Esta revista representa el reflejo de un semestre lleno de ideas, debates y descubrimientos en torno a la teoría e historia del diseño editorial.
Desde los símbolos gráficos del México prehispánico hasta las reflexiones más actuales sobre la inteligencia artificial y el futuro del diseño, cada página intenta capturar la riqueza y complejidad de nuestro campo. La transmodernidad nos abrió una ventana hacia nuevas formas de pensar el diseño, más humanas, tecnológicas y sostenibles. Y con la IA, nos preguntamos no solo hacia dónde va nuestra profesión, sino cómo queremos habitarla. Gracias por leer, por cuestionar, por abrir estas páginas con curiosidad. Esperamos que este número no solo les haya brindado contenido, sino también inspiración para seguir diseñando con conciencia, con historia y con visión de futuro.
Con gratitud,
Mata Garduño Jocelyn Monserrat
Soto Castro María de los Ángeles
MÉXICO VIVO
LA HERENCIA DEL DISEÑO EDITORIAL˜˜
El diseño en México no es solo estética: es historia viva, memoria y símbolo. A través del color, la forma y la composición, comunica lo que somos, lo que fuimos y lo que podríamos ser. Desde los códices prehispánicos hasta los gráficos digitales, el diseño mexicano ha sido una expresión de identidad, un puente entre el pensamiento ancestral y la creatividad contemporánea.
Uno de los ejemplos más claros es el calendario mexica, una estructura compleja donde el tiempo se entrelaza con la astronomía, la religión y la simbología. No se trataba solo de organizar días, sino de narrar el universo. Así también funcionaban los códices, donde texto, imagen y color convivían de manera inseparable. Como lo describe
David Charles Wright Carr, los pueblos nahuas entendían la escritura como “tlilli tlapalli”, tinta negra y pintura de colores, una metáfora profunda para el conocimiento, la sabiduría y la tradición.
Hoy, esa visión sigue viva. Las leyendas, la cosmovisión indígena, la relación con la naturaleza y el simbolismo del color continúan inspirando a diseñadores, artesanos e ilustradores. Sin embargo, muchas veces usamos esos recursos visuales sin entender del todo su origen. El verdadero reto no es incorporar estos elementos por su belleza, sino por su significado. Diseñar desde la raíz es diseñar con conciencia.
Conectar con ese legado no solo nos enriquece visualmente: nos devuelve la memoria. Porque el diseño también puede ser una forma de recordar.
EL PAPEL DE LA IMPRENTA EN MÉXICO
La llegada de la imprenta a México marcó un punto de inflexión en la historia del país. Desde su instalación en 1539 por el impresor Juan Pablos, bajo el patrocinio de Juan Cromberger, la imprenta se convirtió en una herramienta esencial para la difusión del conocimiento, la educación y el fortalecimiento de la identidad cultural. Los primeros textos, como Manuale Sacramentorum o Breve y más compendiosa doctrina cristiana, respondían a las necesidades evangelizadoras del momento, pero poco a poco, el uso de la imprenta se diversificó. En 1548, con la publicación de Ordenanzas y compilación de leyes, se imprimió el primer libro no religioso en la Nueva España.
El desarrollo tipográfico y editorial en México adoptó modelos europeos, pero con el tiempo adquirió rasgos propios. La influencia de impresores como Antonio de Espinosa permitió mejorar la calidad del diseño editorial novohispano, y los grabados, tipos y encuadernaciones se convirtieron en un lenguaje visual
propio del territorio. La imprenta también sirvió como canal de preservación lingüística, mediante la impresión de gramáticas y diccionarios en lenguas indígenas, lo que contribuyó a la revitalización de estas culturas en peligro de olvido.
