1. JOAQUÍN SOROLLA Y SU TIEMPO
Rafael Gil Salinas Universitat de València
INTRODUCCIÓN
Joaquín Sorolla y Bastida (1863-1923) fue el pintor valenciano cuya trayectoria y obras trascendieron el espacio local para convertirse en un artista de referencia tanto a nivel nacional como internacional. Con él se inició la pintura moderna en España, proporcionando una imagen de nuestro país alegre y vital, luminosa y optimista, fuertemente contrastada con la idea que de España difundían las obras de otros artistas como, por ejemplo, las dramáticas imágenes costumbristas y los retratos, de tono recio y oscuro, del pintor vasco Ignacio Zuloaga Zabaleta (1870-1945).
La modernidad se caracterizó en la obra de Joaquín Sorolla, principalmente, por la selección de escenas de la playa valenciana y por la representación de paisajes. Moderno, en tiempos de Sorolla, equivalía a pintura al aire libre. Así pues, la principal novedad del realismo de Sorolla radicó en la elección del tema, para lo que se inspiró en su entorno más inmediato1.
La obra de este artista generó una corriente de influencia que se ha venido conociendo como sorollismo, caracterizado por una paleta sencilla, de obras realizadas al aire libre, pintando lo que el ojo ve, que representaban escenas de playas mediterráneas y trajes típicos tradicionales. De manera que sorollismo equivalió a valencianismo.
Para comprender los logros conseguidos por Sorolla en su tiempo, y aun posteriormente, resulta imprescindible remitir a sus antecedentes, es decir, a aquellos artistas que triunfaban en Valencia cuando Joaquín Sorolla iniciaba su andadura artística, pasando por conocer a los pintores que ejercieron como maestros del pintor valenciano en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, así como sus amigos artistas y, naturalmente, analizando la obra que realizó Sorolla, para, posteriormente, incidir sobre los discípulos directos del artista, sobre la escuela de seguidores de su estilo, conocidos como los sorollistas y, finalmente, descubrir las piezas de los últimos seguidores del pintor, los conocidos como postsorollistas y que marcaron, en su tiempo, la evolución de la preeminencia de esta corriente.
LOS ANTECEDENTES DE SOROLLA
El panorama artístico de la Valencia del último tercio del siglo XIX se situó bajo la preponderancia, principalmente, entre otros, de cuatro pintores: Francisco Domingo Marqués (1842-1920), Antonio Muñoz Degrain (1840-1924), Ignacio Pinazo Camarlench (1849-1916) y Emilio Sala Francés (1850-1910). Estos artistas fueron el punto de partida de las futuras generaciones de pintores valencianos.
Este grupo representó la corriente artística más tradicional, dominada por el género de la pintura de historia, con cuyas obras podían participar anualmente en la Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, ya que fue éste el tipo de pintura que reunió un mayor reconocimiento y número de galar-
1 LAGO, Silvio (José Francés), “Exposiciones en Madrid”, La Esfera, 28 de febrero, Madrid, 1925.
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dones. Sin embargo, este género fue progresivamente calificado de postizo, inexpresivo, castizo, melodramático y social, alejado de la realidad.
No obstante, junto a la renovación que supuso en el panorama internacional el impresionismo francés, antes de Sorolla, estos artistas mostraron una tendencia fuertemente cromática, en la que destacó la pureza lumínica de Pinazo y Domingo Marqués, el paisaje exaltado y radiante de Muñoz Degrain y la temática ejecutada de forma sutil por Emilio Sala.
Sin embargo, aunque Joaquín Sorolla nunca fue discípulo directo de Francisco Domingo Marqués, sí que se consideró en numerosas ocasiones influenciado por las fórmulas artísticas, pincelada y color, de Domingo Marqués, especialmente en el inicio de su andadura profesional.
De la misma forma que Sorolla sintió admiración en sus comienzos por el realismo de la pintura de Ignacio Pinazo, llevándole a realizar pequeños lienzos de factura abocetada con silueteados similares a los ejecutados por Pinazo, de clara influencia de los Macchiaioli italianos, imitando, además, el cromatismo y la temática costumbrista valenciana. Cabe recordar que en la pintura de los Macchiaioli el dibujo era el acto final que ordenaba el color y construía la forma.
