No. 02 • EDITOR P. ARMANDO FLORES • A 08 DE MARZO DEL 2020
REVALORAR EL BAUTISMO, SU CELEBRACION Y VIVENCIA
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a cuaresma nos conduce a la Pascua, en ella renovaremos las promesas de nuestro bautismo, un sacramento que la mayoría recibimos en la inocencia de la primera infancia y por tanto sin plena conciencia; el problema que resulta es que no es posible vivir plenamente como cristianos ni como miembros de la Iglesia si no tenemos conciencia bautismal. etengámonos a pensar en el lugar que tiene la celebración de los bautismos en la vida parroquial y la trascendencia de su celebración en la vida de las familias. Nos daremos cuenta de que lo estamos banalizando, al igual que otros sacramentos. Poco parecido hay entre nuestra práctica actual y la de los primeros cristianos. Éstos entraban en un proceso de descubrimiento de la fe, asumían el evangelio del Señor como norma de vida, abandonaban aquellas profesiones incompatibles con la vida de fe, eran examinados sobre la idoneidad de formar parte de la comunidad… y sólo si eran aptos, recibían el bautismo. Si queremos tomarnos en serio la vida cristiana tenemos que resignificar existencialmente
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nuestra práctica sacramental, comenzando por el bautismo. uando los padres de familia esperan el nacimiento de su hijo, suelen pensar en el nombre que le impondrán el día de su bautismo, comienzan así a hacer la primera elección educativa de la fe. La misión de los padres, ayudados por los padrinos, es educar al hijo o la hija. Educar es comprometedor; a veces es arduo para nuestras capacidades humanas, siempre limitadas. Pero educar se convierte en una maravillosa misión si se la realiza en colaboración con Dios, que es el primer y verdadero educador de cada ser humano. En la vida el bautismo tiene significado, si los padres y padrinos dieron testimonio de vivir como bautizados. s muy importante para los papás y los padrinos y toda la familia de los que se bautizan, creer fuertemente en la presencia y en la acción del Espíritu Santo, invocarlo y acogerlo, mediante la oración y los sacramentos. De hecho, es él quien ilumina la mente, caldea el corazón del educador para que sepa transmitir el conocimiento y el amor de Jesús.
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a oración es la primera condición para educar, porque orando nos ponemos en disposición de dejar a Dios la iniciativa, de confiarle los hijos, a los que conoce antes y mejor que nosotros, y sabe perfectamente cuál es su verdadero bien. Y, al mismo tiempo, cuando oramos nos ponemos a la escucha de las inspiraciones de Dios para hacer bien nuestra parte, que en cualquier caso nos corresponde y debemos realizar. os sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Penitencia, nos permiten realizar la acción educativa en unión con Cristo, en comunión con él y renovados continuamente por su perdón. La oración y los sacramentos nos obtienen aquella luz de verdad gracias a la cual podemos ser al mismo tiempo suaves y fuertes, usar dulzura y firmeza, callar y hablar en el momento adecuado, reprender y corregir de modo justo.
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