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Le Flaneur


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Un puerto que sabe a ciudad Por Isabel Rosas Martín Del Campo @Arq.IsabelRosas Isabel.Rosas.arquitectas.consultoras@outlook.com
1,2,3, cuento mis pasos al ritmo justo de la música presenciar las fábulas citadinas que ocurren cada segundo inmeque se interna en mis oídos mientras los cables pa- diato al anterior. recen un collar que equivocadamente se entrome- La chica de cuerpo envidiable, por ejemplo, se cruza todos los te por la pequeña rendija de mi celular. Hace frío, días enfrente de mí y, además, me rebasa como si me presumiera un extraño viento gélido nos vino a visitar. Miro la su trasero redondo que alguna vez estuvo puesto en el lugar del calma del mar, desde la terraza de un hotel casi mío. También miro al hombre panzón que corre al ritmo de sabrá sin huéspedes. El puente de Puerto Cancún me re- dios que música pegada a sus orejas, admiro su intención diaria de cuerda mis vacaciones en Florencia. Una Florencia diferente, con cansarse pues adivino su dieta de azúcar gaseosa que me revela la abundantes ríos humanos navegantes entre los románticos canales razón de su prominente panza. También observo de reojo el paso del mar mediterráneo. de cientos de ciclistas cuyo motivo no es buscar la línea corpórea
Yo, en cambio, desde aquí contemplo el Mar Caribe que mece en silencio la concavidad pétrea de un puente enmarcado por grandes y elegantes torres, parecen trasatlánticos estancados. Allí ella y él están mirándose, quizá pueda construir una historia para mí con la silueta de sus cuerpos separados, como si estuvieran despidiéndose de sus vidas. Mi martini me permite amplifi car la imaginación al punto de verme correr tras ella y decirle: “detente, mira el horizonte, es plano, sigiloso y misterioso. Nunca nadie ha logrado saber que existe más allá de su línea recortada por la nada de la lejanía; un mundo que tal vez nunca conozcamos.
Justo ayer a esta hora en vez de estar aquí sentada, contem- para un físico lo más cercano al actor o actriz de moda. Ellos están plando el mar de esta caleta artifi cial, corría agónicamente, por formados esperando ser auscultados sus bultos y sus cuerpos para la avenida Huayacán, donde el paisaje completamente diferente poder ingresar a lo que será su larga jornada laboral. al goce de este inmenso cristal orgánico tornasolado me exigía Así miro de nuevo el curvilíneo puente de Puerto Cancún, en más esfuerzo cada vez, sobre la alfombra de concreto. Mantener tanto, la copa de mi martini se vacía para darme cuenta de la variala línea en estas condiciones urbanas me permite en cada ocasión bilidad de la vida y sus contrastes.