Gaudete No. 21 - 28 abril 2024

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Mayo, mes de María

El mes de mayo toma su nombre de la diosa romana Maia, diosa de la primavera y la fertilidad, a quien estaba dedicado en la antigüedad.

Fue en la Edad Media cuando los cristianos empezaron a asociar este mes con la Virgen María. A partir del siglo XIII se menciona en las Cantigas de Santa María del rey Alfonso X de Castilla, llamado el Sabio (1252-1284). Compara la belleza de María con la del mes de mayo.

Poco a poco, los dominicos y los franciscanos fomentaron esta devoción en Italia: se erigían altares a la Virgen a principios de mayo y se tejían coronas de flores para ella. A finales del siglo XVIII, los jesuitas, a su vez, la retomaron y la difundieron en sus misiones.

En 1785, el padre jesuita Alfonso

Muzzarelli publicó ‘El mes de María o mayo en Ferrara’ (Italia), que tuvo una gran difusión. En él propone meditaciones sobre las virtudes de la Virgen María para cada día del mes de mayo. Se tradujo al inglés, al español y al portugués, e incluso al árabe en Beirut.

El éxito de esta obra llevó al papa Pío VII a extender la devoción al mes de María en toda la Iglesia católica, concediendo indulgencias a quienes la practicaban. Su sucesor, el papa Pío IX, confirmó su decisión.

En la actualidad, el papa Francisco también ha alentado esta devoción, especialmente en 2020, al comienzo de la pandemia: “Queridos hermanos y hermanas, contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, nos unirá aún más como familia espiritual y nos ayudará a superar esta prueba” (Carta del 25 de abril de 2020).

¿Cómo rezamos a María en mayo?

Rezando el rosario y meditando sus veinte misterios con la ayuda del rosario. El rezo del rosario despliega toda la vida de Cristo a través de los ojos de María, ¡es un verdadero catecismo!

Haciendo una novena a María, tradicionalmente del 5 al 13 de mayo. Una novena es un tiempo de oración que tiene lugar durante nueve días para preparar a los creyentes para una fiesta. El 13 de

mayo es la memoria de Nuestra Señora de Fátima. También podríamos hacer una novena del 23 al 31 de mayo, para preparar la fiesta de la Visitación.

En Francia, las novenas se hacen sobre todo en casa, solos o en familia, pero algunas parroquias proponen reunir a la comunidad para rezar.

Tradicionalmente, se erigían altares a la Virgen en las casas y se decoraban con flores y velas. Las estatuas de la Virgen se coronaban. Estas prácticas cayeron en desuso en los años 70, pero hoy algunos católicos las están recuperando. Levantar un altar doméstico a María puede ser una buena oportunidad para implicar a los niños en la oración a la Virgen.

En nuestra parroquia, durante el mes de mayo, de lunes a viernes, con la animación pastoral de las Hijas de María, rezaremos el Santo Rosario y haremos el ofrecimiento de flores. ¡Que no falten los niños!

A las 6.30 p.m. en el Santuario del Patrón Santiago

A las 7.00 p.m. en la Iglesia Parroquial.

Domingo 28 abril 2024 • II Época, No. 21 • Editor P. Armando Flores

Año de la oración

Jacob y la victoria de la perseverancia

Continuamos nuestra catequesis sobre el tema de la oración. El libro del Génesis, a través de las vivencias de hombres y mujeres de épocas lejanas nos cuenta historias en las que podemos reflejar nuestra vida. En el ciclo de los patriarcas encontramos también la de un hombre que había hecho de la astucia su mejor cualidad: Jacob. El relato bíblico nos habla de la difícil relación que Jacob tenía con su hermano Esaú. Desde pequeños hay rivalidad entre ellos y nunca la superarán. Jacob es el segundo hijo —eran gemelos—, pero mediante engaños consigue arrebatar a su padre Isaac la bendición y el don de la primogenitura (cf. Génesis 25,19−34). Es solo el primero de una larga serie de ardides de los que este hombre sin escrúpulos es capaz. También el nombre de “Jacob” significa alguien que se mueve con astucia.

