UN LENGUAJE DEL ALBA. ESTUDIOS DE ANGLO-SAJÓN
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Jorge Luis Borges concluye su poema “Al iniciar el estudio de la gramática anglosajona” en El hacedor, publicado en 1960, diciendo que le queda la contemplación “de un lenguaje del alba”. Esta frase llena de admiración y sabiduría siempre me ha resultado de lo más profundo y sugerente que se puede pensar en términos de consideración filológica y de lingüística histórica pues, al fin y al cabo, el estudio de la variación y el cambio siempre se refiere a los orígenes de una determinada lengua y a su desarrollo. Nada mejor que mirar, contemplar y considerar el período anglo-sajón como amplia sincronía histórica para tener una perspectiva precisa de la lengua inglesa y de su representación escrita. Ese último verso de Borges, por consiguiente, me sirve para dar título a este conjunto de estudios engarzados por la lengua del período denominado de inglés antiguo, a través de diversos autores y determinadas obras escritas en el alba de una lengua que luego será lo que conocemos actualmente por inglés, pero que tiene un amanecer original bien distinto como lengua germánica del tronco occidental y posteriormente guarda bastante relación con otra lengua germánica del norte, el llamado noruego antiguo.
Los presentes estudios se ocupan de textos que van desde el siglo VIII al siglo XII, cuando Inglaterra deja de ser netamente germánica, anglo-sajona y anglo-danesa, y se convierte en anglonormanda, empezando un periódo romance, lingüísticamente, y feudal, políticamente. Comienzo con un capítulo sobre Beda y su Historia eclesiástica del pueblo de los anglos, “Beda y la lengua inglesa”, centrándome, como es de esperar, en su versión anglo-sajona pero considerando la versión original latina a fin de establecer los parámetros lingüísticos y culturales que van a dominar en la versión inglesa. Resulta interesante reconocer que la versión anglo-sajona es una auténtica edición en inglés de la época, y no una rigurosa traslación desde el latín. El traductor y editor, probablemente de finales del siglo IX, resalta todo aquello que es importante para los ingleses, tanto en su visión religiosa como en su visión política,
José Luis Martínez-Dueñasy abandona aquello que juzga falto de interés para su época. Se trata de un amplio recorrido por reinos, reyes, obispos, abades, abadesas, conflictos de religión, fundaciones monacales y diversos episodios que formarán parte de la historia de Inglaterra y, por la materialidad del texto anglo-sajón, de su lengua. Ni que decir tiene que esta obra supone una de las mayores fuentes históricas de la historia de Inglaterra y posteriormente se utilizará para comenzar la gran empresa del rey Alfredo,la redacción de los Anales, conocidos como La crónica anglo-sajona, de lo que me ocupo igualmente en otro capítulo.
El capítulo 2 es más breve y es una nota sumaria titulada “San Isidoro en Inglaterra”, que se ocupa de las noticias que de esto hay, de la existencia de la obra del obispo hispalense, y con especial énfasis a la supuesta intención de Beda de traducir al inglés una obra concreta. Pese a su brevedad, he decidido incluírla pues la obra de San Isidoro es un conjunto de libros muy usados en esa época, y en Inglaterra esto no podía ser menos, teniendo en cuenta el intercambio de información y de obras escritas en la época en el medio monacal y el trasvase de información entre los reinos ingleses y los continentales, en especial en la época carolingia.
El capítulo 3 se centra en la presencia de la figura del rey Alfredo, necesaria e inevitable, pues sus traducciones constituyen una auténtica empresa cultural en una época de serias dificultades para Inglaterra y sus reinos. Este tercer capítulo se titula “Alfredo Magno: un rey sabio” y se ocupa de algunos aspectos de la obra del monarca de Wessex, quien tradujo del latín numerosas obras de interés que podrían leerse en anglo-sajón, y esto indica ya el nivel de alfabetización en la lengua vernácula. De él sabemos fundamentalmente a través de dos fuentes complementarias: la primera es la llamada Crónica anglo-sajona, o conjunto de anales cuya redacción él mismo promovió y para la que se utilizaron diversas fuentes, y que se completaría a mediados del siglo XII, cuando ya no existe la Inglaterra anglo-sajona. Y la segunda es la biografía Vita Alfredi que escribe su amigo y consejero el obispo galés Asser.
