos de 1924 fue el resultado de la Resolución Conjunta #2 de julio de 1923. La misma comprometía a los tres partidos (Unión, Republicano y Socialista) a defender en bloque el proyecto de un gobernador electivo para Puerto Rico ante el congreso norteamericano y el presidente Coolidge.

79 El texto completo del Manifiesto Tous-Barceló se encuentra en Bolívar Pagán, op. cit., I, pp. 228-233.

80 Ibid., p. 228. La Crisis del Proyecto Liberal en Puerto Rico

tual incorporación a los Estados Unidos quedaba descartada por razones económicas ya que significaría que la mayor parte de los ingresos del tesoro local pasarían al federal.81 Eliminado el problema del estatus por el cual había agonizado tantas generaciones políticas, ¿Qué quedaba? No la lucha partidista de cada cuatro años: el manifiesto descartaba la contienda caníbal entre los partidos ya que entorpecía la concesión de reformas liberales por parte del congreso norteamericano.82 En la arcadia puertorriqueña, la gestión pública se dedicaría a la solución de los problemas sociales y económicos, es decir, a la rehabilitación y modernización del país.83

En el plano económico, la “reconciliación generosa” constituiría el mecanismo para resolver el problema agrario. Mediante este mecanismo— que no era descrito—, se evitaría la extensión del latifundio y se posibilitaría “el resurgimiento de la pequeña propiedad destinada a los llamados cultivos menores”.84 Nótese que lo que propone el texto es el control de los desmanes del latifundio, pero no su desaparición. Menos aún se considera un plan de distribución de propiedad o reforma agraria.

Eso sí, el proyecto de reorganización política conllevaba una revisión importante de la franquicia electoral. Se ampliaría el sufragio para incluir a las mujeres, pero se limitaría a los alfabetizadas, criterio que se imponía a los hombres, con la única excepción de aquellos electores previos que por su edad no les fuese dable aprender a leer y escribir.85 Este retroceso en las conquistas electorales encajaba con dos interpretaciones que comenzaron a circular rápidamente como posibles explicaciones al sorpresivo Manifiesto: reducir la fuerza electoral del Partido Socialista y lograr la adhesión del Negociado de Asuntos Insulares federal a la propuesta del gobernador electivo. Hay que recordar que , tras el impasse o crisis legislativa de 1909 en Puerto Rico, se aprobó, a instancias del presidente William Taft, la llamada Ley Olmsted, la cual enmendó el artículo 3 del Acta Foraker. Disponía, entre otras cosas, el colocar todos los asuntos de Puerto Rico bajo la jurisdicción del Negociado de Asuntos Insulares del

81 Ibid., pp. 228-230.

82 Ibid., p. 231.

83 Ibid., p. 231-232.

84 Ibid., p. 233.

85 Ibid. La Patria Agrícola

Departamento de Guerra.86 Sabido era la firme convicción del Negociado y de su todopoderoso director, Frank McIntyre, respecto al sufragio limitado.

Asimismo, el manifiesto adjudicaba la misión de gobernar al país a los llamados partidos históricos. Ignorando olímpicamente al Partido Socialista, emplazaba a la Federación Libre de Trabajadores a escoger entre retornar al puesto neutral que ocupaba la American Federation of Labor en el continente y cooperar en el propósito patriótico que planteaba el Manifiesto o definirse claramente como un partido de clases con tendencias radicales.87 Como colofón, el texto auguraba que la situación especial de Puerto Rico permitiría el surgimiento de una comunidad modelo, enlace entre las Américas el mejor de los mundos posibles.

El Manifiesto Tous-Barceló desató una verdadera tormenta política. En el seno del Partido Republicano, la nueva orientación “autonomista” encontró seria resistencia. En corto tiempo el partido sufrió un desprendimiento importante dirigido por Rafael Martínez Nadal. Dentro del Partido Unión, que había estado sufriendo disidencias de significación desde el abandono de su histórica Base Quinta que incluía como objetivo final la independencia, se produjeron también sonadas denuncias.88

Los ataques a la inminente alianza entre republicanos y unionistas se centraron inicialmente en su instrumentalización electoral. Era difícil no pensar que la alianza proyectada era un entendido para evitar una derrota electoral ante los socialistas. En efecto, en términos electorales, la concertación aliancista era ventajosa para ambos constituyentes. El crecimiento de los socialistas en las elecciones de 1920 no se podía obviar. En 1917, el partido obtuvo 24,468 votos; tres años después, más del doble. Si hubiese cuajado,

86 Esta disposición estaría vigente hasta 1934, fecha en que la jurisdicción pasó al Departamento del Interior. José Trías Monge, Historia Constitucional de Puerto Rico, San Juan, Editorial Universitaria, 1981, 4 vols., vol. II, p. 24.

87 Pagán, op.cit., I, p. 233.

88 Entre las más ruidosas estuvo la de Pedro Albizu Campos quien llegó a presentarle un plan alterno de alianza a Barceló donde el Partido Socialista se integraría al frente patriótico; la de Luis Llorens Torres y José Coll Vidal. Un grupo de unionistas descontentos abandonó el partido para fundar el 31 de agosto de 1924, el Partido Federal -de vida breve- bajo la presidencia de Manuel Benítez Flores. En su asamblea constitutiva, retoman la histórica Base Quinta unionista; “La autonomía regional en el presente, la soberanía nacional en el futuro”. Bolívar Pagán, op. cit., I, p. 243. La Crisis del Proyecto Liberal en Puerto Rico

como se intentó a comienzos de la década, una coalición de republicanos y socialistas, el voto combinado de ambos partidos (122,985) se hubiese acercado peligrosamente al del victorioso partido Unión (126,449).89

Para los unionistas, la perspectiva de perder curules y alcaldías a manos de los socialistas o de una coalición amenazaba la supervivencia de un sistema de patronazgo erigido a lo largo de veinte años. En cuanto a los republicanos, “eternos perdedores” (Luis Muñoz Marín decía que eran incapaces de ganar solos), el aliarse con los unionistas los colocaba en línea para participar como mayoría en el gobierno por primera vez desde 1904.

Como era de esperarse, tanto el liderato unionista como el republicano se aprestaron a negar la motivación electoral. La desmentida fue mucho más allá. Dio lugar a una peculiar racionalización, a una narrativa que se cultivó hasta alcanzar carácter de credo: por encima de las banderías y pequeñeces políticas había surgido una entidad cualitativamente distinta: el frente patriótico que buscaba alcanzar la armonía o convivencia entre las clases y el logro, muy en última instancia, de la autonomía, legado testamentario de Luis Muñoz Rivera. Las piedras angulares de la sorpresiva alianza arrancaban del concepto ya mítico de la gran familia puertorriqueña que había animado la fundación del Partido Unión de Puerto Rico a comienzos de siglo.

Fue Mariano Abril el responsable por articular el constructor de la Alianza como la culminación patriótica:

Los partidarios en Puerto Rico de un liberalismo racional y humano—y la Alianza Puertorriqueña los reúne en compacta totalidad—tienen todos los elementos necesarios para llevar a cabo armoniosamente y sin sacudimientos espasmódicos, esa tarea de reconstrucción: Entre ellos quienes han acumulado un capital a fuerza de una honrada labor, quienes representan el número: nuestras clases populares. La Alianza Puertorriqueña es una síntesis de todos esos valores sociales. Por eso es invencible.90 Abril, visceralmente anti-socialista, veía a la Alianza como el medio para erradicar el viejo fantasma de la lucha de clases. En particular, le respondía a Santiago Iglesias quien, en declaraciones aparecidas en La Democracia,

89 Ibid., p. 199.

90 La Democracia, 14 de mayo de 1924.

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había calificado a la Alianza como “la fusión de intelectuales reaccionarios y de agentes de los ocultos poderes financieros para ejercer el control sobre las elecciones, la legislación y la administración del país.”91 El mismo Iglesias llegó a calificar a la Alianza como un producto fascista, cuando el fascismo tenía poco tiempo de emerger en el panorama político europeo: “La idea que prevalece entre el grupo fascista de Barceló y Tous Soto y del ‘gobierno invisible’ es que las elecciones puedan ser robadas a los trabajadores.”92 En otras declaraciones, Iglesias recalcaba la dimensión clasista: el nuevo cuerpo político se había gestado para complacer a “los altos magnates que controlan los intereses del azúcar, tabaco, transportación y bancos de Puerto Rico”.93

Gradualmente se armó una teoría en torno al surgimiento de la Alianza como una trama anti-socialista. Según esa versión, la Alianza se había consumado en el Departamento de Guerra en Washington. El secretario de guerra, John W. Weeks (con intereses en la Aguirre a través del bufete de New York, Weeks-Hornblower) y el general Frank McIntyre, jefe del Negociado de Asuntos Insulares, habrían acordado con el gobernador Towner y el liderato de los partidos históricos el entendido entre los unionistas y republicanos como forma de asegurar la paz industrial en Puerto Rico y anular el crecimiento de los socialistas. Luis Muñoz Marín, quien a la sazón se hallaba en New York, fue otro de los que vio en la Alianza un medio para “complacer a ese santo varón, de ese santo gabinete de ese santo Coolidge que se llama John W. Weeks en lo que respecta a la anulación del partido socialista…”94

Ciertos hechos le dieron a dicha interpretación visos de credibilidad en aquél entonces. Santiago Iglesias había integrado la comisión legislativa que viajó a Washington a inicios de 1924. Sin embargo, el resto de los comisionados—Barceló, Miguel Guerra Mondragón, José Tous Soto y Félix Córdova Dávila—había mantenido una agitada agenda de reuniones de la que se excluyó a Santiago Iglesias, proponente como todos ellos de la medida que favorecía el gobernador electivo. ¿Qué había pasado? Según la teoría del “entendido”, el presidente Coolidge, Weeks y McIntyre habían ordenado que cesara toda exigencia sobre una resolución del estatus y

91 La Democracia, 5 de mayo de 1924.

92 El Mundo, 12 de mayo de 1924.

93 El Mundo, 17 de mayo de 1924.

94 El Mundo, 7 de mayo de 1924. La Crisis del Proyecto Liberal en Puerto Rico

que se frenara toda influencia socialista en el país. Lo último sintonizaba con el llamado “Red Scare” que sacudió a Estados Unidos tras el fin de la Primera Guerra y el triunfo de la Revolución Rusa (1917). A cambio de la “paz portorricencis” (sin socialistas) se concederían reformas a la carta orgánica vigente y la promesa de un gobernador electivo. Indicio del interés de la administración por la “tranquilidad” en la posesión aparece en la respuesta del presidente Coolidge al memorial que la Comisión Legislativa de Puerto Rico95 presentó a las autoridades metropolitanas en el que figuraba de manera prominente la petición de un gobernador electivo:

Our country seeks no benefit from Porto Rico, but is connected with it solely as a trustee for the welfare of the people of the island. Naturally we wish to be inhabited by those who are friendly and to be protected from the possibility of ever falling into the hands of those who might be unfriendly to the United States or menace our possessions in Panama.96

La declaración presidencial planteaba una dimensión interesante: la renovada importancia estratégica de la isla en el diseño defensivo de los Estados Unidos. Es muy sugestivo que en abril de 1924 los dos partidos principales de las Filipinas, dirigidos por Manuel Quezón y Sergio Osmeña, respectivamente, concertaran una alianza, si bien bajo otras bases políticas que las de la Alianza Puertorriqueña. Dentro de la concepción estratégica de los Estados Unidos tanto las Filipinas como Puerto Rico constituían elementos claves y requerían de estabilidad. En el caso de Puerto Rico, el interés de los Estados Unidos en mantener la posesión parecía ser irreversible mientras que el destino de Filipinas estaba diseñado para una independencia eventual. Precisamente, para los meses en que se concreta la Alianza, el Negociado de Asuntos Insulares daba cuerpo a la doctrina de la permanencia de los lazos entre Puerto Rico y los Estados Unidos.

En una carta que acompañó al proyecto 2448 del Senado de los Estados Unidos (que proponía el gobernador electivo para 1928), el jefe del

95 “Memorial de la comisión legislativa de Puerto Rico” en United States Congressional Records, 68th Congress, 1st session, House of Representatives, vol. LXV, part 2, January 26, 1924.

96 Proceedings and Debates of the First Session of the Sixty-eighth Congress… Vol. LXV, part 2, Government Printing Office, 1924, p. 1470

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Negociado recordaba a todos, por si había alguna duda, que la ciudadanía norteamericana le había sido concedida a los puertorriqueños «to make clear that Porto Rico is to remain permanently connected with the United States.»97 El gobernador electivo, reforma que no se concedería hasta que se cumplieran con los requisitos de alfabetización, serviría entonces para prevenir “the spasmodic talk, on the one hand, of an incorporated territory and statehood requests which could not be seriously considered.” 98

La interpretación de que la Alianza Puertorriqueña era la concreción del plan colonial norteamericano sobre Puerto Rico desarrollada en aquel entonces por Pedro Albizu Campos, uno de los críticos de la nueva entidad política, es particularmente valiosa porque integra varias de las interpretaciones parciales que había surgido en torno a la Alianza. Para Albizu, el acuerdo entre Tous Soto y Barceló encerraba dos rechazos: a la independencia y a los socialistas. Ambos rechazos formalizaban el “coloniaje ya establecido”. A cambio de ello, se le concedía a los partidos históricos el poder de administrar el presupuesto y el patronazgo sobre una burocracia en crecimiento. El enajenar a los socialistas era un claro mentís a la “conciliación generosa” que anunciaba el manifiesto. En realidad—proseguía Albizu—el abismo entre las clases se ensanchaba cada vez más y el país estaba “en el dilema de someterse a la dictadura de la plutocracia o a la dictadura de la demagogia”.99

Por otra parte, la Alianza era la culminación de una orientación anti-independentista dentro que del partido Unión. El abandono de lo que se consideraba uno de los pilares ideológicos del unionismo, la Base Quinta, apenas se había consumado en 1922. El texto eliminado rezaba como sigue : “Declaramos que entendernos factible que la isla de Puerto Rico sea confederada a los Estados Unidos de la América del Norte, acordando que ella sea un Estado de la Unión Americana, medio por el cual puede sernos reconocido el self-government que necesitamos y pedimos; y declaramos también que puede, la isla de Puerto Rico se declarada nación independiente, bajo el protectorado de los Estados Unidos, medio por el cual también puede

97 United States Congressional Records, 68th Congress, 1st session, Senate, vol. LXV, part 9, May 15, 1924, p. 8602.

98 Ibid.

99 El Mundo, 17 de mayo de 1924.

sernos reconocido el self-government que necesitamos; y pedimos”.100

Con la Alianza, se daba un paso más allá: el estatus como preocupación pública quedaba relegado. El relevo del liderato Muñoz Rivera/José de Diego quedaba finiquitado, a pesar de las nostalgias de Mariano Abril. No obstante, el nuevo curso representaba para sus defensores un problema de legitimidad. Las críticas al acuerdo por parte de Albizu, Luis Llorens Torres , José Coll Vidal, José Coll y Cuchí y otros provocaron una feroz reacción anti-independentista. En un editorial de La Democracia del 27 de mayo, Mariano Abril señalaba que la independencia era imposible ya que éramos un pueblo pequeño y pobre que no podía exigir respeto porque no tenía capacidad productiva y salud financiera. Proseguía en el editorial del día siguiente tronando contra el sentimentalismo de los independentistas y señalando que las llamadas repúblicas hispanoamericanas eran míseras esclavas. En un tercer editorial, Abril justificaba el proyecto socioeconómico afirmando que los pueblos sin industria estaban condenados a la esclavitud eterna.

Ahora bien, la mayoría de las interpretaciones esbozadas sobre la Alianza enfatizaban su dimensión política. Tanto las teorías que enfatizaban la ventaja electoral como aquéllas que apuntaban a una estrategia anti-socialista estimulada por Washington encajaban perfectamente con el momento político norteamericano y con el debilitamiento de los partidos tradicionales puertorriqueños. Hubo, sin embargo, una teoría que vio en el arreglo partidista una motivación estrictamente económica. El Tiempo, vocero de los republicanos anti-aliancista liderados por Rafael Martínez Nadal, adelantó una versión algo complicada pero no fantasiosa en la que figuraba una posible reducción tarifaria por parte del Congreso para complacer a los elementos inversionistas pro-cubanos, los grandes intereses del azúcar y del tabaco operando en Puerto Rico y los partidos históricos que se advenían a una transacción a cambio del gobernador electivo. ¿Cómo reconciliaba El Tiempo esta teoría con unos intereses económicos dependientes del factor de ventaja relativa para Puerto Rico que era la tarifa alta? Mediante una futura reducción en los salarios, legislación que sería fácil de implementar una vez obtenido el control del gobierno y la

100 Cayetano Coll y Toste, Boletín Histórico de Puerto Rico, San Juan, Tipografía Cantero Fernández y Cía., 14 vols, VI, p. 183.

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neutralización de los socialistas: “So give us the election of the governor, and the offices and checks, and to hell with the tariff on sugar, for with its reduction or loss, our unionist working men would, of course, cheerfully accept a corresponding wage reduction. And our sugar producers will no doubt furnish their share of the money to maintain the ‘cause’. “101

CONCLUSIÓN

José Trías Monge en su Historia Constitucional de Puerto Rico ha caracterizado la época como una de gradualismo reformista en la cual resultaron favorecidas las soluciones políticas de centro. El liderato político aceptó resignadamente este camino porque era el único “abierto al logro de la libertad y niveles razonables de vida”.102 La tendencia política se proyectaba hacia un mayor conservadurismo, al relego de posiciones nacionalistas y el énfasis en las prioridades burocráticas: llegar al gobierno, administrar el presupuesto, controlar el patronazgo. El Manifiesto Tous-Barceló sentó las pautas políticas para la década del 1920, pero la pretendida despolitización de la Alianza tenía bases equívocas. La paz política esperada no podía escamotear las vulnerabilidades al interior de la economía del país. Lo que sigue a continuación describe la respuesta de un sector social híbrido que cruza líneas de partido para erigirse como un feroz crítico del proyecto de la Alianza. Su ideario será una mezcla también confusa de reclamos criollistas, de un neo-fisiocratismo y de un antiliberalismo como el que cundía en Europa y América Latina. Todos estos elementos ideológicos estarían coagulados por la debilidad estructural de una economía puertorriqueña con cada vez menos posibilidades de crecimiento autónomo.

101 El Tiempo, 21 de marzo de 1924.

102 Trías Monge, op.cit , II, p. 112. La Crisis del Proyecto Liberal en Puerto Rico

CAPITULO II: CRÓNICA DEL ACORRALAMIENTO

LA FIESTA DE LOS GIORGETTI

Cuando en febrero de 1924 Eduardo Giorgetti, el rico financiero y centralista puertorriqueño, inauguró su espléndida casa de Santurce con diseño del arquitecto Antonin Nechodoma, los más de mil invitados que se pasearon esa noche por balcones y jardines fungieron, sin proponérselo, de actores en una elocuente puesta en escena. Cada balaustre de olorosa caoba, cada delicada porcelana, las exquisitas antesalas y las núbiles cortinas constituían un legado—expresión de la bonanza azucarera de la posguerra. En el torbellino sin precedentes de precios de dos dígitos para la libra de azúcar se habían labrado sueños de una prosperidad sin límites. Pero, esa misma casa, hija opulenta del dulce, recordaba también que la prosperidad había durado menos que su construcción y que se avecinaban tiempos difíciles. Desaparecidos los precios de arrogancia e instalado el temido ciclo de endeudamientos—precios bajos—quiebras, los productores se enfrentaban a la crisis deflacionaria y a circunstancias políticas que se salían de norma. Para los más débiles en la cadena de producción y crédito y con escaso capital político la lucha sería inútil.

La fiesta, episodio reminiscente de una “belle epoque” en el trópico, ocurría justo cuando las contradicciones del sistema dependiente daban lugar a importantes tensiones económicas y políticas dentro de los sectores propietarios. De ahí que, en los albores de 1924, habían aumentado los conflictos entre los colonos cañeros y los más protegidos intereses centralistas; entre grandes y pequeñas centrales por asegurarse sus abastos de caña; entre los propietarios y los vulnerables obreros agrícolas; entre los sembradores de tabaco y los compradores de la hoja; entre los cafetaleros, los torrefactores y las instituciones bancarias reacias a conceder un mayor crédito.

Algo, a pesar de las tensiones, era común a todos estos intereses fueran grandes o pequeños, abandonados o protegidos, ausentistas o nativos: una actitud de reserva y expectativa respecto a la política económica y hacendística del gobierno y, no menos, respecto al empecinamiento de los partidos políticos en ampliar el ámbito burocrático y el clientelismo. Seguramente, agazapados tras las conversaciones frívolas de aquella

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noche en el estrenado palacete de los Giorgetti, rondaban los temores a una excesiva intervención gubernamental, a mayores cargas impositivas, a la estrangulación económica por una eventual pérdida de las tierras, miedos reanudados a partir de la caída de precios.

LA PAZ AZUCARERA

El año había comenzado con el estallido de huelgas a lo largo de las áreas cañeras. Numerosas centrales, entre ellas la Guánica, se paralizaron y en varias otras los trabajadores habían dado un plazo de dos semanas para sumarse al paro.103 La administración de la Guánica, que se negaba a negociar con la Federación Libre de Trabajadores y que no aceptaba la mediación del Negociado del Trabajo, comenzó a desahuciar trabajadores de las viviendas de la central.104 Colonos y centralistas acusaban a los obreros de incendiarios y éstos a los propietarios de pagar salarios de hambre, tan bajos como 70 centavos diarios en plena zafra.105 “La huelga agrícola se generaliza” rezaba el titular de Unión Obrera, achacando la decisión obrera al fatídico binomio de salarios bajos y precios altos en las subsistencias populares y arremetía contra la tarifa, verdadera espada de Damocles para el trabajador agrícola.106 En el norte del país, centralistas puertorriqueños encabezados por Eduardo Giorgetti y Andrés Oliver, ante la amenaza de un movimiento huelgario que arropase a la industria, decidieron negociar.107 Las partes convinieron en un salario mínimo de un dólar diario y la inminencia de la huelga se disipó.108 En Guánica, los trabajadores y la empresa también llegaron a un acuerdo, sin la intervención de la FLT, lo cual motivó felicitaciones entre los círculos propietarios.109

La acusada sensibilidad de la industria azucarera no se debía únicamente a la proximidad de la zafra ni a los bajos precios prevalecientes, sino a rumores que, de ser ciertos, acabarían por hundirla. Por un lado, se

103 La Correspondencia, 8 de enero de 1924.

104 La Democracia, 6 de enero de 1924.

105 El Mundo, 15 de enero de 1924.

106 Unión Obrera, 14 de enero de 1924.

107 La Correspondencia, 16 de enero de 1924.

108 El Mundo, 18 de enero de 1924.

109 La Correspondencia, 23 de enero de 1924.

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hablaba en círculos congresionales de una posible reducción tarifaria. Por otro lado, corría el rumor persistente de que otra Comisión Legislativa, que se hallaba en esos momentos en Washington, pediría la estadidad para Puerto Rico. Tras una sesión de emergencia en vísperas de la reunión pautada entre el presidente Coolidge y los representantes puertorriqueños, la Asociación de Productores de Azúcar se pronunció en contra de la estadidad y de cualquier tipo de incorporación territorial. Aún centralistas como Antonio Roig y Pedro Valdivieso, de conocida filiación republicana, endosaron el acuerdo de la Asociación.110

La posición de los centralistas puertorriqueños era esencialmente sectorial, aunque se parapetaba tras una defensa de los intereses generales del país que obviamente se verían afectados si los ingresos aduaneros pasaban al Tesoro de los Estados Unidos en caso de anexión o incorporación. En medio del desplome de precios, la defensa del estatus quo era la defensa de sus atribuladas fortunas. En un agudo artículo publicado en La Correspondencia, A. Collado Martell definió la patria de los azucareros como “una caja repleta de oro”: “Ni la independencia, ni el estado, ni la incorporación: la colonia y el vasallaje eterno. He ahí el ideal de los azucareros de Puerto Rico”.111 A su vez, El Tiempo, vocero de los republicanos, tildaba a los azucareros de malagradecidos: “¿A dónde irían a parar los millonarios sin el favor americano, en la república tropical?”112

El talón de Aquiles de los azucareros era ciertamente la tarifa, pero también cualquier modificación local o federal que atentara contra el delicado balance precios-costos de producción de azúcar. En estos primeros meses de 1924, año electoral, era evidente la preocupación de los centralistas nativos y agricultores prominentes, tanto republicanos como unionistas, por el curso que tomarían las relaciones entre Estados Unidos y Puerto Rico, así como la fuerza de los socialistas en las elecciones que se avecinaban. Era prioritario asegurar una legi Al hacerse público el Manifiesto Tous-Barceló, los grupos económicamente poderosos respiraron con mayor tranquilidad: el estatus permanecía inalterado y las posibilidades de un triunfo socialista se veían más lejanas. Sin embargo, quedaban áreas grises tanto para los centralistas como para

110 El Mundo, 24 de enero de 1924.

111 La Correspondencia, 23 de enero de 1924.

112 El Tiempo, 23 de enero de 1924.

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el resto de los sectores agrícolas y contribuyentes. Aunque el Manifiesto invitaba a una moratoria en la competencia partidista, la interpelación del documento seguía siendo esencialmente política. La creación de la Alianza configuraba un super-partido que daría lugar a exigencias burocráticas y presupuestarias. ¿Qué relación se establecería entre esa estructura política formidable y las clases propietarias? ¿Se mantendría el tipo de administración pública “gastadora” que había caracterizado la gestión de Towner, según los propietarios? ¿Habría cambios en el sistema contributivo? En suma, ¿cuán afines serían los propósitos de ambos bloques ahora que la crisis económica involucraba a todos los sectores sociales de una u otra forma?

ALIANZAS Y COALICIONES

Entre los meses de marzo y junio de 1924, la vida política de Puerto Rico se centró en el realineamiento de los partidos existentes con vistas a las elecciones de noviembre. A pesar de la importante disidencia de los republicanos anti-pacto, la Alianza electoral entre unionistas y republicanos se concretó en mayo de 1924. A raíz de la modificación en el escenario partidista, Luis Muñoz Marín analizó, en artículo aparecido en el periódico socialista Justicia, el cuadro de opciones que se le presentaban al Partido Socialista ante el formidable adversario electoral. Aconsejaba una coalición, es decir un arreglo con los republicanos disidentes como la alternativa más viable. El análisis de Muñoz Marín reiteró la opinión de que la Alianza era, en última instancia, una fusión conservadora y anti-obrera del capital aun cuando se presentaba como un arreglo electoral en el plano inmediato:

La maniobra de Tous-Barceló obedece, primero, a móviles inmediatos de conveniencia política, y, más que política, electoral; pero, en último término, esas conveniencias electorales que representan los líderes Barceló y Tous Soto, esas preferencias reaccionarias de Mr. Weeks, esa trabazón de circunstancias que determinan que a Weeks le convenga indicar una fusión conservadora y a que Tous le convenga acatar las indicaciones de Weeks, son más bien manifestaciones del método minucioso y seguro que están empleando en Puerto Rico las grandes fuerzas que hoy moldean el porvenir mundial. En el mundo entero se califica la causa de la controversia, el issue que dicen los americanos: el estancamiento y la renovación están en pugna; los hombres de propiedad se aferran al estado de cosas que creó sus privilegios y las garantiza; los hombres de trabajo se rebelan contra

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el estado de cosas que creó la actual forma de esclavitud y tiende a perpetuarla.113

A lo largo de la campaña electoral de 1924, una Coalición disidente entre socialistas y republicanos anti-pacto atacaría a la Alianza como el entronizamiento del privilegio y concentraría sus ataques en la capa de propietarios y políticos responsables, a su juicio, de la miseria y la explotación generalizadas. Incluso, dentro del Partido Socialista se dio una minoría socialista-independentista que señalaba que no podía hablarse de libertad económica ni de lucha contra los privilegios si persistía la esclavitud política. Uno de sus dirigentes, Antonio Colorado señalaba, refiriéndose a Iglesias y sus seguidores: “Ellos acusan a la ‘petit bourgeoisie’ olvidando al águila del capitalismo americano, el cual contrata realmente el mercado de Puerto Rico, e indirectamente determina el límite de ingresos de los trabajadores de Puerto Rico.”114 Del otro lado del espectro, los meses pre-eleccionarios mostrarían a los grupos económicamente poderosos en la afanosa tarea de conservar privilegios y asegurarse que cualquier rearticulación política fuese afín a su proyecto económico.

¿Pero cuál sería la estrategia de aquellos sectores productores pequeños y medianos cuyo proyecto económico no coincidía en todas sus líneas con el de los sectores más protegidos ni con las fuerzas del trabajo? ¿Cómo se enfrentarían a las nuevas circunstancias aquellos sectores propietarios que, a partir de la crisis de 1921, se encontraban en una posición más vulnerable?

Lo que ocurrió en los meses previos a las elecciones fue un proceso mediante el cual sectores económicos con antagonismos no resueltos practicaron una difícil convivencia ante la inminencia de los comicios. El rol de la Alianza fue clave en el proceso. Su liderato, en el afán de copar las elecciones, jugó el papel de gran árbitro utilizando el anti-socialismo como aglutinante. La Alianza tuvo éxito en 1924 en impedir que las contradicciones dentro del bloque de propietarios desembocaran en una disidencia política abierta adicional a la ya sufrida con los republicanos anti-pacto. No obstante, la Alianza no pudo evitar que se gestara una progresiva toma

113 Justicia, 5 de mayo de 1924.

114 Justicia, 2 de junio de 1924 La Patria Agrícola

de conciencia por parte de los sectores agrícolas pequeños y medios. A la altura del verano de 1924, las contradicciones estructurales apretaban el cerco sobre dichos sectores a pesar de los esfuerzos reformistas de la administración Towner y de la legislatura controlada por los unionistas.

VERANO DE 1924 Y PAÑOS TIBIOS

Para el verano de 1924, los partidos políticos se aprestaban para una de las campañas electorales más feroces y, eventualmente, más dudosas en la historia política de las primeras tres décadas del siglo. Por un lado, cada bloque electoral, Alianza o Coalición, le hacía frente a un adversario cuya fuerza real desconocían; por el otro, dentro de las propias colectividades seguían los reclamos por una mayor legitimación de los noveles acuerdos electoreros. El complicado debate político, sin embargo, ejercía otra función: enmascaraba la grave situación económica.

En los círculos azucareros ya se admitía que, para mantener un nivel satisfactorio de ganancias, la producción de cañas para la zafra 1924-1925 tenía que ser espectacular ya que se perfilaba una nueva baja en los mercados internacionales. Efectivamente, el precio por libra de azúcar descendió de 6.14 centavos por libra en enero a 4.7 centavos en los últimos meses de 1924.115 El mercado internacional estaba desbordado de azúcar; las cosechas remolacheras de Europa y las cañeras en las otras Antillas y el Oriente registraban aumentos significativos. Bajo los supuestos de la economía de mercados, se imponía una reducción en la oferta. Pero la decisión de acortar la producción era un riesgo que los países productores no podían afrontar por los costos políticos que acarreaba o porque no tenían los mecanismos para compensar la limitación de producción. En Cuba, por ejemplo, no sería hasta 1926, bajo la presidencia de Gerardo Machado que se intentó fijar la producción a un nivel aproximado de 4.5 millones de toneladas anuales Para enfrentar el impacto de los bajos precios se recurrió a aumentar las áreas de cultivo. En algunas zonas, se aceleró la búsqueda de más altos rendimientos de sucrosa. En Puerto Rico ocurrieron ambas cosas: se elevó el área bajo cultivo en

115 Report of the Governor of Porto Rico 1925, Washington, Government Printing Office, 1926, p. 27.

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4,000 cuerdas y se intensificó la propagación de cañas de alta sucrosa.116 Tanto la adquisición o control de tierras cañeras adicionales como la mejora en las variedades requerían de una liquidez disfrutada sólo por las grandes corporaciones. En cuanto a las centrales pequeñas, cuya situación fiscal era inestable desde la debacle de 1921, el problema de capitalización era agudo y desalentaba compras o control de tierras adicionales. Por el contrario, muchas de ellas se deshacen en este período de parte de sus acciones. Caso típico lo constituye la Central Cortada que pasa a ser controlada por la Aguirre aun cuando siguió operando bajo su razón social original.117 En el este, la Central Juncos pasó a ser controlada por el Baltimore Trust (United Porto Rican Sugar Co).118 En el extremo de la cadena propietaria, los colonos, sobre todo aquéllos que poseían menos de 50 cuerdas de terreno, enfrentaban un futuro más precario: la perspectiva a corto plazo era de un mayor endeudamiento con la central; no muy lejos se cernía la posibilidad de perder las tierras.

Las dificultades en la economía del tabaco se evidenciaron desde la cosecha del 1923-1924. Esta fue una de las más grandes registradas en la Isla—cerca de 28 millones de libras en 40,000 cuerdas—pero el precio obtenido por el sembrador había sido decepcionante, unos 18 a 20 centavos por libra.119 Reducida el área de cultivo a 32,973 cuerdas para el próximo año, el precio fue algo más satisfactorio, pero no lo suficiente como para mejorar significativamente la situación de los sembradores.120 El mismo Comisionado de Agricultura admitió que el agricultor se encontraba en una situación desesperada “y sin esperanza para luchar contra la política de los capitalistas que lo tienen agarrado por el cuello”.121 Utilizando el contrato de refacción como torcedura de brazo, los especuladores pagaban precios de miseria, inferiores a la misma protección tarifaria.122

116 Descartes, op.cit. p.26.

117 A.G. Quintero Rivera, Economía y política en Puerto Rico 1900-1934, San Juan, Centro de Investigaciones Sociales, 1982, p. 59.

118 Ibid.,p. 60.

119 Informe de1 Comisionado de Agricultura y Trabajo, 1924-1925, San Juan, Negociado de Materiales, Imprenta y Transporte, 1926, p. 19.

120 Descartes, op. cit., p. 34. El precio promedio para la cosecha de 1924 fue de $17.53, en 1925 subió a todavía muy por debajo de las expectativas de los sembradores.

121 Informe de1 Comisionado de Agricultura y Trabajo, 1924-1925, p.22.

122 La protección tarifaria era en: promedio de 35 libra de tabaco en rama. En ocasiones el precio al agricultor fue de 15 menos. Ver Diffie, op. cit., p. 144-145. La Patria Agrícola

Como se señala en el informe anual del gobernador:“Upon the expiration of the contract the growers are practically forced to sell their product in order to redeem the debt, at a price which he alone cannot regulate.”123 Para 1924, Chardón calculaba que la pérdida de ganancias para el pequeño agricultor tabacalero fluctuaba entre $3.50 y $7.50 por quintal de hoja.124 Además, por la falta de capital, era prácticamente imposible el mejoramiento de los semilleros y la modernización de los ranchos.

