

AIALUR:
Ilustrado por Nerina Vallejo
El secreto de Maroño
Maitane Pérez Gómez

Capítulo 1
Un día en Maroño
El día comenzó con una brisa ligera en el embalse de Maroño mientras los rayos de sol se reflejaban en las tranquilas aguas rodeadas de montañas. Era uno de esos lugares donde la naturaleza invitaba a desconectar y respirar.
La familia había decidido pasar el día allí, disfrutando juntos de aquel maravilloso sitio al lado de casa. Mientras los adultos se organizaban para dar un
paseo, los niños decidieron explorar la zona.
Araitz, el más pequeño y movido del grupo, corría de un lado a otro como un vendaval. Su hermana mayor, Haizene, trataba de mantenerlo bajo control.
—¡Araitz, ten cuidado! —gritó ella cuando lo vio correr demasiado cerca del borde del agua.
—¡Estoy bien! —respondió él sin mirar atrás, agitando un yogur de beber en la mano.
Araitz tropezó y dejó caer el envase al suelo. Haizene, que ya estaba acostumbrada a sus travesuras, frunció el ceño.
—¡Recoge eso ahora mismo! —le dijo cruzándose de brazos.
—¡Pero si aquí hay basura por todas partes! —protestó Araitz, señalando los envoltorios, bolsas y botellas tirados por el suelo.
El grupo se detuvo a observar. Era cierto: aunque el lugar era hermoso, había demasiada basura esparcida por el área recreativa. Aiuri suspiró, y el fruncir de su pequeña nariz y de sus enormes ojos verdes dejaron claro su disgusto.
—La gente debería cuidar más estos sitios. Esto no está bien —comentó.
Enaitz, con gesto introvertido, propuso tímidamente:
—Podríamos recogerla nosotros. Haizene asintió. La idea les pareció buena, y pronto todos estaban ocupados recogiendo basura, llenando las bolsas que encontraron entre los arbustos.
Fue mientras hacían esto que Araitz, moviéndose de un lado a otro, posó sus atentos ojos azules en una extraña estructura que emergía del agua.
—¿Qué es eso? —preguntó señalando hacia el lugar.
Los demás se acercaron corriendo.
Allí, justo en el centro del pantano, una antena plateada y delgada parecía atravesar la superficie del agua como si fuera un dedo señalando al cielo.
—Eso no estaba aquí antes —dijo
Maia, encendiendo su cámara.
De repente, la antena emitió un leve brillo azul, casi imperceptible, pero suficiente para que el grupo se quedara boquiabierto.
—¡Esto es muy extraño! —exclamó Araitz—. Tenemos que investigarlo.
Sin saberlo, el grupo estaba a punto de descubrir el secreto mejor guardado de Maroño.

Capítulo 2
La antena en el agua
C on la antena brillando en la distancia, los primos decidieron bordear el pantano para observarla más de cerca. Mientras caminaban, encontraron una roca con símbolos grabados que ninguno de ellos entendía.
—¿Esto no es normal, ¿verdad? —preguntó Maia, tocando los símbolos con sus pequeñas manos.
Enaitz, que siempre prefería observar antes de hablar, señaló algo que nadie había notado.
—Los símbolos... ¿Os habéis fijado?
Parecen ser iguales a las ondas del agua cuando la movemos.
Todos se giraron hacia él, sorprendidos por su observación. Araitz, emocionado, corrió hasta la orilla para comprobarlo, ignorando las advertencias de Haizene. Con su habitual energía, movió el agua con las manos y, efectivamente, las ondas parecían reflejar los mismos símbolos grabados en la antena.
—¡Es cierto! —gritó Araitz, chapoteando.
—¡Sal de ahí, que te vas a caer! —le regañó Haizene, avanzando hacia él, pero Araitz ya estaba bordeando el agua.
Un destello surgió desde cerca de la orilla en la que estaba Araitz, y todos se
quedaron inmóviles, observando cómo una puerta de cristal empezaba a emerger de la superficie del embalse. Al principio parecía un reflejo, pero, al acercarse, podían ver que se trataba de algo real.
—¿Eso es… una puerta? —preguntó Maia, escondiéndose detrás de Aiuri.
—¿Y si es mágica? —preguntó Araitz, con los ojos brillando de emoción.
—No digas tonterías —respondió Haizene, pero sus palabras quedaron en el aire cuando de la puerta surgió un puente de luz que conectaba la orilla con el centro del pantano.
Aiuri miró al grupo, su rostro era una mezcla de miedo y emoción.
—Esto es increíble. ¿Creéis que deberíamos entrar?
—¡Por supuesto que sí! —exclamó Araitz, dando un paso adelante.
Un día, el pantano de Maroño se convierte en una gran aventura para un grupo de primos cuando descubren un portal hacia Aialur, una ciudad mágica. La luz que la mantiene viva se ha apagado, y los niños deberán superar desafíos únicos y trabajar juntos para restaurarla. En su viaje, descubrirán no solo el secreto de Maroño, sino también la importancia de la amistad y de la valentía y el poder de creer en lo imposible.
Valores implícitos
AIALUR: El secreto de Maroño transmite valores como la amistad, la valentía y el trabajo en equipo, mostrando cómo las diferencias individuales pueden convertirse en fortalezas cuando se unen. También destaca la importancia de cuidar la naturaleza y de creer en lo imposible, enseñando a los lectores que incluso los desafíos más grandes pueden superarse con confianza y unión.