El capítulo 4 se ocupa de la figura de Ælfric abad de Eynsham como autor de homilías, traductor y gramático, cuya obra representa un avance muy importante en la consideración de la lengua vernácula, y un uso literario que se alternaba con el del latín. La prosa rítmica de este monje benedictino marca un antes y un después en la escritura anglo-sajona y constituye un documento único por sus contenidos y variedad. Se trata, además, de un personaje clave en la difusión y consolidación de la reforma monástica que comenzó su mentor el obispo Æthelwold junto con otros benedictinos y bajo la protección del rey Edgar a finales del siglo X. Sin Ælfric no tendría la lengua inglesa unos fuertes precedentes de reflexión meta-lingüística, lo que se da en el caso de su gramática latina explicada en anglo-sajón, ni habría una colección homilética tan rica y variada, llena de referencias a los textos bíblicos originales y a diversos padres de la Iglesia, un auténtico ejemplo de brillante inter-textualidad. Sus numerosos escritos indican la vida de un autor comprometido con su labor de predicación a través de la explicación del lenguaje.
En el capitulo 5 desarrollo un ensayo sobre lo que se puede denominar la violencia institucional de los anglo-sajones a través del uso poético del lenguaje. Concretamente, me centro en el poema conocido como Finnsburh (La lucha en el castillo de Finn), y lo hago en forma de traducción y con unos añadidos hipotéticos. Como lo que nos ha llegado es un fragmento, basándome en la edición de Klaeber trato de reconstruir ese lay misterioso y de fuerte resonancia épica escandinava, y cargado también de especial interés por su evocación literaria al aparecer ese episodio en Beowulf.
Concluyo con un capítulo sobre la Crónica anglo-sajona, concretamente de la versión conocida como E, escrita en el monasterio de Peterborough en el siglo XII y que ya tiene verdaderamente poco de anglo-sajona por dos razones. En primer lugar por escribirse ya en el período de dominación normanda, con reyes normandos, con nobleza normanda, con jerarquía eclesiástica normanda, y con sistema de propiedad feudal; y en segundo lugar, por usar un lengua que a las claras evidencia su separación de las estructuras lingüísticas de etapas anteriores y su “inmersión” en
una nueva época en contacto con unas variedades románicas determinadas, lo que ya indica los derroteros que va a seguir la lengua separándose de su original estructura gramatical germánica.
En suma, estos estudios no tienen mayor intención que ofrecer una determinada visión parcial de una época de la lengua inglesa en su historia escrita a través de unos documentos que pueden igualmente considerarse monumentos, y que hay que mirar y ver para comprender todo un período lingüístico. Mi propósito es trasladar al lector de nuestra época telemática y globalizada las actitudes, las tesituras y las viscisitudes de unos hombres de tiempos pretéritos, del temprano medioevo inglés. Las páginas presentes pretenden reflejar el logro de la consistente empresa de la tecnología de la escritura a mano, sobre pergamino, y copia tras copia, todo debido a la habilidad de los escribas. La ordenada vida en los monasterios benedictinos regía la constante labor de estudio y oración de Beda en el reino de Nortumbria, en la incipiente Inglaterra cristiana. Me imagino a Beda en el scriptorium hora tras hora, leyendo y anotando y redactando en el frío recinto, con el viento y la lluvia penetrando por las rendijas de las ventanas. Su deseo de traducir a San Isidoro revela la consulta y el conocimiento de la obra del prelado hispalense, y se aprecia su constante estudio sólo interrumpido por la oración de las horas y la visita al refectorio. Igual puede decirse de Alfric, dos siglos y medio después, ya inmerso en una labor de reconstrucción cultural tras el desastre provocado por las sucesivas invasiones danesas y la desaparición de muchos establecimientos monásticos. Bajo la tutela del obispo de Winchester Athelwold y el patrocino de los nobles Athelweard y Athelmar este docto monje prosigue su carrera de disciplinado maestro, dedicado a sus pupilos, discípulos y novicios, y preocupado con su desempeño abacial y su tarea homilética. Alfric fue un profundo conocedor del latín y de su propia lengua y un impenitente traductor, siempre pensando en la forma léxica que era conveniente usar y decidido a mostrar la importancia del estudio de la gramática para conocer una lengua. Y todo esto en una convulsa época en la que los ataques de los daneses seguían siendo moneda común, y la convivencia entre los ingleses y los invasores
requería gran esfuerzo. A diferencia de Beda, Alfric sí tuvo una vida algo viajera ya que del monasterio de la capital,Winchester, pasó al de Cerne Abbas, en Dorset, y por último trasladose cerca de Oxford, al monasterio de Eynsham, como abad.