De los cultivos principales sólo el café mostraba perspectivas internacionales más halagüeñas. Parecía que el ciclo deflacionario daba visos de terminar. La recuperación de los mercados de Italia y Alemania y una política de regulación de exportaciones por parte de Brasil, el primer exportador mundial, contribuyeron a mejorar los precios.125 El usualmente circunspecto Chardón llegó a decir con entusiasmo que el café era “the cornerstone of our prosperity” y abrigaba la esperanza de que el producto alcanzara pesadas glorias. Pero, tras la hojarasca de la subida de precios se hallaba el agudo e inescapable problema del endeudamiento hipotecario de las fincas dedicadas a ese cultivo. El nivel de hipotecas era tan alto que la mayor parte de las fincas estaban descalificadas para recibir crédito adicional por lo cual el alza de precios resultaba una coyuntura inaprovechable.126

Situaciones como las que expresaba el agricultor aguadeño Eduardo Marín se multiplicaban en los municipios del café:

Utuado, la segunda jurisdicción de la Isla en extensión territorial, y en donde la propiedad está dividida más equitativamente entre pequeños terratenientes, tiene problemas apremiantes... Hoy, como ayer, las fincas de café siguen sin poder refaccionarse, paralizados los cultivos por falta de crédito, gravados los predios con la amenaza de perderse, mientras para otros terratenientes las arcas de las instituciones bancarias están abiertas; aquí el jornalero, exhibiendo sus hinchazones y lepromas repugnantes, sigue percibiendo el mísero salario de cuarenta centavos diarios, jornal que le condena a la mise-

123 Report of the Governor 1925, p. 509.

124 Informe del Comisionado de Agricultura y Trabajo 1924-1025, p. 23.

125 Ibid. p. 31.

126 Las cifras sobre el nivel de hipotecas en relación a la riqueza rural de Puerto Rico varían de acuerdo a la fuente. Pero debe estar dentro del límite de 15-20%. José L. Pesquera de la Asociación de Agricultores calcula un 20%. Ver Diffie, op cit., p. 83.

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ria y a la desesperación; y el agricultor, por falta de una organización inteligente de cooperativas, a la que el Departamento podría prestar su ayuda, su intervención oficial, vese obligado a ofrecer sus cosechas a precios tan bajos, ya que no les indemniza de sus esfuerzos para arrancar a la tierra las piltrafas que necesita para las más apremiantes exigencias de la vida.127

LA VERSIÓN GUBERNAMENTAL

Al darle prioridad al problema contributivo, la administración del gobernador Towner y la legislatura unionista reiteraron su visión de que la crisis económica era una de carácter coyuntural. La creciente debilidad de los sectores medios y pequeños no produjo una reevaluación de la política económica ni la aplicación de medidas significativas de rehabilitación para los sectores agudamente afectados.

Por un lado, la filosofía de gobierno del Partido Republicano de los Estados Unidos no alentaba este tipo de involucración gubernamental. Por el otro, era condición indispensable para el funcionamiento del sistema colonial norteamericano el que las posesiones generaran sus propios presupuestos y evitaran los déficits en los gastos ordinarios. Por ello la insistencia de Towner en reformar el sistema contributivo para convertirlo en uno de recaudación eficaz. La convocatoria del gobernador a vistas públicas para discutir el problema contributivo se justificaba en primer término por el estado de bancarrota fiscal. Sólo secundariamente respondió al clamor de sectores medios y populares ante el hecho de que los principales deudores fiscales eran las todopoderosas corporaciones.

Las vistas son relevantes a nuestro estudio no sólo porque resaltan la debilidad de los sectores medios y pequeños y su decreciente poder político sino porque son un microcosmos de las contradicciones dentro del bloque agrícola. En términos generales, el sector centralista atacó al sistema contributivo vigente por gravar excesivamente a la industria azucarera, enfiló sus cañones hacia la administración pública a la que calificó de despilfarradora y solicitó que se derogara el impuesto de cuatro

127 La Correspondencia, 14 de mayo de 1924.

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centavos por quintal de azúcar.128 En ningún momento, los azucareros se sintieron aludidos por las acusaciones públicas de evasión contributiva rampante. Expresiones como las de Mateo Fajardo fueron típicas de las deposiciones de los centralistas. Enlazando el problema de las contribuciones al despilfarro burocrático y al exceso de empleados públicos señalaba: “. . .lo que hay que hacer es investigar si el gobierno insular no está infectado como los gobiernos de innumerables países de la plaga de empleados que no hacen nada comúnmente llamados ‘botellas”.129

Aunque coincidían con los centralistas en lo tocante a la ineptitud y el derroche gubernamental, el resto de los sectores agrícolas fue más incisivo en sus críticas. El sistema de contribuciones vigente era injusto porque su peso recaía con mayor fuerza en los sectores medios y pequeños que en los estratos superiores. Colocados entre dos fuegos—el gobierno y las centrales donde iban a moler sus cañas—los colonos cañeros, por ejemplo, solicitaron exención contributiva para toda finca menor de 50 cuerdas y una contribución uniforme para toda cuerda en exceso de ese límite.130 Las declaraciones del colono Friedmann de Humacao resultan reveladoras de la tirantez existente entre el colonato de esa área y la administración de la Fajardo Sugar Company.131 Según Friedmann, además de transferir en los contratos de refacción el pago de los cuatro centavos por quintal a los colonos, la Fajardo pagaba las más bajas liquidaciones entre las centrales norteamericanas en gran medida porque tenía el monopolio de las vías de acceso del ferrocarril. Por su parte, los caficultores solicitaron también exención para aquellas fincas que estuvieran localizadas en lugares de poco rendimiento y una rebaja general en las contribuciones si se quería salvar la industria. El plan de los cafetaleros encontró apoyo en el comisionado Chardón quien propuso una reducción de 50% en la carga contributiva y que las fincas de nuevo cultivo estuvieran exentas por un período inicial a especificarse, posiblemente de cinco años.132 Al cabo de varias semanas de vistas públicas y de sesión extraordinaria de la legislatura, el balance era ambivalente. Se generó alguna legislación

128 El Mundo, 17 de mayo de 1924

129 Ibid.

130 Ibid.

131 Ibid.

132 El Mundo, 17 de mayo de 1924.

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favorable a los caficultores. Pero, respecto al crítico problema fiscal la solución prescrita empeoró el cuadro. Se redactó una nueva ley de contribuciones sobre ingresos (Income Tax), casi un calco de la ley federal. La ley, obra de Robert Haig, un experto de Columbia University, exigía mayor cumplimiento tributario de parte de las corporaciones y sociedades, pero incluía una cláusula de retroactividad que provocó su inmediata impugnación ante las cortes de justicia. El déficit que la ley buscaba conjurar, aumentó. Al finalizar el año fiscal 1924-1925, las recaudaciones fueron $2,279,000 menos de lo previsto.133 En cuanto a la crisis agrícola la sesión extraordinaria no dio paso a legislación rehabilitadora alguna a pesar de las recomendaciones del propio Comisionado Chardón.

LOS AGRICULTORES ANTE EL NUEVO ESCENARIO POLÍTICO

Al calor de las maratónicas sesiones de la Comisión de Contribuciones e Ingresos de la Legislatura, fue despertando entre los medianos y pequeños propietarios la noción de que, para influir tanto en la revisión fiscal como en cualquier otra legislación pertinente a la agricultura, era inevitable la organización de un grupo de presión, de un esfuerzo concertado, fuerte y articulado. Las elecciones generales, a pocos meses plazo, revestían de urgencia la tarea.

La iniciativa de convocar a una primera reunión de agricultores provino de un próspero frutero de Río Piedras, Héctor Scoville. El que haya sido un agricultor de frutas tiene una razón particular. Durante, los primeros meses, de 1924, se planteó la posibilidad de que el Departamento de Agricultura federal decretara un embargo a las frutas y vegetales provenientes de Puerto Rico a causa de una alta incidencia de la mosca frutera, el gusano barrenador y otras plagas. Los fruteros alarmados viajaron en comisión a Washington a tiempo para lograr que se sustituyera la proyectada cuarentena por una inspección en el lugar de embarque. El incidente, que pudo significar el fin para la industria de frutas y vegetales frescos de exportación, enfatizó la necesidad de una vigilancia constante respecto a la política agrícola norteamericana y de un cabildeo efectivo tanto en el frente local como en el federal. No existían garantías de que el gobierno de Puerto Rico o el Comisionado Residente pudiesen realizar efectivamente esa labor. No era un

133 Report of the Governor, 1925, p. 4.

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secreto que, por el momento, el Comisionado Residente, Félix Córdova

Dávila centraba su interés en las reformas políticas a la Carta Orgánica, fundamentalmente, en la aprobación del gobernador electivo para Puerto Rico. A la frustración que produjo la sesión legislativa sobre la situación contributiva, se unió el convencimiento creciente de cabildear por cambios directamente ante los organismos pertinentes en Washington. E1 Informe del Comisionado de Agricultura para 1924-1925 contenía una interesante observación sobre los productores de frutas: “Los fruteros son en su mayor parte americanos continentales que vinieron a la Isla hace años y representan el elemento progresista en nuestra agricultura”.134

En carta pública a los productores de azúcar, tabaco, café y frutas, Scoville anunció que el asunto de las contribuciones sería el punto principal en la agenda. Pero, en esa primera reunión celebrada el 17 de junio en la sede de la Cámara de Comercio surgió tenuemente una segunda preocupación: la necesidad de mayor representación de los agricultores en la Legislatura. Parecía como si fuese imposible sustraerse de la dimensión política. El núcleo original de agricultores que se reunió en la sede de la Cámara de Comercio decidió entonces convocar a una asamblea general de agricultores, la cual se realizó dos semanas más tarde.135

POLÍTICA, SÍ…POLÍTICA, NO: NACE LA ASOCIACIÓN DE AGRICULTORES

“Creo sinceramente que ha llegado el momento de emancipar a Puerto Rico de las corporaciones, y eso sólo puede hacerse sacudiéndonos de sus abogados que nos ahogan con sus influencias en las altas esferas del gobierno. Un sólo remedio queda elegid a un agricultor honrado que todavía sea dueño de sus propias tierras., no importa los conocimientos de leyes que tenga. “Un ponceño” (Anónimo publicado en El Mundo, 15 de julio de 1924, p. 1)

Con un malletazo de Mateo Fajardo, dio comienzo el 27 de junio de 1924 la asamblea organizadora de la Asociación de Agricultores. El acto congregó a 81 agricultores (al momento del informe de credenciales,

134 Informe del Comisionado de Agricultura y Trabajo, 1924-25, p.45.

135 El Mundo, 16 de junio de 1924.

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la mayor parte de ellos tabacaleros, fruteros y colonos de caña). (Ver Apéndice #2 para el acta constitutiva de la asamblea). Todos, en palabras de Francisco Zeno, preocupados por la “honda crisis” agrícola que sufría el país.136 Tras designar una junta provisional que organizaría las juntas locales y distritales y redactara un proyecto de reglamento, la asamblea aprobó una serie de bases programáticas amplias que servirían de aglutinantes preliminares entre los diversos sectores presentes.

A primera vista resalta el hecho de que un gran número de estas bases eran conocidas desde las últimas décadas del siglo 19 y habían sido rescatadas por las sucesivas sociedades agrícolas surgidas en la isla desde 1875.137 Su incorporación en este documento de 1924 sugiere un esfuerzo de parte de los organizadores de legitimar sus posiciones públicas adscribiéndolas a tradiciones que gozaban aún de respetabilidad y endoso en amplios sectores económicos y políticos.

Se advierte, por ejemplo, un reclamo misional por parte de los agricultores que se adjudicaban la alta tarea de enderezar el rumbo patrio. Esta impronta moralista es una constante que corre paralela a la vida de las organizaciones de agricultores en Puerto Rico desde el surgimiento de la Sociedad Agrícola de Ponce en 1875.138 Reviste a la agricultura de un halo cuasi sagrado que la distingue del resto de las actividades humanas y a los agricultores de una superioridad moral proveniente de su vínculo con la madre tierra. En segundo término, se diseca a la sociedad puertorriqueña entre la minoría que detenta privilegios y los hombres que viven “de su trabajo honrado y de una conducta recta...”.139

Los instrumentos del privilegio son en esta versión el sistema contributivo “que permite a los adinerados y a las corporaciones demorar o eludir el pago de contribuciones valiéndose de recursos y triquiñuelas legales, mien-

136 Asociación de Agricultores de Puerto Rico, Actas de la Asociación de Agricultores de Puerto Rico, Libro I, Folio 173, 27 de junio de 1924.

137 Las sociedades agrícolas fueron asociaciones de propietarios establecidas en Ponce, Mayagüez y Guayama a partir de 1875. Agrupaban sobre todo, a los productores cañeros y en sus gestiones iniciales procuraron aligerar el pago de indemnizaciones prometido a los dueños de esclavos.

138 Para un cuadro del ideario de los propietarios y su visión misional ver a Félix Mejías, De la crisis económica del ‘86 al año terrible del ‘87, San Juan, Ediciones Puerto, 1972.

139 Asociación de Agricultores de Puerto Rico, op.cit, Folio 175. La Patria Agrícola

tras que los pequeños y medianos agricultores, débiles económicamente, son compelidos a pagar sin demora o de lo contrario le son embargadas sus propiedades”140 y las instituciones de crédito, sobre todo la banca comercial y la red de compradores de productos agrícolas, los inevitables intermediarios que son “los mayores: enemigos de los agricultores ya que viven y prosperan con la compraventa de lo que los agricultores necesitan y producen.”141 Sentido misional y superioridad moral aparecen conspicuamente en la base número 3: “...hacer que los problemas económicos y agrícolas de la isla se resuelvan de la manera más inteligente, práctica y humana para hacer de Puerto Rico una comunidad libre y próspera, en que imperen la razón y la justicia aboliendo por completo los privilegios irritantes de que goza una minoría de sus habitantes, mientras ‘la mayoría de sus habitantes se encuentra sometida a un estado de esclavitud económica, expoliado, maniatado e impotente para conseguir que el producto de su trabajo honrado y conducta recta, rindan el natural y lógico provecho y se traduzca en un estado de relativa felicidad y bienestar para, el mayor número que es la aspiración de todo espíritu libre y generoso”.142

Al encajar sus reclamos dentro de unas expectativas de cambio social, la naciente Asociación forzosamente parecía entrar en el terreno político. La dinámica de la asamblea es confusa en este aspecto. No había idea clara de lo que quiere hacerse hasta que después de una intensa discusión se llegó a una resolución que dejaba las puertas abiertas a una futura intervención electoral:

La Asociación de Agricultores se organiza con un fin no partidista, pero declara que hará todas las gestiones y trabajará incesantemente para que, dentro de los partidos actualmente organizados, sus hombres mejor preparados ocupen los puestos públicos en las ramas legislativa y ejecutiva del gobierno en número suficiente para que constituyan un núcleo fuerte y vigoroso que pueda imponer la legislación y la política agraria y económica que convenga a los agricultores y que si fracasáramos en nuestros empeños, entonces, con ánimo sereno y resuelto organizaremos en Puerto Rico el partido Agrario o el partido de los agricultores y los trabajadores tal como funcionan estos partidos en Estados Unidos y Europa, como una medida posible para salvar la agricultura y los que de ella viven del

140 Ibid., Folio 176.

141 Ibid., Folio 177.

142 Ibid., Folio 175.

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desastre y la hecatombe final.”143

El verdadero alcance de la sentencia estaría por verse: ¿Retórica de presión pre-eleccionaria o proyección de un grupo que ya se veía a sí mismo en confrontación con los grupos políticos dominantes?

UNA TREGUA INTRANQUILA

“Si el aliancismo triunfa, los propietarios serán en vez de dueños, arrendatarios.”

Luis Llorens Torres, El Mundo, 2 de noviembre de 1924.

Entre la asamblea de junio de 1924 y la asamblea constituyente a fines del mismo año, el liderato agrícola asumió la tarea de organizar las juntas locales a nivel de municipios. Esta gestión proselitista de adecuó a la realidad de que el país se hallaba en medio de una campaña eleccionaria. Puede percibirse en las actuaciones de la nueva sociedad una gestualidad de acomodos y adhesiones hacia los partidos en contienda, sobre todo hacia la Alianza.

A pesar de que en la asamblea de organización se mencionó la posibilidad de un partido agrario, no se produjo en los meses sucesivos ninguna fisura política, entre el liderato agrícola y los partidos. Es más, la parrafada referente al partido agrario fue calificada como mera expresión personal de su proponente, Mateo Fajardo que no representaba el sentir general de la Asamblea.144

La gran mayoría de los directivos provisionales de la Asociación eran aliancistas para quienes aún no era incompatible el pertenecer a ambas agrupaciones. El tono de las expresiones públicas de la Asociación tras la asamblea tomó por el momento un carácter poco polémico. Por ejemplo, en la primera actividad formal luego de constituida—una visita protocolar al gobernador Towner—los representantes agrícolas expresaron su preocupación por los bajos precios agrícolas y por la inflación en los artículos importados, pero se cuidaron de no lanzar ataques políticos demasiado directos. Aludieron a entes abstractos como la tarifa y los

143 Ibid., Folios 177-78.

144 La Democracia, 2 de julio de 1924.

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especuladores, pero no identificaron a los infractores ni cuestionaron el sistema como Ramón Gandía Córdova había hecho dos años atrás.145 El tinte político de la Asociación aparece en estos primeros meses a nivel de los directivos de una forma más tradicional y aceptada: impulsando aquellas candidaturas de agricultores, como la de José Ruiz Soler para representante por Aguadilla.146 Fuentes no identificadas (abundantes en la prensa de la época) hablaban de “una gran fuerza que estuvo dormida por años y años inconsciente de su poder, y, que de pronto, se da cuenta, de su empuje y se muestra dispuesta a que se le atienda preferentemente.”147

Pero esa fuerza se presentaba en términos de un bloque de legisladores que por ser ellos mismos agricultores o estar vinculados al agro pudieran propulsar legislación favorable. Ahora bien, si la directiva de la Asociación se cuidó de no “politizar” demasiado sus demandas, no pudo impedir que ocurriera una temprana politización, pero de abajo hacia arriba, es decir, de las bases al liderato, de las juntas locales a los directivos insulares, que le imprimió una dinámica agresiva a la Asociación muy pronto.

En menos de tres meses, se constituyeron 32 juntas locales siendo los municipios tabacaleros los más entusiastas. Este éxito organizativo denota dos puntos importantes: por un lado, la gravedad de la crisis en el agro era tal que en medio de una campaña eleccionaria se había logrado organizar un cuerpo amplio de agricultores con carácter insular, algo que no se había conseguido desde 1892.148 Por el otro lado, los agricultores obviamente recelaban de que los partidos políticos fueran el vehículo para la canalización de sus reclamos. Esta pérdida de confianza era producto del debilitamiento económico de los sectores pequeños y medios y de la poca claridad del programa económico de los partidos especialmente la Alianza, pero también de la primacía excesiva de los “issues” políticos que percibían en las

145 La Democracia, 2 de julio de 1924.

146 Además de Ruiz Soler, otros candidatos recibieron el endoso del bloque de delegados agrícolas en la convención nominadora de la Alianza. Entre ellos, José R. Aponte, Francisco Zeno, José L. Berríos, Juan Bautista García Méndez, José Manuel Muñoz, Oscar Guerrero y Lucas Valdivieso, lo que llevó a un comentarista político a preguntarse si se trataba de una pugna entre agricultores y abogados por controlar la Alianza, El Mundo, 14 de agosto de 1924.

147 El Mundo, 19 de julio de 1924.

148 La primera Asociación de Agricultores a nivel insular se organizó en 1892 bajo la presidencia de Gregorio Ledesma, Marqués de Arecibo. Ver: Revista de Agricultura, Industria y Comercio, Año VIII, núm. 102, junio 10, 1892, p. 171.

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agrupaciones electorales en detrimento de las preocupaciones económicas.

La organización de un número considerable de juntas locales en tan poco tiempo le imprimió a la Asociación una dinámica mucho más acelerada que la prevista a partir de la asamblea de junio. Este empuje y actitudes más radicales en los núcleos a nivel local giraron alrededor de la discusión de tres candentes temas: la situación tabacalera, los nuevos planes de emigración, y la concertación de empréstitos por parte de los gobiernos municipales para costear obras públicas en su mayoría, urbanas.

LA CRISIS EN LOS SEMBRADÍOS DE TABACO

El reclamo de las bases locales al liderato agrícola por acciones más contundentes fue mayor en los municipios tabacaleros debido a la gran intranquilidad reinante respecto a los precios de la hoja. Para julio el panorama ante los tabacaleros era descorazonador—el quintal de tabaco llegó a cotizarse a $9.00.149 Como resultado inmediato, cientos de trabajadores fueron despedidos de los tabacales. No había trabajo, los víveres escaseaban y cundía el agiotaje. El 21 de julio hubo protestas frente a los portones de la Fortaleza y apareció una denuncia firmada por más de 2,000 trabajadores y pequeños propietarios que dramatizaba la deprimente situación en los pueblos y campos del tabaco.150A instancias de las juntas locales de los pueblos que dependían del producto, la directiva provisional de la Asociación de Agricultores se pronunció a favor de una política de siembra restringida. La sugerencia inicial fue que no se sembrara por 3 o 4 años como forma de obligar a los “trusts” a aumentar los precios. Cabe señalar que la existencia de los trusts y otras combinaciones industriales y financieras generó en Puerto Rico una imaginería muy particular. Se representaba a estos sectores como manos gigantescas, pulpos de mil tentáculos y se aludía frecuentemente a hilos y poderes ocultos en una especie de nigromancia económica.

Pero, aceptando que el grado de endeudamiento de los sembradores

149 El Mundo, 11 de julio de 1924.

150 El Mundo, 22 de julio de 1924. La Patria Agrícola

hacía poco viable el plan de una no-siembra, la Asociación propuso una reducción de 2/3 partes en el área a sembrarse en 1925 y así “la macabra anual combinación, de compradores que viene aniquilando el tabacalero no podrá presentar su repugnante faz por falta de ambiente”.151 La estrategia planteada por la Asociación, en el fondo justa, era, sin embargo, insostenible. Dada la fuerza de maniobra de los compradores, la pobreza organizativa de las incipientes cooperativas tabacaleras y la falta de apoyo gubernamental, el llamado a la siembra restringida falló como forma de nivelar los precios.152

Sin embargo, este llamado de la Asociación le sumó combatividad al nuevo grupo agrícola. También le ganó respetabilidad ante los propietarios que se habían iniciado en sus filas y ante aquéllos que miraban con escepticismo el nuevo esfuerzo organizativo y, finalmente, reveló que había opciones a la política económica vigente demasiado acomodada los grandes intereses.

LAS RUTAS DEL HAMBRE

“Pueltorrico esta ipotecao, embroyao, escreditao, pelao de cueba, cuasi esnú, y muelto de la jambre.” El Mundo, 19 de julio de 1924.

“Toque usted el ukelele hawaiiano.’¡Método seguro inventado por un cayeyano!”

Anuncio aparecido en El Mundo, 25 de junio de 1924.

Durante los tiempos en que el rostro del hambre está al acecho la emigración se ve, por muchas sociedades, como una alternativa plausible que elimina parte de la presión demográfica y económica sin que medie una modificación en la distribución de la riqueza o en la tenencia de la tierra.153 La emigración, ejerciendo su función de válvula de escape, llevó a cientos de puertorriqueños, casi siempre con balance doloroso, a lugares tan disímiles como Hawái, Arizona, Santo

151 El Mundo, 27 de septiembre de 1924

152 La reducción en cuerdas cultivadas fue de solo 6,000. Descartes, op. cit., p. 27.

153 El titular del 13 de julio de 1924 de El Mundo rezaba: “Asoma el rostro fatídico del hambre en Puerto Rico”.

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Domingo, Yucatán y las selvas de Tabasco en México durante las primeras décadas del siglo 20. No obstante el saldo negativo de tales experiencias, la emigración siguió viéndose como una medida necesaria para la conservación de la paz social. Uno tras otro proyecto de emigración surgió en la mente de los burócratas insulares en la década de 1920.

En 1924 se hablaba de una nueva diáspora, esta vez a Hawái. El proyecto de contratación de braceros puertorriqueños para trabajar en las plantaciones de la Hawaii Sugar Plantation Inc. fue presentado al gobernador Towner a principios del mes de julio.154 De inmediato fue endosado por el Negociado del Trabajo como “un medio de equilibrar la capacidad productiva del país”. La Democracia, que invariablemente reflejaba la opinión del aliancismo, lo catalogó de excelente oportunidad “para descongestionar la isla del exceso de brazos que existe actualmente”.155 En un editorial posterior del mismo periódico la ida a Hawái era vista como solución humanitaria que encaminaría a la clase campesina para donde pueda mejorar de fortuna y ningún país mejor que Hawái “donde están protegidos por las leyes y la constitución americana”.156

Este proyecto en particular no cristalizó, pero creó malestar entre los sectores propietarios y una oposición abierta de la Asociación de Agricultores. Esta expresó su temor a una eventual carestía de brazos, la cual dejaría únicamente a las centrales con la capacidad de pagar el aumento en los salarios que sobrevendría.157 Detrás de la posición se asomaba otro temor, ya endémico entre los sectores propietarios puertorriqueños, a una posible africanización o degradación racial en el caso de que se tuviera que importar mano de obra de las Antillas Menores.158 Un régimen de trabajo de naturaleza cuasi servil y negro constituía una de las soluciones intentadas por Cuba en años recientes y la misma había sido vista con recelo por los pequeños y medianos propietarios quienes temían que Cuba se convirtiera en una gigantesca plantación donde un régimen de agricultores independi-

154 La Democracia, 2 de julio de 1924.

155 La Democracia, 3 de julio de 1924.

156 La Democracia,12 de julio de 1924.

157 La Democracia,12 de julio de 1924.

158 Es evidente en figura como Ramón Gandía Córdova y Francisco Zeno una admiración por el desarrollo de países como Australia y Nueva Zelandia organizados en unidades medianas de producción por familias de colonos blancos.

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entes no tuviera cabida.159 Para sus análogos en Puerto Rico, la emigración forzada atentaba contra la familia campesina, contra el espinazo del modelo social de los propietarios y les despojaba a éstos de poderes tanto económicos como políticos surgidos de las reservas humanas en los campos del país. (Ver apéndice #3 para una visión costumbrista de la emigración).

GASTOS ALEGRES

“Si Puerto Rico fuera como Suecia, país donde nadie miente, nadie roba y todos pagan sus cuentas. . .”

El capitán del barco alemán Herón a su paso por San Juan. El Mundo, 31 de agosto de 1924.

“Se crea en Arecibo una sociedad secreta llamada el Poder Invisible que tiene como objetivo condenar la corrupción.”

El Mundo, 4 de septiembre de 1924.

Durante la década de 1920 se hizo cada vez más difícil mantener un balance entre los gastos ordinarios del gobierno y los ingresos recaudados para su operación. Para 1923, el gobierno ya no pudo seguir alimentando la ficción de los presupuestos equilibrados y no tan sólo recurrió a empréstitos y emisiones de bonos para gastos extraordinarios, sino que se vio forzado a concertar empréstitos para cubrir los gastos ordinarios. Si reflexionamos sobre la noción de gobierno que privaba en la época—gobierno de injerencia limitada antes del crecimiento burocrático que trae el Nuevo Trato—, se comprende mejor que hubiese una gran suspicacia pública al ensancharse la brecha entre ingresos y egresos gubernamentales. Pero, por otro lado, la insistencia de la transformación de la infraestructura y la demanda por mejoras permanentes habían impulsado una espiral de gastos peligrosamente por encima del promedio de presupuestos votados desde 1902.160

Las críticas a la deuda pública creciente provinieron de sectores agrícolas y comerciantes. principalmente. Por tradición, las clases contribuyentes recelan de los presupuestos altos porque a la vez que significan una

159 Martínez Alier, op. cit., p. 77-79.

160 Ver Apéndice #4 “Presupuestos del gobierno insular”.

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mayor carga tributaria, le suman poderes al estado, amplían la burocracia y le proveen de mayor autonomía frente a las clases a las que se supone sirva. En las últimas décadas del siglo XIX fueron varias las protestas de los contribuyentes por el aumento en los presupuestos.161

Bajo la dominación norteamericana y, particularmente a partir de la Ley Jones, la administración gubernamental comenzó a crecer en términos de personal, ámbito y presupuesto. La deuda pública se agigantó y así mismo las cargas contributivas tanto las ordinarias (las de propiedad e ingresos) como las especiales. Obras como las de riego en los distritos cañeros, mejoras en los edificios públicos, creación de acueductos y la electrificación urbana se amortizaron a base de contribuciones extraordinarias. Para la época que nos ocupa, la práctica de contraer empréstitos para realizar mejoras públicas alcanzó una incidencia alarmante sobre todo a nivel municipal. La deuda neta de los municipios para 1924 se elevó a $16,421,571.81.

Al igual que ocurrió con la situación deprimida de los tabacales y la amenaza de emigraciones masivas, fueron las incipientes juntas locales de la Asociación de Agricultores las que avivaron las críticas respecto al endeudamiento público. En agosto de 1924, la Junta local de Yauco comenzó una campaña en contra de un proyectado empréstito de $20,000 que contraería la administración municipal para mejoras en las escuelas urbanas. La campaña de la Junta fue tan contundente que pronto rebasó el escenario municipal y se convirtió en un caso de prueba a nivel de la Isla. Al expresar su oposición al empréstito, la directiva provisional de la Asociación se adscribió a una posición que sería inseparable de su noción de un gobierno ideal: la Asociación no apoyaría ningún empréstito público que tuviese como fin exclusivo mejoras en las zonas urbanas con olvido de las necesidades del campo.162 En este punto coincidían con las expresiones del Comisionado Carlos Chardón quien había criticado “la fiebre de mejorar las condiciones de los pueblos con lujosos edificios municipales y escuelas urbanas cuando la situación de los campos ha sido abandonada por completo...” 163 había hecho clara su oposición a “todas

161 Ver Félix Mejías... op. cit., para los pormenores de la asamblea de Aibonito de 1886 donde los propietarios censuran los presupuestos altos, especialmente las partidas para asuntos militares.

162 La Democracia, 23 de agosto de 1924.

163 El Mundo, 19 de agosto de 1924.

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aquellas mejoras urbanas que... sean innecesarias a menos que los agricultores contribuyentes reciban una participación adecuada de las mejoras”.164

El asunto de los empréstitos, aún más que el del tabaco y la emigración, colocó a la Asociación en línea directa de colisión con el nuevo proyecto político esbozado por la Alianza y que tenía como uno de sus objetivos la modernización del país. La Asociación se opondría al aumento en el gasto gubernamental aduciendo que la pobreza de la isla no justificaba la orgía de proyectos públicos. Pero, además, la oposición reveló una dimensión ulterior dónde se cuestionó cuáles debían ser las prioridades sociales del país: ¿Qué deberes inaplazables tenía el estado respecto a un país pobre y dependiente?

En carta de felicitación a Carlos Chardón por su posición respecto al empréstito yaucano, Miguel Meléndez Muñoz, el escritor de Cayey y uno de los fundadores de la Asociación de Agricultores, exponía justamente lo que estaba en el fondo: si el objetivo fundamental del país era la consecución del gobierno propio, entonces el obstáculo a superar era el analfabetismo (criterio defendido por el Negociado de Asuntos Insulares) y por ende el construir escuelas constituiría una de las prioridades del gasto público.62 Si por el contrario, el país tenía ante sí una agricultura nativa que rehabilitar, hambre y anemia que erradicar antes que alfabetizar, el gasto en edificios, aun cuando fuesen escuelas, no se justificaba. La disyuntiva que planteaba Meléndez Muñoz enfrentaba dos concepciones antagónicas respecto al desarrollo colonial; dos versiones ideológicas; dos proyectos políticos. Si la Alianza, al elevar a prioridad pública la modernización del país, asentía definitivamente a la política colonial prescrita por los Estados Unidos desde los primeros momentos de la ocupación, Meléndez Muñoz personificaba, en gran medida, su negación y la continuación del discurso de los propietarios en el momento de la invasión: la alternativa de un desarrollo económico generado por los sectores locales.165

Hay algo también de cuestionamiento de aquella vieja dicotomía del siglo XIX latinoamericano sentenciada por el argentino Domingo Faustino Sarmiento, pero reiterada por muchas otras instancias en los países de nuestros continentes: civilización vs. barbarie. Meléndez Muñoz, al igual

164 Ibid.

165 El Mundo, 26 de agosto de 1924.

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que muchos otros que impugnaron el discurso aliancista, cuestionó algunas de las bases ideológicas de lo que liberalismo llamó civilización: la noción del poder transformador de la educación, la fe en el progreso, el fetichismo de las estadísticas, la fiebre de construcciones. Fue uno de los primeros desmitificadores del afán modernizador. Sus Cuentos de la Carretera Central (1914) y Cuentos del Cedro (1927) son el reverso del oficialista El Libro Azul (1923) porque narran y describen las caras ocultas del progreso.

A medida que la Asociación de Agricultores fue consolidando su ideario, esta dicotomía tomó diversas modalidades entre ellas las de patria agrícola vs. patria industrial; en el fondo un mismo cuestionamiento sobre las bondades del modelo político liberal que la Alianza había ideado para Puerto Rico.

LA ALIANZA CONTRAATACA

La progresiva radicalización de las expresiones públicas de la Asociación de Agricultores, en gran parte debida a la presión de las juntas locales por los problemas concretos de los precios deprimidos y la creciente deuda del país, creó preocupación en el liderato de la Alianza enfrascado en la contienda eleccionaria. Al notar los primeros indicios de tensiones en el bloque propietario , la Alianza volvió sobre el consabido fetiche del anti-socialismo. Especialmente en los dos últimos meses de campaña tanto las actividades como la propaganda y las declaraciones de prensa adoptaron un marcado tono anti-socialista. La campaña de la Alianza se convirtió en una interpelación sostenida al conservadurismo inherente de los propietarios agrícolas irrelevante de la cuantía y forma de dominio sobre la tierra para cooptar su respaldo en las urnas. Un anuncio político de la época es particularmente ilustrativo:

El socialismo predica la tea, la sangre, el desorden, la separación de razas, la anarquía, la violación del ajeno derecho, la falta de respeto a la ley, la intranquilidad en el hogar. La Alianza predica el amor, la confraternidad, el orden, la igualdad social, el respeto a la ley, paz en los hogares, la completa y perfecta unión entre los puertorriqueños. El socialismo destruye: la Alianza construye. El socialismo separa; la Alianza, une. 166

166 Anuncio publicado en La Democracia, 4 de octubre de 1924, p. 1.

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Enfrenta el orden y la anarquía; la construcción a la destrucción, que eran disyuntivas de inmediata identificación y relevancia para los propietarios, desde aparceros hasta grandes terratenientes. Pero la interpelación a los propietarios se llevó a cabo principalmente por medio de visitas de representantes de la Alianza a las actividades de la Asociación de Agricultores en las que abiertamente se apelaba a cerrar filas contra los socialistas si quería evitarse el desorden social y la anarquía. Estas visitas sirvieron, además, para reiterar la ideología de la Alianza aún no entendida ni aceptada y que comportaba un serio problema de legitimidad.