A lo largo de los siglos, la imprenta en México no solo evolucionó técnicamente, sino también simbólicamente. Pasó de ser un mecanismo al servicio del poder colonial, a convertirse en una herramienta de emancipación intelectual y crítica social. Durante el siglo XIX, su papel fue crucial en la circulación de periódicos, panfletos y manifiestos que alimentaron los movimientos de reforma y revolución. Y en el siglo XX, su legado se expandió hacia la formación de editoriales independientes, revistas culturales y libros fundamentales para la memoria colectiva del país.
Sin embargo, la historia oficial ha ignorado en gran medida la participación de las mujeres
en el mundo editorial. Aunque tradicionalmente relegadas a labores auxiliares, muchas mujeres llegaron a gestionar imprentas completas, sobre todo tras la muerte de sus esposos o padres impresores. Su trabajo fue esencial para la continuidad de los talleres y para la producción cultural del virreinato, aunque rara vez fue reconocido. Estudios recientes, como los de Lorente Queralt, han comenzado a rescatar sus historias, reivindicando su lugar dentro del relato tipográfico mexicano.
Aún hoy, el legado de la imprenta sigue vivo en los talleres, editoriales y proyectos gráficos contemporáneos. Desde publicaciones impresas independientes hasta iniciativas que recuperan técnicas de encuadernación y tipografía tradicional, hay una conciencia creciente sobre la importancia de este patrimonio. Entender el pasado de la imprenta en México es también valorar la potencia que tiene la palabra impresa para imaginar, cuestionar y transformar nuestro presente.
IMPRENTA Y MODERNIDAD
La modernidad trajo una serie de cambios que no solo redefinieron la manera en que las sociedades se organizaban, sino también su forma de pensar y de adquirir conocimiento.
En México. este proceso impulsó el desarrollo industrial y tenológico, ademas de tener un impacto significativo en el área editorial, transformando la manera en que las ideas circulaban y llegaban al público.
La imprenta jugó un papel
La imprenta jugó un papel fundamental en la difusión de ideas ilustradas y en la transformación de la sociedad. Como señala Chartier (1995), fue una herramienta esencial para expandir el pensamiento crítico, y en México, esto fue clave en el siglo XIX, cuando los impresos ayudaron a consolidar el Estado-nación y a difundir nuevas ideologías.
Otro ejemplo fue el trabajo de José Guadalupe Posada ya que sus ilustraciones no sólo documentaron su época, sino que también sirvieron como crítica social, a través del lenguaje visual, logró conectar con un público amplio, demostrando el poder de la prensa y la ilustración en la construcción de discursos políticos, reflejó la sociedad mexicana de su tiempo, abordando temas políticos y sociales con un estilo accesible y directo.
Por otro lado, la modernidad también vino con una visión eurocéntrica que impuso modelos occidentales de conocimiento y desarrollo.
Este enfoque, basado en la ciencia y la técnica, impulsó grandes avances, pero al mismo tiempo dejó de lado otras formas de conocimiento y cosmovisiones, especialmente las indígenas y tradicionales
ARQUETIPOS EN LA POSTMODERNIDAD
La posmodernidad, como corriente filosófica y cultural, ha dado lugar a una reformulación de los arquetipos tradicionales que han definido a la humanidad a lo largo de la historia. En un mundo caracterizado por la fragmentación, el relativismo y la hiperrealidad (Baudrillard, 1994), los arquetipos clásicos han mutado para adaptarse a una sociedad en constante cambio. Este periodo, caracterizado por la fragmentación, el relativismo y la hiperrealidad, ha desafiado las nociones establecidas y ha dado lugar a nuevas formas de expresión y de ser. Uno de los rasgos distintivos de la posmodernidad es su rechazo a las “grandes narrativas”, es
decir, las explicaciones totalizadoras que pretenden ofrecer una visión completa y coherente de la historia y la sociedad. Esta incredulidad hacia estas narrativas no implica necesariamente una negación de su validez, sino más bien un cuestionamiento de su pretensión de ser la única verdad. En este contexto de deconstrucción y crítica, los arquetipos tradicionales son reformulados y adaptados a la nueva realidad posmoderna.
