CAPÍTULO 1: ASPECTOS INTRODUCTORIOS
Angel Joel Méndez López
Isaac Iran Cabrera Ruiz
José Vicente Pérez Cosín
Las Ciencias Sociales han volcado su mirada hacia sus propias historias, conscientes del papel que les corresponde jugar a la hora de superar los estadios de desarrollo actuales. Los esfuerzos realizados específicamente dentro del campo de la Psicología Comunitaria en este sentido son notorios. Constituyen retrospecciones necesarias para disciplinas que como ella, son el resultado de insatisfacciones e inconformidades con el camino sugerido por la parcialidad de las prácticas tradicionales, ante la creciente complejidad de los problemas a atender, lo que llevó a reparar en la limitación de sus paradigmas explicativos y a proponer nuevos ejes conceptuales y alternas visiones paradigmáticas para afrontar dichas problemáticas.
Con independencia del contexto histórico concreto se pueden distinguir seis líneas orientadoras y justificativas del movimiento comunitario y su emergencia. Ellas son: la perspectiva sociológica; la desintegración social; la aplicación práctica creciente de la psicología conjuntamente con las restantes ciencias sociales; la responsabilidad creciente de los profesionales y otros científicos actuantes en los espacios psicosociales; el creciente interés científico por el cambio social y los efectos psicológicos de las estructuras sociales; trastorno mental y prevención; y por último, la dimensión psicológica.
Luis A. Escobar considera que la Psicología Social Comunitaria constituye una psicología para el desarrollo, entendido éste como el proceso a través del cual las personas logran adquirir más control sobre su medio ambiente y entiende el proceso de desarrollo como vinculación dialéctica de mutuas influencias y modificaciones entre el individuo y el grupo, entre el grupo y la sociedad.
Hoy se reconoce que la conducción hacia la construcción de una sociedad más justa y humana, donde prime el amor, la paz y la libertad, solo puede alcanzarse cuando se reconozca el papel del individuo en la sociedad, no como variable aislada de los constructos sociales, sino en estrecha conexión dinámica con la sociedad y viceversa. La sociedad humana es simultáneamente objeto y sujeto de sí misma. La sociedad es un objeto que contiene la cualidad (expresada a través de una dialéctica absoluta) de ser simultáneamente objeto y sujeto de la realidad. Ello hace que su abordaje implique la asunción de plataformas orgánicas, y sistémicas complejas, no lineales, ni simplistas.
Los fundamentos y las bases de la subjetividad personal están contenidos en la estructura de la subjetividad humana social. Lo que hace al individuo un ser social con subjetividad es el carácter social de su existencia, es por eso que la Psicología constituye una ciencia del ser humano capaz de reconocer que la subjetividad se estructura en la interrelación dialéctica y compleja del individuo con su medio.
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La mayor cantidad de definiciones de Psicología Social conceden el objeto de estudio a lo visible y niegan lo invisible (la subjetividad). Estas psicologías sociales pretenden establecer regularidades universales sin valorar el contexto y es que sencillamente el mundo postmoderno trata de encerrar a la persona en una cápsula individual, lo que constituye un absurdo y que ha sido duramente criticado por la Psicología Social Comunitaria en sus propuestas más comprometidas.
La Psicología Social Comunitaria no puede renunciar al problema de la cotidianeidad del ser humano, reflejada en sus esperanzas, desesperanzas, frustraciones, malestares. Una Psicología Social Comunitaria que aborde la cotidianeidad como estructura social que se construye en el día a día, debe ser la que prevalezca. Es un imperativo construir una Psicología Social Comunitaria nueva, desde otros abordajes donde se propongan referenciales teóricos que incorporen al sujeto y lo redimensionen.
Hablamos de una variante disciplinar que cuente no solo con serios referentes en los marcos de la Psicología Social, sino que también pretenda integrarse y complementarse con las lecturas más interdisciplinares que conectan a la Psicología Social Comunitaria con otras Ciencias Sociales que pueden aportar y enriquecer su objeto de estudio.