Por ejemplo, a fines de septiembre, Rafael Hernández Usera,167 uno de los oradores de campaña de la Alianza, asistió a la asamblea de agricultores para constituir la junta local de Utuado de la Asociación. En su discurso, que recibió amplio despliegue por parte de la prensa insular, 168 Hernández Usera resumió las novedosas categorías políticas de la Alianza: primero, la aceptación de la unión entre Puerto Rico y Estados Unidos como necesaria e irreversible. Esto era una bendición para la isla al quedar amparada por “un Poder que en la Tierra no reconoce superior: el de la República norteamericana, la mayor democracia que ha existido jamás...” En segundo lugar, un agresivo anti-socialismo. Para Hernández Usera, el socialismo estaba “inspirado arbitrariamente por el proletariado, poder feroz y execrable, en que una minoría pesa sobre una sociedad, como un azote de la Providencia y pretende implantar con insensatas con crímenes un paraíso, el paraíso rojo la Rusia moderna convertida en un infierno y sangre”. En tercer lugar, un esquema de clases paternalista donde coexistieran el capitalista, el obrero, la fuerza y la inteligencia. Hernández Usera negaba que hubiese explotación excesiva hacia las clases proletarias y señalaba que cuando recurren a la huelga lo hacen no para poseer sino para mejorar su posición. En otras palabras, los proletarios estaban de acuerdo con su ubicación social, cuando luchaban lo hacían sólo para mejorar económicamente. Hernández Usera planteaba finalmente la imposibilidad de la independencia ya que la época “no es propicia para las pequeñas nacionalidades”, uno de los miedos tradicionales de los propietarios puertorriqueños. Pero ¿sería suficiente dique para evitar una toma de conciencia pro-

167 Rafael Hernández Usera publicó De América y de España: problemas y orientaciones (1920-1922), Madrid, Editorial Rivadeneyra, 1922.

168 La Democracia, 4 de octubre de 1924

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gresiva tal como se estaba dando en Cuba? ¿Cómo podría compensar el discurso aliancista la realidad de tantas pequeñas y medianas propiedades destinadas a remate por incumplimiento tributario? Pocas semanas antes, El Mundo había publicado un listado de propiedades rústicas ejecutadas, en la que la mayoría estaba ubicada en la zona cafetalera.169 Precisamente, Utuado figuraba con 42 propiedades rematadas.

El resonante triunfo aliancista en las elecciones parecería indicar que las contradicciones dentro del bloque propietario y la creciente debilidad de los sectores agrícolas pequeños y medios no habían generado aún un diferendo radical. A la altura de 1924, la Alianza pudo manejar las tensiones y contradicciones utilizando el anti-socialismo y el conservadurismo arraigado de los sectores propietarios, pilares de su edificio político. La Alianza triunfó, no menos, porque su discurso era lo suficientemente esperanzador en el aspecto económico como para evitar un desprendimiento fatal en sus filas.

LA DIVISIÓN DEL TRABAJO PATRIO

Estas fueron las advertencias de La Democracia, vocero de la Alianza a los agricultores en víspera de la asamblea constituyente de la Asociación de Agricultores: “que la política no intervenga con sus prejuicios y sus pasiones”, y “no establecer luchas sistemáticas con las centrales azucareras ni con cualesquiera otras industrias cuyo progreso dependa de las materias primas que produce el país.”170 Con ambos consejos, la Alianza victoriosa le prescribía dos pautas claves a la Asociación de Agricultores—apoliticidad y una ubicación restringida y comedida como grupo de presión. Al invocar la instancia superior de los intereses del país, la Alianza se reservaba para sí el quehacer político y obviaba las contradicciones dentro del bloque propietario.

Los procedimientos de la asamblea constituyente en diciembre de 1924 reflejaron un tácito asentimiento por parte del liderato agrícola a ambas pautas y los acuerdos tomados cayeron por debajo del clima de expectación generado en los meses previos. Por otro lado, una tercera parte de la nueva legislatura la constituían agricultores y esto generaba optimismo respecto a la

169 El Mundo, 5 y 7 de agosto de 1924.

170 La Democracia, 20 de diciembre de 1924.

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aprobación de legislación agrícola favorable en el durante la próxima sesión.

A pesar de que la asamblea constituyente representó una pérdida en el impulso exhibido en los meses pre-eleccionarios, fue demostrativa de un crecimiento sustantivo de la agrupación en términos numéricos. A seis meses de la reunión inicial en la Cámara de Comercio, la Asociación de Agricultores tenía 50 juntas locales constituidas, había demostrado capacidad organizativa y representaba, un factor político que no podría desdeñarse.

Respecto a modelos de organización rural, los acuerdos de la asamblea fueron unánimes en abogar por asociaciones rurales de tipo cooperativo que abarcaran desde la producción y el crédito hasta el mercadeo y el consumo.171 En voz del recién instalado presidente de la Asociación, Rafael María González, las cooperativas eran “la única forma de asociación eficiente”. La Asociación se fijó, además, como objetivos inmediatos la modificación del sistema contributivo y una reforma municipal. En ese momento, ninguno de los dos objetivos parecía contener carga política extrema que les enajenara el favor de la Alianza. La. asamblea, pues, se mantuvo dentro de los límites de la prescrita apoliticidad. Más aún, la asamblea fue clara en eliminar toda referencia a un partido agrario y negó taxativamente cualquier intención de acaparar puestos políticos para sus miembros.

En resumen, para las elecciones de 1924, el liderato político aliancista tuvo éxito en alinear a la gran mayoría del liderato agrícola tras sus banderas anti-socialistas y conservadoras. La interpelación aliancista surtió el efecto buscado como lo prueban los resultados electorales y los primeros meses del nuevo gobierno.

LA “ENTENTE” CORDIAL

El anti-socialismo continuó jugando un papel importante para la Alianza después del copo electoral debido a dos factores: la derrota en el Congreso de los Estados Unidos del proyecto del gobernador electivo para Puerto Rico172 y la impugnación en Washington de los

171 Actas..., Libro I, Folio 183, 21 de diciembre de 1924.

172 Se refiere al Proyecto del Senado 2448 (68th Congres, 1st. Session). Ver Trías Monge, Historia Constitucional, II, p. 126.

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resultados electorales por parte de la Coalición republicano-socialista. El fracaso de la medida del gobernador electivo representó un retroceso en el proceso de legitimación que la Alianza había emprendido desde su constitución como partido. Dado que el basamento de su discurso político era precisamente la ampliación del ámbito de gobierno local, la derrota en el Congreso precisó de una interpretación plausible que salvara la cara de los líderes aliancistas que habían defendido la madurez de los puertorriqueños para elegir su propio gobernador. Se estableció una nueva teoría del complot, esta vez entre los grandes intereses agroindustriales y el socialismo “sovietista” para hacer fracasar “ las legítimas aspiraciones del pueblo de Puerto Rico”. Según la teoría, las corporaciones azucareras se habrían opuesto al gobernador electivo por temor a que se aplicaran reformas contributivas contrarias a sus intereses sobre todo una temida retasación que aumentara sus bienes tributables.173 Para adelantar sus fines, se habrían aliado a los coalicionistas que reclamaban fraude en las elecciones para desprestigiar el aliancismo en Washington. La Alianza se ensañó con los socialistas especialmente contra la figura de Santiago Iglesias. Desde sus escaño como Comisionado Residente, Félix Córdova Dávila acusó al Partido Socialista de responder a las directrices del comunismo internacional: “We can prove to you beyond a reasonable doubt the affiliation of the Socialist Party of Puerto Rico with the Socialist Party of America and with the Third International of Moscow.”174 El “dossier” contra Iglesias era impresionante: transcripciones de conferenciase dictadas por el líder’ socialista, plataformas del Partido, informes del Procurador General de Puerto Rico que contenían el rosario acostumbrado de epítetos: (ácrata, anarquista, incendiario...).

En el frente doméstico, la Alianza revocó su anterior estrategia de neutralidad respecto a las corporaciones. Ahora ondeaba ante la opinión pública una enseña criollista acusando de extranjerizantes e ingratas a las corporaciones norteamericanas por haber cabildeado en contra del gobernador electivo. Esta crítica a las corporaciones norteamericanas estuvo impregnada de una retórica con tonos nacionalistas y xenofóbicos que cumplía el

173 La Democracia, 26 de enero de 1925.

174 United States Congressional Records, 68th Congress, 2nd Session, House of Representatives, vol. LXVI, March 4, 1925, p. 5597.

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objetivo de encontrar el “gran culpable” de la derrota en el Congreso sin enfrentar al sistema corporativo ni la incomprensión congresional en su fondo. No eran las corporaciones per se sino las norteamericanas: “nunca hemos visto que hayan asumido esa actitud los Giorgetti, los Lluberas, los Benítez, los Calaf y demás capitalistas”.175 La defensa de las corporaciones norteamericanas la asumió Jorge Bird Arias, vicepresidente y gerente general de la Fajardo Sugar Company. Este eludió la trampa criollista: gritar contra el ausentismo era una inocentada porque el capital estaba fuera del país y sus beneficios debían volver al lugar dónde se habían originado. Bird, apuntaba al flanco débil del partido que administraba la colonia: su impotencia para regular a las corporaciones. Lo que restaba era jugar con las reglas del capitalismo puro: “...hay un medio fácil de que no salgan de aquí los beneficios de las Centrales. Este es acudir al mercado y comprar las acciones que representan el capital invertido.”176

La campaña contra el ausentismo fue efectiva mientras logró desviar la atención de los urgentes problemas agrícolas y consiguió enmascarar el plan económico de la Alianza. Fue efectiva además en conseguir durante los primeros meses de 1925 la adhesión de la Asociación de Agricultores a los proyectos de garantía del café y del Ferrocarril de Oriente. Precisamente, la aprobación de este último proyecto, que viabilizaba la construcción de vías de acceso para las cañas de la región oriental, se vio como una defensa del atropellado colonato de la región sujeto a las bajas liquidaciones de la Fajardo Sugar.177

Los agricultores esperaban que la presente asamblea legislativa fuese pródiga en legislación favorable al agro como recompensa por el apoyo político—al menos tácito—dado a la Alianza en las elecciones del pasado noviembre y en el proceso de impugnación del resultado electoral propulsado por la Coalición.178 Pero no ocurrió de ese modo. En pocos meses, las tensiones inaplazables entre el liderato político y el liderato agrícola irrumpieron nuevamente en el escenario público.

175 La Democracia 30 de enero de 1925.

176 El Mundo, 16 de marzo de 1925.

177 La Democracia, 15 de abril de 1925.

178 “Memorial de los agricultores a la Legislatura” en La Democracia, 24 de febrero de 1925.

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La sincronía entre los intereses de los agricultores y los intereses de la Alianza tenía forzosamente que ser breve. A pesar de que la gran mayoría de los sectores agrícolas se ubicaban en uno o el otro de los componentes de la Alianza, la concertación aliancista se distanciaba cada vez más de sus intereses sectoriales. La posibilidad de una gradual separación fue advertida por el Comisionado de Agricultura Chardón desde comienzos del año 1925 cuando todavía las relaciones entre la Alianza y los agricultores proyectaban una armonía aceptable. En referencia tanto al aliancismo como a la Coalición que en esos momentos se encontraban enfrascados en una aguda pugna por el resultado electoral, Chardón criticaba que ambos bloques buscasen soluciones políticas cuando lo requerido eran soluciones económicas al grave problema de la miseria urbana y rural.179

Pero aún figuras comprometidas con la suerte del agro no lograron desembarazarse de la encerrona que suponía adoptar la transformación moderna del país como meta social sin que mediaran modificaciones sustanciales en las relaciones de propiedad y de distribución. La élite aliancista esquivaba el problema agrario (el cual requería la revisión de las estructuras de producción, propiedad, crédito y distribución) convirtiéndolo en un problema técnico de rendimiento agrícola. Este nudo gordiano impedía a funcionarios como Chardón, Carmelo Honoré, del Negociado del Trabajo, Jaime Bagué, subcomisionado de Agricultura y tantos otros servidores públicos bien intencionados, ir más allá de proponer medidas como la erradicación de enfermedades en los cultivos, la adopción de nuevos métodos de cultivo y riego en la esperanza de un milagro técnico-científico en la agricultura puertorriqueña. O bien se recurría a otros modelos de desarrollo económico a base de una eventual industrialización o de un programa de emigración consistente. Por cualquiera de las dos vías, se preparaba el cambio a un eventual desacuerdo con los agricultores.

El frente criollo-conservador que la Alianza intentó crear en su búsqueda de una mayor legitimación pública a raíz de su derrota en Washington se vino abajo estrepitosamente cuando las necesidades de la burocracia colonial exigieron apretar los mecanismos de recaudación fiscal. La legislatura de 1925 ocupó casi todo su tiempo en la revisión y adaptación de la nueva ley del Income-Tax y de una nueva ley de ventas que

179 El Mundo, 18 de agosto de 1925.

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imponía un 2% de arbitrio a toda transacción excepto en víveres y algunos otros artículos de primera necesidad.180 Por su parte, el ejecutivo anunció que emprendería una retasación general en toda la isla con la cual esperaba aumentar el valor de la propiedad por $200 millones.181

El gobernador Towner había encontrado una fórmula para resolver la crisis fiscal. Con una revalorización de la tierra aumentarían automáticamente las recaudaciones por concepto del impuesto a la propiedad. En pocos meses, un ejército de tasadores revelaría la verdadera imagen de la isla—Puerto Rico era un país rico.

¿PUERTO RICO O POBRE PUERTO RICO?

“La fortuna es una suerte que favorece a unos y desaíra a otros y aquí como en todas partes del mundo hay pobres y hay ricos. Unos ganan y otros pierden, pero eso no quiere decir que haya miseria entre nosotros, sino por el contrario, se puede afirmar que estamos ahora, más ricos que nunca.”182

La imagen y la retórica de Puerto Rico como un pueblo rico, asumida por el liderato partidista y por los portavoces de la administración

Towner, estaba avalada por un análisis económico deficiente y selectivo. Se apoyó en una discutible revalorización de la propiedad en Puerto Rico; obvió la red de relaciones de dependencia que definía al sistema económico; se abstrajo de la deuda pública y de las obligaciones bonísticas de Puerto Rico; se asentó en la sobreproducción para contrarrestar la deflación en los precios agrícolas y proclamaba que las dificultades de solvencia se debían a la pobre conciencia cívica de unos privilegiados y a las deficiencias en el sistema de hacienda pública.

A este delirio tropical correspondió el reverso, también selectivo y deficiente, de un país sumido en la bancarrota y la miseria debido a la mala administración de unos políticos. El Puerto Rico pobre de los sectores productores y contribuyentes tampoco era necesariamente el

180 La Democracia, 20 de agosto de 1925.

181 La Democracia, 5 de julio de 1925.

182 Representante Jorge Romaní, La Democracia, 7 de mayo de 1925 p. 1.

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de los trabajadores agrícolas. En este momento era la imagen de unos sectores que habían perdido o estaban en vías de perder sus privilegios como propietarios.

¿Qué de cierto tenían las dos imágenes insuficientes? Nadie podía negar que el cuadro hacendístico que presentaba Puerto Rico era desalentador. Desde 1923 cuando se había generado un déficit de $2 millones en los gastos ordinarios, los ingresos por concepto de arbitrios e Income Tax habían caído por debajo de los estimados.183 A ello tenía que sumarse una deuda flotante que alcanzaba $5 millones para 1925184; otros $5 millones por impuestos no satisfechos desde 1918 y más de $40 millones en deuda municipal e insular.185 El que este problema fiscal podía trazarse en gran medida a una situación crónica de evasión contributiva era obvio. Un índice de la gravedad de la evasión era el hecho de que para 1925, de 171 casos pendientes en el Tribunal Supremo que involucraban al Pueblo de Puerto Rico, la mayoría tenía que ver directamente con incumplimiento tributario.186

Pero el reverso de la moneda tenía una razón de ser evidente. En medio de la precaria situación del fisco, la administración de Towner persistía en mantener altos los niveles de gasto público hasta el extremo de que para 1924-1925 los gastos se habían elevado a cerca de $15 millones.187 No se había implementado ninguna medida de austeridad a pesar de que los cálculos más sensatos proponían un presupuesto que no excediera de $10 millones. El propio Tesorero aconsejaba un presupuesto de $10.5 millones.188

Un error de la administración Towner y de la legislatura de 1925 fue desconocer la necesidad de una reducción en el gasto público a tono con la capacidad fiscal del país. Mientras la crisis deflacionaria persistiera—justificada o injustificadamente—, la evasión continuaría rampante. Aunque la legislatura de 1925 comenzó a hablar de “economías”, el énfasis de la política pública sería sobre una más eficiente recaudación contributiva bajo la premisa mayor

183 Report of the Governor 1924, p. 5.

184 Report of the Governor 1925, p. 5.

185 “Report of the Treasurer” en Report of the Governor 1925, pp. 158-160

186 “Report of the Attorney General” en Report of the Governor, 1925, pp.353356.

187 Ibid., p. 145.

188 Ibid., p. 149.

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de que Puerto Rico era un país rico donde los privilegiados no querían pagar.

Desde mediados de 1925 hasta los meses pre-eleccionarios de 1928 ambas imágenes chocarían en una significativa controversia que evidenció el distanciamiento entre una élite político-burocrática empeñada en establecer su autonomía por encima de las clases y unos sectores en fiera defensa de sus privilegios y su supervivencia sobre los cuadros políticos.

El precario hilo que unió las posiciones de la Alianza con los intereses de la Asociación de Agricultores tras las elecciones de 1924 se rompió entonces y fueron los agricultores los más persistentes críticos del discurso aliancista, y los defensores encarnizados de un orden que tenía, mucho de viejo, pero también, mucho de las nuevas orientaciones que la posguerra, en su desilusión con el liberalismo, había generado.

LA OFENSIVA DE LOS CONTRIBUYENTES

El rompimiento entre la Asociación de Agricultores y la Alianza se precipitó a fines de 1925 cuando convergieron dos hechos significativos: una renovada presión de las juntas locales y la creación, a instancias de la Asociación de Productores de Azúcar, de un frente de asociaciones de productores y contribuyentes en respuesta a la estrategia fiscal del gobierno.

Fue la proyectada retasación anunciada por el gobierno la que enervó los ánimos de los agricultores. En la segunda asamblea general de la Asociación de Agricultores celebrada a mediados de julio de 1925, su presidente Rafael María González atacó duramente lo que catalogaba de idea preconcebida por el Tesorero de Puerto Rico de aumentar la valoración de la propiedad insular para así ampliar la capacidad prestataria de Puerto Rico y eliminar artificialmente los déficits fiscales.189 Los siguientes meses fueron de extrema intranquilidad en los medios rurales. Reinaba la suspicacia respecto a la labor de los tasadores a quienes se tildaba de incompetentes. A ello se sumaban los efectos desastrosos de la Ley de Ventas aprobada para la misma época y que había provocado

189 Actas…, Libro I, Folio 206-207, 12 de julio de 1925. También El Mundo, 15 de julio de 1925

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un encarecimiento en todos los órdenes. Las juntas locales organizaron asambleas para sus miembros, crearon comités de vigilancia para escudriñar la labor de los tasadores y ofrecieron instrucción sobre cómo apelar ante la Junta de Revisión e Igualamiento que era el organismo de revisión de las adjudicaciones de los tasadores. Respecto a la Ley de Ventas se crearon comités conjuntos con los comerciantes detallistas; se comenzó a hablar de desobediencia civil y en algunos pueblos, como Ponce, hubo cierres en los establecimientos como protesta a la ley.190

En octubre la Junta local de Adjuntas, dirigida por Víctor Fusté, lanzó la idea de enviar una comisión de agricultores a Washington a denunciar la caótica situación del agro y del país. La idea fue acogida por la Junta Directiva de la Asociación la cual agilizó un proceso de consulta entre las juntas de la isla para auscultar su parecer.191 En la medida en que era presentada la idea iba articulándose una creciente y significativa hostilidad al interior de los sectores agrícolas que iba más allá de los reclamos por la política fiscal de la actual administración. Las reuniones de consulta se convirtieron en un hondo examen de la situación económica y social del país. En la reunión celebrada por la Junta Local de Ponce, por ejemplo, se discutió desde una percibida desaparición de más de 40,000 terratenientes en los 25 años de dominación norteamericana hasta el hecho de que Puerto Rico tenía una agobiante deuda externa en 1925 cuando en 1898 no tenía ninguna.192 Al efecto, Manuel González Quiñones, quien representó a la directiva insular, demostró que el crédito de Puerto Rico estaba hipotecado con los empréstitos vigentes hasta el año 1960.193

Esta dinámica febril de discusiones, declaraciones de prensa y cartas de adhesión en los periódicos por parte de las juntas locales de la Asociación adquirió un alcance más vasto en la medida en que otros círculos agrícolas lanzaron la idea de un frente de propietarios-contribuyentes.

190 La Ley de Ventas era tan ambigua que el impuesto de 2% podía aplicarse a un mismo artículo tantas veces se vendiera. Las protestas son generales en toda la isla. Uno de los líderes de la protesta fue Ernesto Ramos Antonini, presidente de la Unión de Detallistas de Ponce.

191 Actas, Libro I, Folio 24, 25, 21 de octubre de 1925.

192 El Mundo, 31 de octubre de 1925.

193 Ibid.

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LA REUNIÓN DE LA RIQUEZA INSULAR

La consolidación del frente de propietarios-contribuyentes se dio en medio de una severa crisis de confianza pública respecto a las medidas fiscales del gobierno, pero también en medio de una crisis de confianza respecto a las perspectivas azucareras. No puede entenderse la oposición a las medidas fiscales sin la consideración del momento que atravesaba la industria azucarera, para bien o mal, el barómetro para calibrar la economía insular.

En síntesis, a nadie escapaba el hecho de que si la zafra puertorriqueña para el año 1924-1925 había superado las 600,000 toneladas, esto se debía en última instancia a que la sobreproducción constituía el único medio viable (en ausencia de una política mundial de restricción de producción) de mantener rendimientos satisfactorios para las grandes firmas y de supervivencia para las más pequeñas. No había perspectivas de mejora en las cotizaciones azucareras mundiales. Ya desde mayo y en una entrevista concedida a La Democracia, Eduardo Giorgetti auguraba precios de abismo para el azúcar debido a que se pronosticaba una zafra récord para Cuba.194 Giorgetti y con él la comunidad azucarera internacional se cuestionaba qué perseguía Cuba con su táctica de inundar el mercado de los Estados Unidos y recordaba el caso análogo del café del Brasil que había llevado a la larga a una política de restricción de producción cuando se hizo insoportable la anarquía en el mercado cafetero. La pregunta de Giorgetti era en esencia retórica. Él, mejor que nadie, sabía que el caso cubano era la expresión aumentada del mismo dilema de producción que aquejaba a Puerto Rico. A corto plazo la sobreproducción salvaba a la industria de la ruina; a largo plazo terminaría por hundirla.

A mediados de septiembre, la Asociación de Productores del Azúcar denunció que el precio del azúcar seguía bajando y que Cuba vendería a precio ruinoso aumentando la incertidumbre internacional.195 En la isla, las grandes centrales suspendieron toda transacción en espera de que el precio mejorara. El mismo día del anuncio de la suspensión, José Ruiz Soler, legislador y miembro de la Asociación de Productores del Azúcar, confirmó a su regreso de un viaje por capitales europeas, las proyecciones

194 La Democracia. de mayo de 1925, p. 4.

195 El Mundo, 20 de octubre de 1925.

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negativas que se cernían sobre el mercado mundial y predijo que de la crisis solamente saldrían airosos los productores con capital y crédito sólidos.196

Con las centrales paralizadas por el mercado incierto y los efectos de la campaña de retasación y de la Ley de Ventas haciéndose sentir en los medios agrícolas, la complicada y sensitiva red socioeconómica del azúcar comenzó a desestabi1izarse. A finales de octubre, la Asociación de Productores de Azúcar invitó al resto de las asociaciones de productores agrícolas, comerciantes y contribuyentes a una reunión de emergencia. Se había destapado una caja de Pandora que tardaría dos años en cerrarse.

Desde el momento en que la Asociación de Productores del Azúcar denunció la incapacidad gubernamental para dirigir al país sumido en una de sus más graves crisis y asumió la representación de las clases productoras y del pueblo en general agobiado por las pesadas cargas contributivas, la crisis económica pasó a ser una crisis política de igual magnitud. Así mismo, una vez que Eduardo Giorgetti sentenció que había llegado la hora de que las fuerzas económicas se enfrentaran al gobierno se abrió la temida fisura entre la élite política y los sectores económicos nativos que la Alianza había logrado hasta ese momento evitar. El llamado de Giorgetti a la acción conjunta tomó cuerpo en una reunión celebrada el 2 de noviembre entre la Asociación de Productores de Azúcar, la Asociación de Agricultores y las dos asociaciones más importantes de productores de frutas: Porto Rico Fruit Union y Porto Rico Exchange (más tarde se les uniría la Cámara de Comercio).197 El grupo pidió al liderato político una reunión de emergencia que se celebró cuatro días después y en la cual se expuso un pliego petitorio.198 Sus temas—solicitud de que se suspendiera la retasación, reducción en las contribuciones, consolidación de la deuda pública y la celebración de una sesión extraordinaria de la Legislatura para discutir exclusivamente la problemática económica—constituyeron de por sí un índice de la

196 Ibid.

197 Los asistentes a la reunión fueron: Ramón Aboy, Eduardo Giorgetti, Jorge Bird Arias, Charles Hartzell, Luis Rubert, José Ruiz Soler por la Asociación de Productores de Azúcar; Rafael María González, Enrique Landrón, Pablo Morales Cabrera, Rafael Arce, Cándido Ramírez, Manuel González Quiñones por la Asociación de Agricultores; Mitchell Davis, Herbert Brown y E.B. Lesesne por los fruteros. Ver La Democracia, 7 de noviembre de 1925.

198 Ibid La Patria Agrícola

distancia entre las aspiraciones del bloque político tal como surgían del Manifiesto Tous-Barceló y la plataforma de la Alianza y las realidades y prioridades de los sectores productores. ¿Cómo habría de superarse?

En típica solución, el liderato político consintió a la creación de una Comisión Económica, especie de cumbre entre el sector público y el sector privado, que se encargaría de redactar un temario para una sesión extraordinaria donde se dilucidaría la situación por la que atravesaba Puerto Rico. Levantado el tinglado de la Comisión Económica, las demandas del frente de propietarios-contribuyentes entraron en el lento periplo de vistas públicas y reuniones de comités en la Legislatura. Desde un primer momento la desconfianza entre ambas partes y la falta de iniciativa de los representantes legislativos plagó el proceso. Al entregar su informe final al gobernador, la Comisión Económica había promovido una vigorosa discusión del problema fiscal y se habían presentado proyectos sólidos de rehabilitación, pero sólo desde la esfera de los contribuyentes. El bando legislativo mostró escasa creatividad y compromiso. El inmovilismo se acentuó una vez el informe pasó a manos de Towner. En frase de Manuel Zeno Gandía, el gobernador cual Esfinge Tebana, ni veía, ni oía, ni hablaba.

UN NUEVO DISCURSO

A estas alturas del trabajo, he intentado describir el proceso de crisis económica que sufrió Puerto Rico a partir de 1921 caracterizado por un patrón deflacionario en los rubros primarios, una concomitante crisis fiscal en el gobierno y su efecto desestabi1izador sobre sectores sociales vulnerables. Paralelamente, he establecido los ajustes ideológicos y políticos que emprendió la élite política gobernante y que desembocaron en la creación de la Alianza Puertorriqueña.

Al deterioro creciente en la situación económica se sumó una falta de reconocimiento político de los sectores medios y pequeños agobiados por parte del proyecto aliancista. Si en las elecciones de 1924, los propietarios agrupados en la Asociación de Agricultores se habían plegado a la Alianza en torno al anti-socialismo y la campaña en pro del gobernador electivo, dicho respaldo no fue reciprocado tras el triunfo en los comicios. Es desde esta doble hélice que se dan las condiciones de posibilidad y las condiciones de reconocimiento de una nueva artic-

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ulación ideológica, un discurso que se alimentaba de la crisis estructural y del desencanto con la política liberal, sus instituciones y sus principios.

El propósito de las reflexiones que siguen es describir los contenidos de esa construcción discursiva y rastrear, en la medida de lo posible, su origen y correlación con las condiciones sociales, económicas y políticas. La emergencia de un nuevo discurso que denomino “la patria agrícola” es posible por dos elementos: primero, el proceso de maduración en las condiciones estructurales que permite un nivel de diferenciación discursiva y segundo, por una efectiva comunicación del discurso mediante una campaña pública de confrontación con la Alianza y la publicación de una revista de amplia y consistente divulgación.

En diciembre de 1925, se celebró en el Teatro Broadway de Ponce la segunda Asamblea General Extraordinaria de la Asociación de Agricultores. La convergencia de la crisis azucarera con los efectos desastrosos de las medidas fiscales del gobierno y el desaliento generalizado por los pobres resultados de la Conferencia Económica creó las bases para que se diera allí una articulación y una recepción más efectiva de los reclamos agrícolas.

Días antes de la asamblea, Manuel Zeno Gandía, el afamado escritor, había recogido el ademán reivindicatorio que animaba a los agricultores en un impreso de propaganda bajo el título de Llamado a las Filas: “porque por ley natural han percibido el instinto de la justicia que se les debe, y en su legítima defensa tratarán de que les sea reconocido”.199 Cansados de sostener el “andamio de intereses privados” que constituía el gobierno, los agricultores querían voltear la pirámide y aparecer como vórtice en vez de como base.200

Al analizar posteriormente la asamblea, la revista El Agricultor Puertorriqueño atribuía el éxito alcanzado en términos de movilización y cohesión en los planteamientos a que “sus bases estaban ya en la mente de todos”.201

La asamblea habría interpretado certeramente el estado de ánimo promovido por el fracaso del aliancismo en adelantar los intereses de clase

199 Manuel Zeno Gandía y Pablo Morales Cabrera, Llamado a las filas, San Juan, Imprenta Venezuela, 1925, p.14.

200 “Poder”, Revista El Agricultor Puertorriqueño (de ahora en adelante citada por las siglas REAP) vol. I, núm. 1, 12 de diciembre de 1925.

201 “Deslindando los campos”, REAP, vol. I, núm. 4, 2 enero de 1926, p. 7. La Patria Agrícola

de los sectores agrícolas. Pero la asamblea fue significativa desde otro punto de vista. Mostró a una asociación con un nivel mayor de liderato en contraste con las últimas semanas cuando la Asociación de Productores de Azúcar había dirigido la “ofensiva de los contribuyentes”. No quiero decir con esto que mermara la influencia de los intereses azucareros dentro de la Asociación de Agricultores. Sin lugar a duda en el año de 1926, los centralistas nativos y los colonos cañeros sentaron la tónica de las actuaciones públicas de la organización agrícola.202 Pero esta injerencia se dio dentro de la identidad ideológica que la Asociación de Agricultores les suplió a estos grupos, algo que la Asociación de Productores de Azúcar no podía ofrecer desde su más limitada capacidad como grupo de presión económica. Es obvio que la Asociación de Productores del Azúcar evitó adoptar posiciones respecto a los problemas políticos insulares que pudieran dividir a su estrecho círculo de miembros. En todo caso, la organización, prefería el mantenimiento del estatus quo político porque aseguraba la protección tarifaria respecto a Cuba y el resto de los productores mundiales.

Por otro lado, en la Asamblea se aceleró la ruptura del acuerdo agricultores-políticos cuajado para las elecciones de 1924. Varios hechos en la reunión confirmaron el giro político independiente que iba asumiendo gradualmente la Asociación. Uno de ellos fue un discurso clave pronunciado por Enrique Landrón (Ver Apéndice #4) en el cual se resumía toda una filosofía de gobierno y un modelo de hacienda pública. El otro, mucho más dramático, fue la resolución iniciada por Manuel Rossy y la Junta local de Adjuntas que facultaba a una comisión de agricultores el viajar ante las autoridades federales en Washington para exponer la situación económica de Puerto Rico.203 Más que el contenido de la resolución lo más controvertible en esos momentos fue el modo como se presentó. El que fuese Rossy, un conspicuo republicano anti-aliancista, el autor de la moción, constituía otro girón de alejamiento respecto a la Alianza y una identificación de la Asociación con el sector (unionista y republicano) opuesto al pacto de 1924.

Asimismo, la intervención crucial de la Junta Local de Adjuntas era otra instancia de que las presiones más radicales provenían de la base de la Asociación y empujaban a ésta al desafío más que a la conciliación con el

202 Ibid.

203 Actas, Libro I, folios 211-212, 20 de diciembre de 1925.

Crónica del Acorralamiento

partido en el poder.204 Expresiones como las de José L. Berríos, colono del este, que hubieran sido impensables meses atrás, eran ahora posibles. Berríos, quien no ocultaba su filiación aliancista de corazón, sentenciaba que de no atender la Alianza las aspiraciones de los que cultivan la tierra, sería tiempo de “pensar en lo que han hecho Mussolini y Primo de Rivera”.205

Oficialmente, la Asociación de Agricultores mantuvo su decisión de no convertirse en un partido agrario pero tal resolución no cerraba las puertas a la participación política como efectivamente ocurrió en 1926.206

“EL PAÍS ESTÁ CON NOSOTROS”

La legitimación que adoptó la intervención política fue determinante en el éxito inicial de la convocatoria de los agricultores. Al reclamar ser la voz moralmente autorizada para representar al país—”Constituimos las tres cuartas partes del electorado puertorriqueño”207 y como tal asumir la representación del conjunto social, la Asociación estableció que su propuesta era válida para todos los sectores sin dejar de acentuar su función como grupo de presión económica. En ello estriba gran parte de su éxito y credibilidad. En su identificación con problemas y situaciones concretas, en el sentido práctico que supieron insuflarles a sus gestiones públicas, descansó mucha de la aceptación obtenida por su ideario de parte de otros sectores no-agrícolas.

Su manejo de la crisis azucarera fue particularmente hábil. Como representante de los colonos cañeros, la Asociación asumió una posición activa como intermediario entre las centrales y sus colonos sobre todo en el área este donde las fricciones entre ambos sectores eran más graves.208

En modo alguno, sin embargo, esta defensa del colonato asumió un carácter de enfrentamiento con el sistema centralista. Paralelamente, la Asociación se mostró como defensora del derecho de la propiedad y a la libertad que debía amparar al capital, incluyendo a las grandes corporaciones. En una serie de artículos bajo el título “Sobre las corporaciones

204 Ibid., Folio 213.

205 “Cosas de la cartera”, REAP, vol. I, núm 5, 9 de enero de 1926, p.8.