Sorolla le debió a Antonio Muñoz Degrain, además, su gusto por la pintura visual, de intensa luminosidad y gran colorido2.
Con todo, parece que la influencia de estos artistas sobre Joaquín Sorolla quedó reducida a unos pocos matices cromáticos: “los grises finísimos de un Domingo Marqués, de un Pinazo Camarlench o las rutilancias energéticas de un Muñoz Degrain”3, sin considerar los rasgos técnicos, estilísticos o temáticos. Antes de Sorolla, ya algunos artistas surgieron paralelamente a la renovación que supuso el impresionismo francés interesándose especialmente por el color, como así lo demostró la “sutil pureza lumínica de Pinazo y Domingo Marqués” y el “paisaje exaltado y radiante” de Muñoz Degrain4.
LOS MAESTROS DE SOROLLA
Joaquín Sorolla y Bastida comenzó sus estudios de dibujo en la Escuela de Artesanos de Valencia y, desde 1879, se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Posteriormente, fue pensionado de la Diputación de Valencia para estudiar pintura en la Academia Española de Bellas Artes en Roma. La Escuela de Bellas Artes puso en funcionamiento a lo largo del siglo XIX nuevos métodos de estudio basados en la libertad individual del estudiante. La enseñanza de las diferentes asignaturas de este centro fue impartida por pintores valencianos de fama local.
El cuadro de profesores de la Academia valenciana para los estudios superiores a finales del siglo XIX, entre los que se encontraban aquellos que formaron a Sorolla, estaba compuesto por el paisajista Gonzalo Salvá Simbor (1845-1923), que se ocupaba de las clases de perspectiva lineal y paisaje, asistido y ayudado por Genaro Palau Romero (1868-1933). Ricardo Clemente Lamuela era el encargado de los estudios de anatomía artística. El dibujo del antiguo y el dibujo del natural eran impartidos por Julio Cebrián Mezquita (1854-1926). Y las clases de colorido correspondían a Isidoro Garnelo Fillol (1867-1939), quien contaba como ayudante con Pedro Ferrer Calatayud
2 GIL SALINAS, Rafael, “Antonio Muñoz Degrain (1840-1924), colorista, imaginativo y brillante”, Il realismo in pittura in Italia e Spagna nell’Ottocento e le sue vie: prodromi, origini e sviluppi, (A. Ciotta coord..), Milán: Franco Angeli, 2022, pp. 115-152.
3 FRANCÉS, José, “Evocación de Joaquín Sorolla”, La Esfera, Madrid, 1924.
4 FRANCÉS, José, “La manifestación de arte valenciano”, El Año Artístico, mayo de 1923, Madrid, 1924, p. 71.
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(1860-1944). Y, además, también ejercieron una labor docente artistas de mayor prestigio como Joaquín Agrasot Juan (1836-1919), José Garnelo Alda (1866-1944) y Juan Peyró Urrea (18471924).
Durante los cinco años que Joaquín Sorolla continuó su formación académica en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, fueron los artistas valencianos que formaron parte de la nómina académica, los que, primeramente, influyeron sobre los procedimientos técnicos y teóricos iniciales del pintor valenciano.
EL ENTORNO DE SOROLLA
El tránsito de los siglos XIX al XX estuvo marcado en las tierras valencianas por profundas transformaciones económicas y sociales determinadas, en gran medida, por la crisis del tipo de agricultura tradicional y por el inicio de un lento proceso de industrialización. La vid y la naranja, gestionadas por la pequeña burguesía, fueron los dos productos básicos que, a partir de 1890, se destinaron al mercado exportador, desplazando a un segundo plano al cultivo del arroz. Así mismo, la artesanía y la industria doméstica fueron sustituidas por una industrialización localizada que propició la aparición de fábricas y del proletariado. Desde principios del siglo XX la población comenzó a concentrarse en los núcleos del litoral y en la proximidad de las primeras ciudades industrializadas. La ciudad se engrandeció y se impulsó su urbanismo y su arquitectura.