La figura del rey Alfredo no deja de tener interés por su doble vertiente de gobernante y de hombre de letras, imbuido de una fuerte convicción religiosa y decidido a mantener su reino fuera del alcance de los paganos invasores. Hábil diplomático, consiguió que los daneses se cristianizasen, como recoge la Crónica al contar el bautismo de Guthrum, y las distintas treguas procuraron cierta prosperidad. Su gran preocupación intelectual fue la reforma de los estudios abandonados por tantos años de destrucción de monasterios, cuando los religiosos apenas si podían leer inglés, para no hablar del latín. Imagino al buen rey muy temprano en la capilla rezando y pidiendo por su gobierno y su castidad, y tratando asuntos de estado rodeado de su buen amigo Asser, para poder retirarse a leer y escribir. Su contribución al desarrollo del estudio fue grande y constante, y a él se debe la existencia de las magníficas traducciones de Boecio y de Pablo Orosio, la de la Historia de Beda, y el impulso para la redacción de la Crónica. Hay que pensar en la magnífica labor divulgadora que su obra ejerció en una época en la que pudiese haber acceso a grandes obras escritas en latín y que éstas se pudiesen leer en anglo-sajón. Se trata de un monarca entregado al servicio del poder, de su pueblo, y de la cultura. El final de esta serie de estudios es una referencia a la crónica copiada y escrita en el monasterio de Peterborough que muestra el cambio producido tras casi un siglo de dominación normanda; ya lo anglo-sajón no aparece en los poderes públicos y esta muestra textual representa una reliquia lingüística de no poco valor filológico y de trascendencia histórica. También he querido que en estas páginas resuene el estruendo de las armas de los jutos y de los frisones golpeando el suelo de una sala convertida en campo de lid, con insomnes guerreros esforzándose con ardor y poder mientras revolotean las aves de presa y aulla el lobo, en el lejano castillo de Finn. Todo esto contribuye a ofrecer un panorama tex-
tual y filológico de cierta profundidad a pesar de lo reducido de las ilustraciones.
Las brumas y los tibios reflejos del alba de la que Borges escribía ya comienzan a despejar un horizonte bien distinto, lo que deparará varios siglos del desarrollo de una lengua y de su expansión por todo el globo terráqueo.
La obra de Beda se escribe en latín, lengua de cultura de la época, pero al tratarse de un proceso de transmisión cultural que aparece en Inglaterra, concretamente en el reino de Nortumbria, no me parece inapropiado relacionar su figura con los orígenes y el desarrollo de eso que damos en llamar la lengua inglesa. Beda el Venerable, realmente San Beda, es una de esas referencias que se repiten como las de San Agustín, San Jerónimo o Alcuino de York, y cuya obra queda reducida a unos títulos y unas fechas, sin un auténtico conocimiento de sus escritos, de su pensamiento y de la poderosa dimensión de su influencia1. De él sabemos principal-
1 Su fecha de nacimiento se piensa que es el año de 673, y su muerte ocurrió en el 735, curiosamente la fecha de nacimiento de Alcuino de York, otro inglés benedictino y consejero de Carlomagno. San Beda ha sido reconocido ampliamente por diversos autores; así Gilbert Highet le dedica unas páginas en las que glosa su obra como “inglés y latinista” y comenta al hablar de la tradición clásica: “If Beowulf corresponds to Homer, and Cædmon to the authors of the early Homeric hymns, and Cynewulf to Hesiod, then to whom does Bede correspond, if not to the pious, patriotic, legendcollecting historian Herodotus”, The classical tradition. Greek and Roman influences on Western literature, New York and London: Oxford University Press, 8ª reimpresión, 1978, pág. 38. Otro autor destacado, Ernst Robert Curtius, dedica varias páginas en distintos capítulos a Beda, especialmente sobre sus obras de retórica bíblica, De schematibus et tropis y su continuidad de Aldehelmo y su influencia en Alcuino (vol. 1, págs. 77-78) y sobre el comentario que de Beda escribió Nokter Bálbulo (vol. 2, pág, 653 y ss.).