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CAPÍTULO 2: SURGIMIENTO, HISTORIA Y PROYECCIONES PRIMARIAS DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMUNITARIA
Angel Joel Méndez López
Isaac Iran Cabrera Ruiz
José Vicente Pérez Cosín
SURGIMIENTO Y PRIMEROS PASOS DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMUNITARIA. ESTADOS UNIDOS, AMÉRICA LATINA Y ESPAÑA
La Psicología Social Comunitaria vio la luz como disciplina científica en formación, en la década de los años sesenta de la pasada centuria. Su emergencia como disciplina oficial retoma inicialmente el término de Psicología Comunitaria, el cual fue acuñado en la programática Conferencia de Swanpscott, Boston en 1965, Estados Unidos. Este movimiento inicial, constituyó una legítima consecuencia de la sociedad en la que nació, siendo además un reflejo de los avances, aciertos, posibilidades, concreciones y limitaciones particulares de la ciencia psicológica en aquel contexto.
Según Rappaport, 1977, citado por Irma Serrano García, la conferencia originaria se realizó con el objetivo de “discutir los problemas del adiestramiento de profesionales en el campo de la salud mental y su composición en ese momento reflejaba las tres fuerzas principales que dieron origen a la disciplina. Estas incluían la insatisfacción con las alternativas que proveía la Psicología Clínica para liderar con los problemas de salud mental, el desarrollo de una Psicología profesional o aplicada y los eventos políticos sociales de la década del sesenta”.
(Rappaport, 1977: 56)
Ya desde la mencionada conferencia, se trajo a colación la impostergabilidad de construir funciones y roles alternativos a portar por los profesionales insertados en la práctica comunitaria naciente, para lo que se enfatizada en la necesidad de trascender las visiones disciplinarias, fragmentadoras y tradicionales que prevalecían en las acciones profesionales, demandándose de esta una actitud más activa en tanto participantes comprometidos con los procesos de desarrollo.
En aquel entonces se fueron potenciando variados enfoques psicosociales de la comunidad, los que sin embargo no contaban en su mayoría con los niveles de adecuación y sistematización metodológica, o la suficiente elaboración teóricocosmovisiva para dar una respuesta, lo más acaba y nutricia posible, a las problemáticas presentes en aquellos contextos históricos.
Sin embargo, podemos aseverar que en esos comienzos no existía una colaboración directa y con total conciencia de causa entre/por parte de los profesionales que se adentraban en este quehacer y prevalecía una incorporación
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de psicólogos clínicos al enfoque comunitario en gestación, los cuales eran fuertemente criticados, debido fundamentalmente a los estrechos marcos conceptuales y acciones interventivas que centraban su praxis, pues se dirigían fundamentalmente al individuo, sin darle entrada en sus propuestas al entramado socio-ambiental complejo y multiforme, que generaba influencias en las personas concretas.
A ello se le añadían las críticas al modelo médico utilizado, porque además de constituir su extrapolación a otros campos de la realidad, una ingenua y absurda aberración, partía de un único estándar aceptable de conducta y culpaba de múltiples formas a aquellas personas que no se ajustaban a él, convirtiéndose de esta forma en una lógica maquiavélica que crea(ba) barreras a los procesos de realización y plenitud humana.
Son muchas las valoraciones que se han desarrollado acerca de la Psicología Social Comunitaria, siendo vista por algunos como un paradigma emergente y alterno, en construcción y por otros, como una disciplina que entre sus proyecciones estratégicas refuncionaliza la importancia de socializar el saber y la práctica psicológica. Ha sido considerada además, como una práctica social que utiliza para dar cumplimiento a sus propósitos, un conjunto de recursos conceptuales, metodológicos y técnicos de las ciencias psicológicas fundamentalmente, para afrontar los problemas tratados.
Otros autores la visualizan como una disciplina científica que se ocupa de las interacciones entre los individuos y las comunidades, promoviendo por consiguiente, la mejora del sentido y la calidad de vida de los sujetos psicológicos concretos, los grupos y las comunidades. Tampoco faltan los autores que la definen como una ciencia. Lo que si resulta incuestionable es que con el progresivo aumento de proyectos y programas de Psicología Social Comunitaria, se ha logrado estructurar de forma escalonada espacios y plataformas más amplias, las cuales han facilitado los procesos de producción académica y práctica.
De forma complementaria a dicho reconocimiento, resulta importante significar al máximo la asunción más activa del sujeto transformador en tanto promotor y responsable de su salud, así como de su crecimiento, concretándose esta consideración en el desarrollo de múltiples competencias la hora de afrontar los diversos momentos de vida cotidiana.
