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EL CATÓLICO Y LA BIBLIA

Mes de la Biblia.

los católicos debidamente la Biblia? De escuchar las enseñanzas de la Iglesia, así debiera ocurrir. ¿En qué medida? Si fuera posible la comparación, diríamos que tanto como veneramos el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía. Así lo dice el Concilio Vaticano II:

"La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues, sobre todo, en la sagrada liturgia nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo. La Iglesia ha considerado siempre como norma suprema de su fe la Escritura unida a la Tradición, ya que, inspirada por Dios y escrita de una vez para siempre nos transmite inmutablemente la Palabra del mismo Dios... Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de la vida espiritual" (DV 21).

Quien quiera sintonizar con la Iglesia ha de participar de estos mismos sentimientos hacia la Biblia. Abiertamente, sin recelos, sin temores ni cosa que se les parezca. Pero, ¿qué es la Biblia?

EL NOMBRE: En primer lugar, ¿qué significa "Biblia"? Biblia significa "libros". Y es uno de los nombres con que designamos los Libros Santos de Israel y de la Iglesia. Es denominada también Escritura, Sagrada Escritura, Sagrado Texto, Libros Sagrados...

LA BIBLIA, OBRA HUMANA

• En primer lugar, tenemos que decir que los Libros de la Biblia no cayeron escritos del cielo.

• Tampoco se escribieron "de una sentada". Su escritura duró siglos.

• No los escribió Dios directamente, usando "su pluma" y "su tintero".

Merece la pena detenerse un poco en este último punto. Dice el Concilio: "Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano". Es muy necesario tenerlo en cuenta, porque señala una verdad importantísima que nunca debemos olvidar: Que la Biblia es obra totalmente de Dios y totalmente del hombre. Por ser obra de Dios nos transmite las verdades que Dios quiso manifestamos para nuestra salvación. Por ser obra del hombre nos transmite esas verdades con los mil modos de expresión humana con que hablaban los hombres del antiguo Oriente en donde se escribió la Biblia.

EL LENGUAJE HUMANO

Importa que quede esto claro. Es algo que nos pasa a nosotros mismos en nuestro cotidiano modo de hablar. Una misma verdad la expresamos de múltiples maneras. Corrientemente no nos importa demasiado el modo, sino que vamos abiertamente a la verdad que queremos significar.

Por ejemplo, estoy bajo un estado de depresión pesimista ante un grave problema (esta es la verdad que quiero comunicar). Y para expresárselo a un amigo le digo: "Chico, estoy hecho polvo". No cabe duda que mi amigo me entiende perfectamente. Pues bien, imaginaos que un autor bíblico hubiese dicho de algún personaje: "estaba hecho polvo". Nunca debemos pensar que porque lo dice la Biblia, que no puede engañarnos por ser Palabra de Dios, aquel personaje estuviera materialmente triturado y reducido al polvo. En este ejemplo, la Biblia quiere expresar la misma verdad que nosotros hemos manifestado con semejante dicho: la existencia de un estado de ánimo decaído y pesimista.

He aquí, pues, una cosa muy interesante que debemos grabar en nuestra cabeza:

· Que la Biblia nos transmite la verdad que Dios nos quiere comunicar.

· Que nos transmite mediante los numerosos modos de expresión humana que se utilizaban entonces.

Esto trae una consecuencia que vamos a entender en seguida: Que no siempre y en todas las afirmaciones podemos tomar la Biblia al pie de la letra. Si yo te escribo una carta y te digo "Padezco un confusionismo de cabeza muy grande", tú entiendes al pie de la letra e interpretas lo que quiero decir. Pero, si por el contrario, digo: "Estoy hecho un taco” o "Estoy hecho un lío" es claro que tomado al pie de la letra igualmente, resulta ininteligible lo que quiero decir.

Lo que quieren decir los autores de la Biblia

Es muy importante saberlo y tenerlo en cuenta. De ello nos dice el Concilio:

"Para descubrir la intención del autor (es decir, para descubrir lo que nos quiere decir) hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios. Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor sagrado intenta decir y dice, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época. Para comprender exactamente lo que el autor quiere afirmar en sus escritos, hay que tener muy en cuenta los modos de pensar, de expresarse, de narrar que usaban en tiempo del escritor, y también las expresiones entonces en la conversación ordinaria" (DV 12).

¿Qué significa esto? Que muchas veces no coincide lo que decimos con lo que queremos decir. Y que lo que cuenta siempre es lo que queremos decir. El otro día estuve en una romería e impresionado por el gentío que había comenté: "Aquí está todo el pueblo". Estas fueron mis palabras; pero lo que quise expresar es que había mucha gente. Quien captó esto segundo entendió bien, entendió la verdad que encerraba lo dicho. Si alguien supuso al oírme que estaba todo el pueblo, de tal modo que ni una sola persona quedó en su casa, entendió mal, no alcanzó la verdad implícita en mi afirmación.

¿No os ha ocurrido alguna vez que habéis entendido de modo perfecto la materialidad de una afirmación hecha por una persona y sin embargo habéis preguntado: "¿Y qué quieres decir con esto?"

A esto alude el Concilio cuando afirma que para interpretar lo que el autor sagrado quiere decir hay que conocer muy bien el modo de expresarse que utilizó. Pero – se puede preguntar ‑ ¿es que el autor sagrado, o los autores sagrados, emplean muchos modos de expresión y no solamente uno, que debería ser siempre categórico, racional y contundente? Pues claro que sí. Decía Pío XII:

"Ninguna de aquellas maneras de hablar, de que entre los orientales solía servirse el humano lenguaje para expresar sus ideas, e s ajena a los libros sagrados, con la condición de que el género de decir empleado en ninguna manera repugna a la santidad y verdad de Dios" (Encíclica "Divino Afflante Spiritu").

Tomemos el ejemplo de una poesía. El poeta emplea con frecuencia un lenguaje lleno de imágenes. Para señalar que el agua producía un ruido agradable, escribe que el agua cantaba. O para expresar que unos árboles crecían altos y rectos, nos dice que los árboles apuntaban al cielo... Nosotros distinguimos muy bien entre lo que quiere decir y cómo lo dice. Pues bien, también en la Biblia se nos dicen muchas verdades utilizando la poesía: hay todo un libro ‑el Cantar de los Cantares‑ lleno de poesía; y muchos salmos; y buena parte de los libros de los profetas. Evidentemente, en todos estos pasajes poéticos de la Sagrada Escritura no debemos enredarnos con las imágenes y las expresiones, sino captar la verdad que nos transmiten.

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