Domingo 14 enero 2024 • II Época, No. 7 • Editor P. Armando Flores
2024: Año de la oración hacia el jubileo de 2025 Las hojas del calendario pasan rápidamente, ya estamos en el 2024, año en el que debemos intensificar nuestra preparación para el Jubileo ordinario del 2025. El papa Francisco, siguiendo la costumbre de la Iglesia, convoca este año jubilar como un tiempo de gracia y de misericordia para todo el pueblo santo de Dios. La celebración del jubileo se caracteriza por el perdón de los pecados y, en particular, por la indulgencia plenaria, expresión de la misericordia divina, por medio de la Iglesia, depositaria de la gracia en favor de la humanidad. El primer año santo fue celebrado en 1300, promulgado por Honorio III, y era voluntad de este pontífice que se celebrase cada cien años. Pero para que la gracia llegara a varias generaciones a lo largo del tiempo, la cadencia pasó a los cincuenta y después a los veinticinco años, como lo celebramos. Recordemos que el último jubileo fue en 2000, con grandes recuerdos para quienes lo celebramos. «Peregrinos de la esperanza» es el lema escogido para el próximo año santo. En palabras del Papa: «Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer
todo lo posible para que cada uno de nosotros recupere la fuerza y la certeza de mirar el futuro con una mente abierta, un corazón confiado y una mirada amplia. El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos intuimos como urgente.» El deseo de Francisco, papa, es que en el 2024 pueda dedicarse a una gran «sinfonía» de oración; principalmente, para recuperar el deseo de estar en presencia del Señor, escucharle y adorarle. Un año intenso de oración para preparar los corazones a recibir la abundancia de gracia, «haciendo del padrenuestro , la oración que Jesús nos enseñó, el programa de vida de sus discípulos». Recordemos estas palabras del Papa Francisco en su visita a México en 2016: “Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo rezas, porque mostrándome cómo rezas, aprenderé a descubrir el Dios que vives y, mostrándome cómo vives, aprenderé a creer en el Dios al que rezas; porque nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra vida”