Los arquetipos posmodernos reflejan la diversidad de identidades y experiencias, así como la crítica a las estructuras de poder.
El rebelde se transforma en activista digital, el héroe en un sujeto fragmentado y ambiguo, y la víctima en un sujeto que resiste y se reinventa.
Los arquetipos de la posmodernidad emergen en este escenario de transformación y pluralidad. El rebelde de las estructuras sociales es una figura que desafía las normas impuestas por el capitalismo, el patriarcado y otras estructuras de poder. A diferencia del héroe clásico, el rebelde posmoderno no busca una victoria absoluta, sino la subversión constante de las reglas establecidas (Jameson, 1991). Un ejemplo de este arquetipo lo encontramos en personajes como Tyler Durden en El club de la pelea (Palahniuk,1996), quien rechaza las normas del consumismo.
Otro arquetipo fundamental es el transformador de la identidad, que encarna la evolución del sujeto a través del cuestionamiento de los roles de género, clase y etnicidad. Este tipo de personajes se observan en la literatura feminista y queer, así como en narrativas cinematográficas que rompen con los estereotipos de género tradicionales (Butler, 1990). Su presencia refuerza la idea de que la identidad es fluida y constantemente reinterpretada en la posmodernidad. El marginado reflexivo representa a quienes se sienten alienados en la sociedad y buscan sentido en la incertidumbre. A diferencia del outsider tradicional, el marginado posmoderno es plenamente consciente de su condición y la utiliza como fuente de crítica social (Sartre, 1943).
Un ejemplo contemporáneo es el personaje de Dr. House, quien desafía las expectativas de lo que debería ser un médico al adoptar una actitud cínica y analítica.
En la actualidad, con la irrupción de las redes sociales como TikTok e Instagram, los arquetipos han evolucionado y se han adaptado a la cultura digital. El subversor de narrativas ha encontrado en estas plataformas un espacio ideal para redefinir su identidad y desafiar las normas establecidas. Influencers y creadores de contenido han asumido el papel de comunicadores disruptivos, cuestionando los valores tradicionales y promoviendo nuevas formas de expresión.
La figura del marginado reflexivo ahora se manifiesta en usuarios que comparten su ansiedad existencial y crisis de identidad en videos virales, generando una comunidad digital que reconfigura el concepto de alienación.
PENROSE ANNUAL
A finales del siglo XIX, Inglaterra vivió una transformación en el mundo de la impresión. En medio de nuevas tecnologías como tintas, papeles especiales y sistemas de composición tipográfica, surgió The Penrose Annual, una revista que documentó y analizó estos avances con una mirada crítica y especializada. Fundada en 1895 por A. W. Penrose y William Gamble, comenzó como una publicación enfocada en procesos fotográficos, pero con el tiempo se convirtió en una referencia mundial del diseño gráfico.
La edición de 1950 del Penrose Annual es una muestra clara de cómo arte, diseño y tecnología comenzaron a entrelazarse. Un tema central fue la fotografía a color, vista no solo como herramienta técnica, sino también como una nueva forma de expresión visual. La revista exploró cómo los fotógrafos y pintores dialogaban entre sí, comparando la objetividad de la imagen fotográfica con la libertad interpretativa del arte pictórico.
Además de reflexionar sobre la estética moderna, este número incluía ejemplos de fotografía de moda, especialmente en revistas como Vogue, donde el color y la luz se usaban para proyectar una nueva imagen de belleza y modernidad en la posguerra. Este tipo de fotografía no solo respondía a fines comerciales, sino que también revelaba una transformación cultural.
Otro punto destacado fue la introducción de la cámara instantánea Land, desarrollada por Edwin H. Land. La revista explicó su funcionamiento y celebró su capacidad de producir imágenes al instante, algo revolucionario en su tiempo. Esta innovación marcó un momento clave en la historia de la fotografía y evidenció cómo el diseño gráfico no podía desligarse de los avances tecnológicos.