En esta época, la ciudad de Valencia experimentó notables cambios. En 1865 se demolieron las murallas de la ciudad de Valencia y comenzó la transformación urbana con la ordenación del espacio a través de los ensanches. La industria de la seda entró en decadencia por la dificultad de adaptación a la revolución industrial. Sin embargo, se consolidaron nuevos núcleos industriales, como el textil en Alcoi, el calzado y alfombras en el Vall del Vinalopó, el mueble en Valencia y la cerámica en Manises, Alcora, Onda y Castellón.
En 1909 la provincia de Valencia reunía al 4,5% de la población española. Valencia capital contaba con 233.248 habitantes y 630.950 el resto de la provincia.
Entre los artistas que compartieron amistad con Joaquín Sorolla, cabe destacar a los hermanos José Benlliure Gil (1855-1937) y Mariano Benlliure Gil (1862-1947). Amistad que, además, llevó a José Benlliure a comienzos del siglo XX a introducir ciertas novedades en su pintura adecuando su estilo a los gustos de la sociedad, y para ello se inspiró en el estilo de su amigo Sorolla, simplificando las composiciones. En cuanto a Mariano, coincidió con Joaquín Sorolla en la Exposición Universal de París de 1900, además, en 1918 cinceló un busto en mármol de Sorolla para The Hispanic Society of America5 y en 1919 otro que donó al Ayuntamiento de Valencia con destino al monumento erigido al pintor en 1933 en la playa de la Malvarrosa.
Pero, además, fueron colegas de Sorolla los pintores Antonio Fillol Granell (1870-1930), Cecilio Pla Gallardo (1860-1934) y Constantino Gómez Salvador (1864-1937) entre otros. Fillol fue discípulo de Pinazo y contemporáneo de Sorolla (aunque siete años más joven) y alternó los paisajes y el costumbrismo habitual con las obras de realismo social. Fue uno de los pintores valencianos más cultos de su generación. Era también un hombre de raíces humildes que utilizó
5 Las relaciones de Sorolla con The Hispanic Society of America y con la pintura y pintores americanos pueden verse en MULLER, Priscilla E., “Sorolla y Huntington: pintor y patrono”, en el catálogo de la exposición Sorolla y la Hispanic Society. Una visión de la España de entresiglos, Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza, 1998, pp. 119-146 y GIL SALINAS, Rafael, “Sorolla, Sargent y la pintura americana”, Goya, Madrid, 1993, núm. 235-236, pp. 81-87.
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la pintura como medio de denuncia ante la desigualdad social y el sufrimiento de los desheredados. Pla destacó por los extraordinarios retratos y escenas de playa, abandonó los patrones de la pintura académica, para asumir los primeros planteamientos modernos, pero la arrebatadora presencia de Sorolla, ensombreció su carrera. En cuanto a Constantino Gómez, se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, donde coincidió con esa generación valenciana de entre siglos muy prolífica compuesta por Sorolla, Cecilio Pla y Salvador Abril y, principalmente, sobresalió por sus sensacionales paisajes.
En tiempo de Sorolla destacó, entre otras, la figura de Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) un reconocido escritor y político que abanderó el surgimiento de una fuerza política republicana, que contó con una amplia base popular. En sus inicios estuvo influenciado por Constantí Llombart, el escritor radical de la Renaixença valenciana, movimiento literario, cultural y social que surgió en las tierras del antiguo Reino de Valencia en los últimos años del siglo XIX y donde participaron personalidades que reivindicaban el papel que el valenciano jugaba dentro de las instituciones y, sobre todo, en la literatura culta. Blasco Ibáñez fue el líder del republicanismo en la Valencia entre 1892 y 1905. Inicialmente el blasquismo se caracterizó por ser una opción federal, anticentralista y regionalista. Después adoptó una postura claramente patriótica y españolista. El republicanismo blasquista se mantuvo como primera fuerza política valenciana hasta la Segunda República (1931-1939).