El llamado a la aplicabilidad del conocimiento científico ha sido conjuntamente un reclamo permanente a la reivindicación de grupos particularmente limitados y constreñidos en sus búsquedas hacia el desarrollo. La Psicología Social Comunitaria emerge como alternativa contrapuesta a las teorías y perspectivas psicológicas y psicosociales basadas predominantemente en modelos individuales y francamente descontextualizados de las relaciones persona-sociedad, lo que ha convergido en la investigación y el estudio de fenómenos cada vez más fragmentarios y parcializados de la realidad.
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Por su parte, Rappaport visualiza a la Psicología de las Comunidades como un movimiento social, argumentando la necesidad que tiene la misma de actuar con sentido de urgencia, como propósito que conecta el conocimiento y la acción para crear posibilidades de cambio, insertadas precisamente en ese sentido de urgencia antes señalado.
“Por Psicología Comunitaria podría entenderse cuatro cosas diferentes:
1) Una filosofía: Un funcionalismo holista basado en el cambio social y conductual continuo.
2) Un enfoque o estrategia de trabajo concebido para mantener la evolución de las estructuras sociales, a través de intervenciones transaccionales entre individuos y estructuras.
3) Un proceso de investigación usado en el laboratorio y en el campo real que subraya el uso de cualquier tipo de método apropiado para la cuestión dada. La recolección y utilización de los datos es parte básica del trabajo comunitario.
4) Una profesión que valora el trabajo interdisciplinar, subrayando la solución de los problemas en lugar de las fronteras disciplinares”. (Colectivo de Autores, 2007: 119)
Los albores de la Psicología Comunitaria norteamericana llamaron también la atención hacia un tema, hasta entonces sumergido en la reflexión académica y la práctica profesional, en el que han insistido, entre otros, el propio Julián Rappaport. Nos referimos al tema de la trascendencia de la diversidad cultural en la comprensión del desarrollo humano, así como la validez de la perspectiva cultural para la realización de investigaciones socialmente relevantes y la prestación de servicios adecuados a tales poblaciones.
Sintéticamente, el pensamiento comunitario en Norteamérica se diversifica en cinco marcos conceptuales bien diferenciados y definidos, según la sistematización que realizan en este sentido Irma Serrano-García y Álvarez Hernández. Dichos marcos conceptuales con:
SALUD MENTAL COMUNITARIA O PSICOLOGÍA CLÍNICA COMUNITARIA.
MARCO ORGANIZACIONAL O SISTÉMICO.
MARCO DE ACCIÓN O CAMBIO SOCIAL.
MARCO ECOLÓGICO.
PSICOLOGÍA COMUNITARIA CONDUCTISTA.
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SALUD MENTAL COMUNITARIA O PSICOLOGÍA CLÍNICA COMUNITARIA
Entre los conceptos centrales que se valoran en este marco se encuentran los de prevención, salud mental positiva, el estrés y el Coping, sin excluir los análisis que se realizan de otros conceptos como son el de cambio social y comunidad. Se reconoce que constituyen la Psicología Clínica, la Salud Pública y la Psiquiatría, aquellas disciplinas que más aportan a las valoraciones y concepciones desarrolladas en este marco conceptual. Sin embargo, a pesar de trascender la visión más común de la Psicología con enfoque clínico, el mismo no aporta con solidez a la estructuración de las plataformas paradigmáticas que en los mares del desarrollo pleno se gestaban.
MARCO ORGANIZACIONAL O SISTÉMICO
Ha contribuido en forma predominante al desarrollo de métodos tanto de índole interventiva como investigativa, pero su orientación se ha encaminado de modo prioritario a la empresa privada, funcionando en detrimento de las organizaciones comunitarias o de servicio. Encuentra entre las principales bases teóricas, los criterios esbozados en los márgenes de la Psicología Social, fundamentalmente en el nivel grupal, la Administración Comercial y Pública, así como la Psicología Organizacional, de forma tal que se ha encaminado hacia las búsquedas del desarrollo organizacional, la consultoría, así como en la creación de programas de adiestramientos y formación.
