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Fernando Rosas Moscoso

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Sobre los autores

Sobre los autores

El miedo en la historia: lineamientos generales para su estudio

Fernando Rosas Moscoso Universidad de Lima

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1. El historiador en busca del miedo

Con esos términos inicia Jean Delumeau la introducción a su trabajo publicado bajo el título de La peur en Occident.1 Si bien existió un antecedente en el libro de J. Palou, La peur dans l’histoire, publicado en París en 1958, al tratarse de un pequeño trabajo que abordaba períodos posteriores a 1789 y carecía de un sólido sustento teórico o de propuestas tipológicas concretas, podemos afirmar que la obra de Delumeau constituye el primer intento de sistematización del estudio del miedo a través de la historia. El desarrollo de la investigación cubre los siglos del XIV al XVIII, los tradicionalmente llamados tiempos modernos; pero más que el interesante análisis de los diferentes aspectos que permiten ubicar al miedo en sus diversas manifestaciones dentro del período aludido, importan —para nuestros fines— los fundamentos metodológicos y las propuestas tipológicas que presenta. Después de la publicación del libro señalado se puede observar un progresivo interés por el miedo como tema de investigación histórica; sin embargo, curiosamente, son pocos los títulos que utilizan de manera explícita los términos miedo o temor. Se hacen estudios sobre la violencia, las tensiones sociales, el impacto de los fenómenos naturales o las manifestaciones de lo sobrenatural, pero sin utilizar esas palabras en la presentación de las investigaciones. Aparentemente, entre los historiadores existe «miedo» de aplicar la compleja palabra como instrumento teórico de análisis; empero, eso no impide que en el desarrollo de las investigaciones surja de manera espontánea, y en algunos casos constante, el término miedo. El sustento general de los estudios históricos del miedo se encuentra en la relación permanente e inexorable del individuo y, más aún, de las sociedades en su conjunto, con el miedo. Ese elemento es inherente a la naturaleza de los seres

1 Delumeau, Jean. La peur en Occident. París: Fayard, 1978.

humanos y está presente a lo largo de toda su existencia; el problema es que tiene múltiples caras y se va modificando en una intensa dinámica durante el paso del tiempo. De miedos básicos, que reposan en los niveles instintivos de la naturaleza humana, se deriva a la emergencia de múltiples miedos de sofisticada constitución que —de acuerdo con al desarrollo material, social y mental de las sociedades— se van matizando o desapareciendo. Es evidente que en todo ello existe una relación entre la conciencia de los peligros que puedan surgir para un individuo o una sociedad y los niveles de conocimiento y dominio que ellos tengan sobre la realidad misma. Según este esquema, si bien se expresa la realidad de un miedo natural, también pueden definirse miedos que en su momento poseen tal carácter, pero que más adelante se advierten como artificiales o simplemente tienden a disiparse.

Es conveniente incorporar en la naturaleza del miedo la noción de seguridad, pues en el deseo fundamental de alcanzar ese estado tanto el individuo como las sociedades se encuentran en una tensión que la realidad, a través de múltiples manifestaciones, convierte en inseguridad. Es justamente en ese diálogo permanente entre el hombre y la realidad que lo rodea, o en sus explicaciones sobre ella, que aparece en forma constante el miedo; toda aversión o desconocimiento de la realidad genera un estado de inseguridad que se plasma inmediatamente en miedo o temor. Cuanto mayor sea el control que se ejerza sobre la realidad circundante o que se tenga sobre sus interpretaciones, menor será el contacto con el temor y el miedo. Sin embargo, esa interacción está alimentada permanentemente por coyunturas que alteran la relación fisiológica del individuo y la realidad, generándose la tensión miedo. Cabe reiterar que en la existencia misma del hombre como ser vivo se encuentra permanentemente anclada la posibilidad de la tensión-miedo, pues todo aquello que ponga en riesgo su naturaleza, automáticamente genera miedos.

Con lo señalado se puede advertir de inmediato la necesidad de comprender el miedo desde una perspectiva psicológica. La Psicología provee los instrumentos teóricos y de la casuística correspondiente, elementos necesarios para perfilar mejor las investigaciones históricas sobre este tema. Una aproximación a las diferentes tendencias de análisis psicológico permitirá establecer patrones no solamente teóricos sino, también, pragmáticos en el estudio de casos históricos concretos sobre el miedo. En ese contexto, surge como tendencia natural en los historiadores el estudio de los miedos o temores colectivos más que del temor individual. Desde esta perspectiva, las reacciones personales o individuales son postergadas frente a los comportamientos colectivos, aunque sin abandonar totalmente lo individual, pues con su casuística es posible iluminar mejor determinados análisis del comportamiento colectivo. Aun así, no se debe olvidar o dejar de lado totalmente la expresión individual del temor, pues además en sus raíces específicas también existe una interacción con elementos colectivos presentes.

