“
Mis propias palabras es el testimonio de una defensora incansable del civismo, del respeto a la ley, del diálogo y de la cooperación, así como de la obligación del Estado de defender a las minorías (algo que, en los últimos tiempos, ha sido puesto en tela de juicio) como uno de los valores fundamentales de los Estados Unidos. Feminista y fiel al rigor que la caracteriza, Ruth Bader Ginsburg —defensora de la igualdad de género desde los años 70— brilla con luz propia en esta colección de ensayos en los que, alabando valores como la perseverancia, el espíritu comunitario y la legalidad, se erige como un revulsivo contra el discurso que hoy impera en los Estados Unidos.”
The Washington Post
“Ginsburg ha usado sus propias palabras para promover la igualdad y eliminar la discriminación, así como para expresar su gratitud y elogiar a quienes la precedieron en su tarea… Gracias a la precisión y la sobriedad características de la prosa de Ginsburg, leer estas páginas resulta un placer.”
—Newsweek
“Añoramos aún más a la célebre RBG tras leer este libro sobre la brecha de género, el funcionamiento interno del Tribunal Supremo y la desconocida relación existente entre la ópera y el Derecho.”
—New York Magazine
“Ruth Bader Ginsburg da muestra de su talla intelectual así como de la amplitud de sus conocimientos al escribir sobre un variado abanico de asuntos: lo mismo aborda la relación entre la ópera y el Derecho, que homenajea a los Magistrados Louis Brandeis y William Rehnquist, a Gloria Steinem, además de analizar las consecuencias y los procedimientos de los votos particulares disidentes en el Tribunal Supremo. El libro también incluye discursos de Ginsburg sobre los personajes históricos femeninos que más le influyeron”.
—The New Republic
“Estamos ante algo más que una mera selección de sus escritos… Además de dejar su impronta en el mundo de la judicatura, Ginsburg se ha convertido en un referente indiscutible para las juezas del mañana.”
—Library Journal
“Muy recomendable para regalárselo en Navidad a nuestras sobrinas (y sobrinos) inteligentes y ambiciosas.
—The Guardian
“En Mis propias palabras se revelan facetas desconocidas de esta singular personalidad que ha servido incluso de inspiración para una ópera y cuyo rostro figura en tatuajes y en camisetas por haber demostrado a millones de mujeres jóvenes que el Derecho ya no solo es cosa de hombres.” CNN.COM
“Ruth Bader Ginsburg es la Magistrada del Tribunal Supremo que cuenta con más admiradores. Tanto sus escritos amicus como los resúmenes de sus votos disidentes leídos desde el estrado sobrecogen al lector profano por su lucidez, su fuerza de persuasión y su amenidad. Los capítulos menos especializados de Mis propias palabras tienen, además, encanto.”
—Bookforum
Mis propias palabras
Ruth Bader Ginsburg
Con la colaboración de Mary Hartnett y Wendy W. Williams
Traducción del inglés
Gonzalo Gómez Montoro
tirant humanidades
Valencia, 2023
Copyright ® 2023
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Copyright © 2016 by Ruth Bader Ginsburg, Mary Hartnett and Wendy W. Williams (exactly as it appears in Proprietor’s edition of the Work)
© Ruth Bader Ginsburg
Con la colaboración de: Mary Hartnett y Wendy W. Williams
© TIRANT HUMANIDADES
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ISBN: 978-84-19825-65-0
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Foto de portada: Steve Petteway, Collection of the Supreme Court of the United States
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Para Marty, mi querido compañero en la vida y fiel apoyo
Índice xiii Índice Acerca de las fuentes xv Prefacio ........................................................................................................................................... xvii Breve Biografía ........................................................................................................................... xxv Primera parte. Años tempranos y tiempos amables Introducción .................................................................................................................................. 3 1. Editorial de la revista escolar 9 2. Un solo pueblo 15 3. Las intervenciones telefónicas: ¿peor el remedio que la enfermedad? 21 4. El tema de conversación favorito de Marty Ginsburg .................................... 27 5. El Derecho y los abogados en la ópera 33 6. Recordando al Magistrado Scalia .............................................................................. 39 7. La ópera Scalia y Ginsburg ............................................................................................ 45 8. El lado más amable del trabajo en el Tribunal Supremo 57 Segunda parte. Textos en homenaje a quienes fueron «abre-caminos» y «prepara-terrenos» Introducción 65 1. Belva Lockwood ................................................................................................................. 67 2. Los avances de las mujeres en el ejercicio de la abogacía y en la judicatura ........................................................................................................................................ 71 3. De Benjamin a Breyer pasando por Brandeis 81 4. Tres valientes mujeres judías ........................................................................................ 89 5. Sandra Day O’Connor ...................................................................................................... 93 6. Gloria Steinem 99 7. Las esposas de los magistrados del Tribunal Supremo 101
