Gaudete No. 19 - 14 abril 2024

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Obispos de México: Elecciones fiables, un buen gobierno y paz

Al concluir su Asamblea Plenaria, los obispos mexicanos llaman a construir un México con paz y justicia, lamentan la violencia que sigue causando dolor y muerte, las tristes realidades de la impunidad, la corrupción, la pobreza y la constante migración. Y esperan en unas elecciones pacíficas, libres, sin clientelismo, manipulaciones y con resultados veraces.

“Amar a México: Orando, participando y construyendo juntos la paz” se titula el Mensaje al Pueblo de Dios de los obispos al concluir la CXVI Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), tuvo lugar del 8 al 12 de abril, en su sede de Casa Lago, y que tuvo como centro, además de los temas propios de la Iglesia, la situación de creciente violencia que se vive en el país y las próximas elecciones presidenciales y legislativas del 2 de junio de 2024, tema este último, para el cual contaron con la visita de los candidatos, Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum y Jorge Álvarez, de quienes escucharon sus propuestas de gobierno y su visión de país.

Elecciones libres y resultados veraces

Las próximas elecciones fueron también la motivación de un fuerte llamado a los ciudadanos para ejercer

su voto responsablemente y a las autoridades para que éstas se realicen en un clima pacífico y fiable.

“Como ciudadanos mexicanos responsables pongamos todo lo que esté de nuestra parte para que las próximas elecciones sean pacíficas, libres, conscientes, fiables y con resultados veraces. Unámonos todos los mexicanos que estamos dispuestos a participar responsablemente por construir un México unido, seguro, libre y próspero”.

No al clientelismo y la manipulación

¡Participar votando es una misión que nos toca a todos!” dicen los obispos, al tiempo que invitan a lograr que ese voto “razonado y responsable sea escuchado y respetado”. Una prerrogativa necesaria ante la situación de violencia que “causa por todos lados estragos de dolor, sufrimiento y muerte”. “Percibimos con tristeza que la impunidad, la corrupción, la injusticia, la pobreza y la constante migración son otras realidades sociales presentes en nuestras comunidades. Y ante las próximas elecciones, no obstante, los esfuerzos de muchos actores políticos y sociales, que buscan claridad y justicia, no faltan el clientelismo político, la mentira, el engaño y la manipulación de las masas”

Construir la paz es la urgencia de México

Ser constructores de paz, desde los ciudadanos hasta las instituciones, es para los obispos mexicanos la principal contribución de “amor por México” que debe conducir a abrir horizontes de justicia frente a la gravísima crisis de violencia y muerte que vive el país. De allí, el llamado a tomar medidas colectivas, dejando de lado intereses o

proyectos individualistas.

“Por eso los Obispos de México hacemos un llamado a los distintos órdenes de gobierno, a los candidatos, a las universidades, a las organizaciones de la sociedad civil, a los empresarios, a las asociaciones religiosas y toda persona de buena voluntad para que se unan a los trabajos que se han venido realizando en mesas de diálogo, compromisos y encuentros nacionales que han dado como fruto la “Agenda Nacional por la Paz”, se lee en el documento.

Una agenda que, a decir de los prelados, propone “un cambio esencial en la conciencia colectiva, alejándonos de una cultura de violencia para abrazar una cultura de la paz que reafirme el valor de la vida, la dignidad humana, la fraternidad y la casa común”

Un México en paz, una Iglesia más sinodal

Al concluir su mensaje, la CEM pide a Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México la reconciliación y unión de la nación. “Nos conceda unas elecciones pacíficas, un buen gobierno, un México en paz y una Iglesia más sinodal, orante y servidora. ¡Amar a México hoy es orar más, participar votando y construir la paz!

Lee el mensaje de los Obispos

Domingo
• II Época,
• Editor P.
14 abril 2024
No. 19
Armando Flores

Aprender a orar con la misma fe de Abrahám

Hay una voz que de improviso resuena en la vida de Abraham. Una voz que le invita a emprender un camino que suena absurdo: una voz que le incita a desarraigarse de su patria, de las raíces de su familia, para ir hacia un futuro nuevo, un futuro diferente. Y todo sobre la base de una promesa, de la que sólo hay que fiarse. Y fiarse de una promesa no es fácil, hace falta valor. Y Abraham se fió.

La Biblia guarda silencio sobre el pasado del primer patriarca. La lógica de las cosas sugiere que adoraba a otras divinidades; tal vez era un hombre sabio, acostumbrado a mirar el cielo y las estrellas. El Señor, en efecto, le promete que sus descendientes serán tan numerosos como las estrellas que salpican el cielo.

Y Abraham parte. Escucha la voz de Dios y se fía de su palabra. Esto es importante: se fía de la palabra de Dios. Y con esta partida nace una nueva forma de concebir la relación con Dios; es por eso por lo que el patriarca Abraham está presente en las grandes tradiciones espirituales

judía, cristiana e islámica como el perfecto hombre de Dios, capaz de someterse a Él, incluso cuando su voluntad es difícil, si no incluso incomprensible.