206 Actas, Libro I, Folio 30, 16 de diciembre de 1925.

207 El Mundo, 24 de enero de 1926.

208 Actas, Libro I, Folio 32, 9 de enero de 1926; Folio 33, 21 de enero de 1926. La Patria Agrícola

y el problema agrario” se le reconocía a las corporaciones un rol en el desarrollo económico de Puerto Rico.209 Si la corporación no era ni más ni menos que “la suma de muchos capitalistas a quienes la sociedad tolera sin censuras”, le asistían los mismos derechos de propiedad que a cualquier individuo. Las corporaciones por sí mismas no habían propiciado la crisis de los sectores pequeños y medios en el agro. El problema radicaba en el hecho de que el derecho a la propiedad que a ellas se les reconocía le era negado a las otras formas de propiedad. Por ello, a las preguntas reiteradas de La Democracia de por qué los agricultores se deshacían de sus tierras alimentando a los “trusts”, los agricultores señalaban con dedo acusador a las tasas contributivas y a la falta de crédito.210

En momentos en que la élite política se distanciaba públicamente de las corporaciones y las culpaba de oponerse a la medida del gobernador electivo, la Asociación de Agricultores defendía al régimen corporativo en tanto éste era expresión del derecho a la propiedad. En palabras de Edmundo Colón, agrónomo e historiador de la agricultura “Para ser patriota no hay que atacar al azúcar”. 211

En conclusión, como grupo de presión representativo de unos sectores agrícolas, la Asociación de Agricultores se veía a sí misma como moderadora entre intereses conflictivos, labor que el gobierno había desertado.212 Al adelantar soluciones prácticas, al predicar la efectividad y la frugalidad en la gestión pública, la Asociación fue configurando un modelo de administración en contraste con el oficial que le granjeó adhesiones de otros grupos contribuyentes y políticos. Particularmente exitosa, la campaña contra los empréstitos municipales frívolos les acercó a otros núcleos que impugnaban al aliancismo como era el caso de los nacionalistas. Y así cuando la administración municipal de Ponce gestionó un empréstito por $850,000 se encontró con una oposición concertada de agricultores, comerciantes y el Partido Nacionalista. El seminario de Pedro Albizu Campos, El Nacionalista, se convirtió en el vocero del frente anti-empréstito

209 “Sobre las corporaciones y el problema agrario” REAP, vol. I, núm. 15, 16, 20 de marzo de 1926 y 27 marzo de 1926.

210 La Democracia, 20 de enero de 1926.

211 La Democracia, 16 marzo de 1926.

212 Actas, Libro I, Folio 33, 21 de enero de 1926.

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predicando la desobediencia civil en la forma de no pagar impuestos.213

El concurso de los nacionalistas en esta campaña ayuda a identificar uno de los elementos fundamentales del programa económico del nacionalismo: su apoyo al capitalismo nativo. Es infundado colocar al nacionalismo en una línea anti-capitalista.214 La afiliación del nacionalismo con un régimen de capitalismo nativo es fácilmente documentable y empalma con los esfuerzos de la Asociación de Agricultores. No obstante haber entre el nacionalismo y el movimiento agrícola una diferencia de fondo respecto a la primacía entre la lucha política y la lucha económica, el ideario social y económico de ambos grupos fue muy similar durante estos años. Y al menos hasta 1932, el nacionalismo vio en la lucha de la Asociación de Agricultores un esfuerzo que adelantaba su causa al ajustarse a su ideal de un capitalismo independiente y criollo. En una hermosa carta dirigida a José Luis Pesquera en ocasión de una asamblea del sector de cafeteros, Albizu Campos le reiteraba la solidaridad del nacionalismo con el agricultor del país: “Vuestra riqueza agraria es casi lo único que queda de nuestras tierras en manos puertorriqueñas. Producís el café que ha prestigiado nuestra producción en el mundo. No podéis ser gratos a este desgobierno que viene arrasando con todo lo nuestro. No nos ha sorprendido la votación cínica de resoluciones oficiales. Estáis para ser inmolados ante el altar del supremo egoísmo invasor. Sin embargo, es vuestro deber no ceder, es vuestro deber dar la batalla. Todo buen hijo de esta tierra tiene que estar con vosotros. No permitáis que se cumpla el decreto de la total ruina de la patria. Defended con bravura lo último que queda a hijos suyos”.215

213 Sobre la posición del nacionalismo respecto al sistema contributivo ver Apéndice #5. Pedro Albizu Campos fue abogado de la Cámara de Comercio de Ponce en su reclamo entra el empréstito municipal de 1926.

214 Una refutación del supuesto anti-capitalismo de Albizu Campos la elabora George Fromm en “El Nacionalismo y el movimiento obrero en la década del ‘30 Claridad, 3, 10, 17, 24 de junio y 1 y 7 de julio de 1977.

215 Pedro Albizu Campos, “Carta a la Asamblea, de los Cafetaleros” en Defendiendo a los Cafeteros, Tip. La Correspondencia, San Juan, 1930.

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Durante el mes de abril de 1926, Manuel Zeno Gandía y Pablo Morales Cabrera mantuvieron una movida polémica en las páginas de La Correspondencia sobre si la Asociación debía, de una vez por todas, entrar en la lucha político-partidista.216 Morales Cabrera se resistía a la idea de que el grupo agrícola entrara en el “juego mortal” de los partidos en los que privaba el personalismo: mucho “Viva la patria” mientras el país se iba al garete. Prefería ver a la Asociación como una antítesis de los partidos políticos, como una alternativa moral. Por su parte, Zeno Gandía señalaba que el mero hecho de haberse organizado la Asociación era un acto político. Al impugnar el “régimen burocrático que explotaba a agricultores y comerciantes”, los agricultores habían tomado una decisión política y era inevitable una confrontación directa con la Alianza. Esta no se hizo esperar.

A fines de abril de 1926, comisiones de agricu1tores, centralistas y comerciantes actuando concertadamente viajaron a Washington a exponer ante el presidente Coolidge, el secretario de la guerra y las comisiones congresionales pertinentes el cuadro de problemas económicos por el que atravesaba la isla. A pesar de las declaraciones de los centralistas criollos (“No hay finalidad política” -Ramón Aboy),217 y de los comerciantes (“Lo que voy a exponer es que Puerto Rico no puede sostener un presupuesto mayor de nueve millones” -Manuel Domenech),218 el viaje a Washington era un reto abierto a la Alianza. Al constituirse en comisiones cívicas, los grupos económicos asumían una representación directa de sus intereses y desechaban la mediación de los partidos. De forma que, aunque en público agricultores y comerciantes parecían coincidir con Morales Cabrera, eran la respuesta política que Zeno Gandía vislumbró en todo momento.

Al mismo tiempo, una comisión legislativa puertorriqueña y el mismo gobernador Towner se trasladaron a la capital federal para levantar de nuevo el proyecto del gobernador electivo para Puerto Rico y a la vez contrarrestar la exposición seguramente alarmista que harían los grupos económicos. Se repetía en poco menos de un año lo acontecido a raíz

216 La Correspondencia, 17 de abril y 20 de abril de 1926.

217 La Democracia, 7 de abril de 1926.

218 El Mundo, 8 de abril de 1926.

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de las elecciones de 1924 cuando Santiago Iglesias y Cayetano Coll y Cuchí impugnaron los resultados electorales. Pero esta vez el asunto era mucho más serio: la impugnación provenía de los intereses económicos que en aquel momento habían respaldado el triunfo aliancista.

En los círculos de la Alianza, la preocupación era honda. La Democracia, en un obvio intento de desprestigiar a los grupos de propietarios/contribuyentes, comenzó a publicar una serie de artículos contra Mussolini y el fascismo. Intensificó además su campaña contra el ausentismo, acusando a los agricultores de contribuir al mismo con la venta de sus tierras. Al conocerse los detalles del Memorial presentado por los grupos productores se les acusó de traición.

LA PUÑALADA EN LA ESPALDA

Un análisis comparativo entre el Memorial de los Productores y el Memorial Legislativo (Ver los apéndices #7 y # 8) muestra distinciones fundamentales. El documento de los productores dirigido al secretario de guerra (bajo cuya jurisdicción quedaba Puerto Rico) constituía, en primer lugar, una radiografía económica del país y el señalamiento de los principales problemas que le aquejaban—su grado de endeudamiento público, las condiciones deprimentes de salud de sus habitantes y la falta de fuentes de trabajo aparte de la agricultura. En segundo lugar, era la exposición de un plan de rehabilitación. El plan contemplaba la intervención decisiva del gobierno federal en dos capacidades. En su capacidad ejecutiva, el gobierno federal llevaría a cabo un estudio de las condiciones de la isla (“economic survey”) y recomendaría un plan de administración pública de acuerdo con los recursos y necesidades del país.219 Prestaría, además, la ayuda adecuada para resolver el difícil problema de la salud pública, específicamente la alta incidencia de enfermedades parasitarias y de tuberculosis. En su capacidad financiera, el gobierno federal viabilizaría “la consolidación de la deuda pública mediante la contratación de un empréstito en cantidad suficiente para cubrir nuestra deuda representada por bonos y para liquidar el déficit que hoy tiene nuestro tesoro insular”. El memorial de los productores no justificaba el derecho que le asistía a Puerto Rico de hacer la petición ni reclamaba ninguna reforma de tipo político.

219 “Comentarios”, REAP, vol. I, núm. 24, 22 de mayo de 1926, p. 5.

Patria Agrícola

Por su parte, el memorial legislativo era un documento eminentemente político que partía de la percepción de unos deberes de la metrópoli y de unos derechos de la posesión históricamente justificados: “Nuestra comunidad es una comunidad bien ordenada, pacífica y cristiana, con instituciones libres, protectoras de los derechos humanos y hace frente y trata de resolver los mismos problemas que son nuestros problemas”.220 Y en armonía con lo anterior: “Es nuestra creencia que estamos justificados en alegar que es llegada la hora en que nosotros, ciudadanos americanos como somos, podamos con plena seguridad asumir toda responsabilidad en el manejo de vuestros propios asuntos”.221

El Memorial no tocaba la situación económica y en algunos pasajes daba la impresión de que la isla gozaba de un nivel suficiente de prosperidad: “Es nuestra creencia y demanda que nuestro progreso durante los años en que hemos estado estableciendo una comunidad libre y progresista nos justifica a pedir que se nos conceda un gobierno propio con toda su amplitud cual es el que merecemos y debemos tener”.222

Subraya la comparación entre los memoriales la distancia que se había abierto entre los intereses propietarios y la élite política. Estaban tan distantes uno del otro que parecían aludir a países distintos. En el país descrito por los productores permeaba la malversación, el derroche público y sólo una administración controlada y frugal lograría superar la crisis de confianza que sacudía al país. En el país de los políticos, la conquista de mayores libertades y derechos políticos era imprescindible para ampliar la prosperidad económica. La argumentación de Towner y los comisionados aliancistas descansaba en un supuesto superávit por $10 millones que había registrado el giro comercial para 1926.223 Pero ese dato, de por sí endeble pues sólo consideraba una variable, constituía una débil evidencia para hablar de prosperidad. Tradicionalmente, los beneficios por aumentos en la exportación no se habían traducido automáticamente en un más alto nivel

220 La Democracia, 4 de mayo de 1926.

221 Ibid.

222 Ibid.

223 En realidad, el superávit fue de $3 millones solamente y se debió, en gran medida, a los buenos precios obtenidos por el tabaco y la recuperación de mercados para el café. la bonanza fue efímera. El ciclón San Bernardo de 1926 tuvo efectos desastrosos sobre las áreas cafetaleras

Crónica del Acorralamiento

de bienestar popular. Aún en medio de la prosperidad, de la posguerra, los trabajadores agrícolas fueron los que por menos tiempo disfrutaron del “boom” exportador. Ciertamente, fueron los primeros que sintieron la contracción cuando el precio del azúcar descendió. En un editorial de primera página, Luis Llorens Torres veía en la prosperidad anunciada por la Comisión Legislativa una cruel burla: ¿qué leche ponen en los labios hambrientos del pueblo esos dorados diez millones de dólares?” y más adelante: “se trata de que hay hambre en las masas populares”.224

Políticamente, el memorial de la Alianza presentaba una desventaja elemental. Veía en la aprobación del gobernador electivo una especie de “curalotodo” para los problemas del país. Al no ser aprobada la medida del gobernador electivo, la misión de la Comisión Legislativa fracasó. En esos momentos, refutar los puntos específicos señalados por el Memorial de los Productores era impensable porque la Alianza se vería obligada a admitir que el problema de Puerto Rico era uno de carácter económico y que el cuadro de prosperidad que los comisionados legislativos habían dibujado respecto a Puerto Rico era, al menos, cuestionable.

Necesitados de una solución que a la vez justificara la derrota en el Congreso, neutralizara a los socialistas225 y evitara la consideración pública de los argumentos del Memorial de Productores, el bloque político acusó a agricultores y comerciantes de traidores, de lanzar un memorial inoportuno tomando de pretexto una crisis que era transitoria. Desde Washington, e inclusive cuando aún no se había tomado una determinación final respecto a la medida del gobernador electivo, los editoriales de La Democracia comenzaron a lanzar la acusación de “crimen de lesa patria” contra los agricultores y comerciantes.226

El ataque de Barceló y Tous le proveyó a la Asociación de Agricultores de una mística de lucha que aprovechó de inmediato:

224 La Correspondencia, 30 de abril de 1926.

225 Era necesario mantener a Santiago Iglesias y a los socialistas neutralizados. Un entendido -por más transitorio que fuera- entre los socialistas y los grupos productores podría acabar con la Alianza.

226 Ver editoriales de La Democracia, 11 y 12 de mayo de 1926. La Patria Agrícola

...la riqueza y el espíritu de la nación están en el campo, los corazones que palpitan al reclamo de las necesidades de la patria. Esos mismos caballeros que actualmente acusan de anti-patriota el gesto del agricultor, a él le deben, al espíritu patriótico y noble de nuestros jíbaros, a sus arrestos y desprendimientos, le deben todo lo que son, sus votos han sido la peana que los ha elevado a los puestos de donde se esmeran en flagelarlos, no sólo con los latigazos del fisco, sino con lo que es peor y más doloroso, con el azote ignominioso de la acusación hiriente de mal patriota, mal puertorriqueño, ¡cuando es lo único sano que queda en Puerto Rico! 227

Con esa nota criollista, “la patria agrícola” enfrentó a “la patria de los políticos”, los “productores” a los que tildaban de “parásitos”. Durante tres meses, el liderato de la Asociación de Agricultores apoyado por las cámaras de comercio municipales y la Cámara de Comercio insular y la Asociación de Productores de Azúcar escenificaron el más grave reto a los partidos históricos desde el surgimiento del Partido Socialista en 1915. El editorial de El Imparcial correspondiente al 17 de mayo podría considerarse como el comienzo de esta etapa en la impugnación agrícola: “A lo que sí se opone el país productor y a lo que se aviene el pueblo trabajador, a lo que no están dispuestos a someterse por más tiempo las fuerzas vivas del país, es a que continúe la política que nos ha llevado al fracaso, y que se esfuerza en mantener una ficción de riqueza que no existe y que cultiva la deslealtad, la insidiosa murmuración que ha querido abrir un abismo de odios entre esos dos grandes colaboradores que se llaman capital y trabajo”.228

También desde las páginas de la Revista El Agricultor Puertorriqueño se cuestionaba el ex-abrupto aliancista. El Memorial de los Productores había demostrado con circunspección, claridad y sencillez que “somos

227 “Adelante, siempre adelante”, REAP, vol. I, núm. 25, 29 de mayo de 1926, p. 3.

228 El Imparcial, 17 de mayo de 1926. A lo largo de la polémica agricultores-Alianza, será El Imparcial la única de las publicaciones de amplia circulación que da paso a las cartas de adhesión al Memorial de los Productores Hay una, por ejemplo, de la Junta local de Aguadilla muy típica de las mismas: En una de sus partes dice así: “Enviamos a Washington una representación nuestra pidiendo que se nos bajasen las contribuciones y ya veis que la comisión nos llama ‘traidores porque tratamos de impedir que se nos reduzca a la miseria. Llegó el momento de erguirnos como un solo hombre: o políticos o agricultores, si lo primero, apoyad a los políticos para que nos arruinen; si lo segundo, endosad nuestra protesta a Washington.”

Crónica del Acorralamiento

un pueblo pobre y queremos aparecer como próspero y acaudalado”. Lo que realmente provocaba los ataques del liderato político—proseguía la sección Comentarios—era que el memorial destruía el mito de un Puerto Rico boyante: “Nosotros que estábamos pasando por ricos, construyendo Capitolios de mármol y de millones de pesos, irnos a desacreditar así, diciendo que somos unos arrancados, impidiéndonos seguir metiendo más la tusa, son, realmente dignos de que los ahorquen, ¡¡Malos puertorriqueños!! La verdad no debe decirse nunca, y ante el amo menos”.229

Igualmente surgieron voces dentro de la Alianza que censuraron la estrategia de la traición. Rafael Pérez Marchand, presidente de la Asamblea Municipal de Ponce, en declaraciones a El Mundo veía en la acusación un signo de debilidad: “de nada habrán de valernos las abstracciones políticas si éstas han de estar reñidas con el bienestar de nuestra tierra”.230 Pero, sin duda, la censura más comentada fue la del propio Comisionado Residente, Félix Córdova Dávila, quien en carta a Eduardo Giorgetti caracterizó al Memorial de los Agricultores como un acto de cordura y patriotismo que debía ser contestado en sus méritos sin recurrir a descalificaciones políticas.231

LA CAMPAÑA DE LOS AGRICULTORES

La campaña generada en el verano de 1926 por los agricultores y secundada por otros grupos de contribuyentes representa la articulación ideológica más significativa en la evolución de los sectores agrícolas nativos hasta entonces. Es el momento en el que se advierte en el grupo agrícola una mayor creatividad y coherencia discursiva. La crisis económica que había aumentado los niveles de dependencia estructural había operado a la inversa en el campo ideológico. Respecto a los cuerpos políticos tradicionales, los agricultores habían pasado del cuestionamiento a la diferenciación con respecto al discurso de los partidos. De las reseñas de las numerosas asambleas celebradas en pueblos y ciudades se extraen los

229 “Comentarios” REAP, vol. I, núm. 24, 22 de mayo de 1926, p. 5.

230 El Mundo, 22 de mayo de 1926.

231 El Mundo, 27 de mayo de 1926 La Patria Agrícola

contenidos de un proyecto de cambio bajo supuestos y criterios distintos: Nosotros hemos escrito sobre ese muro una doctrina cuya base es la pobreza de Puerto Rico, una doctrina que contiene un mandato imperativo: el mandato de la economía y el orden. La base de nuestra doctrina es el reconocimiento del estado de pobreza del pueblo de Puerto Rico. Nosotros hemos probado en el Memorial sometido al secretario de guerra que Puerto Rico es un país pobre: es un país pobre por el exceso de población, es un país pobre por el estado de salud de esa población y es un país pobre por la dependencia que, como colonia, tiene Puerto Rico de los Estados Unidos...232

¿Sería posible un despegue económico de los sectores agrícolas nativos en función de una reestructuración del régimen administrativo, de la aceptación de nuevos criterios de desarrollo y del relevo de una generación política que había hipotecado al país? ¿Serían los agricultores, amos de la tierra, por fin, los dueños de la patria? ¿Habrían levantado los agricultores del sueño de la tierra, frase de Emile Zola, que recordaba Zeno Gandía?:

Saltarán al altar los agricultores y derribarán las idolatrías. El sol recién nacido de la tesis agraria sube ya por oriente. En el occiduo rumbo caen las falacias. Es el despertar agrario, es el crepúsculo de los dioses... 233

¿Sería necesario, deseable y suficiente un discurso antiliberal para articular los reclamos agrarios? ¿ Qué se sacrificaba? ¿Cómo resolver la contradicción entre los intereses ausentistas y los nativos? ¿Qué hacer con la colonia?

De los procesos impulsados por la campaña de los agricultores ninguno tan vital como la gradual inclusión del tema colonial en su discurso. Hasta ese momento, la Asociación de Agricultores se había mantenido oficialmente ajena a la discusión del estatus y su análisis de la crisis económica rehuía un análisis paralelo de la situación colonial. En ese sentido, los agricultores mantenían un enfoque similar a los socialistas quienes rehusaban adjudicarle a la condición dependiente un rol mayor en la explotación del trabajador. Pero, en 1926, la confrontación con el liderato político

232 “Discurso de Enrique Landrón”, REAP, vol. II, núm. 2, 17 de julio de 1926, p. 7. El discurso de Enrique Landrón fue pronunciado en Ponce el 20 de junio

233 El Imparcial, 19 de agosto de 1926.

Crónica del Acorralamiento

les fue conduciendo a una identificación de su lucha económica con la defensa de lo criollo. Esta defensa de lo criollo, sin embargo, no provenía de una percepción más radical del colonialismo como instrumento para la dependencia económica lo cual los hubiese puesto en el campo de los nacionalistas. La vía de acceso fue una búsqueda por parte del liderato agrícola de una legitimación fundacional en la figura de Luis Muñoz Rivera.

LA REIVINDICACIÓN UNIONISTA

“De lo que se trata aquí es de una reivindicación unionista.”234

Al igual que haría Luis Muñoz Marín una década más tarde en su intento de reconstruir una visión del pasado que legitimara su discurso reformista-populista, los agricultores se uncieron ideológica y políticamente a la figura de Luis Muñoz Rivera.235 La fidelidad de una gran parte del liderato agrícola a las bases programáticas de la Unión, al llamado espíritu de la Asamblea de Miramar (1915), legaba dos poderosas herencias al movimiento de los agricultores: una reserva de sensatez para superar la desintegración social y política que había precipitado la Alianza y una vocación criollista. Ya desde principios de mayo, El Imparcial en un editorial titulado “La voz de las Fuerzas Vivas” había distinguido una afirmación criollista en los grupos agrícolas en contraposición al aliancismo al que veía como un producto mandado a hacer desde Washington.236 Al descalificar al Directorio de la Alianza, el liderato agrícola lo había acusado de traición contra el ideario de Luis Muñoz Rivera: “Muerto Muñoz Rivera otros hombres protestando que cumplían la última voluntad del patricio han dirigido el desenvolvimiento de Puerto Rico en una forma que nos precipita al caos”.237

A lo largo de la campaña de los agricultores, el ademán criollista se generalizó. En entrevista a Giorgetti y Llorens Torres, el periodista José Ortiz Lecodet comentaba que el sentir de ambos hombres era que “Barceló ha convertido un partido regionalista en anexionista y para ello tuvo que barrer a todos los apóstoles de Muñoz y codearse de los judíos que lo

234 La Correspondencia, 25 de mayo de 1926.

235 Arcadio Díaz Quiñones, op. cit., p. 11.

236 El Imparcial, 14 de mayo de 1926.

237 El Imparcial, 21 de junio de 1926.

La Patria Agrícola

sacrificaron”.238 El discurso agrícola se encontró de pronto en posesión de un elemento legitimador de primer orden. Durante la asamblea de contribuyentes de Barceloneta, Pablo Morales Cabrera decía no sentirse ofendido ante las acusaciones de que los agricultores eran traidores porque igual se le había llamado a Betances, Ruiz Belvis y Muñoz Rivera.239

Se trataba ya de un proceso de diferenciación entre fieles e infieles, entre apóstoles y detractores, en el que los agricultores percibían a la Alianza como una fuerza anti-criolla, como el instrumento útil que había permitido la enajenación de los bienes patrios. El viaje a Washington del liderato agrícola se veía bajo una nueva luz:

Y allá fuimos… a exponer la situación de nuestros pais; no la que mantenemos nosotros, que no somos responsables de ella, sino la situación que el gobierno americano tiene aquí, porque una nación es responsable ante el mundo de la situación de Puerto Rico y esa nación es Estados Unidos de América.240

En Un impresionante acto que reunió a más de 700 agricultores prominentes del área sur, José Luis Pesquera abundó sobre el entendido la Alianza y los intereses norteamericanos:

Los intereses nuestros y los americanos están encontrados porque los americanos jamás nos han concedido las libertades que nos pertenecen y… los hombres dirigentes nuestros, haciendo causa común con el representante en Puerto Rico del gobierno nacional, al extremo de declarar que nuestra isla está próspera, han cometido una traición para con su pueblo.241

Un mes más tarde, desde otra tribuna, Pesquera denunciaba cómo los aliancistas en vez de unirse a sus hermanos “caen absolutamente del lado del representante de la Nación Americana…”242

238 La Correspondencia, 3 de junio de 1926.

239 El Imparcial, 24 de mayo de 1926.

240 El Imparcial, 7 de junio de 1926.

241 El Imparcial, 21 de junio de 1926.

242 El Imparcial, 2 de julio de 1926.

Crónica del Acorralamiento

La evidencia documental no sugiere que los agricultores evolucionaron en ese momento, como sector social, a posiciones nacionalistas. El proceso de diferenciación a lo largo de 1926 no desembocó en una adhesión a la independencia aunque obviamente, los agricultores no negaban la situación colonial: Puerto Rico es una estancia. El Gobernador es el mayordomo, McIntyre es el administrador y el dueño es el Congreso. ¿A dónde teníamos nosotros que exponer la situación económica que aquí prevalece? Allá, para que los amos nos escucharan. 243

Más bien, los agricultores creían que había posibilidades de maniobra dentro de la condición colonial. En última instancia su ataque a la Alianza descansaba en la idea de que no había servido de moderador entre los intereses protegidos del ausentismo y los sectores criollos, así como no había servido como moderador entre los sectores agroindustriales y los más inermes sectores agrícolas. La campaña de los agricultores no fue más allá de reconocer que la grave situación social y económica de Puerto Rico era debida al abandono del criollo por la Alianza. Y aún esta toma de conciencia debe verse esencialmente en función de la búsqueda de legitimidad ante sus constituyentes. Esta legitimación, necesidad de toda proposición discursiva mayor, se asentó en una identificación con la defensa de los intereses criollos de Luis Muñoz Rivera y no en la comprensión del fenómeno colonial como lucha entre dos nacionalidades como postulaba el Partido Nacionalista.

El paso a una postura anticolonial no se dio excepto en casos aislados. Como sector, los agricultores permanecieron estacionarios en arrestos patrióticos de este estilo: “Yo no estoy satisfecho con que los Estados Unidos posean a Puerto Rico porque Puerto Rico es y debe ser siempre de los puertorriqueños.”244 o “El nuestro es un pedazo de tierra que la naturaleza separó del resto del Continente y esa separación es la prueba más elocuente de que Puerto Rico debe ser para los hijos de Puerto Rico.”245

243 El Mundo, 2 de junio de 1926.

244 El Imparcial, 7 de julio de 1926.

245 El Imparcial, 10 de julio de 1926. La Patria Agrícola

LA RAMA DE OLIVO

La campaña de los agricultores, a la que se habían sumado comerciantes y centralistas, representó para la Alianza una doble amenaza. De una parte, había una inminente posibilidad de que la campaña se convirtiera en un movimiento político independiente, en el temido partido agrario con una plataforma articulada y una capacidad de movilización ya probada. De otra parte, la campaña había resucitado temas y cuestionamientos incómodos a la Alianza: el abandono de la Base Quinta, la creciente burocratización, la defensa del criollo, la inmoralidad pública. Y quienes enarbolaban las banderas moralizantes y criollas no eran “las huestes sovietistas” de las que hablaba Miguel Guerra Mondragón sino respetados hombres de la propiedad y las buenas costumbres.246

El temor de que los agricultores recuperaran la bandera unionista y proclamaran su fidelidad al ideario de Luis Muñoz Rivera puso en jaque a la Alianza. Una reunión del Directorio aliancista acordó inquirir de Giorgetti si tenía intenciones de fundar un nuevo partido. Su contestación a los efectos de que la Alianza se hizo para ganar votos y cumplido su propósito debía deshacerse dejó aún más intranquilo al Directorio. Dentro de la misma Alianza cundían las disensiones sobre todo a nivel municipal. Numerosas asambleas municipales se pronunciaban a favor del Memorial de los Productores.247 El alcalde de Mayagüez, Jaime Rullán, lo endosaba, así como varios representantes y senadores como Lastra Chárriez, Sifre, Santoni, Suria, Castellón, Iriarte y hasta el mismo Comisionado Residente Córdova Dávila.

Otra interpretación de la efectividad interpelativa del Memorial la proporcionó Antonio Suliveres, exrepresentante unionista por Arecibo.248 Para Suliveres, la presión popular, la presión de las masas, había empujado en los últimos años a los partidos históricos al “peligroso campo de los radicalismos” en la forma de crecientes concesiones al ala “izquierda” del aliancismo. Esa tendencia a la “izquierda” subyacía en lo que Suliveres llamaba “la mentira de nuestra riqueza”, las erogaciones excesivas, los presupuestos altos y las

246 El Mundo, 11 de mayo de 1926.

247 Para una lista de las asambleas municipales que endosaron el Memorial de los Productores ver REAP, vol. I, núm, 25, 29 de mayo de 1926, p. 10-11; vol. I, núm. 26, 5 de junio de 1926, pp. 6-7.

248 El Mundo, 7 de junio de 1926.

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contribuciones asfixiantes. Robustecida la “izquierda”, el ala derecha quedó débil y raquítica: faltaba pues el equilibrio. Las fuerzas vivas reestablecían ese equilibrio. Según esta explicación, los partidos históricos, en su afán electorero, se disputaban el favor de las masas desde un clientelismo craso.

Cuando, a pesar de las voces admonitorias de Córdova Dávila, Iriarte y, sobre todo, del venerable Francisco de Paula Acuña,249 el liderato aliancista arreció su ofensiva contra las “fuerzas vivas”, el gobernador Horace M. Towner, intervino y les extendió a los agricultores una rama de olivo. No hay otra forma de entender el mensaje de Towner que inaugura la primera sesión extraordinaria de la Asamblea Legislativa de 1926 sino como una desautorización de la estrategia antagónica seguida por el liderato aliancista 250 frente a los agricultores y como una admisión de que el movimiento agrícola era algo más que una pugna interna por el poder dentro de la Alianza. Rafael Martínez Nadal, líder de los republicanos disidentes, vio el mensaje como “el triunfo de las fuerzas vivas” y una prueba de que los intereses agrícolas habían sido oídos en la Secretaría de Guerra.251 La intervención de Washington era vista aun por los mismos aliancistas: “Si se hace un estudio del mensaje y del Memorial, parecen hijos del mismo progenitor. Si en Washington no le han dicho un secreto al oído al Gobernador éste lo está disimulando mucho”.252

El mensaje del gobernador Towner se adhería a las recomendaciones de la Asociación de Agricultores de una mayor frugalidad en el gasto público. En efecto, el estimado de recaudaciones para el año 1925-1926 era de $9.5 millones con una reducción adicional proyectada de medio millón de dólares para 1926-1927. En concordancia, el gobernador sugería

249 A petición de Eduardo Giorgetti, el anciano ex-diputado a las Cortes Españolas de 1884 y de quien Muñoz Rivera decía no haberlo visto equivocarse nunca, analizó el Memorial de los Productores y concluyó que las críticas al mismo eran injustificadas y que no debía dudarse de la rectitud y conducta patriótica de los comisionados, El Imparcial, 21 de junio de 1926.

250 “Mensaje del gobernador Horace Towner a la Legislatura de Puerto Rico” en La Democracia, 28 de junio de 1926.

251 Los agricultores estaban convencidos de que el poder sobre Puerto Rico residía en el Negociado de Asuntos Insulares y su jefe, el general Frank McIntyre y que el Congreso no legislaría en sentido opuesto a los deseos del Negociado.

252 El Mundo, 30 de junio de 1926.

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“reducir las asignaciones a límites razonables”.253 ‘Tanto los presupuestos por departamentos como el número de empleados públicos serían ajustados a niveles más modestos. Towner admitía en el mensaje que de 1919 a 1926 se habían hecho grandes aumentos tanto en el número de empleados como en el monto de los sueldos. Otras recomendaciones incluían la derogación del impuesto de cuatro centavos por quintal de azúcar: “El verse obligado a pagar este impuesto con los precios actuales significará un castigo real para los pequeños productores, y en esta época puede ser una carga bajo lo cual muchos de ellos pueden hundirse”.254

Además, proponía la reducción en el porciento del arbitrio de ventas de 2% a 1%. Asimismo, recomendaba reformas a la Ley de Cooperativas para incluir la plantación y cultivo de productos agrícolas y exención contributiva a sociedades agrícolas regidas bajo una organización cooperativa.

El mensaje del gobernador redujo momentáneamente el nivel de tensión política. En reunión de la directiva de la Asociación de Agricultores celebrada el 29 de junio se aprobó por unanimidad una resolución de Enrique Landrón que describía el mensaje como el inicio de “un período de reformas administrativas en consonancia con los principios sustentados por la Asociación de Agricultores de Puerto Rico”255 y más adelante señalaba que “el documento refleja en su espíritu un vivo deseo y un esfuerzo honrado para salvar la crisis de nuestras finanzas públicas”.256 Y en consideración a que la Asociación no era de “carácter obstruccionista sino de un alto espíritu cooperador” se endosaba la medida como tendiente a la economía y la eficiencia en los servicios públicos.

La intención de Towner también fue entendida por el liderato de la Alianza. En mensaje fechado el 9 de julio, Barceló y Tous Soto, en su calidad de líderes legislativos dirigieron a la Asociación un mensaje de conciliación: “Vuestros intereses son nuestros intereses; son los intereses del país que vincula su riqueza y su bienestar en la industria madre, la Agricultura, en lo que la madre tierra produce y multiplica. Alejad, pues, de vuestra mente, toda idea, todo prejuicio, que haya podido germinar en vosotros, de que las tendencias y actuaciones de la

253 La Democracia, 28 de junio de 1926.

254 Ibid.

255 Actas…, Libro I, Folios 46, 47, 48, 29 de junio de 1926.

256 Ibid

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Legislatura son antagónicas con las aspiraciones e intereses agrícolas”.257

El mensaje enumeraba todas las leyes de beneficio agrícola aprobadas a partir de las elecciones de 1924 y las intenciones protectoras de la legislatura aliancista respecto a los pequeños agricultores en materia de contribuciones para terminar con una nota efectista: “Proteger la agricultura es la obra más patriótica que pueda realizarse en Puerto Rico”.258

¿Fin de la controversia, reunión de la gran familia puertorriqueña? No, absolutamente no. Ninguno de los dos bandos había dicho la última palabra, sobre todo, la Alianza.