En conjunto, The Penrose Annual no solo mostraba técnicas, sino que proponía una mirada crítica sobre los cambios visuales del siglo XX. Su legado persiste como documento histórico y como inspiración para entender el diseño gráfico como un punto de encuentro entre arte, tecnología y cultura.
Penrose Annual’ de 1950 refleja cómo arte y tecnología definieron la cultura visual de posguerra.
ESTEREOTIPOS, POPULARIDAD, POPULAR Y POPULISMO
En la actualidad, los estereotipos, la popularidad y el populismo juegan un papel clave en la construcción de identidades colectivas y discursos políticos. Aunque diferentes entre sí, están profundamente conectados en la cultura de masas y la percepción pública.
Lo popular se refiere a lo que muchas personas siguen o consumen, sin que eso implique un juicio de valor. En la era digital, lo popular se mide con “me gusta” y visualizaciones, lo que ha favorecido la viralidad de contenidos por encima de su calidad o profundidad.
El populismo, por otro lado, es una estrategia política que apela a “lo popular” para enfrentar a las élites, simplificando problemas complejos con soluciones rápidas. Si bien puede visibilizar a sectores marginados, también puede manipular emociones, usando estereotipos y discursos de confrontación.
Los estereotipos son ideas generalizadas sobre ciertos grupos que refuerzan prejuicios y discriminación. Se alimentan de contextos históricos y culturales, y hoy se difunden velozmente por redes sociales, creando cámaras de eco que fortalecen creencias sin cuestionarlas. Esto, a su vez, alimenta la polarización social y política.
La popularidad va más allá, ya que implica el reconocimiento social.
Actualmente, esta se ha transformado en un fenómeno inmediato, impulsado por las redes, donde lo que importa es el impacto, no el contenido
En conjunto, estos tres conceptos han adquirido nuevas formas y consecuencias en un entorno digital donde la información circula sin filtros. De ahí la importancia de fortalecer la alfabetización digital, para distinguir entre verdad y manipulación.
“La
viralidad no garantiza verdad. En un mundo hiperconectado, pensar críticamente es una forma de resistencia.”
Independencia o Soledad: Lo que revela la teoría sueca del amor
En un mundo donde la autosuficiencia es celebrada como sinónimo de éxito, el documental La teoría sueca del amor nos enfrenta a una pregunta incómoda pero necesaria: ¿es posible que tanta independencia nos esté alejando unos de otros?
Dirigido por Erik Gandini, el documental expone el modelo social sueco como un laboratorio humano donde el Estado garantiza a cada persona la posibilidad de vivir sin necesitar a nadie más. A simple vista, se trata de una utopía progresista: igualdad de género, libertad reproductiva, autonomía plena. Sin embargo, bajo esa superficie ordenada y funcional se esconde una crisis emocional profunda, marcada por el aislamiento, la desconexión afectiva y una soledad que muchas veces termina en silencio… o en muerte.
Este escenario nos lleva a reflexionar sobre la forma en que las políticas sociales moldean no solo la economía o la educación, sino también los afectos, los vínculos y el sentido de pertenencia. ¿Qué implica ser un “sujeto
EL SUJETO SOCIAL: ENTRE LA AUTONOMÍA Y LA COMUNIDAD
El documental muestra que el ser humano es, por naturaleza, un sujeto social. Biológicamente, somos gregarios; psicológicamente, necesitamos vínculos para desarrollarnos. Pero cuando la estructura social promueve la autosuficiencia extrema, los lazos afectivos se diluyen.
En Suecia, muchas personas mueren solas, sin haber tenido contacto con familiares o amigos durante años. Este fenómeno no es solo emocional: revela cómo las políticas públicas pueden redibujar la experiencia humana en su núcleo más íntimo.
