XXII Domingo Ordinario, Ciclo C 31 de agosto de 2025

Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
NO. 35
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El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido
¿Por
qué es mejor no enaltecerme a mí mismo, pero sí que otro lo haga? ¿Por qué sí humillarme a mí mismo para que otro me enaltezca?
Simular ser importantes
Son varias las enseñanzas de Jesús en el pasaje del Evangelio que hoy se proclama, pero sin duda que al centro están la de no pretender los primeros lugares y, si fuera el caso, invitar a los mejores comensales.
Lo que más cuenta en nuestras vidas es la verdad de nosotros mismos, no las apariencias. ¿Cuántas veces se pretende ocupar los primeros puestos o lugares no sólo en eventos celebrativos o de convivencia, sino también en el corazón de las personas? Son muchos los do-
lores y sufrimientos que nacen de la pretensión de ser los primeros y/o únicos en la vida de las personas cercanas.
Jesús nos invita a ser inteligentes y escoger el camino más adecuado para recibir honores, no buscándolos por nosotros mismos sino recibiéndolos de los demás.
Hay dos frases que nos permiten saber de qué adolecemos en estos tiempos. La primera: “¡Tú no sabes quién soy yo!”, es decir, cuando alguien se supone superior al interlocutor La segunda, quizá un poco más
actual y más dramática: “¡Ni yo mismo sé quién soy!”, es decir, la pérdida de la identidad. Y de todo esto es, precisamente, de lo que habla Jesús en el Evangelio que la Iglesia nos propone reflexionar este domingo.
Para mirarnos en el espejo
Hoy, la liturgia nos propone una enseñanza que Jesús ofrece tomando nota de lo que observa durante una invitación a comer. En el relato del Evangelio de san Lucas, Jesús es presentado como un hombre atento a las personas y al contexto en el que se encuentran. Sus enseñanzas y palabras surgen de observar la cotidianidad.
En el pasaje del Evangelio Jesús nos interpela en el doble papel en el que la vida nos coloca, sea como invitados sea como quienes invitan. Encontramos la regla para los invitados (no buscar los mejores lugares) y la regla para quien invita (invitar a los excluidos) para ser bienaventurados.
Respecto a ser invitados la enseñanza es a ser humildes, es decir, liberarse del ansia de cualquier estima humana.
Es aprender a amar como Cristo amó, a servir como Cristo sirvió, a obedecer como Cristo obedeció. Por eso, a Jesús Dios lo exaltó y le dio el nombre sobre todo nombre. Ser humildes significa servir y dar sin esperar algo a cambio.
Respecto a invitar, la enseñanza de Cristo es invertir la lógica para no invitar a quien a su vez puede invitarme, sino invitar a quienes son excluidos, a quienes nadie invita, porque no pueden corresponder con otra invitación. ¿Por qué? Porque al hacer esto, se recibirá una recompensa. Esta es la bienaventuranza.




Dios de toda virtud, de quien procede todo lo que es bueno, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre, y concede que, haciendo más religiosa nuestra vida, hagas crecer el bien que hay en nosotros y lo conserves con solicitud amorosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Eclesiástico (Sirácide) 3, 19-21. 30-31


Sentados
Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor, porque sólo él es poderoso y sólo los humildes le dan gloria.
No hay remedio para el hombre orgulloso, porque ya está arraigado en la maldad. El hombre prudente medita en su corazón las sentencias de los otros, y su gran anhelo es saber escuchar. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 67


Sentados
R. Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
Ante el Señor, su Dios, gocen los justos, salten de alegría.
Entonen alabanzas a su nombre.
En honor del Señor toquen la cítara.
R. Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
Porque el Señor, desde su templo santo, a huérfanos y viudas da su auxilio; él fue quien dio a los desvalidos casa, libertad y riqueza a los cautivos.
R. Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
A tu pueblo extenuado diste fuerzas, nos colmaste, Señor, de tus favores y habitó tu rebaño en esta tierra, que tu amor preparó para los pobres.
R. Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
SEGUNDA LECTURA
De la carta a los hebreos 12, 18-19. 22-24a


Sentados
Hermanos: Cuando ustedes se acercaron a Dios, no encontraron nada material, como en el Sinaí: ni fuego ardiente, ni oscuridad, ni tinieblas, ni huracán, ni estruendo de trompetas, ni palabras pronunciadas por aquella voz que los israelitas no querían volver a oír nunca.
Ustedes, en cambio, se han acercado a Sión, el monte y la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a la reunión festiva de miles y miles de ángeles, a la asamblea de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el juez de todos los hombres, y a los espíritus de los justos que alcanzaron la perfección. Se han acercado a Jesús, el mediador de la nueva alianza. Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN ANTES
DEL EVANGELIO Mt 11, 29
R. Aleluya, aleluya
Tomen mi yugo sobre ustedes, dice el Señor, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón R. Aleluya.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 14, 1. 7-14




Unsábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola:
“Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.
Luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que
ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”. Palabra del Señor.
ORACIÓN DESPUÉS
DE LA COMUNIÓN




De pie
Saciados con el pan de esta mesa celestial, te suplicamos, Señor, que este alimento de caridad fortalezca nuestros corazones, para que nos animemos a servirte en nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.