REPLIEGUE EN MAYAGÜEZ

La tercera asamblea general celebrada en Mayagüez ese mismo julio reveló una Asociación de Agricultores confusa y dividida respecto a sus relaciones con el gobierno y el liderato de la Alianza. Un intento por alterar el orden de la asamblea y pasar a la lectura del mensaje legislativo fue frustrado tras una acalorada discusión donde Giorgetti reclamó que: “La legislatura que muy poco caso ha hecho de nuestras continuadas gestiones y deliberaciones en el seno de la Conferencia Económica no puede pretender trazarnos pautas”.259

De igual modo, una moción para apoyar el Memorial de los Productores encontró oposición por parte de otro grupo dentro de la asamblea, descontento con el giro político que había asumido la Asociación desde la asamblea del Teatro Broadway. Hubo un momento de gran tensión cuando un delegado denunció que había “elementos reaccionarios que aprovechaban el Memorial para retardar la liberalización de nuestro régimen de gobierno”260 y que había en el seno de la Asociación “grandes contribuyentes que no pagan o no quieren pagar al Tesorero”.261 Requerido a dar nombres, Oscar Guerrero, portavoz de los disidentes, se negó, aunque todos sabían que aludía a Giorgetti y a Mateo Fajardo. Tras un receso por lo caldeado del

257 Actas del Senado de Puerto Rico, 1926, p. 61.

258 Ibid., p. 64.

259 Actas de la Asociación de Agricultores de Puerto Rico, Libro I, Folio 220, 11 de julio de 1926.

260 Ibid., Folio 223.

261 Ibid., Folios 223, 224.

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ambiente, José Luis Pesquera y el mismo Giorgetti asumieron la defensa de la labor de los comisionados a Washington: “triunfo que se refleja en el Mensaje del Gobernador a la Asamblea extraordinaria de la Legislatura”.262

La intervención de Giorgetti fue decisiva hasta el punto de que se le dio un voto de confianza unánime pero la fuerza relativa del grupo disidente hizo necesaria una transacción en la declaración final de la Asociación. El acuerdo tomó el siguiente cariz: primero se dio por recibido el mensaje legislativo y se señaló que la Asociación estudiaría los puntos incluidos en el mismo. Landrón propuso y fue aceptada una enmienda en el sentido de que la Asociación siempre había estado dispuesta a cooperar con el gobierno “haciendo constar que sus actuaciones son puramente de carácter económico y administrativo y que no deben interpretarse en otro sentido”. En segundo lugar, se aprobó enviar un cable al secretario de guerra en los siguientes términos: “Asamblea magna de Agricultores de Puerto Rico, reunida en Mayagüez, acordó expresar a Ud. que el Memorial presentado por Asociaciones Agricultores, Azucareros y Cámara de Comercio ha sido ratificado por unanimidad. Desea aclarar que el contenido del mismo no implica en forma alguna, propósito atacar capacidad de Puerto Rico para el ejercicio del Gobierno propio y acuerda además solicitar ampliación del mismo con poder elegir Gobernador según petición Legislatura de Puerto Rico”.263

Tanto El Mundo como El Imparcial vieron en la asamblea el triunfo de los principios sustentados por los grupos contribuyentes.264 Ciertamente, el cable al secretario de la guerra endosado por todos los delegados (incluyendo a los legisladores aliancistas que eran también miembros de la Asociación) cancelaba la teoría de la puñalada por la espalda y el crimen de “lesa patria” esgrimida por Tous y Barceló en mayo. Pero, por otro lado, las posiciones más radicales asumidas por Giorgetti y Pesquera fueron o derrotadas o mediatizadas en un claro intento de no entrar en mayores controversias con el liderato aliancista y el gobernador Towner.

262 Ibid., Folio 226.

263 Ibid., Folio 232.

264 Editoriales de El Mundo y El Imparcial, 13 de julio de 1926 Crónica del Acorralamiento

¿Qué nuevo elemento habría provocado el cambio de marea? ¿En qué medida el triunfo aparente de las «fuerzas vivas» era pírrico?

EL CLUB-SÁNDWICH ALIANCISTA

Antes de salir para Vichy, ostensiblemente a “tomar las aguas” pero en lo que aparentaba ser un exilio político autoimpuesto, Eduardo Giorgetti dio a la prensa unas interesantes declaraciones. Los últimos acontecimientos le habían demostrado que el Mensaje de Tous y Barceló a la Asamblea de Mayagüez carecía de sinceridad (como él había previsto en todo momento) y que los líderes legislativos no tenían intención alguna de considerar las demandas de los agricultores. En declaraciones recientes, Barceló mismo había desautorizado el acuerdo tomado en Mayagüez: “No aplaudí, no aplaudo, ni aplaudiré el Memorial”.265

El liderato aliancista había retomado la ofensiva contra las Fuerzas Vivas con espíritu renovado y contando con un nuevo estratega. Para Giorgetti, la Alianza era ya como “un club-sándwich gigantesco. En él echan de todo. Uno de los últimos ingredientes es el director de La Democracia, quien siendo ex-marxista hace dos años es socialista y dirige un periódico aliancista que tiene el aplauso de Don Santiago Iglesias”.266 La nueva estrategia era la creación de un frente común entre la Alianza y los socialistas. El propulsor de la idea era el flamante director de La Democracia, Luis Muñoz Marín.267

EL ANTICIPO POPULISTA

Tras reiteradas invitaciones para que asumiera la dirección del periódico que había fundado su padre, Luis Muñoz Marín, que radicaba para ese entonces en Nueva York, se integró al plantel de La Democracia en un momento en que todo refuerzo en el frente aliancista era bienvenido. A pesar de su trayectoria poco ortodoxa en el mundo de la política, Muñoz Marín poseía la magia del apellido. Era, además, un periodista nato, poseedor de un estilo ágil, moderno, que le daría nuevos bríos al anquilosado periódico. Aunque proclive a planteamientos un tanto iconoclastas, Muñoz Marín poseía un fino olfato político y

265 El Mundo, 21 de julio de 1926.

266 Ibid.

267 La Democracia anuncia su nuevo director el 28 de junio de 1926.

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una gran capacidad para el análisis incisivo de la política y sus actores.

Aunque residía fuera de Puerto Rico, estaba al tanto de los pormenores políticos del país mediante una red de informantes de primera línea.

Semanas antes y apenas recién llegado a San Juan, Muñoz Marín declaró que el momento político de Puerto Rico era uno de encrucijada, de tránsito “...de un período sentimental y personal a un período francamente económico” a tono con las ideas políticas de avanzada.

268Muñoz Marín veía como imprescindible vencer la resistencia a la dilucidación franca de la situación económica y alejarse de los idealismos excesivos como habían hecho las fuerzas vivas: “Las llamadas fuerzas vivas han desechado el disfraz sentimental, y es honrado que los que combatimos su posición, lo hagamos con igual franqueza”.269

En consonancia con esa visión, tan pronto como se convirtió en director de La Democracia, intentó a través de sus editoriales modificar los ataques al movimiento de los contribuyentes. En una anticipación de lo que habría de ser su discurso populista y reformista de 1938, le adjudicó a la Alianza (en contraste absoluto a lo que pensaba en 1924), la representación del pueblo frente a los intereses egoístas y de intolerables privilegios de las fuerzas vivas, las fuerzas del capital: “La división fundamental en la isla es entre el pueblo de Puerto Rico y los expoliadores de Puerto Rico”.270

Lo que se propuso hacer Luis Muñoz Marín fue nada menos que rearticular el discurso aliancista tal y como se formuló en el Manifiesto Tous-Barceló. En primer lugar, el paraguas aliancista debía cobijar a los socialistas. El Manifiesto le había negado injerencia política al socialismo. En su lugar, el discurso de la Alianza le había exigido a la clase obrera una total despolitización y ceñirse a actividades puramente sindicales a través de la FLT. Precisamente, la exclusión de los socialistas había sido uno de los puntos criticados también por Albizu Campos en su apreciación del Manifiesto. En carta a Barceló del 26 de abril de 1924,271 Albizu le había pedido al líder de la Unión que invitase a los socialistas a integrar el nuevo acuerdo político en concordancia con el espíritu de la Resolución Con-

268 La Democracia, 22 de junio de 1926.

269 Ibid.

270 La Democracia, 1 de julio de 1926.

271 Albizu Campos, Obras Completas, I p. 25.

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junta número 2. La unión de republicanos, socialistas y unionistas sería el preámbulo a una constituyente donde se resolvería el problema del estatus de Puerto Rico. Hasta que pudiese reunir la constituyente, el programa de gobierno sería de reafirmación criolla y de mejoramiento en el nivel de vida de las masas populares en función del rescate de las tierras en manos ausentistas, la industrialización del país, el desarrollo de la vida marítima y comercial de la isla y el mejoramiento en las condiciones de los trabajadores.

Muñoz Marín resucitó la idea albizuísta de 1924 y propuso la entrada de los socialistas en la Alianza. Pero a diferencia del líder nacionalista que concebía a la Alianza como un paso previo a la constitución de 1a nación, Muñoz Marín la vio como la representación de un pueblo contra un bloque de poder. Este bloque de poder estaba integrado tanto por las corporaciones ausentistas como por los grandes capitalistas nativos. El esquema de Luis Muñoz Marín modificó el discurso original de la Alianza en tanto redujo la dimensión política e ideológica y acentuó el antagonismo económico. La búsqueda de gobierno propio que constituía el propósito capital de la Alianza se convirtió para Muñoz Marín en un tercer objetivo tras la lucha contra el ausentismo y el latifundio y sus instrumentos en Puerto Rico.

Ciertamente, el plan de rearticulación aparecía en un momento oportuno. La “claudicación” del gobernador Towner ante las demandas de los agricultores tambaleó al aliancismo. Posteriormente, los resultados de la Asamblea de Agricultores de Mayagüez fueron interpretados en varios círculos como un triunfo de las fuerzas vivas. Martínez Nadal comenzó a hablar de “relajación en las filas aliancistas”.272 Ahora, los socialistas aparecían como la carnada. Pero esta vez no eran los socialistas de la tea y la quemazón de los cañaverales. Bañados de respetabilidad, eran, por obra y gracia del guion de Muñoz Marín, miembros bona fide de las fuerzas liberales que harían frente a la reacción.

Las fuerzas liberales dieron comienzo a una campaña relámpago por toda la isla. El otrora enemigo público número 1, Santiago Iglesias, apelaba a los trabajadores para que de la mano de la Alianza les dieran la batalla a los explotadores, las fuerzas vivas. Junto a él, en las plataformas, el hijo del prócer Luis Muñoz Rivera invitaba a los socialistas a unirse a la cruzada liberal.

272 El Mundo, 15 de julio de 1926.

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Para agosto, La Democracia adelantó un plan de súper-alianza informal para legislar de inmediato y un acuerdo formal para las elecciones de 1928. A su vez, Barceló hablaba de que “una Alianza bien entendida debe amparar lo mismo a unionistas y a republicanos que a socialistas y constitucionalistas”.273

¿Qué propósitos ulteriores podía tener el plan de Muñoz Marín? En su edición del 21 de julio E1 Imparcial, que defendía los valores de las Fuerzas Vivas, analizó el sesgo que había tomado la campaña de la Alianza tras la incorporación de Luis Muñoz Marín a la dirección La Democracia:

La Democracia divide la política en dos sectores: la fuerza liberal y la fuerza conservadora. En el sector liberal debe agruparse, según el llamamiento, todos los partidos políticos, bajo el ideario y el programa socialista para entregar la isla a las corporaciones americanas. Eso no es lo que se dice, pero eso sería lo que ocurriese.274

Según esta interpretación, Muñoz y los socialistas destruirían a las fuerzas vivas, al capitalismo criollo, el verdadero enemigo de clases de la clase obrera puertorriqueña. Una huelga en los principales establecimientos tabacaleros le ofreció al liderato de la Alianza su bautismo de fuego en el esquema de la alianza extendida. La huelga tabacalera comenzó en Utuado el 28 de julio; pasó a San Juan el 3 de agosto cuando cientos de obreros de reunieron en Puerta de Tierra y nombraron un comité de huelga. El día 9, Veneranda Thompson dio el grito ‘¡a huelga!’ en el taller de la Porto Rico-American Tobacco Company al no aceptar el patrono las exigencias obreras de una vuelta a las escalas de salario vigentes en 1920 y el establecimiento de la lectura en el taller pagada por los dueños. Los líderes del movimiento invitaron a Antonio R. Barceló, Bolívar Pagán, Santiago Iglesias, Rafael Martínez Nadal y Prudencio Rivera Martínez a servirles de asesores. En las masas presidenciales de las asambleas obreras aliancistas y socialistas intentaron las nuevas reglas de convivencia: Juan Bautista García Méndez al lado de Epifanio Fiz Jiménez; Ignacio González Mena al lado de Prudencio Rivera Martínez.

¿Cómo explicó la Alianza este cambio de rumbo? Utilizando el poderoso medio que era La Democracia, Muñoz Marín elaboró efectivamente

273 El Mundo, 15 de julio de 1926.

274 El Imparcial, 21 de julio de 1926.

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un marco de legitimidad para la inclusión de los socialistas: “Cuando el señor Barceló entendió que el socialismo en Puerto Rico se lanzaba a un radicalismo perjudicial y peligroso combatió el socialismo. Ahora que el capitalismo ha querido lanzarse a un conservadorismo que es condenar al país a una espantosa miseria y a una situación degradante, está en contra del capitalismo”.275 El proceso de crecimiento burocrático desde la concesión del Acta Jones culminaba en una estructura política que se alzaba sobre toda la formación social. El mandato de la Alianza se convirtió en un mandato de tipo populista, la solución del antagonismo capital—trabajo radicaba en la movilización de un pueblo.

Pero el ‘coup de main’ de Muñoz Marín no funcionó. Tanto los cuadros tradicionales del aliancismo como los del Partido Socialista no se plegaron al esquema de frente amplio. La interpelación populista no logró superar el antagonismo ideológico decisivo entre los aliancistas y los socialistas. Los socialistas siguieron viendo en el aliancismo el reino del privilegio; los aliancistas no podían ver en el socialismo algo distinto al desorden y la anarquía: “La Alianza se hizo para laborar por los derechos del país y para defendernos del socialismo”, recordaba el Comité Aliancista de Mayagüez.276

Muñoz Marín no logró convencer ni a los socialistas ni a los aliancistas de la necesidad histórica de un acuerdo. Del lado aliancista, los núcleos conservadores liderados por Félix Córdova Dávila desafiaron abiertamente a Barceló. Córdova Dávila comenzó por negar que el Memorial de los Productores, gatillo de toda la controversia, fuese un descrédito para Puerto Rico. El desacuerdo con algunos extremos del documento era normal—creía Córdova—porque “el capital es siempre conservador y muchas veces reaccionario”. Pero, por su parte, “la pobreza provoca a veces radicalismos peligrosos y puede conducirnos insensiblemente a la demagogia. Nuestra colectividad no puede confundirse con los reaccionarios, pero tampoco debe aliarse con la demagogia”.277 Y en una carta del 2 de septiembre, Córdova Dávila alertaba a Barceló sobre el proyectado partido único: “Estoy en el deber de señalar a mi pueblo los peligros que envuelve la constitución de un solo partido político”.278

275 La Democracia, 11 de agosto de 1926.

276 El Imparcial, 14 de julio de 1926.

277 La Democracia, 20 de agosto de 1926.

278 La Democracia, 4 de septiembre de 1926.El

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La misma semana que Gene Tunney venció por decisión a Jack Dempsey en una de las grandes peleas de boxeo del siglo, el Directorio aliancista paró en seco la campaña de Luis Muñoz Marín. El titular de El Imparcial anunciaba la mañana siguiente: “en el Directorio triunfaron ayer los puntos de vista del señor Córdova y de los líderes mayagüezanos”. 279 Respecto a los socialistas, el Directorio acordó que el único acuerdo posible era la creación de un frente para presentar una voz unánime en Washington. El apoyo aliancista a la huelga tabacalera comenzó a esfumarse. Para mediados de octubre, el gobernador Towner aconsejó a los trabajadores que volvieran a los talleres y desde ese momento en adelante, los huelguistas librarían su batalla solos en una huelga larga y salpicada de violencia.

La Alianza recogió entonces sus breves velas populistas de 1926. Era imposible todo entendido con el programa “ultra del socialismo porque, en palabras de Celestino Iriarte, la Alianza era “defensora del actual sistema económico”.280 Del lado socialista, la propuesta de Muñoz Marín fue también frenada por el discurso socialista tradicional. El Comité de Ponencias del partido, encargado de elaborar el temario para unas reuniones preliminares con la Alianza, incluyó como punto no-negociable “la socialización de los puertorriqueños”, con lo cual cerraba la posibilidad a todo entendimiento formal con la Alianza.

EL DISCURSO AGRÍCOLA AISLADO

La partida de Eduardo Giorgetti a Europa modificó sustancialmente la conducta de los sectores agrícolas. Obviamente, su presencia en las asambleas había reforzado la dimensión política del movimiento y provocado la reacción más vitriólica de parte del aliancismo. Tras su viaje, la inminencia de un partido agrario se desvaneció gradualmente. La misma Asociación de Agricultores adoptó una conducta más discreta. Oficialmente, la Asociación no intervino en el debate interno que consumió a los aliancistas en los últimos meses de 1926. Sólo esporádicamente sus declaraciones públicas aludieron al posible entendido entre la Alianza y los socialistas. En la sección “Comentarios”, la revista de los agricultores del 24 de julio

279 El Imparcial, 20 de septiembre de 1926.

280 La Democracia, 9 de noviembre de 1926.

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retrataba con ironía el plan de Muñoz Marín: “No nos hagan fiero con los socialistas que ellos tienen razón en lo del acaparamiento de tierras, en el egoísmo de ciertos centralistas, en el ausentismo y todos sus males... los socialistas no nos asustan porque la Alianza nos ha hecho perderles el miedo. Sólo son según La Democracia liberales moderados. Y hoy la Asociación de Agricultores colabora con ellos en los buenos principios que sustenten. Quitad las pasadas estridencias y el querer imponer las ideas por el terror; que las ideas económicas-sociales las profesamos”.281

En un editorial del 14 de agosto la ironía sutil continuaba al analizar los avances agrícolas de la Unión Soviética: “Si éstas (las reformas socialistas) vienen a ocuparse del agricultor, a atender sus demandas y ocuparse menos de sostenerse en el poder a pesar de todos los desaciertos, todas las inconciencias y todos los errores, vengan en buena hora”.282 En un plano más analítico, el editorial del 25 de septiembre homologaba, de modo semejante a como lo enunciaban las ideologías antiliberales que circulaban desde la posguerra, al liberalismo con el socialismo “...cuyo establecimiento será más fácil cuando, concentrado el capital en pocas manos pueda el estado sin grandes complicaciones ir a la nacionalización de todas las industrias pasando a ser el único dueño de las fuentes de riqueza y de los medios de explotarlas”.283

La Asociación perdió bríos tras la partida de Giorgetti pero también los efectos desastrosos del ciclón San Bernardo (1926) tuvieron mucho que ver con el apagamiento. El huracán, que abatió las plantaciones de café y gran parte de la producción frutera del país, no sólo frenó el progreso advertido en las exportaciones cafetaleras en los dos años previos, sino que detuvo el avance organizativo en cooperativas y su participación más activa dentro de la Asociación de Agricultores. La regeneración de los sembradíos y el alivio a los agricultores damnificados se convirtió en el objetivo inmediato de la Asociación. En efecto, gracias en gran medida a sus gestiones, se logró una reducción en los pagos de tasación de tierras cafetaleras, aunque no se pudo conseguir

281 “Comentarios”, REAP, vol. II, núm. 3, 24 de julio de 1926, p. 9.

282 “Editorial”, REAP, vol. II, núm. 6, 14 de agosto de 1926, p. 5.

283 “Editorial”, REAP, vol. II, núm. 12, 25 de septiembre de 1926, p. 5.

una moratoria en los pagos hipotecarios contraídos con el Federal Bank.

No obstante, el debate ideológico no pasó a un segundo plano sólo porque las energías de la Asociación se canalizaron a la labor rehabilitadora sino porque el discurso de los agricultores había llegado a un callejón sin salida. Si algo había demostrado la Asamblea de Mayagüez era que los agricultores no habían resuelto su antagonismo político con el aliancismo ni habían consumado en su totalidad el proceso de diferenciación ideológica. Incapaz de tomar la decisión de crear un partido agrario, el discurso de los agricultores se aisló en la impotencia. Si el llamado de una conjunción de “fuerzas liberales” no desembocó en un arreglo Alianza-socialista, al menos tuvo el efecto de arrinconar y aislar el discurso de los agricultores motejado de reaccionario, aristócrata, oligarca y hasta fascista.

Tanto la Cámara de Comercio como la Asociación de Productores de Azúcar, que habían estado activos en la campaña de los contribuyentes durante el verano, se refugiaron entonces en la defensa específica de los asuntos que afectaban económica y administrativamente a sus constituyentes y restaron su concurso a las controversias que tuvieran visos partidistas. En estos momentos, sólo el Partido Nacionalista expresó públicamente su apoyo a las tesis defendidas por los agricultores vinculándolas a la lucha de la nacionalidad puertorriqueña. (Ver apéndice número IX para el texto de la resolución nacionalista en apoyo a la lucha de los agricultores).

Sin embargo, el endoso del nacionalismo no precipitó en el seno de la Asociación de Agricultores el examen a fondo de la cuestión colonial, así como tampoco la agudización de la crisis económica condujo a posiciones más radicales de nacionalismo económico como había pasado con los colonos cubanos. El discurso de los agricultores se inmovilizó en las posiciones que había enunciado en el Memorial de los Productores. Ante su vista, se dibujaban todas las contradicciones del discurso liberal y la inevitable crisis estructural del modelo colonial. Pero los hombres de la propiedad y de la tierra no fueron más allá. Los nudos de 1a dependencia habían completado su cerco.

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EL ALIANCISMO DESMORALIZADO

El discurso de la patria agrícola no fue el único damnificado. La quiebra del aliancismo se evidenció durante el año de 1927 y los primeros meses de 1928 por la frenética búsqueda de un sustituto discursivo al esquema de desarrollo y progreso predicado en el Manifiesto Tous-Barceló. A medida que se fueron apilando las señales inequívocas de la crisis económica, el aliancismo pasó, alternada y desconcertadamente, de uno a otro discurso antitético; de interpelaciones populistas a denuncias pseudo-nacionalistas; de ataques al capitalismo nativo a denuncias al ausentismo y al latifundio de las corporaciones.

Convulsionado internamente, el liderato de la Alianza veía acercarse con terror las elecciones de 1928. Durante los tres años de su incumbencia, la Alianza había enmascarado el problema económico tras la lucha por la liberalización política. El precio pagado fue alto al enajenarse de la gran mayoría de los sectores agrícolas que constituían su base electoral y que reclamaban soluciones de tipo contributivo y de defensa económica. A pesar de que logró crear un frente unido con los socialistas para defender los proyectos de reforma política presentados ante el Congreso norteamericano, la Alianza fracasó en todas sus ofensivas congresionales. La derrota en el Congreso les distanció aún más del discurso de los agricultores al optar el aliancismo por acusar al capitalismo nativo de ser una de las causas de la negativa metropolitana. En líneas análogas al Partido Socialista, vio en el capitalismo nativo su enemigo natural, “un grupo de engreídos”, “monstruos de siete cabezas,” un elemento antipatriótico y agiotista.284 La resistencia dentro de la Alianza al populismo de Muñoz Marín no tuvo pausa. A mediados de 1927 se intentó un nuevo acercamiento con los socialistas al rumorearse que el gobernador Towner sería removido de su cargo. Aliancistas y socialistas viajaron a Washington para solicitar al presidente Coolidge que dejara a Towner en el puesto. El 11 de julio de 1927, el sector burocrático logró una importante victoria en el seno del Directorio aliancista. Tras denunciar los procedimientos de la asamblea de la Asociación de Agricultores porque menoscaban el derecho a la libertad de los puertorriqueños, el Directorio decretó que cualquier elemento dentro de la Alianza que la criticase quedaría automáticamente fuera de ella.

284 La Democracia, 4 y 5 de enero de 1927.

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“Primero aliancistas, luego agricultores”, sentenció Antonio R. Barceló.285

El acuerdo del Directorio fue el detonante para que sectores del partido intervinieran nuevamente. Desde Ponce, Ernesto Ramos Antonini (en ese entonces más afín a Pedro Albizu Campos que a Luis Muñoz Marín) exigió en un vibrante documento público que la Alianza se reuniera con los agricultores y buscara las bases para un acuerdo.286 El llamado de Ramos Antonini fue endosado por los líderes del ala conservadora del partido como Celestino Iriarte y Félix Córdova Dávila. El obstáculo para el acercamiento con los agricultores era, obviamente, Luis Muñoz Marín, quien desde La Democracia persistía en sus ataques a las fuerzas vivas. Tras una candente reunión del Directorio se impuso el ala conservadora. El 25 de agosto de 1927, Muñoz Marín anunció su renuncia a la dirección del periódico y su designación como agente industrial de Puerto Rico en Estados Unidos. Su carta de despedida a Barceló resumió los términos de su oposición a todo acuerdo con los agricultores: “...el movimiento político de las Fuerzas Vivas es la traición que alza sus garras en el seno de la gran solidaridad puertorriqueña...”287

Y en otro apartado de la carta, aconsejaba no entrar ni siquiera en conversaciones con los sectores agrícolas: “La Alianza, como partido de gobierno no puede entrar en conferencias ni en arreglos con una sociedad de grupo como lo es la Asociación de Agricultores. No puede, ni debe, ni tiene que firmar tratados de paz con ella, so pena de verse moralmente obligada a hacer lo propio con la Asociación Médica, el Bar de Abogados y la Unión de Barberos”.288 Pero, para el liderato político de la Alianza era indispensable la reintegración de los agricultores en su seno ahora que su discurso de la prosperidad era desmentido por la crisis económica y el fracaso del proyecto político liberal de reformas a la carta orgánica.

285 La Democracia, 18 de agosto de 1927.

286 La Democracia, 8 de agosto de 1927.

287 La Democracia, 25 de septiembre de 1927.

288 Ibid

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ÚLTIMOS COMPASES

Como si una serie de fiestas memorables marcara una paralela periodización en nuestro estudio, el año de 1927 comenzó con el más regio carnaval que recordaba el país. Entre bailes y comparsas, odas y elegías a Awilda Carbia y Laura Guillermety, las dos reinas de las festividades, Puerto Rico se sumergió en el olvido colectivo de un largo carnaval. Tras el oropel, las máscaras y el confeti, los lujos y las cortes fastuosas, resistente ya a todo disfraz se alzaba la grave crisis económica que alcanzaba a todos los sectores productivos del país.

En el campo, los estragos de San Bernardo en el espinazo montañoso deslucieron los optimistas estimados oficiales de una recuperación cafetalera a los niveles de fin de siglo. Más de cuarenta por ciento del cosecho de café se perdió con el ciclón además del desplome de los árboles de sombra.289 En cuanto al tabaco, aunque el ciclón casi no tocó los semilleros, una serie de factores negativos se combinaron para sumir a los sembradores en una penosa crisis.290 Alentados por los precios de 1926, los agricultores aumentaron en cerca de cincuenta por ciento las áreas de cultivo en municipios como Caguas, Cayey y San Lorenzo, el corazón de la actividad del tabaco.291 La cosecha fue enorme, más de medio millón de quintales, pero la calidad de la hoja fue inferior. Las doce cooperativas que se habían organizado para servir de intermediarios con las firmas compradoras se encontraron de pronto con los ranchones repletos de tabaco sin despalillar y sin perspectivas de venta. Para julio de 1927 las existencias rondaban los 100,000 quintales.292 Los compradores habituales habían preferido adquirir sus hojas en Florida. Comenzó así el desmantelamiento de la industria tabacalera en Puerto Rico. Durante 1927 y 1928 gran parte de los establecimientos de manufactura de tabaco terminaron sus operaciones en la isla. La huelga en los establecimientos tabaqueros no había amainado pero los obreros ya no contaban con el

289 Informe del Comisionado de Agricultura y Trabajo 1925-1926, San Juan, Negociado de Materiales, Imprenta y Transporte, 1927, p. 19.

290 Informe del Comisionado de Agricultura y Trabajo 1926-1927, San Juan, Negociado de Materiales, Imprenta, y Transporte, 1929, p. 6.

291 Informe del Comisionado de Agricultura y Trabajo 1925-1926, p. 14.

292 Informe del Comisionado de Agricultura y Trabajo 1927, p. 15. La Patria Agrícola

apoyo de los políticos de la Alianza.293 El momento demagógico de la Alianza fue breve y los trabajadores debieron apechar la huelga solos.

No menos sombrío era el cuadro del azúcar. Sin visos de cambio, el patrón deflacionario en el azúcar se acentuó para 1926. El precio promedio por libra en ese año fue de 4.17 centavos por libra, el más bajo en doce años. A causa de las bajas cotizaciones, “la mayoría de los agricultores no han tenido beneficio alguno realmente, sólo las grandes y bien organizadas corporaciones informan haber tenido beneficios de sus cosechas, pero para el colono en particular el año pasado ha sido desconsolador”.294 La deflación galopante aceleró el proceso de absorción por parte de intereses norteamericanos de varias centrales puertorriqueñas y españolas. En 1926 se incorporó en Maryland un nuevo gigante azucarero: la United Porto Rican Sugar Company que asumió control total sobre las centrales Santa Juana, Defensa, Cayey, Juncos y Pasto Viejo. La nueva corporación dominaba 45,000 cuerdas y sus propiedades estaban calculadas en $7,200,00 lo que la convertía en la principal latifundista del país.295 El proceso de cañaveralización (frase agridulce de Fernando Picó) proseguía su despiadada marcha. Para 1927 cerca de un cuarto de millón de cuerdas estaban destinadas al cultivo cañero de un total de 750,000 cuerdas bajo cultivo.296 Las corporaciones dominaban las tierras de mayor rendimiento las cuales se hallaban en el distrito de riego del sur.

Frente al declive de precios, la política agrícola oficial no veía otra salida que estimular el incremento de producción: “la defensa de Puerto Rico contra los precios bajos está en aumentar la producción.”297 Para los colonos, la receta oficial fue dura y terminante: debían diversificar sus cosechas: “Esta diversificación de cosechas parece ser el método seguro que debe seguirse como medio de equilibrar el estado no lucrativo del azúcar”.298

Todas las señales de una contracción económica general y severa estaban dadas. Los fenómenos climáticos (San Bernardo en 1926 y luego

293 El Imparcial, 11 de enero de 1927.

294 Informe del Comisionado de Agricultura y Trabajo 1925-1926, p. 3.

295 Diffie, op. cit., pp. 51-52.

296 Descartes, op. cit., p. 25.

297 Informe del Comisionado de Agricultura y Trabajo 1925-1926, p. 7.

298 Ibid., p. 4.

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San Felipe en 1928) develaron la profunda crisis del sistema económico dependiente excesivamente contingente a las fluctuaciones del mercado internacional y a merced de eventos catastróficos. La nube negra de un desplome económico de dimensiones mundiales se posó sobre las economías de exportación primaria, tanto agrícolas como mineras, desde la crisis de 1921. Su ciclo de desarrollo alcanzaría en América Latina proporciones dramáticas “debido a que, de entre las regiones subdesarrolladas, era una de las que más se habían integrado en el sistema de división internacional del trabajo, todo el sector moderno de las economías latinoamericanas estaba ligado al comercio exterior”.299

En todo el proceso que llevó hasta el “crash” de 1929 la política económica defendida por las administraciones republicanas en Estados Unidos agravó el desequilibrio mundial: “This country was trying nothing else in the 1920’s than to be the world’s banker, food producer, and manufacturer, but to buy as little as possible from the world in return. This attempt to eat the world and have it, too, was the epitome of a self-defeating policy.”300

Puerto Rico, ficha en el cuadro mundial de economías agrícolas primarias a la vez que partícipe en el sistema tarifario norteamericano, recibió el impacto severo de la depresión con el máximo de desventajas. Ésta vino a coronar una década de acorralamientos de los sectores agrícolas nativos, de pauperización progresiva de los sectores populares, de afianzamiento de los nudos de dependencia con los intereses metropolitanos, de avance del latifundio y aumento en la participación del capital ausentista en la explotación económica del país.

Las notas del discurso del progreso y la transformación se fueron apagando a la vez que el discurso político liberal recibía de boca del presidente Calvin Coolidge el puntillazo final.

299 Celso Furtado, La economía latinoamericana desde la conquista ibérica hasta la revolución cubana, México, Siglo XXI, 1969, p. 59.

300 Robert S. McElvaine, The Great Depression, America 1929-1941, New York, Times Books, 1984, pp. 24-25.

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EN LAS MANOS DEL AVIADOR LINDBERGH

‘En las manos que habían guiado al avión monomotor Espíritu de San Luis a través del Atlántico en una hazaña que había asombrado al mundo, la Legislatura de Puerto Rico envió un mensaje para el presidente Coolidge al concluir Charles Lindbergh su visita a Puerto Rico (como parte de una gira triunfal tras la hazaña) en febrero de 1928. El texto de la resolución concurrente culminaba, de forma patética, veintiocho años de gestiones del discurso liberal por obtener una forma de gobierno autonómico. (Ver el texto completo en el Apéndice número 10). Parco para no desentonar con el presidente que hablaba muy poco, el mensaje a Coolidge solicitaba de Estados Unidos “…la libertad de que disfrutáis, por lo cual luchasteis, la cual veneráis, la que merecíamos, la que nos habían prometido”. Los años y esfuerzos en los pasillos del Congreso, los cientos de petitorios que reclamaban un gobierno propio para los puertorriqueños terminaban en una interpelación directa y personal al líder de la nación americana. Del Manifiesto de 1924, optimista y esperanzado, el discurso liberal recurría en 1928 al último recurso de apelar a la voluntad ejecutiva. El sucinto mensaje revelaba, con toda nitidez, la coexistencia incómoda de la que hablaba Manuel Zeno Gandía de un discurso reformista con la aceptación de la dependencia de la que no habían logrado sustraerse las sucesivas generaciones liberales.

La respuesta del presidente Coolidge, por el contrario, fue inesperadamente larga, once páginas remitidas no a los líderes legislativos que firmaron la resolución sino al gobernador Towner. (Ver apéndice número 11). Sus argumentos, enunciados en tono marcadamente tutorial, articularon mejor que cualquier otra declaración metropolitana desde 1898, la visión colonial de los Estados Unidos. Dentro de esa visión no había cabida para el discurso de liberalización política. Sólo había lugar para la sumisión y la dependencia

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EL ALMUERZO EN LA CASA DE LOS LÓPEZ-DEL VALLE

El encuentro de dos discursos descalificados por su incapacidad de enfrentar la crisis estructural y definir su ubicación dentro de la colonia ocurrió tras el intercambio de mensajes entre la Alianza y el presidente Coolidge. Mecidos por las brisas cercanas del Toa, y ante los manjares de un almuerzo campestre dispuesto por el anfitrión Federico López del Valle, la Alianza y los productores agrícolas sellaron su paz. Era la reunión de dos discursos derrotados. El discurso de la tierra que había penetrado en las contradicciones del discurso liberal no llevó a su conclusión lógica el proceso de diferenciación ideológica que inició en el verano de 1926. El discurso liberal, arrastrando la coexistencia contradictoria de la dependencia y la transformación modernizante, declinaba ante la reprimenda metropolitana.

Pero había cuestiones inmediatas que resolver. No era la hora de los lamentos ni de la autocrítica. Las elecciones estaban al cantío de un gallo. Por las costas, las jaldas, los barrios pueblerinos y los incipientes arrabales, los socialistas y los republicanos anti-Alianza de Rafael Martínez Nadal eran el enemigo que avanzaba.