Obligado a huir lejos de su hermano, en su vida parece tener éxito en todo lo que emprende. Es hábil en los negocios: se enriquece mucho, convirtiéndose en propietario de un rebaño enorme. Con tenacidad y paciencia consigue casarse con la hija más hermosa de Labán, de la que estaba realmente enamorado. Jacob — diríamos con lenguaje moderno— es un hombre que “se ha hecho a sí mismo”, con ingenio, astucia, es capaz de conquistar todo lo que desea. Pero le falta algo. Le falta la relación viva con sus raíces.

Y un día siente la llamada del hogar, de su antigua patria, donde todavía vivía Esaú, el hermano con el que siempre había mantenido una pésima relación. Jacob parte y lleva a cabo un largo viaje con una caravana numerosa de personas y animales, hasta que llega a la última etapa, al vado de Yabboq. Aquí el libro del Génesis nos

ofrece una página memorable (cf. 32,23−33). Relata que el patriarca, después de haber hecho atravesar el río a toda su gente y a todo el ganado —que era mucho—, se queda solo en la orilla extranjera. Y piensa: ¿Qué lo espera para el mañana? ¿Qué actitud tomará su hermano Esaú, al que había robado la primogenitura? La mente de Jacob es un torbellino de pensamientos... Y, mientras oscurece, de repente un desconocido lo aferra y comienza a luchar con él. El Catecismo explica: «La tradición espiritual de la Iglesia ha tomado de este relato el símbolo de la oración como un combate de la fe y una victoria de la perseverancia» (CIC, 2573).

Jacob luchó durante toda la noche, sin soltar nunca a su oponente. Al final es vencido, golpeado por su rival en el nervio ciático, y desde entonces será cojo para toda la vida. Aquel misterioso luchador pregunta el nombre al patriarca y le dice: «En adelante no te llamarás Jacob sino Israel; porque has sido fuerte contra Dios y contra los hombres, y le has vencido» (v. 29). Como diciendo: nunca serás el hombre que camina así, sino recto. Le cambia el nombre, le cambia la vida, le cambia la actitud. Te llamarás Israel. Entonces también Jacob pregunta al otro: «Dime por favor tu nombre». Aquel no se lo revela, pero, en compensación, lo bendice. Y Jacob entiende que ha encontrado a Dios «cara a cara» (cf. vv. 30−31).

Luchar con Dios: una metáfora de la oración. Otras veces Jacob se había mostrado capaz de dialogar con Dios, de sentirlo como una presencia amiga y cercana. Pero en esa noche, a través de una lucha que duró mucho tiempo y que casi lo vio sucumbir, el patriarca salió cambiado. Cambio de nombre, cambio del modo de vivir y cambio de la personalidad: sale cambiado. Por una vez ya no es dueño de la situación —su astucia no sirve—, ya no es el hombre estratega y calculador; Dios lo devuelve a su verdad de mortal que tiembla y tiene miedo, porque Jacob en la lucha tiene miedo. Por una vez Jacob no tiene otra cosa que presentar a Dios más que su fragilidad y su impotencia, también sus pecados. Y es este Jacob el que recibe de Dios la bendición, con la cual entra cojeando en la tierra prometida: vulnerable y vulnerado, pero con el corazón nuevo.

Una vez escuché decir a un anciano —buen hombre, buen cristiano, pero pecador que tenía tanta confianza en Dios— decía: “Dios me ayudará; no me dejará solo. Entraré en el paraíso, cojeando, pero entraré”. Antes era alguien que estaba seguro de sí mismo, confiaba en su propia sagacidad. Era un hombre impermeable a la gracia, refractario a la misericordia; no conocía lo que es la misericordia. “¡Aquí estoy yo, mando

yo!”, no consideraba que necesitaba misericordia. Pero Dios salvó lo que estaba perdido. Le hizo entender que estaba limitado, que era un pecador que necesitaba misericordia y lo salvó.