La memoria y las experiencias que posee un grupo humano son los mejores instrumentos que le permiten descomponer el temor. Por otra parte, también conviene incorporar el problema de la angustia, que difiere del miedo, pues en este último su origen se encuentra identificado o conocido, mientras que en la primera se diluye en lo desconocido. En este sentido, una situación de angustia colectiva puede tener la necesidad imperiosa de concretarse en miedo para así restablecer un equilibrio con la realidad. La investigación de Delumeau revela una intención de establecer claramente la diferencia entre miedo y angustia; trata permanentemente de trabajar sobre los miedos concretos en sus múltiples expresiones y no sobre la natural ambigüedad que genera la angustia. Es evidente la necesidad de una inmersión en los terrenos de la Psicología y de la Antropología para poder establecer una delimitación entre ambos contextos. En principio, el punto de partida es la determinación de las causales del miedo, lo cual lleva a la posibilidad de establecer cierta tipología que puede partir de una primera división que separe los miedos espontáneos, principalmente masivos, de los miedos reflejados, que derivan de explicaciones o aproximaciones teóricas en relación con la realidad circundante; también lo permanente y lo cíclico pueden ser un buen instrumento de diferenciación. Por otra parte, el fin del miedo constituye una buena fuente de percepción de la dinámica de los miedos, pues son muchas las formas a través de las cuales esa tensión se disuelve.

2. Psicología e Historia

El historiador que busca penetrar en el estudio de los temores tiene necesariamente que apoyarse en la Psicología. Analizar el complejo mundo que rodea a los estados de ansiedad y miedo, que de manera especial se presentan en los seres humanos debido a su elevada racionalidad y a la posesión de una conciencia plena del tiempo en su triple dimensión, es un trabajo que requiere instrumentos de análisis psicológicos. Las manifestaciones iniciales que conducen al miedo se presentan precisamente en relación con la ansiedad.

Cuando la ansiedad se libera en su grado más alto, brota el miedo o hasta el pánico, derivando en estados insoportables que pueden crear dificultades en la acción cotidiana. En la medida en que esos estados críticos desencadenan maniobras psicológicas para detenerlos pueden generar patologías, que en el caso de un enfoque histórico tendrían que ubicarse en el ámbito colectivo.

Por otra parte, la ansiedad también se puede considerar como expresión de una situación de estrés iniciada por una serie de estímulos externos o internos. La investigación psicológica sobre la ansiedad tuvo terreno fértil en el estudio de las experiencias de guerra, habiéndose comprobado que los soldados envejecían rápidamente. En los últimos tiempos se ha avanzado también en el estudio de otras

formas de ansiedad colectiva. En todo caso, las respuestas pueden contribuir a intensificar sus efectos y a generar respuestas homeostásicas tendientes a mantener un equilibrio en el organismo.

Desde un plano diferente se puede aplicar también el análisis de recuerdos infantiles, que pueden definir estados de ansiedad al relacionarse con contenidos reprimidos, posibilitando lo que Freud llamó recuerdos encubridores (psicopatología de la vida cotidiana). La exploración psicoanalítica de recuerdos encubridores puede contribuir al mejor conocimiento de los planos del temor que analizamos, aunque su aplicación en el análisis histórico de manifestaciones colectivas es bastante compleja.

Mucho pueden hacer la Historia y la Psicología en el estudio común de aspectos como el que presentamos; se trata de diseñar los caminos de acción e intercambiar elementos de información y técnicas de análisis.

3. La determinación histórica del miedo

Si bien es relativamente fácil encontrar evidencias históricas de las diversas manifestaciones que asume el miedo o temor colectivo, es necesario determinar sus dimensiones, influencia o impacto. Dificulta la tarea el que el miedo tenga dos planos o niveles: uno, el de la objetivación y expresión concreta; y otro, el de las manifestaciones subyacentes. En este sentido, es más sencillo identificar el primer nivel que el segundo, quedando este último en el plano de las tensiones cotidianas o de otras expresiones psicológicas proyectivas.