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CAPITULO III: LA PATRIA AGRÍCOLA: EL DISCURSO DE LOS AGRICULTORES

INTRODUCCIÓN

Tras el sorpresivo anuncio político de la concertación entre un sector importante del Partido Republicano y el Partido Unión de Puerto Rico (adversarios tradicionales desde 1904) se abrió una brecha entre el discurso de los agricultores aglutinados en la nueva Asociación de Agricultores y el discurso de la nueva colectividad—la Alianza—tal como se desglosaba en el Manifiesto Tous-Barceló de 1924. A lo largo del cuatrienio 1924-1928, la Asociación de Agricultores produjo una articulación discursiva que aunaba contenidos de perfil sectorial tradicional con elementos contemporáneos más radicales. En otras palabras, la defensa del rol patrimonial de la agricultura enarbolada por las sociedades agrícolas en Puerto Rico en el último tercio del siglo 19 cohabitó en ese momento previo a la Gran Depresión con pautas afines a la ola de antiliberalismo que detonó el fin de la Primera Guerra Mundial en muchas partes del mundo. Desde un análisis discursivo de la Revista El Agricultor Puertorriqueño durante los años 1924 a 1928 se identifican las principales proposiciones de lo que he denominado el discurso de la patria agrícola en Puerto Rico y sus persuasiones retóricas, en las que se mezclan viejos tropos sobre la tierra, la agricultura y el rol social y político de los agricultores y nuevos tropos que se vinculan a la ola anti-liberal que arropaba al mundo y, en no pocas ocasiones, a los emergentes fascismos en Europa y América Latina.

Muchos de los precedentes tradicionales se encuentran en la Revista de Agricultura, Industria y Comercio, una de las publicaciones imprescindibles para auscultar el pulso de los sectores económicos nativos de fin de siglo 19.301 Entre ellos se destacan el sentido misional y la impronta moralizante que debía ejercer la agricultura en los asuntos del país, claves en el ideario fundacional de la Asociación de Agricultores del siglo XX. Desde la segunda mitad del siglo 19 y, específicamente, a partir de sus últimas dos décadas, se advierte en Puerto Rico, como bien lo ha señalado

301 La mayoría de los números de esta revista que se publica de 1885 a 1893 se encuentra en la Colección Puertorriqueña, Biblioteca José M. Lázaro, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

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Edmundo Colón, una estrecha relación de la élite intelectual criolla con los problemas del agro.302 En 1885, José Julián Acosta, fundó en San Juan la Revista de Agricultura, Industria y Comercio la cual impulsó desde sus páginas importantes campañas de modernización agrícola, y alentó los esfuerzos por crear la primera asociación de agricultores en la isla. Sus artículos y editoriales salidos de la pluma de figuras como Julián Blanco, Fernando López Tuero, y otros constituyen el antecedente más claro de los principios defendidos por la Asociación de Agricultores creada en 1924. A pesar de las transformaciones en el orden económico y la influencia de nuevas corrientes de pensamiento, los temas y aspiraciones comunes entre ambas generaciones exhiben un sólido hilo de continuidad. La asociación de 1924 tendrá como su vocero oficial también una revista303 la cual guarda muchas semejanzas con su antecesora de 1885 y en su mesa editorial se sentaron igualmente figuras de la intelligentsia criolla, como Manuel Zeno Gandía, Miguel Meléndez Muñoz, Pablo Morales Cabrera, y Ramón Gandía Córdova.304 Ambas publicaciones comparten una actitud conservadora moderada, una preferencia por el gobierno limitado y de gasto restricto y una defensa de los intereses económicos criollos frente a los protegidos intereses metropolitanos.

Pero una lectura comparada de ambas revistas nos muestra también la magnitud del cambio experimentado por las estructuras sociales y económicas de Puerto Rico en sólo 40 años. Si tras las páginas de la revista de 1885 ardía una fe en el progreso, una admiración ante los avances tecnológicos y un deseo de integrar la isla a la modernidad, la revista fundada en 1925 reflejaba ante todo la desilusión de los sectores propietarios nativos con las estructuras de producción y distribución vigentes y con el aparato gubernamental de la colonia que le servía a aquéllas de soporte administrativo y jurídico: “Bajo la soberanía española éramos un pueblo

302 Edmundo Colón, Datos para la historia de la agricultura de Puerto Rico antes de 1898, San Juan, Tipografía Cantero Fernandez and Co., 1930

303 La colección completa de la Revista El Agricultor Puertorriqueño, se encuentra en el Centro de Investigaciones Históricas, Facultad de Humanidades, Recinto de Río Piedras y en la Colección Puertorriqueña de la Boblioteca José M. Lázaro del mismo recinto. Abarca desde diciembre de 1925 a diciembre de 1941.

304 Ramón Gandía Córdova fue una figura de intereses diversos. Experto en agronomía, obras públicas y hacienda. Tiene una extensa obra escrita, poco citada en la historiografía sobre esa época .

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que caminaba, derecho al progreso, lentamente pero seguramente, al enlazar nuestra suerte a los Estados Unidos, esa nación, con 50 años de progreso más adelantado que nosotros, nos impuso con violencia todos sus adelantos, sufriendo con ello Puerto Rico enorme conmoción”.305

La frustración de los sectores productores criollos, acelerada por la crisis de 1921, abrió las puertas a las doctrinas anti-liberales que proliferaron en Europa y América a partir de la Primera Guerra Mundial. Estas doctrinas surgieron como una reacción contra el mundo positivista liberal y su ideología de individualismo en lo político y lo económico desnudado por la cruel conflagración de 1914.306 Reciben genéricamente la denominación de doctrinas o ideologías corporatistas aunque abrazan modalidades diversas como el fascismo italiano y el aprismo peruano. Todas ellas, sin embargo, defendían un nuevo orden social, una nueva solidaridad que negaba—en diversos grados—tanto el individualismo liberal como la lucha de clases sostenida por el materialismo histórico.

Las doctrinas corporatistas constituyeron una de las bases principales de regímenes totalitarios o autoritarios en Alemania, Italia, Portugal y España. Pero, a la altura de 1925, apenas inaugurado el régimen de Benito Mussolini, tales doctrinas no se veían con mucha aprehensión excepto por mentes clarividentes que se adelantaban a los tiempos como fue el caso de Bolívar Pagán, el líder socialista puertorriqueño. Más bien, aparecían como la respuesta que necesitaba un mundo horrorizado por los excesos del liberalismo, temeroso del desorden y la revolución y nostálgico de un orden donde privase el respeto, la eficiencia y el trabajo.307 De ahí su popularidad en tantas latitudes y su atractivo para muchos sectores sociales desalojados por la gran marejada del progreso.

305 “José Luis Pesquera, habla a los agricultores de Guaynabo” en Revista El Agricultor Puertorriqueña, vol. IV, núm. 7, 15 de octubre de 1927, p. 25.

306 Ernest Nolte, Three faces of fascism, New York, Holt, Rinehart, and Winston, 1966.

307 Benito Mussolini, “Es necesario navegar” en Escritos y Discursos, Barcelona, Editorial Bosch, 1935, 8 vols., II, p. 56

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LA IMPUGNACIÓN CORPORATISTA

La idea moderna del corporatismo surgió en Europa, como una reacción al complejo histórico Ilustración-Revolución Francesa, a su ideología anti-estamental y de igualdad jurídica de los hombres y al liberalismo económico dominante desde finales del siglo 18. Pero no fue hasta finales del siglo 19 cuando, en respuesta a los acelerados procesos de industrialización y urbanismo, se propusieron soluciones expresamente corporatistas para frenar lo que se veía como la inminente desintegración de la solidaridad social tradicional. El miedo a que los conflictos sociales de índole clasista y el crecimiento de las masas obreras condujeran a la revolución aumentó a partir de la Primera Guerra Mundial. En el interludio entre guerras, aparecieran los grandes cuerpos ideológicos corporatistas: el fascismo, el nacionalsocialismo y el falangismo, y un sinnúmero de expresiones ideológicas que acogieron muchos de sus contenidos. La popularidad de las ideologías corporatistas fue alentada por dos fenómenos concurrentes: la revolución rusa de 1917 y la crisis de la democracia y el capitalismo salvaje que la guerra y la depresión de la posguerra expusieron crudamente.308

La crítica al liberalismo político y económico asumió distintas modalidades desde el siglo 19. Una corriente nacionalista deploraba el cosmopolitismo de las estructuras liberales; los socialistas utópicos resentían que el estado liberal hubiese abandonado sus responsabilidades sociales; el anarquismo añoraba la realidad de un mundo ético donde el deber era la ley suprema; el sindicalismo reaccionaba contra la equiparación del trabajo humano con una mercancía. Y a partir de la segunda mitad del siglo, el socialismo científico, se añadió al coro de censores oponiendo a las teorías del mercado egoísta y abstracto, la teoría del materialismo histórico y de la lucha de clases como motor de la historia.

Lo que va a distinguir al corporatismo moderno de la mayoría de las anteriores impugnaciones al liberalismo fue su énfasis en la figura de la comunidad originaria o primordial. El corporatismo apuntó hacia la regulación social por un sistema valorativo donde los rubros capitales eran la Patria, la Religión y la Familia. Robert Newton habla de un “corporatismo natural” que deriva de la sangre, de la tradición, de la clase

308 Nolte, op. cit., p. 9.

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(no en un sentido materialista sino como estamento social) entidades que generan una mayor lealtad que los grupos de interés dentro del sistema capitalista.309 Charles Maurras, líder de la Action Française, veía en la nacionalidad el mayor de los privilegios. La mayor amenaza era la democracia, que socavando la tradición y el patriotismo, había tratado de destruirla con su tendencia niveladora. Había que restaurar el imperio de la tradición y el patriotismo y esto sólo lo lograría una élite generosa y desinteresada. A la sociedad civil liberal concebida de manera mecánica, el corporatismo opuso una sociedad vitalista y orgánica. Entre el Estado y los individuos se hallaban instituciones naturales que nacían de la solidaridad por el trabajo común, la tradición, la sangre y otros vínculos valorativos. Integrado a la tradición aristotélico-tomista en la cual la sociedad humana se concibe como la coordinación y la subordinación jerárquica de los intereses de los individuos en los de la colectividad, el régimen corporatista surgía de la agrupación de los individuos según la comunidad de sus intereses naturales y de sus funciones sociales.

Central a este ordenamiento se encontraba la valoración del trabajo como criterio de pertenencia y legitimidad en la sociedad. Viglietti en Lo Stato Corporatista (1933) resume el estado corporativo como el gobierno del pueblo que trabaja y produce para el bien inseparable de las partes y del todo.310 El criterio productivista está presente desde el nacimiento de uno de los sistemas corporatistas más conocidos: el fascismo. El periódico fascista Il Popolo d’Italia se subtitulaba “Diario de los combatientes y de los productores” para distinguirse de la prensa políticamente banal y adversarial de la Italia de la guerra.311 El mismo Mussollini hablaba de que los italianos estaban “cansados de limpiar el polvo y a los viejos bustos de yeso, queremos ser un pueblo de productores”.312

309 Robert C. Newton, “Natural corporatism and the passing of populism in Spanish America” en Frederick B. Pike (ed.), The New Corporatism, Indiana, University of Notre Dame Press, 1974.

310 Citado en Miguel Sancho Izquierdo et al. Corporatismo, Zaragoza, Editorial Imperio, 1937.

311 “Más allá y por encima de los alborotadores parlamentarios o mitinescos, hay en cada nación algunos centenares de miles de personas que trabajan’” en Mussolini, Escritos..., p. 56.

312 Sancho et al, op. cit., p. 106.

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También en el falangismo español se advierte el mismo énfasis en el trabajo y la producción. Uno de los símbolos falangistas era el yugo, instrumento de la labor sobre la tierra, imagen de la disciplina y el orden. Elevando el trabajo a la categoría máxima de las ciudadanías, el hombre dentro del régimen falangista tendría el deber ineludible de producir y el disfrute de derechos y libertades estaría en función de su contribución a la riqueza de la nación.313

Las teorías corporatistas reclamaron una base ética que los distinguía del excesivo materialismo moderno, una superioridad moral que apartaba a los individuos del breve “circuito del placer” de la sociedad liberal. Para el fascismo, por ejemplo, el hombre era encarnación de la Patria y la Nación “sometido a una ley moral que ata a individuos y a generaciones, vinculándolos a una tradición y a una misión...”314 Blanco reiterado de las críticas corporatistas lo fue la libertad burguesa que hacía libre al hombre para morirse de hambre. El auge del nacionalsocialismo y otras tendencias corporatistas en la década de los 1920 ocurrió precisamente en escenarios donde coexistían regímenes parlamentarios formalmente liberales y sociedades con inflación de seis dígitos y miseria extendida.315

Fueron igualmente teorías anti-individualistas, afirmativas de la desigualdad “irremediable pero fecunda y benéfica de los hombres que no se pueden nivelar mediante un hecho mecánico y extrínseco como es el sufragio universal...”316 El corporatismo rechazaba tanto la lucha de clases del socialismo como el individualismo liberal porque ambos conceptos legitimaban el conflicto como el eje del cambio social. Postulaba en cambio la armonía y la integración social entre los diversos grupos vocacionales y funcionales (las corporaciones en su sentido tradicional, no empresarial). Esta estructura social haría posible un desarrollo y modernización no conflictiva en la cual el estado regularía las relaciones intergrupales.317

El estado como regulador se ve claramente en la posición corporatista en torno a la propiedad privada. Las teorías corporatistas por lo general

313 Ibid. p. 188.

314 Ibid. p. 112

315 William G. Wells, Fascist Economic Policy, Cambridge, Harvard University Press, 1938.

316 Sancho et al, op. cit., pp. 115-116.

317 Wells, op. cit., p. 154. La Patria Agrícola

consideraban a la propiedad privada como la mejor garantía del trabajo humano y el ahorro y rechazaban el colectivismo soviético. Ahora bien, todas las formas de corporatismo enfatizaron una mayor justicia distributiva en la conformación de la propiedad. De ahí parte su defensa de la pequeña y mediana propiedad, de los patrimonios familiares, del régimen cooperativo, de las ligas agrarias y de legislaciones favorables al crédito agrícola.

A pesar de que los regímenes corporatistas que se consolidaron en la Europa de entre-guerras fueron fenómenos fundamentalmente urbanos promovieron importantes movimientos de reivindicación agraria como el célebre “Retorno a los campos” del Duce Mussolini.318 No se le escapaba a los ideólogos de estos regímenes que la mentalidad agraria era afín tanto a muchos de los criterios morales del corporatismo—la disciplina, la austeridad, el puritanismo familiar—como a las instituciones de tipo cooperativo, mutualista, intermedias entre el laissez-faire y el colectivismo.

Otra gestión corporatista que fue atractiva a sectores rurales y a sectores medios urbanos fue la oposición al excesivo gasto gubernamental de los gobiernos liberales. A este respecto se enfatizaba la frugalidad y autodisciplina como formas de vencer la depresión económica. En lo tocante a la instrucción pública, los regímenes corporatistas censuraron el despilfarro liberal en una educación pública impráctica y que promovía sueños fatuos de un progreso social indefinido. Concibieron la educación masiva de forma más práctica y sobre todo técnica, atacando al liberalismo en cuanto alentaba el bizantinismo, la abstracción y el ocio.

CORPORATISMO Y ANTILIBERALISMO EN AMÉRICA LATINA

La aparición de ideologías antiliberales y corporatistas en América Latina correspondió a la convergencia de procesos diversos. Por un lado, la quiebra de algunos regímenes positivistas-liberales (el caso más evidente fue el del porfiriato mexicano) y el derrumbe del modelo de civilización racionalista con el estallido de la Primera Guerra Mundial coincidieron con procesos europeos análogos.319 Pero, por otro lado, el surgimiento de estas ideologías

318 “Corporatismo Agrícola” en Mussolini, op. cit., IV, p. 56.

319 Leopoldo Lea, El pensamiento latinoamericano, Barcelona, Editorial Ariel, 1976, pp. 409-417.

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remitía a procesos genuinamente americanos. La especificidad de esta dinámica ideológica brotó de la existencia en América Latina de contextos coloniales y neocoloniales y del rol decisivo de Estados Unidos en la región.320

La impugnación al liberalismo fue, a la vez, una refutación a la dicotomía descrita por el escritor y político argentino Domingo Faustino Sarmiento—Civilización vs. Barbarie—y la reacción a la presencia cada vez más visible de Estados Unidos en los asuntos del continente.321 De ahí que en pensadores como José Martí y José Enrique Rodó, autor de Ariel, se conjugaron la censura a la postura liberal con la denuncia de la penetración política y cultural norteamericana. 322

El arielismo coincidió y contribuyó con la creciente hostilidad de ciertas élites latinoamericanas hacia el imperialismo político de Estados Unidos representado por la Guerra Hispanoamericana. Sin embargo, este rechazo adoptó un carácter contradictorio. Frederick Pike plantea cómo muchas de las élites dominantes de la región rechazaron la penetración política y cultural de los norteamericanos a la vez que estrecharon sus nexos económicos con Estados Unidos.323 Por un lado, el capital norteamericano servía como garantizador de las nuevas aventuras agro-exportadoras; por el otro, le permitía a las élites ejercer un dominio más cómodo sobre las masas a quienes se les negaba la participación en la cultura política liberal que los propios norteamericanos defendían. El argumento de Pike se extiende a la conclusión de que gran parte del anti-yankismo ideológico de las élites provino de su convicción de que la influencia cultural de Estados Unidos podía llevar a la desintegración social de las repúblicas latinoamericanas.324

En efecto, en las primeras dos décadas del siglo 20 surgieron en casi todas las sociedades de América Latina, grupos que impugnaron la ética burguesa y positivista que se había entronizado como filosofía de gobierno en las últimas décadas del siglo 19. El sueño de los llamados cientificistas

320 Roberto Fernández Retamar “Calibán” en Calibán y otros ensayos, La Habana, Editorial Arte y Cultura, 1979.

321 Ibid. p. 49.

322 Ibid. pp. 23-24; p. 49.

323 Pike, “Corporatism and Latin American- United States relations” en op. cit., p. 136.

324 Ibid. p. 165.

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mexicanos de transformar a la barbarie mediante la transmisión de una ética competitiva e individualista terminó en un absoluto fracaso. Pero, peor aún, al servir el positivismo como vía de enriquecimiento para una nueva oligarquía y para una burocracia sicofante, exacerbó el rencor y la sed de justicia de los desposeídos.325 Las élites tradicionales—los señores de la tierra y de la naciente industria—se encontraron de frente con fuerzas desatadas que era imprescindible contener. Se hizo necesaria una revisión del modelo político liberal en gran medida para separar a las masas populares de toda contaminación democratizante. Una de las vías de contención fue el nacionalismo cultural que transfirió el énfasis de la progresión material a las conquistas de índole espiritual, al rescate de los viejos valores patrios de la raza y la nacionalidad. En no pocas ocasiones, el nacionalismo cultural operó como una reafirmación de los tradicionales patrones de la deferencia, la dependencia y la sumisión.

Con la Revolución Mexicana de 1910 se intensificó el nacionalismo político-cultural. Aunque las afirmaciones nacionalistas adoptaron distintas modalidades, fue común a todas ellas un énfasis en el carácter orgánico, vitalista y tradicionalista de la patria, de la raza y la sociedad en contraposición al futurismo de la patria liberal. En algunos casos, como el mexicano, la vuelta a los orígenes significó el rescate de la tradición indigenista,326 pero en la mayoría de los países esa orientación vitalista dio lugar a una nostalgia del pasado colonial, de la estabilidad y solidaridad que un siglo de ensayos liberales había quebrado. Desde ese punto fue fácil pasar a la hispanofilia y a la revalorización del catolicismo como elementos unificadores abrazados por amplios sectores intelectuales y políticos hispanoamericanos en las primeras décadas del siglo 20. “‘La fórmula estribaba en rechazar la filosofía empírica y la moralidad utilitaria, del mundo occidental, en revivir la tradición, católica, y en resucitar la herencia colonial.”327

La incapacidad de las estructuras liberales para responder a la crisis defla-

325 Luis González, “El liberalismo triunfante” en Historia General de México, México, Colegio de México, 4 vols., III pp. 163-282.

326 Un ejemplo clásico es el movimiento aprista peruano. Para un resumen de su compleja ideología, ver González Casanova, op. cit., p. 127.

327 Ramón Eduardo Ruiz, “México: The challenge of poverty and illiteracy” en Interpreting Latin American History Ramón Eduardo Ruiz (ed.), New York, Holt, Rinehart and Winston, Inc., 1970, p. 270.

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cionaria a la altura de 1921 y el colapso de la mayoría de las economías de exportación latinoamericanas añadieron aún otro elemento a la reacción antiliberal: el nacionalismo económico.328 A medida que sectores productores no-monopólicos entraron en creciente contradicción con los intereses dependientes se generó una presión a favor de una reorientación nacionalista de la economía. Esta orientación nacionalista en lo económico se vio con mayor fuerza en la década de los 1930 pero ya desde la década anterior fluyó como posición asumida por sectores como el colonato cubano y los sectores del cacao del Brasil.329 Básicamente, estos sectores exigían una mayor participación en las ganancias de la agroexportación y una política gubernamental que favoreciera a los productores locales frente a los sectores ausentistas y a la oligarquía dependiente. Estas pequeñas burguesías estaban opuestas “a medias” a la oligarquía y al capitalismo; sus posiciones no eran anti-capitalistas ni socialistas, pero pedían una nueva conducción de la economía ya que el modelo liberal había fracasado.

El antiliberalismo de la posguerra trajo como consecuencia la admisión de elementos corporatistas en una búsqueda por restaurar la solidaridad tradicional y evitar también la politización de las masas populares. No fue un proceso homogéneo ni sincrónico en todos los países latinoamericanos. Dependió en gran medida del grado de desarrollo capitalista, de la inminencia de disolución social y de la fuerza relativa de las posiciones nacionalistas. México, por ejemplo, admitió rasgos corporatistas en la Revolución ya desde el régimen de Venustiano Carranza como vemos en la Constitución de 1917 mientras que en la Argentina el modelo liberal clásico siguió funcionando con relativo éxito hasta 1930.330 En Cuba, con una economía de exportación altamente dependiente, las ideologías anti-1iberales y corporatistas fueron asumidas por los sectores acorralados en el desarrollo económico. El colonato cubano de los 1920 fue antiimperialista y fuertemente nacionalista pero no anticapitalista a partir del desastre económico de 1921.

328 Pablo González Casanova, Imperialismo y liberación en América Latina, México, Siglo XXI, 1978.

329 Pike op. cit. p.145

330 Ibid. pp. 142-143. La Patria Agrícola

EL MODELO LIBERAL EN ENTREDICHO EN PUERTO

RICO

El caso puertorriqueño guardó, en muchos aspectos, características similares al resto de Hispanoamérica, aunque el contexto colonial imprimió su sello particular a los contenidos y procesos de recepción de las ideas corporatistas. Fue la ocupación norteamericana de la isla el contexto puntual sobre el que surgieron los textos del nacionalismo cultural puertorriqueño y, a partir de la década de los 1920, los textos de un nacionalismo económico influenciados por ideas antiliberales.

Tanto Luis Llorens Torres como José de Diego fueron portaestandartes de: “un grupo de profesionales e intelectuales que en el primer tercio del siglo XX ejerce un notable poder espiritual y político, y que aspiró a generalizar su visión e interpretación de la realidad puertorriqueña”.331 En los versos de Llorens Torres, aparecidos en los primeros años del siglo, se configura un mito edénico de la isla que tendría, según Arcadio Díaz Quiñones, “la función de contrarrestar el mito degradante que propone el imperialismo”.332 El modernismo literario en Puerto Rico se abrazó a esta corriente espiritual frente al percibido craso materialismo que conllevaba la dominación política y económica de la isla a manos de Estados Unidos. Intentó Llorens Torres oponer al texto imperial, un texto criollo glorioso: “una patria mucho más ancha, en el tiempo y en el espacio, y una historia portentosa: desde las profecías antiguas, el idílico mundo precolombino en América, la hazaña del linaje hispano y el futuro de la Hispania”.333

También en José de Diego los textos recogen la esencial espiritualidad del proyecto criollo: “Las islas son y deben ser independientes por la voluntad de Dios y la obediencia de la naturaleza: dominación alguna extraña sobre ellas es ilegítima y todas son contrarias al plan divino y al plan material de la génesis terráquea”.334 Y este destino criollo que apuntaba inexorablemente hacia la independencia se integraba a un contexto aún más vasto: la lucha mundial de la hispanidad: “...voy defendiendo con la

331 Arcadio Díaz Quiñones, El almuerzo en la hierba, San Juan, Ediciones Huracán, 1982, p. 23

332 Ibid. p. 35.

333 Ibid. p. 54.

334 de Diego, José, “Planes de Victoria”en Obras Completas, San Juan, Instituto de Culura Puertorriqueña, 2 vols. I, p. 398.

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emancipación de mi Patria, la hermandad de los pueblos iberos y llevo siempre en los ojos y en la mente la visión de la libertad puertorriqueña y el triunfo del alma española en la hegemonía y el progreso del mundo”.335

El antagonismo entre la raza ibera y la raza sajona sería decisivo. En su discurso de despedida al poeta José Santos Chocano tras su visita a Puerto Rico en 1913, de Diego exponía su suprema importancia:

¿Tiene la raza ibera el vigor suficiente, la vitalidad necesaria, para subsistir y perdurar ante la expansión y el poderío de la raza sajona, en el estrecho círculo de donde no se puede salir sino hacia el abismo? Este es el indeclinable problema que no hemos medido todavía en toda su trágica grandeza, que envuelve conjuntar la vida y el honor del pueblo puertorriqueño en América y el honor y la vida de la raza española en el mundo.336

Pero la inserción más clara de contenidos antiliberales en la literatura modernista no correspondió ni a Llorens Torres ni a De Diego sino a Manuel Zeno Gandía y Miguel Meléndez Muñoz.337 El primero, médico, agricultor, fundador del Partido Unión y del Partido de la Independencia y novelista. El segundo, agricultor cayeyano del tabaco, pedagogo, cuentista y ensayista. Común a ambos, una relación efectiva y material con la tierra, menos opaca quizás en Meléndez Muñoz, pero igualmente definitiva en Zeno Gandía. Asimismo, compartieron una fuerte vena criollista, el interés por lo autóctono, por las costumbres puertorriqueñas, un entendimiento profundo de los puertorriqueños y su paisaje que llevó a Meléndez Muñoz a crear un retablo de personajes campiranos, verdadero muestrario del pueblo puertorriqueño de principios de siglo y a Zeno Gandía a trazar en La Charca la pintura más incisiva y dolorosa de la compleja identidad criolla.

Pero sería un error ver estos textos como meros rescates folklóricos de un “Puerto Rico que se fue”.338 Las novelas de Zeno Gandía y los

335 de Diego, “Por Puerto Rico en la solidaridad iberoamericana” en op.cit., p. 423.

336 de Diego, “Puerto Rico en el problema de la raza” en op.cit., p. 435.

337 Manuel Zeno Gandía, Obras Completas, San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1973, 2 vols., Miguel Meléndez Muñoz, Obras Completas, San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1963, 3 vols.

338 La interpretación canónica de la obra de Zeno Gandía la expone Francisco

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cuentos de Meléndez Muñoz proyectaban, precisamente a través de su interacción con los contextos, la crítica a una problemática social, económica y política puntual. Los visos nostálgicos y de añoranza que podrían provocar la lectura de algún “cuento del cedro” o de alguna “crónica de un mundo enfermo”, quedan balanceados y ubicados por la radiografía sociológica e ideológica contemporánea que describen.

Zeno Gandía y Meléndez Muñoz poseyeron el ojo irónico que resalta contradicciones y desfases. Quizás en este aspecto, Zeno Gandía presenta una mayor dificultad para sus comentaristas. De los análisis que he consultado, el de Marta Aponte, 339de sólida base teórica, apunta hacia el blanco de la profunda ironía de Zeno Gandía en La Charca: sus personajes liberales, Juan del Salto, el doctor Pintado y el Padre Esteban. Arrellanados en sus cómodos sillones discurren los tres personajes sobre la sociedad enferma y el embrutecimiento de las masas. Su discurso positivista refleja la fe en el poder transformador de la educación:

Era cultura, mucha cultura lo que faltaba...340 …dar ciudadanía a la plebe341...Confesáronse los tres liberales. Anchura sí, anchura en la vida política y en la económica. No más tutelas. Hablaron de derechos y deberes, de amplitud, de igualdad, de necesidad de igualar ante la ley a todos los hijos de la nación, a todas las clases, a todos los individuos342.

Pero, dolorosamente, el discurso liberal en La Charca se queda meciéndose entre ideas y palabras. La parálisis en los personajes de La Charca es su código oculto. Mientras Zeno relata una crónica de muerte y destrucción, de pasiones de los hombres y pasiones de la Naturaleza, el discurso liberal cavila y no actúa. La bondad y la justicia liberal permanecen en el plano de las ideas, no revierten a los sufridos porque el liberalismo no dispone de los mecanismos para que ello ocurra. Para Aponte, la relevancia de Zeno reside en el señalamiento de las verdaderas contradicciones de su

Manrique Cabrera en Historia de la literatura puertorriqueña, Río Piedras, Editorial Cultural Inc., 1969.

339 La interpretación tradicional de la obra de Zeno Gandía la expone Francisco Manrique Cabrera en Historia de la literatura puertorriqueña, Río Piedras, Editorial Cultural Inc., 1969.

340 Manuel Zeno Gandía, op.cit, I, p. 24.

341 Ibid. p. 18.

342 Ibid. p. 188.

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clase, el haber puesto el dedo “en las raíces ideológicas del mito”.343 El mito era el de nuestra dependencia ancestral y de la inferioridad racial sobre el cual descansaba la organización y explotación de la colonia. En las páginas terribles de La Charca, como más tarde en las de El Negocio y Redentores, Zeno Gandía detecta las ambivalencias que acosaron al sector reformista: el positivismo materialista en coexistencia con un idealismo romántico; las simpatías por una democracia anglosajona a la par que acunaba un aristocratismo hispanófilo; la impotencia frente a una naturaleza enemiga, en oposición a la voluntad de conquista del espíritu.344 ¿Qué era el proyecto liberal sino la coexistencia paralizante de un discurso de transformación, con la aceptación de la desigualdad y la dependencia?

La parálisis de los personajes liberales en La Charca como la claudicación de Áureo del Sol en Redentores son las claves literarias del antiliberalismo esencial de Zeno Gandía. Ernesto Álvarez 345 quien también percibió en Zeno una impugnación al discurso liberal, lo remite, sin embargo, a la identificación del autor con la tradición libertaria de Ramón Emeterio Betances. Ciertamente, la crítica a la colonia es indispensable para ubicar la obra de Zeno Gandía que Samuel R. Quiñones caracterizó como “comedieta colonial”.346 Pero, si hacemos un balance integrado de los escritos de Zeno, de sus gestiones políticas y, sobre todo, de sus actuaciones públicas en la última década de su vida (Zeno muere en 1930), advertiremos que los elementos fundamentales de su propuesta de país son una profunda desilusión con respecto al liberalismo y su adhesión a una concepción orgánica de la sociedad.

Blanco principal de su ironía son los partidos, pilares políticos del liberalismo, a los que Zeno rebaja a la categoría de ‘sacudimientos de opinión’347 : “El error de los partidos, el error del liberalismo había sido engendrar unas estructuras jurídicas y abstractas por encima de los nexos naturales que rigen la conducta de los hombres. Antes que vivir, antes que respirar, antes que

343 Aponte, op. cit., pp. 44-45.

344 Ibid.

345 Ernesto Alvarez, Manuel Zeno Gandía: Estética y Sociedad, Tesis inédita Ph. D., New York University, 1977, p. 336.

346 Samuel E. Quiñones, “Nuestro novelista de la tierra: Manuel Zeno Gandía”, Indice, Año I, de 1930,

347 Manuel Zeno Gandía, Rendentores en Obras Completas, II, p. 207.

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ser humanos, exigen las banderías el mentiroso tributo a la democracia”.348

Todo el andamiaje de las elecciones se erigía sobre la hipocresía, el egoísmo y la corrupción de los partidos políticos. Pedro Piedra, sentenciaría en Redentores: “No sois partidos constituyentes, sino partidos administrativos. Lo que disputan es la mayor cantidad posible de poder para administrar la colonia”.349 En El Negocio (1922) Zeno Gandía caracteriza al gobierno como: “un régimen corruptor fundado en el egoísmo, en la usura, en los monopolios, en la desigualdad entre los ciudadanos y en privilegios que humillan a los criollos”.350

¿No es el San Juan de Redentores un antro, el fracaso de los sueños liberales?:

Era San Juan, el central reservorio de la colonia. En él caían los limítrofes y los alejados, los que buscaban negocios; los que tenían industrias ocultas; los que rehuyendo peligrosos encuentros buscaban escondite. Otros, además, sabían encontrarse en los recintos: los políticos del montón, los engañados leaders a flor de calle, los ayudantes de los gordos, los cojos, los que no sirviendo para nada sirven para todo.351

Más de treinta años pasaron entre la aparición de La Charca y la publicación seriada en 1925 de Redentores en El Imparcial. El discurso de sus personajes liberales en “la novela del café”, esperando milagros de la educación, es en 1925 el pilar de la ideología dominante que Zeno Gandía sigue mirando con profunda ironía: “¡ Vióse verdad más grande que hacer depender la justicia que se debe a un pueblo conquistado sin guerra, de que sepa leer y escribir en absoluto, o en la proporción que inventó el conquistador?”352

De igual manera, los cuentos, estampas y ensayos de Miguel Meléndez Muñoz arrancan de un profundo desencanto con el liberalismo. Desde el mostrador de la pulpería en Cayey donde trabajó de adolescente, Meléndez

348 Manuel Zeno Gandía, “Carta Número Tres”, Revista El Agricultor Puertorriqueño, vol. III, núm. 12, 30 de junio de 1927, p. 9.

349 Manuel Zeno Gandía, Redentores, op. cit., II, p. 123.

350 Manuel Zeno Gandía, ‘El Negocio’ en op. cit., II,

351 Manuel Zeno Gandía, Redentores, op. cit., II, p. 17.

352 Ibid. p. 180.

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Muñoz nutrió un amor por la tierra, y los que la cultivan que duró toda su vida.353 Sus lecturas de autodidacta (Tolstoi, Gorki, Gogol), hechas en momentos que robaba al trabajo en la tienda, afianzaron su devoción por la vida rural. Desde Yuyo (1913), su única novela, Meléndez Muñoz denunció el abandono desplegado hacia el campesino y los pequeños agricultores, engañados por las nuevas prácticas del progreso. Influido en aquel momento por las ideas de Hostos, el cayeyano revelaba aún su fe en el poder de la educación para impulsar el cambio social. Gradualmente, su obra, se llenó de escepticismo frente a las promesas del positivismo.

