

UNA IDEA DE ESPERANZA
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Ximo Puig
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Una idea de esperanza
Julio, 2023
© de la presente edición, Ximo Puig
Diseño: Dídac Ballester
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«No tengas miedo a las ideas, porque los hombres sin ideas son muñecos, marionetas o algo peor, personas inmorales, sin dignidad, sin corazón».
Almudena Grandes
Prefacio
Esta es una carta de urgencia que recoge una primera aproximación a la reflexión que procede después de estos ocho años de transformación y cambio en la Comunitat Valenciana.
Con más perspectiva, con más escucha, con más voces, seguro que podremos profundizar y extraer las mejores conclusiones para el futuro.
Estas líneas parten del sentimiento de que este tiempo no puede ser “un paréntesis entre dos nadas”, parafraseando al querido Paco Brines.
Es la esperanza lo que mueve esta carta.
I RESPETO
«Nadie está libre de convertirse en un fanático. El fanatismo es más viejo que cualquier Estado, gobierno o sistema político».
Aquel día, en el colegio de los escolapios de Morella, el padre Antoni Tort, de Igualada, nos dejó a toda la clase sin la película que íbamos a ver: Río Bravo. Yo tenía 14 años. Indignado por lo que consideraba un hecho discriminatorio, escribí en la pizarra una palabra: “Justicia”. Sin saberlo, fue mi primer acto político. La consecuencia inmediata fue que me llevé una sonora bofetada del sacerdote y un castigo. La parte positiva es que el castigo era escribir una redacción todas las tardes al acabar las clases. La escribí sobre el conflicto de Irlanda del Norte, y aquel trabajo me descubrió dos cosas. Por un lado, mi vocación periodística. Por otro lado, una realidad terrible: los peligros de la división. Aprendí que una sociedad dividida era capaz de causar la muerte entre vecinos, entre antiguos alumnos de cole-
Amos Oz
gio, o entre compañeros que boxeaban juntos en un gimnasio. Aquello impactó en mi mente adolescente. Y aquella lección siempre me ha acompañado. En la vida y en la política. Vivimos en sociedades diversas, no monolíticas. Uno de los grandes errores es querer uniformizar una sociedad diversa. Y una de las grandes estupideces es arrinconar a quien no encaja en el prototipo ideal de aquellos que proclaman su hegemonía uniformizadora. Esa actitud –sea de quien sea— es sectarismo, dogmatismo, totalitarismo. Esa actitud erosiona la convivencia. Y es contraproducente. Como dice María Zambrano, «todo extremismo destruye lo que afirma». Por eso, en este momento donde algunos levantan muros y cavan trincheras, empiezo por reivindicar el pensamiento esencial que me ha guiado en estos ocho años y que quizá se vea fracturado en el tiempo que ahora se abre. Es el siguiente: Quien no es capaz de entender todas las miradas de una sociedad diversa, quien no es capaz de respetar la polifonía de voces de una sociedad plural, es imposible que
la gobierne bien. La diversidad nunca es el problema. El problema es la mirada sobre esa diversidad. Lo resumió, precisamente, el político norirlandés John Hume, cuando le dieron el Nobel de la Paz: «La diferencia no es una amenaza. La diferencia es natural. La diferencia es la esencia de la Humanidad».
Esa es la base para asegurar una buena convivencia. La Comunitat Valenciana es una tierra diversa. Lo somos en el ámbito territorial. Una tierra donde más de 500 kilómetros de costa conviven con montañas emblemáticas como el Penyagolosa, Aitana, la Serra d’Irta o el Montgó. Una tierra de huerta y de secano. Donde las grandes ciudades como València, Alicante, Elx o Castelló distan apenas una hora de las tierras despobladas de la Serranía, el Maestrat o el Alto Mijares. Somos también una tierra culturalmente diversa. Donde lenguas hermanas conviven en armonía. Donde habitan personas originarias de 183 países que son tan valencianas como las nacidas entre el Sénia y el Segura y que conviven con respeto. Una tierra que ha asimilado
el poso cultural de los diferentes pueblos que la han habitado: de los íberos a los musulmanes, de los romanos a los cristianos.
Somos una tierra diversa en orígenes, paisajes, lenguas, géneros, orientaciones sexuales, ideologías e identidades. Y esa amplia variedad, que he podido apreciar en los 2.930 actos en los que he participado como president, es nuestra mayor riqueza. He comprendido, en todo momento, que en nuestra tierra hay cinco millones de formas distintas de entender la vida, una por cada valenciano y valenciana. Esa pluralidad, no hay duda, es un valor añadido. Y frente a fanatismos del pasado que ahora se afanan en resucitar, somos –y tenemos que continuar siendo– una tierra de igualdad. Una sociedad que preserve la convivencia desde el elemento central que ha inspirado estos años de gobierno: el respeto. La Comunitat Valenciana, una sociedad de respeto.
Cuando llegué al Palau de la Generalitat, en el verano de 2015, abrimos juntos una nueva etapa para el pueblo valenciano. No olvido