Hacia el Jubileo 2025
Parte 3

6. Esperanza para los jóvenes
“También necesitan signos de esperanza aquellos que en sí mismos la representan: los jóvenes. Ellos, lamentablemente, con frecuencia ven que sus sueños se derrumban. No podemos decepcionarlos; en su entusiasmo se fundamenta el porvenir”, dice el Papa. “Es hermoso verlos liberar energías, por ejemplo cuando se entregan con tesón y se comprometen voluntariamente en las situaciones de catástrofe o de inestabilidad social”, añade. Sin embargo, “resulta triste ver jóvenes sin esperanza”. Por otra parte, “cuando el futuro se vuelve incierto e impermeable a los sueños; cuando los estudios no ofrecen oportunidades y la falta de trabajo o de una ocupación suficientemente estable amenazan con destruir los deseos, entonces es inevitable que el presente se viva en la melancolía y el aburrimiento”.
Así, advierte que “la ilusión de las drogas, el riesgo de caer en la delincuencia y la búsqueda de lo efímero crean en ellos, más que en otros, confusión y oscurecen la belleza y el sentido de la vida, abatiéndolos en abismos oscuros e induciéndolos a cometer gestos autodestructivos”. Por eso, “que el Jubileo sea en la Iglesia una ocasión para estimularlos. Ocupémonos con ardor renovado de los jóvenes, los estudiantes, los novios, las nuevas generaciones. ¡Que haya cercanía a los jóvenes, que son la alegría y la esperanza de la Iglesia y del mundo!”.
7. Esperanza para los migrantes
“No pueden faltar signos de esperanza hacia los migrantes, que abandonan su tierra en busca de una vida mejor para ellos y sus familias”, apunta el Papa. “Que sus esperanzas no se vean frustradas por prejuicios y cerrazones; que la acogida, que abre los brazos a cada uno en razón de su dignidad, vaya acompañada por la responsabilidad, para que a nadie se le niegue el derecho a construir un futuro mejor. Que a los numerosos exiliados, desplazados y refugiados, a quienes los conflictivos sucesos internacionales obligan a huir para evitar guerras, violencia y discriminaciones, se les garantice la seguridad, el acceso al trabajo y a la instrucción, instrumentos necesarios para su inserción en el nuevo contexto social”.
Por eso, añade su deseo de que “la comunidad cristiana esté siempre dispuesta a defender el derecho de los más débiles. Que generosamente abra de par en par sus acogedoras puertas, para que a nadie le falte nunca la esperanza de una vida mejor”.
Aprender a leer la biblia
JESUCRISTO CENTRO DE TODA LA ESCRITURA
Como todos sabemos y más adelante lo vamos a analizar mejor, para los cristianos, la Biblia consta de dos grandes partes, que llamamos el Antiguo y el Nuevo Testamento. Y también sabemos que la línea divisoria entre ambos es Jesucristo: con El, en efecto, se inicia el Nuevo Testamento. Sin duda es así, pero esto no significa que Jesús no tiene mucho que ver con el Antiguo o que está al margen de él.
Pensar de esta manera -como sucede a veces inconscientementesería un gravísimo error.
La Biblia es una sola. Es como una planta que hunde sus raíces en el Antiguo Testamento y florece en el Nuevo. Y las dos partes que la componen encuentran su unidad en Cristo. El es la clave que nos permite descifrar su sentido más profundo. "Toda la Biblia gira alrededor de Jesucristo: el Antiguo Testamento lo considera como su esperanza, el Nuevo como su modelo, y ambos



como su centro". Esta expresión de Pascal -matemático, físico y filósofo del siglo XVII- resume muy bien el lugar de Cristo dentro de la Escritura. Por eso, cuando san Jerónimo -el gran traductor de la Biblia a la lengua latina en el siglo IV- afirmaba que "ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo", no se refería solamente a los Libros inspirados por Dios después de su venida, como son los Evangelios y el resto de los escritos apostólicos. Lo que quiere decirnos es que tampoco se puede conocer debidamente a Jesucristo si se desconoce lo que está contenido en los Libros Sagrados anteriores a El.