Europaisches Literatur und lateinisches Mittelalter, Berna: A. Francke AG Verlag 1948; cito por la edición en español Literatura europea y edad media latina, México: Fondo de Cultura Económica 1955. Como referencia más clásica y citada numerosas veces es inevitable mencionar la presencia de Beda en la obra de Dante: en Divina comedia, en “Paraíso”, canto X se lee: “[…]; y a esta calma/ vino desde el martirio y el destierro/ ve más allá las llamas del espíritu/ de Isidoro, de Beda y de Ricardo,/ que en su contemplación fue más que un hombre.” Dante Alighieri, Divina Comedia, traducción y notas de Luis Martínez de Merlo, Madrid: Cátedra 1988, pág. 585.
José Luis Martínez-Dueñasmente por su Historia ecclesiastica gentis anglorum que se acaba en el año de 731, cuatro años antes de su muerte. El libro lo dedica al rey de Nortumbria Ceolwolf, Ceolulfo, (“Gloriosissimo regi Ceoluulpho”) y el autor se presenta como siervo de Cristo y sacerdote (“Famulus Christi et presbyter” pág. 1, “þeow and mæssepreost” en la versión anglo-sajona” pág. 2). Al final, da unas cuantas notas biográficas que me limito a copiar del original latino; vuelve a presentarse como criado de Cristo y monje del monasterio de los santos apóstoles Pedro y Pablo, ”in Viuraemunda et Ingyrnum”, “Wiramuþon and Gyrwum”, (Monk) Wearmouht y Jarrow en la actualidad2. Y que a los siete años lo entregaron a la educación del abad Benito y que siempre se dedicó a rezar y a cantar en la iglesia, y a asistir a clase, a dar clase y a escribir. A los 19 años fue ordenado diácono y a los 30 sacerdote por el obispo Juan, siendo abad Ceolfrido. Parece ser que dedicó toda su vida al sacerdocio, a sus deberes monacales y la instrucción de los jóvenes. Por la carta de Cuthberto sabemos también de su muerte, como comentaré más adelante.
Mi interés en el sabio benedictino se centra fundamentalmente en la lectura de su Historia ecclesiastica gentis anglorum, una de sus obras más conocidas pero no la única, pues redactó cuarenta y cuatro obras en total, una monumental producción literaria para cualquier época. Por motivos obvios de formación y ocupación me centraré en ésta y en lo que ha supuesto, parcialmente al menos, en el fenómeno de la lengua inglesa, del inglés y de lo inglés en general. La obra la escribe Beda en latín, lengua vehicular de la época y en la que se escribía todo lo concerniente a la Iglesia en tan temprana época, pues al fin y al cabo el latín
2 La expresión anglo-sajona Godes þeow equivale a ”siervo de Dios”, pero se relaciona realmente con la idea de esclavo. Expresa así la idea de transmisión greco-latina, servus o δoύλι, del esclavo como metáfora que no descalifica. En anglo-sajón aparece también la palabra esne, criado, hombre, aunque la idea ignominiosa se expresa con la palabra del noruego antiguo þræl, lo que se ha de entender en términos del concepto de esclavitud en la Inglaterra anglosajona, cristiana; esto lo explica Hugh Magenius en “Godes þeow and related expressions” en Anglia 16 (1988) págs. 139-170.
podía considerarse lo que más tarde dio en llamarse una lingua franca3. No obstante, Beda hablaba igualmente su dialecto local, una variedad llamada nortumbro, pues él vivía en el reino de Nortumbria, concretamente en el monasterio de Wearmouth-Jarrow, y en anglosajón el topónimo es Wiramuþon-Gyrwum4. Esta es la primera cuestión de importancia que conviene valorar pues su historia se tradujo muy pronto al inglés de la época, a finales del siglo IX, lo que indica el grado de alfabetización de ciertos sectores de la población en su lengua vernácula. Además de su obra, ha pasado a la historia como poema independiente el famoso himno de Cædmon, quien vivía en el monasterio de Streonæshealch; el himno aparece en inglés con verso aliterativo, es decir con rima inicial y que se considera el primer poema inglés, y aparece en el libro IV capítulo 24 de la Historia5. La versión que aparece en la
3 Esto puede verse en la forma de enjuiciar el estudio del latín por parte de Beda: “It might be tempting to understimate the importance of Bede’s influence on grammar and the study of Latin as a language. But Latin was the language of Christianity in the later Middle Ages; it was also the language of learning, government and philosophy. Bede’s explanations of pronunciation, which were transmitted via his writings and his students, laid part for the groundwork for Latin as the lingua franca in the latter medieval period. Sharon M. Rowley “Bede in later Anglo-Saxon England”, (en The Cambridge Companion to Bede, Cambridge: Cambridge University Press, 2010, pág. 220).