Entre los valencianos se observó una tendencia a hacer paralelismos entre Joaquín Sorolla y Vicente Blasco Ibáñez. Además de su amistad, estaban unidos por sus ideas políticas. La publicación de las novelas de ciclo valenciano coincidió con las primeras obras de Sorolla inspiradas en playas y pescadores: Arroz y tartana se publicó en 1894 coincidiendo con La vuelta de la pesca6 , le siguieron en 1895 y 1898 Flor de mayo y La barraca. Y, curiosamente, algunas de las obras de ambos comparten el mismo título: en 1900 se publica Entre naranjos y en 1903 Sorolla pintó un cuadro con el mismo título7 (Fig.1). Entre las novelas y las pinturas se advertía además de una temática común, la captación de la misma realidad descrita con matices similares. Este fue un aspecto reconocido por el propio Blasco Ibáñez en el prólogo de una de las primeras ediciones de Flor de mayo, novela donde la analogía se hace más evidente, retratando ambos el mundo de los pescadores valencianos y “teniendo enfrente el mismo modelo”8. Incluso la frase que sirve de cierre a la novela “¡Y aún dicen que el pescado es caro!” dio título a uno de los lienzos más célebres del pintor (Fig. 2).
Por lo que respecta al sistema de enseñanza de las disciplinas artísticas, apenas había sufrido variación en años, de manera que las oposiciones a pensionado de pintura convocadas por la Diputación de Valencia se convirtieron en la única posibilidad de salir al extranjero y conocer de primera mano las corrientes artísticas internacionales.
6 Óleo/lienzo, 265 x 403,5 cm. Primera medalla en el Salón de París de 1895. Musée d’Orsay, París.
7 Óleo/lienzo, 100 x 150 cm. Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, La Habana.
8 El prólogo escrito por el novelista para la edición de Flor de mayo, publicada en 1923, hace referencia a la relación entre el pintor y el escritor. BLASCO IBÁÑEZ, Vicente, Flor de mayo, Valencia: Vicent García Editores, 1981, p. 7.
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Fig. 1. Joaquín Sorolla, Entre naranjos, 1903, ol/lz., Museo de Bellas Artes de Cuba, La Habana.
Fig. 2. Joaquín Sorolla, ¡Y aún dicen que el pescado es caro!, 1894, ol/lz., Museo del Prado, Madrid.
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JOAQUÍN SOROLLA BASTIDA (1863-1923)
Joaquín Sorolla fue el primer pintor español del siglo XIX que con una temática local y española consiguió triunfar en España y en el extranjero9. Esta fue, sin duda, una de las razones por las que su figura no fue cuestionada por la crítica, especialmente por la valenciana. Sorolla, como el novelista Blasco Ibáñez, fueron una institución y sus figuras fueron sacralizadas por sus paisanos.
A finales del siglo XIX la pintura española estaba dominada casi por completo por el cuadro de historia, género de gran éxito en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. Frente a la preeminencia de esta corriente, cuando en 1892 Sorolla pintó El día feliz, fue considerado como el inicio de un camino hacia el realismo, y calificada como “la primera obra de la escuela española contemporánea”.
Sin embargo, el estilo determinante de Joaquín Sorolla apareció por primera vez en 1894 en el lienzo pintado en El Cabanyal titulado La vuelta de la pesca (Fig. 3), con el que obtuvo Medalla de Segunda Clase en el Salon des Artistes français de París de 1895 y que fue adquirido ese mismo año por 6.000 francos por el gobierno francés para el Museo de Luxemburgo (desde 1977 en el Musée d’Orsay, París). Un lienzo que resume las bases de la pintura sorollista: un tema de costumbres valencianas, representado con pinceladas evidentes y una gama cromática en la que predominan los marrones, violetas y azules con toques blancos.
Lo cierto es que el nombre de Sorolla se vinculó desde muy temprano al concepto de pintura moderna, principalmente, por el optimismo que transmitía su obra, por el reflejo de gentes sen-
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Fig. 3. Joaquín Sorolla, La vuelta de la pesca, 1894, ol/lz., Musée d’Orsay, París.