MÉXICO VS SUECIA: DOS EXTREMOS DEL TEJIDO SOCIAL
En contraste, en México —donde el Estado no ofrece las mismas garantías— la comunidad, la familia extensa y las redes de apoyo siguen siendo esenciales. Aquí, ante la inseguridad o la precariedad económica, la fortaleza de los vínculos humanos permite sobrellevar crisis con una resiliencia profundamente emocional.
Ambos modelos tienen sus aciertos y desafíos. Suecia representa la cima de la independencia institucionalizada; México, la calidez de lo colectivo ante la ausencia del Estado. Ninguno es perfecto, pero juntos nos invitan a repensar el balance entre autonomía y conexión.
¿EL FUTURO? BUSCAR EL EQUILIBRIO
El futuro no está necesariamente en elegir entre el individualismo absoluto o la dependencia comunitaria. El verdadero reto consiste en imaginar y construir sociedades donde la autonomía no signifique aislamiento, y donde los vínculos no estén regidos por la necesidad, sino por la elección consciente de estar con otros.
Una persona verdaderamente libre no es quien puede vivir sola, sino quien puede elegir estar sola sin que eso implique carencia, y acompañada sin que eso implique obligación. Necesitamos un nuevo modelo de convivencia que no romantice ni la soledad ni la familia tradicional, sino que proponga formas flexibles y humanas de estar juntos.
Este equilibrio entre independencia y conexión no será sencillo de lograr, pero es quizás uno de los desafíos más urgentes del siglo XXI. Porque el progreso no puede medirse solo en términos de eficiencia o libertad personal, sino también en la capacidad de una sociedad para generar sentido, compañía y cuidado mutuo.
Tal vez el verdadero amor —como individuo y como sociedad— no esté en la autonomía perfecta ni en la fusión total, sino en ese espacio intermedio donde podemos ser con otros sin perder lo que somos.
Transmodernidad: diseño para un mundo en transformación
Vivimos una era en la que las certezas que guiaban el pensamiento moderno y posmoderno han comenzado a desdibujarse. Frente a esta transformación, surge la transmodernidad como una nueva forma de entender el mundo, más abierta, interconectada y consciente. Esta corriente filosófico-cultural, propuesta por autores como Enrique Dussel, busca superar las limitaciones heredadas, proponiendo un pensamiento que integre tecnología, sostenibilidad y diversidad en cada ámbito de la vida, y especialmente, en el diseño.
En este contexto, el diseño se redefine. Ya no se trata únicamente de crear objetos funcionales o cuestionar estilos pasados con ironía, como en la modernidad y la posmodernidad. El diseño transmoderno propone un nuevo horizonte de acción, donde lo físico y lo digital se entrelazan, y donde cada elección formal y técnica está acompañada de una conciencia ética y ecológica. Aquí, la ciberontología, o el pensamiento digital, emerge como clave: los diseñadores actuales experimentan con realidad aumentada, inteligencia artificial y modelado paramétrico, no solo como herramientas técnicas, sino como medios para generar experiencias inmersivas, adaptativas y profundamente humanas.
La transmodernidad también implica una respuesta crítica y creativa a los desafíos globales: el cambio climático, la sobreproducción y el consumo insostenible exigen soluciones desde el diseño. Es en este punto donde cobra fuerza el ecodiseño, una práctica que considera todo el ciclo de vida del objeto —desde su concepción hasta su desecho— y busca minimizar el impacto ambiental. Materiales reciclados, procesos responsables, producción local y diseño circular ya no son opciones marginales, sino principios fundamentales de una práctica que quiere ser coherente con el presente.
Este enfoque no se limita a productos o edificios. En el arte, por ejemplo, vemos cómo la transmodernidad abre las puertas a una convergencia inédita entre disciplinas. Los artistas y diseñadores contemporáneos combinan técnicas tradicionales con medios digitales, generando instalaciones que invitan a la interacción, obras generativas alimentadas por algoritmos o experiencias que se expanden gracias a tecnologías inmersivas. El espectador deja de ser pasivo: se vuelve parte del proceso creativo, coautor de un arte que dialoga con la sociedad.