Para proceder a determinar históricamente una expresión de miedo colectivo se necesita considerar diversas variables, entre las que pueden estar:

a) La extensión. Contexto espacial que acoge las expresiones del miedo: la urbe o el campo, una región o un país, etcétera. b) La duración. Desde miedos ancestrales que vienen de siglos atrás a expresiones momentáneas que desaparecen rápidamente y se ligan a la coyuntura. c) La penetración. Hasta dónde compromete el miedo, sea en sectores de la sociedad o en la sociedad en su conjunto. d) La confrontación. Niveles de asimilación, rechazo o supuesta indiferencia frente a los elementos generadores de miedo. e) La resistencia. Derivada del enfrentamiento abierto con el objeto generador de miedo: puede implicar respuestas erradicadoras violentas o explicaciones teóricas, ideológicas o científicas. f) La universalización. Convergencia de factores masivos que comprometen todas las variables antes señaladas, en sus dimensiones y expresiones más completas.

Con la aplicación de estos instrumentos de análisis teórico será posible advertir nuevos aspectos de procesos históricos que involucren el miedo como elemento vertebrador; o que, siendo un factor aparentemente periférico, adquiera su real dimensión en una revisión profunda y renovada.

4. Subversión y miedo

El abordaje de un tema tan complejo como el miedo determina la necesidad, desde el punto de vista de la historia, de intentar ordenar o clasificar las diferentes manifestaciones que presenta, sin penetrar en los niveles más específicos que la ciencia psicológica pueda plantear.

Desde esta perspectiva hemos considerado que puede ser funcional la aplicación del concepto de subversión como elemento generalizador, debido a que las manifestaciones concretas de miedo están íntimamente ligadas a la subversión del orden, de la armonía o del equilibrio en diferentes planos —la naturaleza, el orden político, la paz social entre otros ámbitos—, que pueden ser perturbados por múltiples fuentes de subversión.

Toda subversión del orden, de lo pertinente o propio de un contexto o una realidad, encierra un sentimiento de inseguridad que ineludiblemente se liga a la ansiedad y el miedo. Con este principio intentamos establecer una tipología de los miedos en la historia, que recoja la mayor cantidad posible de manifestaciones y que a la vez señale derroteros de investigación. Desde esta perspectiva, una posible tipología del miedo podría recoger los tipos de elementos generadores que señalamos a continuación.

4.1. La subversión del orden natural

El ser humano está en permanente relación con la naturaleza: en ella se sitúa y establece un contacto inicialmente traumático, pero que —con la ayuda de los avances científicos y tecnológicos— logra equilibrar y aun superar; sin embargo, la naturaleza siempre ha generado graves problemas durante la historia y ha impactado colectivamente en las sociedades. Por otra parte, entran en el mismo contexto las rupturas debido a accidentes y peligros que forman parte de la vida cotidiana del ser humano y de las sociedades. De allí que podamos considerar dos vertientes generadoras de subversión:

a) La subversión de las fuerzas de la naturaleza. Las sociedades siempre han estado sujetas a la acción de las fuerzas de la naturaleza; terremotos, inundaciones, temporales y demás han traído desolación y muerte. El reconocimiento de la acción perturbadora de estos eventos implica no solo un estudio del

acontecimiento en sí, sino también el de sus efectos en las sociedades sujetas a dichas catástrofes. b) El siniestro, infaltable agente subversivo. La vida del ser humano está siempre acompañada de circunstancias fortuitas que atentan contra su seguridad y salud; en este sentido, la posibilidad de un incendio o un accidente cualquiera siempre será materia de preocupación y temor. En todo caso, dichos eventos alteran el orden natural de la vida cotidiana y de las cosas.

4.2. La subversión de la salud

El estado óptimo de su salud ha sido siempre, para el ser humano, preocupación y objetivo de su vida; sin embargo, la mecánica del organismo humano está sujeta a avatares tanto de naturaleza interna como externa. Desde la progresiva y natural decadencia física que aproxima a la vejez hasta las circunstancias especiales que llevan a la aparición de trastornos en la salud, todo ello está presente de manera constante en la existencia humana. Entre los agentes de subversión de la salud están:

a) La enfermedad. La lista de enfermedades es enorme y sus consecuencias van desde manifestaciones colectivas, como la peste, a procesos específicos de carácter individual. b) La discapacidad. No escapa a esta realidad la posibilidad de que el organismo sufra una pérdida parcial o total de su capacidad, sea permanente o temporal. c) El hambre. La alteración en los procesos regulares de alimentación, debido a múltiples factores, lleva a la aparición del hambre, todavía no erradicada en ciertas sociedades contemporáneas. d) La muerte. Máxima expresión del miedo en el ser humano, ya que significa la culminación de su existencia y está asociada a la incertidumbre del más allá. Para hacer frente a este temor no bastan el desarrollo de la ciencia ni las actitudes evasivas.