Todos nosotros tenemos una cita en la noche con Dios, en la noche de nuestra vida, en las muchas noches de nuestra vida: momentos oscuros, momentos de pecados, momentos de desorientación. Ahí hay una cita con Dios, siempre. Él nos sorprenderá en el momento en el que no nos lo esperemos, en el que nos encontremos realmente solos. En aquella misma noche, combatiendo contra lo desconocido, tomaremos conciencia de ser solo pobres hombres —me permito decir “pobrecitos”—, pero, precisamente entonces, no deberemos temer: porque en ese momento Dios nos dará un nombre nuevo, que contiene el sentido de toda nuestra vida; nos cambiará el corazón y nos dará la bendición reservada a quien se ha dejado cambiar por Él. Esta es una hermosa invitación a dejarnos cambiar por Dios. Él sabe cómo hacerlo, porque conoce a cada uno de nosotros. “Señor, Tú me conoces”, puede decirlo cada uno de nosotros. “Señor, Tú me conoces. Cámbiame”. (Papa Francisco, Catequesis. Audiencia General,10 de junio 2020)

De

BAUTISMOS

El día 27 de abril 2024 por el Sacramento del Bautismo administrado por el Sr. Pbro. Enrique Alcala Velarde, se incorporaron al Pueblo de Dios.

Paula María, hija de Gustavo Gudiño y de Johana Berenice Maciell, vecinos de Sahuayo,

Said Jesús, hijo de Octavio Onofre y Mayra Alejandra Navarro, vecinos de Sahuayo

PRESENTACIÓN

El día 24 de abril de 2024 se presentaron a la Iglesia, con la pretensión de contraer matrimonio los novios José Esaúl Zaragoza Núñez, originario y vecino de ésta, hijo de Rafael y Leticia. Pretende contraer matrimonio con Mariana Onofre Ayala, originaria de Cd. de México y vecina de ésta, hija de José y Ma. Estela.

MATRIMONIO

El día 27 de abril de 2024, unieron sus vidas por el sacramento del matrimonio los novios Oscar Arturo Sánchez Ceja y Karina Palacios Gálvez,en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol. Asistió al matrimonio el P. Enrique Ibarra Hernández.

El día 27 de abril de 2024, Jesús Gómez Gómez y Judith Avalos Amezcua, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol. Asistió al matrimonio el Sr. Cura Armando Flores Navarro.

El día 27 de abril 2024, unieron sus vidas por el sacramento del matrimonio los novios Armando Rodríguez Gálvez y Karen Michelle Cervantes Sánchez, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol. Asistió al matrimonio el Pbro. Enrique Alcalá Velarde.

OBITUARIO

El día 22 de abril de 2024, en el Santuario del Patrón Santiago, se celebró la misa exequial de David Daniel Cornejo Soto, fué sepultado en el Panteón municipal

El día 23 de abril de 2024, en el Santuario de Patrón Santiago, se celebró la misa exequial de María Consuelo Huitrón Anaya, fué sepultado en el Panteón municipal.

El día 24 de abril de 2024, en la Iglesia Parroquial, se celebró la misa exequial de Guadalupe Magallón Magallón, fué sepultada en el Panterón municipal.

la vida parroquial

30 DE ABRIL, DÍA DEL NIÑO

«Jesús llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: “Les aseguro que, si no cambian y se hacen como niños, no entrarán en el Reino de Dios. Quien se haga pequeño como este niño es el más grande en el Reino de Dios. Y quien por amor a mí acoge a uno de estos, me acoge a mí”» (Mt 18,1-5).

Jesús abraza a los pequeños, los tiene como maestros, porque en su inocencia un niño nos enseña los valores en su plenitud. Perdonan sin resentimiento, aman sin pedir nada a cambio y tienen fe sin exigir pruebas.

¡Qué contradicción! dejémonos enseñar por los niños.