4 En el año de 674 el monasterio de Monkwearmouth, San Pedro, es fundado por Benedict Biscop, y en el 682 Jarrow, San Pablo, es fundado por Ceolfrid. En el año 716, ambas comunidades tenían 600 monjes, y una extensión de 150 hidas. (Marilyn Dunne, The emergence of monasticism. From the desert fathers to the Early Middle Ages, Sharon M. Rowley en el capítulo “Bede in later AngloSaxon England”, pág. 221; en The Cambridge Companion to Bede, Cambridge: Cambridge University Press, 2010).
5 El poema del novicio Cædmon, que de simple vaquero pasó a ser monje, cantor y poeta, lo ofrezco en mi traducción de la versión anglo-sajona; aparece en el libro IV, capítulo XXIV.
Ahora hemos de alabar / al Protector del reino de los cielos, El poderío del Creador / y su razón de pensamiento, Obra del padre de la gloria, / pues Él de todos los prodigios, Príncipe eterno, / dispuso el principio.
Él formó primero / para los hijos de la tierra
El cielo como techo, / sacro Creador.
La tierra media / el Protector de la humanidad,
Príncipe eterno, / después hizo El mundo para las criaturas, / todopoderoso Amo.
El original en HEGA dice así:
Nunc laudare debemus auctorem regni coelestis, potentiam creatoris et consilium illis, facta Patris gloriæ. Quomodo ille,cum sit æternus Deus,omnium miraculorum auctor exstitit, qui primus filiis hominum coelum pro culmine tecti, dehinc terram custos humani generis omnipotens creavit’ (Moberly 1881, pág. 308).
La versión anglo-sajona, en sajón-occidental, es como sigue (Miller 1890 pág. 344):
Nu sculon herigean heofonrices weard Metodes meahte, 7 his modgeþanc, Weorc wuldorfæder, swa he wundra gehwæs, Éce Drihten, órd onstealde, He ærest sceop eorðan bearnum Heofon to hrofe,halig scyppend; Þa middangeard, monncynnes weard, Éce Drihten, æfter teode Firum folde, frea ælmihtig.
Del poema existen 17 versiones en anglosajón: 4 en nortumbro y 13 en sajón occidental (Magoun 1955, pág. 51; vid. infra para referencia completa). Las variantes de algunas de estas palabras aparecen en diversos manuscritos, como explica Peter Cavill. Así, en el de San Marino se lee mod ge þanc y en el de London College of Arms modre þanc. Y en el de Bruselas modgerd. Igual ocurre con otra palabra: en el de San Marino aparece myddan ge arde, en el London College of Arms middan geard, en el de Bruselas middun gærd y en el de Dijon middun geard (“The manuscripts of Cædmon’s Hymn”, Anglia 118 (2000), págs. 499-530). Supuestamente, el poema original pertenece a la tradición oral anglo-sajona que contenía fórmulas repetidas que sobreviven en la poesía luego ya escrita y que se repiten en la poesía de la época, lo que expone Francis P. Magoun en su artículo “Bede’s story of Cædmon: the case history of an Anglo-Saxon oral singer”, Speculum 30 (1955), págs. 49-63; explica este autor que se trataba de un aprendizaje que comenzaba en la infancia y seguía en la vida adulta (pág. 59), y representa un ejemplo histórico único que Beda introduce, el de un cantor que vivió en una comunidad letrada (pág. 62). La idea de la transmisión de fórmulas poéticas la considera Anita Rieding en “The Old English formula in context”, Speculum 60 (1985) págs. 294-317. Dice esta autora que en el estudio de la poesía anglo-sajona sobresale la fórmula: “la repetición de un concepto más un sistema más una función” (pág. 317). De estas ideas el himno de Cædmon constituye una representación excelente. En la edición de Elliot van Kirk Dobbie The Anglo-Saxon minor poems, New York: ColumbiaUniversity Press 1942, hay una versión en nortumbro texto del ms.Kk,v 16 de University Library, Cambridge y otra en sajón occidental del ms. Tanner (págs. 105106), donde se recogen en notas a pies de página las diversas lecturas de