Abraham es, por lo tanto, el hombre de la Palabra. Cuando Dios habla, el hombre se convierte en el receptor de esa Palabra y su vida en el lugar donde pide encarnarse. Esta es una gran novedad en el camino religioso del hombre: la vida del creyente comienza a concebirse como una vocación, es decir, como llamada, como un lugar donde se cumple una promesa; y él se mueve en el mundo no tanto bajo el peso de un enigma, sino con la fuerza de esa promesa, que un día se cumplirá. Y Abraham creyó en la promesa de Dios. Creyó y salió. sin saber adonde iba —así dice la Carta a los Hebreos (cf. 11,8)—. Pero se fió.

Leyendo el libro del Génesis, descubrimos cómo Abraham vivió la oración en continua fidelidad a esa Palabra, que periódicamente se aparecía en su camino. En resumen, podemos decir que en la vida de

Abraham la fe se hace historia: la fe se hace historia. Todavía más, Abraham, con su vida, con su ejemplo, nos enseña este camino, esta vía en la que la fe se hace historia. Dios ya no se ve sólo en los fenómenos cósmicos, como un Dios lejano que puede infundir terror. El Dios de Abraham se convierte en “mi Dios”, el Dios de mi historia personal, que guía mis pasos, que no me abandona; el Dios de mis días, el compañero de mis aventuras; el Dios Providencia. Yo me pregunto y os pregunto: ¿nosotros tenemos esta experiencia de Dios? ¿“Mi Dios”, el Dios que me acompaña, el Dios de mi historia personal, el Dios que guía mis pasos, que no me abandona, el Dios de mis días? ¿Tenemos esta experiencia? Pensémoslo.

Esta experiencia de Abraham está también atestiguada por uno de los textos más originales en la historia de la espiritualidad: el Memorial de Blaise Pascal. Comienza así: «Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no de los filósofos y de los sabios. Certeza, certeza. Sentimiento. Alegría. Paz. Dios de Jesucristo». Este memorial, escrito en un pequeño pergamino, y encontrado después de su muerte cosido dentro de un traje del filósofo, expresa no una reflexión intelectual que un hombre sabio puede concebir sobre Dios, sino el sentido vivo, experimentado, de su presencia. Pascal anota incluso el momento preciso en el que sintió esa realidad, habiéndola encontrado finalmente: la noche del 23 de noviembre de 1654. No es el Dios abstracto o el Dios cósmico, no. Es el Dios de una persona, de una llamada, el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, el Dios que es certeza, que es

sentimiento, que es alegría.

«La oración de Abraham se expresa primeramente con hechos: hombre de silencio, en cada etapa construye un altar al Señor» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2570). Abraham no edifica un templo, sino que esparce el camino con piedras que recuerdan el tránsito de Dios. Un Dios sorprendente, como cuando lo visita en la figura de tres huéspedes, a los que él y Sara acogen con esmero y que les anuncian el nacimiento de su hijo Isaac (cf. Gn. 18,1−15). Abraham tenía cien años, y su mujer noventa, más o menos. Y creyeron, se fíaron de Dios. Y Sara, su mujer concibió. ¡A esa edad! Este es el Dios de Abraham, nuestro Dios, que nos acompaña.

Así Abraham se familiariza con Dios, capaz también de discutir con Él, pero siempre fiel. Habla con Dios y discute. Hasta la prueba suprema, cuando Dios le pide que sacrifique a su propio hijo Isaac, el hijo de la vejez, el único heredero. Aquí Abraham vive su fe como un drama, como un caminar a tientas en la noche, bajo un cielo esta vez desprovisto de estrellas. Y tantas veces nos pasa también a nosotros, caminar en la oscuridad, pero con la fe. Dios mismo detendrá la mano de Abraham que ya está lista para golpear, porque ha visto su disponibilidad verdaderamente total (cf. Gn. 22,1−19).

Aprendamos de Abraham. Aprendamos a rezar con fe: a escuchar al Señor, a caminar, a dialogar hasta discutir. ¡No tengamos miedo de discutir con Dios! Voy a decir algo que parecerá una herejía. Tantas veces he escuchado gente que me dice: “Sabe, me ha pasado esto y me he enfadado con Dios”. —“¿Tú has tenido el valor de enfadarte con

Dios?” —“Sí, me he enfadado”. —“Pero esa es una forma de oración”. Porque solamente un hijo es capaz de enfadarse con su papá y luego reencontrarlo. Aprendamos de Abraham a rezar con fe, a dialogar, a discutir, pero siempre dispuestos a aceptar la palabra de Dios y a ponerla en práctica.Con Dios aprendamos a hablar como un hijo con su papá: escucharlo, responder, discutir. Pero transparente, como un hijo con su papá. Así nos enseña a rezar Abraham. (Francisco, Audiencia General, 03 de junio de 2020 )

De la vida parroquial

BAUTISMOS

El día 13 de abril 2024 por el Sacramento del Bautismo administrado por el Sr.Cura Armando Flores N, se incorporó al Pueblo de Dios.