xiv Índice Tercera parte. De la igualdad de género: las mujeres y el Derecho Introducción .................................................................................................................................. 117 1. Discurso de apertura del simposio Las mujeres y el Derecho 123 2. Cómo hizo el Tribunal Federal de Apelación del Décimo Circuito para que mi esposa tuviera un buen empleo 131 3. El escrito de contestación en el caso Frontiero .................................................. 137 4. ¿Por qué es necesaria la Enmienda de Igualdad de Derechos? 145 5. El resumen de la sentencia del caso VMI leído desde el estrado ............. 155 6. En defensa de la eliminación de la discriminación por razón de sexo: Cómo cambió el Principio de Igualdad en la década de 1970 ................... 159 Cuarta parte. De jueza a Magistrada Introducción 171 1. Discurso de aceptación del nombramiento en el Jardín de Rosas .......... 177 2. Discurso de apertura de las sesiones para la ratificación de nombramientos en el Senado ...................................................................................................... 191 Quinta parte. Sobre la justicia y la práctica judicial Introducción 205 1. La metodología de trabajo en el Tribunal Supremo ........................................ 213 2. La independencia judicial 227 3. Homenaje al Presidente del Tribunal Supremo Rehnquist .......................... 235 4. La conferencia Madison 241 5. «El debido respeto a las opiniones del resto de la humanidad»: La importancia de una perspectiva comparativa en la jurisdicción constitucional .................................................................................................................................... 261 6. Dignidad humana e igualdad ante la ley 273 7. La función de los votos particulares disidentes ................................................. 289 8. Lo más destacado del año judicial 2015-16 en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos 331 Conclusión .................................................................................................................................... 347 Agradecimientos 351 Notas ................................................................................................................................................ 353 Notas aclaratorias del traductor 373 Listado de fotografías ............................................................................................................ 375
Acerca de las fuentes
Mis propias palabras contiene tanto discursos sin citas como escritos jurídicos y artículos de publicaciones periódicas sobre legislación repletos de referencias. Para proteger el medio ambiente y facilitar la lectura de la obra a los lectores, nuestro editor nos sugirió que, en lugar de incluir todas las citas en la edición impresa del libro, pusiéramos la mayoría de las referencias en la página web MyOwnWordsBook.com. No obstante, en la edición impresa sí hemos dejado las notas de la Introducción y del fragmento de la ópera Scalia y Ginsburg.
xv
Permítanme que les cuente, estimados lectores, cómo se gestó este libro. En el verano del año 2003, Wendy Williams y Mary Hartnett me visitaron en mi despacho, para hacerme una propuesta: «Te guste o no, la gente va a escribir sobre ti. Como nosotras somos personas de tu confianza, nos ofrecemos voluntarias para redactar tu biografía oficial». Wendy y yo habíamos trabajado sobre el mismo terreno en la década de 1970: es decir, ambas habíamos luchado por conseguir la igualdad de los hombres y las mujeres ante la ley. Wendy había sido una de las fundadoras de Equal Rights Advocates, una ONG creada para defender la igualdad de derechos de las mujeres ante la ley, cuya sede estaba en San Francisco. Yo, en la costa Este, había sido una de las fundadoras del Proyecto de la Unión Americana de Libertades Civiles y Derechos de la Mujer (American Civil Liberties Union’s Women’s Rights Project). Wendy y yo simpatizábamos y nos ayudábamos mutuamente en nuestros respectivos proyectos pedagógicos y legislativos, así como en los litigios, cosa que seguimos haciendo cuando ella empezó a trabajar en la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown. Mary era por su parte profesora adjunta en dicha facultad, además de responsable del Programa de Becas sobre Políticas Públicas y Derecho de la Mujer (Women’s Law and Public Policy Fellowship Program). Viajera, inteligente y sympathique, como dicen los franceses, Mary me pareció ser la compañera idónea de Wendy para el proyecto de la biografía. De modo que acepté su propuesta, sin dudarlo.
