Octubre En la Parroquia de Mater Dolorosa – erigida canónicamente el 9 de noviembre de 1987 – Entre las calles Grosella e Ixcóatl #5613 del Infonavit Aeropuerto C.P 32690 – Tel/Fax. 619-29-22 – facebook.com/ParroquiaDeMaterDolorosa – Año XXXII Número 384
Palabras de Nuestro Párroco: Nuestra fe y la pandemia Desde marzo, el mundo entero sufrió el embate de la epidemia del virus COVID-19. Desde hace ocho siglos no se había experimentado una emergencia de tal magnitud. La peste había cundido en casi toda Europa, acabando con casi la tercera parte de la población del viejo mundo. La medicina, en pañales, no pudo enfrentar tal desastre. Ahora, en pleno siglo XX, con toda una evolución en la medicina, esta pandemia hizo estragos como no se había esperado a nivel mundial. Prácticamente ningún país se salvó de su contagio. Unos más, otros menos. La salud fue la más afectada y posteriormente toda la economía mundial. En todo el mundo, no se había experimentado tal desastre desde la Segunda Guerra Mundial. Para todo creyente, este acontecimiento cambió en algo nuestra fe. ¿Dónde está nuestro Dios? ¿Por qué nuestro Padre Dios permitió tal acontecimiento? Todas las religiones se han conmocionado ante este hecho ¿Por qué Dios ha permitido tal epidemia? Si a cada momento de nuestra vida repetimos una y otra vez: "Ni Dios lo permita", ¿Por qué ahora sí lo permitió? Un intento de respuesta es la autonomía del mundo. El universo y la tierra en sí, tienen su propio dinamismo, sus propias leyes y su propia actividad, independiente de la voluntad divina. Aunque es cierto que Dios escribe en renglones torcidos, es el primero en respetar su obra creadora, aunque esta se rebele al deseo de perfección de la evolución de la creación misma. También hay que buscar respuesta en la responsabilidad humana. No cabe duda que esta epidemia fue originada por el ser humano. Investigaciones y experimentos inapropiados tienen mucho que ver con esta pandemia. El mundo entero debe investigar el origen de este mal y responsabilizar a sus autores, aplicando sanciones y castigos a quienes desataron esta catástrofe. No basta con crear la vacuna. Además de esto, se debe responsabilizar a quienes provocaron esta epidemia. A pesar de todo, la fe en Dios, sea la religión que sea, tiene el poder de iluminarnos. De hacernos ver que vamos de paso en esta vida. Que debemos ver esta vida como un trampolín para la vida eterna. Que nuestro destino no es aquí, sino más allá. Que esta vida es como una prueba que se nos ofrece para alcanzar la verdadera y definitiva felicidad en la Casa de nuestro Padre Dios. Que el Señor nos conceda aprovechar estas circunstancias para crecer en nuestra fe. Amén.
Padre Lozoya