9 PANTORBA, Bernardino de, La vida y la obra de Joaquín Sorolla, Madrid, 1970, pp. 33-35 y 62-83.
cillas vinculadas a escenas de pesca y al mar, por la captación de las costumbres, el linaje y las tradiciones españolas, por la libertad con que pintaba la luz y el color, en definitiva, por pintar al aire libre10. La observación directa del natural y el respeto absoluto a la verdad, se convirtieron en los principales rasgos de la pintura de Sorolla11. Pintura moderna por oposición a las tendencias vigentes en los inicios del siglo XX, principalmente el cuadro de historia que tenía como una de sus finalidades fundamentales presentarse a las exposiciones Nacionales de Bellas Artes, donde casi cada año la primera medalla correspondía a un lienzo de estas características, pero que, por sus grandes dimensiones, entre otras cosas, no contaba con un mercado que le diese salida.
Como su paisano el novelista Vicente Blasco Ibáñez cuyas obras de ambiente valenciano habían alcanzado fama en el extranjero, en Valencia Sorolla fue sacralizado y su figura nunca fue cuestionada. A lo largo del siglo XX su fama se consolidó. A partir de 1906 se afianzó el éxito internacional de Sorolla, cuando realizó exposiciones individuales en Europa y Norteamérica, destacando por su éxito de crítica y ventas las muestras de París, Berlín, Londres, Chicago y Nueva York12. La gran popularidad del pintor indujo a la aparición de un considerable número de artistas seguidores fieles de su estilo.
Entre sus contemporáneos Sorolla pasaba por ser el introductor de las corrientes europeas del momento, en este caso, del impresionismo francés. Sobre esta cuestión se manifestó el propio artista al afirmar que “la indudable influencia impresionista, asimilada en un sentido de adaptación tanto espiritual como de técnica externa, arraigada a las entrañables energías, a la expresiva elocuencia de los temas y los ejemplos natales; pero desde luego con fisonomía propia”13. Curiosamente, esta idea se mantuvo en los años posteriores y, en 1956, se apuntaba que “Sorolla representa la interpretación hispánica y brava del tratamiento de la luz a la manera impresionista”14.
De acuerdo con lo que expresaba la crítica de la época, la modernidad de una obra venía determinada por su tema. Sorolla y la mayor parte de sus seguidores se centraron casi exclusivamente en las escenas de playa y en los paisajes. Por lo que moderno equivalía a pintura al aire libre. Buena parte de estos rasgos fueron considerados como impresionistas. Por lo que se llegó a afirmar que una parte de las influencias de Sorolla procedían del extranjero. De ahí que la idea de moderno estuviera unida a la presencia de influjos del exterior.
El sorollismo también aparece ligado al concepto de realismo, en claro contraste con el cuadro de género o de historia. Tanto Sorolla como sus seguidores buscaron su inspiración directamente
10 Estas consideraciones aparecen en FRANCÉS, José y GAILLARD, Georges, Álbum de pintura moderna, Barcelona: Labor, S/F, p. 47.
11 El concepto de modernidad en la obra de Sorolla ha sido abordado, entre otros, por CRESPO LARRAZÁBAL, Manuel, “Entre el realismo y las vanguardias”, en catálogo de la exposición Sorolla y sus contemporáneos. Colección del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, Castellón, Fundación Caja Castellón-Bancaja, 2005, pp. 11-26 y, más recientemente, por CARPINTERO, Helio, “Sorolla in una Spagna protesa verso la modernità”, en catálogo de la exposición Joaquín Sorolla. Pittore di luce, Milano, Palazzo Reale, 2022, pp. 53-65.
12 Para el estudio de la figura de Joaquín Sorolla resultan imprescindibles la correspondencia que mantuvo con Pedro Gil Moreno de Mora, así como con su mujer Clotilde García del Castillo. Véase TOMÁS, Facundo, GARÍN, Felipe, JUSTO, Isabel y BARRÓN, Sofía, Epistolarios de Joaquín Sorolla. I. Correspondencia con Pedro Gil Moreno de Mora, Barcelona: Anthropos, 2007; LORENTE, Víctor, PONS-SOROLLA, Blanca y MOYA, Marina, Epistolarios de Joaquín Sorolla. II. Correspondencia con Clotilde García del Castillo, Barcelona: Anthropos, 2008; y PONS-SOROLLA, Blanca, y LORENTE SOROLLA, Víctor, Epistolarios de Joaquín Sorolla. III. Correspondencia con Clotilde García del Castillo (1891-1911), Barcelona: Anthropos, 2009.