Al principio, dijimos que Mis propias palabras se publicaría después de la biografía. Sin embargo, a medida que fui cumpliendo años en el Tribunal Supremo, Wendy y Mary pensaron que sería mejor aplazar la redacción de mi biografía hasta que yo estuviera a punto de jubilarme del Tribunal. De manera que invertimos el orden de publicación y comenzamos por la obra que ahora tienen en sus manos.
Las dos preguntas que suelen hacerme más los estudiantes de Primaria que cada semana me visitan en el Tribunal Supremo son: ¿Siempre has querido ser jueza? ¿Y Magistrada del Tribunal? Tales preguntas son la prueba de que hemos realizado grandes progresos. En la actualidad, a los jóvenes ya no les
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Prefacio
extraña que una niña quiera ser jueza. Nada que ver con la época en la que empecé a estudiar Derecho. Me refiero al año 1956. Las mujeres eran entonces menos del 3% de los trabajadores del sector de la abogacía en los Estados Unidos, y solo una mujer había sido jueza en un tribunal federal de apelación1 . Hoy en día, cerca de la mitad de los estudiantes de Derecho y más de la tercera parte de nuestros jueces federales son mujeres, entre ellas tres de los nueve magistrados2 que conforman el Tribunal Supremo de los Estados Unidos3. Más del 30% de los decanos de las facultades de Derecho de los Estados Unidos son mujeres, y también son mujeres el 24% de los integrantes de los consejos de dirección de las quinientas empresas más grandes de los Estados Unidos. ¡He visto, pues, grandes cambios durante mi ya larga vida!4
Me siento muy afortunada por haber podido vivir —y trabajar como abogada— durante el primer periodo de la historia de los Estados Unidos en que fue posible defender con éxito, ante las asambleas legislativas y los tribunales, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, como un principio constitucional esencial. Las militantes del movimiento feminista —y también algunos hombres— venían luchando por ello desde hacía ya mucho tiempo. Sin embargo, hasta finales de la década de 1960 la sociedad no estuvo preparada para comprenderlo5 .
¿Cuáles fueron las circunstancias de mi vida que me llevaron a participar en esa lucha por la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres? En primer lugar, mi madre, la cual, además de ser una gran lectora, nunca dejó de aconsejarme que «fuera independiente» y pudiese valerme siempre por mí misma. En segundo lugar, algunos profesores que me influyeron, o me animaron, durante mis años de formación. De hecho, en la Universidad de Cornell, el profesor de Literatura Europea Vladimir Nabokov cambió mi forma de leer
1. Florence Allen fue nombrada por el presidente Franklin D. Roosevelt para formar parte del Tribunal Federal de Apelación del Sexto Circuito de los Estados Unidos, en 1934.
2. Con el término «magistrado» nos referiremos a los miembros del Tribunal Supremo. Con el término «juez» nos referiremos a los miembros de los tribunales de rango inferior al Tribunal Supremo. NdT.
3. Ginsburg se refiere a Sonia Sotomayor (Magistrada desde 2009), Elena Kagan (Magistrada desde 2010) y ella misma.
4. Véase “Los avances de las mujeres en el ejercicio de la abogacía y en la judicatura”, p. 71.
5. Véase “En defensa de la eliminación de la discriminación por razón de sexo”, p.159
xviii Prefacio
y de escribir. Con él, aprendí que con las palabras podíamos «pintar»: es decir, que para poder transmitir adecuadamente una imagen o una idea debíamos seleccionar las palabras precisas y ordenarlas de la forma correcta. Del profesor de Derecho Constitucional Robert E. Cushman y del profesor de Ideales Americanos Milton Konvitz aprendí los extraordinarios valores sobre los cuales se fundó nuestro país y cómo el Congreso se alejó de ellos por el «miedo a los rojos» de los años 50. Con ambos profesores aprendí, también, que los abogados podían recordarles a los legisladores que nuestra Constitución protege el derecho a pensar, a hablar y a escribir sin temor a sufrir represalias por parte de las autoridades6.
