Filosofía para niños: Fundamentacion y sentido

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Filosofía para niños: fundamentación y sentido. Mucho se ha discutido sobre los marcos de fundamentación pedagógica de la Filosofía para niños. Ahora empezamos a discutir sus implicaciones en los planos no sólo pedagógico y didáctico, sino también ético, político y social. Del Pragmatismo de John Dewey a la Pedagogía del oprimido de Paula Freire, o del constructivismo a la filosofía de la diferencia deleuziana, por ejemplo, la Filosofía para niños se ha enfrentado a diversas encrucijadas y ha recorrido diversos senderos teóricos para fundamentar su praxis formativa. Y es que la Filosofía para niños cobra una orientación peculiar dada por su campo de desenvolvimiento: los propios pequeños, que le imponen a la Filosofía la necesidad de repensarse a sí misma, ofreciéndole la oportunidad de recuperar y recrear algunas de sus tareas fundamentales. ¿En qué sentido los pequeños ordenan la reflexión filosófica en un sentido determinado, al guiar la propia fundamentación de la Filosofía para niños? ¿De qué modo los pequeños reclaman a la Filosofía para niños marcos teóricos acotados, que hagan efectiva la dimensión formativa del propio discurso filosófico? Filosofía, Filosofía para niños y los propios pequeños, se encabalgan y se engarzan en una relación productiva y circular, en la que la palabra de los niños tiene una clara centralidad. La figura de los niños, desde nuestro punto de vista, al menos en nuestras latitudes y situación geopolítica, goza de un carácter marginal: los pequeños, como las mujeres, los indígenas, los migrantes, por ejemplo, presentan una vulnerabilidad producto de la exclusión de la que son objeto. La sedimentación de los diversos procesos históricos que constituyen nuestras sociedades periféricas –conquista, evangelización, colonización, capitalismo y neoliberalismo– hacen de los niños receptores y víctimas de todas las taras que vertebran nuestra sociedad tercermundista, sistemática y recurrentemente expoliada: racismo, desnutrición, migración, narcotráfico, televisión, etc., se ensañan con los infantes, con el añadido de que éstos son considerados menores de edad que carecen de voz y de razón. Los pequeños, vistos desde los marcos generales de la producción de subjetividades de un Estado neocolonial, instrumento del capital trasnacional, constituyen un segmento de la población por lo regular marginado y muchas veces oprimido. Y esta es justamente la especificidad que emplaza al discurso filosófico a brindarle una fundamentación determinada a la Filosofía para niños. ¿Alguien puede negar que somos una sociedad tributaria y dependiente de los valores y la economía del llamado primer mundo? ¿Alguien puede negar que una fundamentación filosófica de la Filosofía para niños, debe tener en cuenta las características socioeconómicas y socioculturales de los pequeños? Es en este marco que podemos preguntar: ¿De qué modo las condiciones de exclusión y marginalidad de la infancia emplazan a la filosofía a otorgar una fundamentación peculiar a la Filosofía para niños? ¿Qué clase de fundamentación filosófica requiere la Filosofía para niños, cuando se ocupa de pequeños de sociedades neocoloniales, racistas y empobrecidas?


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