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OMUNIÓ Órgano Informativo de la Diócesis de Querétaro
La Comunicación, hace la Comunión
No. 1166 Año 23 | 28 de junio de 2020
Qué cubr e el cubr e bocas
¡Claro que la boca, pues qué mas podría cubrir! En un solo momento, en una calle transitada, puede usted contemplar un “desfile” de cubrebocas, los hay lisos y de colores, con soporte para las orejas o para toda la cabeza, también de distinto material que va desde el desechable hasta el lavable, hay reforzados y sencillos, otros más que parecen cumplir hasta las más detalladas exigencias técnicas que el caso amerita. En fin, se abre un amplio abanico de colores, texturas y materiales. El cubrebocas, en escasas horas, días en algunos países, desde el anuncio de la “entrada” oficial de la pandemia en nuestro entorno se volvió una prenda del todo indispensable en nuestro atuendo diario. La creatividad se hizo presente y nos ha regalado bellos espectáculos de diversos modelos que resultan interesantes y hasta bellos. Es una pena que se oculte nuestra sonrisa, signo elocuente de nuestra alegría por el chascarrillo o por el encuentro bueno con el otro que apreciamos. Oculta mucho de nuestras emociones porque el rictus de la boca o el movimiento involuntario de las comisuras expresan como mil palabras juntas. Era muy molesto usarlo… hasta que nos acostumbramos. Al principio nos convenció la conveniencia de un factor que nos protegía contra el virus, o que protegía a los otros de nosotros mismos cuando nos convertimos en posibles portadores. Es cierto que el pánico inmoviliza y hoy, el cubrebocas, muchos lo hemos convertido en una protección emocional en medio de una angustia colectiva que ha creado, y seguirá creando, panoramas inéditos. Y, sin embargo, me pregunto si a veces nuestros miedos se disfrazan de valentía, o más aún de temeridad, porque a estas alturas de la pandemia, con miles de contagios cada día en nuestro país, hay gente que no lo usa porque “no es necesario”.