¿Quién no ha experimentado en su vida algún acontecimiento que haya supuesto una quiebra existencial? ¿Quién no ha sentido alguna vez un grito en su interior, un desgarro, una herida punzante, una voz llamando al cambio radical de rumbo vital, de proyecto de vida, de trayecto hacia el futuro?
Algunas experiencias de adversidad son de tal calibre que ponen en juego todas las competencias personales de afrontamiento. Ante la adversidad no vale quedarse de brazos cruzados. Deben tomarse decisiones, y éstas pueden suponer un cambio personal sustancial una auténtica metanoia, un viraje radical en la existencia personal. Las «crisis existenciales» que provoca una adversidad pueden ser crisis de profundidad, cargas que lanza la vida y que penetran en lo hondo del ser, exigiendo un re-planteamiento de los parámetros existenciales, un «estar-en-el-mundo» de un modo distinto al que hasta entonces era propio.