Nicole Guadalupe, hija de Jesús Maravilla y de Sandra Fabiola Cabrera, vecinos de Sahuayo, M.

Liam Salvador, hijo de Manuel Salvador Manzo y Mayra Lizeth Flores, vecinos de Sahuayo.

OBITUARIO

El día 9 de abril de 2024, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, se celebró la misa exequial de María Elena Segura Toro, fué sepultada en el Panteón municipal

El día 10 de abril de 2024, en el Santuario de Patrón Santiago, se celebró la misa exequial de María López Cerda, fué sepultada en el Panteón municipal.

El día 12 de abril de 2024, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, se celebró la misa exequial de la niña Kenia Guadalupe Ortega Hernández, fué sepultada en el panteón municipal.

No temaN; soy yo. ¿Por qué se esPaNtaN?

El Evangelio del Domingo

HecHos 3, 13-15.17-19

salmo 4

1 Juan 2, 1-5

lucas 24, 35-48

En este tercer domingo de Pascua, volvemos a Jerusalén, al Cenáculo, como guiados por los dos discípulos de Emaús, que habían escuchado con gran emoción las palabras de Jesús en el camino y luego lo reconocieron «al partir el pan» (Lc 24, 35). Ahora, en el Cenáculo, Cristo resucitado se presenta en medio del grupo de discípulos y los saluda: «¡La paz con vosotros!» (v. 36). Pero estaban asustados y creían «ver un espíritu », así dice el Evangelio (v. 37). Entonces Jesús les muestra las llagas de su cuerpo y dice: «Mirad mis manos y mis pies —las llagas—; soy yo mismo. Palpadme» (v. 39). Y para convencerlos, les pide comida y la come ante su mirada atónita (cf. vv. 41-42).

Hay un detalle aquí en esta descripción. El Evangelio dice que los apóstoles “por la gran alegría no acababan de creerlo”. Tal era la alegría que tenían que no podían creer que fuera verdad. Y un segundo detalle: estaban atónitos, asombrados, asombrados porque el encuentro con Dios siempre te lleva al asombro: va más allá del entusiasmo, más allá de la alegría, es otra experiencia. Y estos estaban alegres, pero una alegría que les hacía pensar: pero no, ¡esto no puede ser verdad!.... Es el asombro de la presencia de Dios. No olvidéis esto estado de ánimo, que es tan hermoso.

Este pasaje evangélico se caracteriza por tres verbos muy concretos, que en cierto sentido reflejan nuestra vida personal y comunitaria: mirar, tocar y comer. Tres acciones que pueden dar la alegría de un verdadero encuentro con Jesús vivo.

Mirar. “Mirad mis manos y mis pies” —dice Jesús. Mirar no es solo ver, es más, también implica intención, voluntad. Por eso es uno de los verbos del amor. La madre y el padre miran a su hijo, los enamorados se miran recíprocamente; el buen médico mira atentamente al paciente... Mirar es un primer paso contra la indiferencia, contra la tentación de volver la cara hacia otro lado ante las dificultades y sufrimientos ajenos. Mirar. Y yo, ¿veo o miro a Jesús?

El segundo verbo es tocar. Al invitar a los discípulos a palparle, para que constaten que no es un espíritu —¡palpadme! —, Jesús les indica a ellos y a nosotros que la relación con él y con nuestros hermanos no puede ser “a distancia”, no existe un cristianismo a distancia, no existe un cristianismo solo a nivel de la mirada. El amor pide mirar y también pide cercanía, pide el contacto, compartir la vida. El buen samaritano no solo miró al hombre que encontró medio muerto en el camino: se detuvo, se inclinó, curó sus heridas, lo tocó, lo subió a su montura y lo llevó a la posada. Y lo mismo ocurre con Jesús: amarlo significa entrar en una comunión de vida, una comunión con él.

Y pasamos al tercer verbo, comer, que expresa bien nuestra humanidad en su indigencia más natural, es decir, la necesidad de nutrirnos para vivir. Pero comer, cuando lo hacemos juntos, en familia o con amigos, también se convierte en expresión de amor, expresión de comunión, de fiesta... ¡Cuántas veces los Evangelios nos muestran a Jesús que vive esta dimensión convival! Incluso como Resucitado, con sus discípulos. Hasta el punto de que el banquete eucarístico se ha convertido en el signo emblemático de la comunidad cristiana. Comer juntos el cuerpo de Cristo: este es el centro de la vida cristiana.

Hermanos y hermanas, este pasaje del Evangelio nos dice que Jesús no es un “espíritu”, sino una Persona viva; que Jesús cuando se acerca a nosotros nos llena de alegría, hasta el punto de no creer, y nos deja asombrados, con ese asombro que solo da la presencia de Dios, porque Jesús es una Persona viva. Ser cristianos no es ante todo una doctrina o un ideal moral, es una relación viva con él, con el Señor Resucitado: lo miramos, lo tocamos, nos alimentamos de él y, transformados por su amor, miramos, tocamos y nutrimos a los demás como hermanos y hermanas. Que la Virgen María nos ayude a vivir esta experiencia de gracia.

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