CENIZAS H. P. LOVECRAFT & C. M. EDDY JR.
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-Hola, Bruce. Hace siglos que no te veo. Entra. Dejé la puerta abierta y me siguió al interior de la habitación. Su flaca y desgarbada figura se acomodó con torpeza en la silla que le ofrecía mientras comenzaba a jugar con su sombrero entre los dedos. Sus profundos ojos tenían un mirar asustado, distraído, y atisbaban furtivos por entre los rincones de la habitación, como si buscasen algo escondido dispuesto a echarse sobre él en cualquier momento. Su rostro estaba ojeroso y sin color. Las comisuras de sus labios tenían un rictus espasmódico. -¿Qué te ocurre, viejo? Parece que has visto un fantasma. ¡Levanta el ánimo! Me acerqué al mueble bar y llené un pequeño vaso con el vino de una botella. -¡Bébete esto! Vació el vaso de un sorbo y continuó jugando con su sombrero. -Gracias, Prague; no me siento demasiado bien esta noche. -¡No hace falta que lo digas! ¿Qué es lo que va mal? Malcolm Bruce se agitó inquieto en su silla. Lo miré en silencio, preguntándome qué podía haberle afectado de aquella manera. Conocía a Bruce y lo tenía catalogado como un hombre tranquilo y con voluntad de acero. Verlo en aquel estado de nervios no era normal. Le ofrecí un cigarro, y él lo tomó, mecánicamente.