13 Esta afirmación aparece recogida en el prólogo de FRANCÉS, José y GAILLARD, Georges, Álbum de pintura moderna, Barcelona: Labor, S/F
14 CAMÓN AZNAR, José, “El impresionismo español”, Un siglo de arte en España, 1856-1956, Madrid, 1956, p. 42.
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en la realidad15. Esta idea se asoció frecuentemente a la del naturalismo: “anotaciones del natural” o “saturación de naturalismo” son calificativos que aparecen habitualmente en la crítica de la época. La principal novedad del realismo sorollista se focalizó en la elección de los temas, que proceden del propio entorno del pintor, son contemporáneos y, además, de fácil comprensión: “se trata de absorber la naturaleza y la vida circundante”16. Pero, los seguidores de Sorolla fueron bastante selectivos al retratar la naturaleza, marginando de sus obras muchos aspectos de esta. El tono alegre y optimista en las escenas de mar, pescadores y costumbres valencianas, propició que fueran calificados como propios de un “realismo peculiar”17 (Fig. 4).
Esta idea de realismo implica una componente regionalista y costumbrista, hasta el punto de que se ha considerado que lo que los pintores trataron fue dar su visión de España. Así, por ejemplo, si un pintor como Julio Romero de Torres (1874-1930) había visto lo español a través de lo andaluz o la generación del 98 Castilla como el modelo, la crítica de la época tendió a pensar que los sorollistas estaban viendo España desde lo valenciano.
Bien es cierto que la ideología política más extendida dentro de la región fue el republicanismo de base blasquista que, en ningún caso, fue valencianista ni pretendió una recuperación del pasado histórico, ya que, por el contrario, tenía un fuerte contenido españolista. Así que, posiblemente, no existió una conexión directa entre ambos factores, y los sorollistas no hicieron más que seguir la línea temática iniciada por Sorolla, pero, sobre todo, algunos críticos, hicieron recaer en el sorollismo el punto de partida de la corriente de españolismo que apareció en los primeros años del siglo XX, motivada, en buena parte, por los acontecimientos que habían acabado con la pérdida de las últimas colonias españolas.
15 ANÓNIMO, “Sobre el arroz. Cuadro de Julio Vila Prades”, La Ilustración Artística, 10 de octubre, Madrid, 1904.
16 FRANCÉS, José y GAILLARD, Georges., Álbum de pintura moderna, Barcelona: Labor, S/F., p. 47.
17 ANÓNIMO, “Los artistas valencianos en Barcelona”, El Pueblo, 2 de junio, Valencia, 1917.
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Fig. 4. Joaquín Sorolla, Corriendo por la playa, 1908, ol/lz., Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo.
Dos de las características más definitorias de los artistas sorollistas fueron su “levantinismo indudable”18 y su “tradicionalidad mediterránea”19. Se llegó a afirmar que “sorollismo equivalía a valencianismo”20 y también se asoció a la idea de lo racial ya que ese valencianismo era meramente externo, quedando reducido al uso repetitivo de los rasgos más tópicos de identificación de lo regional, como era la utilización de los trajes típicos y las playas levantinas.
Una de las principales características de la generación del 98 fue su constante preocupación por el problema de España, buscando la más firme tradición española en las gentes sencillas del pueblo y en su vida cotidiana. Aquí se encuentra un punto en común con la pintura sorollista que buscaba sus modelos entre las clases populares. Pero, sin embargo, la concepción de España fue diametralmente opuesta: “había que oponer a la España negra la España luminosa; a los tópicos de desolación, fanatismo, indolencia, crueldad y cretinismo, la luminaria robustez del trabajo… A la aridez esteparia, la fertilidad pródiga”21. En este último punto es donde se ve con más claridad la diferencia entre las dos posturas. La generación del 98 concedió gran importancia al paisaje, al que atribuyeron la formación de la idiosincrasia nacional y regional. Eligieron el paisaje y las gentes de Castilla como base de su obra literaria, mientras que Sorolla y los sorollistas pretendieron mostrar un aspecto más alegre y vitalista de España a través de sus lienzos valencianos. La mejor idea plástica de estas ideas la dejó Sorolla en los paneles de la Hispanic Society of America.
