¿Es toda carne propia para alimento? Muchas personas tienen conceptos erróneos acerca de lo que debemos y no debemos comer. ¿Qué nos dicen las Escrituras sobre este asunto?
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ios nos ha dado sus leyes para nuestro bien. Ellas nos revelan las verdaderas normas de Dios: cómo distinguir entre el bien y el mal, entre lo bueno y lo erróneo, entre lo que es provechoso y lo que es dañino. Nos enseñan a hacer diferencia entre lo santo y lo profano. Las leyes de Dios también definen cómo nosotros debemos ser santos, consagrados al servicio de nuestro Creador. A medida que aplicamos las leyes de Dios en nuestra vida, éstas nos ayudan a adoptar una nueva forma de pensar: a pensar más como Dios. También cambian nuestra percepción. Por ejemplo, guardar el sábado y demás fiestas bíblicas va cambiando la forma en que vemos y utilizamos el tiempo. El principio del diezmo cambia nuestra apreciación y uso de los recursos económicos. Y las leyes de Dios que nos dicen qué clases de carne son propias para el consumo cambian nuestra forma de considerar lo que comemos. Dios espera que los maestros y dirigentes religiosos enseñen a la gente a distinguir entre lo que la Biblia define como comportamiento bueno y comportamiento malo. Por medio del profeta Ezequiel ordenó: “Enseñarán a mi pueblo a hacer diferencia entre lo santo y lo profano, y les enseñarán a discernir entre lo limpio y lo no limpio” (Ezequiel 44:23). Si bien algunas de las leyes de Dios pueden parecer extrañas a nuestro modo de ver, y no captamos de inmediato su verdadero propósito, la verdad es que nos ayudan a evitar muchos males físicos, morales y espirituales. La Palabra de Dios nos da un marco para una vida saludable en los aspectos físico, moral y espiritual. Dios nos ha dado sus principios de salud, limpieza y santidad para nuestro bien a largo plazo, tanto en esta vida como en la venidera (1 Timoteo 4:8). Uno de los propósitos de nuestra existencia es que aprendamos a basar nuestra vida en las palabras de Dios (Mateo 4:4; Lucas
4:4; Deuteronomio 8:3). La Palabra de Dios —la Biblia— abarca todos los aspectos de la vida, incluso lo que comemos. Muchos no saben que Dios ha hecho distinciones entre lo que debemos y lo que no debemos comer. Otros piensan que tales diferencias no están vigentes en la actualidad. Pero conviene que hagamos a un lado las opiniones humanas y examinemos lo que la Biblia dice sobre este asunto. Conceptos populares Muchas personas consumen regularmente varios productos de carne de cerdo, tales como jamón, salchichas y tocino, y no sienten ninguna consecuencia adversa inmediata. Por consiguiente, hay quienes han querido buscar una explicación científica en la razón por la cual Dios les prohibió a los israelitas que comieran cerdo. Una de las teorías sostiene que Dios se lo prohibió debido a que los cerdos son portadores de ciertas enfermedades, entre ellas la triquinosis. Al fin y al cabo, en los tiempos del antiguo
que alguna vez piensan algo al respecto) que consumirla no tiene ningún efecto nocivo ni para la salud ni para la longevidad. Algo semejante ocurre con los conceptos religiosos. Los teólogos, suponiendo que las leyes de la alimentación humana se originaron en el antiguo pacto de Dios con Israel, han concluido erróneamente que con el establecimiento del nuevo pacto estas leyes perdieron su vigencia. Según este razonamiento, son muchas las leyes del Antiguo Testamento que ya no se aplican en la vida de los cristianos. Para algunos, el apóstol Pablo confirmó esta perspectiva cuando afirmó: “Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es” (Romanos 14:14). Según esta forma de plantear las cosas, el Dios del Antiguo Testamento es visto como “el gran médico”, y Jesús, en el Nuevo Testamento, como “el gran libertador” de los que estaban sujetos a la ley de Dios. Si ana-
Si bien algunas de las leyes de Dios pueden parecer extrañas a nuestro modo de ver, nos dan un marco para una vida saludable en los aspectos físico, moral y espiritual. Dios nos ha dado sus principios de salud, limpieza y santidad para nuestro bien a largo plazo, tanto en esta vida como en la venidera (1 Timoteo 4:8). Israel la gente no tenía neveras ni refrigeradoras y tampoco existían investigadores que les informaran acerca de los peligros de comer esta carne sin que estuviera bien cocida. Al parecer, los resultados de las investigaciones modernas han despejado todas estas dudas, porque el riesgo de los parásitos y los microbios desaparece casi totalmente al cocer muy bien estos alimentos. Por lo tanto, muchos concluyen que para Dios es perfectamente aceptable que comamos carne de cerdo. La gran mayoría de las personas que la consumen logran vivir hasta una edad avanzada; pueden concluir entonces (si es
lizamos la lista de los animales limpios y los inmundos que Dios les dio a los israelitas únicamente desde un punto de vista médico, nuestra perspectiva moderna, liberal e ilustrada, nos llevará a despojar las normas de Dios completamente de su valor y a creer que en nuestra sociedad ya no hacen falta tales medidas para preservarnos de las enfermedades. Al suponer que Jesús, sabiendo esto, les ha dado a sus seguidores una libertad total para decidir sobre estos asuntos, llegaremos a la conclusión de que Dios estará perfectamente de acuerdo con cualquier decisión que tomemos. ¿Es toda carne propia para alimento? 1