Vio en la enajenación de las tierras a manos de las grandes corporaciones la raíz de gran parte de los problemas sociales. Con la pérdida de la tierra, desaparecían los lazos de integración social para ser sustituidos por criterios abstractos y anónimos. Despojado el pequeño propietario de su lugar en la estructura de la sociedad, la red rural de convivencia y so1idaridad se esfumaba: “Las corporaciones exóticas suplantaron al pequeño terrateniente, cuyo trabajo significaba la despensa llena para la comunidad, una división equitativa... del suelo como base de la familia, de la sociedad y de la patria”.354 Los cuentos de Meléndez Muñoz son eco del grito de Rosendo Matienzo Cintrón “La tierra se nos va”. La segunda parte de Lecturas puertorriqueñas (1919) titulada “Desde una orilla de nuestra vida” está dedicada a Matienzo “en la ingratitud de nuestro olvido”:

Cuando la riqueza territorial del país estaba más repartida que hoy y los pequeños propietarios constituían un factor poderoso en nuestra producción, el campesino vivía y trabajaba con más holgura teniendo asegurado el hogar y la manutención para él y los suyos, sujetos a las limitaciones y reglamentaciones existentes entre el Capital y el Trabajo. El cultivo del café, principal producto nuestro entonces, obligaba al agricultor a sostener continuamente en su finca un número determinado de peones, o trabajadores para poder atender en todas sus fases la explotación de ese producto. En el presente, una parte considerable de nuestra población rural no vive ni trabaja en esas condiciones, porque el pequeño propietario ha ido cediendo el campo de las operaciones agrícolas a esas grandes

353 Miguel Meléndez Muñoz, “Introducción”, op. cit., I, pp. 9-190.

354 Miguel Meléndez Muñoz, “Estado social del campesino puertorriqueño”, op. cit., I, pp. 360-361. La Patria Agrícola

asociaciones colectivas del Capital que actualmente poseen las tierras más productivas y mejor situadas de nuestro suelo, y en ellas se cultivan otros productos de labranza y recolección periódicas con todos los adelantos de la agronomía moderna. La naturaleza de esos cultivos ha reducido su zona a jurisdicciones que contaban con terrenos adaptables para su explotación, en los cuales se ha suprimido las siembras de frutos menores (plátanos, malangas, tuberosas, etc.) por exigirlo así la necesidad de dedicar a frutos más productivos y de mayor demanda en el mercado el área de terrenos cultivables. Este nuevo aspecto de la cuestión ha creado mayores dificultades al campesino en la lucha por la existencia, llevándole a una competencia perjudicial fuera del sedentarismo en que vivió siempre. Al desaparecer el pequeño propietario, el campesino trabajador y económico ha perdido su opción personal al derecho de propiedad, pues existían, no hace mucho, pequeños terratenientes, peones en los comienzos de su época de trabajo, y en todo campesino había siempre un pretendiente a una pequeña parcela de terreno. Hoy saben los campesinos, que fueron pequeños propietarios y los que esperaban serlo algún día por su labor metódica y constante, que esas grandes y colosales empresas agrícolas industriales no les venderán un ‘terrón’ de tierra.355

Con la absorción de las tierras, Meléndez Muñoz denunció el asedio que sufría el hombre del campo por la cultura política invasora y sus imitadores en Puerto Rico. En la trilogía sobre Portalatín (La incertidumbre de Portalatín, La prosperidad y Portalatín en bankruptcy) satiriza los efectos de la política partidista y la política económica liberal.356 Al tornar al campesino en un número electoral, la democracia infanti1izaba y embrutecía. ¿De que valía concurrir a las urnas, ejercer los derechos democráticos si el hombre del campo era un esclavo en absoluta dependencia del anónimo trabajo asalariado? Para Meléndez Muñoz debía tenerse primero la libertad económica para entonces perseguir la libertad política: ...porque la libertad no es, exclusivamente la que instituyen los pueblos en sus constituciones políticas para su mejor gobierno. No es la que se reconoce en los Derechos del Hombre, ni en la Constitución americana,

355 Miguel Meléndez Muñoz, “La tristeza de los campos”, Cuentos del cedro, op. cit., I, pp. 669-670. 356 Ibid. pp. 716-737.

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porque no pueden ser libres los hombres y los pueblos que no han podido conquistar su independencia económica... la libertad empieza en la “mesa”, en el seguro y honrado yantar, para alzar su vuelo hacia la calle, con rumbo a las asambleas políticas, a los comicios y al parlamento...357

EL ANTILIBERALISMO EN EL PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO DE LOS 1920

Varias ideas antiliberales nutrieron la plataforma del Partido Nacionalista fundado en 1922 tras el abandono de la Base Quinta por el Partido Unión. Dos años después, la impugnación al proyecto de la Alianza por parte de los nacionalistas descansó, en gran medida, en un espiritualismo de corte arielista y en una defensa de la herencia hispánica y católica frente al liberalismo, el materialismo y el anglo-sajonismo de Estados Unidos. Pero la vinculación entre las corrientes antiliberales y el nacionalismo se intensificó a partir de la incorporación de Albizu Campos a los cuadros dirigentes del partido. El nacionalismo articuló entonces con mayor efectividad su visión social y económica y presentó un programa donde aparecían conspicuamente elementos corporatistas de organización social, específicamente la negación de la lucha de clases y su sustitución por una convivencia armónica de los sectores sociales en función de la nacionalidad:

Fuerzas nuevas vivifican la conciencia ciudadana imprimiendo a los trabajadores valor en el ejercicio de sus derechos y dándoles la concepción de la nacionalidad para que dejen de ser cosas cotizadas en el mercado internacional, aprendiendo a la vez que no hay honor más grande sobre la tierra que el ser ciudadano puertorriqueño.358

Rememorando el Puerto Rico previo a la invasión norteamericana, Albizu Campos señalaba:

En Puerto Rico había al contrario una homogeneidad entre todos

357 Ibid. p .669.

358 Citado en Taller de Formación Política, La cuetión nacional, Río Piedras, Ediciones Huracán, 1982, p. 134. La Patria Agrícola

los componentes y un gran sentido social, interesado en la recíproca ayuda para la perpetuidad y conservación de la nación, esto es un sentimiento raigal y unánime de patria. Por consiguiente, yuxtaponer en una lucha de clases al hombre que nada posee contra el que tiene dos pesetas era imponer un extraño elemento de discordia que holgaba en nuestro medio.359

La necesidad de adaptarse a las nuevas circunstancias políticas y económicas fue percibida también por los cuadros políticos dominantes en Puerto Rico. Si el miedo a una revolución socialista o al aplanamiento moral que sufrió Europa tras la Primera Guerra no se convirtieron en los motores de cambio profundo que fueron en el Viejo Mundo, no por ello dejaron de influir estas ideas en las expresiones políticas de una sociedad abatida por la crisis económica como lo era Puerto Rico. La intensa prédica anti-socialista de los 1920 en Puerto Rico fue el resultado del temor de las élites políticas tradicionales a que la “polis” histórica se ensanchara y los obligase a compartir la administración de los presupuestos con el “número”, con las masas. Pero, también, fue el producto de una tendencia conservadora mundial, incluyendo a Estados Unidos, de un mundo que deseaba volver a la “normalidad” y evitar los “movimientos espasmódicos” de los que hablaba Mariano Abri1.360

El discurso de la recién constituida Alianza no se sustrajo de las influencias de la época y admitió elementos fuera de la ortodoxia como la moratoria política anunciada en el Manifiesto Tous-Barceló y que pretendió reorientar las prioridades públicas del país. Lo fue también la división de roles sociales que señalaba el mismo Manifiesto que postulaba una especie de compartimentalización de la sociedad—los partidos políticos hacen la política, conducen y administran al país; los agricultores siembran; los obreros trabajan pero no forman partidos políticos, etc. ¿No es éste el momento en que el mismo Mariano Abril le cuestiona a Prudencio Rivera Martínez qué hace un tabaquero incursionando en el mundo político cuando hay otros hombres con credenciales más legítimas?

359 Pedro Albizu Campos, Obra Escogida: 1923-1936, Benjamín Torres (ed.), San Juan, Editorial Jelofe, 1975, 3 vols., I, pp. 184-185.

360 La Democracia, 14 de mayo de 1924.

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LA CRÍTICA ECONÓMICA

La crítica a las estructuras económicas se aceleró en Puerto Rico a partir de la crisis de 1921. No produjo en su momento una contribución de la talla provista por Ramiro Guerra en Cuba, pero sentó las bases para la toma de conciencia de los sectores agrícolas desplazados y la adopción posterior de modelos económicos que incluían elementos antiliberales y corporatistas.

Tres autores que analizamos a continuación partieron de una percepción común a Ramiro Guerra: el problema económico no era coyuntural ni explicable únicamente en función de las teorías liberales de precios y mercados. Estaba ligado a la posesión de la tierra o su dominio y al control de la riqueza agrícola. La crisis era eminentemente social y podía conducir a Puerto Rico, de no atajarse, a un desastre sin precedentes. José de Jesús Tizol representa la crítica al modelo económico fijado para Puerto Rico a partir de 1898; en Francisco Zeno vemos retratado el miedo propietario a la desintegración social y en Ramón Gandía Córdova, se presenta la propuesta de los propietarios de un nuevo orden social.

LA CRISIS DEL MODELO ECONÓMICO COLONIAL

Uno de los méritos del libro El malestar económico de Puerto Rico (1922) de José de Jesús Tizol, aparte de ser una bien argumentada descripción de la situación de la isla tras la Danza de los Millones, es que identifica el origen histórico del modelo económico colonial herido de muerte.361 Tizol señala que para conjurar la crisis económica provocada por el cambio de dominación y el huracán de San Ciriaco en 1899 se presentaron dos alternativas. La primera proponía contraer un empréstito para saldar la deuda pública y rehabilitar la infraestructura de la isla. Esta alternativa, que reflejaba la visión de los propietarios, recibió el endoso de la Cámara de Delegados desde su primera sesión y de los miembros puertorriqueños del Consejo Ejecutivo. La segunda alternativa consistió en propiciar la entrada de inversiones de capital norteamericano que generaran, mediante recaudación aduanera y tributaria, los ingresos necesarios para operar el gobierno local. La apro-

361 José de Jesús Tizol, op. cit La Patria Agrícola

bación del Acta Foraker representó el triunfo de la segunda alternativa.

En esta primera carta orgánica, según Tizol, se delinearon los mecanismos básicos para la entrada irrestricta de capitales a la Isla. A partir de 1901, se estableció aceleradamente un cuadro de garantías adicionales al capital: libre entrada al mercado protegido de Estados Unidos; leyes de franquicias y corporaciones favorables; baja tasación de la propiedad; red bancaria predominantemente norteamericana y disponibilidad del tesoro público para mejorar la infraestructura. Para Tizol, la protección tarifaria fue la garantía básica para el capital extranjero. Sin embargo, el beneficio tarifario no se extendió en igual medida a los consumidores y productores puertorriqueños ya que “dada la constitución de la industria del azúcar, revierte en definitiva al bolsillo de algunos centralistas residentes en la isla y en su mayor parte va a parar a los accionistas que residen en los Estados Unidos como rendimiento del capital importado. . .” 362

Respecto a la tierra, la garantía recibida por el capital ausentista se basó principalmente en la inoperancia de la Ley de los 500 acres ( “aliados capital y tierra, la central necesitaba de mayor cantidad de tierra para garantizar la molienda y, sobre todo, para que no pudiese imponer el colono la proporción de azúcar que debía, corresponderle en la producción”), y en una política de sub-tasación de la propiedad de las grandes empresas.363

En la consolidación del plan colonial—prosigue el análisis de Tizol—el capital recibió el apoyo invariable de las estructuras políticas locales. Las administraciones unionistas, a partir de 1904, aprobaron legislación favorable a la banca no-nativa; proyectos de riego para servir a las áreas azucareras; leyes de contratos de refacción que dejaban inerme al colono y otras disposiciones. El proceso de penetración del capital ausentista se extendió a lo largo de las primeras dos décadas del siglo 20 hasta que la crisis de 1921 lo sacudió violentamente. La baja en los precios del azúcar—de una cúspide de .23 centavos por libra a .03 centavos produjo un descenso sensible en los ingresos por concepto de las exportaciones. Pero, el efecto mayor de la crisis—de acuerdo con Tizol—fue sobre las centrales nativas que, alentadas por la subida de los precios, se apresu-

362 Ibid. p. 47.

363 Ibid., pp. 133-138.

La Patria Agrícola: El Discurso de Los Agricultores

raron a comprar tierras a precios elevados y pagaron la caña a cualquier cantidad en la certeza de que la bonanza continuaría. El desplome económico hizo que la tierra perdiera su falso valor; los bancos recibieron cientos de nuevas hipotecas y ejecutaron a los deudores insolventes.

En su libro, Tizol caracteriza a las crisis de 1921 como la más aguda en la historia de Puerto Rico y señala que sus efectos a largo plazo serían devastadores ya que habría abierto la puerta para la ulterior dominación del grupo nativo de centralistas a manos del capital extranjero (los casos de Rufina, Coloso, Vanina, Puerto Real, Machete y Carmen eran premonitorios). La visión de Tizol sobre las posibilidades de reformar el sistema es, a grandes rasgos, pesimista. Propone en su libro un plan de reconstrucción cuya base sería una reforma contributiva que contuviera la impunidad de las corporaciones y la fuga de capitales.364 Recomienda, además, una protección efectiva para el café. Estos y otros elementos del plan conllevaban lo que Tizol denomina “alejarse de la política de plataformas ideales y lanzarse a la conquista de la independencia económica”, reclamo lógico de los sectores medios acorralados por el avance de las corporaciones. Sin embargo, los remedios quedaban cortos ante el análisis. Su plan de reconstrucción era desesperado y poco viable a corto plazo frente al malestar que tan certeramente acabada de denunciar.

EL MIEDO A LA PROLETARIZACIÓN

Producto también del golpe que representó para los sectores agrícolas nativos la crisis de 1921, es el libro de Francisco Zeno, El obrero agrícola o de los campos. 365 Representaba Zeno a un sector de agricultores acomodados del tabaco cuya dependencia respecto a los compradores de New York y a las empresas tabacaleras establecidas en Puerto Rico era cada vez más acentuada y resentida. Transpira el libro un miedo a la inminente proletarización del país. Este aumento en las filas proletarias no era un mero problema demográfico sino el resultado fatal de una dislocación del sistema económico de Puerto Rico. Culpables para Zeno eran los “trusts” azucareros y tabacaleros, los cuales “al ensanchar

364 Ibid., p. 43.

365 Zeno, Francisco M., El obrero agrícola o de los campos, San Juan, Tipografía La Correspondencia, 1922.

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día tras día el monopolio de la tierra, desplazan al pequeño propietario, ese factor capital de nuestra organización colectiva y causan honda y grave transformación en nuestra vida económica, política y social”.366

Pero el análisis de Zeno no desemboca en una denuncia de la penetración económica ausentista tanto como la de su monstruo concomitante: el auge socialista. Priva más en Zeno el terror a una “utopía socialista” que una evaluación crítica del sistema agroexportador. Las soluciones que sugiere en su libro para evitar un mayor desplazamiento de los pequeños propietarios resultan confusas. Por un lado, propone la restricción del sufragio entre los analfabetos para detener el avance socialista y “la perniciosa idea de la lucha de clases” y, por el otro lado, alienta a los propietarios a un tratamiento compasivo y paternal de los obreros y el establecimiento de industrias livianas.

La sociedad ideal, según Zeno, era una donde imperase “la mayor división posible de la propiedad” como la Francia anterior a la Primera Guerra Mundial.367 Al pequeño propietario le asigna un rol providencial: “Cada pequeño propietario que se conserve ha de ser un soldado frente a la demagogia y la anarquía. Cada pequeño propietario que se arruine es un candidato más en ruta abierta a las filas de los desesperados.”368

En 1929, Francisco Zeno ganó el primer premio en el Certamen Interamericano de Ensayo auspiciado por el Ateneo Puertorriqueño y cuyo tema era la influencia de la industria azucarera en la vida antillana 369 A raíz de la publicación del libro de Ramiro Guerra y de la creciente inestabilidad de la industria azucarera, el tema había desatado una amplia discusión pública. La visión de Zeno en este nuevo trabajo fue básicamente la misma que en El obrero agrícola... pero hay algunas modificaciones que conviene mencionar. En primer lugar, su crítica al sistema agroexportador es en el segundo ensayo más contundente. Zeno acusa al sistema de propiciar la ruina de los colonos, la esclavitud de los trabajadores, las intervenciones subterráneas en los gobiernos y la burla descarada a las leyes. Y, sobre todo

366 Ibid. p. 85.

367 Ibid., p. 128.

368 Ibid., p. 129.

369 Francisco M. Zeno, Influencia de la industria azucarera en la vida antillana y sus consecuencias socíales, San Juan, Tipografía La Correspondencia, 1935.

La Patria Agrícola: El Discurso de Los Agricultores

es culpable de remover “las bases seculares de tradiciones vetustas”.370 En segundo lugar, su anti-socialismo se modifica. A diferencia de 1922, Zeno es en 1929 más realista y admite que en Puerto Rico no hay tal “peligro rojo” porque lo estrangula el guante acerado del Coloso del Norte y porque la Isla está intervenida desde que la cedió España como botín de guerra.371

¿Cuál debía ser el proyecto de país? Para Zeno, llana y sencillamente, el rescate de la tierra en manos de las corporaciones y su restitución a labradores nativos o residentes a la manera de Australia y Nueva Zelandia, los modelos de pequeña propiedad blanca tan en boga. La dificultad residía en cómo habría de hacerse.

LAS LIGAS AGRARIAS: OTRO MODELO ECONÓMICO

Quien creía saber cómo se solucionaba la crisis del sistema agroexportador era Ramón Gandía Córdova, una de las figuras que más contribuyó a sentar pautas de pensamiento social en la década de los 1920. En el pensamiento de Gandía Córdova convergen elementos de la fisiocracia y una crítica contemporánea al sistema agroexportador en Puerto Rico tras la Gran Guerra y la crisis de 1921.372 De los fisiócratas había heredado la creencia de que la base verdadera de la prosperidad de un país residía en un pequeño agricultor activo y eficiente. La experiencia de la Primera Guerra validó aún más esa proposición y puso de manifiesto “la necesidad de la agricultura para conservar la independencia de los pueblos y la importancia del agricultor como factor social y económico”.373 Para Gandía Córdova, el mundo iba rumbo a una revalorización de la pequeña propiedad. El absurdo residía en que Puerto Rico vivía en medio de una “explotación comercial tipo cartaginés”. El país—denunciaba Gandía Córdova—remaba contra la corriente del mundo al apoyar la concentración de tierras y un sistema de contratos de arrendamientos, propios de un régimen feudal.

370 Ibid. pp. 27-28.

371 Ibid. p. 60.

372 Ramón Gandía Córdova, La organización rural de Puerto Rico, San Juan, Negociado de Materiales, Imprenta y Transporte, 1922. Una fuente de primer orden para el conocimiento del ideario fisiócrata lo constituye la Revista de Industria, Agricultura y Comercio 1885-1893, en la cual colaboraron figuras tales como José Julian Acosta, Fernando López Tuero, Agustín Stahl y Julián Blanco.

373 Ibid. pp. 78-79.

La Patria Agrícola

El sistema agroexportador vigente en Puerto Rico merecía su repudio: “Los pueblos que producen sólo para exportar y hacer dinero para con esto comprar en el exterior todo cuanto necesitan para su consumo, incluso lo que pueden producir, son pueblos que no viven en realidad de su industria sino del comercio exterior, siendo este el verdadero organizador de su economía social, que naturalmente organiza de acuerdo con sus necesidades. Esa es la característica de las colonias de explotación comercial; y ese es el régimen que impera en casi todos los pueblos hispanoamericanos, no importa cuál sea su régimen político”.374

A Gandía Córdova la prosperidad que trajo la guerra no le engañó.

En el mismo informe de gobierno en el que el Gobernador Yager hablaba de “a year of extraordinary prosperity and peaceful progress”375 Gandía Córdova, que ocupaba interinamente el puesto de Comisionado de Agricultura, se preguntaba si la bonanza comercial sin precedentes era índice suficiente de una bonanza económica para toda la isla. El progreso era obvio—argüía Gandía Córdova—si se utilizaban criterios puramente mercantiles, pero ¿cómo podía hablarse de progreso en un país donde 300,000 son indigentes fuera del sistema productivo y de distribución? Añadía en su análisis: “Es en la manera anormal como funciona la distribución en Puerto Rico que se encuentra la causa de toda la miseria del país... “376 El sistema agroexportador había trastocado las prioridades sociales: “Bajo el sistema económico prevaleciente, el único propósito de la producción es satisfacer las necesidades del comercio de hacer dinero...”377 y había creado una honda brecha: de un lado, los grandes consorcios comerciales, del otro, los obreros, los campesinos y los pequeños agricultores...”quienes no tienen participación en las grandes empresas comerciales [y] tienen que pagar por las ganancias hechas por los comerciantes, lo cual significa realmente un impuesto sin consentimiento, un hecho contrario a la verdades democracia”.378

En el más inusitado informe de agricultura de la década, Gandía Córdova cuestionó una de las vacas sagradas del sistema: la tarifa. En lugar de

374 Ibid., p.45.

375 Report of the Governor of Porto Rico 1920, p.1.

376 Ibid. p. 503.

377 Ibid., p.505.

378 Ibid

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mirarla como la llave de entrada al mercado de los Estados Unidos para los productos de la agroexportación (el criterio de la producción), la ve como la base del injusto sistema comercial (el criterio de la distribución). Para Gandía Córdova, era la tarifa la que acentuaba las grandes diferencias económicas entre las clases sociales “enriqueciendo a los ricos aún más y empobreciendo más al pobre”.379 La tarifa aseguraba un margen de ganancia en las exportaciones de azúcar y tabaco que beneficiaba a unos pocos. Esa misma tarifa aplicada las importaciones, encarecía los artículos de consumo popular afectándose las mayorías, los sectores pobres y medios.

Por otro lado, la subordinación a los intereses agroexportadores determinaba el patrón de tenencia de tierras. En un país de gran densidad poblacional y pobreza generalizada, estos intereses eran responsables de que una quinta parte de la tierra cultivable estuviese baldía en lugar de destinarse a la agricultura de subsistencia.380 Al final de su informe, Gandía Córdova sugiere un plan de organización rural a base de ligas-asociaciones democráticas de producción, consumo y crédito, el cual amplió en su libro Organización rural de Puerto Rico.

En agosto de 1920, Gandía Córdova presidió una reunión en la cual se organizó la Federación de Ligas Agrarias de Puerto Rico. Cabe señalar que, aunque el proyecto no obtuvo los resultados que perseguía (las 35 ligas municipales organizadas entre 1922 y 1924 fueron de corta vida) constituyó el precedente directo de la Asociación de Agricultores de 1924. Tres miembros del primer comité ejecutivo de la Federación de Ligas Agrarias, Arturo Lluberas, Pablo Morales Cabrera y José Luis Pesquera serían figuras claves en la génesis y desarrollo de la Asociación de Agricultores.

En la misma línea que los fisiócratas, Gandía Córdova y el grupo propulsor de las ligas defendieron el ideal de la armonía social frente a los efectos disociadores de la economía agroexportadora del siglo 20. Gandía Córdova presagiaba que, de no neutralizarse el abismo entre capital y trabajo, la clase obrera eventualmente vencería a la burguesía (aun cuando tuviese que recurrir a la violencia).381 Las ligas aparecían como el medio de conciliar los

379 Ibid. 507.

380 Ibid. p. 503.

381 Gandía Córdova, op. cit., p. 139. La Patria Agrícola

intereses cada vez más alejados. En un país eminentemente agrícola como lo era Puerto Rico, las ligas “harían del agricultor el dueño de su capital y su trabajo, un factor social consciente de sus derechos y sus deberes, el más necesario en toda la comunidad y.… de la agricultura la ocupación más útil y la mayor recompensa de todas las industrias”.382 Los obstáculos en la consecución de este ideal eran las instituciones políticas, los políticos y el sistema bancario que estaban al servicio del capital. Lo peligroso era que detentaban el poder con lo cual se ahondaba más la brecha entre las clases.

La influencia de Gandía Córdova en la Asociación de Agricultores fue decisiva ya que fue el autor—junto a Enrique Landrón—de la mayoría de los modelos de reestructuración contributiva, crediticia y de democratización rural que se propusieron a lo largo de la década de los 1920. Fue, además, el más entusiasta defensor de la creación de instituciones económicas intermedias que protegieran a los pequeños y medianos propietarios de la avaricia creciente del mercado capitalista.

Si los libros de Tizol y Zeno constituyeron profundas denuncias del funcionamiento del sistema agroexportador y de sus consecuencias sociales desintegradoras, Gandía Córdova fue el expositor de alternativas puntuales y detalladas de desarrollo económico para los sectores nativos. Su análisis de la bancarrota del sistema económico dependiente le llevó a prescribir soluciones corporatistas en lo económico y lo social que formarían parte del ideario de la Asociación de Agricultores, tal como se concretó de 1924 a 1928.

EL ANTILIBERALISMO EN EL DISCURSO DE LA ASOCIACIÓN DE AGRICULTORES

El proceso que llevó a una particular articulación discursiva por parte de los agricultores surgió del empeoramiento de la situación económica y del creciente distanciamiento entre la Alianza y los intereses de la mayoría de los sectores agrícolas a partir de 1925. Incorpora una crítica al sistema económico dependiente, el cuestionamiento del discurso del progreso elaborado por la Alianza, los miedos a la desintegración social y a la pérdida de ubicación de los sectores propietarios nativos

382 Ibid., p. 88.

La Patria Agrícola: El Discurso de Los Agricultores

como también un apego a valores tradicionales fomentados desde la segunda mitad del siglo 19. Mas como hijo de su tiempo, el discurso de los agricultores adoptó perspectivas y elementos del antiliberalismo y el corporatismo emergentes en la década del 1920. Tanto los textos del nacionalismo cultural como los del nacionalismo económico, desmitificadores del discurso liberal, penetraron en el discurso de los agricultores convirtiéndole en una sólida impugnación de los esquemas de la Alianza.

Las páginas de la Revista El Agricultor Puertorriqueño registran en toda su complejidad las proposiciones principales de un discurso en ocasiones contradictorio de sectores económicos en vulnerabilidad, agudos críticos del orden liberal que los destruyó, defensores de otro orden que nunca llegaría.383

LOS HIJOS DE CERES

“A los agricultores llamaron Fuerzas Vivas. ¿Por qué no han de vivir en verdad?”

Manuel Zeno Gandía

En octubre de 1925 apareció una pequeña publicación bajo el título de “Llamado a las filas”.384 Era como su nombre lo indica, una exhortación a los agricultores del país a unirse a la naciente Asociación de Agricultores, pero también la semilla de lo que se convertiría en la Revista El Agricultor Puertorriqueño. Anteriormente, hubo al menos dos iniciativas para crear un órgano de la asociación, pero no fue hasta que Pablo Morales Cabrera y Manuel Zeno Gandía armaron el pequeño folleto que la Asociación encontró un modelo de divulgación afín a sus propuestas.

La revista resulta ser una curiosa mezcla: incisivos editoriales donde se discute la situación política y económica del país; una sección doctrinal donde se proponen modificaciones a la legislación vigente; primicias de

383 La Revista El Agricultor Puertorriqueño fungió de órgano oficial de la Asociación de Agricultores de 1926 al 1941.

384 La tónica mordaz y la crítica incisiva al discurso liberal caracterizan a la revista desde la publicación del Llamado a las filas hasta 1933 cuando muere Pablo Morales Cabrera. Zeno Gandía había muerto 3 años antes.

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poetas como Virgilio Dávila y Braulio Dueño Colón; cuentos ingleses de romances; recetas de cocina; consejos médicos, de veterinaria y agronomía. Es, ante todo, una revista para agricultores, para los miles que, en el Puerto Rico de 1926, eran los olvidados “hijos de Ceres’’.

Desde la aparición de “Llamado a las filas” resaltó como tema central una crítica a la concepción política liberal. En el artículo de Juan. N. Matos, los políticos aparecían como posesos de “la vanidad y el vicio”385 y necesitados de la acción punitiva y ejemplarizante de las “fuerzas vivas”. Los agricultores y comerciantes estaban cansados de “las injusticias y las irrespetuosidades”.386 La tónica moralizante se repite en el editorial “Nuestros propósitos” en el número inaugural de la revista en el que se traza una plataforma de reivindicación de las clases propietarias. Había llegado el momento de sacudirse de viejas sujeciones y reencontrar la ubicación social enajenada: “Los verdaderos dueños de Puerto Rico son los agricultores, aunque hasta hoy se hayan resignado con el desempeño del papel de siervos”.387 A éstos les asistía el derecho de intervenir en la conducción del país porque eran moralmente superiores “es la clase que menos tributo paga a la delincuencia y que más aporta a las arcas del erario público”.388 Son los agricultores los hombres de “la laboriosidad y orden porque el orden garantiza el éxito de sus afanes”.389

Hasta ese momento, argüía la línea editorial, los propietarios habían sido utilizados por los políticos. Creados para servirle a las sociedades, los políticos terminaron por asumir una vida propia para la consecución de sus privativos intereses:

De ahí que la estructura política liberal funcionase a la inversa que la ley natural: los programas políticos surgían de la cabeza de los caciques para someter a la base del cono, los productores y trabajadores del país. Por tradición, las fuerzas vivas habían sido obligadas a votar candidatos y a pagar elecciones, y, peor aún, a pagar por los desaciertos de los aspirantes a un PODER que ni aún siquiera tiene

385 “A su tiempo se maduran las uvas”, Llamado, p. 22.

386 Ibid., p. 23.

387 “Nuestros propósitos”, REAP, vol. I, núm. 1, 12 de diciembre de 1925, pp. 3-4.

388 Ibid.

389 Ibid.

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la bondad de existir.390

Lo que el gobierno había instalado era una tienda de ilusiones; repartía favores, empleos, daba concesiones, pero, “eso es todo”. Y el articulista se preguntaba: “¿Y para tan inconsistente poder han de luchar los criollos en púnicas discordias?” 391 El cacareado poder de los políticos era “un cuento de Bocaccio”392 pues el verdadero poder residía en Washington:

¡No hay poder! Lo que necesitamos es libertad para nuestros negocios; respeto a la propiedad ajena que nadie tiene derecho a destrozar con abusivos tributos, paz y trabajo, y liberación del usurpador poder tributario que fue a sus poseedores secuestrado, y debe devolvérseles.393

¿Le asistía a los agricultores el derecho de intervenir en la discusión política? Para el discurso liberal los grupos de interés fuesen económicos o no, debían canalizar su reclamos y posiciones vía los partidos políticos.

A medida que la crisis económica se agravó, los agricultores impugnaron ese dictum y clamaron por una intervención política directa. En 1926, tas la visita de los comisionados de las asociaciones productoras a Washington, la Asociación de Agricultores sentenció que el problema económico había dejado de situarse en el terreno de los hechos para situarse en el de los principios. Ya no se cuestionaba si crisis existía o no. Lo que debía discutirse era si en su resolución entrarían los agricultores de forma directa sin el cedazo de la representación partidista.394

Ante las insistencias de los agricultores en intervenir en los asuntos públicos que les concernían fuera de los canales de los partidos, la Alianza se lanzó a la defensa de su privilegio de representación política con diversidad de armas, incluyendo un intento de acuerdo con los socialistas. Así reaccionaba la revista:

390 “No hay poder”, REAP, vol. I, núm. 1, 12 de diciembre de 1925, p. 8.

391 Ibid

392 Ibid

393 Ibid.

394 “Mensaje de la Comisión que fue a Washington”, REAP, vol. II, núm. 3, 24 de julio de 1926, pp. 8-9.

La Patria Agrícola

A nuestra propaganda en favor de la reconstrucción económica del país, se ha contestado desencadenando contra nosotros todo el furor de las iras populacheras. Imprudentes, iracundos, sin conciencia de la responsabilidad que contraen ante la historia, los líderes políticos se han abrazado a la bandera del radicalismo más inconsciente; han predicado la guerra del pobre contra el rico; han agitado, movido, explotado el sentimiento de odio que sus líderes de antaño sembraron en el corazón del proletariado han hecho causa común con estos líderes y han demostrado estar más dispuestos a entregar el presente y el porvenir de la Isla a la irresponsabilidad y a la ignorancia, que a reconocer a los agricultores el derecho que como puertorriqueños y como contribuyentes tienen a intervenir en el manejo de nuestros negocios públicos”. 395

En su censura al dirigismo de la Alianza, los agricultores cuestionaron el monopolio del patriotismo que se adjudicaba el partido en el poder en sus memoriales y declaraciones al país al señalar: “Todo lo hacemos por la patria sin aspirar a ser patriotas”. 396

Fue característico de las impugnaciones antiliberales en el mundo el verse como cruzadas purificadoras frente al “virus de la política”. Igual ocurrió en Puerto Rico. Los agricultores deseaban sacar a los mercaderes del templo y limpiar la casa:

La política de Puerto Rico se ha venido haciendo a base de conseguir un programa ficticio que ha venido a beneficiar a un grupito de especuladores políticos en detrimento de los intereses públicos y del bienestar general del país. Vamos a hacer desaparecer a todos los especuladores políticos, para poner hombres frente a nuestra administración que se preocupen por la agricultura de nuestra isla y levanten su nivel mundial.397 Era necesario redefinir el concepto de la política. Ante las denuncias de un periódico local (que no identifican, posiblemente La Democracia) de que la Asociación de Agricultores estaba haciendo política contestan:

395 “A la asamblea”, REAP, vol. IV, núm. 1, 15 de abril de 1927, p. 3.

396 “Todo lo hacemos por la Patria sin aspirar al título de patriotas”, REAP, vol, II, número 21, 4 de diciembre de 1926, p. 28

397 “Frente a las elecciones”, REAP, vol. VI, núm. 1, 15 de julio de 1928, p. 14.

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“SÍ, ¡estamos haciendo política! Y política, lo saben hasta los bebés es el arte de administrar”.398

Típico también de los discursos antiliberales fue desdeñar el idealismo en la política: “La política de idealismo y sentimentalismo carentes de elementos prácticos no tiene razón de ser”.399 Era imperativo modificar las prioridades: “La interrogante del momento es si ha de seguir predominando la ‘historia política’ sobre la capacidad, la aptitud y la honradez que hacen el mérito, y que hacen o harán la buena administración que todos deseamos”.400 Derribados los yesos políticos de los que hablaba Mussolini, se volvería al objetivo social primigenio: “No hay ideal ni principio político que contrarreste o balancee en valor ni interés, con el de la defensa de los intereses económicos de la riqueza común”.401

Las páginas de la revista no sólo desmitificaban el poder conceptualizado y gestionado por los partidos sino también la democracia liberal impotente ante el embate de la crisis económica: “La chistera y el frac son incompatibles con estómagos vacíos, no lucen, son ridículos”.402 La realidad de un Puerto Rico con hambre teñía de frivolidad la lucha por mayores libertades políticas en la que estaba enfrascado la Alianza en el poder. Si el país vivía en una “menesterosa esclavitud económica” no tenía sentido gastar energías en lograr un gobernador electivo que la misma dependencia económica maniataría.403 En la sección doctrinal del 10 de abril de 1926 se abundaba sobre el tema de democracia y pobreza. Eran los países ricos los que podían darse el lujo de ser democracias. Estados Unidos tenía recursos ilimitados que podía derrochar y la esencia de la democracia era precisamente el gasto. Puerto Rico, país pobre, debía organizarse bajo otro sistema, el de la economía y la austeridad, tal como la Italia del “gran Mussolini”.404

398 “Haciendo política”, REAP, vol. I, núm. 10, 13 de febrero de 1926, p. 3.