Jesús fue llamado "el profeta de Nazaret" y lo es de verdad. Pero no como uno más entre los tantos que Dios envió a su Pueblo "en muchas ocasiones y de diversas maneras". El es el Profeta en quien se cumplen todas las profecías. Más aún, lejos de ser el mero transmisor de una palabra que se le había confiado, El es la palabra en persona. La Palabra única y definitiva, la "última" Palabra con la que Dios nos dice lo que antes había dicho con muchas palabras.
Más aún, el Apóstol san Pedro llega a decirnos en una de sus Cartas que era "el Espíritu de Cristo el que estaba presente en los profetas" del Antiguo Testamento, inspirándolos e iluminándolos. Lo que equivale a reconocer que Cristo es por igual el
gran "protagonista", tanto del Antiguo cuanto del Nuevo Testamento. Con razón, entonces, El desafiaba a sus adversarios, diciéndoles: "Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí".
Así se explica que el Señor haya dicho: "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos", o sea, en todo lo que es para nosotros el Antiguo Testamento. El Evangelio pone esta advertencia en labios de Jesús resucitado, y agrega: "Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras". También leemos en otra parte del Evangelio que, cuando Jesús resucitó, sus discípulos "creyeron en la Escritura".
No es de extrañar, en consecuencia que uno de los Documentos del Concilio Vaticano II declare que "cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura es el mismo Cristo quien nos habla". El mismo Cristo por boca de Moisés de Isaías o de cualquiera de los escritores sagrados. De ahí que los autores de los Evangelios hayan releído el Antiguo Testamento buscando y encontrando en él a Cristo, como lo recordaremos al tratar sobre los diversos "sentidos" de la Biblia. Por algo solía decirse antiguamente que "la Ley llevaba a Cristo en su seno".
A la luz de Jesucristo todo se aclara y hasta los textos más oscuros y aparentemente menos importantes de la Biblia adquieren una nueva e inesperada dimensión.
Con razón decimos en cada Vigilia Pascual: "Cristo ayer y hoy Principio y Fin, Alfa y Omega. A El pertenece el tiempo y la eternidad. A El sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos". Es fundamental que tratemos de familiarizarnos con esta idea. Sólo así podremos sacarle a la Biblia "todo el jugo" posible. Y esta es, por otra parte, la única forma de leerla "cristianamente".
"La Iglesia siempre ha venerado las Sagradas Escrituras como el mismo Cuerpo de Cristo, porque, sobre todo, en la liturgia, no deja de alimentarse con el Pan de Vida y de distribuirlo a los fieles tomándolo de la Mesa, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo". (Constitución sobre la Revelación divina, 21)
Para leer y comentar
Lucas 24, 13-35
Juan 1, 35-51
Lucas 24, 36-48
Juan 5, 39-47
Para orar
"Lo que me consuela en la aflicción es que tu Palabra me da la vida" Sal. 119. 50.

El desafío de acompañar a los adolescentes

la adolescencia cuando se hace más evidente este deseo de tomar decisiones, decidir según sus intereses, responder por sus acciones.
Poner límites durante la adolescencia es una tarea desafiante. Muchas veces nos puede ganar el cansancio o la frustración y podemos pensar “yo no puedo con ellos”, “ya no respetan nada”, “esto que hago no sirve”.
El deseo de mayor autonomía forma parte de un crecimiento saludable. El proceso de ganar en autonomía se da de forma progresiva, y es durante
Ellos necesitan adultos presentes física y afectivamente, que puedan ponerse en su lugar, que sean honestos, que no se enojen todos los
días, que los escuchen, que los comprendan, que confíen, que muestren interés real y atenta preocupación por las cosas que les pasan.
Para acompañar este proceso los adultos podemos:
1. Mostrar una actitud curiosa e interesada
Es importante estar cerca de los adolescentes, preguntarles, ser curiosos y mostrar una actitud de verdadero interés por sus actividades. Si logramos mostrarnos realmente interesados por conocer al adolescente y lo que le pasa, podremos sorprendernos en el proceso y podremos llegar a conectar a un nivel más profundo, que quizás no ha alcanzado antes con otro adulto. Esta es la mejor manera de acercarnos con autoridad y marcando los límites que el adolescente necesita.