Cuidemos los valores, los derechos y la inocencia de estos niños que se ven amenazados por las circunstancias del tiempo actual. Muchos padres de familia que se han quedado sin empleo exponen a sus hijos a trabajar horas en las calles descuidando su educación, su seguridad y el esparcimiento al juego, otros han sido tocados por el crimen organizado, dejando huellas de dolor muy profundas en ellos, algunos incluso han sido obligados a dejar su país de origen para buscar condiciones de vida más dignos.

La Unicef establece que es preciso cuidar y asegurar los derechos de los niños para que puedan crecer y desarrollarse. Hagamos aquello que este en nuestras manos. Festejemos y procuremos que en este día del niño se vele por los más pequeños los cuales nos han sido confiados por Dios, ya que ellos son el futuro de nuestra sociedad.

Permanecer en el Señor El Evangelio del Domingo

HecHos 9, 26-31

salmo 21

1 Juan 3, 18-24

Juan 15, 1-8

La Palabra de Dios, también este quinto Domingo de Pascua, continúa indicándonos el camino y las condiciones para ser comunidad del Señor Resucitado. El pasado Domingo se puso de relieve la relación entre el creyente y Jesús Buen Pastor. Hoy el Evangelio nos propone el momento en el que Jesús se presenta como la vid verdadera y nos invita a permanecer unidos a Él para llevar mucho fruto (cf. Juan 15, 1-8). La vid es una planta que forma un todo con el sarmiento; y los sarmientos son fecundos únicamente cuando están unidos a la vid. Esta relación es el secreto de la vida cristiana y el evangelista Juan la expresa con el verbo «permanecer», que en el pasaje de hoy se repite siete veces. «Permaneced en mí» dice el Señor; permanecer en el Señor.

que absorbemos la savia, es decir, la «vida» para llevar a la sociedad una forma diferente de vivir y de brindarse, lo que pone en el primer lugar a los últimos.

Cuando somos íntimos con el Señor, como son íntimos y unidos entre sí la vid y los sarmientos, somos capaces de dar frutos de vida nueva, de misericordia, de justicia y de paz, que derivan de la Resurrección del Señor. Es lo que hicieron los santos, aquellos que vivieron en plenitud la vida cristiana y el testimonio de la caridad, porque eran verdaderos sarmientos de la vid del Señor. Pero para ser santos «no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos […] Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra» (Gaudete et Exsultate, 14). Todos nosotros estamos llamados a ser santos; debemos ser santos con esta riqueza que recibimos del Señor resucitado. Cada actividad —el trabajo, el descanso, la vida familiar y social, el ejercicio de las responsabilidades políticas, culturales y económicas— cada actividad, pequeña o grande, si se vive en unión con Jesús y con actitud de amor y de servicio, es una ocasión para vivir en plenitud el Bautismo y la santidad evangélica.

Se trata de permanecer en el Señor para encontrar el valor de salir de nosotros mismos, de nuestras comodidades, de nuestros espacios restringidos y protegidos, para adentrarnos en el mar abierto de las necesidades de los demás y dar un respiro amplio a nuestro testimonio cristiano en el mundo. Este coraje de salir de sí mismos y de adentrarse en las necesidades de los demás, nace de la fe en el Señor Resucitado y de la certeza de que su Espíritu acompaña nuestra historia. Uno de los frutos más maduros que brota de la comunión con Cristo es, de hecho, el compromiso de caridad hacia el prójimo, amando a los hermanos con abnegación de sí, hasta las últimas consecuencias, como Jesús nos amó. El dinamismo de la caridad del creyente no es fruto de estrategias, no nace de solicitudes externas, de instancias sociales o ideológicas, sino del encuentro con Jesús y del permanecer en Jesús. Él es para nosotros la vida de la

Que nos sea de ayuda María, Reina de los santos y modelo de perfecta comunión con su Hijo divino. Que nos enseñe Ella a permanecer en Jesús, como sarmientos a la vid y a no separarnos nunca de su amor. Nada, de hecho, podemos sin Él, porque nuestra vida es Cristo vivo, presente en la Iglesia y en el mundo. (Francisco, Regina Coeli, 29 abril 2018)

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