De Sorolla recogió Zuloaga su “españolismo pintoresco”22 y los “tipos y las psicologías raciales… la básica grandeza plástica con que las inmigraciones de ayer, las dominaciones seculares de razas, como la griega, romana y árabe, fijaron su huella en la Península Ibérica”. La obra de Sorolla se trataba de una pintura luminosa y alegre que proporcionó una nueva imagen de España: “La España que Sorolla glorifica no es la de las corridas, ni de las guitarras, las castañuelas y el fandango; no halaga él el gusto y las preocupaciones anticuadas de los viajeros de tren de recreo que no quieren conocer de España más que la feria de Sevilla, las cigarreras, la Alhambra y el Albaicín de Granada, todo el falso oropel de ese romanticismo rancio en que se ha recreado Théophile Gautier y que pinta todavía laboriosamente el excelente Jules Worms; la España que Sorolla ha querido mostrar al extranjero es la del pensamiento moderno; en una palabra: la España europea, y no la antigua España, es decir, africana”23
Sus coetáneos, además, calificaron al artista valenciano como revolucionario. Revolucionario porque “antes de él Valencia era una ciudad del siglo XVIII; la Academia, la tertulia, la peña del café, Sorolla pasó como un viento de Europa por aquí”24. Aunque la mayor revolución consistió en la “observación directa del natural” y “el respeto absoluto a los fueros de la verdad”, aunque ello condujese a acentuar el naturalismo de sus composiciones25. De lo que se deduce que una de las cualidades más admiradas en el pintor fue hacer una obra realista.
18 Esta idea se expuso por LAGO, Silvio (José Francés) en “Exposición Pons Arnau”, La Esfera, 18 de noviembre, Madrid, 1922.
19 (VISCAÍ, Fernando), “Crónica de exposiciones”, La Esfera, agosto, Madrid, 1925.
20 FRANCÉS, José, “La manifestación de arte valenciano”, El Año Artístico, mayo de 1923, Madrid, 1924, p. 71.
21 FRANCÉS, José y GAILLARD, Georges., Álbum de pintura moderna, Barcelona: Labor, S/F., p. 47.
22 Esta idea aparece repetidamente en FRANCÉS, José, “Españolismo pictórico. Realistas e idealistas”, El Año Artístico, mayo de 1915, Madrid, 1916, pp. 104-107.
23 NORDAU, Max, “Sorolla y Blasco Ibáñez”, El Pueblo, 15 de septiembre, Valencia, 1906. Este artículo también fue reproducido en La Nación de Buenos Aires.
24 ESTELLÉS, José Luis, “Sorolla ha muerto. Maestro de juventud”, El Pueblo, 12 de agosto, Valencia, 1923.
25 PANTORBA, Bernardino de, La vida y la obra de Joaquín Sorolla, Madrid, 1970, p. 65.
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Joaquín Sorolla representó la España del pensamiento moderno, del trabajo fecundo, del progreso radical, es decir, la España europea.
LA INFLUENCIA DE SOROLLA: DISCÍPULOS Y SOROLLISTAS
Aunque Joaquín Sorolla se postuló como el principal artista valenciano de su tiempo, fueron muy pocos los discípulos directos del pintor. Entre sus principales discípulos destacaron: José Mongrell Torrent (1870-1937), Eduardo Chicharro Agüera (1973-1949) y Manuel Benedito Vives (1875-1963), siendo Mongrell (Fig. 5) el más fiel seguidor de Sorolla, y quedando los otros dos relegados a imitadores de las cualidades artísticas del maestro26.
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Fig. 5. José Mongrell, Saliendo del baño, 1923, ol/lz., Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo.
26 DOMÉNECH, Rafael, “Notas de arte”, El Pueblo, 12 de junio, Valencia, 1913.