399 “Artículo de Telesforo Andino”, REAP, vol. V, núm. 12, 30 de junio de 1978, p. 20

400 “Editorial”, REAP, vol. VI, núm. 2, 31 de julio de 1928, p. 6.

401 Artículo de Telesforo Andino…, pp. 19-20.

402 “¿Es la democracia un obstáculo para administración económico?”, REAP, vol. I, núm. 18, 10 de abril de 1926, p. 9.

403 “Nuestro Aniversario”, REAP, vol. II, núm. 21, 4 de diciembre de 1926, p. 3.

404 ¿Es la democracia..., op. cit

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UNA ÉTICA DE FRUGALIDAD Y SENCILLEZ

Otro de los mitos que alimentaba la democracia—decían los agricultores— era el de representatividad. Con el título “La inmodestia del estado”, el editorialista critica al estado liberal porque se estimaba más inteligente que los ciudadanos que lo componían. La representatividad de los legisladores era un engaño, simplemente representaba una mayoría, realidad numérica “a menudo mínima, variable, momentánea…”. 405 Igualmente, el discurso criticaba a la democracia por engendrar una burocracia de crecimiento desproporcionado. Los agricultores resentían de forma especial la red tupida de empleados públicos a la que catalogaban de parasitaria. En el número correspondiente al 31 de mayo de 1927, el autor sentenciaba: “Si hubiese una cárcel para encerrar a los ladrones del pueblo estaría llena de burócratas, abogados, alcaldes, etc.”406 Lo que se imponía era una nueva concepción de gobierno, prudente y espartana: Se precisaba, como en los buenos tiempos de Jefferson, un plan de “republican simplicity” que rigiera no solamente en las costumbres sino también en la manera de gastar dentro de la comunidad.407

Para los agricultores, el derroche era un pecado social, un delirio de vanidad pública sin lugar en un país pobre: “Si un país no ha economizado en los ultimos años, por ejemplo, dinero bastante para construir un capitolio, no es de esperarse que pueda economizar ese dinero en los proximos veinte años”.408 Era un imperativo de honor el saneamiento del gasto público: “El honor del crédito no consiste en pedirlo, el honor en el crédito consiste en pagarlo. Si nuestras municipalidades deben 23 millones de dólares ¿no es hora de empezar a pagarlos y no seguir saqueando los bolsillos de los contribuyentes con nuevos préstamos?”409

En comunión con las denuncias a la prepotencia de los políticos hechas

405 “La Inmodestia del Estado”, REAP, vol. IV, núm. 18, 6 de noviembre de 1926, p.4.

406 “La Dictadura Política, REAP, vol IV, núm. 18, 31 de octubre de 1927, p. 3.

407 “La visión del Comisionado Residente”, REAP, vol. I, núm. 10, 13 de febrero de 1926, p. 5.

408 “Consideraciones sobre la deuda pública”, REAP, vol. I, núm. 1, 12 de diciembre de 1925, p. 5.

409 Los empréstitos”, REAP, vol. I, núm. 18, 10 de abril de 1926, p. 3.

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por todos los movimientos corporatistas, especialmente el fascismo, el discurso de los agricultores asumió un tono justiciero:

Caballeros de los tributos, gentiles hombres de las ejecuciones, ciudadanos que representan al Estado, nosotros, labradores de la tierra, nosotros, productores de todo lo que se exporta en nuestro país, nosotros, Amos de la Tierra y Dueños de la Patria, claramente os decimos: ¡Si necesitáis tanto dinero; haced como nosotros: ¡Ganadlo!410

En el discurso de los agricultores, el Estado era culpable de incumplimiento de una de sus principales responsabilidades sociales: la defensa de la propiedad del país: “El problema de hoy no es regular la manera de funcionar el capital (esto vendrá más tarde) sino asegurar la existencia del mismo y hacer posible su desarrollo, y nos referimos desde luego al capital puertorriqueño, que ha desaparecido y va dejando su puesto al capital de afuera capital absentista, capital de explotación colonial, que cierra al nativo las puertas de la oportunidad y niega al país los beneficios de sus ganancias que van a repartirse y a gastarse en tierras extrañas.”411

Las relaciones entre la sociedad y los propietarios debían ser reevaluadas y adaptadas a los nuevos tiempos: “En la concepción moderna de las relaciones del ciudadano con la sociedad, el propietario de la tierra no es su dueño absoluto, es más bien un ‘trustee’ de la comunidad, y si el gobierno le garantiza la posesión pacífica y tranquila de su propiedad, él tiene en cambio el deber de hacerla producir…”412

El gobierno ideal era aquél que comprendiese la necesidad de establecer la independencia económica antes que emprender cualquier determinación de tipo político. El discurso liberal había enmascarado la situación económica con inútiles y bizantinos conflictos políticos. En la sección “Comentario” del 10 de abril de 1926, se elogiaba al presidente de México, Plutarco Elías Calles, por tener la independencia económica como prioridad en su agenda gubernamental: “Las libertades de un pueblo no son las que se escriben en un Código, sino las

410 “Editorial”, REAP, vol. I núm. 12, 27 de febrero de 1926, p. 4.

411 “Después de la tormenta”, REAP, vol. I, núm. 6, 16 de enero de 1926, p. 5.

412 “Sección Doctrinal”, REAP, vol. I, núm. 13, 6 de marzo de 1926, p. 8.

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que se disfrutan en la paz y la felicidad de un pueblo, que los pueblos en bancarrota jamás son libres, siendo esclavos del acreedor y del tanto por ciento”.413

La prepotencia del estado liberal, el aumento desmedido de la burocracia y el predominio de la dimensión política encajaban con el énfasis social en las llamadas profesiones liberales en detrimento de las ocupaciones primarias. En el artículo “La tierra se nos va”, el autor urgía a los jóvenes a no dejarse seducir por los títulos de doctor y licenciado y por los honores y la popularidad de la vida parlamentaria y volver los ojos al “seno ubérrimo de la madre común: la tierra”.414 En un editorial posterior, se tildaba al gobierno aliancista de dictadura política asentada sobre el “predominio de los abogados con prejuicio de las demás clases”.415 Al contrario, la carrera por excelencia era la agricultura, “esa fue la que le dio al pueblo hebreo un rey como David; un cantor de sus bellezas como un Virgilio en sus églogas; un legislador como Graco...”416

El privilegio de las profesiones liberales era evidente en el tipo de educación pública que se ofrecía. En la crítica de los agricultores al sistema educativo estaba la creencia de que “la educación debe educar hombres para la vida, no para los ideales”.417 Muchos de los acuerdos tomados en la asamblea organizadora de la Asociación de Agricultores (1924) concernían al problema educativo: revisión del calendario escolar, reformas en el currículo de la escuela rural para una instrucción más práctica, reducción en el número de altas escuelas y otros: “Ensalzar las excelencias de Washington, elogiar el acto del té echado al agua; encomiar la guerra de la Independencia, enseñar eso, y pretender después que no sueñen con la independencia de su país ¿no es una aberración?”418

Se argumentaba que el niño campesino tenía suficiente con asistir hasta cuarto grado con lo cual se cumplía la misión de alfabetizar. La educación extendida era una burla: “cogemos un muchacho y lo tenemos doce años

413 “Comentarios”, REAP, vol. I, núm. 18, 10 diciembre de 1926, p. 5

414 “La tierra se nos va”, REAP, vol. I, núm. 2, 26 de diciembre de 1925, p. 6

415 “La Dictadura Política…”, REAP, vol. IV, núm. 18, p. 5.

416 “La tierra se nos va”, op.cit..

417 “Comentarios”, REAP, vol. I, núm. 22, 8 de mayo de 1926, p. 7.

418 Ibid. p.6.

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estudiando, recibe una instrucción en high, y nos sale un perito en el hipódromo, un experto en el boxeo, un catador ideal en carabelita y hasta en otras cosas que por delicadas no se nombran.”419 Por lo demás, la educación, panacea liberal, no era garantía de reciedumbre de carácter ni de hombría de bien: “Aquí mismo en este país de mis entretelas, sus grandes hombres como Muñoz Rivera, Brau, José Pablo Morales no fueron ni bachilleres y ya quisieran muchos de nuestros cuatriborleados ponerles un pie adelante”.420

En varias ocasiones, el discurso de los agricultores fue crítico de la inteligencia académica, rasgo típico de las ideologías antiliberales. En parte como una censura a las aspiraciones abstractas de la educación liberal y, en gran medida, al temor de que una educación liberal politizara excesivamente a las masas campesinas, muchos núcleos propietarios abogaron por una nueva escuela puertorriqueña: “Hagamos nuestras escuelas para la vida, menos política y más práctica, menos escuelas de Quijotes y más escuelas de Sanchos, preparemos hombres para buscar el pan diario y no para el ensueño de la gloria.”421 En aras de ideales políticos, de una libertad y una democracia abstracta los puertorriqueños habían malgastado toda una generación. Por ello, cuando Miguel Guerra Mondragón, el líder aliancista, expresó: “La Alianza es la idea liberal de la patria. La Alianza, no sabe de caña, ni de café, ni de tierras, ni de contribuciones...”422 para enfatizar la alta misión de su colectividad, el discurso de los agricultores le ripostó:

Por no querer saber de esas cosas nos encontramos después de 11 años de tener los poderes de una carta autonómica, con una Patria ideal de nombre, y un suelo perteneciente al extranjero. . . esa patria se reduce. . . a una ficción de poderes, a un espejismo de gobierno. . . ¡Malditos ideales! Si sólo sirven para llevar la carestía y las privaciones a cuatrocientos mil hogares puertorriqueños; malditos ideales si fomentan la desnudez y las angustias del duro vivir en la choza campesina; malditos ideales si el patriarcal vivir del labriego puertorriqueño lo transforman en el éxodo doloroso de abandonar su patria; malditos ideales si no aciertan a fomentar nada grande, nada noble y nada estable.423

419 Ibid.

420 Ibid

421 “Comentarios”, REAP, vol. I, núm. 22, 8 de mayo de 1926, p. 7.

422 Citado en “Vade Retro”, REAP, vol. VI, núm. 2, 31 de julio 1928.

423 “Editorial”, REAP, vol. VI, núm. 2, 31 de julio de 1928, p. 7.

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Pocos días después, el huracán San Felipeharía recordar las palabras de Guerra Mondragón: “El huracán es una penosa lección para aquéllos que quieren forzosamente administrar un país proclamando que no saben, ni quieren, saber de tabaco, ni de caña, ni de café. . .”424 Por uno de esos gestos dramáticos que asume la naturaleza, la destrucción que dejó a su paso el huracán anticipó por pocos meses, la desaparición de la patria liberal que Guerra Mondragón orgullosamente proclamaba. En 1929, la Alianza se deshizo.

EL PLAN DE ENAJENACIÓN

“Los clientes del Banco de Ponce no venden sus tierras porque en todo tiempo han tenido nuestra más decidida cooperación.”

Anuncio aparecido en la Revista del Agricultor Puertorriqueño, 3 de abril de 1926.

En el fondo de la crítica hacia las instituciones políticas liberales estaba la percepción de que aquéllas escondían un plan premeditado de enajenación de la riqueza nativa. El rasgo esencial de tal proceso lo constituía, según la revista, la degradación social, política y económica del pequeño y mediano propietario debido a la pérdida de sus tierras. El poema apareció en la portada del número de la Revista El Agricultor Puertorriqueño correspondiente al 20 de febrero de 1926:

¡RESPONDE!

Te lo dijo Matienzo, y no quisiste seguir del prócer el consejo sano y poco a poco, en extranjera mano cayendo va la tierra en que naciste. Si el alma del criollo no resiste la tentación del oro americano, en un futuro por demás cercano, llegará un día doloroso y triste. Llegará el día triste y doloroso en el que de este suelo primoroso ni un sólo palmo quedará al isleño.

Y cuando tal enormidad suceda, si nada ya de Borinquén te queda, di: ¿Cuál será, di, tu patria, borinqueño?

Virgilio Dávila

424 “Ante el desastre”, REAP, vol. VI, núm. 5, 15 de septiembre de 1928, p. 6.

La Patria Agrícola: El Discurso de Los Agricultores

El despojo fue lento, “sin darse prisa”, se lamentaban las páginas de la revista. En el proceso, los acaparadores fueron ayudados “por algunos compatriotas nuestros que con tal de ganarse pingües comisiones (vulgo propinas...) se prestan a esa obra inicua...” mientras la clase dirigente languidecía en la indiferencia en actitud que parecía “ser la misma de Luis XIV: Après moi, le deluge”. 425

Sus ayes habían sido vanos y tardíos, reflejando la impotencia y el fatalismo del liberalismo:

Gimen las prensas constantemente con la lamentación de que nuestra tierra son acaparadas por las Corporaciones, lo que es una verdad indiscutible; lloran con lágrimas de Boabdil, los hombres que ven desaparecer la tierra de manos nativas, pero no tienen los arrestos de hombres viriles para defenderla; acusan con sobrada razón a ciertos centralistas porque ilegítimamente sustraen la labor y el trabajo del infeliz colono, pero les falta valor, sinceridad, y arrestos para promulgar una ley para impedirlo.426

Para consumarlo, el estado liberal había utilizado instituciones y mecanismos como el crédito, las leyes de refacción y la tasación. El discurso de la patria agrícola vio en la ejecución del proceso un diseño premeditado para transformar y subvertir el orden social tradicional. Ayudado por leyes dictadas exprofeso:

...se convirtió al pequeño terrateniente, siguiendo el curso de una perfecta gradación de resultados preconcebidos en refaccionario primero, después en hipotecario, más tarde en mero arrendatario de lo suyo y, finalmente, en peón de la flamante sociedad a cuyo crecimiento había cooperado el pobrecito con la responsabilidad de sus escrituras, con la producción de sus tierras, con el regalo de sus beneficios evaporados con pretexto de ilógicos descuentos y, para colmo, con el libre otorgamiento de la posesión y disfrute de sus bienes.427

425 “Italia protege a sus agricultores”, REAP, vol. I, núm. 15, 20 de marzo de 1926, p. 4.

426 “¡Hechos Caballeros, hechos!”, REAP, vol. II, núm. 1, 10 de julio de 1926, p. 4.

427 “Los verdaderos dueños”, REAP, vol. I, núm. 19, 17 de abril de 1926, p. 10.

La Patria Agrícola

El sistema contributivo se había convertido en el discurso agrícola en el instrumento principal de estrangulamiento económico. Favorecía en materia de tasas a las corporaciones ausentistas, las cuales contaban, además, con medios eficaces de evadir el peso de los impuestos. El pequeño agricultor, desmoralizado, asistía a su propia ejecución: “Nuestros campesinos tienen una lógica primitiva por su sencillez, pero incontrovertible por su fuerza. Ellos dicen: Es mejor ser proletario que pequeño propietario. El pequeño propietario es un proletario disfrazado de contribuyente”.428

Y su ejecutor era el propio estado:

El ansia de geofagia lo ha originado el creciente ascenso de valor de la tierra, y hemos de convenir que lo más que ha contribuido a este valor es la propia valoración del estado. ¿Por qué en 1898 las tierras se adquirían por diez, y menos dólares el acre y en 1926, cuando el azúcar vale igual que posterior a esa fecha y el café, menos, por qué, decimos, la tierra ha subido un mil por ciento de su valor? Aseguramos que no es por el mayor valor de su rendimiento, pues las tierras explotadas producen menos que las vírgenes, que la única prolífica es la de la tierra. 429

Vastos y dramáticos habían sido los resultados del plan de enajenación de tierras. En primer plano, crearon un hondo desequilibrio entre productores y consumidores:

Hasta los ciegos ven que el mal de Puerto Rico está en que sólo hay 41,000 terratenientes dueños de fincas, labradores que hacen producir la tierra. . . y como sólo somos 41,000 a producir y 1,260,000 a consumir, está claro que el desequilibrio es atroz, unos escupen, otros chupan, unos laboran, otros consumen, unos fungen de amos, otros de siervos, unos son de infantería, otros de caballería, unos son mantenedores y otros parasitarios.430

Otras consecuencias sociales habían sido el éxodo campesino y los improvisados proyectos de emigración. Los propietarios veían en estos

428 “La Propiedad”, REAP, vol. I, núm. 27, 12 de junio de 1926, p. 4.

429 “ Latifundio y emigrantes”, REAP, vol. II, núm. 14, 9 de octubre de 1926, p. 3.

430 “Comentarios”, REAP, vol. I, núm. 22, 8 de mayo de 1926, p. 6.

La Patria Agrícola: El Discurso de Los Agricultores

proyectos una vía de las élites políticas para “descongestionar a Puerto Rico de puertorriqueños, haciéndoles braceros”:

El plan está bien urdido, y, como ‘con la misma leña se quema el bosque’ nada mejor para llevarlo a cabo, que utilizando a los puertorriqueños en cuyas manos se encuentra, la dirección de nuestros asuntos públicos...”431

A pesar de reconciliaciones coyunturales, el discurso de los agricultores sospechó siempre de las intenciones del gobierno aliancista. En ocasiones, se desarrolló entre los núcleos agrícolas una mentalidad de asedio:

Pero el agricultor, el eterno pagano desde los tiempos bíblicos, no puso pleito alguno, pagó cuando le cobraron, pero se quejó cuando supo que a él lo exprimían, le embargaban, mientras con ciertas corporaciones se condonaban tributos, en ciertas indemnizaciones se hacían arreglitos y en ciertos remates la manta no aparecía, a pesar de ser todos unos dignísimos caballeros.432

El editorial del 31 de mayo de 1927 de la revista recordaba el hito de la abolición de la esclavitud apuntando hacia la nueva esclavitud de los desposeídos:

Libertamos esclavos, pero creamos un millón de hombres sin tierra, adscrito el terruño para que pague su tributo al fisco, con una ilusoria intervención en sus propios asuntos.433

Y así, el plan de enajenación de tierras avanzaba triunfante porque era intocable:

No, nadie me toque, soy el latifundio que acaparo en tres o cuatro manos las mejores y más productivas tierras de Puerto Rico: nadie me toque, soy el ausentismo que después de sacar toda la renta posible del país, se aleja para que el colono siga mandando las renta al patrono que va a disfrutar grata vida, mientras doblan la cerviz

431 “Con la misma leña se quema el monte”, REAP, vol. I, núm. 1, 12 de diciembre de 1925, p. 9.

432 “Comentarios”, REAP , vol. Ill, núm. 6, 31 de marzo de 1927, p. 3.

433 Ibid., p. 2.

Patria Agrícola

los siervos de la gleba; no, nadie me toque, soy el monopolio de los desvíos de ferrocarriles que sostiene inhiesto sus privilegios; no, nadie me toque, soy la parte del león, que no admite escalas reguladoras del contrato de moliendas de la caña por las cuales si dan poco azúcar las cañas la pierde el colono, y si dan mucha las cogen las Centrales. Nadie me toque, que soy el privilegio, soy el monopolio, soy la insolencia del dinero en contubernio con la desfachatez de los Esaúdes que venden su primogenitura por el vil plato de lentejas.434

LA ATRACCIÓN FASCISTA

“El fascio italiano de Puerto Rico se reunió ayer en San Germán”

Encabezado de El Imparcial, 18 de febrero de 1927.

En la búsqueda de nuevos modelos de organización social y política, el discurso de los propietarios miró con simpatía los progresos del régimen corporatista italiano y la dictadura de Primo de Rivera en España. La admiración por la Italia del Duce 435 surgió, en buen grado, por una bien publicitada eficiencia y disciplina desplegada por el país bajo el nuevo gobierno fascista (“los trenes nunca llegan tarde en Italia”) y el atractivo de la personalidad férrea e imperial de Benito Mussolini:

¡Este hermoso ejemplo que ha dado Mussolini bien pueden tomarlo y realizarlo los pueblos en que predomine el tanto por ciento de hombres de suficiente valor moral y carácter que se den cuenta de lo que significa ser verdaderos ciudadanos o lo que es lo mismo, ser hombres y no siervos de la gleba! En Puerto Rico hay muchos siervos de gleba de levita y pocos hombres capaces de ponerse de frente al Poder cuando éste no corresponde a las justas aspiraciones del pueblo sensato.436

Cual cruzado moral, Mussolini, “el hombre del siglo”, la emprendía contra los usurpadores de la confianza pública, a la vez que rodeaba su mandato

434 “Noli me tangere”, REAP, vol. V, núm. 9, 15 de mayo de 1928, p. 5.

435 “Reformas agrícolas en Italia”, REAP, vol. VI, núm. 4, 31 de agosto de 1928, p.9.

436 Ibid., p.10

La Patria Agrícola: El Discurso de Los Agricultores

de un aura misional. Ambos rasgos eran, como hemos visto ya, caros al discurso de regeneración patria de los agricultores puertorriqueños:

Pero Mussolini quiere a todos los italianos en su propio país, quiere sí en Italia muchos italianos, porque, dice que la población es riqueza, y para que puedan vivir todos en la patria, ofrece a ellos la inagotable riqueza de la tierra y el medio de procurarse el pan sin mendigarlo a los extranjeros... Y Mussolini triunfará, si una mano alevosa no corta el hilo de su preciosa existencia... Y triunfará porque desde un principio tuvo acierto en la realización de sus planes. Comenzó por rodearse de hombres buenos, echando a latigazos la caterva de parásitos que se habían adueño del Poder. . 437

En un artículo posterior, la admiración hacia el fascismo italiano era más explícita:

Dios infiltre en sus cerebros y en sus corazones el espíritu de altruismo, de la bondad y el discernimiento y, rindiéndose a la verdad, se dispongan a cooperar en favor de la Agrupación que, en su día, empleando los métodos usados por Mussolini, si ello es preciso, consiga destruir en esta tierra querida cuanto le daña, cuanto la arruina y cuanto le afrenta.438

Uno de los aspectos más admirados en el ideario de Mussolini resaltado en varios artículos fue su intención clara de impedir el industrialismo excesivo y promover el retorno a los campos dentro de límites compatibles con las exigencias de la sociedad moderna. Visto como un ideal místico, el retorno a los campos fue concebido por una especie de respuesta contemporánea al desorden moral de la modernidad: ... es como la voz de mando de nuestros días que aspira a organizar las fuerzas y a encauzar las corrientes sociales desbordadas, buscando en la tierra madre fecunda de todos, la paz y bienestar que el engrandecimiento de las industrias y el imperio de los burgueses han podido ofrecer en el pasado siglo a la humanidad doliente.439

437 “Discurso de Mussolini”, REAP, vol. VI, núm. 11, 15 de diciembre de 1928, p. 20

438 “Ideario y programa de acción”, REAP, vol. VI, núm. 4, 31 de agosto de 1928, p.18.

439 “Cooperativismo y mutualismo”, REAP, vol. VI, núm. 10, p. 23, 30 de

La Patria Agrícola

El concepto de “retorno a los campos” sonaba dulce a los oídos de los agricultores amenazados por el auge de las ciudades y el desarrollo urbano en lo que habían sido tierras de cultivo. La ciudad era el asiento de la política a la cual se veía como una actividad inferior y parasitaria; a la ciudad iba el mayor porcentaje del gasto público y era el recinto de una moralidad opuesta a la sustentada por el hombre del campo. Su ideal urbano era radicalmente distinto a la ciudad moderna:

Queremos sí la formación de núcleos urbanos pero unidos a su área de cultivo, no hacinamientos de viviendas sino urbanización higiénica, económica y próspera. Realmente serían pequeñas granjas agrícolas unidas por la acción social y la acción administrativa que eleve la cultura y mejore al estado económico-social de estas agrupaciones.440

Tanto la regeneración rural como la adecuación de las ciudades a un nuevo rol social exigían una modificación política profunda. Una de las alternativas podía ser un gobierno de corporaciones con representación de tipo estamental, no individual ni empresarial. Cada sector socioeconómico: agricultores, manufactureros, comerciantes y obreros crearía su asociación profesional; representantes de éstas originarían la legislación relativa a su industria la cual sería referida a las bases para discusión y enmienda. Una vez cumplido este proceso pasarían a la Asamblea Legislativa donde estarían representadas todas las asociaciones y cuyo objetivo sería la conciliación de todos estos intereses, la armonía social. El plan no reñía con la democracia “toda vez que el pueblo lo forman todas las clases productoras que son también las consumidoras; fuera de ellas no hay nadie.”441 Más aún: “La realización de este plan es sencilla, pero ha de ser necesariamente el resultado de la evolución de las ideas que hoy privan; y requiere tiempo como toda labor de educación. No hay cosa más difícil que arrancar las viejas ideas del cerebro de los hombres para sustituirlas por ideas nuevas.”442

El discurso agrícola acogía nuevos conceptos sobre el voto, la representatividad y el proceso político. Tras la Asamblea de Ponce de la Asociación

noviembre de 1928.

440 “Para fomentar la industria”, REAP, vol. I, núm. 4, enero 2, 1926, pp. 10-11.

441 Ibid.

442 “Haciendo política”, REAP, 13 de febrero de 1926, vol. I, núm. 10, p. 3.

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de Agricultores (1925) que desató la crítica de los medios aliancistas, el editorial titulado “Haciendo política” distinguía entre la política partidista y “la política agraria, política económica”: “Y si en nuestra mano estuviera, decretaríamos el voto gremial, para ver horrorizados a los que creen que una clase no debe, ni puede hacer política. ¡Inocentes!”443 Sólo una formulación gremialista o corporatista, proseguían, podía garantizar el progreso material sin que se deteriorara la armonía social: “Las fuerzas sociales ocupadas fraternalmente en gremios de cada clase productora, inspirándose en franco espíritu de mutua solidaridad y decidida cooperación, pueden proporcionar para cada necesidad económica, un remedio adecuado, mientras que dispersas, se anulan por el propio aislamiento”.444

El discurso agrícola se veía como protagonista de una época de transición, frontera entre un orden liberal inoperante y un orden nuevo que restauraría el respeto al trabajo y a la propiedad. El liberalismo había cumplido su papel histórico en el mundo.

CONCLUSIÓN:

El discurso de los agricultores puertorriqueños, configurado durante la década de los 1920, impugnación y alternativa al discurso del progreso de la Alianza Puertorriqueña, no surgió de un modo repentino. Los que examinen el proceso histórico de Puerto Rico durante el último tercio del siglo 19 advertirán su aparición al calor de la inserción de la economía puertorriqueña al mercado internacional del trabajo y el capital. De las contradicciones y antagonismos inherentes a la dependencia política y económica, se generó un discurso de los propietarios agrícolas cuyas primeras expresiones se vincularon a la adaptación económica luego de la abolición de la esclavitud. En ocasiones, sus contenidos se identificaron con los del discurso reformista liberal, pero, consistentemente, el discurso adquirió una fisonomía particular que se decantaba de los partidos políticos. La Revista de Agricultura, Industria y Comercio (1885-1893) así como la primera Asociación de Agricultores (fundada en 1892) recogieron las notas

443 “Cooperatismo y mutualismo”,. REAP, vol. VI, núm. 11, 15 de diciembre de 1928, p. 15.

444 “De la asociación de clases productoras”, REAP, 21 de agosto de 1926, p. 12.

Patria Agrícola

de este discurso influido por el fisiocratismo, conservador en sus ideas sociales y administrativas y suspicaz de los excesos burocráticos del gobierno.

Tras la ocupación norteamericana de Puerto Rico, el discurso de los propietarios agrícolas se presentó por un momento como una opción de desarrollo económico para la nueva posesión. Animó la comparecencia de los grupos de interés económico puertorriqueños ante el Congreso norteamericano para ser finalmente relegado a favor de un modelo de crecimiento a base de inversiones externas que se entronizó con el Acta Foraker y la legislación económica de principios de siglo.

Tras la definición del modelo de desarrollo colonial, el discurso de los propietarios abdicó su especificidad ante el tropo de la “gran familia puertorriqueña” del Partido Unión. El predominio de la dimensión política en el discurso unionista no impidió, sin embargo, la reaparición del discurso de los propietarios a medida que las contradicciones en el sistema económico se agudizaron. A partir de 1909, el debate intermitente sobre el estatus político y el gobierno propio en el seno del unionismo enmascaró las tensiones entre un sector burocrático del partido y unos sectores ligados más íntimamente a la producción económica. La disidencia de 1912 que dio lugar a la creación del Partido de la Independencia incorporó algunos de los reclamos de los propietarios.

El avance de las corporaciones ausentistas en Puerto Rico, a partir de la Primera Guerra Mundial, acentuó los niveles de dependencia e hizo al sistema económico más vulnerable a las fluctuaciones de precios del mercado mundial. Con la crisis de 1921, obreros, campesinos y pequeños propietarios—como eslabones más débiles del circuito productivo— entraron en un proceso irreversible de pauperización. Aún los centralistas nativos experimentaron una severa descapitalización lo cual propició el avance del control cañero por las corporaciones azucareras ausentistas. El estrechamiento del cerco económico intervino decisivamente en la transformación del discurso político unionista el cual descartó la independencia de su plataforma en 1922 y dos años más tarde concertó un acuerdo con los republicanos para crear la Alianza Puertorriqueña. Un nuevo discurso del progreso surgió del triunfo de los sectores burocráticos empeñados en la modernización del país y temerosos del avance electoral del Partido Socialista, adhiriéndose a las campañas anti-socialistas

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en Estados Unidos (“Red Scare”). Pero sus sueños de desarrollo y de autonomía política no satisficieron los reclamos de los sectores agrícolas, plagados de disensiones internas pero unánimes en su rechazo a la política hacendística y de gasto público del gobierno aliancista. Vulnerados por la crisis deflacionaria y la impotencia gubernamental, en peligro de desaparecer como propietarios y emerger como proletarios, los agricultores dieron la batalla. Aunque arrastraba contenidos germinales de la generación agrícola de fin de siglo, el discurso de los propietarios se nutrió en la década del 1920 de propuestas antiliberales y corporatistas en boga con las cuales se hermanaba en su desilusión con el liberalismo. También admitió textos puertorriqueños del nacionalismo cultural y del nacionalismo económico que le proveyeron una conciencia criollista, aunque no anticolonial.

La confrontación de los agricultores con el aliancismo enfrentó ideas sobre Puerto Rico. Su desarrollo reflejó tanto la complejidad de las contradicciones dentro de la formación social como la omnipresente limitación que ejerció sobre ella la condición colonial. Al final de la contienda ideológica no hubo un vencedor, pero sí dos vencidos. Las furias de la naturaleza y las furias de la debacle económica mundial desnudaron el modelo colonial agotado y estéril. El discurso del progreso cayó abatido sin haber descifrado las contradicciones inherentes a una colonia dentro de un modo capitalista en crisis. Pero el discurso que lo reemplazaría no sería el de los agricultores. Como aquellos esclavistas del sur de los Estados Unidos, los agricultores puertorriqueños denunciaron las inconsistencias del discurso dominante pero no pudieron sustituirlo. Para hacerlo hubieran tenido que enfrentar al capitalismo o la colonia o a ambos. Ni su desarrollo ideológico ni su grado de debilidad estructural como sector económico lo permitieron. Su impugnación al aliancismo identificó con perspicacia las contradicciones del discurso liberal. Pero los agricultores, críticos implacables, nunca miraron hacia dentro, hacia las contradicciones de su propia clase. Arropados por la depresión económica no dieron el paso cualitativo de una crítica del régimen a una crítica del sistema.

El conflicto con la Alianza fue su canto de cisne:

Contemplamos desgarrada nuestra alma, no de ‘patriotas’, sino de hombres, simplemente, la agonía de un pueblo que pasó por el dolor de ver en crisis todos sus ideales, en horrorosa bancarrota su heredad y que vive en bochornoso precario los últimos días de su vida en uno

de los más bellos rincones de la tierra, donde pudieron asentarse el placer, el bienestar, la felicidad y todas las comodidades que un pueblo pródigo y fecundo y un sol enamorado de él, pueden brindar a sus hijos...445

Una década después, otra generación de redentores reclamaría el fin del “tiempo de los políticos” y el advenimiento de un “tiempo nuevo”.

445 Miguel Meléndez Muñoz, op. cit., I, p. 640.

La Patria Agrícola: El Discurso de Los Agricultores

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APENDICE

APÉNDICE I: “LA INCERTIDUMBRE DE PORTALATÍN” EN MIGUEL MELÉNDEZ MUÑOZ, OBRAS COMPLETAS, I, PP. 716-722.

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APÉNDICE III: “PRIMORES DE LA EMIGRACIÓN”, REVISTA EL AGRICULTOR PUERTORRIQUEÑO, 11 DE SEPTIEMBRE DE 1926.

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APÉNDICE IV: “PRESUPUESTOS DEL GOBIERNO INSULAR”, REVISTA EL AGRICULTOR PUERTORRIQUEÑO.

APÉNDICE V: “DISCURSOS DE ENRIQUE LANDRÓN” EN DEFENSA AGRARIA, 1930.

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APÉNDICE VI: “RESOLUCIÓN DEL PARTIDO NACIONALISTA” EN REVISTA EL AGRICULTOR PUERTORRIQUEÑO, 23 DE OCTUBRE

APÉNDICE VII: “MEMORIAL DE LOS PRODUCTORES” EN REVISTA EL AGRICULTOR PUERTORRIQUEÑO.

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APÉNDICE VII: “MEMORIAL DE LOS PRODUCTORES” EN REVISTA EL AGRICULTOR PUERTORRIQUEÑO.

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APÉNDICE IX: “RESOLUCIÓN DEL PARTIDO NACIONALISTA” EN LA

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APÉNDICE X: “MENSAJE DEL PUEBLO DE PUERTO RICO AL PUEBLO DE ESTADOS UNIDOS” EN REECE BOTHWELL, PUERTO RICO: CIEN AÑOS DE LUCHA POLÍTICA, DOCUMENTO 120. La Patria Agrícola

APÉNDICE XI: “CARTA DEL PRESIDENTE CALVIN COOLIDGE AL GOBERNADOR HORACE M. TOWNER” EN REECE BOTHWELL, PUERTO RICO: CIEN AÑOS DE LUCHA POLÍTICA, DOCUMENTO 121.

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La serie “Libros Perdidos” es producto de una colaboración entre el Rutgers/Puerto Rico Archival Collaboration (PRAC) y la Iniciativa de Estudios Puertorriqueños de la Universidad de Connecticut. En esta serie publicaremos textos olvidados o inéditos sobre la historia de Puerto Rico y los puertorriqueños. La serie de libros exclusivamente en línea promoverá el acceso a textos valiosos (incluyendo muchos basados en disertaciones y tesis), curados por el Prof. Aldo Lauria Santiago y colaboradores del PRAC. La producción de este libro estuvo a cargo de Jeynelee Ortiz y Sergio García Arroyo

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