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SECCIÓN 1:
Preparación y respuesta global frente a la COVID-19 La crisis global provocada por la pandemia de COVID-19 ha ejercido un gran impacto en todas las áreas de nuestras vidas, desde el impacto directo de la infección por SARSCoV-2 en la morbilidad y la mortalidad por COVID-19 hasta los efectos indirectos de la pandemia en la salud y el bienestar de las poblaciones del mundo entero, la economía, las sociedades y la educación. La pandemia también ha puesto de manifiesto los desafíos y las lagunas de nuestras estrategias de preparación y respuesta frente a los riesgos para la salud con potencial de provocar una crisis de salud pública, en general.
“La epidemia de SARS en 2002-2004, que infectó a más de 8.000 personas en 29 países, fue un toque de atención a nivel mundial.”
La COVID-19 no ha sido la primera pandemia a la que se ha enfrentado nuestro mundo. De hecho, las pandemias y las epidemias han moldeado nuestras sociedades desde que la vida humana en comunidades hizo posible la transmisión efectiva de las enfermedades infecciosas. Algunos ejemplos de enfermedades infecciosas destacadas que provocan o han provocado epidemias y pandemias incluyen la peste, la viruela, el cólera, el VIH/ SIDA, el ébola, el SARS y la gripe pandémica. Durante años, numerosas personas de la comunidad científica, de las administraciones de salud pública y de la ciudadanía, así como instituciones académicas privadas y públicas, han alertado de las amenazas inminentes que representan las enfermedades emergentes y reemergentes con potencial pandémico, y han reclamado inversiones en la preparación para responder de forma eficiente a este tipo de crisis 1, 2, 3, 4, 5, 6. La epidemia de SARS en 2002-2004, que infectó a más de 8.000 personas en 29 países, fue un toque de atención a nivel mundial 7. En el año 2005, en un intento de responder a las epidemias mortales, la OMS desarrolló el Reglamento Sanitario Internacional (RSI) 8 para proporcionar un marco legal global que diera respuesta a los eventos que afectan a la salud pública y a las emergencias y amenazas con potencial transfronterizo. En él se definen las obligaciones y derechos de los países. Esta normativa, que entró en vigor y fue adoptada por todos los Estados miembros de la OMS en el año 2007, exige que los Estados mantengan capacidades esenciales de vigilancia y respuesta, mientras que la OMS proporciona herramientas, directrices y formación para llevarlas a cabo. Todos los Estados miembros de la OMS (196) han reportado los indicadores de su capacidad para responder a una crisis sanitaria por lo menos una vez a lo largo de los últimos nueve años, con diferentes niveles de éxito en su ejecución y con lagunas identificadas 9. Los indicadores se refieren a 13 capacidades del RSI, relativas a Legislación y Financiación, Laboratorio, Vigilancia, Marco nacional para las emergencias sanitarias y Comunicación de riesgos 10. El Reglamento Sanitario Internacional, aunque vinculante, no resultó ser una medida de preparación efectiva cuando el virus SARS-CoV-2 sacudió el mundo, dado que aparecieron desafíos importantes en el momento de implementar los planes y de poner en práctica las capacidades durante la respuesta a la crisis de la COVID-19, en particular en relación con los sistemas de vigilancia y de alerta temprana, y con la comunicación del riesgo a la población. Además, algunos países con peores indicadores de preparación
¿Cómo podemos estar mejor preparados para la próxima crisis de salud pública? Lecciones aprendidas de la pandemia de COVID-19. Documento de análisis de ISGlobal.