4.3. La subversión del orden sociopolítico

El siguiente grupo de factores generadores de temor presenta al ser humano como el principal elemento activo. Consideramos la subversión del orden sociopolítico en la medida en que el ser humano es el agente causal de perturbaciones generadoras de temores y miedos, ya sea en el caso preciso de revueltas, guerras y delincuencia, o en el caso más complejo de la miseria. Entre esas manifestaciones están:

a) La subversión ante la autoridad. Toda reacción frente a la autoridad constituida genera temor colectivo, tanto más en sus formas violentas, pero también por

una posible vía pacífica. Motines, rebeliones, revueltas, revoluciones son factores de perturbación generalizada; como lo son acciones embozadas, conjuras, sedición y otras manifestaciones menos violentas, pero igualmente perturbadoras. b) La autoridad como agente subversivo. El ejercicio de autoridad también está vinculado a la generación del miedo, tanto por la naturaleza misma del poder, que en algunos casos se enriquece con un proyecto decidida y abiertamente manipulador, como por el ejercicio de mecanismos inherentes al funcionamiento de la sociedad políticamente constituida. En este sentido, las requisiciones, los impuestos, los trabajos obligatorios y la leva han sido tradicionalmente materia de reacciones colectivas en las que el temor ha estado presente. c) La subversión del otro. Considerando dentro de ello la presencia de minorías o de elementos apartados del poder o de lo universalmente aceptado, sea su acción concreta o supuesta (por ejemplo, la xenofobia y el racismo). En circunstancias coyunturales este miedo se exacerba, en muchos casos con violentas consecuencias. d) La delincuencia. En una dimensión más cotidiana, la ruptura del orden establecido también pasa por la existencia de la delincuencia, siempre materia de temor y en determinadas coyunturas un flagelo social, cuando pone en riesgo a la población no solo en términos de bienes sino también de vidas. El robo y el asesinato constituyen expresiones típicas de este contexto, sin olvidar la violencia sexual, que se acentúa en circunstancias determinadas.

4.4. Subversión del orden espiritual

Toda sociedad manifiesta un orden espiritual e ideológico, sea en la adhesión y compromiso total con determinadas creencias o en la más libre apertura a cualquier ideología o religión; sin embargo, también existen alteraciones constantes a ese orden, que generan a su vez manifestaciones concretas de temor colectivo en la medida en que exista represión o cualquier sanción. Entre las expresiones de este tipo de temores están:

a) La subversión del orden religioso. En contextos en los que opera un orden espiritual, representado por la presencia de una religión o un conjunto de creencias articuladas firmemente en la sociedad, bajo los términos de la imposición o la aceptación, todo cambio puede determinar que aparezcan temores colectivos. Así, la brujería y la herejía, que constituyeron elementos importantes en la vida de las sociedades antiguas, generaron temor. Por otra parte, la presencia de minorías religiosas, como en su momento lo fueron los judíos o los moros y, más cerca en el tiempo, el fundamentalismo islámico o ciertos grupos religiosos orientales, determina también expresiones de temor colectivo. Asimismo,

los castigos espirituales forman parte de este escenario, incluyéndose entre ellos el caso de la excomunión y el interdicto. b) La subversión ideológica o de la razón. La generación de ideas que alteren un orden establecido en los diferentes planos de la razón, la política o la sociedad, puede significar materia de temor generalizado, especialmente cuando las condiciones del contexto ordenador están nutridas de represión o autoritarismo.

En este sentido, tanto la proximidad de las ideas perturbadoras cuanto su compromiso con ellas generan reacciones adversas en el conjunto de la sociedad.

Por ello, textos, discursos y mensajes constituyen elementos objetivadores de un temor o miedo colectivo que puede derivar en marginación, persecución y represión.