Benjamin Kaplan no solo fue mi primer profesor en la Facultad de Derecho de Harvard. También era mi favorito. En su curso de Derecho Procesal Civil siempre utilizaba el método socrático para estimular a los alumnos, pero nunca para humillarlos. Kaplan fue mi modelo de profesor mientras me dediqué a la docencia entre los años 1963 y 1980. En la Facultad de Derecho de Columbia, el profesor de Derecho Constitucional y Judicatura Federal Gerald Gunther estaba empeñado en que yo debía trabajar de letrada en un tribunal federal, a pesar de algo que en aquel entonces se consideraba un gran impedimento: en el momento de graduarme yo era madre de una niña de cuatro años. Gunther, después de haber hecho esfuerzos heroicos, logró que yo desempeñase dicha labor. Más tarde, durante mis litigios ante el Tribunal Supremo, o en los que estaban encaminados hacia este, yo pedí ayuda a Gunther para abordar algunos asuntos que resultaban peliagudos, ya fuera por el contenido o por los procedimientos, y siempre me ayudó mucho.
Otra pregunta que suelen hacerme cuando hablo en público es si puedo dar algún buen consejo. Sí, puedo. En el día de mi boda mi suegra, que era una mujer inteligente, me dijo: «Para que un matrimonio vaya bien, a veces hay que hacerse el sordo». He seguido su consejo a menudo, y no solo durante mis cincuenta y seis años de inigualable vida marital. También lo he seguido allí donde he trabajado, incluido el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.
Cuando alguien hace un comentario desconsiderado o desagradable, conviene fingir no haberlo oído. Ni por responder de forma airada ni por enfadarnos lograremos hacer ver a quien ha hecho el comentario que ha sido injusto.
Prefacio xix
6. Véase «Las intervenciones telefónicas: ¿peor el remedio que la enfermedad?», p. 21
Mi suegro también me dio buenos consejos durante mis años sabáticos, entre 1954 y 1956, cuando mi marido, Marty, hacía el servicio militar como oficial de artillería en Fort Sill, en el estado de Oklahoma. A finales de 1954, supe que estaba embarazada. Esperábamos tener a nuestro hijo en julio de 1955, pero a mí me preocupaba empezar a estudiar Derecho, el curso siguiente, con un bebé a mi cargo. Mi suegro, entonces, me dijo: «Ruth, si no quieres empezar a estudiar Derecho, tienes motivos de sobra para no hacerlo. Nadie va a criticarte por ello. Pero, si de verdad quieres estudiar Derecho, deja de preocuparte, y busca la forma de conciliar la maternidad con el estudio». Eso fue exactamente lo que hicimos Marty y yo, al contratar a una canguro durante los días laborales, entre las ocho de la mañana y las cuatro de la tarde. Algunos años más tarde, al verme de nuevo apurada, recordé el consejo de mi suegro: no pierdas el tiempo preocupándote y busca soluciones.
Cuando mis hijos eran pequeños, aún no se hablaba de la conciliación laboral y familiar. Sin embargo, es una buena descripción de mi forma de organizarme. Estoy convencida de que mis buenas notas en Derecho se debían a mi bebé, Jane. Yo asistía a clase y estudiaba diligentemente hasta las cuatro de la tarde. Las horas siguientes eran para Jane: en el parque, jugando juegos infantiles, cantando canciones alegres, leyendo libros ilustrados y poemas de A. A. Milne, bañándola y dándole de comer. Después de que Jane se hubiera dormido, yo volvía a mis libros de Derecho con más energía. Cada faceta de mi vida me daba fuerza para las otras, algo así como un sentido de la proporción de la que carecían mis compañeros de clase, habituados solo a estudiar Derecho.
Además, yo he tenido suerte en la vida, sobre todo por haberme casado con Martin D. Ginsburg. No encuentro las palabras adecuadas para poder describir lo inteligente, ni lo entusiasta, ni lo cariñoso que es mi marido. Él habla por sí mismo en dos capítulos de este libro7. Léanlos y verán que es una persona muy especial. Al principio de nuestro matrimonio quedó claro que cocinar no era mi principal virtud. Para deleite de nuestros hijos (en 1965 nació James), que son amantes de la buena mesa, Marty se apoderó de la cocina, y se convirtió
7. Véase «El tema de conversación favorito de Marty Ginsburg», p. 27; «Cómo hizo el Tribunal Federal de Apelación del Décimo Circuito para que mi esposa tuviera un buen empleo», p. 131.
xx Prefacio