Lo transmoderno no rechaza el pasado: lo observa, lo transforma, y lo proyecta hacia el futuro. A diferencia de la posmodernidad, que se regodeaba en la mezcla estilística, la transmodernidad busca una síntesis integradora que responda a una realidad global cada vez más compleja.
El diseño se convierte así en un instrumento de transformación social, ecológica y tecnológica, capaz de generar soluciones que respeten tanto la diversidad cultural como los límites del planeta.
La transmodernidad también implica una respuesta crítica y creativa a los desafíos globales: el cambio climático, la sobreproducción y el consumo insostenible exigen soluciones desde el diseño. Es en este punto donde cobra fuerza el ecodiseño, una práctica que considera todo el ciclo de vida del objeto —desde su concepción hasta su desecho— y busca minimizar el impacto ambiental. Materiales reciclados, procesos responsables, producción local y diseño circular ya no son opciones marginales, sino principios fundamentales de una práctica que quiere ser coherente con el presente.
En suma, el diseño transmoderno es un acto de responsabilidad. No basta con crear objetos bellos o funcionales: se trata de imaginar futuros posibles, de anticipar necesidades y de participar activamente en la construcción de un mundo más justo, equitativo y habitable. Es un diseño que observa su entorno, lo interpreta y lo mejora, desde una mirada abierta, ética y profundamente creativa.
LA IA Y EL DISEÑO
EDITORIAL HOY
INTELIGENCIA ARTIFICIAL: ALIADA, NO AMENAZA
La inteligencia artificial (IA) está en todas partes. Y cómo no, también ha llegado al diseño editorial. Como diseñadora en formación, no dejo de preguntarme: ¿cuál será nuestro lugar cuando una máquina puede generar imágenes, textos o sugerencias tipográficas en segundos?
Pero lejos de verlo como una amenaza, cada vez estoy más convencida de que la IA no viene a sustituirnos, sino a replantear nuestra práctica. Puede ahorrar tiempo, ordenar contenido, sugerir composiciones… pero el papel del diseñador no desaparece. Al contrario: nos volvemos más estratégicos, más críticos y, sobre todo, más humanos.
La IA puede procesar datos, pero no puede sentir. No puede entender el valor de una historia, ni la fuerza de una imagen cargada de experiencia personal. Somos nosotros quienes damos intención, contexto y narrativa. Ahora, nuestro trabajo consiste en filtrar lo que la IA ofrece, reinterpretarlo desde una mirada emocional, social y cultural. Somos curadores de significado.
LO MANUAL SIGUE VIVO
En medio del avance tecnológico, no puedo evitar pensar en lo manual. ¿Dónde quedan los bocetos, la serigrafía, la encuadernación? A muchos de nosotros nos sigue apasionando ese contacto directo con los materiales. Hay algo poético en el error humano, en la tinta que se corre, en el papel que se siente entre los dedos. Lejos de desaparecer, los procesos artesanales están cobrando un nuevo valor. Son una forma de resistencia, pero también de autenticidad. Y ahí es donde surge una posibilidad poderosa: la convivencia. ¿Por qué no usar la IA para optimizar ciertos procesos, pero conservar lo manual para expresar lo que solo el tacto puede comunicar?
El diseño editorial no tiene que elegir entre eficiencia o autenticidad. Puede ser ambas cosas.
La clave está en saber cuándo y cómo usar cada herramienta, en tener conciencia del mensaje que queremos transmitir y en mantenernos fieles a nuestra voz como creadores.
El diseño editorial no está en crisis: está evolucionando. Lo digital y lo artesanal no son opuestos, sino partes de un mismo lenguaje que se expande. Nos toca, como jóvenes diseñadores, construir un futuro híbrido, sensible y ético. Uno donde las máquinas colaboren, pero la creatividad y la intuición humana sigan marcando la diferencia.