4.5. Subversión de la realidad

Lo real siempre tiene como contrapartida lo imaginario; en unos casos como mecanismo de compensación, en otros como complemento que llena los vacíos producidos por la ignorancia o el desconocimiento. Al existir una frontera móvil entre lo real y lo imaginario, nos encontramos en un terreno enormemente fértil para la aparición de temores colectivos. Entre esas manifestaciones tenemos:

a) La realidad trastornada. Mundo imaginario pero entendido como realidad, poblado de seres extraños: los unos, terribles, agresivos y disformes; los otros, pacíficos y bellos; en todo caso, expresiones curiosas que pueblan espacios reales sea en la Tierra o en el más allá. Desde el unicornio o el kraken hasta los gigantes magallánicos, en todos los tiempos, la prolífica imaginación humana ha generado una fauna o una humanidad fantástica detrás de la cual también puede estar presente el temor. b) La subversión del más allá. La muerte siempre ha sido el mayor enemigo del orden humano y ha albergado un conjunto importante de expresiones imaginarias, rodeadas de un profundo halo de temor. Los fantasmas y aparecidos, las ánimas del purgatorio, los espíritus o los demonios son expresiones de temores incorporados profundamente en la mentalidad colectiva.

4.6. La subversión globalizada

A partir del siglo XX se han generado nuevos elementos que originan temor colectivo no solo a sociedades específicas sino a la humanidad en su conjunto. Este tipo de temores, que afectan globalmente al ser humano, provienen de diferentes contextos que al adquirir una dimensión universal plantean nuevas características e interrogantes. Expresiones de estos macrotemores colectivos son:

a) La subversión nuclear. Temor colectivo nacido en la década de 1950, bajo el influjo del uso de una energía que —en su aplicación militar o accidentalmente— puede generar la desaparición del ser humano. Ambientada inicialmente en un mundo bipolar, en el presente adquiere una nueva forma con la amenaza terrorista. b) La subversión ecológica. Es difuso pero real el temor a una destrucción total de la naturaleza, que traería como consecuencia la desaparición del ser humano. La progresiva toma de conciencia de la necesidad de proteger el medio ambiente acarrea también un temor frente a lo que significaría la desaparición de recursos naturales básicos. c) La subversión terrorista. Superada la fase casi romántica de un terrorismo alimentado fundamentalmente por diferencias ideológicas, políticas o religiosas nacidas en un mundo bipolar, nos enfrentamos a una dimensión universal en la cual la acción generadora del terror no tiene límites, ni en el espacio ni en los objetivos. Quedan al margen los presupuestos válidamente establecidos, propios del enfrentamiento militar, primando más bien una voluntad de generación del terror sin importar los elementos que se utilicen, aunque se ponga en riesgo el futuro mismo del ser humano.

5. El estudio histórico del miedo en el Perú

Desde diferentes ángulos, los historiadores peruanos han tocado el tema del miedo en numerosos aspectos de la historia nacional; sin embargo, no existe un trabajo que aborde específicamente el tema. El tratamiento periférico del miedo podría implicar una fragilidad en las relaciones interdisciplinarias, en especial en los necesarios vínculos entre la Historia y la Psicología; pero también podría estar relacionado con la escasez de material referencial y de información teórica. En todo caso, es fácil encontrar relación directa con el miedo en numerosas investigaciones históricas, partiendo de aquellas referidas a la naturaleza, al orden sociopolítico, al orden espiritual o a la salud; son raras, más bien, las expresiones relativas a la subversión de la realidad o a los nuevos macrotemores. Sin embargo, la violencia terrorista recientemente vivida constituye una fuente importante de posibles investigaciones relativas al miedo.

Como ejemplo de las posibilidades que se abren en este tipo de investigación podríamos mencionar temas como los temores urbanos en la Lima del XIX, el temor como arma psicosocial en las dictaduras, la apología del terror en el discurso político de Sendero Luminoso, los temores de género en la Lima de los años XX y muchos otros más. En los últimos tiempos se aprecia una nueva manifestación de temor representada por las reacciones frente a la verdad, que emanan del proceso de acercamiento a los aspectos más perturbadores de los veinte años de lucha contra la insurrección terrorista.

Consideramos que el estudio del temor en la historia del Perú proporcionará sugestivos ángulos de aproximación a temas incluso clásicos de nuestra historiografía. En este sentido, una mirada al aparato teórico correspondiente no solo da sustento a la reflexión específica sobre diferentes aspectos históricos del miedo sino que también articula diversas contribuciones, lo cual derivará en un diálogo fecundo para todos aquellos que hemos compartido la inquietud de penetrar desde diferentes frentes en estas perturbadoras manifestaciones del sentir colectivo.

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