En la Parroquia de Mater Dolorosa – erigida canónicamente el 9 de noviembre de 1987 – Entre las calles Grosella e Ixcóatl #5613 del Infonavit Aeropuerto C.P 32690 – Tel/Fax. 619-29-22 – facebook.com/ParroquiaDeMaterDolorosa – Año XXXI Número 374
Palabras de Nuestro Párroco: “No los dejaré solos” Uno de los grandes misterios de nuestra fe cristiana es el misterio de la Santísima Trinidad. Misterio no significa que no debamos intentar comprenderlo, sino que no puede ser una conclusión racional a la que lleguemos después de un razonamiento que nos concluya con una verdad religiosa. El esfuerzo por penetrar en una verdad religiosa le llamamos “teología”. En el transcurso de la historia de la Iglesia, ha habido grandes teólogos que se han esforzado por entender la riqueza de algunos misterios de nuestra fe. El enunciado del misterio de la Santísima Trinidad: tres personas distintas y un solo Dios verdadero, nos enseña que la actividad de Dios es siempre en conjunto, es decir, nunca una persona divina actúa sola, siempre se involucran las tres. Tanto en la creación, la redención y la santificación, que se le atribuyen de una manera especial a cada una de las personas divinas, participan también las otras dos. Así, no nos extraña que Dios Padre nos santifique o que Dios Hijo nos creara y el Espíritu Santo nos redimiera. La revelación y la doctrina de la Iglesia, atribuye de una manera especial alguna función específica a cada persona divina. Invocamos a Dios Padre como el Creador y como el autor de la historia sagrada; a Dios Hijo como nuestro redentor y al Espíritu Santo como el santificador. Sin perder de vista la atribución específica, las tres personas divinas intervienen en todas y cada una de las acciones que realiza Dios con nosotros. Por eso, el concepto “Dios”, siempre engloba a los tres como si fuera un solo sujeto, un solo Dios verdadero, aunque podamos dirigirnos en especial a alguna persona divina, invocándola con alguna atribución muy concreta: Dios Padre Creador, Dios Hijo Redentor y el Espíritu Santo Santificador. En Pentecostés celebraremos la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, fundamento de nuestra Iglesia. El Espíritu Santo como continuador de la obra redentora de Nuestro Señor. Él será el vivificador de nuestra fe, quien nos sostendrá en todas las circunstancias que se presenten. Será el alma de nuestra Iglesia, capacitando a los discípulos de Jesús para vivir su mensaje y comunicarlo a los demás. Gracias a Él creemos, celebramos nuestra salvación, encarnamos el Evangelio y extendemos su Reino. Dispongámonos a vivir intensamente este Pentecostés. Renovándonos en la fe: Reviviendo nuestro amor a Dios Padre, intensificando nuestra relación con Nuestro Señor Jesucristo, y todo esto, gracias a la obediencia al Espíritu Santo que mora en nuestro corazón. La presencia del Espíritu Santo completa la habitación en el creyente de la Santísima Trinidad. El uno no puede entrar sin el otro. El amor perfecto del Padre al hijo en el Espíritu Santo solo se da en la habitación de las tres personas divinas. Cuando uno cree en Dios Padre, su Hijo se hace presente y juntamente con los dos, el Espíritu Santo se hace presente. Nunca uno solo, siempre los tres, aunque no seamos conscientes de su presencia. Que la Santísima Trinidad dinamice nuestra existencia para gloria suya y nuestra salvación. Amén.
Padre Lozoya