MARCO DE ACCIÓN O CAMBIO SOCIAL
“Las bases disciplinarias de este marco surgen de otras áreas de las Ciencias Sociales y Humanísticas que se han dedicado tradicionalmente al estudio de niveles macrosociales, pero que no se han caracterizado por el desarrollo de intervenciones en los mismos. Estos incluyen las Ciencias Políticas, la Sociología y la Historia. También tiene mucha influencia de un campo más aplicado que los anteriores, el Trabajo Social”. (Serrano-García, 1992: 37)
MARCO ECOLÓGICO
Esta plataforma emerge como alternativa viable que pretendía trascender la estrechez y francas limitaciones de los modelos comunitarios centrados fundamentalmente en la salud mental. Parte de la aplicación de la analogía ecológica a la práctica y la teorización en torno a la comunidad, considerando a esta esencialmente sobre la base de las interrelaciones entre las personas y su ambiente. Estos se conciben como sistemas abiertos, con disímiles grados de complejidad que propenden a diferentes alternativas de análisis para su comprensión. Dicha visión nos permite aspirar al logro de una comunidad ecológicamente significativa, entendida esta como un espacio donde convergen múltiples sistemas interconectados, lo que permitiría vehiculizar proyectos y sistemas más próximos a las necesidades reales de la comunidad concreta.
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MARCO DE PSICOLOGÍA COMUNITARIA CONDUCTISTA
Este marco se presenta como uno de los más recientes en aparición y en el mismo se pretende entender a la Psicología Comunitaria como propulsora de los procesos de cambio, pero haciéndolo a partir de la relación persona-ambiente y los procesos de prevención. El mismo no ha logrado conformar con solidez su cosmovisión y esta constituye una crítica raigal que lo limita a la hora de adoptarlo en los procesos prácticos.
Una década más tarde de su aparición en Estados Unidos, se produce el nacimiento de las prácticas en materia de Psicología Social Comunitaria en América Latina, caracterizándose su aparición por acciones más ajustadas a los contextos sociohistóricos propios de estos países, si bien se presentaron impedimentos a la hora de asumir una visión propia, desligada de los influjos teóricos y propuestas significativas en su país de origen.
En la América Latina fueron otras las líneas de pensamiento las que se vincularon en torno a lo comunitario y se expresan en las ideas del sociólogo Orlando Fals Borda sobre los procesos de participación popular y todo el ideario del pedagogo Paulo Freire en relación a la educación popular y las categorías de problematización y concientización. (Tovar, 2000: 3)
Con el interés en acciones y orientaciones comunitarias dentro de los escenarios latinoamericanos, se evidencia un incremento en proyecciones prácticas desde los nuevos alcances y compromisos ideológicos, así como un visible aumento de publicaciones científicas, las cuales iban resignificando la necesidad de consolidar los aportes académicos, en la paulatina construcción de una disciplina que respondiera en sus proyecciones a las necesidades emergentes de los escenarios investigativos.
Si bien se señala que no existe un único marco conceptual que representa a la diversidad de aproximaciones a su objeto de estudio entre los psicólogos comunitarios latinoamericanos (Serrano-García I; Álvarez S, 1985; Marín G, 1988; Rivera Medina E; Wiesenfeld F; Sánchez E. 1991), a todos ellos les es común una inconformidad con las teorías psicosociales que simplifican la consideración de lo social en la explicación de las dinámicas individuo-sociedad, tergiversación expresada en los términos de la concepción ahistórica y fragmentada de esta relación y en la inespecificidad témporo-espacial de los fenómenos estudiados.
(Serrano-García, 1992: 123)
Sintéticamente, se reconoce que la disciplina en los espacios latinoamericanos ha privilegiado desde sus comienzos el interés en acciones investigativas, articulando proyecciones prácticas a partir de la asunción de compromisos ideológicos, con el metaobjetivo de refundar los núcleos de praxis en las teorizaciones e intervenciones societales, con un sentido de transformación.
Precisamente esta vocación permanente de considerar los procesos de cambio y transformación de la realidad, se enraizó desde los primeros pasos de conformación
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de la disciplina, reconociéndose la capacidad con que cuenta la comunidad para ejercer poder, autocontrol de sus recursos y autogestión efectiva, en los caminos de construcción de personas, grupos y sociedades alternativas.
“En América Latina la alternativa psicosocial comunitaria se conformó así, como una salida conceptual-metodológica en correspondencia con las condiciones concretas en que emergió. Para dar respuesta a los problemas de orden psicosocial de esta realidad específica, inevitablemente se debía trascender el enfoque ahistórico imperante en el pensamiento psicosocial tradicional, para concebir no solo a la realidad psicológica individual como realidad abierta y contextualizada, sino además trabajar por un marco explicativo en el que se legitima y se problematiza en torno a los factores sociales de orden macro y microestructural”. (Colectivo de Autores, 2007: 42)
La identidad alcanzada por una disciplina científica no es independiente de las circunstancias de su surgimiento. Orígenes y desarrollos posteriores constituyen dos elementos concatenados en la construcción de todo campo específico del saber humano. En especial, para la Psicología Social Comunitaria desarrollada en América Latina se trata de un camino propio, que ha tenido en cuenta a la Psicología Comunitaria que se venía haciendo en los Estados Unidos, pero que sobre eso se ha planteado construir una Psicología Comunitaria para las realidades latinoamericanas, las cuales requieren de una reflexión y prácticas únicas.