2. Estimular un nuevo tipo de vínculo
Hay una comunicación que propicia el encuentro y promueve el estar cerca del otro. Preguntar “¿cómo estás?, ¿cómo te sentís?, ¿viste lo que dijeron hoy en las noticias?, ¿cómo salió el partido?, ¿y si salimos a caminar o a correr?” son otras alternativas de comunicación. Para estimular este vínculo y convertirse en una figura de autoridad, será necesario tener mucha paciencia y aprender a generarse el tiempo para habilitar este tipo de encuentros: estando presentes.
Hay que encontrar el equilibrio entre no asfixiar e invadir su privacidad ni alejarse por completo y dejar en otros el rol de crianza.
3. Compartir experiencias propias
Compartir nuestras propias experiencias es otra manera de acercarnos, ganar en el vínculo con ellos y fortalecer nuestra figura de autoridad. Sabemos que es en la adolescencia cuando se deja de ver a los adultos como seres perfectos e idealizados y comienzan a verse sus contradicciones, sus imperfecciones. Por eso, encontraremos otra reacción en nuestros adolescentes si nos anticipamos a esto y logramos compartir nuestras vivencias desde los errores, los desaciertos y sin hablar exclusivamente de nuestros logros.
4. Marcar límites coherentes y consistentes
Es importante que el adolescente entienda el porqué del límite. Para eso es recomendable habilitar el diálogo, generar acuerdos y manejar opciones. Recordemos que en esta etapa están comenzando a madurar, a pensar por sí mismos, es importante entonces mostrar coherencia y consistencia en nuestros planteos, ¡sobre todo en
referencia a los límites! Ellos estarán observando todo críticamente y dejarán en evidencia si tenemos incongruencias en nuestros planteos. Seamos referentes acompañando, guiando y mostrando límites claros y coherentes.
5. Marcar consecuencias claras ante el incumplimiento de una norma
Las consecuencias claras en caso de transgresión de los límites son las que permiten aprender de las normas. Estas consecuencias deben ser proporcionales a la falta y deben conservar una relación lógica. Por ejemplo, si la regla es “este viernes no llegues a casa después de las 22.00 horas” y el adolescente no cumple la regla, ¿qué hacer? Lo que seguro no podemos hacer es no hacer nada. Una sugerencia puede ser “la próxima salida deberás llegar dos horas antes” o “no podrás salir el próximo fin de semana”.
6. Evitar la ambigüedad
Un error que solemos cometer cuando ponemos límites es manejarnos con ambigüedad. Si la norma es “hasta la 22.00” es hasta esa hora. No es “más o menos a las 22.00”. Otra forma de ambigüedad es no hacer nada cuando se incumple un límite y a la siguiente vez hacer un escándalo por ello. Intentar ser claros y concretos a la hora de establecer estos límites es fundamental para evitar que los adolescentes los interpreten a su gusto o conveniencia.
7. Mantener unidad de criterios entre los adultos
Otro error repetido es cuando los padres no mantienen un mismo discurso. Entonces, los adolescentes suelen triangular entre lo que dice uno y el otro. No hay uno bueno y uno malo. Independientemente de si están juntos o no, es importante mantener armonía en ciertos límites para favorecer un crecimiento saludable.
8. Reconocer sus logros
Una manera efectiva de ejercer nuestra autoridad es no pasar por alto el reconocimiento de sus logros. Si observamos con detenimiento todas las acciones de los adolescentes, seguramente nos encontremos con infinitas oportunidades para reconocer su esfuerzo, valorarlo como un logro e ir colaborando en su construcción de una percepción positiva de sí mismos. Sepamos recompensar estos logros, pero no con lo material, sino con palabras, tiempo y presencia. Tengamos presente que el adolescente tiene una altísima sensibilidad a la recompensa.