Lo anterior nos abre el camino hacia la comprensión sintética de los marcos conceptuales que han prevalecido en el escenario latinoamericano y que han mantenido como núcleo articulador las prácticas y análisis desde los contornos de la Psicología Social Comunitaria, si bien es necesario destacar la ausencia de coherencia entre estas visiones en la mayoría de los casos, constituyendo intentos crecientes de dar respuestas alternas a las plataformas y paradigmas previamente utilizados, los cuales no respondían a marcos conceptuales integrados ni orgánicos, además de desvirtuar el objeto de estudio del campo disciplinar, pues enfatizaban los enfoques individualistas, sin valorar propositiva ni críticamente el amplio diapasón social en el que se insertan las relaciones humanas.
Según Irma Serrano-García, las diferentes formas que ha tomado la disciplina en los países latinoamericanos se puede sintetizar en los siguientes marcos conceptuales.
PSICOLOGÍA SOCIAL O APLICADA
Se le señala a esta dimensión su semejanza con la Psicología Social Tradicional, reconociéndose los avances que ha tenido en los procesos investigativos, no así en los de corte interventivo y tratando como temas de mayor relevancia a sus fines, los relacionados con la criminalización, los procesos migratorios y la fertilidad, por solo mencionar algunos.
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TECNOLOGÍA SOCIAL
Se reconocen similitudes de esta corriente con la anterior y su peculiaridad resalta como aspecto de mayor significación, la conexión entre ciencia y tecnología, colocada en función de afrontar y resolver lo más constructivamente posible las problemáticas de corte sociopsicológicas. Algunos la visualizan más como una especie de ingeniería social que como una disciplina científica y entre sus campos aborda fundamentalmente los temas de alcoholismo, las drogas y la resocialización de antiguos pacientes mentales, entre otros fenómenos sociales.
PSICOLOGÍA SOCIAL O PARA EL DESARROLLO SOCIAL Y ECONÓMICO
A esta corriente de análisis se le asocian las características generales de la Psicología Comunitaria en Estados Unidos, vista esta como una disciplina monolítica, constituyendo una visión errónea y demasiado simplificadora de la realidad y los procesos que la abordan. Uno de los principales autores de esta manifestación, Escobar, propone una serie de dimensiones que desde su perspectiva se interconectan entre sí y están de base en dicho marco. De forma tal que se reconoce la necesidad de abordar los factores estructurales, los procesos psicológicos y conductuales, todos los cuales son interdependientes y deben considerarse en las acciones investigativas e interventivas.
PSICOLOGÍA COMUNITARIA
Su metaobjetivo central reside en analizar los factores estructurales relacionados con el poder, para ejecutar cambios que impacten en el bienestar humano. Su emergencia y fortalecimiento, pretende sobreponerse a las limitaciones de la Psicología Clínica, a la prevención y al tratamiento de los problemas conductuales.
PSICOLOGÍA SOCIAL COMUNITARIA
La Psicología Social Comunitaria se ha desarrollarlo con más especificidad en Venezuela (Salazar, 1983; 1984ª, 1984b ; Sánchez, 1983) a través de los trabajos de Maritza Montero y en Puerto Rico en el Departamento de Psicología de la Universidad del País (Bauermeister, Cintrón y Rivera Medina, 1977). Montero y Ocando (1980) presentan un marco conceptual basado en los siguientes valores: a) la deseabilidad del autocontrol; b) el reconocimiento de que el objeto de estudio es a su vez un agente activo; c) el reconocimiento de que el centro de poder está en la comunidad, por lo tanto todo proceso transformador debe surgir en y desde esta y; d) la deseabilidad de la unión teoría-práctica”. (Serrano-García, 1992: 56)
Además de estos valores, Serrano-García propone una serie de conceptos, principios y fundamentos, que permiten la entrada en los análisis de la alienación a partir de su comprensión en la lógica del marxismo, la conciencia real y la conciencia posible, el foco de control y la desesperanza aprendida, asumiendo como metodología integradora la propuesta por Freire.
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